Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Te juro que no recuerdo nada - Vall Lynch - 8

8.

No entendía nada en verdad, sólo recordaba que me había descuidado durante el partido provocando que la pelota rematara en mi cabeza. Ahora me encontraba rodeada de mis padres y mi hermana. Se veían contentos de verme despierta, supongo que tuve suerte de que el golpe no fuera grave, también supe que mi equipo ganó el partido y me puse muy feliz.
—Tus compañeras estuvieron aquí pero como no despertabas…—mi hermana me informaba de lo acontecido —Daylis, también vino, salió como loca cuando te trajeron para acá…—se quedó pensando y miró para todos lados como buscando algo— Pero desapareció… Yo quería saludarla, hace mucho que no nos visita.

Sus risos tan parecidos a los míos se balanceaban de un lado a otro, pasaba de estar triste y apagada por lo de mi amiga a eufórica descomunal narrándome lo grandiosa que estuve durante el partido, mis padres no paraban de reír por sus ocurrencias.
Después de todo, las cosas no habían resultado tan mal para mí. Sólo deseaba ver a mi querida Daylis lo más pronto posible, aunque apareció en mis sueños, con lo que me dijo mi hermana ya tenía confirmado que ella sí estuvo conmigo, que salió como loca tras mío, aún era importante para ella a pesar de los problemas que habíamos tenido. Mi corazón estaba lleno de emoción y esperanza. Me moría de ganas por verla y arreglar las cosas entre nosotras de una vez por todas.
En cuanto me sentí mejor, nos fuimos a casa, decidí recostarme un rato más para luego darme un baño relajante. Me sentía bastante tranquila, hacía mucho que no estaba tan de buen humor, el peso de la negatividad se esfumó por completo de mí, todo se debía a ese hermoso sueño que tuve, era ella, ese beso, tan perfecto, lo recordaba y podía sentir su suavidad, su aroma dulce y fresco, haría cualquier cosa por volverlo realidad.
No podía asegurar que yo tuviera el valor para robarle un beso, sin embargo ganas no me faltaban, me sentía intrépida y coqueta, juraría que me estaba riendo sola al tener todas esas ideas locas rondando en mi cabeza, incitándome a lo prohibido, porque tal vez ella no me racharía, tal vez yo tenía una oportunidad. Me sentía tan ilusa y no me importaba en lo absoluto, mi alma estaba rebosante de alegría, podía ver esas mariposas y arcoíris, como en los dibujos animados de la televisión sentía mis ojos convertidos en dos corazones cuando su imagen pasaba por mi mente, toda ella tan hermosa.
No supe cuánto tiempo me quedé tirada en la cama pensando bobadas. De todos modos debía esperar al día siguiente para verla, así que después de bañarme me puse una ropa cómoda ya que no saldría y solo deseaba que anocheciera y amaneciera en un santiamén. Salí de mi habitación cuando llegó la hora de cenar, compartí un poco con mi familia y luego a dormir. Me recosté en mi cama con una amplia sonrisa como si la parte de arriba tuviera chistes escritos. Mi hermana también se preparaba para descansar y cuando comenzó a subir la escalerilla para llegar a la parte de arriba del camarote, se detuvo y retrocedió algunos pasos, me miró y preguntó:
—Oye, Vanessa, ¿Cuándo vendrá Daylis?
—Muy pronto—le contesté sin inmutar mi amplia sonrisa.
También sonrió y volvió a subir, entonces me pregunté qué pensaría mi hermana si un día supiera lo que yo sentía por mi amiga, cómo lo tomaría, si se molestaría o asustaría. Tal vez no le molestara, ellas se llevaban muy bien en verdad. Luego pensé en mis padres y ya ahí se me quitaron las ganas de seguir pensando, no tenía deseos de agregarme más preocupaciones de las que ya tenía.
Durante la noche volví a soñar con tonteras y fui muy feliz.
Al amanecer abrí mis ojos antes de que la alarma sonara, estaba ansiosa, fui la primera en entrar al baño y alistarme, aunque mi hermana estaba en otra escuela salimos juntas como siempre, charlamos en el camino y luego nos despedimos donde las calles se separaban. Llegué temprano por primera vez. El aula estaba un poco desorganizada así que acomodé todo ya que no tenía mucho por hacer. Más tarde comenzaron a llegar los demás, hicimos un escándalo por el triunfo del día anterior y algunos mostraron mucha preocupación por mi estado de salud, aseguré que me encontraba perfectamente y que estaría sin falta en nuestro próximo partido.
Hasta las clases me las encontré bastante entretenidas, me di cuenta de que me había descuidado un poco y tenía que ponerme al día, aunque siempre esperaba con ansias la hora del receso para charlar y bromear con mis compañeros, en esta ocasión preferí avanzar las clases que había descuidado. Mi verdadero motivo era el de no tener nada pendiente en los próximos días, quería compartir más con Daylis y entre el torneo y las clases se me dificultaría bastante. Por eso no podía descuidarme.
Luego del receso todo continuó normal como siempre, llegó pronto la hora de partir a casa y salí disparada. Ya le había enviado un mensaje a Daylis avisándole de que iría a visitarla. Entonces me habría encantado que estuviéramos en el mismo liceo, era una lástima que sus padres fueran tan estrictos y la hubieran inscrito en un liceo técnico más retirado, casi en otro barrio. Nuestro liceo no tenía nada de malo según yo, además del hecho irrefutable de que quedaba mucho más cerca. Pero quejarme no me serviría de mucho en verdad así que llegué a casa, hice mis deberes y le informé a mi madre que saldría. Tardé un poco en vestirme, como si fuera posible ponerme algo que mi amiga no me haya visto ya. Suspiré resignada diciéndome que eso no era algo tan importante y que sólo me retrasaría.
Sin embargo salí bastante provocativa, no lo había planeado pero al parecer una minifalda era todo lo que necesitaba para acaparar la atención de los babosos de mi barrio, esperaba que Daylis apreciara mis atributos aunque no de esa forma tan grosera.
Cuando estuve a varios pasos de su casa, inhalé y exhalé con sumo cuidado para estar lo más relajada posible. Llegué hasta la puerta y toqué el timbre con toda la convicción que puede tener tal acto.
Para mi mala suerte quien me abrió la puerta fue su hermano. Y luego pensé en su madre y sentí un inmenso alivio de que él estuviera en su lugar.
—Vaya, vaya. Pero mira quién está aquí—ahí estaba con su odiosa sonrisa, no entendía por qué siempre me hacía sentir que yo era un chiste para él.
—Ahórrate tus burlas y dile a tu hermana que estoy aquí—le dije con firmeza.
—Tranquila—me dijo alzando las manos en señal de rendición.
Se apartó para dejarme pasar y no pude evitar notar su mirada sobre mí.
— ¿Qué?— me quejé ante su observación.
—Nada, cuñada, estaba pensando que si fueras un poco más alta, tal vez yo…
—Damián, gracias, tus servicios ya no son requeridos—mi querida Daylis apareció tras él y este se giró y la miró con enfado.
—Cálmate, hermana, está más que claro que esas piernas son sólo tuyas.
Daylis sin pensárselo dos veces lo empujó hacia fuera y cerró la puerta. Fue tan rápido todo que me quedé perpleja.  Enseguida escuchamos unos golpes en la puerta y las quejas de su hermano:
— ¡Estás aprendiendo bien, hermana!—fue lo último que se escuchó antes del rotundo silencio que prosiguió.
Solo estábamos ahí paradas mirándonos sin decir nada. De pronto yo sonreí y ella habló:
—Perdona, ya sabes como es mi hermano.
—Tranquila, tal vez sí me pasé un poco con esta falda—dije entonces recordando las miradas que levanté en el camino.
—No, no hagas caso, no tienes nada de malo…Son tus…Piernas.
— ¿Qué tienen?—enseguida me miré buscando el fallo.
—Nada… Que llaman mucho la atención… Digo es imposible no mirarlas.
Estaba nerviosa, la conocía demasiado bien como para no identificar algo así en ella pero no podía asegurar que sus nervios fueran por las razones que yo deseaba. Me moría de ganas de decirle lo sexy que le quedaba esa blusa de tiros, sus senos lucían tan a gusto bajo la tela de algodón. Tenía deseos de abrazarla y de mil cosas más. Me sentía tan débil ante su mirada, esos ojos derrumbaban todas mis barreras.
—Si es un cumplido, gracias—le dije sonriente y ella me devolvió la sonrisa con un poco de timidez.
Me preguntó si quería algo de tomar y le dije que no. Con solo verla ya me sentía feliz. Entonces me invitó a que pasáramos a su habitación y por primera vez eso me puso nerviosa. Había estado en su habitación muchas otras veces pero en ese momento, con esos pensamientos que me rondaban, no estaba segura de que fuera buena idea estar con ella en un lugar cerrado. Aunque de todos modos solo estábamos nosotras en esa casa así que daba igual si estuviéramos en su habitación o en la sala, o donde sea. Mientras la seguía me preparaba mentalmente.
Su puerta estaba abierta, entramos, observé todo en su lugar como siempre, mi amiga era muy organizada a diferencia de mí, por eso no pude evitar notar en su cama unos papeles que llamaron mi atención.
—Ah, son unos escritos en los que he estado trabajando—comentó al percatarse de mi interés y procedió a recogerlos uno a uno como siguiendo un patrón.  Los acomodó sobre su mesa de estudio y me invitó a que me sentara en su cama. Me senté esperando a que ella me acompañara pero con tristeza la vi tomar la silla que conjuntaba con su mesa y sentarse frente a mí. Fue extraño visualizarme abandonada teniéndola a un brazo de distancia— Y dime, ¿Cómo te sientes?—me preguntó.  Supuse se refería al golpe durante el partido porque en lo demás ya me estaba sintiendo mal.
—Estoy bien, no era gran cosa—respondí forzando una sonrisa.
—Me alegra mucho que estés bien y felicidades por el partido.
—Sí. Gracias.
—Esto está un poco incómodo ¿Cierto?—comentó ella por fin.
—Sí, no sé qué pasa—me reí y esta vez fui sincera—Me dijeron que fuiste a verme cuando estuve inconsciente. Gracias por estar ahí.
—Ah, no fue nada,  eres mi amiga y lo sabes. Por cierto ¿Cómo fue que te pasó eso? Digo, sabes jugar bastante bien según yo.
—Bueno, es que… Me distraje—quise decirle que verla con Johana era suficiente distracción para mí pero merecía quedarme con un poco de dignidad.
—Qué mal, pero quedó claro que tu equipo ganó por ti—dijo sonriente mientras me guiñaba un ojo y el alma me volvió al cuerpo. No podía ser más sexy.
—Gracias por estar ahí, de verdad. Yo, pensé que no irías, sé que no me porté muy amable contigo, por eso estoy aquí, para agradecerte y pedirte disculpas, en serio no sabes lo mucho que significó para mí que estuvieras presente—solté todo por fin. Ella notó mi angustia.
—Hey, está bien, perdóname por reaccionar así esa noche, yo sólo me enfadé mucho porque te dejaste abrumar de la gente y no pensé en cómo te sentías en realidad. 
—No soy una homofóbica.
—Vanessa, yo no…
—Si tú… Si a ti te gusta ella yo…Lo entiendo.
No supe por qué dije eso, pero hablar de esa noche me hacía regresar al punto que más detestaba, Johana. Imaginar que Daylis sintiera algo por ella era lo que más me atormentaba y necesitaba saber la verdad de una buena vez por todas. 
— ¿Aún sigues con eso? Ya te dije que yo no tengo nada con ella.
—Que no tengas nada con ella no impide que te guste.
—Ella no me gusta.
—Entonces ¿Por qué la tienes encima de ti todo el tiempo?—me di cuenta de que me estaba pasando de la raya y aparté la mirada de sus ojos, sentí vergüenza, estaba demasiado celosa como para ser inteligente.
Mi corazón dio un vuelco cuando la sentí sentarse a mi lado en la cama.
—Vanessa, si a mí me gustara alguna mujer, ¿Eso te molestaría?
Quería responderle que sí, pero entonces debía decir el por qué y la única excusa razonable o aceptable sería admitir mi inexistente homofobia. O podría decirle que sí y admitir por fin que me moriría de los celos al verla con otra mujer que no fuera yo. Podría decirle que sí y jurarle que me rompería el corazón que sus hermosos ojos marrones prestaran su brillo a otra. Sí, debería admitirle que de solo pensar que otra la bese, la acaricie, solo con imaginarlo se me revolvía el estómago.
—No, ya te dije que no—aún no me dignaba a mirarla a la cara.
—Entonces, te molesta Johana en sí, ella no te cae bien ¿Es eso?
—Así es, la detesto—esto lo dije mirándola por fin a los ojos, porque eso sí era una verdad irrefutable. Y vaya que me sentí bien al soltarlo.
—Entonces, si yo te dijera que me gusta una chica que no es ella, ¿No te molestaría? Digo, como me dices que es ella quien no te cae bien, si fuera otra no habría problema.
Por lo visto no tenía forma de escapar a su pregunta. Y lo peor era que estábamos de frente y ya no tenía tiempo de fingir.
—Daylis ¿Te gusta una chica?
—Sí, mucho—me dijo con ese brillo especial que solo poseían sus ojos.
— ¿Quién es? ¿Yo la conozco?
El corazón se me cayó al piso de pronto. Las ganas de abrazarla se convirtieron en ganas de llorar. ¿Cómo era capaz de hacerme algo así? ¿Cómo era posible que no viera mi angustia? había sido tan tonta y cobarde, había una chica, otra chica, la cual por lo visto no era yo. Perdí a mi querida Daylis por cobarde,  por no hablar a tiempo, o tal vez nunca la tuve como para poder perderla. Mi mundo se deshacía ante mí.


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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Vall Lynch - Derechos Reservados
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2 comentarios:

  1. Pero no la dejas terminar de hablar xd

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  2. vamos, dile... que angustia,
    cuando subes el siguiente capitulo?
    me encanta tu historia. quiero q esas dos se besen ya buenas y sanas =)

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