Danza Entre Lobos
Capítulo 34
In Solitudinem - II
-Mentira,
celos, tensión... ninguna de las dos actúa medianamente normal, pero no se dan
cuenta de eso, ustedes no se ven a sí mismas- Nina quiso decir un poco más
arriesgando revivir las esperanzas de Arika, pero fue interrumpida cuando las
puertas se abrieron abruptamente, casi con violencia, llevó la mano a su
cintura por puro reflejo, justo allí donde aguardaba su revólver pero en cuanto
vio al Rey desistió de la idea.
-¡¿Acaso
enloqueciste?!- La voz de Taeki retumbó en todo el lugar, el pelinegro estaba
más que molesto. -¿Es cierto todo cuanto se me dijo? ¿Atacaste a tu hermano de
forma tan salvaje? Me ha informado el doctor que estará incapacitado durante al
menos 3 días ¡¿Rompiste dos de sus costillas?!-
-¿En serio?- Incluso Nina estaba
sorprendida, así que a eso se refería con no haber podido contenerse.
-No quise lastimarlo tanto, pero...
en efecto Majestad, yo he sido responsable de sus lesiones y asumiré la
responsabilidad de eso- Arika se puso de pie llena de resolución, pese a todo
nunca había visto tal expresión de severidad en la cara del rey. -Era una
rencilla pendiente entre él y yo, que finalmente hemos resuelto-
Taeki la observó sorprendido, no
negaba su delito si es que agredir al futuro rey era uno del tipo grave, pero
ella era la más valiosa para Mashiro ¿Cómo tomar represalias contra ella? No
caería más de la gracia de su hija o de su amigo. -No puedo llevarte a la
cárcel, ¿Sabes lo que diría tu padre?- Dijo por lo bajo el monarca sopesando la
delicada situación en la que se encontraba ¿Acaso los hermanos no pudieron
resolver sus rencillas otro día?
-A él no le afectaría en lo
absoluto, si eso es lo que tiene que hacer... hágalo sin demora, nadie lo
sabrá, ni siquiera Mashiro si es eso lo que en verdad teme- Dijo con sinceridad
y culpa la castaña.
El Kruger no pudo disimular su
sorpresa, una vez recuperado por completo el aplomo suspiró con cansancio. -No
lo entiendes pequeña, el día de hoy que es el baile inicial de invierno, vendrán
los monarcas de las diferentes naciones con las que tenemos convenios de
comercio y otras alianzas en tránsito. Así que la ausencia de tu hermano es
injustificable, el será el futuro Rey y debe actuar como tal, su inasistencia
delataría alguna debilidad en la próxima monarquía, o una sospecha siquiera
sobre las lesiones que ha recibido, expondría un nivel de inseguridad
innombrable en el castillo de nuestra casta ¿Entiendes entonces el predicamento
en el que nos has puesto?-
-Ciertamente no sospechaba la
importancia de Ren, para usted o para Mashiro- Se tragó la amargura que admitir
tal cosa suponía para ella. Aun así Sayers levantó la mirada. -Haría lo que
fuera para enmendar mi falta-
-Nada puede hacerse, decir de un
catarro tal vez... ¿Quién creería semejante tontería? Ren tiene la salud de un
roble- Sopeso el mayor comenzando a caminar como alma en pena a lo largo del
lugar. Se detuvo y miró a la castaña, lamentaría decirle aquellas crudas
palabras, pero necesitaba que la dama entendiera de una buena vez que no debía
guardar ni un fragmento de esperanza acerca de su hija. -Arika, nunca olvides
que él es su esposo... él es irremplazable-
Nina observó los acontecimientos, la
vergüenza y la culpa llenando por completo el rostro dolorido de su amiga y no
pudo evitar sentirse enojada ¿Acaso poco importaban las heridas que el otro
Sayers le había ocasionado a ella? Alguien que había dejado sangre, sudor y
lágrimas por el bienestar de otros, luchando con la valentía del más fiero
guerrero, si tan solo Taeki o Mashiro pudiera ver la fortaleza de una persona
tan tenaz. Quiso gritar y estuvo a punto de hacerlo aunque ello le significara
perder cierto privilegio, era lo que su yo de amiga le exigía en el alma,
cuando se disponía hacerlo llegó a su mente un chispazo de luz, una loca idea,
que de ser el caso resolvería el problema de ambas partes. -No... Eso no es del
todo cierto- Musitó inicialmente con duda.
-Nina... ¿Se te ha contagiado su
locura?- Taeki miró atónito a la pelinegra que se exponía inoportunamente en
ese momento, sobretodo porque ya era bastante malo lo que informaba su hermano
en aquella carta.
-No majestad, apenas sé que no es
locura luchar por lo que más importa para cada uno de nosotros, pero no
miento... Ren Sayers, al menos por esta ocasión puede ser reemplazado- Hilo
poco a poco sus ideas, al menos era una salida al problema inmediato.
-Explícate ¡Ahora!- El Kruger no
tenía la paciencia que hacía menos de hora y media.
-¿No lo ve? Observe a Arika y
comprenderá mis pensamientos- Nina invitó al rey a mirarla, pero el mayor
estaba demasiado frustrado para pensar, así que comenzó a exponerle su idea. Se
acercó a la joven zafirina que estaba muda por la tristeza, la pelinegra sujetó
la melena de su amiga y la llevó hacia atrás atándola en una coleta. -Los
nobles no acostumbran conocer a fondo a las personas, de hecho muchos de ellos
pasaran de largo a Ren en tanto no sea el Rey, pero como usted dice, su
ausencia sería escandalosa. Es una fiesta que se realiza cada año ¿Cuantos han
visto al muchacho de cerca, cuantos notarían grandes cambios que no justificara
el tiempo transcurrido? No muchos y para la ocasión solo necesita el reflejo de
un hombre en el lugar, usted mismo podría entretener a los invitados, hacer de
Ren... de Arika, un invitado más-
-¡Es una absurda idea!- Dijo lo
primero que le vino a la mente, un momento después Taeki apreció los rasgos y
el evidente parecido entre los dos hermanos, de hecho con aquellas ropas y de
no ser por sus largos años viéndolos juntos, muy pocos diferenciarían a los dos
salvo por el hecho de que Arika usaba vestidos en aquel entonces. -Una... muy
arriesgada idea- Pero ahora, solo la ausencia de la manzana de adán delataba
algo, y esa podría cubrirla con la ropa adecuada, una suerte que Ren fuese
relativamente lampiño.
-¿De... que hablan?- La chica no
ataba los cabos, simplemente se sentía incómoda ante la penetrante mirada del
padre de Mashiro.
-Dijiste que harías cualquier cosa
por resarcir tu culpa ¿No es así?- Preguntó Nina, tratando de animar a Arika y
que sus arrestos volviesen a relucir como hacía unos momentos.
-Err... sí- Musitó una nerviosa
Arika que se sentía despellejada por los ojos de su amiga y el Rey de
Windbloom.
-Pero sus manos ¿Qué le pasó en las
manos?- Tarde notó Taeki que la chica tampoco estaba en condiciones.
-Ella no salió tan indemne como
piensa majestad, pero las vendas pueden ser cubiertas por los guantes y
justamente la que mira una desventaja, ahora suple la diferencia en el tamaño
de las manos entre ambos- Apuntó Nina con prontitud para evitar que el mayor
desechara la idea. -Ella puede estar de pie, él no-
-Si alguien lo supiera... sería
nuestra ruina- Muy temerario en verdad a los ojos del Kruger.
-¿Quién conoce mejor a Ren que su
propia hermana?- Apuntó adicionalmente Nina.
En ese momento la mente de Arika
hizo clic, ensambló el engrane y notó el
problema en el que iba a meterla su amiga. -Pero...-
-Silencio... deja que lo piense-
Ordenó el mayor con la mano en la barbilla.
-No hay tiempo majestad, si ella va
a ser el Ren de Mashiro, no nos queda mucho tiempo para hacer que luzca como
él-
-Arrg... que convincente eres
muchacha, pero tengan presente las dos, que lo que haremos será un secreto que
de ser revelado, les traerá la muerte y como Rey ocultaré el conocimiento de
este elaborado engaño ¿Comprenden?-
-Si... la estabilidad política y
económica están al mismo nivel de importancia- Dio el último empujón mental la
señorita Kuga.
-Muy bien... Arika, yo enviaré a una
sirviente de entera confianza que sabrá guardar la confidencialidad que esta
situación requiere... Ella te servirá en todo y traerá los atuendos de gala que
usarás.
Asintieron las dos. -Como ordene mi
señor...-
-Y Mashiro ¿Estará de acuerdo?-
Preguntó temerosa la castaña, aunque fuera indignante fingir ser Ren, sí había
causado tantos problemas, haría lo que fuera necesario por resolverlos, pero
jamás contra la voluntad de Mashiro.
-Estará tan atada de manos como
yo... así que prisa, nos veremos en unas horas y procura ensayar una voz más
varonil- Ordenó el mayor antes de salir presuroso y preocupado, para ponerse él
mismo unos atuendos adecuados para la gala de esa noche.
Una vez a solas nuevamente Arika se
quedó mirando a Nina con ojos asesinos, ¿En qué cabeza cabe semejante idea? -Es
tu oportunidad...- Musitó la morena antes de recibir algún cuestionamiento
venido de su amiga. -No lo has descartado, pero tampoco tienes ninguna certeza
favorable, tendrás la oportunidad esta noche, hablarán sin la presencia de tu
hermano y serás al menos por una ocasión, su pareja a la vista de todo el
mundo. Disfrútalo simplemente- Palmeó el hombro ante la expresión abrumada de
la castaña.
-Es indignante... un poco- Suspiró
tomando asiento en la cama, cuando en la puerta se escucharon tres toques.
-Bonsoir Monsieur- Una cantarina voz
vino del otro lado, Nina y Arika se miraron entre ellas ¿Era aquella la
sirviente de confianza? Al abrir la puerta, una dama de rosácea melena y pálida
faz aguardaba con una sonrisa serena en sus labios.
-Eso fue rápido...-
-Misses Sayers, Kuga... Tiempo sin
verlas-
-¡Shinzo!- Las jóvenes acudieron a
su lado para saludarla apropiadamente, cuando había vuelto de Ealis aquella
institutriz. Relatos de reencuentros, historias y demás tuvieron lugar, a la
par que la dama más experimentada en las artes de la etiqueta disponía todos
sus esmeros en convertir a Arika en un fino caballero de la corte.
.
.
.
-A veces tengo la sensación de que
puedes leer mi mente, pero... no te ha parecido obvio hasta esta tarde- La voz
grave de Ren se escuchó en su recamara, mas no estaba solo, su esposa le
acompañaba un momento antes de acudir a la fiesta, ambos supieron por boca del
Rey que esa noche Arika Sayers suplantaría a su hermano, debido a su
inconveniente estado de salud.
-Somos amigos desde siempre, Ren-
Mashiro sujetaba la mano del convaleciente joven, mientras él la miraba con una
expresión llena de tristeza, si no lo confrontaban sus ojos eso solo ocurría
cuando la dama lo evadía o escondía la verdad.
-Somos más que solo amigos, de otro
modo ¿Por qué me has concedido el privilegio de tu cuerpo?- Era casi un
reclamo, una ilusión nacida de aquel sublime momento que fue compartido, una
noche que realmente los convertía en esposos.
-Ren... no te he engañado, mi
sinceridad ha estado contigo incluso más que con Arika... yo conozco mis
responsabilidades, por favor no olvides las tuyas- Se apartó del lecho, tenía
la sensación de estar aprisionada en tan estrecho lugar.
-Acepté todo esto solo por la
ocasión de ser verdaderamente tu esposo... ¿Pero esto es todo? Me elevas sobre
las nubes y luego, ¿Solo rompes las promesas que hicimos?- Estaba tentado a
levantarse de la cama y encarar a la
joven,
-Yo no dije amarte Ren, no de una
forma romántica... mis promesas fueron impuestas por mi posición, cada privilegio
tiene una responsabilidad, cada lujo, un costo... he lamentado que el acuerdo
de nuestros padres te pusiera en la misma posición que a mí, no he tenido
inconveniente con la idea de consentir libertades a tu nombre, solo lo
suficientemente discretas-
-Pero jamás sospechaste que yo
ansiaba ser tu esposo, no por un juego o por nuestros padres, yo te deseo
Mashiro, me has dado más de lo que pudiera aspirar ¿Cómo vivir sin ello ahora?-
-Eso no es amor Ren, si lo fuera...
sabrías respetar mis anhelos- La mirada celestina se desvió a un lado, haber
aceptado un acuerdo tan truculento los había condenado a los dos.
Tres toques, luego dos, silencio y otro más... recordaba
esa peculiar forma de tocar. -Un momento- Dijo Mashiro más para ajustar sus
ánimos que por el impedimento de abrir con demora. Volvió la vista sobre Ren,
cuyos ojos tristes la observaban. -Esta es una conversación que tendrás que
esperar- Un silencioso asentimiento por parte del Sayers y la princesa fue
hasta la puerta para conceder el paso a Arika.
De pie frente a la puerta estaba la
castaña jugueteando nerviosamente con la punta de su bota, tembló en cuanto la
entrada se abrió dejando ver la belleza inigualable de Mashiro, la joven
doncella lucía un vestido blanco con un velo perla en la parte inferior y
bordados plateados sobre la seda ajustada a su talle, la prenda no tenía mucho
vuelo pero sí una abertura generosa en la espalda que a su vez cubría con un
chalequito abrigador sobre el que se sostenían dos alas translúcidas con bordes
blancos de satén, en su cabeza ostentaba la corona que delatara su jerarquía y
sus largos cabellos sostenidos por una niña, nada tenía que envidiarle a un
cisne. Ambas se quedaron estáticas en un estado de mutua contemplación hasta
que la voz varonil de Ren las interrumpió. -Déjame verle, si va a ser yo esta
noche… quiero ver que no sea un desatino-
Mashiro se hizo a un lado y Ren pudo
verse casi en un espejo. Botas altas de un prístino color plata le obsequiaban
a Arika la altura que la naturaleza le había negado, allí estaba la menor en
sus mejores galas, un pantalón blanco perla, una cazadora blanca con bordados
plateados y una franja diagonal sobre el pecho de un azul cielo, un fajín
perlado y hasta las cintas honoríficas que delataban su próxima ascenso a la monarquía.
La castaña había concedido que Shinzo cortara un poco de sus cabellos para
hacerla ver más varonil, pero la mayor parte había sido sujetada en una larga
coleta y envuelta en un tejido similar al de su chaqueta, sólo la trenza en su
patilla derecha delataba la verdadera longitud de su melena. Para sorpresa de
Ren y de Mashiro, la querida Shinzo había usado el cabello sobrante del corte
para adherir a la barbilla de Arika una delineada barba que enmarcaba su
barbilla tal y como el otro Sayers usaba desde hacía poco tiempo.
-No dudes que esta noche nadie podrá
ver diferencia alguna entre nosotros- La voz de la castaña más grave y varonil
sorprendió a los dos. -Vamos ya querida, no es cortés llegar tarde a nuestra
propia fiesta- Arika sonrió y tendió su gancho a Mashiro.
-Arika… no tomes ventaja de mi mala
suerte- Musitó molesto desde el lecho un Ren celoso y angustiado.
-Tú has tomado ventaja de la mía,
estamos a mano Ren- No dijo más y apuró a la dama sujeta a su gancho para salir
pronto de allí. No se permitió hacer caso a su hermano a pesar de las réplicas
que se oyeron después incluso de cerrar la puerta, ambas jóvenes caminaron por
el pasillo y sólo antes de entrar al salón Arika le dirigió la palabra a su
acompañante. -Luces más hermosa que la luna, casi no encuentro el habla para
hacértelo saber-
Mashiro se sonrojó violentamente,
pero buscando algo de calma hizo la vista a un lado. -Tú también, luces estas
ropas bastante bien, sin embargo, ¿Por qué molestar a tu hermano de esta
forma?-
-Ya que su primer pensamiento para
mí fue dudar de mi palabra, incluso de la tuya… si no puede confiar en mí lo
entiendo, pero me molesta que dude de ti, así que lo dejaré angustiarse en vano
esta noche- Expuso con serio semblante en su faz.
-Si… en vano- Murmuró por lo bajo
mientras Arika exponía un ademán al encargado de la puerta para que les diera
paso al gran salón y anunciara su llegada como era lo acostumbrado.
La castaña elevó ligeramente el
gancho y con su enguantada mano acarició gentilmente los dedos de la joven
princesa -¿Lista?- Preguntó con suavidad, por su parte Mashiro asintió con una
sonrisa. Las puertas se abrieron, sus largos títulos fueron dichos, a sus pies
se extendía las preciosas escaleras del gran salón, caminaron con elegancia
ante la mirada de todos, más aguda e intensa la mirada crítica del Rey, Taeki
había interrumpido un sorbo de vino en su copa al escuchar que “El León de Arias, Ren Sayers Endel heredero
a la corona y el cisne de plata la princesa Mashiro Kruger Blan” habían
arribado a la fiesta. Una sonrisa amarga se formó en los labios de su majestad
al evidenciar la diferencia que nadie más podría en toda la sala, Arika Sayers
se mostraba incluso más portentosa que Ren y su querida hija sonreía con
sinceridad solo por la razón de su presencia esa noche.
-Que hermosa se ha vuelto la bella
Mashiro y que distinguido se ve su esposo, apenas falta que nos brinden la
dicha plena de un heredero, serías abuelo en tiempos propicios, amigo mío- Una
palmada gentil llegó al hombro del Monarca, Taeki se alegró pues conocía el
gesto de uno que con muchos años era casi un hermano para él, Kenji Okuzaki, el
comandante en jefe de su ejército, el más leal de todos, alguien para quien no
tenía secretos.
-Conoces mejor que nadie el arte de
lo que oculto está, ¿Acaso has perdido el toque?- Bromeó tentando a la
casualidad y la audacia del guerrero, muy conocedor de los momentos y detalles,
la observación lo es todo en un oficio como el de Okuzaki.
-No el toque, pero si la
discreción... una jugada arriesgada de su parte, aunque confío en quien
depositó su confianza, vaya Rey que sería si fuera posible... uno de los
grandes, con una sabia esposa- A pesar de la seriedad de su rostro, una semi
sonrisa en los labios delataba la aprobación del mayor y padre de Akira
Okuzaki.
-Está de acuerdo entonces-
-¿Olvida Taeki que es el Rey y su
voluntad está sobre muchas? No podría no acordar, pero si me lo pregunta como
amigo, no la veía tan feliz desde hace varios años, así que bien vale la pena y
por esta vez que lo cierto, oculto sea- Kenji elevó su copa y logró que el más
joven volviese a centrar su atención en la diplomacia, en ser el adecuado
anfitrión que alejara la atención de su hija y su ‘Esposo’.
Más lejos de aquel espacio,
caminando con sus manos sujetas como si fuera aquella silenciosa manera de
comunicarse sobre el sonido de la orquesta y las voces a su alrededor, con las
mudas miradas cómplices que lo desvelan todo, no decían mucho, solo se
observaban, encontrándose las miradas del cielo. -Bailarías... ¿Conmigo?-
Susurró en su oído inclinando levemente la cabeza para hacerse escuchar en
aquel suave y gentil tono de voz.
-Sería... dulcísimo- Afirmó Mashiro
con una sonrisa en los labios, cerró sus ojos y suspiró largamente percibiendo
el aroma de esa persona, disfruto de la curiosa caricia que le prodigó la
trenza cerca de su cuello, una venia y una mano extendida, la tomó y se
encaminó al centro de la pista.
Allí sus manos se juntaron una vez
más y el baile dio principio, un, dos, tres... un, dos, tres, al paso del vals,
se deslizaron como ángeles sincronizados y danzaron prodigiosamente sobre las
nubes a la vista de los invitados gratamente sorprendidos, era como volar sin
la necesidad de alas, solo bastaba mirarse reflejada en los ojos azules de la joven
enfundada en aquellos atuendos principescos y saber cuán perfecto podría ser un
sueño si era con la persona adecuada. Una inclinación tenue y Mashiro se dejó
hacer, sintiendo la mano en su talle no temía caer, no había un lugar más
seguro en el mundo, ser suya aunque se tratara de un efímero momento se
convertía en una sensación onírica, se irguió nuevamente, mano a mano, la otra
en su talle, un, dos, tres, una vez más, entonces el salón estaba vacío sin
importar cuantas personas les contemplaran, se miraron. -Tiemblo... se
desvanece el mundo si cerca estás- La voz grave que con esfuerzo sostenía la
castaña, los ojos zafiro que la observaban con tanto fuego, un dejo amargo y
otro poco de contento, allí en las puertas de su alma podía ver la intensidad de
un amor tan puro.
Cesó la música, se detuvieron los
pasos, llegaron los aplausos y los brindis, pequeños globos luminiscentes se
desperdigaron en todas direcciones, un ademán del rey bastó, prescindieron
temporalmente de las luces principales y solo por esa ocasión las tiernas luces
amarillas en las pequeñas farolas brillaron más intensamente, asemejando a la
primera nevada que aconteciera ese día, el primero de invierno.
Disfrutaron del instante de paz que
eso suponía, el silencio y la admiración de las personas, Mashiro aprovechó la
oportunidad para reposar en el abrigo de los brazos de Arika, apoyó su cabeza
en el pecho del que a los ojos de todos era su amante esposo, pero el
apresurado latido que escuchaba le recordaba la verdad, se dejó hacer simplemente
¿Para qué fingir amarle si ya la amaba con todo su ser? Pasaron los instantes,
todos miraban el techo donde las farolas flotantes se deslizaban por efecto de
ventilas dispuestas especialmente para ese show, cuidadosos cálculos y
corrientes mecánicas deslizaban las luces formando figuras en las sombras.
-Esta es mi parte favorita...- Susurró Arika mirando encantada las luces, como
si todavía fueran niñas, maravillarse de las cosas era un don preciado.
-Hay otras ocasiones especiales...-
Dijo aún más bajo la princesa.
Pero Sayers la oyó, bajó su rostro y
se encontró con el de ella tan cerca, se sonrojó. -Mucho... mucho más
especiales- Inclinó su cabeza un poco más cerca ya hipnotizada por el celeste
mirar del cisne de plata, cerró sus ojos para no perder su valentía.
-Más... memorables- Se dejó llevar,
se olvidó de todo y de todos, acercó sus labios a los de ella y un roce casi
imperceptible tuvo lugar, quiso levantarse de puntillas e intensificarlo,
cuando una mano en su hombro le impidió la tarea, la princesa volvió la vista
más que molesta, se quedó helada al ver unos ojos como los propios, desvió la
mirada abochornada y se apartó instantáneamente dando a Arika el tiempo
prudente para abrir sus ojos.
-Te he buscado hija mía...- Dijo con
voz ronca Taeki, a su espalda se encontraba un caballero de galas negras e
insignias propios de un duque, sus cabellos blancos e iris carmesí lo delataban
como ascendente de los Dai Artai.
-Así que tú eres el prestigioso León
de Arias, un título ostentoso para un niño- Nagi tendió su mano al apuesto
heredero de la corona, la que será su corona. Una falsa sonrisa y un apretón
menos amable tuvo lugar entre los ‘hombres’, Taeki padeció cada segundo de
aquel gesto y de otras tantas injurias disimuladas con tanta elocuencia, rogó a
la diosa impedir un escándalo, más sorprendido se halló ante la entereza de
aquella a la que subestimara.
Arika contuvo con sendos esmeros el
dolor que aquel saludo le ocasionó, respiró y procuró guardar el decoro para
defender el honor mancillado tan políticamente. -Le pertenece a mi familia por
el honor de vencer en Arias durante la guerra de los 1000 días... le aseguro mi
Lord, que honrosamente podría batirme mil días más por la gracia de mi bella
esposa y la amistad de su majestad-
-Una aseveración muy lustrosa para
engalanar a una dama tan hermosa o incluso halagar a un rey... oh mi joven
amigo, “El cisne de plata” ese sí que
es un adecuado título para una princesa, no existe una mejor alabanza a la
gloria de su nombre Alteza, aún si se queda corto para describir tanta gracia-
Nagi pasó de largo a un lado de Arika, chocó sutilmente su hombro intentando
enervar los ánimos, luego se inclinó y tendió su mano a la que sus ojos no
evitaban ver con lujuria.
Mashiro se sintió asqueada, pero no podía
desairar a uno de los miembros de la familia real de Artai, aun si fuera un
duque en una muy lejana línea de sucesión al trono, el protocolo la obligaba a
tender su mano y recibir así el gesto gallardo del caballero. La joven contuvo
su malestar y observó con preocupación a su castaña acompañante temiendo una
reacción más molesta, retar a todo aquel que osara acercarse a ella no era la
mejor medida ni la más adecuada cuando de política se tratara.
-¿A qué debemos el honor de su
presencia? Duque- Una parca voz llegó desde la espalda del peliblanco.
-Conde Ario, soy un hombre de
negocios y a decir verdad estoy bastante interesado en las embarcaciones que su
familia produce, barcos es la tendencia actual para hacer llegar lo que se
desea hasta los mismos confines de la tierra- Musitó Nagi ligeramente más serio
e interesado en observar al guiñapo que le parecía su rival. -¿Me concedería un
breve momento de su tiempo?- Invitó con un ademán, como si no acabara de
ofender en bastantes aspectos al castaño.
-Absolutamente, más no sea mucho
Duque, pues esta noche es de celebración y otros desean saludar a la princesa y
al león de Arias- Murmuró hábilmente Arika para sorpresa de Mashiro y Taeki.
Conde y Duque se alejaron un poco mientras el de ojos sangría cuestionaba las
dimensiones de las embarcaciones más grandes a la disposición de la familia
Sayers, nudos de alcance y lógicamente, su precio.
Dicho interludio fue aprovechado por
Taeki quien murmuró lo más bajo posible en el oído de su hija. -No pretendas ni
hagas tan bien tu papel mi niña- Claramente él no había pasado por alto las
intenciones terribles de su hija, darle un beso a Arika, aun si fuera solo
fingir ser una pareja feliz en aquella velada, estaba claro que ello no era
necesario, entonces la chica lo hacía por el placer de hacerlo ¿No delataría
eso un sentir que diera alas a las esperanzas de la doncella Sayers?
-Es difícil controlar mi amor por mi
esposo, padre- Dijo la peli plateada igual de bajo, aunque con un dejo
sarcástico en la voz.
-Desearía que eso fuera cierto o que
pudiera hacer realidad tu anhelo, pero no es así hija... así que no le hagas
daño, si no puedes darle todo, no le des... migajas- La miró directamente y
negó con la cabeza. -No es justo, para ella y lo sabes-
Mashiro no tuvo palabras para
replicar eso, bajó la mirada y contuvo un nudo en su garganta. -Déjame
contemplar la dicha en esta ocasión, para que mi vida tenga sentido solo esta
noche ¿Es eso tanto pedir padre?-
-No podrás dejarle ir si te atreves
a intentar...- Advirtió el mayor sujetando la barbilla de la menor, obligándole
a verle. -No pruebes tu suerte si no vas a tenerle otra vez, es... demasiado
doloroso- Aconsejó, sabía que solo una pena más honda se formaría en su
interior, ya sería imposible solo resignarse.
Tensó la mandíbula. -Le dejaré ir...
esa es mi promesa- Intentó refutar, no esperaba verse importunada, si de las
pocas cosas buenas que traía consigo fingir esa noche, era el no preocuparse
por lo prohibido de su sentir y si Arika tenía que marcharse a la mañana
siguiente ¿Por qué no permitirse aquel desliz?
Se formó un repentino silencio, él
no podría afirmar ni permitir un comportamiento semejante, pero como matar de
un solo tajo la ilusión que fuera austera durante meses, qué difícil era no
ceder un poco, pero alguien tenía que mantener la cabeza sobre los hombros y
para Taeki, aquellos tiempos de amor juvenil habían pasado a ser solo lejanos
recuerdos cada día más distantes.
-¡Sharame! ¡Mashiro-Kaira!- Se elevó
una voz alegre entre la multitud, los celestes distinguieron una figura morena
en un vestido negro con detalles rojos ligeramente descubierto para la fría
estación invernal, pero que bajo la calidez de las luces, faroles y las
antorchas, era adecuado.
-Ch... ¿Chie?- Saludo dubitativa a
la que otros llamaban la princesa desterrada, pero tan deplorable título no le
importaba demasiado, para Mashiro ella era Harada “El oasis del desierto” y continuaba siendo la heredera al trono de
Argos, además de una apreciada amiga. -Lady Harada- Recobró la compostura.
Un beso a cada mejilla, así como un
abrazo prolongado y la amabilidad de Mashiro volvía a fluir, Chie le recordaba
la brillantez del sol, la dualidad de lo sensual, bastaría contemplar sus
atuendos y sabría que la morena gustaba de hacerse desear, pero como una deidad
inalcanzable se aseguraba de hacerse ver con su exótica belleza y nada más.
También admiraba su valentía, aún si la mirasen mal ella continuaría tan serena
como siempre, pese a que todos sabían que la silenciosa doncella que la acompañaba
era su amante, allí estaba sin falta en el festival de invierno de Windbloom,
miró a la gentil Aoi Senou a quien saludo con un asentimiento de cabeza. Por
parte Taeki se retiró discretamente, de una grande le había salvado la Argita,
sin respuesta, sin un no ni un sí a aquella atrevida solicitud, por otro lado
si Arika y Mashiro no se encontraban a solas, todo estaría bien, por lo menos
el recato les obligaría a guardar las prudentes distancias.
-Que hermosa estás, más brillante su
mirar... algo encuentro diferente en ti Sharame- La dama Argita no estaba
segura de saber qué era lo que veía en sus ojos, pero apostaría sin dudar su
dote por la idea de saber que algo había cambiado en Mashiro.
La de plateada melena sonrió con
cierta tristeza. -No es el brillo, ni es la dicha... quizás se trate del llanto
que se asoma- Aunque su faz fuese un mar de calma para el que la mirara,
aquellos que la conocían de mucho más tiempo podrían ver que una tormenta
estaba anclada en su pecho, cada vez que miraba en la dirección de aquel
caballero.
-Miras a tu esposo, como si no te
perteneciera... con el corazón roto- Chie fue discreta al decirlo, no
comprendía completamente a que se debía tal situación, una pena ¿Acaso los dos
tenían dificultades románticas? ¿Estaban peleados?
-No me pertenece... no esa persona-
Afirmó Mashiro notando como Arika exponía ante Nagi las dimensiones de las
embarcaciones con sus manos, dibujando en la mente del otro la capacidad de los
navíos de la familia Sayers, al parecer los negocios se le daban bastante bien,
lo sabía, que ella jamás fue menos inteligente que Ren, pero ser mujer
significaba yacer a la sombra del hijo legítimo de aquel hombre,
-¿Entonces de qué te sirve todo
esto? Si eres infeliz- Cuestionó amablemente Chie.
-Eso me pregunto cada día... pero
por favor hablemos de otros temas más felices, ¿Qué ha sido de ti todo este
tiempo?- Era lo mejor, no seguir pensando en imposibles y tratar historias más
interesantes.
-He viajado de vuelta a Argos, mi
padre ha enfermado severamente y después de algún tiempo, falleció- Informó
Chie acariciando su barbilla, con la vista ida, luego sonrió ladinamente y
acomodó el flequillo indiscreto que escapaba de la moña de Mashiro.
-Esa no es mi idea de un relato
feliz... como lo siento- Sujetó entre sus manos la de Harada intentando
prodigar un sincero consuelo.
-Es feliz, pues ya no soy paria en
mi propia tierra... mis años de nómada han acabado- Aunque no parecía tan
dichosa de informar aquello, renunciar a su libertad siendo un espíritu libre,
más le recordaba la idea de enjaular a una preciosa ave. Pero la morena no se
notaba molesta con ello. -Me dijo que viniera aquí y le mostrara al mundo a la
nueva Reina de Argos- Golpeteó tenuemente el metal sobre su cabeza.
Mashiro se abochornó de no haber
notado ese detalle, inclinó la cabeza como dictaba el protocolo ante alguien de
mayor jerarquía. -Me apena en verdad mi falta de observación-
-En realidad, quisiera pasar
desapercibida, pero sabes cómo son estas fiestas, se viene a hablar de política
cuando todo lo que se anhela es tomar una copa tranquilamente- Dijo aquello,
tomó una copa de vino con una expresión divertida en su faz.
-Así que estas aquí conmigo para
ahorrarte la charla con los señores de las otras naciones-
-Yo lo vería como el desarrollo de
un vínculo futuro, tú serás reina un día- Afirmó alegremente Chie. -Además
ellos son muy, muy aburridos-
-Ojala fuese tan impresionante como
se oye- Suspiró la de cabellos plata.
-Tal vez, si todo lo que observas
son las obligaciones que una posición semejante implica, pero también debes
apreciar las cosas buenas que esto puede traer- Levantó ligeramente los hombros
con la jovialidad que la caracterizaba.
-¿Cómo cuáles?- La princesa levantó
una ceja curiosa e interesada en su interlocutora.
-Tu reino, tus reglas... piénsalo un
poco y quizás puedas cambiar los pesares que te agobian-
-Aún debo ser paciente, si voy a ser
lo que se espera de mí, o ser un poco más- Dijo con aplomo la más joven de las
dos.
-¿Bailarías conmigo?- Preguntó
intempestivamente la morena reina Argita. -Sospecho que necesitamos rescatar a
tu esposo de Lord Dai Artai o lo tendrá secuestrado toda la noche-
-Sería escandaloso- Murmuró apenada
Mashiro, los nobles, reyes y todo el mundo las miraría en mala forma.
-Esa es la idea Sharame- Chie tomó
su mano sin dilaciones y la guio a la pista de baile, Mashiro sonrió ante la
curiosa idea de la dama pues una vez comenzaron a bailar todos las observaron
con desaprobación, un pequeño dejo de su yo rebelde disfrutó aquel momento pues
no podría cuestionarla su padre si aquel pedido había venido de la reina de una
nación vecina.
Más apartados estaban Nagi y Arika,
quien exponía al Dai Artai la mejor posibilidad, la que más se acomodaba a sus
necesidades pesqueras. -12 varas es la dimensión más adecuada para puedas usar
el barco en ríos de gran envergadura y capaces de tolerar las costas marítimas
de Artai... Justamente los Nautilus tienen mayor alcance y estabilidad-
Explicaba Sayers al prospecto de comprador que tenía frente a sí, aunque lo
negara le apasionaba el oficio de su familia, pero su padre jamás le dio la
oportunidad de navegar en los barcos o de apoyar los negocios familiares,
quería que fuera como toda mujer, una joya casadera que se exhibe al mejor
postor.
-Vaya, tu esposa corre peligro joven
amigo...- Dijo Nagi que no perdía de vista a Mashiro desde la ocasión de su
arribo a la fiesta y que solo buscaba truncar la romántica velada de los
amantes, pues ingrato hubiese sido contemplar un beso entre los dos, de allí su
idea de importunarles con una oferta que un hombre de negocios como Ren no
podría rechazar. Arika volvió la vista preocupadamente sobre la que fungía esa
noche en el menester de esposa, sin embargo sonrió al notar la conocida
presencia de Chie Harada. -¿No harás nada? De esa mujer se sabe que es voraz
con las doncellas-
-Haz sido mal informado, Harada es
alguien leal y su ‘voracidad’, como así la llamas, está reservada a la señorita
Senou, la dama que yace de pie con N... Kuga-san en la mesa de las viandas-
Señaló la castaña al par que miraban sonrientes el atrevimiento de Chie. -Si no
pudiese depositar mi confianza en mi esposa, sería en verdad infeliz ‘querido’
Duque- Casi le contrariaba la casualidad, el ritmo de la tonada acrecentó y con
ello los ires y venires de Chie y Mashiro en la pista, un tanto más atrevidos
para las costumbres establecidas, Sayers tensó la mandíbula pero no le dio el
gusto de ver su enojo a Nagi.
-Yo no me confiaría en su posición,
el encanto del cisne de plata hace languidecer a todas las demás doncellas del
lugar- Nagi no podía esconder sus anhelos con Mashiro, era incluso inconsciente
de eso, pero no así Arika que contenía sus celos al ver la forma en que la
miraba, primero un baile no censurable pero si gallardo en la cabeza de Chie y
luego a otro, que no cesaba sus insinuaciones sobre la princesa.
No, ningún ser permitiría una mirada
tan desvergonzada sobre su pareja. -Me preocuparía más de usted... que es el
único entre los presentes que mira con más que solo admiración a mi esposa-
Dijo con un tono mortalmente frío.
-Bien, creo que ya he tomado
demasiado de su tiempo... mañana pasaré a dialogar con su padre el acuerdo al
que hemos llegado hoy, compraré una flota entera jejeje- Nagi puso pies en
polvorosa como si tuviera la sensación de que alguien caminaba sobre su futura
lápida.
Arika yació a solas en el lugar
mirando con el ceño fruncido al peliblanco, tenía una mala sensación respecto a
él, pero en la posición que se encontraba desairarle, solo significaría hacer
ver mal a la familia Sayers y al Rey Taeki, se había contenido por mucho
tiempo, incluso en el momento en que aquel desdeñable besó tan babosamente la
mano de Mashiro. Negó con la cabeza antes de caminar hacia la mesa en la que
estaban Aoi y Nina ¿Cómo es que no había visto a la pelinegra antes?
-Eh Nina- Arika levantó la mano
amigablemente, pero fue ignorada olímpicamente cuando llegaba a su lado.
-Vaya que bailan bien, demasiado
bien diría yo...- Murmuró la Kuga tan distraídamente, ante sus ojos Chie estaba
tomando considerable ventaja del hecho de ser reina recientemente nombrada y no
escondía en su danza el pudor que escandalizaba a los hijos de Windbloom, ya
Mashiro se miraba nerviosa y en aprietos por lo apegado de aquella danza, o la
inclinación de la que era objeto y hasta la fecha solo le había permitido a
Arika en su anterior vals.
-Las mazurcas son así, algo
ajustadas- Dijo Aoi con una sonrisa nerviosa en los labios. -“Chieee voy a matarteee”- Pensó por
dentro la doncella de fuego, que si bien no dudaba de la lealtad de su amante,
tenía la certeza de que más de un par de personas lo estaban cuestionando ya.
-Baila... conmigo- Dijo Arika sin
mediar palabra, ardía el fuego en su mirada al ver tanta desfachatez. Así que
arrastró a la pista de baile a la que era su amiga desde la más tierna
infancia.
-¿Qué? pero... pero... no se bailar
eso... Sayers ¡Sayers!- Se quejaba y asombraba de la fuerza que tenía su amiga
cuando de celos se trataba.
Una vez de pie en el lugar idóneo
para bailar. -Pues que bien te movías en el festival del solsticio de verano,
recuerda los pasos y ya- Arika no pensaba ciertas las palabras de Nagi, pero
notar la extrema proximidad de Chie con Mashiro, el contoneo de sus caderas y
las venías varoniles, casi de cortejo que empleaba en la Mazurca le hizo hervir
la sangre en las venas, no sabía correcta tal acción de territorialidad, pero
tampoco se quedaría solo a verlas danzar. Puso su mano en la cintura de Nina,
la cual usó por consejo de Shinzo un traje oriental de seda roja e hilos dorados,
un precioso dragón ascendía desde la parte baja del vestido hasta la altura de
su espalda delineando el bello cuerpo que la Kuga escondía oportunamente bajo
atuendos más amplios, la pelinegra lucía en verdad bella con aquellas galas y
la abertura en su pierna le daba la movilidad que aquella danza animosa exigía.
-Me parece que quieren hacernos
competencia- Murmuró Chie con la mano de Mashiro sostenida en lo alto, de entre
las parejas que bailaban notó muy pronto el arribo de Ren en la dulce compañía
de Nina Kuga. -Dime la verdad Sharame ¿Es ese tu esposo?-
Mashiro buscó en la misma dirección
que miraba Chie mientras se deslizaban lado a lado en la sección de marcha
elegante propia de aquella Mazurca, el interludio antes del último ‘tempo’ en
el que volvería a estrecharse con tanta proximidad, si menos de 10 cm de
espacio se consideraba vulgar para aquellas gentes. Muy para su disgusto
reconoció a la compañera de danza en la morena prima de Natsuki, frunció el
ceño con más que solo molestia. -No se comporta como uno al parecer-
Chie sonrió divertidamente. -Lo
mismo podría decir él... o más bien ella- Giró en el último movimiento y volvió
a tomar el talle de Mashiro, para iniciar a última sección de la mazurca.
-¿Qué dices?- Murmuró espantada la
princesa de Windbloom al ver descubierta la treta.
-No es evidente, no temas por
eso...- Aclaró Chie para que la otra no diera un mal paso. -Ren tiene una
cicatriz muy pequeña en su ceja a raíz de aquel incidente del árbol cuando
éramos más jóvenes, hábilmente le hicieron un pequeño desnivel en la ceja a tu
acompañante pero hay detalles muy sutiles en la fisionomía de una dama que
escapan de la vista general, no así la mía Sharame- Chie sonrió. -Es Arika, ¿No
es así?- Mashiro se concentró en no errar sus pasos y asintió levemente con la
cabeza ¿Qué sentido tenía ocultar lo evidente? La Argita era observadora como
pocas y su conocimiento de la figura femenina no escapaba a su memoria. -Es por
eso que sufres, lo he sospechado a lo largo de los años y me embargó una honda
tristeza el día que supe de tu afirmación sobre su hermano- La de piel
broncínea por el sol, aprovechaba el beneficio del sonido de la música además
de la proximidad para tener una charla lo más privada posible.
-No me lo recuerdes por piedad...-
-Lamento decirlo, si ha pasado el
tiempo y una boda no es algo que puedas remediar Sharame- musitó con sincera
pena.
-Eso lo sé...-
-Entonces ¿Por qué privarle de la
compañía de Kuga? No es del todo justo...- Chie intentó sonar comprensiva.
-Es doloroso simplemente... se irán
mañana y ya no volveré a verla, entonces son estas cortas horas el único tiempo
del que dispongo para estar a su lado- Admitió con hondo pesar la heredera de
Windbloom.
-Entonces no pierdas más el tiempo
en discusiones absurdas, la diplomacia espera... ella no estará aquí
nuevamente- Indicó la Harada una vez concluyó la canción y los aplausos
generales se escucharon, más una campanilla atrajo la atención de todos los
reunidos, el gran banquete daría principio.
Todos los danzantes abandonaron la
sesión de baile y se dirigieron a las mesas a la espera de ser servidos los
alimentos, Mashiro sonrió con amargura comprendiendo que otra hora sería
perdida sin posible excusa para hablar con la castaña a solas, acompañó a Chie
hasta la mesa más próxima, su padre que la miraba con reproche disimulado elevó
la voz para dar el discurso acostumbrado con ocasión de la ceremonia del primer
copo, pero esto se convirtió en un sonido muerto y de fondo para la dama, pues
sus ojos no se apartaban de Arika y Nina, las cuales hablaban muy cercanamente,
ambas llegaron al tiempo a la mesa y la castaña que debía acudir a su lado
conservó las distancias tomando asiento junto a la oriunda de Fukka. Numerosos
sirvientes finamente ataviados sirvieron bandejas con exquisiteces y platos
típicos de todas las naciones allí presentes, para su mesa fue servido Zas
caramelizado, vino de Ealis, y postre de Windbloom.
Todos comenzaron a comer en cuanto
el Rey concluyó su discurso y tomó asiento junto a los regentes de Ealis, todos
salvó Arika que como una niña contemplaba los platos casi con lágrimas en los
ojos, Mashiro se avergonzó rauda por haber olvidado las heridas de las manos de
la querida Sayers, quiso cambiar de asiento y acudir en su rescate, estaba
segura de recordar que aquella comida se antojaba deliciosa y la chica no había
probado alimento desde su arribo a Windbloom, pero se detuvo en cuanto notó que
Nina le tendía un bocado de comida con una cuchara de plata, un gesto tan
naturalmente ofertado y del mismo modo recibido que la espina alojada en su
pecho pareció crecer un par de centímetros en el acto. No dijo nada, perdió el
apetito casi de forma instantánea, pero un tenue tacto de la mano de Chie sobre
la suya y un gesto de apoyo bastó para que se esforzara en comer y no
contrariar a la Reina de Argos.
-¿Para cuándo planean retornar a
Fukka?- Preguntó Aoi intentando hacer algo de conversación en el silencio
sepulcral que se había formado.
-Mañana Alteza... no debemos tardar
más- Respondió Nina con toda la seriedad de la que era capaz.
-¿Tan prontamente? Es una pena,
nosotros estaremos unos días más antes de retornar a Argos... es algo así como
nuestro último pequeño viaje- Musitó Aoi con cierto pesar.
-No digas eso mi amada Nereida, el
que sea Reina no implica un eterno estancamiento, también tendremos que acudir
a otros lugares... no pretendo encerrarte en mi alcoba eternamente- Intervino
ladinamente Chie, con lo que las demás comensales se sonrojaron abruptamente.
-¡Chie!- Reclamó penosamente la
gentil señorita Senou.
-No estamos en la presencia de
aquellos que miran con desdén nuestro amor, ni son niñas con las que hablamos,
veo tanta pasión en los ojos de nuestros acompañantes que no he podido esconder
la mía- Afirmó la Argita con una expresión de complicidad, casi retando a Arika
que era además de Nina la más sonrojada por los atrevidos comentarios de Chie y
que también comenzaba a sentir vergüenza por sus celos previos.
-Me parece que son bastante
inocentes...- Afirmó Aoi tratando de contener las palabras de Chie, a las que
si diera la oportunidad podrían ser más atrevidas.
-¿Acaso me dirán que no conocen ya
las mieles del amor?- Cuestionó Chie ligeramente sorprendida. Nina y Arika
negaron con la cabeza bastante apenadas, seguramente a su edad era algo
extraño, si por un lado eran doncellas casaderas y de ser otros sus gustos ya
hubiesen conocido en la carne el placer, en su posición y deseos, no habían
intimado nunca con otra fémina.
-Pero joven Ren... usted y su esposa
no...- Chie no pudo evitar la ocasión de una broma.
Arika levantó la mirada preocupada,
había olvidado por completo que interpretaba el papel de su hermano y que...
muy seguramente él y Mashiro ya. -Err... un... un caballero no tiene memoria,
Majestad- Los ojos Zafiro buscaron los celestinos esperando una silenciosa
respuesta, más la forma en que Mashiro evadió su mirada delató la dolorosa
verdad. -“Debí haberlo sabido...”-
La Argita se arrepintió
instantáneamente de haber jugado aquel ardid, estaba tan segura de los
verdaderos deseos de Mashiro que no supuso ni por un momento que ella y Ren
hubieran intimado, se maldijo a sí misma por develar tan cruda verdad ante
Arika, pues claramente la castaña había delatado su sincero sentir en medio de
aquel baile. -Es...- ¿Y qué decir ya? Honda culpa se alojó en su rostro.
-Es un privilegio glorioso... de eso
no cabe duda- Arika sostuvo su postura como el falso Ren que era para esa
ocasión, aunque el llanto quería asomar en sus ojos. -Con su permiso señoritas,
vuelvo en un momento- Se puso de pie y caminó fuera del salón fingiendo buscar
el servicio para caballeros, en cuanto logró llegar a un solitario pasillo,
apoyó la espalda en la pared y se dejó caer hasta el suelo... una vez allí
derramó las lágrimas que el salón había contenido por la presencia de cien
invitados, yació así durante varios minutos hasta el momento de recuperar un
poco de su compostura, ponerse de pie y reflejar en un rostro ausente la
frialdad con la que quería recubrirse para no sentir más dolor. -No era una
sorpresa ¿Verdad? ¿Qué hacen los esposos he? Eres idiota Sayers- Se dijo a sí
misma antes de secar la humedad en su rostro y erguirse lo mejor que le fuera
posible.
-Ha... Tardado demasiado- Murmuraba
Mashiro moviendo la cuchara sobre un plato casi sin probar.
-Solo fue... al ‘Toilette’- Decía
Nina intentando no preocupar a las demás como ella si lo estaba. -Ahí viene-
Dijo para alivió de las reunidas.
Arika fue interceptada por Taeki
antes de alcanzar la mesa, el mayor le sujetó por el hombro y al ver sus ojos
se llenó de culpa, sin embargo la escondió en la tensión de su puño cerrado.
-Gracias por todo...- No sabía qué decir para consolarle y a la par la
solicitud que deseaba hacer, era demasiado pedir. -Pero... por favor vete
mañana a donde escojas, te juro que velaré para que nada te falte jamás-
-No necesita hacer nada de eso...
Majestad- La castaña levantó la vista, tan vacía como sus esperanzas y su
propia agonía. -Lo he entendido ya, él es... irremplazable- Retiró el hombro de
la mano del rey y quiso seguir su camino, cuanto más pronto acabara la noche
más rápido podría prepararlo todo para marcharse.
-Sayers...- Suplicó su apellido el
monarca de la nación, Taeki sabía que se condenaría en el infierno, pero era
además de fortuna, títulos o cosas, lo único que podía dar. -Hoy no te sirve de
nada, pero algún día... espero que algún día te sea de utilidad- El Kruger vio
al ‘muchacho’ detenerse, volverse a mirarlo, entonces le tendió tres documentos
sellados y seguramente firmados. -Hice una carta igual para ti, la primera es
la de Kuga, la segunda es una misiva para mi hermano y la tercera es para ti...
ruego que algún día puedas hacer uso de ella con la persona que en verdad pueda
amarte y que tú ames- Lo último fue dicho con suavidad, aunque no hubiese nadie
cerca debido a que todos estaban entretenidos con las exquisiteces de sus Chef.
-Gra... gracias mi lord, pero podría
dársela a alguien que en verdad pueda usarla- Tomó apenas las primeras dos.
-No la rechaces por favor... es lo
único que puedo dar, si no puedo hacer nada por tu alegría siempre cálida,
recíbelo en nombre de mi hija, a quien le importas demasiado- Sabía que con
esas palabras la menor no podría negarse, era un insignificante alivio a la
culpa que contendría en su interior cada día mientras viviera.
Arika abrió los ojos, era como tener
una daga incrustada y además ver que la girasen teniéndola adentro, bajó la
mirada y recibió la carta. -Gracias, por tener más esperanzas sobre mí que los
demás, incluso sobre mi padre- La castaña guardó la carta dentro de su cazadora
solo por no desairarlo más. -Le llevaré está a Nina y ella estará más que
feliz- Dijo para salir del paso y no tener que ver a Taeki por más tiempo, a él
lo quería como a un padre, pero lo detestaba igualmente por darle tanta fortuna
a Ren, no era justo... en cualquier caso le hubiera dado la oportunidad a
cualquier otro, antes que a ella y por eso detestaría cada día los lastimeros
ojos con los que le miraba. -Hasta... nunca, majestad- No contuvo un grosero
decir, pero era eso lo que él quería oír, lo supo desde el momento en que
volvieron a verse a la cara.
Sus pasos se alejaron, Taeki no
escondió su descontento, pero tampoco acudió en busca de una disculpa, no
quería forzar más los límites de la joven y menos aún en una situación tan
pública como aquella, se iba y eso era a fin de cuentas lo que realmente
importaba, así que camino en la dirección contraria para charlar un momento con
el representante de Artai, esperando que al compra de aquellos barcos fuera
simplemente una vista de algún negocio futuro entre las dos naciones.
Arika llegó a la mesa, pasó de largo
sobre Aoi, Chie y sobretodo, de Mashiro, de pie frente a Nina sonrió
genuinamente y elevó los sobres blancos con el sello real sobre la resina roja
a la vista de su amiga. -El rey te envía la carta que tanto esperabas, me
alegro tanto por ti- informó lo que ya intuía la de ojos magma.
La Kuga no escondió su alegría, la
cual estalló en un abrazo sobre la magullada Arika, casi quiso levantarla entre
sus brazos, pero recordó que eso se vería terrible en el papel de Ren, nada
varonil para ser precisos, abochornada se apartó. -Es un sueño... de verdad que
lo es- Musitó sonrojada la pelinegra.
-Ahora la boda podrá hacerse, eso
es... es increíble- Esta vez fue Arika la que abrazó a la pelinegra,
olvidándose así de su propio pesar prefería estar feliz por quien sí podía
serlo.
-Vaya, ¿Vas a casarte Sharame?-
Intervino Chie esperando que nadie notara como Mashiro quería destrozar con sus
manos una servilleta bajo la mesa y de paso lograr algún distanciamiento físico
entre Nina y la castaña, una que parecía mágicamente recuperada.
Nina se desprendió del abrazo de su
amiga y miró nerviosamente a sus acompañantes. -Err... sí, yo necesitaba esta
carta, es para...- No sabía cómo explicar el asunto sin exponer una larguísima
historia detrás, entre esas, la ruptura de su compromiso con Sergei Wong y la
aparición de la graciosa Erstin Ho en su vida.
-Un permiso especial para que dos
doncellas puedan desposarse...- Se adelantó Arika, era la forma más técnica de
explicarlo. -Una carta idéntica a la Natsuki- Levantó los hombros con calma.
-Es lo menos que pudo hacer su majestad después de que ella arriesgara tanto el
pellejo para llegar hasta aquí-
-Algunas matarían por un documento
así- Dijo Aoi con una expresión sorprendida.
-Y quien es la afortunada que será
tu esposa querida Nina- Cuestionó intrigada la joven reina.
-Arika Sayers... mi pequeña hermana,
de ahí que yo esté tan contento... ya pronto, seremos familia ¿No es así Nina?-
Arika buscó con la mirada los ojos carmesí de Nina implorando por dentro que no
negara su suplicante petición.
La pelinegra volvió la vista sobre
su amiga, sintiendo su mano presionar con más fuerza de la necesaria su hombro,
sabiendo cuán grande era su deuda y cuanto más intenso el dolor que sentía la
portadora “Del Zafiro del cielo azul” simplemente asintió. -Como siempre, el
amor está a la vista y no lo notamos tan fácilmente- Dijo Nina intentando sonar
convincente.
-Woo... muchas felicidades Nina-chan-
Se levantó de su asiento Aoi y acudió con una sonrisa a dar las pertinentes
felicitaciones a la Kuga.
Zafiro y cielo se cruzaron, una
batalla épica tuvo lugar entre ambas miradas, hasta la ocasión en la que
Mashiro no pudo sostener la suya, sus manos soltaron la prenda rasgada y con la
más falsa sonrisa se levantó de su asiento. -Felicidades a las dos... hazme
saber de la fecha para asistir a tan memorable ocasión-
-Gra... gracias chicas...- La Kuga
apenas y notaba el embrollo en el que se estaba metiendo, tragó saliva e
intentó parecer normal.
-Te haré una despedida de soltera
que no olvidarás nunca... bueno, a las dos- Dijo Chie sin dejar de mirar a ‘Ren
Sayers’.
Charlas sobre los preparativos de la
boda de Nina tuvieron lugar durante lo restante de la cena, la tensión en la
mesa podía cortarse con un cuchillo y los minutos se hicieron eternos para la
pareja de ‘Esposos’ que apenas y opinaban del tema por pura cortesía,
acontecieron otro par de bailes, unas copas, charlas más triviales que no aminoraron
ni un poco la guerra fría que ocurría a la vista de todos y de nadie. Dieron
las campanadas de la medianoche y con ello tanto Arika como Mashiro supieron
que debían despedirse y fungir por última vez la falacia de ser marido y mujer.
Como un devoto esposo ‘Ren’ alegó sobre llevar a la dama a descansar después de
un día ajetreado, se despidieron de las demás y se encaminaron por los extensos
pasillos en un mortuorio silencio.
La princesa se negaba a mirar a su
compañera mientras caminaban y Arika tampoco rompía el silencio esperando con
paciencia simplemente llevar a la dama a la recamara en la que su verdadero
esposo aguardaría angustiado por ella. Era así como las cosas culminaban, no
era el final feliz que la castaña esperaba, era como la más horrenda pesadilla
que jamás supuso tendría lugar, ya que por primera vez le incomodaba la
presencia de Mashiro, aquella dolorosa confirmación la atormentaba en las
vividas imaginaciones de su mente, allí donde parecía que su propia terquedad
quería deshacer la poca fuerza que le quedaba para mantenerse de pie. Del mismo modo la Kruger no lo pasaba mejor,
sentía que todas las palabras de la que caminaba a su lado fueron una cruel
mentira, como si jugar por un momento a ser lo que soñaba ser, fuera la callada
venganza de un sentir no correspondido. Así la mano enguantada de Arika le
detuvo antes de estrellarse de frente con la puerta. -Hemos llegado- Informó lo
evidente a la distraída doncella. -Es... hora de decir adiós-
“Adiós...” Pensó el cisne de plata
con un nudo en la garganta y temiendo dejar salir su llanto junto a las
palabras apenas pudo asentir. A falta de otro momento o de otro acto, escuchó
los pasos de las botas alejarse de ella y un frío tan hondo llenó cada
fragmento de su cuerpo, tembló y cerró sus puños, tensó la mandíbula y apoyó la
frente en el caoba de la entrada de su propia alcoba, sabiendo que al abrir la
puerta se encontraría a la persona equivocada. Intentó un par de ocasiones
serenar su respiración, encontrar la fuerza para entrar en su propio espacio de
resignación, pero no lo encontró. Volvió la vista atrás y no vio más que vacío
en el pasillo de aquel castillo que fuera su hogar desde siempre, pero se
sintió abandonada en un inmenso lugar. Mashiro comprendió entonces que no
tendría ni una pizca de calma lo que restara de su infausta existencia si es
que la dejara ir así, aun si había mentido, si iba a desposar a Nina, tendría
que ser más persona, más amiga y desearle suerte, se dio la vuelta y comenzó
correr para alcanzarla, los pasillos se hicieron borrosos a su alrededor, dio
un giro en la estantería para llegar a las alcobas de huéspedes y
repentinamente chocó con la espalda de alguien, con el impulso se lo llevó por
delante y ambas partes terminaron en el suelo.
-Ay... ayayay- Se quejó quien llevó
la peor parte, era una queja femenina bastante conocida para Mashiro.
-¿Arika?- No esperaba que caminara
tan lento, debería estar en su cuarto hacía tiempo ¿Acaso había hecho un
interludio para despedirse de su prometida? Sintió ira de solo imaginarlo.
-¿Serías... tan amable de bajarte de
mí?- Se quejó la castaña. Casi lo olvidaba que estaba cómoda dispuesta sobre su
espalda, de la cual había olvidado las heridas forjadas en el fragor de una
batalla con dragones negros. Mashiro se puso de pie más que apenada y luego
ayudó a Arika a ponerse pie. -¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con tu amado
esposo?- La castaña no supo esconder su enojo.
-Quería despedirme... de ti- La peli
plateada no estaba en posición de replicar, en realidad lamentaba solo haber
guardado silencio y también sabía a causa de que la castaña estaba tan molesta
o actuando tan extrañamente desde que Chie delató su posición como esposa de
Ren.
-Tu silencio fue suficiente
respuesta ¿Sabes?- No evitó ser cortante mientras se sobaba el hombro afectado
por la caída. -Yo sé que es mejor si me voy... para todos, tu padre, mi padre,
mi hermano y hasta para ti-
-Eso no es cierto- Reprochó Mashiro
con una expresión de abandono total. -No puedo imaginar este lugar sin ti, pero
también quiero que... que seas feliz y si lo eres junto a Nina, entonces...-
Instantáneamente Arika lamentó haber
mentido sobre eso, no era ni un poco feliz. -Pues... gracias, espero que... que
seas feliz con él, ahora solo te pido que... me dejes en paz- Agrio tono de voz
empleó al final la Srta. Sayers, intentando esconderse un poco en las sombras
del lugar, le dio la espalda a Mashiro y agradeció que la puerta más cercana
era justamente la de su habitación, giró el picaporte para abrir la entrada y
escapar, si... huir de la joven a su espalda.
La Kruger miró con incredulidad a su
amiga, estaba irreconocible, sin siquiera imaginar lo difícil que era para ella
decir aquellas cosas, había perdonado sus palabras, si decir te amo era una
jugarreta, valía más su amistad, una que Arika despreciaba con aquel
distanciamiento. Más molesta e indignada que otra cosa, irrumpió sin cuidado en
el cuarto de la otra, que se giró al verla entrar. -¿Qué haces? Solo vete con
él y ya-
-No me digas que hacer Sayers- Dijo
la otra sin reparo de lo alto en su tono de voz. -¿Es esa la actitud de una
amiga? No te entiendo ni un poco... no así, cuando actúas como alguien
totalmente diferente a la persona que conozco-
-Pues no soy ni la sombra de ese
alguien... si tanto te molesta mi verdadero yo ¿Por qué no te vas?- Pero el
final de aquella frase ya no estaba plagado de ira, si de tristeza.
Mashiro negó con la cabeza. -Primero
dime ¿Por qué te molesta tanto si ahora tienes a Nina para ti? He querido
felicitarte esperando verte sonreír-
-No me digas eso... es peor- La
castaña dio un paso atrás y luego otro, se sujetó el hombro con dolor en su
rostro. -Quisiera ver que estuvieras enojada, la ausencia de tu enojo solo me
lastima un poco más-
-Arika... ¿Estás bien?- La de
celeste mirar se preocupó en sobremanera al notar la mancha roja sobre el
atuendo principesco que lucía la castaña, rauda llegó a su lado y le ayudó a
tomar asiento en la cama, la miró a los ojos y suplicó perdón por sus
descuidos. -Perdóname... corrí tan descuidadamente y ahora tus heridas, están
abiertas de nuevo, deja que llame al doctor-
-Mashiro...- Negó con la cabeza.
-Deja de ser... mi amiga-
El iris más claro tembló. -No me
pidas eso-
Arika bajó la cabeza y la apoyó en
el hombro de la dama. -Mentí... ¿Es eso lo que quieres escuchar?-
-¿Mentir? ¿Sobre qué?- Acarició la
cabellera al alcance de sus manos.
-Erstin Ho... ese es el nombre de la
prometida de Nina, la nieta del orfebre que hizo este collar para ti, debiste
solicitar que hicieran esta joya para él, seguramente Ren podría lucirlo mejor-
-¡Idiota! ¿Por qué mentirme?- Quiso
empujarla, sacudirla, pero era imposible hacerlo cuando se miraba tan
lastimada, por dentro y por fuera, tensó la mandíbula, cerró los ojos y
suspiró, cuando egoístamente sentía un dejo de alivio. -No... No tenías que
llegar tan lejos-
-Fue tonto... quería ver lo que no
existe- Arika levantó la cabeza y miró a Mashiro a los ojos. -Je, soy lenta lo
has dicho, la verdad me perdí intentando llegar aquí, no podía pensar... solo
eso-
-Quítate la ropa- Ordenó Mashiro con
esa clase de expresión que no admite réplicas.
-¿Qué?- Arika no evitó cubrirse con
las manos casi de manera automática y con la cara más que roja.
La peli plateada desvió la mirada
avergonzada con un mohín en su faz. -Ya que no quieres ver al doctor, al menos
deja que vuelva a vendar esa herida-
La castaña no dijo más, simplemente
intentó en vano desprender los botones, broches y tantas otras pequeñas piezas
de su atuendo, acto que exasperó a Mashiro, quien prontamente deslizó sus dedos
con agilidad pasmosa hasta desabrochar todos los botones y demás de la cazadora
de blanco perla, así mismo y con más cuidado desprendió el saco y la camisa,
hasta dejar a la vista el torso de Arika, uno cubierto a la altura del pecho y
el hombro con vendas. La Kruger tragó saliva involuntariamente al notar el
delicado y hermoso cuerpo que ostentaba la otra joven, su piel era tan suave
como una nube, su talle curvado y su vientre delineado por los músculos tenues
que delataban el rigor de los entrenamientos a los que la Sayers se había
sometido. Con delicadeza, los dedos de Mashiro retiraron el broche de las
vendas y con aún más suavidad comenzó a desprender el tejido manchado de
carmín, hasta que nada quedó para cubrir la desnudez del torso de Arika.
La futura reina se esmeró por no
bajar la vista otra vez, buscó entre los cajones las herramientas suficientes
para renovar las vendas y el ungüento para tratar la herida ligeramente
abierta, una vez estancada la sangre, los ojos celestes se elevaron para ver el
rostro de la castaña notando cuánta vergüenza podían acumular en sonrojos sus
mejillas. -¿Mejor?- Cuestionó preocupada de haberle causado mucho dolor.
La aludida simplemente asintió
robóticamente incapaz de mirarla, gesto que ineludiblemente incomodaba a Mashiro. Esta sujetó por la
barbilla a la joven y le obligó a mirarla. -Si me enojé... casi pensé que
perdía el juicio al escucharte decirlo-
Los ojos zafiro amenazaron con
salirse de sus cuencas, pero no retiró el rostro de aquellas manos que le
sujetaban. -Pero... tú y él, no recuerdo haber sentido un dolor más hondo que
cuando Chie hizo esa pregunta-
La Kruger desvió la mirada incapaz
de sostenerla bajo el influjo de aquellas gemas. -Lo lamento... no quería
herirte con ello-
-Entonces, es cierto... que ustedes
dos ahora son verdaderamente esposos- Se mordió los labios, la confirmación no
dolía menos que la duda en sí. Se levantó de la cama y comenzó a caminar en
círculos intentando no pensar otra vez.
-Arika... por favor- La vergüenza, con
la sola idea de sentir el asco de sí misma embargó a Mashiro en el acto.
-No... No pasa nada, nada- Intentaba
sonreír una vez más, para no preocupar. -Es... es lo normal, ustedes dos son
pareja después de todo y yo, yo no podría ofrecer nada mejor... digo, somos
chicas y yo no sé de esas cosas, un día... tal vez un día si pueda decir algo
al respecto jejeje-
-No hagas eso... no sonrías cuando
estás a punto de llorar, ni te subestimes más, deja de suponer que es mejor y
que por eso lo escogí... te aseguro que no es así- Musitó con cierta molestia
en su voz, sus propias lágrimas querían deslizarse pero las sostenía en sus
ojos acuosos.
-Es que... si me permito llorar, no
creo que pueda detenerme... ¿Entonces por qué lo escogiste?-
-Eres exasperante a veces...-
Suspiró agobiada. -No lo escogí... a decir verdad, solo he hecho lo que se
espera de mí y es por ello que tengo tantas responsabilidades, ser lo que debo
ser, incluye ser la esposa de Ren, aunque seas todo en lo que puedo pensar-
Admitió al final.
-Jamás... lo dijiste y yo... yo
pensé tanto tiempo que...- Se acercó nuevamente a la cama en la que la princesa
yacía todavía sentada.
-No lo amo, es mi amigo, un
compañero de viaje al que admití temerosa de ver escogido a otro extraño para
ser mi esposo- Bajó la mirada casi con culpa.
La castaña se postró a sus pies y
buscó la escondida expresión de su amada. -Aun así, ¿En qué lugar quedo yo? Yo
te amo Mashiro...- Declaró todavía con un tenue temor en sus ojos zafiro.
-Y... yo a ti, Arika- Deslizó sus dedos
por la mejilla del rostro que la miraba con tanta ilusión, era incluso peor.
-Lo siento... lo siento tanto- Se escapó la tristeza que llevaba dentro, se
cristalizaron en gotas sus arrepentimientos.
Sayers se puso de pie y la acunó en
un abrazo abrigador como ningún otro. -No llores, por favor no... No puede ser
lágrimas mi momento más dichoso, no si tengo la impresión de que lo próximo que
dirás es que me vaya-
Arika se preocupó un tanto más al
sentir que si lo anterior no era llorar, haber dicho eso había desencadenado
sollozos más intensos, angustiada se apresuró a buscar el rostro triste de la
joven, secó el llanto con sus pulgares, con su mejilla, hasta con sus besos y
así el momento en que los suyos se encontraron en una caricia celestial que tuvo
un principio tierno, luego uno más ansioso y finalmente uno apasionado, incluso
olvidadizo, se aferraron una a la otra como si la idea de separarse implicara
el dejar de respirar, de vivir en una palabra. Sus bocas se conocieron entre
agitaciones, sus labios se deslizaron sobre los otros y sus lenguas se
conocieron en un sentir de goce como ningún otro. Se apartaron unas pocas veces
antes de volver a encontrarse, como si quisiera una sola noche ser suficiente
para pagar la silenciosa deuda de los años pasados sin un gesto amoroso como
aquel. Juntaron sus frentes al final, mezclados sus cabezos y presurosos sus
respiros, azul y celeste se encontraron, aun vertía lágrimas una de las dos, la
primera sabía la razón de que el llanto no se apagara a pesar de su contacto.
-No escaparás de todo conmigo ¿Verdad?- Formuló la pregunta más temible de
todas.
Mashiro negó con la cabeza. -No
es... posible-
Arika retiró su rostro de la
cercanía del suyo y se enfurruño a su lado. -¡¿Por qué?! Dime algo que no me
haga enloquecer... si me quieres ¿Por qué no soy tu elección?-
-Porque yo me casé con él y no puede
deshacerse la bendición de una diosa- La mano que gira el anillo en el anular,
deseando arrancarlo de ahí, pero sabiendo que nada borraría el juramento
escrito detrás.
Tomó la mano, le obligó a mirarle.
-Entonces pídeme que me quede, lo soportaré si me juras que no volverás a yacer
con él...- Silencio, la castaña se mordió los labios esperando y con cada
segundo más dolorosa era la mordida. -Entonces ¿Quieres que me vaya?-
-Si...- Se tragó un nudo en la
garganta. -Si no puedes verlo estarás mejor...-
-Eso... es todo, no vienes conmigo,
te quedas con él y ahora puedo condenarme de amargura por saber que sientes lo
mismo y no estas dispuesta a hacer lo que yo haría por ti...- Temblaron sus
manos, sus labios y sus latidos. -Entonces ve a su lado... yo me iré en la
mañana-
-Arika...- Despedazaba verla así,
tan decepcionada, tan apática.
-No, no digas mi nombre Mashiro...
solo ve ya que es lo que has decidido, así que ten el valor de afrontar esa
elección- Se odiaría por decirlo, pero sería el último acto de entereza que
podría exponer ante ella. -La diosa te cuide y llene tus instantes de alegría,
porque será todo lo que pueda desear para ti... adiós Mashiro y por favor... ve
antes de que no pueda dejarte ir- Ya casi sentía que se rompería su voz.
La Kruger asintió silenciosamente,
acarició los puños cerrados de la castaña y le prodigó un beso a su frente.
-Cuídate a donde quiera que vayas, por favor... haz lo mejor de ti, que la
diosa te brinde la dicha que mi nombre te ha negado siempre, se feliz Arika- Se
apartó, se dio la vuelta sin mirar atrás y se apresuró a salir por la puerta
antes de perder la poca cordura que le quedaba o era tal vez lo contrario,
había perdido el juicio hacía largo tiempo.
El cisne de plata tenía las alas
rotas, así se veía a sí misma la princesa de Windbloom, un destino se había
marcado a sí misma al afirmar sus nupcias con Ren y otro tanto al yacer con él,
no podía su sangre noble desdibujar el camino que había tomado, solo resaltarlo
y recordarlo, esa noche no volvió al cuarto que compartía con él, ni retornó
sus pasos hasta la alcoba de la persona amada, se dejó vagar como alma en pena
por los jardines del palacio a pesar del frío invernal, más fría se sentía por
dentro.
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Amo esta historia, un beso enorme para Cristalsif por su innegable talento, estaré muy pendiente de la continuación, no importa cuánto demore, cada entrega hace que la espera valga la pena.
ResponderEliminarMe volví a la leer toda la historia y sigo creyendo que es mágica, me encanta. Cada capitulo me transporta y la verdad siento que estoy viendo una serie. Un saludo desde Bogotá. Mary
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