7.
Sencillamente estaba mal.
Con un humor de perros todos los días, las clases me parecían cada vez más
aburridas hasta más no poder. Y ver a Daylis pasearse por el barrio con su
amiguita me tenía peor, lo único que me distraía era el voleibol. El torneo
estaba cerca pero por desgracia nuestro primer encuentro sería contra el liceo
de mi amiga, el año pasado nos habían ganado en nuestra propia cancha, así que
este año no podíamos darnos el lujo de perder. Teníamos que derrotarlos en su
territorio justo como nos habían hecho a nosotros.
Después de convertirme en
la chica a la que le montaron los cuernos decidí concentrarme en mis cosas, me
ejercitaba a diario para votar todo el mal genio que me arropaba
constantemente. Mi madre estaba insoportable con el tema de los comentarios de
la gente y yo me preguntaba hasta cuando sería mi calvario. Me gustaba mi
amiga. Sentía la cabeza echa un nido de aves pero no me arrepentía de guardar
silencio ya que al parecer andaba con la tal Johana calle arriba y calle abajo.
Ese día no había tenido ganas asistir a clases, estaba en casa imaginando a
Daylis con Johana. No me hacía gracia saber que esa idiota estaba tan cerca de
ella justo cuando yo me encontraba más lejos. Había sido mi culpa pero eso no
me consolaba para nada, sentía como si yo misma la hubiera lanzado a sus
brazos. Me puse en pie del sofá y a la gata de mi hermana se le erizaron los
pelos mientras me gruñó para luego echarse a correr. Tonta Xanval, no conoce el
síndrome del corazón roto.
Decidí salir a correr al
parque ya que me hacía muy mal estar en casa pensando sandeces. Me puse una
ropa cómoda, una licra negra hasta las rodillas y una camiseta holgada rosa
pastel, enfundé mis pies en unas medias y tenis negros. Me sujeté en un moño
mis risos rebeldes y salí a despejar mi mente. El día apenas empezaba aún no
eran horas de la comida y en el parque solo estaban unas pocas personas. El
área donde estaban los columpios estaba desierta, el castillo de madera también
y los bancos por igual, me fijé en el espacio que parecía una pista de baile,
era donde los chicos se reunían a presumir movidas de baile o parcu, también
hacían ciertos eventos, a veces iban predicadores y la gente se reunía
alrededor como si estuvieran en un concierto. Comencé a dar las vueltas a la
manzana, sin mucho apuro, solo quería mantenerme en movimiento.
Cuando mi cuerpo comenzó
a calentarse puse más atención a mi alrededor, noté a alguien más a mi lado y
al girarme vi al odioso del hermano de Daylis, era el típico chico por el que
todas chorreaban la baba, todas menos yo claro. Me dedicó su sonrisa de Don
Juan, lo que más odiaba de él eran esos ojos marrones que eran tan parecidos a los
de ella, en verdad él era su versión masculina. Traté de ignorarlo y aceleré el
paso pero no me dejaba en paz. Dimos dos vueltas completas al parque y no veía
la hora de quitármelo de encima.
-Si sigues así pensarán
que estamos echando carreras y pasarás vergüenza cuando te gane- dijo esto
mientras corría a mi lado.
-¿Se te ofrece algo?- le
pregunté cortante.
-No, solo quería charlar
un poco, te he visto muy a menudo por aquí.
-Debo mantenerme en
forma.
-Ah, sí, por el torneo
supongo- dijo esto y se puso a trotar de espaldas para que lo viera de frente-
O tal vez sea porque ya no pierdes el tiempo con mi hermana.
-¿No tienes nada mejor
que hacer?-Odiaba su sonrisa.
Me detuve y él siguió
trotando sin avanzar mientras me miraba burlón.
-Te gusta mi hermana
¿Cierto?
-¿Te has vuelto loco o
qué?- No tenía una mejor defensa.
-Tranquila, creo que tú
también le gustas a ella- volvió a sonreír- Y por tu expresión veo que mis
sospechas son ciertas.
-Déjame en paz- dije
encendiendo los motores nuevamente alejándome de él lo más que pude.
No lo podía creer, ya se
me notaba en la cara que mi amiga me gustaba. Ese idiota había conseguido
intimidarme pero no lo pude evitar, algo dentro de mí se encendió cuando dijo
que tal vez yo le gustara a Daylis.
Corrí velozmente, ya no
podía continuar mis ejercicios con ese tarado rondándome y burlándose de mí. Después
de terminar otra vuelta al parque desaparecí, tal vez llegaría hasta el otro
parque aunque este quedara más lejos.
Así lo hice, no era tan
grande como el anterior pero estaba muy alterada y corrí sin parar hasta el
agotamiento captando la atención de las pocas personas que estaban y los
transeúntes de los alrededores. Fue tanto el ejercicio que de vuelta a casa el
camino se me hizo eterno, llegué sin aliento, me senté en el piso de la sala y
recosté mi cabeza en una pared. Estaba empapada de sudor. Trataba de
refrescarme y de que se calmara mi acelerado pulso, cuando me di cuenta casi me
quedo dormida ahí sentada, estaba muy cansada. Mi temperatura se había
normalizado, entonces me puse en pie, fui hasta mi habitación, me desnudé,
solté la ropa no sé dónde, me enrollé en una toalla y me dirigí al baño.
El agua acarició mi
cansado cuerpo y me relajó totalmente, luego procedí a enjabonarme limpiando
cada rincón, la esponja me arrebataba todo malestar, recordé la conversación
con el hermano de Daylis y pensé en la posibilidad de sincerarme con ella. Pero
esa idea se esfumó al instante al recordar cómo era ese idiota en realidad,
pensé entonces que solo me estaba tomando el pelo y haría el ridículo si
hablara con ella sobre lo que sentía. Además ¿Qué le diría? ¿No me gustan las
mujeres pero tú sí? Ella era mujer así que no tendría ningún sentido. Aunque
también cabría la posibilidad de que él
mismo le fuera con el chisme, en cualquier caso ella no podría creerle sin más.
¿O sí lo haría?
Traté de sacar todas esas
ideas de mi cabeza cuando llegó la hora de la comida, me senté a comer en total
silencio mientras escuchaba a mi hermana hablar sin parar sobre cómo le había
ido en la escuela, mi madre la escuchaba con atención para luego hacerle
preguntas. En un futuro no muy lejano mi pequeña hermana se arrepentiría de
brindarle tanta información a nuestra madre ya que esta jamás la dejaría en
paz. Pero eso sería su problema, ya se las arreglaría como pudiera, mientras
tanto yo pensaba en la forma menos vergonzosa de acercarme a Daylis sin sentir
que me arrastraba, no entendía por qué me costaba tanto, cualquiera pensaría
que era orgullosa pero solo era una cobarde. No tenía que confesarle nada, solo
debía disculparme honestamente, ella me había llamado homofóbica, no se
imaginaba la verdad.
Mi madre se concentró en
mí cuando terminó el interrogatorio de mi hermana, le contesté lo mejor que
pude ya que no quería provocarla, se olía a distancia cuando ocultaba algo,
cuando algo me pasaba o me perturbara, las madres son como sabuesas detectoras
de engaño. Me preguntó por qué no había asistido a clases y me sujeté de la
excusa de que el torneo empezaba al día siguiente, le dije que necesitaba un
respiro y no molestó más con esa parte ya que ella era consciente de que era
algo que me importaba mucho. Hablamos de que incluso papá asistiría y no supe
si alegrarme o preocuparme, en verdad no tenía deseos de sentirme presionada,
aunque sé que debería sentirme apoyada, tenerlos allá me hacía sentir que me
arrebataban el espacio que necesitaba. Quería este torneo solo para mí, un
lugar donde no estuviera nadie que me recordara cómo estaba mi vida
actualmente. Pero eran mi familia y debía sentirme afortunada de que estuviesen
allí para mí.
En la tarde decidí dormir
un poco, cosa que me hizo bastante bien, me desperté e hice algunas labores en
la casa, esto me distrajo bastante, así que a finales de la tarde cuando mi
padre llegó del trabajo me senté a charlar un poco con él en el sofá mientras mi
hermana ayudaba a mi madre en la cocina, le gustaba mucho y ya sabía hacer
algunos platillos con sus diez años de edad, a veces me hacía pensar que mi
pequeña hermana tenía un buen futuro en el arte culinario, tenía mucha
creatividad en la cocina.
Me gustaba mucho hablar
con mi padre, parecía tener siempre todas las respuestas, me preguntó cuándo
arreglaría las cosas con Daylis y le confesé que aún no tenía la menor idea. Él
me aseguraba que sin importar cual fuera el problema ella y yo seriamos capaces
de resolverlo. Deseaba tener su confianza y positivismo. A mi padre no le
molestaban para nada los comentarios de la gente, a pesar de los extremos a los
que habían llegado, eso en parte me quitaba un gran peso de encima, con mi
madre de un lado y mi padre de otro formaban cierto equilibrio, no quería
imaginar lo horrible que sería mi vida si mi padre pensara como mi madre. Ella
tenía su parte del trabajo bien cubierta al mantenernos a raya pero sin esa
paciencia de mi padre no sobreviviríamos.
La noche me encontró
totalmente relajada y llegué hasta mi cama pensando que al despertar comenzaría
el mejor día de mi vida. Descansé bastante y me levanté fresca como una lechuga,
el encuentro sería después de clases así que preparé mi bulto con lo que
necesitaría como mis tenis y el uniforme de juego.
Las clases me parecieron eternas pero por suerte todo tiene su final y el
gran momento llegó, nos preparamos en los vestidores del área de deportes y
salimos. Subimos al transporte que nos llevaría, cantamos y gritamos como en
los viajes escolares: ¡Chofer, seguro, a la guagua dale duro!
Esas canciones normalmente no eran del agrado para ningún chofer, algunas
no tenían mucha coherencia en las peticiones y mensajes pero solo éramos
inocentes adolescentes que se divertían.
Llegamos y nos sorprendió ver a tanta gente, parecía que el liceo completo
estaba allí junto con gente del barrio. Muchos de nuestro liceo también
estaban. Busqué a Daylis entre el público pero me fue imposible ubicarla, tal
vez se había ido a su casa, o tal vez andaba por ahí con su querida Johana. Sacudí
mi cabeza alejando esas distracciones. En minutos el juego comenzaría y debía
estar totalmente concentrada.
En este tipo de juego no había cabida para distracciones, en cuanto el
silbato sonaba todo se movía en cámara rápida, se buscaba la pelota y las
oportunidades de pase, no nos estaba yendo tan mal, teníamos muy buena dinámica
ya que nos conocíamos muy bien. Pero el estar anotando no era solo de nuestro
lado sino también del contrario, diez sobre ocho, trece sobre once, cada vez se
nos acercaban más y más. Logré un remate salido de un milagro, tuve que dar un
salto increíble ya que mi tamaño nunca me favoreció mucho que digamos para ese
tipo de movidas pero lo conseguí y un punto era un punto, cualquier cosa antes
que nada. El sudor me corría por el cuerpo cerca del final del primer set, las
rotaciones siempre me gustaron ya que me permitían estar en todas partes por
así decirlo, detestaba mantener un mismo puesto mucho tiempo.
El primer set nos fue bastante bien y decidí continuar, a menos que pasara
algo muy grande o por orden del entrenador, solo así tomaría un descanso,
después de todo me había preparado para ese día, bueno, en verdad todas lo
habíamos hecho. La derrota del año pasado nos había dejado eufóricas. Durante
el segundo set había logrado ver a mi familia entre el público, mi hermana me
había hecho un garabato muy adorable en una cartulina blanca, se suponía que
era el logo de nuestro equipo, y tenía debajo mi número de jugadora. Era
increíble que algo tan sencillo hubiera significado tanto para mí. Había sido
una tonta al pensar que no los necesitaría allí conmigo porque el segundo set
comenzó con un arrastre humillante por nuestro lado, habían jugadas que
simplemente no se podían lograr a tiempo, me comí el piso como si estuviera
jugando beisbol pero aun así no bastó. Esas chicas habían comenzado
fuertemente, sus remates eran insufribles, me dolían los brazos como si toda la
fuerza inicial se me hubiera esfumado de pronto. De alguna forma mi hermanita
había logrado consolarme manteniendo su cartulina en alto a pesar de nuestras
perdidas de puntos. En verdad estábamos dando un poco de lástima ante nuestras
rivales pero de pronto vi la oportunidad perfecta.
Estaba en la parte de atrás cuando vi la pelota, di una vista rápida y se
la acomodé a una de las chicas, ésta en vez de rematar ella misma se la acomodó
a otra, lo que provocó un soslayo de confusión en el equipo contrario,
confusión que nos favoreció bastante dándonos un punto que nos levantó el
orgullo y la dignidad.
La cancha se me hacía como mi casa, nos estábamos acomodando mejor,
volvíamos a nuestro ritmo, aunque el segundo set nos lo ganaron dimos lo mejor
que pudimos en los momentos finales y eso nos debía consolar por el momento. Las
cosas se estaban calentando demasiado para el tercer set, nadie quería perder y
se notaba el empeño de ambos equipos, amaba este juego, la sangre me hervía y
el corazón me galopaba a mil por horas, mis compañeras de equipo y yo
fusionábamos nuestras mentes en una sola que planeaba movimientos en cuestión
de segundos. Volvimos a estar con puntos cercanos hasta que nos manteníamos
sobre uno, si teníamos doce ellas tenían trece y luego nosotras catorce y así
sucesivamente, como si hubiera un acuerdo tácito entre los equipos. La
adrenalina me recorría el cuerpo y todo estaba justo como yo deseaba. Ese sentimiento
me había hecho una falta enorme, sentía que todo el estrés se desvanecía
dejando espacio solo para mí y el juego. Fue entonces cuando vi a Daylis.
Estaba del lado izquierdo, como mi familia estaba del otro lado no había
puesto más atención cuando nos cambiaron los lados de la cancha. Pero por fin
la había visto, sentí un poco de nervios pero traté de controlarme, me sentía
inexplicablemente feliz de verla entre el público apoyándome, como el juego
había estado tan reñido mi mente no tuvo tiempo de preocuparse por ella, pero
ahora estaba allí y una gran energía llenaba todo mi ser, los nervios me
abandonaron y fueron sustituidos por una dedicación incansable.
Momentos después una falta provocó una rotación y esto me dejó más cerca del público.
Fue solo un segundo. Un pequeño soslayo que me permitió ver a Johana con
Daylis. Le secreteaba algo al oído sujetando su cabeza para que se inclinara
hacia ella. Entonces algo me golpeó fuertemente la cabeza y el sonido del
silbato fue lo último que escuché antes de caer inconsciente.
No supe de mí hasta que medio abrí los ojos para encontrarme con esa mirada
de preocupación que oscurecían a unos ojos marrones muy familiares para mí. Todo
estaba como iluminado, parecía estar bajo efecto de algún sedante, sentía el
cuerpo extrañamente ligero.
-¿Daylis?
-Tranquila- su voz se escuchaba lejos aunque la tuviera frente a mí.
-¿Esto es un sueño?
-Sí- me dijo mientras se acercaba a mí.
Sus labios se encontraron con los míos como aquella noche, su sabor era más
dulce aún que la última vez, era un beso lleno de amor y ternura que me hacía
sentir una inmensa paz. Una felicidad inexplicable me embargó llenando todo mi
ser, como si todos mis sueños se hubiesen hecho realidad. Viajé a un mundo de
deseos y amor donde sus labios exploraban los míos como si se conocieran de
toda la vida, nuestras bocas estaban hechas la una para la otra, un cosquilleo
me rondaba en el estómago y subía de golpe hasta mi pecho donde una calidez
jamás sentida se esparcía amueblándolo para quedarse a vivir en él.
***
Era ella. Todo el tiempo
había sido ella. Hacía dos años pero lo recordaba, no había sido capaz de
olvidar esos labios. Los tuve frente a mí todo el tiempo y por estar ebria
aquella noche en navidad no los pude identificar ya que la mayoría de los
recuerdos eran confusos. Pero lo ocurrido dos años atrás estaba bien claro en
mi mente. Esa persona secreta que me había besado en el baño durante la fiesta
a la que prácticamente me obligaron a ir, había sido ella, Vanessa. Mi amiga. La
que había salido corriendo alejándose de mí dejándome estupefacta sin saber qué
hacer porque yo no conocía esa clase de sentimiento, había decidido dejar las
cosas así y no averiguar porque temía que resultara ser algún idiota de entre
tantos de nuestro barrio pero no, era ella. Siempre fue ella.
Me quedé mirando su
rostro relajado, había vuelto a perder el conocimiento después del beso. La
miraba y no paraba de preguntarme cómo había estado tan ciega, de pronto todos
mis sentimientos encontrados, todas esas confusiones, nerviosismos y dudas,
comenzaron a encajar. Tomé su mano entre las mías y sonreí como boluda después
de haber pasado semejante susto cuando la vi tendida en la cancha, no podía hacer
nada más que sonreír al confirmar que estaba bien.
Cuando había escuchado el
silbato aparté enseguida el rostro de Johana para prestar toda mi atención a la
cancha. Entonces la vi. Estaba tendida boca arriba inconsciente y sus
compañeras de equipo comenzaron a aglomerarse a su alrededor irrumpiendo mi
vista. El corazón se me aceleró tanto que sentía los latidos en mi tímpano, un
miedo abrumador me hizo poner en pie como un resorte, pedí permiso a todo aquel
que me estorbara hasta que llegué a los escalones centrales y bajé corriendo
deteniéndome entre las compañeras de Vanessa, me abrí paso como pude para ver
que la alzaban y se la llevaban, seguí a esos hombres que la cargaban y no
esperé a que me dieran aprobación alguna.
Llegamos a la enfermería
y me quedé inmóvil mientras la recostaban en una cama para luego apartarse,
observé a la enfermera acercarse y chequearla por todos lados, habló algo sobre
contusión y de que en algún momento despertaría, sospecho de que en algún
momento la enfermera me miró pero no presté la más mínima atención, solo caminé
despacio hacia la cama y observaba a mi amiga ahí tendida. Parecía dormir
plácidamente. Aparté algunos mechones que se pegaban a su frente por el sudor,
momentos después de quedarme como tonta mirándola noté que nos habían dejado
solas, busqué una silla y la acerqué a la orilla de la cama. Unos minutos más
tarde comenzó a entreabrir los ojos y mi corazón dio un vuelco de emoción tan
grande que cuando preguntó que si era un sueño no me resistí y le contesté que
sí, luego me acerqué a ella y la besé sintiendo que era algo que había esperado
durante toda mi vida.
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Adoro esta historia. hace mucho que esperaba la continuación, por favor no te ¡pierdas!.
ResponderEliminarMe encanta esta historia! Espero el próximo capítulo!
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