Capítulo 11
Sofía
Los días pasan y para mi es
muy difícil estar cerca de ella… Pues mi cabeza no deja de pensar en aquel beso
que me dio… ¿Por qué me beso?
Cuando le conté lo sucedido
a Elena, ella tampoco entendió… sólo dijo:
-Tal vez, al estar tan sola,
ella haya sentido la necesidad de Ariel y tú eras lo más cercano a su novio que
tenía…
-¿Cómo diablos se puede explicar eso?
-¿Explicar qué?
-Que me beso porque quiere
besar a mi hermano…
-Bueno, Sofía estaba
borracha… entiéndela, se confundió… extraña a su novio… y vos siempre estás tan
cerca de ella…
-¡Pero ahora me rehúye…!
-Y es que debe ser fuerte
darse cuenta que beso a su cuñada… ¡o a lo mejor le gusto!
-No creo que le haya
gustado… Me voy a volver loca… ¡No digas esoooooo!
Era verdad, no podía creer
eso de que el besarme le hubiese gustado y por eso no quería acercarse más a
mí… ¡Ella amaba a Ariel! No a mí. La cuestión es que Elena me clavo la duda… y
me la pasó pensando en el tema ahora.
Si tan sólo pudiera hablar
del beso con ella, pero es imposible, no tengo valor para sacar el tema cuando
intercambiamos palabras.
Los Ángeles
José golpeó la puerta de
Dios. Gabriel detrás del ángel, algo nervioso, no paraba de hablar.
-Ay, Gabriel cállate cinco
minutos que me estás desesperando…
-Bueno, pero no te enojeeees
– Exclamo Gabriel.
-No te hagas el Chavo del
Ocho.
Pasados dos minutos y mientras
ambos ángeles hablaban se escucho la voz de Dios llamándolos.
-Pasen.
Ambos entraron tímidamente
al despacho de Dios…
-Disculpe que lo molestemos…
- Comenzó José hablándole. Pero Gabriel se metió antes que José terminara de
hablar.
-Seguro está muy ocupado,
pero… - Y se detuvo y José lo miro y volteo rápidamente la mirada hacía el
sillón que tenían en frente, el cual se encontrada dado vuelta, en otras
palabras Dios les estaba dando la espalda…
-Muchachos, estoy muy
ocupado, así que al grano… ¿Cuál es el plan? – Dijo Dios sin darse vuelta en su
sillón.
Ambos se miraron…
-Ya, dile Gabriel…
-No, tú…
-Gabriel es tu idea, dile…
-Señor… El plan es despertar
a Ariel justo cuando Pamela este a su lado.
-¿Eso para que haga efecto
el flechazo que Cupido le dio a Pamela? – Pregunto Dios.
-Claro, pero a eso le
súmanos que Ariel no debe recordar los últimos cinco años de su vida. Por lo
tanto, al verla se enamora de ella, y no recuerda a Ana… - Aclaro Gabriel…
-¿O sea yo debo obrar el
milagro de despertarlo y de borrarle la memoria parcialmente?
-Sí, Señor.
-¿En qué novela viste eso Gabrielito?
– Preguntó Dios.
-Ehhhh… Pues eehhh… -
Gabriel no sabía que responder – La verdad, saque la idea de varias telenovelas
y películas…
-Es un recurso muy usado en
los culebrones – Acotó Dios.
-Para que le digo que no,
sí, sí…
-Tienes en cuenta que el
Diablo puede meter la pata de nuevo… ¿No?
-Sí, Eso lo sabemos…
-Ok, yo lo despierto y le
borro algunos años de memoria. Pero ustedes deben estar ahí cerca para lograr
que el destino de ellos se vuelva a reescribir.
-Sí, Sí…Gracias Señor –
Contestaron los ángeles.
Ana
Cada vez que entro a la
habitación de Ariel me encuentro con esta enfermera que amablemente le lee… Y
hoy no es la excepción… Solo que hoy no he hecho ruido y ella no se ha dado
cuenta de que estoy parada en la puerta. Observándola. Ella lee… creo que su
voz se parece a la mía… Es tan dulce, tierna… no sé, su forma de leerle. Que
hasta pienso que Ariel la está escuchando muy atentamente.
La veo doblar la hoja donde
deja de leer, cerrar el libro y dejarlo sobre la mesa de luz, mira su reloj
como presintiendo que ya estoy por llegar. Se acerca más a la cama de Ariel y
dulcemente acaricia su frente… Y su cuerpo se inclina y besa los labios de mi
novio… Me sorprendí… y rápidamente di dos pasas atrás y tosí. A lo que ella
inmediatamente se separo y me miro.
-Buenas Tardes Señorita Ana
– Me saludo algo sorprendida.
-¡Hola Pamela! – Camino
hacia el centro del cuarto - ¿Cómo sigue Ariel? – Le pregunte.
-Igual… Pero tenga fe…
- ¡Dios te escuche! – Y
entre al cuarto completamente y me acerque a la cama de Ariel para darle un
beso. A la vez que pensaba en lo que acababa de presenciar… Ella se retiro
rápidamente saludándome cortésmente. ¿Por qué diablos no dije nada ante lo que vi?
¿Por qué no sentí celos? Mi cabeza era un huracán de preguntas que no podía
responderme. O quizás no quería aceptar la respuesta.
Pase la hora de visita con
Ariel, leyéndole… Y hablándole de tonterías. Y cuando mire el reloj me di
cuenta que ya era tarde y debía retirarme… Lo besé y salí del cuarto. Al pasar
por el pasillo cerca de la enfermería la vi a Pamela sentada, metida tal vez en
algún que otro papelerío… pase sin decir nada… Creo que no me vio… y salí del
hospital.
En los últimos días siento
que mi vida se ha estancado. Que no voy a ningún lado… Ya no puedo controlar lo
que siento por Sofía, Cada día que pasa mis sentimientos por Ariel se
desvanecen… No es que lo olvide, no dejo de quererlo, pero ya no creo amarlo
como ayer. Todo mi corazón late acelerado por Sofía. No sé ya que hacer, me
siento la peor de todas las mujeres, el ver a Ariel en esa cama me parte el
alma. Y saber que cada día que voy a verlo con la esperanza de que despierte
siento como toda la realidad me golpea de lleno en la cara. Porque nada cambia…
Ariel sigue en coma… y yo siento que quiero huir… irme lejos, no sé a dónde,
pero necesito irme… Ya no sé qué hacer con mi vida. Debo alejarme de Ariel y
sobre todo de Sofía.
Sofía
Ahí estaba con mi madre
charlando en el living de mi departamento pensando en por qué me miraba tan
sería mi mama.
-¿A qué hora viene Ana? – Me
preguntó.
-Debe estar por llegar, son
más de las ocho. ¿Por qué? – Le pregunte, quizás mi madre había venido a casa a
hablar con Ana.
La verdad, sentía muy rara a
mi madre, no es que nunca me viniera a visitar, pero era tal vez su forma de
mirarme lo que me estaba poniendo nerviosa. Sin contar su dar vueltas por la
habitación sin hablarme…
-Mamá… - Decidida a
enfrentarla la llamé – Me puedes decir que pasa, porque estás rara.
-No pasa nada hija… solo
vine a verte, ¿es qué acaso no puedo visitar a mi hija…?
-Mamá no te hagas… sabes muy
bien que podes venir todos los días, pero algo me dice que te traes algo…
-No me traigo nada, sólo
quiero saber cómo están ustedes dos…
-Pues yo estoy bien… y Ana…
- Mi voz se silencio y me traiciono, ¿Cómo estaba Ana? Bien, no, la verdad que
no la veía bien…
-¿Ana qué…? - Me interrogo
mi madre.
-Bueno Mamá, creo que Ana no
esta tan bien como dice que está, pero es normal, no sé.
-No hija, no es normal… Yo
sé que siempre le hecho saber a Ana que no era la mujer para mi hijo, pero ella
siempre me ha demostrado que si lo es.
-Bah… Para vos no creo que
exista la mujer para tu hijito… - Le dije irónicamente.
-Eso es cierto, pero la
verdad, es que yo no puedo elegirle la mujer a mi hijo, él la eligió. La
cuestión aquí es que esta chica…
-Esta chica se llama Ana,
Mamá.
-Sí, Ana, creo que está muy
estresada…
-¿Por qué lo dices?
-A ver hija, no se ha
despegado de tu hermano en todo este tiempo, se que otra mujer se hubiera
alejado rápidamente de la vida de Ariel, pero ella no. Sigue ahí… no falta
nunca a visitarlo al hospital.
-Eso lo sé Mamá… Necesita
descansar creo yo…
-Hija, no estoy aquí por
Ana, es cierto que me preocupa ella, pero más me preocupas vos… se que yo no
soy la madre perfecta, y que siempre elegiste a tu padre para hablar…
-Mamá está todo bien… Tienes
razón, tu preferido siempre ha sido Ariel, y yo he sido la preferida de Papá…
Pero eso no quiere decir que no seas buena madre.
-Hija… Te conozco desde
siempre, aunque nunca pude lograr una comunicación perfecta contigo, siempre se
lo que te pasa. Cuando decidiste salir del closet, elegiste a tu padre para
contárselo, y yo fui la última en enterarme. En realidad, yo siempre lo supuse,
solo necesitaba que me lo confirmaras. Pero cuando me lo dijiste, y supe que
era la última a la que se lo decías, me sentí muy mal, y me dolió.
-Perdóname Mamá…. Yo…
-Tranquila hija, no tienes
que pedirme perdón… ya sé que para ti es más fácil comunicarte y confiar en tu
padre, te pareces mucho a él… Y yo soy más cómplice con Ariel… No hay nada de
malo en eso, Sólo quiero que sepas, que puedas confiar en mí, y que siempre
estaré para ti.
-Por favor, Mamá… eso lo sé,
nunca he dudado de eso…
-Nunca fuiste una niña muy
alegre, la verdad, es que mucho no reías… en tu infancia y adolescencia fueron
muy pocos, yo diría contados los momentos en que me sorprendiste con una
sonrisa. Y fue después de decidir ser quien eres, de enfrentarnos y decirnos
que eras lesbianas que vi como florecían de ti las sonrisas que en el pasado
nunca pude ver. – No sabía a dónde quería llegar con lo que me estaba diciendo,
pero sentí que debía quedarme callada y seguirla escuchando – También pude
darme cuenta que cuando Ana apareció en tu vida tu cambiaste mucho…
-¿Qué? - ¿A dónde quería ir
metiendo a Ana en esta conversación?
-Sofía, Ya te dije que
siempre sé lo que te pasa, soy tu madre, a veces no hace falta decir nada… te
conozco.
-¡No sé que queres decirme!
¿Por qué no vas al grano…?
-Hija, se nota a la legua
que estás enamorada de la novia de tu hermano – Lo dijo, y me quede helada… no
podía articular palabra, ni negarle nada… y la vi acercarse a mí y abrazarme –
¡No quiero que sufras!
-Ehhh, No, Mamá…
-No tienes por qué negarlo,
se te nota en la mirada cuando la ves… Con Ana descubrí tu mejor sonrisa, y
cuando comenzó a salir con Ariel, poco a poco fue desapareciendo. No quería
verlo, me negaba a darme cuenta de lo que estaba viendo. Desde lo que paso,
nuestras vidas han cambiado, sigo levantándome con la esperanza que Ariel ha
despertado, no quiero dejarlo ir… Pero tampoco quiero dejarte ir a ti…
-Yo no me iré a ningún lado…
-Lo sé hijita, es una forma
de decir… Quiero que seas feliz, y si sigues cerca de Ana nunca lo serás, y lo
sabes, estás enamorada de ella…
-Yoooo… - Qué podía decirle
para contradecir la verdad rotunda que mi madre me estaba diciendo.
-Como madre, siento que
estás sufriendo, es más Ana está sufriendo por Ariel… Las dos están estancando
sus vidas… en estos dos últimos años no las he visto sonreír, no las veo
felices…
-Es difícil ser feliz, sin
Ariel Mamá…. Tu tampoco estas feliz…
-Nadie en esta familia es
feliz sin Ariel… Pero la vida continúa…
-Mamáaaa…
-No es fácil para mí decir
esto… pero Ana debe seguir con su vida… y vos, debes alejarte de ella, debes
olvidarte de ella…
-No puedo… - Admitiendo lo
que sentía con esas palabras me solté de los brazos de mi madre y me separé…
Ella intento volver a abrazarme… en ese instante Ana entro por la puerta
principal del departamento.
-Buenas noches – Saludo ella
– Parece que lloverá… - Comento caminando hacia la cocina.
-¡Ah!, Sí, escuche en el
noticiero que se viene lluvia para esta noche. – Le contó mi madre caminando
hacia Ana y saludándola con un beso en la mejilla - ¿Cómo has estado hija?
-Bien… algo cansada…
-Creo que deberías tomarte
unos días – Le aconsejo mi madre a Ana. Y ella se le quedo mirando.
-Es una buena idea – Salte
yo, tratando de ocultar mis ojos casi rojos por las lágrimas que me sequé
rápidamente al verla entrar para que no me viera – Deberías irte este fin de
semana a Mar del Plata a descansar, hace rato que no tienes vacaciones…
-No puedo – Se negó Ana.
-Claro que puedes – La
contrario mi madre – Puedes quedarme en nuestro departamento… Sólo tenes que
armar el bolso y manejar hasta allá… - Mi madre continúo hablando y terminó
convenciéndola.
-Quizás tengas razón, pero
no me gusta manejar sola en la ruta… - Dijo Ana mirándome.
-Si quieres voy contigo – Me
metí. ¿Sí quieres? Que tonta idea la
mía, mi madre me dice que debo alejarme y yo intento ir con ella a Mar Del
Plata.
-Claro que sí… - Mi madre me
miro algo sería y se acerco a mí.
-Creo que ya se me hace
tarde, ya me tengo que ir… pero bueno, espero que las dos la pasen bien en mar
del… - Palmeándome la espalda. A lo que yo sonreí. En ese instante supe que por
más enojo que me quisiera demostrar mi madre, por auto-invitarme a acompañar a
Ana, lo aceptaba.
Apenas se retiro mi madre,
eran casi las nueve de la noche… Ana se metió a su cuarto a ducharse y a
preparar su bolso… Quedamos en salir al medio día así aprovechar el fin de
semana largo.
Los Ángeles
-José, está noche despertará
– Comentó Gabriel mientras se acercaban caminando por el pasillo del hospital
al cuarto de Ariel.
-Así es… ¿Ya le cambiaste el
turno a Pamela?
-Sí, Sí… Enferme a una de
sus compañeras así que ella tiene que reemplazarla hoy…
-Yo ya me ocupe de que
llueva y haya problemas con las líneas telefónicas…
-¿Para?
-Pues para que no le puedan
avisar rápidamente a Ana ni a Sofía… y Ariel tenga más tiempo con Pamela.
-¡¡Geniooooo!! – Exclamó su
amigo.
Ambos ángeles entraron al
cuarto de Ariel y se acercaron al paciente. Pamela por su parte se encontraba
haciendo una recorrida por todos los cuartos del piso… y cerciorándose de que los
pacientes estuvieran bien. Dejo para el último a Ariel, y cuando llego… a la
habitación.
-Ahí viene – Exclamó
Gabriel.
-Está lloviendo a cantaros…
- Comento José mirando por la ventana – ¡Esperemos que Ana y Sofía lleguen bien
a Mar del Plata…!
-¿Ya salieron? –preguntó
Gabriel. A lo que José, sacando de su túnica una tablet se fijo…
-Están a mitad de camino…
Aquí llueve pero en la ruta no…
-Es que el Jefe siempre sabe
lo que hace ¿no?
-Eso, eso…
-A esperar ahora que Ariel
despierte…
-Mmmm
-Mmmm ¿Qué José?
-Creo que tengo que ir a
vigilar a Ana y Sofía… y cerciorarme de que no puedan regresar rápido a Buenos
Aires…
-Entiendo, es para que Ariel
y Pamela estén más tiempo juntos y haga efecto el flechazo de Cupido.
-Claro…
-Pues yo me encargo del
asunto acá…
Es así que José sale del
cuarto de Ariel y camina por el pasillo del hospital observando todo a su
alrededor, hasta que ve a Pamela que sale de una habitación y se encamina a ver
a Ariel. Sonríe y chasquea sus dedos y aparece en la puerta de un edificio…
Mira hacia el cielo y el sol poco a poco se está escondiendo en el horizonte y apareciendo
la luna...
-Espero que lleguen y que la
lluvia se desate…
En la entrada a la ciudad de
Mar del Plata, el auto de Ana manejado por Sofía se deslizaba por la ruta ingresando
a “la feliz” (Apodo que recibe la ciudad de Mar del Plata). En menos de media
hora ya estaba frente al edificio y José las veía bajar del coche.
-Uy qué feo que se ve –
Exclamó Sofía mirando el cielo. Ana mira hacia arriba y luego saca los bolsos
del asiento trasero del auto… y le entrega a Sofía su bolso.
-Sí, se re-nublo, Seguro se
larga el agua…
-Ojala que no porque nos
aguaría el finde.
Ambas jóvenes entraron al
edificio y subieron por el ascensor al quinto piso, al departamento de la familia
de Sofía.
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Uyyyu q que momento!!
ResponderEliminarMe he quedado con ganas de más!! El momento que se nos viene...
ResponderEliminarNo puedo eaperar para la continuación!!
ResponderEliminarSaludos