Capítulo 12
Los días se les escurrieron entre los
dedos. Disfrutaron de cada minuto de su tiempo libre, descubriéndose,
disfrutándose. Cuando Yolanda tuvo que partir hacia Roma, lugar desde comenzaba
el tour, ambas sabían que habían encontrado a alguien importante, ambas sabían
que habían comenzado una ilusionante relación. La mañana en que Yolanda debía
marchar hacia el aeropuerto de Pisa para
coger un vuelo a Roma las dos sentían una sensación agridulce.
Yolanda: En ocho días estaré de vuelta. Mi agencia ha
reservado en este hotel y por tanto, me alojaré una noche aquí
Francesca: Sé que ambas estaremos ocupadas. Pero
prométeme que encontraremos tiempo para estar un rato juntas, para besarnos,
para acariciarnos, para decirnos cuánto nos hemos echado de menos
Yolanda: Por supuesto que lo haremos. No tengas dudas
Francesca: Prométeme que no te vas a enamorar de
ninguna viajera guapísima
Yolanda: Ni siquiera voy a tener ocasión de fijarme
en nadie porque pienso ocupar todo mi tiempo en pensar en ti
Francesca: Así me gusta
Se besaron tierna y largamente,
saboreando sus últimos segundos juntas, queriendo retener la suavidad de sus
labios en sus memorias, el sabor de sus salivas en sus papilas, la imagen de la
otra en sus retinas.
Yolanda: Hasta pronto, amor
Francesca: Ciao, amore
Ocho días después, Francesca era un manojo de nervios.
Deambulaba por la cocina poniendo una cosa aquí, quitando una cosa de allá, sin
centrarse verdaderamente en su trabajo. Yolanda llegaría a lo largo de la
tarde. Esos ocho días le habían parecido una eternidad. Estaba asustada
pensando en cómo era posible haberla añorado tanto y concluyó que solo había
una explicación: estaba enamorada de Yolanda. Estaba enamorada de ella como no
lo había estado nunca de nadie y le asustaba que ese sentimiento tan fuerte no
fuera mutuo. Le asustaba sentir tanto en tan poco tiempo. Nunca le había pasado
nada parecido. No la oyó llegar. Yolanda se paró en la puerta. Se tomó unos
segundos para observarla y el corazón se le llenó de felicidad. Sonrió al ver
cómo se mordía el labio inferior mientras iba disponiendo los platos en la
encimera. Sabía que cuando se mordía el labio era porque estaba nerviosa y le
encantó pensar que esos nervios se debían a su llegada, a la necesidad de verla
a ella. El corazón le palpitaba en la garganta y una furtiva lágrima escapó de sus
ojos. Nunca había pensado que se podía llorar de emoción, de felicidad, de
amor. Pero ahora lo sabía, su cuerpo entero se lo gritaba. “Qué guapísima eres” pronunció en voz
alta. Francesca se volvió y esbozando una sonrisa que no le cabía en la cara se
lanzó a sus brazos. La estrechó entre los suyos con ternura, con ansia. Se
besaron largamente, y se abrazaron. Se abrazaron estrecha, profunda y
emotivamente.
Francesca: ¿Cuándo has llegado?
Yolanda: Ahora mismo. He dejado a los viajeros en la
Recepción del hotel y he venido directamente a verte a ti
Francesca: Lo primero es lo primero
Yolanda: Te he echado terriblemente de menos
Francesca: Y yo a ti
Yolanda: Estás guapísima
Francesca: ¿Por qué esas lágrimas? ¿Algo no está bien,
amore?
Yolanda: Todo está perfecto. Mejor de lo que nunca
había soñado. Lloro de felicidad. Qué tonta, ¿verdad?
Francesca: Todo lo contrario. Es tierno y maravilloso.
Déjame mirarte bien. Estás preciosa. Soy la mujer con más suerte del mundo
Yolanda: Quédate esta noche conmigo en el hotel. Pasa
la noche conmigo, Francesca
Francesca: Me encantará. En cuanto me pueda liberar de
las tareas de la cocina, allí me tendrás. Lo deseo con toda mi alma. Te deseo
con toda mi alma. Ve y ocúpate de tus viajeros. Luego nos vemos
Yolanda volvió a atraerla hacia su cuerpo
y la besó con dulzura. Unos, dos, tres, cuatro besos en sus ojos, en la punta de su nariz, en
sus labios. Quería decirle que la quería. ¿Se asustaría Francesca al oír algo
así? ¿Sentiría ella algo parecido? Se acercó a saludar a Daniel y ambos pasaron
un agradable y distendido rato charlando de sus cosas. La vida parecía que les
llevaba por caminos paralelos. Daniel no había perdido el tiempo y había tenido
un par de citas con Giulia. Estaba ilusionado. Y a Yolanda la felicidad le
rebosaba por los poros, se le olía en la piel y se le reflejaba en los ojos.
Ambas pasaron la tarde nerviosas e ilusionadas. Yolanda
cenó con Francesca en la cocina y luego se retiró a su suite. Ordenó en sus
maletas la ropa recién llegada de la lavandería, y dispuso su equipaje para el
día siguiente. A las nueve de la mañana debía estar en Recepción. Pasaría el
día con sus viajeros enseñándoles Siena y a las siete de la tarde partiría con
ellos hacia Pisa. Esa noche era todo lo que tenía para estar con Francesca, para
memorizar cada lunar de sus hombros, para recorrer cada centímetro de su piel
con sus dedos, para rozar con sus labios
cada pliegue de su cuerpo. Se duchó, se colocó un pijama corto y una camiseta
de tirantes y se sentó en el sofá a leer. Casi no podía concentrarse en la
lectura y tenía constantemente que volver atrás en la página. Unos nudillos
golpearon la puerta de su habitación. Yolanda se levantó a abrir. Allí estaba
ella, directamente con el uniforme de trabajo. No había querido perder ni un
segundo en cambiarse de ropa. Cuando se tiene tan poco tiempo, cada minuto
cuenta. La besó en los labios dulcemente y se retiró para que pasara a su
habitación. Francesca admiró la suite asombrada
Francesca: Es enorme. Menudo ático precioso que ha
montado Daniel para ti. El personal me dice que esta es tu habitación, que es
de uso exclusivo para ti. No la conocía por dentro, pero es espléndida. Daniel
tiene que quererte mucho para haberte cedido esta preciosidad en exclusiva. ¿No
hay nada raro con Daniel, verdad?
Yolanda: ¿Raro?
Francesca: No sé. Esto es un detalle más propio de un
novio o de un amante que de un amigo. Aún más teniendo en cuenta que él no es el dueño. Nadie sabe nada sobre el
misterioso dueño del hotel
Yolanda: ¿Novio? ¿Amante? Soy lesbiana, Francesca. Me gustan las mujeres. Me gustas
tú. Muchísimo y espero demostrártelo dentro de poco. No pienses cosas raras ni
veas fantasmas donde lo los hay. Daniel es mi amigo. Daniel es mi familia.
Algún día te contaré con detalle toda la historia, pero no va a ser ahora. No
quiero perder ni un minuto más. Quiero que todo nuestro tiempo sea solo para
nosotras.
Francesca: Tienes razón. Perdona. Tengo la nefasta
costumbre de sacar conclusiones rápidas y la extraña habilidad de estropear los
momentos más deliciosos
Yolanda: No has estropeado nada
Francesca: Aún. Pero no pienso hablar más, no vaya a
fastidiarla y con las ganas que tengo de estar contigo, no quiero tentar a la
suerte
Yolanda: Pasa, ponte cómoda. ¿Quieres beber algo?
Francesca: No. Solo quiero darme una ducha y apoyar mi
cara en tu cuello. Necesito que tu olor me embriague, que me recuerde que estoy
en casa
Yolanda: Estás en casa
Francesca pasó a la ducha y Yolanda se
sentó de nuevo en el sofá. Se quedó rumiando las palabras de Francesca. Le
importaba muy poco lo que el personal del hotel pudiera cotillear de ella, pero
sí le importaba lo que Francesca pensara. En un momento o en otro, quizás
debiera contarle que la dueña del hotel era ella. Y cuál era exactamente la relación
que tenía con Daniel. Eso suponía remover un pasado que quería dejar quieto.
Cuando remueves el estiércol el olor se expande. Sacudió la cabeza y trató de
deshacerse de esos pensamientos de su cabeza. Llevaba muchos días sin pensar en
Natalia. Y este era, desde luego, el peor momento para hacerlo.
Sintió cómo Francesca la abrazaba por
detrás. Yolanda cerró los ojos y aspiró el olor a limpio de su chica, quería
borrar todo rastro de Natalia de su pensamiento y hacerle el amor a Francesca
con todos sus sentidos. Francesca dio la vuelta al sofá y se sentó a horcadas
sobre Yolanda. Sujetó con sus manos la barbilla de Yolanda, levantó su rostro hacia su cara y depositó un
tierno beso en sus labios. Yolanda ya no pensaba en nadie, ya no pensaba en
nada que no fueran esos labios, que no fuera esa piel, que no fuera ese cuerpo
debajo del albornoz. La miró a los ojos y leyó en ellos el deseo, el cariño. Y
eso la excitó mucho. Francesca profundizó en el beso e introdujo su lengua con
delicadeza entre los labios de Yolanda. Juguetearon con sus lenguas y cuando
Francesca separó sus labios de los de Yolanda le dijo:
Francesca: Ya te he dicho que soy bastante metepatas.
¿Te asustarías si te dijera que te quiero?
Yolanda: Lo que me asusta es sentir por ti lo que
siento. Estoy enamorada de ti. En menos de dos semanas has puesto mi mundo
patas arriba, has puesto mi corazón del revés
Francesca: Solo puedo pensar en ti
Yolanda: Solo puedo pensar en ti. Te amo como nunca
he querido a nadie. Te quiero tanto que me asusta
Francesca: ¿Qué te asusta?
Yolanda: Me asusta todo. Me asusta no cumplir tus
expectativas, me asusta no ser lo suficientemente buena para ti. Me asusta
tenerte y me asusta aún más perderte
Francesca: No conozco otra forma mejor de hacerte
perder el miedo que demostrarte cuánto te quiero, demostrártelo con mis
palabras, con mis actos, con mi cuerpo. No quiero que sientas miedo. Cuando
amas a alguien solo debes sentir felicidad
Francesca bebió de nuevo de los labios de
Yolanda. Yolanda sintió un fogonazo de placer en su entrepierna y comenzó a
desatar el nudo del cinturón del albornoz. Suavemente liberó el cuerpo de
Francesca de la tela que lo cubría tirando del albornoz desde sus hombros.
Sintió la prenda caer sobre sus pies y recorrió con la punta de sus dedos la
espalda de Francesca hasta llegar a sus nalgas que agarró con firmeza
atrayendo la mitad inferior del cuerpo
de la rubia hacia sí. Ella gimió y echó su cabeza ligeramente hacia atrás dando
pleno acceso a Yolanda a su cuello, que ella recorrió con su boca y a sus
pechos, que Yolanda estrujó suavemente entre sus manos. El olor de Francesca
inundaba todos los sentidos de Yolanda y el suave tacto de su piel la
enloquecía. Sentía sus propios pezones endurecerse a la vez de los de
Francesca, quien volvió a susurrarle “Ti
amo”. Degustó la firmeza de los pezones de la italiana con su lengua,
perfilando con la punta de la misma la areola de cada uno de ellos e
introduciendo cada erecto botón de sus senos en su boca. Francesca gemía y con
las manos apoyadas en las piernas de Yolanda frotaba su sexo contra ella hasta
dejar una pequeña mancha de humedad en su pijama. Francesca era menuda y
liviana. Yolanda se alzó con ella encima, sin dejar de besarla y la condujo
hasta la cama donde la depositó con suavidad mientras ella se recostaba encima,
dejando espacio entre ambos cuerpos, dejando distancia para mirarla, para dejar
que a través de sus ojos fuera todo su cuerpo el que disfrutara de las
sensaciones que le transmitía la desnudez incitante del cuerpo de Francesca.
Esta le sacó la camiseta por encima de la cabeza dejando al descubierto sus
pechos, que introdujo alternativamente en su boca mientras los masajeaba.
Francesca gemía, Yolanda gemía. Francesca se deshizo del pijama de Yolanda y
ambas lucían ya desnudas, espléndidas, húmedas, excitadísimas. Francesca se
colocó encima de Yolanda y acarició delicadamente cada rincón del cuerpo de su
chica. Susurró a su oído “Ti voglio bene assai” y Yolanda sintió derretirse su alma de amor y
de placer. Descendió con su boca besando y lamiendo cada centímetro de su
cuello, tirando delicadamente con sus dientes del lóbulo de su oreja, dejando
un reguero de besos y de humedad desde su barbilla hasta su monte de Venus. Y
Yolanda a punto de explotar de placer. Francesca separó con suavidad las
piernas de Yolanda, que se dejó hacer, separó con sus dedos los labios mayores,
dejando al descubierto, magnífico, apetecible y humedísimo el sexo de Yolanda.
Lamió en círculos el clítoris de la morena, su vagina, degustó los jugos de su chica
e introdujo con suavidad un dedo en el interior de Yolanda. Enseguida introdujo
un segundo dedo y comenzó a moverlos suavemente en su interior, a la vez que
con su lengua estimulaba su clítoris mientras Yolanda se retorcía de placer. Aumento
el ritmo con el que introducía sus dedos en el interior de Yolanda mientras
seguía lamiendo golosa su clítoris hasta que estalló en un intensísimo orgasmo
que Francesca acompañó con su mano. Cuando cesaron los espasmos en el cuerpo de
la morena, Francesca apoyó su cabeza en la tripa de Yolanda disfrutando de los
fuertes latidos de su corazón y degustando los últimos jadeos. Dos lágrimas
resbalaban de los ojos cerrados de Yolanda, que Francesca enjugó con sus
labios. Yolanda se abrazó fuertemente a ella y le susurró “Te
quiero. Te quiero como nunca he querido a nadie. Soy más feliz de lo que nunca
he sido. Te amo, Fran”.
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Excelente, mejor de lo que pense. Me encanta esta historia esperó mas de todo esto. Saludos desde Venezuela Cojedes. besos
ResponderEliminarSaludos también para ti y gracias por seguir comentando. Un abrazo
EliminarSiii hicieron el amor me encantan las chicas juntas excelente capitulo besos hermosa bye
ResponderEliminarGracias por comentar. La verdad es que a mi también me encantan Francesca y Yolanda. Un abrazo
EliminarWowww. Que capítulo mas romántico y excitante se me inundó el alma de puro amor
ResponderEliminarY pasión en el cuerpo Despistada ¡Ufffffff!!!!!
Un capítulo solo para románticas y en las que aun creemos en esos pequeños detalles que son las palabras y las caricias cuando son del alma capítulo para creer que esta parejita tiene futuro firme Fran esta enamorada y no le importa lo que piense el resto eso esta claro
Yolanda aun la ronda el fantasma de lo que fue Natalia como su primer amor se que Natalia va a volver tratara de conquistarla aunque yo creo que será mas por su propio ego de mujer Si Yolanda tiene que contarle pronto las razones que la unen mas haya de una simple amistad con Daniel para evitar malos entendidos y dar esa seguridad que realmente necesita Fran de saberla solo para ella cada Capítulo es una aventura una sorpresa el capítulo de hoy estuvo lleno de romanticismo de sentir de saborear de solo sentir dos almas dos cuerpos entregándose sin prejuicios sin ataduras sin sentir lo que ocurre afuera solo fue la entrega de dos seres que están sabiéndose enamoradas Despistada
Un abrazóooooooo desde aquiii un pedacito de mi mundo privado y de libre pensamiento
Y llena de romanticismo jajaja porque
Yolanda es muy reservada. Quizás ya era así o quizás la vida la ha hecho así. Apenas está empezando una relación con Francesca, pero ya se va dando cuenta de que tiene que abrirle su corazón del todo por mucho que le cueste. Ella le importa. Un abrazo Y gracias por seguir ahí
EliminarNada que agradecer tu historia merece que siga aquí
EliminarYolanda tiene que cambiar no ser tan reservada con Fran porque ambas se aman ambas vienen de relaciones sin sentido medias tormentosas y ahora que se han encontrado hay que ser mas abierta Yolanda tendrá que abrirse mas a Francesca Gracias Despistada
Se agradece MUCHO Despistada q haya capitulo todos los días!! Q linda q es Fran, me gusta mucho la parejita, esq Natalia dejo pasar mucho tiempo... 6 años es demasiado para no disculparte y buscar a la persona q amas, entiendo ciertos miedos pero no aceptarse y estar orgullosa... Es mala cosa, en fin gracias. Un beso desde Valencia (España) ;) Carmen.
ResponderEliminarGracias Carmen. A mi también me gusta que la historia se publique con esa periodicidad. Gracias por ello a las administradoras de la página.
EliminarUn abrazo para ti y muchas gracias por comentar
Hola despistada, que capítulo! . Más que merecido este encuentro entre ellas.son 2 almas hechas una para la otra. Habrá qun ver qur pasa cuando reaparezca Natalia y con que "sorpresa" se aparece. Te mando un saludo.
ResponderEliminarGracias por el comentario, Verónica. Veremos si Natalia reaparece, pero si lo hace va a tener que llevar puestas alas, porque creo que Yolanda está ahora en las nubes.
EliminarUn abrazo
Gracias a ti, DesahOgO. Un abrazo
ResponderEliminarMuy buen capitulo, me dejo impactada, la historia promete mucho. Todo me encanta de ella. Saludos
ResponderEliminarMe alegro, Nallely. Muchas gracias por dejar un comentario
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