Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Danza entre lobos - Cristalsif - 45

Saludos a todos, antes que nada espero que tengan un muy feliz año nuevo, lleno de prosperidad, que sus proyectos para este 2018 se hagan realidad y crezcan en todos los niveles y aspectos de sus vidas. Como deseamos iniciar bien este año y no logré mi record de publicar 3 capítulos tan rápido como quería (Antes de acabar el año), pues nada, inauguremos el año con este esperado relato… un beso y un abrazo, éxitos les desea Cristalsif.


Adicionalmente, y retomando la temática de las votaciones sobre el destino de Arika, con este capítulo se cierran las votaciones, lo que implica mis queridas y queridos lectores, que a partir del siguiente capítulo, el destino de nuestra amada Arika caminará en la dirección de la elección de los votantes, (Es decir que incluso hasta este capítulo, el 45, cualquiera de las 4 alternativas podía darse… si incluso de la de que Mashiro y Arika acabaran juntas, lo sé… no lo parece pero hasta aquí todo es posible). Tienen entonces, hasta el día Domingo, 7de Enero de 2018 para votar los que todavía falten. Dadas las 12.00 de media noche de ese día, cerraran las urnas,  ahí no sigo contando votos y como quedó, quedó. (Sí, eso significa que lo del cap 45 estaba estimado desde hace mucho tiempo y no… no afectaba el final de la historia, solo la enriquecía, hay quien lo puede llamar un ojo por ojo… jeje)

Entonces a partir del capítulo 46 la trama se va a ir cerrando, sin embargo no sabrán hasta leer la historia en el momento en que se desarrolla, cual fue la opción ganadora, lo sabrán mientras leen, para de alguna forma no arruinar la sorpresa. Cabe decir que el conteo de votos no se hace exclusivamente por esta página, también hay otros lugares donde la historia es publicada y por ende cuentan.

Ahora si… sin más preámbulo.

Danza Entre Lobos

Capítulo 45

De'Zire y el Baluarte de Zafiro II




Las voces y el caos de los murmullos reinaba en la sala, culminadas las ceremonias propias de las celebraciones de la soberanía y el legado en Windbloom, no pasó mucho tiempo antes de que el Rey Taeki citara a todos sus consejeros, comandantes de la milicia e incluso aliados en la que se iniciaba como una guerra contra la nación de Artai. Así alrededor de 30 concilios, 10 militares de alto rango, los aliados de Remus, los príncipes y el mismísimo rey ocuparon la Sala Generis, la cual era una amplia estructura con la forma de una cúpula blanca con bordes dorados y pinturas antiguas en cada sección geométrica, separada por las columnas que sostenían la imponente estructura. Así, tal sala era el corazón del Argento Dicit, como se llama el castillo de los Kruger en la capital. En cada pared se miraban exquisitas pinturas escenificando las obras maravillosas de los dioses, con la deidad solar en el centro sosteniendo en su mano el mundo y en la diestra el sol. A ella le seguían sus hermanos, Susanoo y Tsukuyomi, el primero agitando el viento que mueve las velas de los barcos y las estaciones, el segundo sosteniendo la luna como un escudo de batalla y la luz como una espada, todo ello enmarcado en un velo del manto del dios creador, Izanagi.  Aquel lugar rebosaba de un aire altivo, destilaba riqueza y atraía la mirada interesada de todo aquel que quisiera apreciar la cosmogonía de la nación de Windbloom y otros reinos.

Del mismo modo, la disposición de los espacios establecía las jerarquías y la capacidad del voto o la voz de quien intentara discutir tan importante tema. Se situaba el trono para el Rey y sus herederos, a los lados dos hileras de sillas para la milicia, al frente 3 tronos para los aliados de Remus y ligeramente más apartados dos estrados para los concilios, 15 asientos a cada lado. Las monarquías lucían galas casi propias de una celebración, pero para el caso, no era más que la demostración del garbo y el poderío en cada lado. Sara Gallagher estaba satisfecha por el cuidado de su anfitrión, estar al frente, suponía igualdad y soberanía, Remus sería tratada como un amigo; el trono para el baluarte de Zafiro era sin duda otro gesto que se apreciaba, pues ya se hablaba del nuevo príncipe de Remus y no de un caballero cualquiera.

—Deberíamos situar nuestras fuerzas en la frontera— Expuso uno de los concilios, el que representaba la voz de los otros 14 del estrado derecho, poniéndose de pie acudió al centro de la sala, donde un mapa se dibujaba con la geografía de Windbloom y sus reinos vecinos en las losas pulidas del suelo. Moviendo una serie de fichas metálicas que emulaban la caballería, expuso la posición que juzgaba ideal, como el primer movimiento de un ensayado juego de ajedrez que tendría efectos reales en la milicia y los hombres de Windbloom. Aquel caballero tenía los ojos de un peculiar tono amatista y una larga cabellera negra ya tintada por el blanco de los años, casi parecía un samurái de las eras antiguas y lucía como tal. También situó otras formas de la milicia en el mapa, cuidando no dejar brechas sobre las zonas más vulnerables del reino y los conciudadanos de aquellas lejanías. —A ningún ciudadano de Artai se le permitirá entrar en nuestro territorio... y los nuestros no cruzarán, si la nación vecina espera que aguardemos sus ataques impávidos, están en un error— Anunció al final, ante el asentimiento de aquellos a los que representaba.

—Ex-General Okuzaki, digo... Consejero Argento— Refutó otro con un dejo de ironía, era un hombre con más insignias en cuyos ojos negros se miraba la ambición de la conquista, era el actual general Akihito Nianto. —Eso sólo les alertará de la amenaza, debemos atacar por el valle de los cuernos, está a una nada de la capital de Artai... dada la sorpresa es claro que los Sekai no tendrán cómo responder, serán erradicados con prontitud—

—Señores, tuvimos una guerra de 50 años con esa nación, debería saberse que no es bueno subestimarlos— Esta vez era una voz joven, la del príncipe Ren Sayers en cuya frente adornaba la corona y la responsabilidad del cuidado de la capital, un ataque al corazón de la nación sería devastador para su soberanía. —La principal preocupación que tenemos en la inmediatez, es el ataque que se cierne sobre nuestros muros más próximos, una batalla en cabeza del Conde Nagi Dai Artai. Preocuparnos de la invasión del vecino país, es de momento la última medida a tomar—

—Alteza, defendernos... ¿de qué?— Cuestionó Akihito con una expresión de superioridad en su rostro.

Lo cierto es que la mayoría se preguntaba lo mismo, algunos habían oído rumores sobre las circunstancias que habían dado origen a aquella peculiar declaración de guerra, pero nada claro en verdad, por ello la cámara Argenta opinaba que resguardar las fronteras era la mejor medida y apoyaban a Okuzaki en ello. La cámara Aurea en cambio apoyaba al general, la historia les recordaba que de haber querido, el Rey Setsuya pudo conquistar Artai cuando el demonio de las mil cuchillas, Naraku Kruger venció en la batalla de Canvas, pero nadie supo por qué aquel Rey lo dejó ser... ahora retomar la idea y la posibilidad de obtener los valiosos recursos de aquella nación, tentaba la avaricia de los corazones de algunos, incluido el consejero Auro, Rento Sayers.

—Nuestros emisarios nos informan que no ha transitado por la frontera o por poblado alguno, ningún soldado de la nación vecina...— Acolitó otro, de menor rango que el anterior, Kamui Sorata, un caballero designado como Subcomandante General.

—Salvo por la muerte del príncipe Takeru Kruger, del que no tuvimos un cadáver para rendir los honores merecidos; y el secuestro de la Duquesa Kruger, no tenemos el más mínimo indicio de una intención de ataque de la nación de Artai— Insinuó Akihito estableciendo una duda razonable, esperaba ir a una guerra de conquista, no acudir a una simple escaramuza, su renombre no requería logros de tan poco valor.

Taeki frunció el ceño, pero no dijo nada, esperaba ver la reacción de Arika quien permanecía impávida en su trono, con el rostro dirigido sobre el ventanal y con la mirada perdida en el exterior, al parecer sin hacer caso de la reunión que tenía lugar, a su lado estaba la princesa De'Zire acariciando suavemente su mano enguantada y siendo correspondida con toda gentileza, en movimientos que pasarían desapercibidos a la vista de cualquiera. No más lejos en un asiento, meditabunda, estaba la Reina Gallagher... los remusianos habían considerado brindar su apoyo más concretamente con caballos cimarrones y hombres, armas, todo por la gracia del enlace entre las dos naciones con la próxima boda de Arik Sayers 'el Baluarte de Zafiro' y De'Zire 'Imperatoria Saphir Púrpura', un evento al que esperaba tener la ocasión de asistir. Así mismo Taeki, esperaba evaluar el talante de los próximos reyes de Windbloom. ¿Qué gobernaría? La sabiduría o el ímpetu... El hermano mayor de los Sayers pronto respondió la silenciosa duda.

—Si ponen en duda la palabra de mi hermano, ponen en duda la mía...— El rostro de Ren estaba tan pétreo cómo era posible, sabía que aquellos hombres les subestimaban por su juventud, la de ambos, pues Mashiro estaba sentada a su lado, tan silenciosa que casi no parecía estar allí

—Por no decir, la alianza con la nación de Remus— Apoyó De'Zire tan indignada porque el actual príncipe de su país fuese desestimado tan cínicamente, había tenido ocasión la noche anterior de oír con detalle las circunstancias que los traían a ese momento y lugar con un ataque cerniéndose sobre la corona de Windbloom, aunque atentando contra la soberanía de todas las naciones.

—No sería sólida si se tambalea con tan poco— Dijo Akihito, a lo que el Rey estuvo dispuesto a refutar para no agraviar a la Reina de Remus, pero la voz gentil de otro se escuchó primero.

—¿Han visto, alguna vez... un Orphan? ¿Han luchado con uno? ¿Han vencido a alguno?— Un silencio sepulcral llenó la sala, incluso los 30 concilios callaron, esa fue respuesta suficiente. —Estamos pensando en batallas convencionales, en las que el número de hombres o las condiciones del terreno son determinantes— Arika se puso de pie, su altivez hacía esforzar a muchos la memoria de haber contemplado a otro hijo de Rento antes, pero observando que ni la barba había nacido en su mandíbula, comprendieron que se trataba de un niño y por ello algunos sonrieron con sorna, desestimando el hecho de no haberlo visto antes o de haber pasado la vista de largo, a pesar de tratarse del hijo pequeño del consejero Auro. —El Conde encontró la forma de controlar a los Orphan a su beneficio, ahora los llaman Slave... con estas circunstancias les diré que aún si sobrepasamos a las tropas de Nagi 20 a 1 no venceremos, porque él vendrá sobre nosotros en cuanto sus criaturas puedan salir de Fukka y eso acontecerá en pocos días—

Murmullos y escándalo reinaron, quejas y reclamaciones que no llegaban a formar ideas coherentes para ser escuchadas, era casi una blasfemia lo que se decía en ese momento y las caras llenas de indignación se extendieron por todo el lugar.

—Entonces, ¿cuál es el sentido de esto muchacho? Si se trata de rendirnos están prestos los mensajeros para galopar a Aries e informar la buena nueva a los Sekai Artai— Ironizó el General. —Una rendición basado en cuentos para asustar a los niños pequeños— Se mofó en el acto y a ello se unieron la risa de unos tantos, así como la vergüenza del padre de Arika, mientras negaba con la cabeza. Como muchos, Akihito se cuestionaba ¿Por qué el Rey había traído a un grupo de mocosos a una reunión de la importancia que una guerra significaba?

Las risas fueron calladas cuando una voz de mujer, llena de un tono autoritario se escuchó. —Es usted impetuoso, señor... para un estratega eso, es peligroso— La Reina Gallagher, estaba ya cansada de las impertinencias de aquel general. —Incluso yo sé... lo tonto que es olvidar la historia o los reinos que cayeron bajo circunstancias que usted juzga cuentos para niños, mi reino nació con la caída de otro más antiguo y es mi estimado— Ironizó el ''estimado'' —que sé... hasta los dioses pueden morir... ¿Por qué sería diferente con una nación? No olvido que Lioneth sucumbió bajo el manto de las oscuras criaturas llamadas Orphan y que los sobrevivientes de aquella destrucción... unos cuantos, dos valientes hermanos, Remus y Remulus forjaron dos naciones, cuyos nombres llevan hoy—

—¡Los dioses no han intervenido en siglos!— Se exasperó el general, el de ojos negros en verdad no era muy espiritual, ni creía en nada que no pudiera ver.

—¿Por qué pintar sus paredes con remembranzas en su honor, cuando ninguno cree más en ellos que en cuentos infantiles?— La indignación marcaba las facciones de la dama rubia, tantos hombres reunidos y tan estrechas mentes, Sara comenzaba a ver porqué Mashiro Kruger había terminado envuelta en el predicamento que escuchó la noche anterior.

Eso lo sabía también el propio Taeki, y qué inconveniente resultaba ahora tener un general tan escéptico. —No son cuentos, Akihito... es información veraz, los relatos sobre las bestias de Fukka y los monstruos que sus límites resguardan... les aseguro a todos que ello es cierto, pero ha sido más conveniente mantenerlo en secreto, por el sacrificio de mi estirpe durante cuatrocientos años, la paz y la prosperidad ha reinado, no sólo para Windbloom, para todas las naciones... ese tiempo está por acabar y lo que hagamos ahora determinará si hemos de vivir en un mundo plagado de tinieblas o no—

—Pero... — Intentó refutar el aludido.

—¡A callar!— Elevó su voz el rey, notando entonces que sus consejeros serían un lastre para la situación que enfrentaban, partiendo de la base que nadie parecía creer la historia de los Orphan, ni veían la magnitud del peligro que se asomaba en el horizonte más cercano. —Si algún hombre o mujer en esta sala supone que miento, puede retirarse... no habrá consecuencias sobre eso, pero necesito a quien confíe completamente en...— Nuevamente fue interrumpido.

—¿Necesitan pruebas?— Cuestionó la hija menor de Rento, aunque nadie sospechara ni por asomo que se tratara de una mujer. —No puedo traer un Orphan hasta aquí, tendríamos que ir a Fukka y el tiempo no es nuestro aliado, pero pensé que esto pasaría... no sueles creer en estas cosas si no las ves con tus propios ojos— La castaña realmente no los culpaba, descuidadamente había viajado a Fukka sin escolta meses atrás, porque pensaba que el mayor peligro serían un par de bandidos y ladrones, era algo con lo que sabría apañarse y aquel fue un error casi fatal. Buscó con la mirada a la doncella que servía la copa del Rey, Shinzo sonrió disimuladamente, asintió y fue a una esquina de la sala, donde había una mesa con rodamientos que arrastró hasta el centro del salón no sin esmeros, para que fuera visto por todos. Sobre el platón reposaba una lanza hermosamente modelada de metal blanco, con inscripciones en un idioma desconocido y dos zafiros en cada punta, así como había otra cosa más difícil de identificar.

Arika tomó el objeto, el cual era una pieza circular de color translúcido, un tanto filosa y de apariencia húmeda. —Esta es la escama de un Orphan, mide la mitad de una mano de diámetro... cualquiera con un poco de conocimiento o sentido común, puede intuir que si éste es el tamaño de la escama, ¿cuánto medía la criatura dueña de ésta?— Pasó la escama a las manos del primer estrado para que cada concilio la examinara y evaluara su autenticidad. —Según recuerdo, 4 metros de alto y aproximadamente 10 de largo, obtuve la escama cuando su cola me lanzó a 5 metros de un solo golpe, pero seguramente es un cuento para ustedes— Hubo ligeros asentimientos, aunque ya nadie hablaba puesto que el príncipe de Remus había captado su atención, la de todos, aunque algunos dudaban de la veracidad del relato. —Vencimos al Orphan entre dos, no sé si les suena Nina Kuga o si sólo le conocen como 'Neptuno de Sirene'— Claro, todos conocían el título de la segunda hija de Takeru Kruger, algunos pensaban que lo era de sangre y no una hija adoptiva. La expresión sorprendida o incrédula de algunos ante la idea de que una doncella tan delicada pudiera luchar contra un monstruo tan horroroso como una pesadilla era por demás insólita. —Ella me enseñó un par de trucos sobre eso... pero de todos modos, no lo evadí a tiempo y la escama se me incrustó aquí— Nadie había hecho caso de los movimientos de Arika, quien ya había desabrochado su chaleco blanco bordado en oro y desfajado la camisa debajo, por lo que cuando levantó la camisa mostrando las vendas que le envolvían casi todo el torso, salvo por la discreción de no delatar su pecho, la mayoría palidecieron al ver la extensión de las vendas que le envolvían, otros por supuesto apreciaron los estilizados músculos del vientre de aquel muchacho. Ya quisieran algunos de los rechonchos allí reunidos tener el abdomen tan firme y musculoso.

—No podríamos no creer en su palabra. Señor Sayers— Intervino Mashiro, más que sonrojada por la excesiva exposición de piel-vendas que realizó su estimado 'amigo'. —No es necesario que se exponga así...—

—El príncipe Arik, en verdad es un digno guerrero... a pesar de su juventud, creo que tendré que cuidarlo de la mirada de las doncellas, algunas miran febrilmente a mi esposo... pero las entiendo, se ve bien ¿No es así?— Anunció De'Zire no sin soltar una carcajada para disipar la tensión del ambiente y disimular los celos del Cisne de Plata. —Cuiden de la vista a sus hijas señores, no queremos corazones enamoradizos en el aire...— Y con ello rieron unos cuantos. Así mismo, las doncellas de la servidumbre, que atendían a los concilios y todos los presentes en la reunión, se sonrojaron pues ninguna había pasado por alto la agraciada figura del pequeño Arik Sayers, que de pequeño poco.

Mashiro, no sabía si agradecer o molestarse con la rubia, pues a fin de cuentas había desviado las miradas críticas de los nobles sobre su reacción, pero igualmente había vendido como un mango a su... su esposo. Aceptar esa expresión en su mente, aún era doloroso, una tortura por decir lo poco.

La aludida no hizo más que aclararse la garganta y tratar de recuperar el color nacarado de su rostro. —Lo primero que debemos atender, es que ignoramos si la nación de Artai está aliada con el Conde Nagi, por lo que no desestimaría mover algunas escuadras a la frontera, tal como sugirió el Consejero Argento, añadiría que con la mayor discreción posible... no queremos que ellos nos ataquen sólo por la alarma de una inminente invasión— El iris zafiro se posó sobre el amatista del padre de aquella conocida amiga de Fukka, Akira. Un tenue asentimiento fue suficiente entre ambos. —Tenemos más hombres, pero no las armas apropiadas... el disparo de un simple revólver no puede atravesar la coraza de un 'Golem Tortuga', sería un tenue rasguño para un 'Tigris de baba ácida', sería menos que una escaramuza para un 'escarabajo martillo' y ni un soplo para un 'Tesso rata de hierro'—

—Su punto es que... ¿estamos indefensos?— Cuestionó el señor Kamui incapaz de aceptar la idea, no se rendiría simplemente.

—No, no estamos indefensos...— Dijo la castaña antes de exponer el segundo elemento en la bandeja. —Esta es la 'Lanza del Zafiro del cielo', un obsequio divino de Ame no Mikoto... un arma hecha para destruir Orphan, su filo puede cortar la seda más delicada y su resistencia romper la piedra más dura, todo ello sin mencionar su capacidad para incrementar su tamaño, ofreciendo al mismo tiempo una defensa a su portador como si de un escudo se tratara—

Arika observó una vez más el brillo de la codicia en los ojos negros de Akihito y adivinó su intención. —¿Quieres usar la lanza?— Sonrió, arrojó el arma a las manos del general. —Prueba que eres digno— Musitó justo en el momento en que el pelinegro sujetó la vara de la lanza con una sonrisa autosuficiente, un segundo después soltó un gemido de esfuerzo y la preciosa vara encantada cayó al suelo resonando con un eco por toda la sala.

—¿Quién podría usarla? ¡Es muy pesada!— Reprochó, se sujetó con la zurda el hombro derecho, lastimado en el esfuerzo de sostener abruptamente un peso semejante, era vergonzoso que un niño frágil como Arik pudiera soportar la lanza en su mano.

—La lanza es el regalo de un dios, ¿esperas que cualquiera pueda blandirla? Eso sería un poco peligroso— Sabía que sólo podría sostenerla alguien cuyo flujo espiritual fuese puro. —Querida Zire...— Tendió la mano en dirección de su joven esposa, quien a pesar de sus audaces palabras momentos atrás, se sonrojó un poco antes de acudir a su lado, ya junto a Arika, Zire le miró con curiosidad. —¿Podrías ayudarme con la lanza?—

La rubia dudó por un breve momento, pues a fin de cuentas un hombre fornido no había logrado semejante empresa, pero toda inquietud se disipó al mirar a la joven Sayers allá en sus ojos azules siempre transparentes y así al sentir la calidez en su mirada, la incertidumbre se apagó, si ella pensaba que podía hacerlo, pues se haría.

Se acercó al general y tomó la lanza del suelo, el cual se había tarjado por el peso de la avaricia que consumía a aquel hombre.  La sorpresa llenó los rostros de todos al ver que la dama rubia, tan delicada como un lirio, logró sin mayores esfuerzos levantar el arma y a su contacto las marcas brillaron con un fulgor dorado. Un ligero viento sacudió las cortinas, los dorados cabellos se iluminaron, Arika contempló a Zire con admiración pues podía ver la hermosura de su espíritu expuesto por el rigor de la lanza, haciendo fluir el río de energía viva en su interior.

La castaña tomó la lanza de sus manos, posó su mano en el hombro de la sorprendida mujer, se inclinó un poco para susurrar en su oído. —Tu fulgor es tan precioso como tú— No sabía la inocente hija de Rena Yumemiya, que aquel era un halago en toda regla.

Zire agradeció a la providencia que Arika fuese tan distraída como para notar la turbación que le ocasionaba su proximidad, le ardía el rostro y podía oír sus latidos en sus oídos, mas rauda se ocupó de esconder sus emociones de las miradas de aquellos venenosos ojos azules, no podía permitirse mostrar ante Rento o aquellos concilios su debilidad.

—La simbología de este instrumento, nos permitirá usar las armas que por generaciones las bestias de Fukka emplearon para mantener a raya a los Orphan, se requiere que estas oraciones divinas sean replicadas sobre cada revólver, espada, hacha y cañón disponible, cubiertas de energía espiritual las balas en verdad pueden ser mortíferas para aquellos monstruos, tan letales como puede serlo esta lanza— A voluntad la castaña dejó fluir su energía espiritual permitiendo que cada símbolo brillara en la vara con una luminiscencia azulada, así el instrumento creció hasta hacerse gigantesco como para ser sostenido por una sola persona.

Arika ejecutó la secuencia de movimientos que empleaba durante sus largos entrenamientos en Fukka, pero para quienes le miraban casi parecía ejecutar una danza ceremonial en la que empleaba la gloriosa lanza de zafiro para ejecutar estocadas y cortes tan veloces que en verdad podrían engañar a la vista, otras como escudo cubriendo cada ángulo, para cuando Sayers concluyó su demostración con el movimiento de la enorme lanza girando como hélice con la punta de sus dedos como eje, más de una boca quedó abierta.

Pese a que aquel esfuerzo no era la medida más prudente para su recuperación, Arika se dió por bien servida y procuró no delatar lo doloroso que había sido realizar tales movimientos cuando apenas estaba sanando su costado. Tomó así la ocasión y el silencio abrumador de los reunidos para exponer su punto de vista. —Las armas serán primero y los hombres tendrán que tener un flujo suficiente de energía espiritual para poder emplearse en la batalla, si no pueden emitir ni el más mínimo rayo, deberemos enviarlos a los lugares donde puedan darse batallas entre hombres— El azul del cielo se posó esta vez sobre el Rey Taeki y sus más cercanos, Ren y Mashiro. —Por la capacidad destructiva de las criaturas, lo más prudente es evacuar las cercanías de las entradas, aquellos lugares que estimemos serán atacados por ser lugares estratégicos para el enemigo, todo con el fin de evitar muertes innecesarias— La joven hizo que el arma volviera a su tamaño original y como era su costumbre, la acomodó en su espalda siendo sujetada por las amarras de su cinturón y las cintas del uniforme Remusiano, que ahora le pertenecía como príncipe de esa nación.

El pelinegro de mirada celeste sonrió y se levantó de su trono, caminando así en la dirección de Arik. —No te llamé 'el baluarte de Zafiro' en vano, mi querido Arik... se hará como dices, pero evacuaremos la ciudad entera— Siendo considerablemente más alto, el mayor posó sus manos enguantadas sobre los hombros del menor de los Sayers y no hizo caso de los murmullos sorprendidos de los concilios, jamás se había visto cosa semejante ¿Evacuar toda la capital? Lo siguiente no fue menos sorprendente para todos. —Es por ello que te conmino a unirte en nuestro esfuerzo contra los Orphan de Artai. Como el caballero de Windbloom que eres, estás obligado a pertenecer a las filas de la armada de tu país, sabes que ha sido establecido para los varones mayores de 18 años, empero no será como un soldado raso... serás comandante de una nueva rama de la milicia establecida específicamente para enfrentar a las criaturas, es necesario para ello que instruyas a los soldados y que puedan ejecutar efectivamente el uso de las armas que nos darás...— El rey no culminó sus instrucciones cuando una delicada mano sujetó su muñeca y de un tenue tirón, atrajo su atención, más el pelinegro sólo se sorprendió de ver el rostro frío de su hija.

—Padre, si le obligas... bien puedes conseguirte otro sucesor al trono, pues yo declinaré— Susurró de tal forma que solo los más próximos le oyeran, siendo Taeki, Zire y Arika la audiencia. La joven rubia de Remus agradeció en su fuero interno la intervención del cisne de plata, la idea de su amante expuesta al filo de tan horrendas criaturas en verdad atraía hondos temores a su pensamiento.

—Él no me obliga... se los aseguro— Refutó la castaña sin siquiera mirar a la de cabellos plata a la cara. —Yo elijo luchar esta batalla y ofrecer todo el conocimiento de mi entrenamiento para que Windbloom y su gente, todos... puedan vivir—

Esta vez Zire quiso intervenir mirando severamente con sus ojos violáceos a Arika. —No tienes el deber, eres el príncipe de Remus... saben los dioses que tu posición te lo permite, el declinar—

—Probaré que soy digno de semejante honor, para ti— Expuso con genuina intención en su azul mirar, esperaba que de esa manera pudiera caminar a  su lado con la barbilla en alto, ayudar a las personas, evitar una desgracia.

—¿No comprendes que eso no hace falta? Mi palabra es suficiente, eres digno y no se requiere de más— Refutó con sus rubias cejas enarcadas.

—Lucharé...— Insistió sin dar el brazo a torcer, ya había visto la barbarie en Fukka, odiaba la idea de que se extendiera a toda Windbloom.

—Así sea, creo que no se nos requiere para nada más, con su permiso majestades... háganos saber la cantidad de hombres y el lugar, Remus luchará a su lado con la misma lealtad que han ganado en el corazón de su futuro Rey— Apoyó De'Zire obligada por las circunstancias, dio la media vuelta, se acercó a Sara y susurró algo en su oído, la dama asintió frunciendo el ceño y realizando la reverencia establecida para aquel protocolo salió del salón, no sin ser el objeto de la atención de todas las miradas, un insistente zafiro más que cualquier otro.

Mashiro sonrió, para nadie pasaría desapercibida aquella desavenencia entre los recientes cónyuges, tal expresión se borró en cuanto notó la angustiada mirada de Arika, quien para la ocasión, dejó de prestar atención a la reunión, afirmó casi como una autómata, tomar el cargo de instructor de la escuadra Valenti, como llamarían al grupo encargado de la defensa del castillo durante el asedio de Nagi. Se tomaron numerosas estrategias y se dialogaron otros tantos temas de interés durante dos largas horas más, para cuando concluyeron, Arika salió del lugar como si su asiento quemara, con suerte y realizó las venias ceremoniales que antes hizo la rubia de Remus con tan finos modales. Avanzados dos largos pasillos, Arika podía escuchar unas pisadas siguiendo sus pasos desde el salón, por lo que apresuró el paso, sin embargo esto no desanimó a su perseguidor.

—Sayers...— Se oyó una voz masculina que pocas veces le dirigía la palabra, casi olvidaba de quién provenía aquella voz. —¿Acaso el nuevo comandante Valenti hará oídos sordos del llamado de su padre? ¿O es esa preciosa corona que se ciñe a su cabeza la que le impide con humildad obedecer al que te ha dado la vida?—

—Padre... mis preocupaciones, me impidieron oírte. Me disculpo— Mintió recordando un par de consejos de Sara, no podía darse el lujo de mostrarle al mundo lo dolida que se sentía con Rento o lo mucho que lo detestaba y estaban en un espacio transitado por los sirvientes y otros señores importantes, algunos concilios entre ellos el señor Okuzaki. Aun así se preguntaba por qué su padre parecía tan molesto. ¿Por qué no podía enorgullecerse? Había logrado en pocos días, esmeros que a él le habían costado con Ren tantos años, tenía la corona de una nación aliada en las manos y sin que él interviniera, una bella esposa, la construcción de la armada más poderosa de un Reino, lucharía con honor como aquel tenaz antepasado de su casa... sería imposible para un hijo dar tantos honores a un padre, salvo por el hecho de que no era un hijo, era una hija. Así que lo miró a los ojos, tan verdes como los olivos y vió su desdén en ellos, nunca saciaría aquel abismo de avaricia, lo supo al fin.

—Debes, tener cuidado— Dijo acomodando las solapas del atuendo de Arika. —Sería muy inoportuno enemistarte más con el general Akihito Nianto, con quien nuestra familia ha tenido una amistad duradera y que tus descuidadas palabras...— Esta vez, apretó un poco más de la cuenta el nudo del corbatín de la menor, —...pudieron insultar y sabes, que como general tiene la potestad de elegir al proveedor de barcos que estime prudente, no me hagas perder un buen negocio... hijo—

No evitó una mueca de disgusto. —Parafraseando al General, ‘no sería sólida si se tambalea con tan poco’—

Un puñetazo recibió por respuesta y nadie volvió la vista en su dirección, Rento sabía darle golpes sin sonido usando guantes, incluso eran magulladuras cuyas marcas no se verían hasta dentro de unas horas. —No seas insolente— Dijo por lo bajo el hombre, terminando de acomodar la ropa y la cinta real de su ‘querido’ hijo. —Sigues siendo una simple mujer, por más que mi amigo estimara hacerme una broma semejante, sé que finalmente Taeki te ha usado en beneficio de todos... es lo menos que podrías hacer con tu inestimable existencia— Sólo entonces el señor Sayers parecía mostrar un poco de complacencia, mientras Arika lo miraba y escuchaba tensando cada fibra de su cuerpo, controlando el devolverle el golpe, solo porque si se atrevía a golpear a su padre ‘sin motivo’ alguno, tendría bastantes más problemas que resolver y necesitaba encontrar a su esposa con urgencia, la herida era la menor de sus preocupaciones, o eso pensó hasta que escuchó una vez más la desagradable voz de su padre exponiendo las intenciones que había estado ocultando con su supuesta aprobación de aquella boda. —Hiciste algo útil, Arik... la niña rubia está encaprichada contigo, te ha dado a su ejército por un par de miradas, imagina si le das un poco más... sirve a Remus para que un día sea gobernada por Windbloom, por el heredero que nacerá en poco tiempo—

Cada palabra era como la mordida de una serpiente, la idea de engañar a Zire empleando sus favores para fines tan desdeñables, se mordió el labio para no gritar. —Será la última vez, padre...— Tomó la muñeca del mayor y la cerró lenta pero mecánicamente hasta hacerla doler, más y más, un poco más y tal vez le rompería la mano, aunque era inconveniente que alguien lo supiera si su padre gritaba de dolor. —La próxima vez, teme perder la mano con la que me toques, porque no soy más la persona que recibía tus palizas sin rechistar, he matado a monstruos que te harían mojar tus finos pantalones de seda, aún si eres mi padre... no defenderé nunca más, tus intereses... yo estoy con Zire, porque me gusta, confío en ella y nada de lo que hagan tú o el Rey hará que yo cambie de idea, aún si el precio de mi lealtad, es mi vida—

—Espero entonces, que las criaturas te arrebaten lo que yo te di... esa miserable vida—

—Tú no me diste vida, para ti fue meramente un instante de placer... y después, sólo cubriste tu pellejo con Kana— Soltó la mano magullada del mayor y este supo que nunca más podría poner un dedo sobre su hija, había perdido todo poder sobre Arika en cuanto la dejó marchar de casa hace meses. Ciertamente no supuso que ella volvería y mucho menos que se convertiría en una persona tan importante en tan poco tiempo, alguien verdaderamente temible.

—Estás muerta para mí...— Sentenció Rento con el ceño fruncido, sosteniendo con fuerza su muñeca lastimada.

—Tú lo estás para mí desde hace tiempo— Afirmó antes de seguir su camino.

Arika vagó por el castillo intentando encontrar a Zire, más sólo supo por Kaon Sward, la leal doncella de la Reina Sara, que su esposa había acudido al salón del té con Lady Mashiro, lo cual le causó un escalofrío que la recorrió de los pies a la cabeza, no quería ni por asomo ver a ambas mujeres reunidas, así que decantó por ir a revisarse las vendas y preparar algunas ideas para lo que sería su responsabilidad con el escuadrón Valenti.
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Ren había acudido con su hermana, sólo porque se lo había pedido con la diligente Shinzo como mensajera... la pelirrosa le llamó cuando estaba en el despacho, una parte de él lo agradeció, se había visto obligado a revisar tantos documentos como cartas, estableciendo la distribución de los recursos a su cargo, acorde a lo pactado, pero una guerra no era un juego de niños... financiera y logísticamente, era un mar de tareas pendientes, de esfuerzos conjuntos, no podía darse el lujo de un error, sentía la tensión sobre los hombros en ese aspecto, al igual que su padre, era hábil en aquellos menesteres y todo estaba saliendo bien. Por su parte, Mashiro estaba ocupándose de la evacuación de la ciudad con la ayuda de algunas escuadras de soldados y muchas de las mujeres de la servidumbre, además de sus doncellas que tenían la orden de no conceder ni por asomo un esfuerzo físico de su parte al cuidado de su estado gestante... así, él esperaba que un poco de las ocupaciones propias de su título le concedieran distraer la mente, pues estaba seguro de haber notado una merma considerable en sus ánimos desde algunos días atrás, la veía triste a todas horas, estaba seguro que lloraba durante las noches en la habitación que ya no compartían, se veía fatigada en las mañanas a pesar de dormir más allá de las 9 de la mañana y estaba distraída la mayor parte del tiempo, salvo, dolosamente... en las ocasiones que compartía un breve momento con Arika.

Sintió una punzada de añoranza, ciertamente sólo compartieron una vez aquel cuarto, hoy y con suerte, algunas palabras, pues todos sin excepción estaban demasiado ocupados. Recordaba con pesar que a fin de cuentas muy eficientemente había prestado sus servicios para la labor establecida en su acuerdo matrimonial: un heredero, y ello ya estaba cumplido, ya no había motivos para compartir como amantes, pero estaban distantes incluso como amigos. Ren no dejaba de preguntarse a sí mismo, cómo llevar la carga de un matrimonio en el que nadie sería feliz, su optimismo se elevaba cada vez que pensaba en su hijo o hija, pero se apagaba más raudamente cuando posaba sus ojos sobre los de Mashiro, ya no estaba seguro de sentir más o menos enojo cuando los celos le atacaban y lo tenía sabido por la propia princesa que tanto su hermana como ella habían sido leales.

—Mira... un conejo de nieve— Oyó la voz de su hermana menor. Tenía buen ojo, con el invierno era casi imposible ver uno, pero ahí estaba, una mota blanca dando unos cuantos brincos de un espacio a otro, seguramente tendría una madriguera cerca pero para Arika aquello era la mejor cosa del mundo. ¿Cómo podía sonreír así? No evitó pensar para sí mismo el mayor de los dos Sayers, hasta que un recuerdo le asaltó.

—Me recuerda a Kentaro... murió de viejo, muy regordete y comelón— Dijo Ren, recordando el conejo que fue mascota de ambos cuando eran apenas unos niños, una de esas pocas cosas que compartieron.

—Una suerte, sé que amenazaron muchas veces con servirlo en la charola— Arika sonrió más, dió unas palmaditas a Doba y se aseguró que el manto de lana mantuviera el calor de su corcel. Recordó en medio de sus silencios, unas cuantas ocasiones en las que recibió chantaje de las doncellas de Kana para portarse bien, si es que no quería ver a su mascota en la cena, pero claro... ignoraba que siendo Kentaro la mascota también de Ren, se antojaba intocable.

Ambos se miraron a los ojos y rieron límpidamente, a carcajadas, disipando así la tensión del momento, hasta que volvió la calma. —Tuvo una buena vida...— Concluyó el mayor.

Pasear por los alrededores con sus caballos no era una costumbre arraigada para ambos y menos con aquella helada, a Ren le abrumaba ver que Arika no tenía más que una capa como abrigo, pensó que tal vez había terminado recientemente una sesión con la escuadra o simplemente se había acostumbrado, aunque, ¿quién se acostumbraría a semejante paraje tan gélido? Sería tonto preguntarlo ¿verdad? Tenía la sensación de que a pesar de ser hermanos, no se conocían sinceramente, su relación no era de ese tipo, los dos coincidían orbitando a Mashiro desde que puede recordar. Todo por el impulso de sus padres y la vieja amistad de las dos familias, así como su peculiar interés por la joven, casi le parecía que pasó un siglo desde el momento en que sólo eran ellos dos. Tenía para sí el distante recuerdo de los dos contentos y felices dándole comida al conejo, la sonrisa de la menor, cuando teniendo tan pocos años quería ser un buen hermano mayor y luego, simplemente caminaron en sentidos opuestos, con un solo cruce común.

—Arika...— Buscó las palabras correctas, pero se sorprendió de notar que la joven ya no sonreía, tenía una expresión tan nostálgica como la que veía en los ojos de su esposa.

Apenas los verdes de los pinos sobreviven el invierno, y no se había visto uno tan crudo como el que corría, incluso el río se había congelado cesando su flujo hacia la bahía unos tantos kilómetros a lo lejos, estaban en una zona no muy poblada, en propiedad todavía de la monarquía Kruger, a pocos minutos del castillo.

—Sé que no está en mi mano...— Elevó sus ojos azules para encontrarse con el prístino cielo, tan despejado después de la nevada de la noche anterior. —Está en las tuyas...—

Ren sintió un extraño peso en el pecho ante aquellas palabras. —¿Qué deseas, hermana?—

—Deberías llevarla lejos...— Le confrontó la mirada, posando toda su atención en él.

Frunció el ceño Ren. —¿De qué hablas?— Cuestionó todavía sin entender, porque podría apostar que el llanto asomaría en cualquier momento, mas no había cristalinos en ellos.

—De tu esposa y de tu hijo, deberías llevarlos lejos de...— Arika dudó, sabiendo de antemano la respuesta. —... aquí—

El Sayers sonrió mirando con gentileza a Arika. —Estoy agradecido, tu preocupación... tu devoción, tu amor—

—Sé lo que dirás, hermano... pero, te lo pido... este lugar está en la línea de fuego, si algo les llega a pasar a ustedes, si yo...—

—Ellos no pasarán, no con los cañones modificados o tu escuadra, he visto las cosas inhumanas que pueden hacer gracias a ti—

—¿Y si fracaso, Ren?— Admitió la castaña con la preocupación que la había estado persiguiendo cada noche. No le temía a la muerte, había danzado con ella en batallas anteriores, le temía al fracaso por el valor de lo que significaría una derrota en el futuro, en las personas amadas.

Y Ren, a pesar de sentirse extraño en su presencia, lo entendió en el acto. —No digas eso, lo estás haciendo mejor de lo que cualquier persona se habría imaginado... cuando levantaste esa lanza en la sala del consejo de guerra no... no pude sentirme más orgulloso en mi vida de la suerte que me dieron los dioses al tenerte como hermana, sin ti no tendríamos esperanza... ahora tenemos eso, es mucho más de lo que pueda agradecerte el Rey o yo en persona, pero sabes bien que no puede un capitán abandonar el barco ante la amenaza de hundimiento—

—Hermano, ese hombre... yo vi en sus ojos la lujuria cuando miraba a Mashiro, creía que aquella punzada de advertencia se debía a mis emociones en aquellos días, pero... te aseguro que es peligroso en verdad—

—¿Y crees que si huyo, él no va a perseguirnos hasta el fin del mundo?— Le informó con razón, no es que no hubiera pensado en las alternativas de huir, de llevar a su familia lejos de aquella infame guerra que está por librarse, pero más pronto recordó los medios de Nagi Dai Artai... si no lo erradicaban en aquella contienda, sería el fin de su legado y de la independencia de Windbloom, de su gente... de todos.

—Más allá de los confines de los mundos... sí— Y eso justamente era lo que más le aterraba, la locura del Conde Nagi Dai Artai, lo que era capaz de hacer por su ciega ambición. —Aun así, podría pasarse una vida entera buscando sin encontrarlos...— Sugirió una vez más.

—Sabes que no puedo irme, igual que tú sigues aquí...—

—Ren... yo no tengo nada que perder, salvo mi vida— Con tanta sinceridad en sus ojos el mayor se quedó sin palabras. —Tú sí...  Tú tienes todo que perder— Arika sujetó a su hermano por los hombros.

—Qué clase de Rey sería... incluso tú, muestras más valor que yo, no puedo ser menos Ari...— Confesó Ren, posando su mano sobre los nudillos tensos de la menor en su hombro izquierdo. —Soy cuestionado a cada momento del día bajo tu sombra, y aunque estoy orgulloso de ti... necesito hacer mi propio camino—

—Deja de pensar como un noble... o como un hombre, no se trata de orgullo... ¿Si algo les pasa podrías perdonarte?—

—No pasará— Claro que no tenía certeza.

—Eso no lo sabes, hermano— Se apartó del castaño y frunció el ceño, dándole la espalda para volver con el fiel Doba. —Si fuera mi esposa o mi hijo... esas cosas no serían más importantes—

Ren apretó los dientes. —¡Pero no lo son!— Sujetó por la solapa el atuendo real del nuevo príncipe de Remus. —Y no lo serán—

Dos cielos en tormenta tan azuritas se cruzaron por momentos. La fuerza que Ren ejercía sobre el hombro de la menor estaba lastimando heridas previas y sólo la mueca en la boca de Arika le dio a saber esto al mayor, quien la apartó de inmediato.

—Tienes razón, no es mi elección, pero si algo le pasa a Mashiro o a su hijo en tu terquedad, por los dioses que jamás te perdonaré—

No había visto mirada tan amenazante como aquella. —No pasará...— Dijo una vez más como si de un mantra se tratara, notó así Ren que jamás serían sólo hermanos en tanto Mashiro fuera el centro de su conversación. La mueca dolida de Arika era más que sólo por el dolor físico, le abrumaba que tolerara tanto si como bien decía, no tenía ya nada que perder. —Lo pensaré, incluso si afirmara debo encontrar un lugar seguro...— Cedió un tanto derrotado. La castaña se volvió a mirarlo con esperanzas renovadas. —Sin embargo y siendo tú, deberías también pensar en la seguridad de Zire, es tu mujer... ahora piensa en ella y yo pensaré en mi esposa—

Un sonrojo llenó la faz de la Sayers más joven. —Así sea...—

Después de lo que parecieron eternos momentos de silencio, mientras cada Sayers apaciguaba la inquietud y las dudas o los agobios. A veces los hermanos discuten, otras veces no están de acuerdo, se dicen cosas un poco duras, pero saben ambos que siempre serán hermanos. —Entonces volvamos a casa, preparemos esta batalla y esperemos que los dioses estén de nuestra parte, en verdad ansío que este sea nuestro hogar— Ren depositó la mano sobre la mejilla de Arika sonriendo, ver aquel fragmento de la persona que conocía le reconfortaba. —Siento lo de tu hombro y otras cosas... entre los dos nada es más fácil— Arika sonrió igualmente, los dos eran explosivos entre ellos, era vergonzoso, como si todavía fueran niños. —Todo irá bien... no habrán mascotas en la charola, no tienes que temer—

Ambos suspiraron con camaradería y pusieron a sus caballos en marcha hacia el castillo, con aquel pequeño descanso a sus angustias, de alguna manera sentían renovadas las energías. Llegaron a los establos, desmontaron y acudieron al salón del festín, seguramente allí estarían dos princesas tomando el té y en efecto, así fue.

—Vaya... ¿Y qué hacían exactamente dos príncipes en las afueras de palacio en fechas tan apremiantes?— Musitó De'Zire nada más verlos entrar, con una sonrisa en los labios, encantada de ver a Arika, salvo por un odioso moretón en su mejilla. ¿Se lo habría hecho entrenando con los cadetes? Esto no pasó desapercibido por Mashiro también, ambas mujeres tenían por deber socializar el comercio de algunos bienes y otros protocolos, teniendo presente la alianza entre las naciones y claro, aquella ene-amistad vinculada a la manzana en discordia.

—Le preguntaba a mi hermana, qué nombre tiene a bien sugerirnos si es niña— Respondió raudo Ren, al ver que ‘Arik’ se quedaba en blanco.

—Sería maravilloso si se llamara, Rena— Musitó Arika, no sería una mentira... le gustaba ese nombre, le recordaba a alguien especial. —Aryan si es varón...— Improvisó este otro.

—¿Qué nombre le pondrás a nuestros hijos?— Cuestionó Zire con fingida inocencia, haciendo con la pregunta palidecer a los otros dos.

—Mmm...— La duda hizo pensar a Arika, pero no tardó en responder. —Ery si es niña, Yashiro... si es varón—

—Cualquiera diría que lo has venido pensando...— Mashiro no pudo contener entre sus labios aquel comentario tal vez inapropiado.

—Siempre podemos intentar una y otra vez...— Añadió Zire sonriendo con picardía e ignorando olímpicamente a la princesa de Windbloom. Se hizo un tremendo silencio, seguido del tono rojizo en los rostros de ambos Sayers, claramente el rojo en la cara de Mashiro no era pudor justamente.

—Errr... su acuerdo, les obliga... mmm ¿Cuándo?— El castaño mayor no pudo contener su curiosidad y dado que Zire parecía bastante abierta a discutir el tema. Por su parte Mashiro sentía que estaba en algún lugar muy parecido al infierno.

—Ohh... yo me he comprometido algo tarde, así que...— Incluso la propia Arika miraba con interés, le estaba costando dos tantos el no haber leído aquel acuerdo. —Se estimó que debe hacerse durante el primer mes, la ocasión... será elegida por nosotros—

—Un tanto exigente...— Ren dió un par de palmadas a Arika, quien estaba deseando se la tragara la tierra de la pura vergüenza. —Arik... es muy joven—

—Y yo no creo que los contratos deban seguirse a rajatabla, jamás le forzaría a ello— Aclaró la rubia mirando con gentileza a su futuro amante.

En medio de sus tribulaciones, las bromas de Ren y el bochorno de Arika, sólo Mashiro notó, que Zire no se había negado a sí misma, como si expusiese una invitación abierta. Estaba claro que solo se trataba de una cuestión de tiempo, ambas lo sabían y la rubia hacía alarde de ello, porque en el fondo no muy hondo, estaba disfrutando su tristeza. ¿Acaso deseaba vengarse? ¿Qué mal le había hecho a la princesa de la nación vecina para que empleara semejantes ardides?

—Vamos vamos... ponle un poco de valor al asunto... hermanito— Dijo Ren con sus insistentes tonos pícaros y sin detener sus palmadas de aliento en la espalda de Arika. —Si necesitas consejo...—

Y Arika incapaz de hablar por motivo de la vergüenza y las bromas de su hermano, negaba vehemente con su cabeza, ¡Por dios! No quería saber de la confidencias del lecho que Ren compartió con Mashiro.

—El instinto, será la mejor guía...— Intervino la Remusiana. —Que las caricias hablen los sentires, que los labios exploren los secretos infinitos del cuerpo de una dama y que las pieles yazgan al desnudo...— Dicho esto con su violáceo iris puesto sobre Arika, la castaña objeto de aquella prosa dejó su vergüenza a un lado, siendo reemplazada por un súbito calor de inexplicable origen. El baluarte de Zafiro tragó saliva incapaz de apartar la mirada de aquellos ojos que exponían mudamente sus anhelos y aquella sonrisa que no había visto nunca posarse sobre ella.

—Te escuchas muy segura o... experimentada— Mashiro intentó tomar la oportunidad para devolver la bofetada verbal a De'Zire.

La rubia quien conocía ya de antemano aquel juego sonrió. —En Remus una dama de mi categoría recibe una instrucción adecuada para todos los aspectos que se requieren en la corona, aunque sea una vez primera te aseguro querida Mashiro que le haré vivir a mi esposo la mejor noche de su vida y no conocerá jamás placeres como los que yo sabré proporcionarle, pero estos secretos te los haré saber cuándo estemos a solas amiga mía, quizás tus experiencias y las mías puedan complacer incluso más a nuestros maridos... porque imagino, que complaces a Ren en todo—

—No... no es prudente, por...— Mashiro no encontraba las palabras para exponer una excusa suficiente, si la frustración había delatado por completo lo poco satisfactorio de su vida conyugal en el rostro de Ren y el suyo propio, pues del placer de la carne desconocía mucho, cuando el más dulce goce había venido de un mustio beso compartido con la castaña que fuera su amiga desde la más tierna infancia.

—Su... su embarazo— Completó Ren sonrojado de la cabeza a los pies. —No quisiéramos lastimar a nuestro hijo—

—Bah... eso es un mito, puedes preguntárselo a una partera y a un doctor si tanto te preocupa... ellos podrían decirles incluso de la mejor postura— Informó la rubia con genuino interés. —En nuestra nación se cree que fortalece el vínculo— Asintió Zire con amabilidad, ya habiendo olvidado las insinuaciones del cisne de plata.

—Si me disculpan... recordé que...— Arika deseaba escapar de allí, temía profundamente las tornas que tomaría la conversación y la escasa inhibición de la que gozaban otros más expertos en ciertos temas, estaba claro que su ignorancia estaba a kilómetros luz de los otros tres allí reunidos. —Iré al Toilette...— Dicho aquello, la castaña puso pies en polvorosa, a lo que los otros sonrieron.

—Tengo una consulta que hacerles...— Tomó la ocasión la joven Imperatoria, no había dicho aquellas cosas sin una intención especifica. —debo ir con mi madre para decidir qué sacerdote auspiciará nuestra boda, sé que en Windbloom por el señor Greer tienen preferencia, pero en Remus preferimos las Sibilas del Templo de Amaterasu ¿Cuál consideran sería del agrado de Arika?—

—Las sibilas...— Respondió Mashiro mucho antes de que Ren pudiera pensar en una respuesta, con una mirada brillante que les hacía pensar se trataba de otra persona, una mujer vivaz. —Le encantan sus atuendos ceremoniales y los ritos de adoración al sol, es todo muy colorido y a ella siempre le han gustado las cosas alegres— Pero la de platinada cabellera no se daba cuenta de sus gestos o de sus iris acuamarinos inusualmente expresivos. —Y si añades las figuras de los pegasos blancos, seguramente le encantará—

Zire levantó una de sus doradas cejas, esa era la cara escondida de la futura Reina de Windbloom, casi era una pena que se esmerara tanto en esconder sus sentimientos, porque justamente ellos revelaban la mejor parte de ella. —Gracias... tomaré nota y acción de todos esos detalles— Después de aquellas palabras se hizo el silencio, por lo que cada uno de los príncipes volvió a sus deberes.

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Hacía frío, pero su mano sosteniendo la suya era tan tibia como si le acariciaran los tiernos rayos del sol en una mañana de verano, la sensación que ella ocasionaba con su cercanía, no sabría describirla... podría arrojarse de espaldas y saberse atrapada por Zire, sabía que ella no le dejaría caer, pero si era honesta al respecto, desde el principio no se habían mirado con total fraternidad, siempre le pareció hermosa, aunque por Mashiro jamás se cuestionó nada de aquella gracia seductora. No había mirado hacia la onírica Gallagher de una forma diferente, aunque hubiera aceptado desposarla... ¿Desposarla? Ardió su rostro de vergüenza al comprender la significación de su acuerdo, incluso vino a su memoria aquella sonrisa ladina en medio de cierta broma en el jardín de medianoche, de otras conversaciones, de un mar de sensaciones.

Tenía un mes y la sola idea de ponerle tiempo a ciertas responsabilidades complicaba más las cosas, estaba extremadamente nerviosa. ¿En qué momento deberían intentar esa clase de acercamientos? De otro lado, ¿Qué hacía pensando en esas cosas? Seguramente Zire ni siquiera estaría interesada y solo le gastaba bromas pesadas a Mashiro tal y como había prometido en su peculiar venganza. Arika suspiró agobiada por el remolino de pensamientos, por contemplar al fin las implicaciones de una unión como la que había firmado dos semanas atrás.

Entre las ocupaciones de su nuevo cargo como comandante interina de la escuadra Valenti y las instrucciones de la Reina, nulo había sido el tiempo de compartir con su ahora esposa o cualquier otra persona, según escuchaba, ella y Sara estaban ordenándolo todo para la boda en Remus, a la par que las filas aliadas se movían a las posiciones establecidas en la reunión de guerra. Nadie podría poner en tela de juicio la lealtad y la palabra de Remus nunca, la historia escribiría ese momento para jamás ser olvidado. De otro lado estaba el nuevo camino que seguiría su vida, Sara le había explicado las acciones que tendría que tomar como el nuevo príncipe de Remus, entre ellas, alojarse como amo y señor del Castillo Imperatoria de Remus, además de aprender algunas cosas sobre cómo ayudar a Zire con el futuro gobierno de aquella nación, curiosamente ya no le preocupaba el hecho de marcharse permanentemente a tierras desconocidas, casi... era un alivio.

También tenía la calidez materna de Sara, quien había visto por su bienestar en cada momento y la compañía de Zire, su presencia hacía que aquella permanente soledad dejara de sentirse a pesar del frío invernal y los recuerdos que esta estación traían consigo. Pese a ello, tenía la sensación de que algo molestaba a la dama rubia desde el momento mismo del consejo de guerra, sin mencionar que no había tenido oportunidad de explicar el moretón que le había salido en la mejilla a causa de Rento su padre, y que la dama había visto días atrás un tanto sorprendida. Aun así la bella princesa de Remus no había actuado impulsivamente, ella sabía esperar los momentos propicios para ese tipo de charlas, una muestra de esto quedaba a la vista, ahí estaba, silenciosa, portentosa, atendiendo a la danza Trazgur que hacía un grupo de doncellas como una muestra cultural para agradar al Rey Taeki.

Esperaba terminar aquella ceremonia para poder resolver o por lo menos cuestionar un par de cosas, disculparse por otras, pero comenzaba a comprender que a los nobles les encantaba perder el tiempo, o eso parecía. Observó de soslayo a la joven Gallagher, sus rubios cabellos hechos de oro, la piel tan blanca y delicada, si sus manos eran así de suaves ¿Sus mejillas serían más tersas? Seguramente así sería. La contempló en cada oportunidad, era una de las mujeres más bellas que hubiera visto nunca, si pensaba en la ocasión en que se conocieron, tenía casi 10 años y Zire 12, eran todavía niñas, pero lo que tenía frente a sí distaba un tanto de la figura infantil de antaño, la hija de Sara poseía una belleza exótica y lejos de hacer que la apariencia fuera lo más importante, tenía un espíritu cálido, podía verlo en sus ojos hechos del más puro tono violáceo, en el aura dorada que desprendió cuando tocó la lanza que le regaló Ame no Mikoto. Por un instante la dama le devolvió la mirada, ‘La imperatoria púrpura’, comprendía entonces el motivo de su nombre, con esos ojos no merecía algo menos que un título alusivo.

—Lo... siento— Susurró por lo bajo, esperando que sólo Zire pudiera oírla. —Te he agraviado ¿Verdad?—

Por un breve momento, Zire pareció sorprendida, un instante después serenó su expresión y respondió con formalidad. —No tienes razones... tus acciones son dicientes y cada palabra que has empeñado, ha sido cumplida—

No le estaba concedido disculparse, era grave entonces. La rubia retiró su mano de la suya y aplaudió con gracia a las bailarinas, pues la danza había culminado graciosamente con las jóvenes reunidas formando un intrincado juego de mudras diferentes cada una, había sido hermoso, pero Arika no se daba cuenta de ello con la atención que ponía sobre su molesta prometida.

El resto de la velada pasó con charlas acerca del nacimiento del futuro nieto de Taeki y los regalos que este le haría, todos estaban esmerándose en no pensar en las lóbregas circunstancias, y nada brindaba más esperanza que la idea del alumbramiento de un nuevo heredero. Aunque incómoda al principio, Mashiro comenzó a decir que si se trataba de una niña, haría con sus propias manos una muñeca de trapo y porcelana, Ren a quien le ilusionaba más la idea de un varón, dijo se conseguiría un caballito de madera con ruedas para que el niño pudiera jugar por ahí... Taeki quien sólo ansiaba conocer a su nieto o nieta, pensaba en darle juegos para armar figuras

—Tú qué le darías...— Preguntó Zire al parecer más calmada o más consciente del suplicio que la castaña estaría viviendo.

—Bueno... yo... Err— Arika se sonrojó de pies a cabeza, pues todos los ojos se posaron sobre ella en el acto, más intensamente las aguamarinas de la futura madre. Muy a su pesar no había pensado en nada que pudiera darle a la criatura y es que ella misma no había sido muy feliz con cosas materiales, en su mayoría recibía obsequios que no le gustaban o no recibía, dependía del ánimo de Rento Sayers y el hombre pocas veces estaba de buen humor con ella. —Le daría un perrito, para que crezca con él o ella, para que tenga quien le proteja y a quien cuidar, quien se alegre de verle siempre, con quien jugar... para que valore la vida de todos los seres—

—Ese será un buen regalo... serás un gran padre algún día— Murmuró Taeki, como si para alguno de los allí presentes todavía fuera un secreto el género de la joven, lógicamente el Rey ignoraba de las conversaciones sostenidas entre las Remusianas y el baluarte de zafiro.

—Sí... señor— Respondió Arika más por deber que por devoción.

—Siendo así... veamos hija mía, un pequeño pero no menos importante obsequio, la primera prenda que ha de usar mi nieto, esto es una tradición...— Murmuró aquel hombre de larga melena negra y ojos azules, sentido tenía que como abuelo le diera a su no nato nieto una muestra de su afecto aún antes de su arribo al mundo.

Entró en la sala un sirviente con un cojín blanco sobre una charola, sobre este a su vez un mameluco que enternecería hasta el corazón más frío, se exhibía en color rojo con detalles en blanco, el atuendo contaba con unas preciosas botitas de lana tejidas a mano y adornadas con un par de bolitas de algodón, un saquillo y un fajín; ya de bebé luciría como un príncipe o eso pensaron Arika y De'Zire, la reacción de Mashiro por su parte casi llegó al llanto producto de la alegría, a su lado Ren la abrazó y contempló la pequeña ropa con el corazón henchido de alegría, imaginando a su hijo o hija en aquellas ropas no podía más que sentirse dichoso.

Así por un momento todo lo malo había quedado en el olvido, el cuadro era conmovedor y la miradas de tierna paternidad que compartieron los futuros reyes de Windbloom se grabaron en la retina zafirina de Arika al menos para una eternidad, mientras la joven pareja observaba la seguidilla de regalos de Taeki, que constaba de juguetes la mayoría en madera, cobijas, otros mamelucos no menos tiernos que el primero, pañales de tela, talcos y finos perfumes de bebé. La escena con tintes tan familiares dejó casi por fuera al grupo de Remus, momento que Sara tomó para despedirse alegando los innumerables deberes del día siguiente y la evidente necesidad de privacidad para los futuros padres, todo con una sonrisa llena de complicidad pícara, ante el gesto, Ren y Mashiro no pudieron más que sonrojarse. La última, más preocupada acerca de los pensamientos que su castaña adorada pudiera tener, pero sólo obtuvo la vista de su espalda mientras cruzaba la puerta siguiendo a De'Zire quien no parecía feliz en ese momento, al parecer no todo era alegrías entre las dos y un alivio culpable llenaba a Kruger por dentro.

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Incluso el amor puro se cansa de esperar... fue uno de los pensamientos menos alegres del día en la mente de Mashiro Blan...

Había anhelado su presencia en secreto, ¿Acaso ya ni su amistad podía aspirar? La hija de Taeki se lamentaba con la creciente ausencia de Arika, quien estaba demasiado ocupada con sus nuevas responsabilidades como para ocupar algún tiempo en visitarla y es que hasta entonces nunca le había parecido tanta la inmensidad de aquel lugar al que llamaba hogar, como cuando de encontrar a la castaña se trataba. Requirió ayuda de la diligente Shinzo para averiguar la ubicación exacta de la zona de entrenamiento en la que Arika instruía la escuadra Valenti, lógicamente Sayers había elegido el lugar más apartado, pues según se rumoreaba, los despliegues de poder y explosiones que se oían a lo lejos, fácilmente podrían acabar con el mismísimo castillo.

—Princesa, no sé qué tan prudente sea que usted se acerque a ese lugar tan peligroso— Oía la suave voz de Shinzo pensando seguramente en accidentes fatales que podrían poner en riesgo la salud de la joven madre.

—No me acercaré tanto, sólo busco la ocasión de toparme con ella y tener unas palabras—

—¿Y cuál será su excusa?—

—¿Por qué requiero una excusa para visitar a mi más estimada amiga?—

—Porque ya no es una dama, es un príncipe que se encuentra comprometido y pronto casado, igual que usted... la gente puede hablar, alteza... haría bien en no referirse a ella como ella, si no como un él, por la seguridad de Arik—

—Entiendo y por su seguridad haré lo que me pides, pero por lo demás... ya no me importan las personas, Shinzo... por hacer la voluntad de otros, por no elegir mi propio destino es que...— Y cuando los ojos acuamarinos del cisne de plata amenazaron con diluviar, para angustia de la doncella de cabellos rosa, oyeron una discusión en los pasillos paralelos, rauda Mashiro aceleró el paso yendo a la dirección que adivinaba, escogería la joven princesa de Remus.

—Zire... ¡Zire espera!— No era otra esa voz que la de Arika Sayers. —Escúchame, te lo imploro— Oyó distante aquella voz.

Shinzo quien no se apartaba ni por un momento de su alteza, caminó presurosa a su lado, más su exabrupto no pudo esconderlo en su cara cuando la de cabellos platinados se apresuró a llegar al despacho de su padre y una vez dentro, cerró la puerta con llave, luego se aproximó a la esquina junto al escritorio del Rey y movió una palanca que abrió un pasadizo, así se aventuró por el túnel al otro lado del librero. Para Shinzo no era un secreto aquel entramado en el castillo, el cual se había erigido con el fin de salvaguardar a la nobleza si la ocasión lo requería, la sorpresa la asaltaba pues no esperaba que la princesa lo usara regularmente y menos para los fines que sospechaba serían usados. Mashiro tampoco olvidaba que en su haber, el viejo Setsuya Kruger, quien poco o nada confiaba en sus lacayos, había estimado pasajes para la ruin labor de espiar a sus invitados, situación que en ese momento resultaba de lo más conveniente, pues sabía a qué habitación se dirigía De'Zire y con toda certeza, llegaría al mismo tiempo.

—No puedo creer que... usted— Se atrevió a decir Shinzo, quien en efecto notó las intenciones del Cisne de Plata.

—Lo sé Shinzo, pero necesito saber... en verdad lo requiero— Una mirada bastó a la pelirrosa para entender que la incertidumbre atormentaba a su joven ama, aunque sabía por experiencia propia que algunas veces las certezas no son más amables.

Atrás de una pared falsa disimulada con el precioso cuadro de una doncella perteneciente a la familia real de algunas generaciones atrás, Mashiro aguardó el arribo de la rubia Remusiana, mas cuando creyó errar sus predicciones acerca de la dirección que tomaría la otra princesa, la puerta de la habitación fue abierta, entró una agitada De'Zire seguida por ‘Arik’. Las doncellas que siempre y fielmente siguiendo los protocolos establecidos para las mujeres comprometidas o solteras, se pusieron de pie sin intención de marcharse, inclinaron la cabeza como signo de respeto ante sus futuros soberanos, sonrojadas y a la expectativa aguardando las órdenes de alguno de los dos, pues de hecho era la primera vez que Sayers entraba en la habitación.

—¿Y bien?— Cuestionó con tono indiferente.

—Solicito la ocasión de tener una conversación a solas... contigo— Fue Arika la que tuvo el valor de pedir la culposa soledad ante la mirada intrusa de Mashiro, quien tragó saliva sin apartar los ojos de aquella minúscula abertura cuidadosamente disimulada con un tamiz delgado que hacía las veces de ojos en la pintura.

Las doncellas de Zire miraron a su princesa, sin la aceptación de la dama nada en el mundo haría que se marcharan, aun si lo pedía su prometido. La hija de la nación de Remus asintió.  —Como ordenen, Altezas— Dijeron a coro las mujeres mientras se marchaban presurosas, algunas incluso sonrieron con pensamientos menos inocentes, “Ya era hora...” susurraron entre dientes.

Arika desvió la mirada apenada al escuchar la suave voz de la última al salir.

—Se ha cumplido tu voluntad... ¿Qué deseas?— Pero tales atrevimientos no eran valorados de la misma forma por Zire quien continuaba huyendo de la castaña.

—Por favor... no me ignores, incluso tu mano es cálida cuando me toca ¿Por qué darme tu contacto y no tu voz, o tu mirada? ¿Acaso hice algo tan grave para causar un enojo tan duradero?—

—No estoy molesta... Ari, estoy cansada— Mintió, estaba a disgusto, claro que sí.

Sin embargo Arika no era alguien que desistiera con facilidad, enlazó su mano con la de la remusiana. —Finge con todos... pero no me mientas a mí—

Sin escapatoria y con aquellos orbes azules mirándole fijamente, Zire no pudo más que dejar escapar un hondo suspiro. —Pensé que sería fácil, somos amigas antes que cualquier otra cosa…— Quiso decir más pero la voz se quedó atrapada en su garganta.

—Pero…— Siempre hay un pero no evitó pensar Sayers.

La hija de Sara suspiró acumulando el valor necesario y lo dijo. —Me parece que no tienes claras tus prioridades—

Desconcierto asomó en la cara pulida de Arika. —No te comprendo, te juro que me esfuerzo en todo lo que es posible para ser…—

—Un buen príncipe, pero ¿de qué nación?— La joven rubia bajó la mirada sobre la mano de su prometida y contempló las vendas en ella, la sangre había pasado la tela, manchándola, era urgente un cambio. ¿Y por qué hacía todo eso? Eso era lo que verdaderamente dolía. –Tus ojos siempre se dirigen sobre ella— bajó el tono de su voz, junto a su mirada. —... tus intenciones son honestas pero el sufrimiento al que te aferras mirando en su dirección, es doloroso para mí también… entonces me lleno de tristeza sin saber en verdad cuál es mi valor ante ti, te aseguro que no acostumbro ser la sombra de nadie— Zire soltó la mano y se dio la media vuelta con la idea de encontrar vendas de reemplazo, pues de fondo ya había precavido situación semejante y tenía un botiquín al pie del tocador junto a la cama.

Imaginando una pérdida al verla darle su espalda y alejarse, sin saber qué hacer o cómo detenerla. —¡Daría mi vida por ti!— Gritó sintiendo una extraña desesperación al ver que si se marchaba, sería como si le arrancaran un pedazo de su alma. —Sin dudarlo, ni un momento— No mentía, las aceleradas palpitaciones en su pecho le acosaban con un miedo que no había sentido en mucho tiempo.

Zire había llegado al tocador cuando escuchó la voz de Arika y pudo percibir sus sentimientos llenando cada sonido, se mordió los labios, quería, necesitaba darse la vuelta y abrazarla, incluso… besarla. Se contuvo mientras tomaba la caja blanca y se daba la vuelta para volver, se forzó a ser fuerte y decir lo que era necesario. —No siempre tienes que darla, a veces es más difícil vivir la vida...— Frunció el ceño reflexivamente, luego negó con la cabeza y observó a su querida amiga. —Dame eso, vivamos juntas nuestras vidas y entonces será un verdadero reto para las dos— Con su mano le señaló el asiento frente a la mesa de té en medio de aquella enorme habitación.

—Entonces, concédeme asegurarme de que este mundo no sea un lugar de espectros y pesadillas, después de eso te juro que tal vez te canses de mí porque no me iré de tu lado— La castaña tomó asiento.

—Más te vale cumplirlo, porque puedo ser una persona rencorosa...— Dicho esto con un mohín entre pícaro y tierno, depositó la caja sobre la mesa de té, una total falta de modales, pero ya que ‘nadie’ estaba viendo.

—Y yo soy alguien muy tozuda...— Sonrió la castaña dedicándole toda su atención.

Qué penetrantes ojos, pensó Zire... ¿Por qué percibía aquella inexplicable tensión en el aire? Lo había sentido ya, que la forma en que le miraba Sayers no era completamente indiferente, pero siempre que la pescaba en medio de aquella expresión, más raudamente mutaba a una gentil, haciéndole dudar si sólo vió lo que deseaba ver o si fue real. Intentó apartar el pensamiento, justamente los sentimientos de Arika por Mashiro les habían impedido llegar más lejos, su boca la había besado en momentos tácticos por así decirlo, porque aunque lo deseara genuinamente la más joven no percibía las indirectas, aunque fueran muy directas. Con dificultad Zire se concentró en retirar las vendas y limpiar las cicatrizantes heridas. Viendo el maltrato al que se hubo sometido su amiga, una duda escapó de sus labios. —No entiendo... ¿Por qué es tan importante para ti? ¿A quién complaces con todo esto?— Entrecerró los ojos, la idea de su complacencia a los Reyes, como había expuesto en el consejo de guerra le enervaba la sangre, odiaba que su sacrificio fuera tan grande por personas que a su juicio, no merecían tanto.

—Hoy no se trata de nadie en especial— Admitió honestamente, después de horas de meditación había notado el motivo del enojo de su prometida, ciertamente no lo hacía por el Rey o por enorgullecer a su padre, ya ni siquiera por amor a Mashiro o por proteger a su hermano, a la familia… era mucho más que eso. —Siento desde el fondo de mi corazón que es lo correcto, debe hacerse... Zire, puedo decir o dejar que otros lo luchen y lo harán, ciegos, sin saber verdaderamente a quién o qué se enfrentan, muchos correrán atemorizados, se perderá la batalla. Podría pensarse que es sólo una de muchas, pero no es así... — Negó con la cabeza, es la Fe y la esperanza lo que defendía. —Si no detenemos a ese monstruo aquí...— Un repentino nudo se formó en su garganta, no lo había pensado, la alianza entre Remus y Windbloom era una empresa de lo más arriesgada para el reino amigo, sobre todo porque sería el siguiente paso del Conde en cuanto note a sus ejércitos en tierra de Windbloom. —... después irá… tras de ti— El baluarte tragó saliva y miró a su joven prometida, estaba segura que ella no ignoraba el riesgo, era una de las personas más inteligentes que conocía. –Irá… tras de cada persona viva que se le oponga hasta que nadie tenga el valor de hacerlo y no muchos conocen el secreto del poder espiritual, incluso con él es difícil... — No olvidaba aquella batalla en medio de esa noche oscura, lucharon... pero perdieron en más de una forma. —Tú no viste cómo quedó Fukka, no dejó piedra sobre piedra, solo fuego y cenizas manchando la blanca nieve, escondiendo tras los escombros la sangre que derramó por su ciega ambición— Y eso era lo que más odiaba de su enemigo, él no se preocupaba del daño colateral. —Sólo la muerte podría impedirle luchar por su anhelo—

—Alguien así... ¿No te hace solo querer huir y ponerte a salvo?— Preguntó Zire contemplando aquella angustia, situando su mano sobre el hombro tenso de Arika, incluso ahí podía sentir sus vendas bajo la ropa.

—No es que yo carezca de miedo... mi querida Zire, lo tengo... pero por ahora, necesito superarlo para hacer algo al respecto— Intentó explicar mientras las hábiles manos de la remusiana auscultaban su cuerpo en busca de otras heridas por atender y aunque la mayoría estaban casi sanas, en su costado todavía dolía un poco.

—Eres el Rey soñado de cualquier nación— Musitó la de ojos violáceos, desabrochando con suavidad los botones del saco y luego la camisa, hasta vislumbrar las vendas del torso de la castaña, sin saber que con ello hacía hervir la sangre de quien secretamente les espiaba. —Sólo espero que... seas cuidadosa y no tomes riesgos innecesarios, escúdate en los demás y que ellos se escuden en ti, te lo ruego—

La suavidad del tacto que la joven le realizaba a sus costillas en los lugares sanos, ocasionaron sensaciones jamás atisbadas antes, su perfume combinado con su esencia natural casi le impedía la titánica tarea de pensar una respuesta. —Claro que lo haré, yo también quiero vivir...— Casi suspiró las palabras con estremecimiento sin apartar la vista de aquellos lilas iris que comenzaban a hechizarle de formas misteriosas.

—Y… ¿Cómo quieres vivir?— Preguntó Zire con peligrosa proximidad y una voz, ligeramente diferente, más profunda y encantadora... saben los dioses que la rubia incitaba a su compañera esperando un acto de valor de su parte.

A los ojos de Mashiro quien veía prohibidamente lo que estaba reservado a la intimidad, aquel era un movimiento del talante de una meretriz y en su puño cerrado tras el velo de aquella falsa pared, contenía por muy poco un grito de reproche a quien pese a sus expuestas declaraciones de amor parecía muy dispuesta a olvidarse de todo. Odiando a Zire por tentar y a Arika por no hacer algún esmero de resistencia.

—No me importa el lugar… ni siquiera la posición, en tanto estemos juntas… — Tragó saliva, Dijo ‘Arik’ sintiendo el cálido aliento de Zire tan cerca que apenas un movimiento bastaría, aunque inocente, de la doble interpretación que daba su frase.

—¿Lugar... Posición?— La rubia se sonrojó a más no poder, ¿En verdad hablaban de ello?

—Solo dime esto que no lo comprendo…— Ahora lo entendía mejor, que la suya fue antes una respuesta incompleta. Así que volvió a preguntar esperando que para la ocasión fuera más honesta. —¿Por qué elegirme si sabías que tendría tantos problemas? A todas luces tenías opciones más fáciles, puedo apostar que cientos de doncellas aceptarían sin reparos hacerse pasar por lo que tú les pidieses que fueran, con tal de yacer contigo— Desvió brevemente la mirada ¿Que le hacía tan especial a los ojos de Zire, si antes no había sido importante para nadie? O no lo suficiente, para quien era importante.

—¿No… no lo notas? — La Imperatoria sonrió un poco divertida por la frecuente inocencia de su amiga, era una virtud y un defecto al parecer, tomó la barbilla de Arika en su mano y le obligó a volver la vista para ser esta vez, más sincera. —En verdad me gustas Ari, mucho… desde hace tiempo, pero conozco todos tus secretos y sé… cuán genuino es lo de Mashiro, te veo padecer cada vez que alguien menciona al hijo en su seno…— Una punzada de dolor en la faz de Zire le devolvía el aliento a la dama Blan. —No quiero ser sólo la espina que saca a otra espina de tu corazón—

—Zire, no eres… una espina— Negó con la cabeza. —Para mí eres por completo como una lila de fuego, tan hermosa como no puedo ni describirlo, tu sola presencia me hace sentir cosas que no entiendo... que no… que no sé explicar— Admitió con la mirada zafiro expuesta, un sonrojo tremendo y la caricia de la mano cariñosa de Zire en su rostro, Sayers posó sus dedos sobre ella, sintiendo el anillo de compromiso de la rubia en el acto. Entendió al fin que su aceptación le daba derecho a las dos a vivir y a disfrutar esa existencia, por lo que aclaró su última, inquietud... la última muralla entre las dos. —Sobre el hijo de Mashiro, una parte de mí es feliz por ella y por Ren, el dolor que siento sobre eso, es más por el agobio que siento acerca de la idea de la paternidad, duele el pensamiento de jamás ver a una persona que se forme de ti y de mí, el supuesto de ocupar otras maneras, me atormenta… sé que me consolaste con la idea de tus numerosos primos— No evitó una sonrisa en la memoria de eso, ciertamente fue un comentario audaz, pero la realidad siempre le golpeaba de frente y sin clemencia. —Cuando al final sé que tendré que soportar el hecho de que estés con otra persona para dar vida a una vida y al mismo tiempo me reprocho mi egoísmo, si estoy espantada de la idea de dar el corazón, cuando ya ha sido lastimado en mil formas— No escondió sus miedos, los cuales habían estado allí desde el momento mismo de su adiós con la princesa de Windbloom, o incluso antes. —¿Y si no sé amarte bien?— Confusión y desesperación, se vislumbraron en su faz, pero Zire vió más, mucho más y sonrió comprensiva.

—Yo no puedo jurar que sea perfecto, pero te prometo… que será mejor de lo que puedas siquiera imaginar y te aclaro que no pienso buscar en nadie más, lo que ansío tomar de ti…—

—Si es así…— Levantó la mirada Zafirina. —... toma lo que gustes de mí, Zire— Esta vez y finalmente, fue Arika la que cortó las distancias entre las dos, prodigando a la remusiana un beso en principio tierno y luego más intenso, con las manos puestas sobre sus mejillas y la boca tomando un poco más de la otra, sintió las manos de la princesa deslizarse por su costado hasta sus brazos, retirando en medio de aquel fogoso contacto el saco y la camisa, quedó Arika con el torso apenas cubierto por las vendas, cuando los labios de la rubia bajaron por su cuello hasta su clavícula, su mano acarició la aureola sobre la venda robando un gemido tímido a la castaña. Pero Sayers no quería sólo observar o dejarse hacer, sujetó la mano de Zire, ante un tenue quejido que casi reprochaba la peculiar pausa en sus idilios, Arika sonrió para dar calma a la expresión preocupada de la bella imperatoria. —Déjame contemplarte, no quiero que olvides nunca este momento— La castaña se puso a la espalda de la Gallagher y con una habilidad que sólo otra mujer podría, deshizo los nudos del vestido de Zire, a la par que sus labios le prodigaban intensas caricias, luego tenues mordidas en su cuello y hombros, la nívea piel de Zire se estremecía, respingó cuando el vestido cayó hasta sus tobillos y la mano gentil de Arika le fue extendida para salir del entramado, viéndose así desprovista del vestido, vieron con gracia los zafiros de Arika, la portentosa figura de la remusiana, apenas cubierta por la ropa interior.

Anticipándose a las temperaturas inclementes de aquel invierno, Sayers levantó en sus brazos la delicada figura de su amante y la llevó con especial cuidado hasta el lecho. —No podría olvidar mi vez primera... Ari— Musitó con una tímida y abochornada expresión en su faz, mientras se abrigaba un poco con los cobertores e invitaba a su prometida a yacer con ella, por lo que se apresuró a retirar las cintas que sostenían su espada y revólver dejándolos a un lado en la mesa de noche.

Se abochornó en sobremanera la castaña, apreciando la suavidad con la que Zire le privaba de aquellas cargas, pues aún si por fuera fingiese el papel de caballero, por dentro siempre sería una doncella. Nerviosa en cuanto vió las manos de su amante sobre el botón de sus pantalones, confesó lo que le parecía evidente. —También será mi primera ocasión— Llevó con su mano algunos mechones de su cabello hacia atrás para disimular el pudor que sentía, dando unas vistas gloriosas a Zire de sus músculos marcados en líneas delicadas, bajo la venda y lejos de ella, cada fracción expuesta era una bocado visual que... nublaba el pensamiento de quien mirara al baluarte de Zafiro.

—Pensé que tú y... ella habían...— Dudó por un instante cuando sólo restaba deshacerse del pantalón.

—No hicimos eso...— Bajó la mirada apenada. —Sólo fueron algunos besos, escasos a decir verdad— Tomó un poco de determinación y miró a Zire a los ojos. —Hubiese sido un error... no estaría bien— Asintió mientras sostenía la mano de esa persona y la posaba sobre su pecho.  —Pero ya sé lo que está bien... de ahora en más, tú serás mi amiga, mi amante y pronto, mi esposa— Dijo lo último sintiendo cada pálpito vibrar dentro de su cuerpo. —¿Eso querrías tú?—

—¡Sí! Claro que sí— Gritó llena de alegría, ante lo que sin ser una declaración de amor en toda regla, era mucho más de lo que esperaba la hermosa Imperatoria, desprendióse del cobertor y con los brazos extendidos se aferró a los hombros de la castaña. Así mirándose fijamente, el cielo y el violáceo, un beso más lúbrico tuvo lugar.

Arika se posó sobre la figura ansiosa de Zire, bajó sus ojos sobre los respingados pechos de aquella doncella tanto grácil como hermosa y sensual, acariciando en sus manos las redondas y suaves formas, probando y aprendiendo los modos que más estremecían a la bella remusiana. Todo mientras sus bocas batallaban saboreando los carnosos labios de la otra, con el envite instintivo y nato de sus caderas, cuando la ansiosa necesidad de desnudarse por completo acosaba el pensamiento, y las demás prendas caían hasta dejar piel contra piel bajo la tibieza de aquellas sábanas; con el canto de sus jadeos y los movimientos que sin ser expertos, encontraban en roces tan íntimos la confidencia de las nubes y los cielos nunca antes atisbados. La humedad que manaba de sus cuerpos por una fricción tan sublime, brotando como oasis cristalinos atrajeron el tacto cuidadoso de la mano que gentil exploraba por vez primera en la cuna de las piernas de Zire, conociendo con paciencia los secretos de la joven, rozaba sus tiernos pliegues y acariciaba un henchido botón, ocasionando sacudidas eléctricas en la joven, cuyas manos se aferraban a su espalda, cuya voz no mesura la expresión de su goce.

Mashiro retiró el rostro de aquellos agujeros incapaz de seguir mirando la consumación de su más terrible pesadilla, se maldijo a sí misma por espiar en primer lugar y hacer lo que no debía, más le hubiese valido seguir ignorante que verla ser amante de aquella mujer. Dudaba de Zire, la odiaba por la idea de tomar más de lo permitido, tal vez era alguien cuya treta había surtido efecto. Conocía a las mujeres de su calaña, aquellas cuyas promesas son falsas, todo con el afán… de poseer la agraciada figura de Arika, ¿Cómo se atrevía a jugar con su corazón? Se llevó las manos a la boca mientras el llanto escurría sobre sus mejillas en medio de aquella oscuridad.

Para qué esconderse la verdad... ¿Por qué Arika no se negaba? ¿Por qué no era fiel a sus verdaderos sentimientos? ¿Y si... tal vez era lo que ella deseaba? ¿Y si... al fin había desistido definitivamente?

Cuanto más pensaba, más dolía; temblorosa, con Shinzo mirándola desecha y ofertándole sus brazos, dejó escapar un sollozo ahogado. Mas aquel sonido, tenue y apartado, no fue atendido en las distracciones de quienes exploraban nuevos mundos y sensaciones.

—Marchemos… no es bueno para su salud, alteza— Susurró tan bajo como le fue posible a la diligente Shinzo, notando que su princesa era incapaz de sostenerse en pie siendo presa de un ataque de nervios, la levantó con cuidado y fue su bastón. Kruger Blan asintió dejándose llevar por su leal doncella, pues a fin de cuentas no necesitaba ver lo que pasaría, para saber cierto que… incluso el amor más honesto e inocente, se cansa de esperar y elige seguir su camino.

Así los días siguientes fue Mashiro la que encontró las formas de eludir la presencia de Arika, con el favor de la querida Shinzo. La nana se alegraba por la castaña pues parecía por fin superar aquel doloroso amor imposible, pero a la par sufría por la depresión más y más profunda en la que se sumía el Cisne de Plata, lo cual era bastante malo para su estado gestante. La doncella amaba a esas dos muchachas como si fueran sus propias hijas, pues a lo largo de la vida, las había visto crecer y veló cada día por su bienestar, incluso sobre sus verdaderos padres, lo cuales en el caso de Sayers verdaderamente no la cuidaban. Con tanta seguridad y confianza, la Kruger le hizo jurar a la pelirrosa jamás revelar los acontecimientos, ni la forma en que las dos vieron aquellos asuntos tan secretos, fingirían que nada pasó, sin embargo la verdad es tantas veces como la más pesada loza y el disgusto de Mashiro por la comitiva remusiana, fue en lo posterior indisimulable.

La sintomatología del embarazo de la princesa acrecentó y con ello el alimento que se negaba a permanecer en su estómago tras cada comida, le hizo perder peso, algo que sin duda era una mala nueva entre los que de temas de maternidad sabían. Notando el deterioro en la salud de Mashiro, los mejores médicos fueron llamados por orden del Rey para atender la extraña enfermedad que la aquejaba y una ola de preocupación se extendió por todo el castillo. Así cuando Arika quiso visitar a Mashiro para ver su convaleciente estado, la entrada le fue negada por la propia Shinzo.

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El sonido de las cadenas en cada movimiento era tan pesado como las pisadas que daba, se sabía observada por Sherezade, la hija de la nación argita sostenía su brazo y le ayudaba a no caer cuando el camino se tornaba resbaloso o intrincado, dado que las esclavas en sus tobillos tenían poca distancia, por lo que bajar o subir escaleras resultaba especialmente difícil.

—¿A dónde vamos?— Preguntó la Kruger sabiendo que de todos los que la custodiaban a prudente distancia, sólo ella respondería.

—Él te ha solicitado en su presencia…— Respondió la pelinegra más joven, con la mirada verde deslizándose sobre sus atuendos o la falta de ellos. Incluso para alguien acostumbrada a lucir tan sugestiva, tras haber aprendido las danzas que a los hombres enloquecen de la mano de Nao, la escasa vestidura de aquella Duquesa cautiva le parecía indignante, ninguna mujer casada merecía ser expuesta en tal forma. –Quiere hablarte… seguramente, para vanagloriarse— Todos la oían, pero nadie cuestionaba la idea, el ego de Nagi era legendario.

—¿Más?— ¿No se cansaba de ello? Cada día le obligaban ir a cenar con su peor enemigo y cada noche, aquel hedonista se cebaba orgulloso de todos los intrincados detalles que les llevaron a ese destino, delatando la participación de Satoru Fujino, así como sus cómplices. El vil engaño que soportó Shizuru no había venido de otra persona que la bailarina Julieth, aunque ejecutado por Margueritte, recordaban la droga que peligrosamente había sido empleada para embotar los sentidos y la percepción de la realidad de la castaña, buscando para sí misma la peliverde, una ocasión de tomar lo que le había sido negado desde el principio. Asqueaba el pensamiento de su bella esposa siendo forzada por aquella servil ponzoñosa, la suerte de la chica era todo lo que consolaba en la mente de Natsuki aquellas bajezas, y se debía sólo al hecho de que Tomoe estaba a buen recaudo en alguna prisión de Windbloom a la espera de la horca por haber aventurado matarla, como se lo comunicó al Rey por carta en tan distantes días.

Oh Shizuru, cómo la extrañaba, lo más insoportable de su cautiverio no se debía a los maltratos físicos que toleraba o la extensa exposición de piel, de la que no comprendía el motivo, era la ausencia de su dulce voz con aquel peculiar acento de Tsu, la suavidad de sus cabellos enredando sus bucles entre sus dedos, la suavidad de su piel y el cautivador perfume a jazmines… sus besos, la declaración de su amor tan tierno y genuino.

—Bienvenida Natsuki… nos honras con tu presencia— La cantarina voz de Nagi atrajo su atención apartándole de las memorias gratas de su amada.

—Saludos…— Respondió para evitar como las veces anteriores, que Sherezade se viese obligada a golpearla hasta el momento en que respondiera por fin en obediencia a su amo. Odiaba la expresión atormentada de la chica, quien no disfrutaba aquello y sabía, que lo hacía por su hermano Darsiv, quien superaba un castigo a las órdenes de aquel Conde. Más la presencia inesperada de otros dos, atrajo la mirada esmeralda sobre ellos.

Natsuki tensó la mandíbula, al ver por tercera vez, a quien cobardemente arrebató la vida a su padre y fingió no ver, a la dama a su lado era la artífice de algunos de los peores momentos de su relación con Shizuru, la amiga que no tuvo el valor de enfrentarla cuando tuvo la oportunidad. Tomó asiento en la silla dispuesta en la posición opuesta a la del señor de aquel castillo.

—He visto tus progresos… sanas, no como la bestia de Fukka pero sé que tampoco como una doncella ordinaria— Genuinamente contento por ese hecho, Nagi levantó su copa. —Eres un verdadero misterio, bella dama… si no corriera el riesgo de salir empalado por una de tus estalactitas gélidas, por mi propia mano comprobaría la textura de esa piel que se mira tan tersa—

La morena tensó su mandíbula odiando ser por la ocasión el objeto de la lujuria de aquel desdeñable y es que claro, preferiría morir antes que conceder la proximidad de aquel innombrable. —¿Es ese el motivo de su mezquindad al ofertarme ropas?—

—No, claro que no…— El peliblanco se rió de buena gana, el hecho de que Natsuki anduviese por ahí con aquellas vendas en el pecho y la ropa interior inferior, apenas cubierta por una falda argita que con suerte le cubría los muslos era parte de una estrategia de seguridad, el que la gente se diera un caldo de ojo resultaba ser un agregado colateral. —Eres hermosa Natsuki, solo te lo hacía saber… por otro lado, he aprendido de una mala manera, la cantidad de artilugios que una dama puede esconder bajo tal exceso de ropas—

Si aquel imbécil suponía que iba a ir por ahí desnuda, bien podría intentarlo el que tuviera valor. —¡¿Dónde diablos podría esconder alguna cosa así?!— Depositó con algo de fuerza las manos sobre la mesa, teniendo en estas también los grilletes de aquel mortífero elemento negro, apenas un par de retazos le impedían al material corroerla nuevamente.

—Con un poco de imaginación tal vez… Lo intuyas— Musitó maliciosamente el de ojos sangre, tan similares a los del silencioso Satoru cuya expresión se notaba ausente. –Toma asiento, por favor—

Obedeció, una vez más y sólo por Sherezade. Este hecho, fue claramente percibido por un iris de tono limón, bajo el marco de una melena rojiza, Nao tensó la mandíbula y apartó la vista con desdén. Los alimentos fueron servidos y todos comieron y bebieron hasta que Nagi tomó la palabra como era costumbre.

—Cuando era pequeño mi madre me obsequió un vargar de las tierras gélidas, Nobu era fuerte e inteligente, aprendió grandes trucos... yo amaba a ese can, de ahí mi admiración por los de tu clase, Natsuki... un día eres una diosa de garras afiladas y al siguiente...— Entrecerró los ojos por un momento. —No sé exactamente qué eres— Admitió bastante molesto consigo mismo por aquella ignorancia. —Serás un gran misterio siempre— Convivió con ese hecho. —En fin, aquel hermoso animal me acompañó durante el resto de mi infancia y el inicio de la pubertad, tenía más valor para mí que las personas a mi alrededor, salvo claro... por mis padres— Sin embargo la expresión del peliblanco no era más amable, se notaba fría al referirse a ellos. —Madre murió deshonrosamente, fue bastante tonta al pretender que Nagato no notaría ciertos deslices... las mujeres infieles por naturaleza, son sin lugar a dudas un placer que no se limita a un solo hombre y es por ello que reciben un trato no menos diferente que el de una propiedad—

—¿Eso explica por qué no te has casado y sólo te ocupas de desflorar la virtud de las doncellas que a mala hora caen en tus garras?— Refutó Natsuki con tono desdeñable lo que claramente tantos pensaban pero no se atreverían por miedo a decir en voz alta.

—Así que conoces algunos de mis placeres culposos— Pese a ello el Peliblanco no pareció afectado superficialmente por aquel ardid. —¿Debo sentirme honrado por tus esfuerzos Kruger?— Sonrió.

—Lo saben varios nobles...— Gruñó la morena, si no había sido esfuerzo, los rumores corrían en múltiples lugares.

—Los numerosos que me han vendido a sus hijas como este respetable me vendió a Shizuru Fujino— Nada más mencionar su nombre, Natsuki mostró los dientes como un acto natural de ira y desasosiego. —¿La que concedí fuera tu esposa sin antes haber conocido a un hombre de verdad?— Pero el Artai estaba más que complacido por desajustar el temple de Natsuki con tanta facilidad. —Da gracias Kruger... porque tu esposa iba a ser mi concubina...— Lo decía casi como si fuera un acto magnánimo. —Oh y no te imaginas la forma en que iba a...—

—¡Basta!— Gritó inesperadamente Satoru, luego con voz temblorosa rectificó. —Se lo imploro, mi Lord... es mi hija de la que habla—

—Está bien... estoy de buen humor, será como pides, amigo mío— Nagi aclaró la garganta y tomó un buen sorbo de la copa de vino. —Como decía, la doncellas son un placer que se limita a su carne, y sólo una merece el honor de engendrar a los hijos de mi casta, la bella Mashiro Kruger... a tu salud, son todas agraciadas en su familia, qué pena que sólo queden ustedes dos—

Natsuki se contenía por muy poco, la idea de abalanzarse sobre él y empalarlo con una estaca de hielo era tan dulce, como las uvas del viñedo Fujino en Tsu. Sherezade quien había presenciado el peligro y la tensión de las fibras que Nagi se atrevió a tocar con palabras tan ponzoñosas, había optado por sujetar a la duquesa por el cuello y ejecutar un sello para impedirle el movimiento, el cual mantenía con esmeros, pues Natsuki cada día que pasaba se encontraba más sana y por tanto más capaz de ofertar pelea, su habilidad espiritual por otro lado, fluía como un río caudaloso sin que su fuerza fuera empleada a completitud. Esto había sido anticipado por el Conde, quien evaluaba en cada velada el estado de su inversión más riesgosa.

—¿Qué pasó con el vargar?— Cuestionó Nao, sacando a todos del silencio sepulcral que se formó.

—Me agrada tu atención, mi amada Julieth— Acarició la mano de la pelirroja sobre la mesa, acto con el que las tensiones tampoco disminuyeron. —Una ocasión en la que desobedecí la voluntad de Nagato cuando tenía 19 años, algo que le molestó bastante, éste me castigó ejemplarmente... me azotó en el patio de nuestra casa. En respuesta mi vargar rompió su cadena, lo atacó y de una mordida le arrancó el brazo que usó para herirme, desangrándose mi padre, le ordenó a la guardia matar a mi Nobu, y este se llevó a diez hombres consigo antes de morir, incluso en sus últimos instantes lucía tan orgulloso mi querido Nobu...— Por un momento, el señor de aquella lúgubre morada parecía afectado por sus memorias, la carne a medio cortar y los cubiertos en sus manos, quietos. —Padre sobrevivió por muy poco a la herida de su miembro amputado— Volvió a cortar la carne para extraer un bocado. —Un mes después... cuando pude tomar una espada en mi mano, fui a la habitación de mi padre y sus... acompañantes— Mordió la carne, gustándola con placer. —Lo degollé, a ellas las deje vivir aunque tuve que cortarles la lengua, para que esta información no llegara a oídos inescrupulosos—

Pálidos como hojas de papiro arenoso, se miraron los rostros de los reunidos. —De este modo mi padre... Nagato Dai Artai, me enseñó dos cosas— Levantó su mano, como si explicara la cosa más simple del mundo, con el índice expuesto. —La primera: jamás le quites todo a un hombre y le concedas vivir, porque habrás gestado a tu propio verdugo... preserva aún entonces algo que atesore y te servirá hasta el final de sus días... aún si no lo desea— Sonrió al decir esto último, mirando a Natsuki. —Yo siempre tendré de ti, algo querida... así que, sé cuidadosa con tus acciones—

—Cuida tu espalda...— Dijo la morena entre dientes.

—Dos— Formó una V con el índice y el medio. —Sé severo en extremo con el que te traicione o tome de ti lo que te pertenece, el mundo se hizo para quien es fuerte, para quien tiene el poder... y así lo comprobó Nagato, por Nobu y por Sarabi, aún si era una zorra... ¡Era mi madre! y por su muerte él tenía que pagar con su vida— Clavó con fuerza el cuchillo sobre la mesa, atravesando el plato y la madera, rojo cual energúmeno y con las venas de la frente brotadas, levantó una siniestra mirada escarlata sobre todos, mirando con recelo a sus aliados.

—¡Trae a ese Ho!— Gritó el Conde un instante después.

Sus esbirros, entre ellos Hideki, el torturador que había destrozado la espalda de Natsuki con su látigo en días no tan lejanos, arribó junto con otro, trayendo cada uno de cada brazo y a rastras, al hermano mediano de Erstin.

—¡Kano!— Musitó Natsuki con preocupación, pues el chico se miraba magullado, moretones de múltiples tonos se exponían en su rostro antes blanco y pulido, la hinchazón había desdibujado su forma, con un ojo cerrado a fuerza y el otro medio abierto, contempló sus iris de azul verdoso a la duquesa.

—Al... Alteza— Susurró dejando caer de su boca saliva moteada con sangre y pese a todo una media sonrisa esbozo al verla viva.

—¿Cómo te atreves? Es... es sólo un siervo de nuestra casa...—

—Una rata cuya presencia no es menos estimable que la de una alimaña, le dejé venir por su aparente interés por ti, pero sus usos estaban destinados a la labor de filtrar la correspondencia... no te lo quitaría todo Kruger, primera regla— Se sirvió recordar. —Sólo me aseguraba de la información que llega a tus manos y vaya que por este insensato podría hacerlo, si no fuera tan inepto— Kano quien había soportado vejaciones y palizas en paciente espera, miró con angustia a Natsuki, suponiendo que una vez más sería, la herramienta de Nagi para llegar a lo profundo de su alma. —Pero sus respuestas son... adivinaciones vagas... o es astuta tu esposa para remitir una voz que solo tú entenderías—


—Shizuru...— La sola idea de que una carta hubiese sido remitida por su amada castaña era como un aliento de vida en aquel mortuorio lugar.

—... y este bastardo quemó la carta antes, de que yo pudiera leerla— Reprochó el peliblanco con un dejo de frustración, odiaba que algunas cosas se salieran de sus planes pero bien sería algo menor. —Así que no teniendo más remedio que preservar al interlocutor, lo traigo ante ti, para invitarlo amablemente a decir lo que a bien escribió la abnegada para ti, si quieres escuchar—

Sin voz pero con la esperanza en la mirada, Natsuki observó a Kano y este asintió.

—¡Habla!— Se exasperó, con un ademán Nagi ordenó a sus lacayos el soltar al muchacho, que tan lastimado se hallaba para no poder sostenerse en pie— Natsuki quiso ayudarle, pero impedida por la extraña habilidad de Sherezade, nada más podía que contemplar con tristeza a su amigo rubio.

—Con una sonrisa en mis labios… quiero que sepas— Susurró con esfuerzo y citó textualmente la carta que con sus propias manos arrojó al fuego para evitar que alguien la leyese. —Dos estrella fugaces surcaron el cielo, en vez de una… cuando en Simarik el cielo de arcoíris fue tintado, memorias en cristal fueron selladas y anhelos imposibles, ya no soñabas…— Musitó el rubio hermano de Erstin con sus labios resecos y rotos por los golpes que recibió. –Vive amor mío, no cesan mis oraciones por ti… apenas soporto tu ausencia, los días que transcurren...— Kano quiso seguir pero un golpe lo detuvo, tanta dulzura acabaría con el estómago del Conde, además el resto ya lo había escuchado y sabía de buena cuenta cuánto extrañaba Shizuru a Natsuki.

—¿Qué significa eso?— Cuestionó Nao, mirando a la de ojos esmeralda, quien estaba tan quieta como una estatua, con la boca abierta y sin siquiera respirar.

—Meloserías… seguramente, un atardecer o algo semejante, no se ven tantos colores... simplemente— Apoyó el mismísimo Nagi la teoría, hasta que vió lo inimaginable, Kruger sonriendo con los ojos inundados en lágrimas.

Abrumados de ver cómo una persona que habiendo soportado flagelos como pocos sin derramar un solo cristalino, repentinamente dejaba fluir tal cantidad de emociones. Natsuki quien estaba atada, semidesnuda, vendada y a la merced de su enemigo, gozó allí de una inalcanzable felicidad, inclinó la cabeza y la apoyó sobre la mesa sin que Sherezade se atreviera a detenerla, por mera solidaridad. Sollozando y vertiendo lágrimas sobre la fría madera se mantuvo durante algunos momentos, sin importarle ya nada o tal vez todo, desahogó la profunda dicha y la avasalladora tristeza que esas palabras le decían, pues no conocía nadie, más que ella, el secreto escondido en instantes como aquellos cuando fueron compartidos. Aun así se cuestionaba por qué la vida y los dioses se empeñaban en brindarle alegrías incompletas...

Nagi dejó ser al menos por 10 minutos la incertidumbre, después se aclaró la garganta y miró a sus aliados. —Esto fue... inesperado, en serio está enamorada—

—Sí... perdidamente— Confirmó Nao.

—Pero yo no espero sólo creer en cosas semejantes... ¡Kruger!— La llamó y muy a su pesar Sherezade tuvo que levantarla de la mesa. —¿Qué significan esas cursilerías?—

—Nada que te importe...— Había recuperado la compostura al parecer.

Nagi sonrió. —No juegues conmigo... ¿Es acaso una confabulación? Dime algo creíble o te prometo que volverás a temer—

—No...— Repitió con una determinación que haría temer a quien quiera que fuese. Natsuki no temería, pues el dolor había sido un compañero permanente a lo largo de su vida entera y esto pudo verlo el de mirada sangrienta.

—Has cumplido... Kano Ho, muere entonces con dignidad, pequeña rata— Motivo por el que cambió la estrategia. —Hideki!—

Con sólo pronunciar el nombre, el aludido sacó una cimitarra de su funda y se volvió sobre el muchacho para ir pronto a degollarlo, notando esto, con desespero Natsuki se mordió los labios y trató de no ver, pero no podría vivir con aquello en su consciencia. —No... no le hagas más daño— Cedió al fin.

—Entonces, ¿decías?— Volvió a la conversación como si nada pasara.

—Su carta me recuerda, instantes íntimos que compartimos... una noche entre las dos... podría jurar que esa fue la primera vez que hicimos el amor por genuino sentimiento... eso es... todo— Musitó más que abochornada y claro que las damas presentes reaccionaron, Zade acompañando el sonrojo de su cautiva, y Nao, frunciendo el ceño de mala gana.

—El problema con la gente honesta, Kruger, es que no saben mentir... y tú, eres una muy mala mentirosa— Volvió la vista sobre Hideki y con un tenue asentimiento, fue suficiente. Un grito de profundo dolor resonó en toda la habitación, cuando la mano izquierda de Kano se desprendió de un tajo, —Sí, te creo esas cosas... pero vaya, que le falta un poco a esa carta, de otro modo ¿por qué tu bella esposa arriesgó la vida de este y otro muchacho, un tal Takeda?— Kano quien sufría un inimaginable dolor por su miembro amputado, se sacudía tembloroso en el suelo intentando por todos medios no desangrarse y la antes llamada doncel de hielo le miraba con culpa. —Hideky... ahora la otra mano, por favor—

—¡Está embarazada!— Gritó incapaz de soportarlo, prefería el látigo en su espalda, pero no podía tolerar la idea de que su silencio le arrebatara la vida a otra persona. —Era nuestro anhelo, así que se lo pedí a una estrella fugaz... ella no creía demasiado en ello, por tanto sabe que sólo así podría entenderlo— Confesó con la mirada cristalina.

Nagi sopesó sus palabras, por lo que parecieron eternos segundos.

—Zade... que no muera— Dijo el de cabellos platino. —Mueve un dedo y ella... será la siguiente— Esto lo dijo sacando un arma de su cinto y apuntando a la sien de Nao, ante la estupefacción de la misma.

La mirada de Natsuki se posó sobre la más clara, mientras las dos mujeres tenían un extraño duelo de miradas y la tristeza volvía a plagar la faz de la pelinegra, la culpa más y más aguda, punzó el corazón de la bella bailarina. Dado que, en efecto, Natsuki no atacó a Nagi, sólo por preservar su existencia.

Sherezade corrió para llegar junto a Kano, extrajo una cinta de cuero de sus ropas y se la puso en la boca al rubio, luego, con una daga que siempre llevaba en el cinto, brotó calor de la aparente nada y finalmente cauterizó la herida, evitando así que el muchacho se desangrara, pero no por ello el joven Ho se mantuvo consciente. —Llévalo al dormitorio, esto es temporal... que lo revise Kisame—

—Felicitaciones... Preguntaría cómo sabes que no es otro el padre pero es claro, que tienes más de un par de habilidades fuera de lo común y esas cosas no se saben hasta después del nacimiento...— Nagi se puso de pie y le ordenó a la joven Argita. —Déjale a solas con el futuro abuelo... hay ocasiones verdaderamente familiares aquí... sólo asegúrate que no escape o Darsiv, pagará tu error con creces—

Una mirada bastó, la advertencia de Sherezade en su faz antes de darles privacidad y el cansancio en una mueca de Natsuki ¿Qué esperaban que hiciera? ¿Cavar un túnel en dos momentos? Ese lugar ni siquiera tenía ventanas lo suficientemente grandes para que alguien saliera por allí, era casi claustrofóbico.

—¿Es verdad?— Preguntó Satoru con manos temblorosas, mientras deshacía en sus manos el pañuelo de aquella cena estrujado con fuerza, casi no había probado bocado y podía jurar Kruger que había envejecido desde la última vez que lo vió, cosa que era de lo más frecuente si apreciaba su desaliñado aspecto en cada ocasión menos cuidado, el castaño no se había afeitado la barba, estaba pálido y su cabello cada vez más canoso estaba largo, sin peinar, demacrado el rostro casi era una sombra del hombre que había visto en Tsu cuando arribó allí para velar por su prometida.

—Si... ocultar esa verdad, le ha valido una mano a mi amigo ¿Por qué negarlo ahora?— Respondió con desdén ¿Acaso era otra tortura de Nagi? Aún con el lastimero aspecto de Satoru, todavía tenía el deseo de vengar la muerte de Takeru, el anhelo venenoso latía en cada pulsación, en cada ocasión de mirar a Fujino. Sabía de la fragilidad del hombre frente a ella, podría de intentarlo, romper su cuello con las negras cadenas que aprisionan sus manos, pero allí estaba su promesa a Shizuru ¿Y quién lo sabría?... Desvió sus pensamientos para no matarle. —Su mensaje, ha sido preciso... aun ignorando cómo lo sabe, sé que serán dos pequeñas estrellas— Casi se rompía su voz al final mientras acercaba sus manos sobre su rostro a la altura de su frente en posición de rezo. —Y yo... estoy aquí— Rotas palabras como su corazón y sus anhelos. Miró con odio entre sus dedos al padre de su amada. —¡Cuando debí estar allí con mi esposa! ¡Y compartir su dicha!— Bajó las manos con tanta fuerza sobre la mesa que esta se rompió en dos, quebrándose los platos a medio comer de los antes reunidos y congelándose el suelo, manaron púas de hielo que rompieron la madera. Satoru miró con miedo a su nuera, por pura suerte se había levantado de su silla y apartado, de otro modo ya sería una brocheta humana o al menos habría resultado herido. Así al cruzar miradas, borgoña y esmeralda, pudo percibir el dolor de la morena. —¿Imaginas lo sola que se sintió cuando lo supo y yo no estaba ahí?— Depositó una mirada llena de ira sobre el padre de la dama. —Te juro, que no tendrás la dicha de contemplar sus pequeños rostros... ni sostendrás sus manitas, o...—

—¡Tú no puedes negarme nada!— Refutó el hombre, con un miedo tremendo atenazando su pecho, contrariado pues nunca imaginó que de aquella unión maldita podría salir algo bueno. —Serán mis nietos... tengo derecho— Y la imagen de Shizuru sosteniendo a un pequeño y frágil bebé, con esa sonrisa que sólo una madre puede prodigarle a su amado vástago, llenó la mente del mayor.

—¡Son mis hijas!— Con aquel grito lleno de ira, dolor y un deje de alegría, Satoru despertó de su ensoñación para ver que aquellas gemas verdes brillaban con una intensidad intimidante. —¿Supones que le concederé a un asesino acercarse a ellas? ¡Por mi vida! ¡Por la diosa! Que no sabrán de ti, un miserable... ¡Un cobarde asesino!—

—No puedes...— Musitó, sabiendo que podía... que incluso su hija le despreciaba ahora, conocía a su pequeña y por su última mirada, jamás sería perdonado. Mucho menos ahora que sus familias se unían de forma indeleble, sangre de su sangre. –No puedes quitarme nada más, se suponía que no debía ser de esa forma, el solo debía someterse como cualquier otra de las criaturas, ¡No soy un asesino!—

—Yo recuerdo bien, lo que me hiciste en Tsu, Satoru… sin que pudiera defenderme, solo el collar de mi madre salvó mi vida como si su alma me cuidara incluso entonces… eres un cobarde y un asesino— Decía todo con voz mortuoria, aproximándose al castaño, quien retrocedió hasta no tener a donde ir y su espalda se apoyó en el granito de la pared. –El pasado no puedes cambiarlo y cada error es algo con lo que tendrás que vivir cada día, aun en aquella ocasión te permití vivir solo por Shizuru, ella ignora tus intenciones de aquellos días… pero no puede deshacerse lo que le hiciste a mi padre, ella te vió apretar el gatillo—

—No esperaba que eso pasara, todo este tiempo solo he querido librar a mi hija de ti— Manoteaba intentando justificarse, cuando la culpa constante acosaba el pensamiento, pero jamás lo admitiría en voz alta.

—¿Estuviste tan ciego para ver que era feliz a mi lado? ¡De sus penas conmigo tú fuiste el artífice junto a Margueritte y Nao!— Ciertamente, una vez superada la noche de bodas y acortados los caminos, habían comenzado a vivir su relación genuinamente, con un poco de tiempo habrían salido a la luz sus sentimientos, más la intervención de los Orphan y las acciones de Margueritte todo lo habían complicado.

—Era una pena pasajera, te superaría prontamente…—

—No sabes nada de una mujer…— Frunció el ceño, en verdad era un imbécil de alto vuelo. —Nunca olvidamos, el corazón no deja de amar… solo se marchita hasta que no puede albergar ninguna otra emoción y cuando sana, no vuelve a ser igual, no se borra el dolor…—

—Tú siempre fuiste el problema…— Incluso entonces se negaba a asumir la responsabilidad de sus acciones. –Tu padre antes que tú y las cosas son… ahora, como deben ser—

Natsuki negó con la cabeza, decepcionada. —Te prometo una sola cosa, Satoru Fujino, haré que tu apellido sea borrado de los libros y registros, tu casta será arrancada de esta tierra con tu muerte, porque no perecerás por mi mano, pero sí por la de otros, pues firmaste tu sentencia con la sangre de mi padre... y así no las verás crecer, nunca musitarán sus labios tu nombre... desconocerás el sonido de sus voces—

—Ni tú las oirás...— Respondió el mayor con tono lúgubre. —Tu existencia no es más valiosa que la mía, ¿Supones que Nagi te permitirá existir una vez cumplas tu propósito? Serías una piedra muy grande en su zapato, claro... si es que sobrevives a Kagutsuchi— Sonrió y sus dientes un tanto amarillos se dejaron ver.

—Sigues poniendo tu Fe en el lugar equivocado, Fujino— Natsuki suspiró mientras negaba con la cabeza. —La razón de que aquel al que sirves no me haya matado y se asegura de mi bienestar, no se debe a otra cosa que su incapacidad para afrontar la problemática que representa Kagutsuchi, si pudiera por su cuenta derrotarlo, te aseguro que me hubiese empalado y dejado a la vista en la plaza de Fukka, sólo para atemorizar a sus enemigos y agigantar un poco más su ego—

—Lo sé, simplemente elegí al bando ganador... no pondría mi Fe donde tú la tienes, si es claro que a esa noche, no sobrevivirás— Una sonrisa torcida y una tanto desquiciada se formó en el rostro del Fujino. —Entonces seré libre por fin—

—No pienso morir allí, sin importar qué... veré una vez más a Shizuru— Incluso con las manos atadas y los pies sujetos a esclavas, la expresión en aquel rostro impedía dudar de tal aseveración. —Y a mis hijas...— Puntualizó con una sonrisa.

—No te lo permitiré, no dejaría que alguien como tú...— Señaló a Natsuki con pulso tembloroso. —Continúe arruinando a mi familia—

—Ja, deja que me ría... no eres nada— Tensó la mandíbula y entrecerró los ojos, mientras sus cabellos de cobalto se mecían con una tenue corriente que fluía a su alrededor. —Fuiste tú el que nos metió en este problema en primer lugar, ahora estás tan atrapado como yo y aun peor, ¿Es que no ves lo perdido que estás?... si fueras otro hombre, otra persona, habrías estado feliz celebrando y abrazando a tu hija por el honor que le ha concedido la Diosa de continuar mi linaje y el tuyo, pero estas aquí tan apartado como yo ¿Y no lo entiendes todavía?—

—El que estés lejos de mi hija, es mi deseo…— Volvió a decir obtusamente, como si aferrarse a esas palabras lo resolviera todo.

—Oh Satoru, cuando mires hacia atrás, sabrás que este momento fue tu última oportunidad para resarcir el mal que le has hecho a tu familia y a la mía, verás que cada día después de este, estarás caminando en dirección de tu tumba— Natsuki se dirigió a la salida, sabía que era una pérdida de tiempo siquiera cruzar palabra con aquel mentecato.

—Camino hacia ella... desde hace mucho tiempo, Kruger— Susurró Satoru, esperando no ser escuchado.

El castaño le temía tanto a Nagi como todos los allí reunidos, sabía que si él fallaba su familia pagaría, pues tal y como dijo el conde, se aseguraba de tener algo por lo que otros le servirían la vida entera y Fujino no era diferente. El castaño mayor, prefería estar solo y alejado de todos, si con ello Nagi cebaba sus ocasionales enojos sobre él y no sobre su esposa, Takumi o Mai, más aun las noticias sobre el embarazo de Shizuru le alegraban al mismo nivel que le preocupaban, una cosa más atesorada por la cual el Artano podría chantajearlos. Saber de las mortíferas armas con las que contaba el hombre eran en ocasiones motivo de pesadillas con visiones apocalípticas involucradas y arriesgarse a ayudar a su nuera, no pasaba por su mente dado los riesgos involucrados. Sí, conocía la magnitud de sus culpas, pero no las aceptaba por completo; Sí, desearía estar allí para su hija y felicitarla por tan dichosa noticia, pero estaba atrapado y huir del conde era imposible; Sí, había matado por error a un hombre creyendo en la palabra de Nagi, mató a Takeru sin desearlo realmente... pero ¿A quién le importaba eso? El príncipe de Windbloom estaba muerto y solo salvaría la vida, si Nagi Dai Artai se hacía con la corona; Sí, se arrepentía de no haber concedido a Natsuki Kruger el beneficio de la duda, se lamentaba de no haber visto en los ojos de su hija el amor que sentía y el destino que a bien los dioses les habían estimado, brindándole a las dos la posibilidad de perpetuarse a sí mismas a través de sus descendientes... pero ya todo estaba hecho y solo restaba aguardar por el correr del tiempo y de las circunstancias.

En cuanto la Duquesa salió por la puerta, Sherezade se paró a su lado. Quiso decir un “gracias por no huir”, pero estaba de más. —Felicidades por el estado de buena esperanza de Lady Shizuru— Musitó por lo bajo, no quería hacer ver su empatía a los ojos de los demás, pero ya que nadie estaba mirando.

—Gracias... — Se hizo el silencio mientras empezaban a caminar —Voy a ser madre... aún no salgo de mi asombro— Sonrió, a pesar de las cadenas, del frío, de todo, contaba infinitas razones para salir de allí, pero tenía claro ahora que si quería vencer a Kagutsuchi y garantizar un buen lugar en el que pudiera vivir a su progenie, tenía que contar con la ayuda de los hermanos Zagara.




*-*-*

Se anexan, mapas de cómo en mi mente es la geografía de las naciones en Danza Entre Lobos.

Colaboración visual y de diseño de la srta. Liseth Villan, una amiga artista muy estimada para mí. ¡Gracias Lis!

1 Croquis
2 Mapa físico
3 Mapa político (división en reinos)

4 Ciudades importantes en las que se desarrolla la trama






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27 comentarios:

  1. Woau! aunque parece que la relación de Arika y D'zire va viento en popa. El amor no muere de un día para otro y por ello mi voto es para Arika y Mashiro.

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  2. No es justo ellas se aman desde hace un chorro de tiempo ( Arika y Mashiro) y aunque ya se matricio Arika y ya tuvieron relaciones sexuales. Mi opción es la UNO.

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  3. la vida nos lleva por caminos inesperados arika y dzire estan destinadas el amor no siempre logra vencer los obstaculos en ocasiones no es suficiente mashiro perdio su derecho por que lo peor es que esra casada con su hermano y embarazada creo que arik tiene su historia de amor nueva un nuevo comienzo buenisimo el capitulo esperare el proximo.

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  4. Voto por Arika y Mashiro

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  5. yo voto por Arika y Mashiro

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  6. Arika merece ser feliz con zire y que la diosa les de su regalo de un hijo; mashiro perdio su oportunidad que se quede con su hermano

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  7. donde mas subes tus historias? si se puede saber

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  8. Maria Rene
    En verdad digo que salio mis lagrimas por ver un nuevo capitulo. Lo lei sin parar y me parece espectacular OMG que manera de escribir en verdad te admiro.
    Saludines a la distancia

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  9. No hay duda que tienes un talento impresionante para la escritura. Tienes una imaginación extraordinaria, tu escritura es impecable y hermosa, pero deje de seguir tu historia cuando empezaste alargarla innecesariamente, perdona, pero perdió su frescura y pedirle opinión a los demás de que quieren solo logra que deje de existir continuidad.

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    1. Y que tal si escribes tus propias historias y nos deleitas con tu escritura? Q fácil es juzgar y hablar de alguien q se esfuerza por mantener opciones de lectura con buena calidad y entretenidas... Deja de criticar desde atrás de la barrera, sal y enfrenta los toros su es q te parece tan sencillo

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    2. No entiendo porque te molesto la critica que antecede, no debería, sobretodo teniendo en cuenta que es constructiva. Yo hace varios capitulos que deje de leer esta historia porque como dice esta chica se torno lenta y al igual que ella lamento que la autora que a todas luces tiene talento la haya alargado tanto. Otra cosa que lamento es que tiene varias historias inconclusas y aunqye una de ella tiene una pinta fenomenal (tempus...) tambien la deje para evitarme la frustracion por la espera de un final. Lo que no voy a lamentar nunca es emitir una opinion que busca llegar en este caso al autor de esta obra, porque lo hago con respeto y si animo de ofender y de verdad espero que la chica que comento en el mismo sentido que yo tampoco lo lamente; puede que nuestra opinion caiga en saco roto, aun asi en mi caso me queda buen cuerpo el haber expuesto lo que pienso.

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    3. Hola galvanixe... y Anónimo...
      Creo que hay un claro desconocimiento del proceso creativo, sé que en la cultura popular se tiene la creencia de que los creativos (escritores, compositores, pintores, actores, etc) lo tienen todo muy fácil, que no es sino chasquear los dedos y... voilá!! ahí tienes una novela, ahí va la pintura, por allí una película, por acá lo que quieras....

      Pero la verdad es que producir en el campo de las artes es un proceso complejo y el tiempo es irrelevante. La inspiración, la calma, el estado de animo, las circunstancias cotidianas, un buen o mal sueño, el ciclo menstrual, todo, absolutamente todo influye, porque el artista produce desde dentro, por tanto es un poco naiv, pretender que un libro completo -y con calidad- se escriba de la noche a la mañana.

      Quienes a través de este blog nos comparten el fruto de sus creaciones literarias, lo hacen en un acto de absoluta generosidad, habrá quien tenga la escritura como desempeño profesional, pero creo que no me equivoco al afirmar, que la gran mayoría de las escritoras aquí lo hacen por pasión, robando tiempo a sus actividades laborales.

      Escribir toma tiempo, incluso para quien se dedica exclusivamente a ello ¿Cuánto tardó Gabriel García Márquez en escribir 100 años de soledad? ¿Cuánto tardó Cervantes en escribir el quijote?, ...o JK Rowling en completar Harry Potter? de seguro no una semana, y eso que ellos SON ESCRITORES, ahora, ¿cuánto más puede tardar alguien en escribir una novela decente, robando horas a su trabajo o al tiempo que pasa con su familia?

      Bien deberíamos agradecer en lugar de reprochar, no importa el tiempo que tarden, pues al menos nos permiten ir leyendo mientras avanza su proceso de escritura y de manera absolutamente GRATUITA cabe añadir, pues de lo contrario deberíamos esperar, al menos unos años, antes de enterarnos que esta magnífica obra de "Danza entre lobos" existe, y por supuesto, pagar el precio justo para poder leerla.

      Ahora, en cuanto a que la obra "perdió frescura" porque la autora decidió pedir la opinión del público... creo que es más un acto de galantería de su parte al permitirnos a los fans hacernos sentir partícipes activos en su creación, más que un pretexto para "alargar innecesariamente" la historia. Si en verdad crees esto, es que no has logrado captar la esencia de Danza entre Lobos, pues es una novela "orquestal" donde no sólo una pareja es protagonista, sino que hay todo un conjunto de personajes que enriquecen la historia llenando la trama de una riqueza profunda.

      Danza entre Lobos apenas está tocando el momento álgido de su trama, haberla terminado antes sería una gran pérdida, un aborto doloroso de una bella obra de arte... porque sí, a pesar de ser un fan-fiction, tiene todos los elementos para ser una gran novela de ficción, aventura y romance... ¿y cuántas como ésa existen en el mundo lésbico? tal vez muchas sí, como en estos blogs, pero pocas con la calidad que ésta novela puede ofrecer.

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    4. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    5. No me voy a ostentar como crítico de arte, y tengo claro que la labor de el autor no es tarea fácil, tampoco estoy demeritando la calidad. Dejé claro cuál es mi opinión al respecto, diferente de la tuya y seguramente de muchas más, no por eso menos válida. Evidentemente está historia es obra del autor y solo corresponde a él o ella su desarrollo o destino, mi opinión al respecto, me repito quedó muy clara y la exprese con respeto y sin ser ofensiva. No necesario ser escritor, pintor, escultor, etc. Para expresar lo que piensas de una obra.

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  10. Voto por Arika y D’Zire👍🏼👍🏼💪🏼

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  11. Hola,me gusta mucho tu historia

    Y voto por Arika y Mashiro

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  12. Voto por Arika y Zire

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  13. yo voto por arika y mashiro

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  14. Voto por arika y zire deseando leer el siguiente capítulo

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  15. Opción 1.Por Arika y Mashiro.

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  16. esta muy buena la historia ojala Arika y Mashiro terminen juntas

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  17. Arika y machiro. El amor deve triunfar y ella a sufrido mucho se merencen feliz. Me encanta tu historia pero no dures tanto gracias por el capítulo nuevo.

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  18. Que forma de dividirnos en dos bandos che! (D zire—mashiro) lo digo con el humor que me caracteriza detrás de estas líneas jeje ^^. No pueden estar las 3 juntitas y revueltas, digo arik debe tener mucho para dar Cof! Cof! Poniéndome ahora más seria, leo con exactitud que la balanza puede inclinarse a uno o a otra respecto a arika mmmm desde mi humilde opinión creo que la de ojos zafirina tomara una decisión difícil me gustan las 2 princesas o sea no a mi sino para arika (obvius), pero la forma tan repentina de llevar su relación con D zire a otro nivel para mi fue precipitado, fue como una "válvula de escape", siento pena por mashiro en su estado tan frágil (siento esa conexión con la historia cuando las miradas hablan) y no me gustaría ver sufrir a shizuru de esa manera. Pero esa vida que gesta en su vientre puede ocupar el amor perdido en fin yo ya vote hace tiempo. Esa carta si que fue un bálsamo para natsuki, tanto esperaba este momento que ella supiera esa noticia fue tan kawai ^^ estoy tan empesinada en que nao tenga celos horribles por lo que pudo haber tenido.
    Por mi fuera hazme odiar a nagui por largo tiempo si es que esto fuera no terminar la historia. Porque el desenlace significa el final donde mueren o muere el malvado de la película o la novela.
    Gracias querida apapachos

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  19. "El que abarca todo poco aprieta" creo que asi es el dicho jejeje, una humilde opinión <3 porque no dedicar más tiempo a "una sola" de tus MARAVILLOSAS historias hasta darle un final fascinante y de ahi continuar con la otra, dependiendo de la historia que lleva mas tiempo (hace un par de años atrás) y así continuar con la siguiente, aunque claro está... hay lectores que esperan que actualizes la trama de su historia favorita mmm.
    Att Luci
    Posdata: me encanto este capitulo :)

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  20. Gracias por tu tiempo, gracias por un maravilloso capitulo

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