8.
No entendía nada en
verdad, sólo recordaba que me había descuidado durante el partido provocando
que la pelota rematara en mi cabeza. Ahora me encontraba rodeada de mis padres
y mi hermana. Se veían contentos de verme despierta, supongo que tuve suerte de
que el golpe no fuera grave, también supe que mi equipo ganó el partido y me
puse muy feliz.
—Tus compañeras
estuvieron aquí pero como no despertabas…—mi hermana me informaba de lo
acontecido —Daylis, también vino, salió como loca cuando te trajeron para acá…—se
quedó pensando y miró para todos lados como buscando algo— Pero desapareció… Yo
quería saludarla, hace mucho que no nos visita.
Sus risos tan
parecidos a los míos se balanceaban de un lado a otro, pasaba de estar triste y
apagada por lo de mi amiga a eufórica descomunal narrándome lo grandiosa que
estuve durante el partido, mis padres no paraban de reír por sus ocurrencias.
Después de todo, las
cosas no habían resultado tan mal para mí. Sólo deseaba ver a mi querida Daylis
lo más pronto posible, aunque apareció en mis sueños, con lo que me dijo mi
hermana ya tenía confirmado que ella sí estuvo conmigo, que salió como loca
tras mío, aún era importante para ella a pesar de los problemas que habíamos
tenido. Mi corazón estaba lleno de emoción y esperanza. Me moría de ganas por
verla y arreglar las cosas entre nosotras de una vez por todas.
En cuanto me sentí
mejor, nos fuimos a casa, decidí recostarme un rato más para luego darme un
baño relajante. Me sentía bastante tranquila, hacía mucho que no estaba tan de
buen humor, el peso de la negatividad se esfumó por completo de mí, todo se
debía a ese hermoso sueño que tuve, era ella, ese beso, tan perfecto, lo
recordaba y podía sentir su suavidad, su aroma dulce y fresco, haría cualquier
cosa por volverlo realidad.
No podía asegurar que
yo tuviera el valor para robarle un beso, sin embargo ganas no me faltaban, me
sentía intrépida y coqueta, juraría que me estaba riendo sola al tener todas
esas ideas locas rondando en mi cabeza, incitándome a lo prohibido, porque tal
vez ella no me racharía, tal vez yo tenía una oportunidad. Me sentía tan ilusa
y no me importaba en lo absoluto, mi alma estaba rebosante de alegría, podía
ver esas mariposas y arcoíris, como en los dibujos animados de la televisión
sentía mis ojos convertidos en dos corazones cuando su imagen pasaba por mi
mente, toda ella tan hermosa.
No supe cuánto tiempo
me quedé tirada en la cama pensando bobadas. De todos modos debía esperar al
día siguiente para verla, así que después de bañarme me puse una ropa cómoda ya
que no saldría y solo deseaba que anocheciera y amaneciera en un santiamén.
Salí de mi habitación cuando llegó la hora de cenar, compartí un poco con mi
familia y luego a dormir. Me recosté en mi cama con una amplia sonrisa como si
la parte de arriba tuviera chistes escritos. Mi hermana también se preparaba
para descansar y cuando comenzó a subir la escalerilla para llegar a la parte
de arriba del camarote, se detuvo y retrocedió algunos pasos, me miró y
preguntó:
—Oye, Vanessa,
¿Cuándo vendrá Daylis?
—Muy pronto—le
contesté sin inmutar mi amplia sonrisa.
También sonrió y
volvió a subir, entonces me pregunté qué pensaría mi hermana si un día supiera
lo que yo sentía por mi amiga, cómo lo tomaría, si se molestaría o asustaría.
Tal vez no le molestara, ellas se llevaban muy bien en verdad. Luego pensé en
mis padres y ya ahí se me quitaron las ganas de seguir pensando, no tenía
deseos de agregarme más preocupaciones de las que ya tenía.
Durante la noche
volví a soñar con tonteras y fui muy feliz.
Al amanecer abrí mis
ojos antes de que la alarma sonara, estaba ansiosa, fui la primera en entrar al
baño y alistarme, aunque mi hermana estaba en otra escuela salimos juntas como
siempre, charlamos en el camino y luego nos despedimos donde las calles se
separaban. Llegué temprano por primera vez. El aula estaba un poco
desorganizada así que acomodé todo ya que no tenía mucho por hacer. Más tarde
comenzaron a llegar los demás, hicimos un escándalo por el triunfo del día
anterior y algunos mostraron mucha preocupación por mi estado de salud, aseguré
que me encontraba perfectamente y que estaría sin falta en nuestro próximo
partido.
Hasta las clases me
las encontré bastante entretenidas, me di cuenta de que me había descuidado un
poco y tenía que ponerme al día, aunque siempre esperaba con ansias la hora del
receso para charlar y bromear con mis compañeros, en esta ocasión preferí
avanzar las clases que había descuidado. Mi verdadero motivo era el de no tener
nada pendiente en los próximos días, quería compartir más con Daylis y entre el
torneo y las clases se me dificultaría bastante. Por eso no podía descuidarme.
Luego del receso todo
continuó normal como siempre, llegó pronto la hora de partir a casa y salí
disparada. Ya le había enviado un mensaje a Daylis avisándole de que iría a
visitarla. Entonces me habría encantado que estuviéramos en el mismo liceo, era
una lástima que sus padres fueran tan estrictos y la hubieran inscrito en un
liceo técnico más retirado, casi en otro barrio. Nuestro liceo no tenía nada de
malo según yo, además del hecho irrefutable de que quedaba mucho más cerca.
Pero quejarme no me serviría de mucho en verdad así que llegué a casa, hice mis
deberes y le informé a mi madre que saldría. Tardé un poco en vestirme, como si
fuera posible ponerme algo que mi amiga no me haya visto ya. Suspiré resignada
diciéndome que eso no era algo tan importante y que sólo me retrasaría.
Sin embargo salí
bastante provocativa, no lo había planeado pero al parecer una minifalda era
todo lo que necesitaba para acaparar la atención de los babosos de mi barrio,
esperaba que Daylis apreciara mis atributos aunque no de esa forma tan grosera.
Cuando estuve a
varios pasos de su casa, inhalé y exhalé con sumo cuidado para estar lo más
relajada posible. Llegué hasta la puerta y toqué el timbre con toda la
convicción que puede tener tal acto.
Para mi mala suerte
quien me abrió la puerta fue su hermano. Y luego pensé en su madre y sentí un
inmenso alivio de que él estuviera en su lugar.
—Vaya, vaya. Pero mira
quién está aquí—ahí estaba con su odiosa sonrisa, no entendía por qué siempre
me hacía sentir que yo era un chiste para él.
—Ahórrate tus burlas
y dile a tu hermana que estoy aquí—le dije con firmeza.
—Tranquila—me dijo
alzando las manos en señal de rendición.
Se apartó para
dejarme pasar y no pude evitar notar su mirada sobre mí.
— ¿Qué?— me quejé
ante su observación.
—Nada, cuñada, estaba
pensando que si fueras un poco más alta, tal vez yo…
—Damián, gracias, tus
servicios ya no son requeridos—mi querida Daylis apareció tras él y este se
giró y la miró con enfado.
—Cálmate, hermana,
está más que claro que esas piernas son sólo tuyas.
Daylis sin pensárselo
dos veces lo empujó hacia fuera y cerró la puerta. Fue tan rápido todo que me
quedé perpleja. Enseguida escuchamos
unos golpes en la puerta y las quejas de su hermano:
— ¡Estás aprendiendo
bien, hermana!—fue lo último que se escuchó antes del rotundo silencio que
prosiguió.
Solo estábamos ahí
paradas mirándonos sin decir nada. De pronto yo sonreí y ella habló:
—Perdona, ya sabes
como es mi hermano.
—Tranquila, tal vez
sí me pasé un poco con esta falda—dije entonces recordando las miradas que
levanté en el camino.
—No, no hagas caso,
no tienes nada de malo…Son tus…Piernas.
— ¿Qué
tienen?—enseguida me miré buscando el fallo.
—Nada… Que llaman
mucho la atención… Digo es imposible no mirarlas.
Estaba nerviosa, la
conocía demasiado bien como para no identificar algo así en ella pero no podía
asegurar que sus nervios fueran por las razones que yo deseaba. Me moría de
ganas de decirle lo sexy que le quedaba esa blusa de tiros, sus senos lucían
tan a gusto bajo la tela de algodón. Tenía deseos de abrazarla y de mil cosas
más. Me sentía tan débil ante su mirada, esos ojos derrumbaban todas mis
barreras.
—Si es un cumplido,
gracias—le dije sonriente y ella me devolvió la sonrisa con un poco de timidez.
Me preguntó si quería
algo de tomar y le dije que no. Con solo verla ya me sentía feliz. Entonces me
invitó a que pasáramos a su habitación y por primera vez eso me puso nerviosa.
Había estado en su habitación muchas otras veces pero en ese momento, con esos
pensamientos que me rondaban, no estaba segura de que fuera buena idea estar con
ella en un lugar cerrado. Aunque de todos modos solo estábamos nosotras en esa
casa así que daba igual si estuviéramos en su habitación o en la sala, o donde
sea. Mientras la seguía me preparaba mentalmente.
Su puerta estaba
abierta, entramos, observé todo en su lugar como siempre, mi amiga era muy
organizada a diferencia de mí, por eso no pude evitar notar en su cama unos
papeles que llamaron mi atención.
—Ah, son unos
escritos en los que he estado trabajando—comentó al percatarse de mi interés y
procedió a recogerlos uno a uno como siguiendo un patrón. Los acomodó sobre su mesa de estudio y me
invitó a que me sentara en su cama. Me senté esperando a que ella me acompañara
pero con tristeza la vi tomar la silla que conjuntaba con su mesa y sentarse
frente a mí. Fue extraño visualizarme abandonada teniéndola a un brazo de
distancia— Y dime, ¿Cómo te sientes?—me preguntó. Supuse se refería al golpe durante el partido
porque en lo demás ya me estaba sintiendo mal.
—Estoy bien, no era
gran cosa—respondí forzando una sonrisa.
—Me alegra mucho que
estés bien y felicidades por el partido.
—Sí. Gracias.
—Esto está un poco
incómodo ¿Cierto?—comentó ella por fin.
—Sí, no sé qué
pasa—me reí y esta vez fui sincera—Me dijeron que fuiste a verme cuando estuve
inconsciente. Gracias por estar ahí.
—Ah, no fue
nada, eres mi amiga y lo sabes. Por
cierto ¿Cómo fue que te pasó eso? Digo, sabes jugar bastante bien según yo.
—Bueno, es que… Me
distraje—quise decirle que verla con Johana era suficiente distracción para mí
pero merecía quedarme con un poco de dignidad.
—Qué mal, pero quedó
claro que tu equipo ganó por ti—dijo sonriente mientras me guiñaba un ojo y el
alma me volvió al cuerpo. No podía ser más sexy.
—Gracias por estar
ahí, de verdad. Yo, pensé que no irías, sé que no me porté muy amable contigo,
por eso estoy aquí, para agradecerte y pedirte disculpas, en serio no sabes lo
mucho que significó para mí que estuvieras presente—solté todo por fin. Ella
notó mi angustia.
—Hey, está bien,
perdóname por reaccionar así esa noche, yo sólo me enfadé mucho porque te
dejaste abrumar de la gente y no pensé en cómo te sentías en realidad.
—No soy una
homofóbica.
—Vanessa, yo no…
—Si tú… Si a ti te
gusta ella yo…Lo entiendo.
No supe por qué dije
eso, pero hablar de esa noche me hacía regresar al punto que más detestaba,
Johana. Imaginar que Daylis sintiera algo por ella era lo que más me
atormentaba y necesitaba saber la verdad de una buena vez por todas.
— ¿Aún sigues con
eso? Ya te dije que yo no tengo nada con ella.
—Que no tengas nada
con ella no impide que te guste.
—Ella no me gusta.
—Entonces ¿Por qué la
tienes encima de ti todo el tiempo?—me di cuenta de que me estaba pasando de la
raya y aparté la mirada de sus ojos, sentí vergüenza, estaba demasiado celosa
como para ser inteligente.
Mi corazón dio un
vuelco cuando la sentí sentarse a mi lado en la cama.
—Vanessa, si a mí me
gustara alguna mujer, ¿Eso te molestaría?
Quería responderle
que sí, pero entonces debía decir el por qué y la única excusa razonable o
aceptable sería admitir mi inexistente homofobia. O podría decirle que sí y
admitir por fin que me moriría de los celos al verla con otra mujer que no
fuera yo. Podría decirle que sí y jurarle que me rompería el corazón que sus
hermosos ojos marrones prestaran su brillo a otra. Sí, debería admitirle que de
solo pensar que otra la bese, la acaricie, solo con imaginarlo se me revolvía
el estómago.
—No, ya te dije que
no—aún no me dignaba a mirarla a la cara.
—Entonces, te molesta
Johana en sí, ella no te cae bien ¿Es eso?
—Así es, la
detesto—esto lo dije mirándola por fin a los ojos, porque eso sí era una verdad
irrefutable. Y vaya que me sentí bien al soltarlo.
—Entonces, si yo te
dijera que me gusta una chica que no es ella, ¿No te molestaría? Digo, como me
dices que es ella quien no te cae bien, si fuera otra no habría problema.
Por lo visto no tenía
forma de escapar a su pregunta. Y lo peor era que estábamos de frente y ya no
tenía tiempo de fingir.
—Daylis ¿Te gusta una
chica?
—Sí, mucho—me dijo
con ese brillo especial que solo poseían sus ojos.
— ¿Quién es? ¿Yo la
conozco?
El corazón se me cayó
al piso de pronto. Las ganas de abrazarla se convirtieron en ganas de llorar.
¿Cómo era capaz de hacerme algo así? ¿Cómo era posible que no viera mi
angustia? había sido tan tonta y cobarde, había una chica, otra chica, la cual
por lo visto no era yo. Perdí a mi querida Daylis por cobarde, por no hablar a tiempo, o tal vez nunca la
tuve como para poder perderla. Mi mundo se deshacía ante mí.
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Vall Lynch - Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
Pero no la dejas terminar de hablar xd
ResponderEliminarvamos, dile... que angustia,
ResponderEliminarcuando subes el siguiente capitulo?
me encanta tu historia. quiero q esas dos se besen ya buenas y sanas =)