¿Qué es el pecado? Para los
griegos significaba “fallar en su meta” y utilizaban ese término para referirse
al lancero que no daba en su blanco. Inés erró tanto… Su vida tuvo que hacer un recorrido por los
siete pecados capitales para encontrar la felicidad en brazos de Andrea.
1. AVARICIA
(Avaricia: Afán
desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas)
Llevaba toda su vida esperando ese momento, toda su
vida preparándose para ello. Toda su vida estudiando sin descanso para ser una
abogada de éxito. Ese día, estaba segura, marcaría un punto de inflexión en su
vida; ese día, Inés, había sido
contratada por el bufete más importante de la ciudad.
No fue un camino sencillo. Procedía de una familia
humilde. Sus padres se habían sacrificado mucho y ella había tenido que estudiar
duro para conservar su beca de estudios y trabajar sin descanso en verano para
ir acumulando el dinero que necesitaba para el master que quería cursar cuando
finalizara el grado universitario. Era meticulosa y calculadora. Su expediente académico era impecable e
impresionante y no le fue difícil encontrar trabajo cuando finalizó sus estudios.
Enseguida la contrataron en un modesto bufete donde poco a poco se fue haciendo
un nombre en la profesión. Y ahora, con veintisiete años, era una brillante,
prometedora y joven abogada y la placa con su nombre en la puerta de un
espacioso despacho así lo atestiguaba. Inés Robles.
Su vida personal y afectiva tampoco había sido un
camino de rosas. Inés siempre había
sabido que le gustaban las mujeres, pero siempre lo vivió con cierta angustia;
siempre pensó que esa faceta de su vida podía llegar a ser un freno para sus
aspiraciones profesionales y por eso siempre fue muy reticente a establecer
ningún tipo de vínculo estrecho y duradero; nunca tuvo novias sino compañeras
sexuales. Nunca se implicaba con nadie. Fuera de su entorno más cercano nadie
conocía su orientación sexual.
Se sentó en su flamante sillón y mientras jugueteaba
con su sortija de diamantes notó un escalofrío de excitación que le recorrió el
cuerpo. Esta noche saldría a celebrarlo. Notó que su móvil vibraba. Era su
madre. Rechazó la llamada.
Alargó la mano hacia el expediente que le habían
dejado en la mesa. Era su primer caso para este bufete y quería empezar a
familiarizarse con los detalles del mismo. Su móvil volvió a vibrar. Otra vez
su madre. De nuevo rechazó la llamada.
Tan solo había leído cinco páginas del informe del
caso, cuando volvió a vibrar el teléfono. Otra vez su madre. Esta vez, con
gesto de fastidio, decidió coger la llamada.
Inés: ¿Qué pasa mamá? Estoy ocupada
Madre: Inés,
hija, estoy en el hospital con tu padre.
Inés: ¿Qué ha pasado?
Madre: Esta
mañana se ha levantado desorientado, le costaba hablar , estaba muy
descoordinado y balbuceaba sin que yo pudiera entenderle nada. He llamado a una
ambulancia y lo han trasladado al hospital.
Inés: Vale mamá. Enseguida voy.
Cerró la carpeta, la metió en su maletín y salió del
despacho. Cuando llegó a la calle paró un taxi y le dio la dirección del centro
hospitalario. Cuando llegó, se encontró a su madre en la sala de espera de
Urgencias.
Inés: Hola mamá
Madre: Hola cariño. Gracias por venir. Sé muy bien que
tienes mucho trabajo, pero no sabía qué hacer.
Inés: Tranquila mamá, ¿has sabido algo?
Madre: No. Llevo aquí una hora y nadie me dice nada…
Media hora después un médico salió para informarles de
que su padre había sufrido un ictus y que lo trasladaban a planta. Cogieron el
ascensor y subieron al cuarto piso para ir a la habitación donde iba a ser
trasladado, para esperar allí su llegada. Mientras caminaban por el pasillo
escucharon que alguien llamaba a su madre por su nombre:
Enfermera:
¡Carmen! ¿Qué haces aquí?
Madre: Hola,
Andrea. A Pedro le ha dado un ictus y lo
van a subir ahora a la habitación 411.
Enfermera: Lo siento. Carmen, yo trabajo en esta
planta, así que si necesitas cualquier cosa no tienes más que pedírmelo.
Madre: Gracias. No sabes cuánto me alegra que estés
por aquí.
Enfermera: Luego nos vemos.
Inés no había podido retirar sus ojos de ella. Era
guapísima. Su larga melena rizada sujeta a duras penas en una coleta baja, sus
grandes ojos verdes, su cuerpo musculado y el cariño con el que había hablado a
su madre la tenían muy intrigada. No podía apartar sus ojos de ella y la siguió
con la vista mientras se alejaba de ellas por el pasillo y no pudo dejar de
imaginar sus formas debajo del uniforme. Salió de su ensoñación cuando su madre
tiró de su brazo.
Madre: Vamos a la habitación, cariño
Inés: ¿Quién es esa chica?
Madre: Es una vecina. Se llama Andrea y se mudó a
nuestro edificio hace ya un año. Es encantadora.
Encantadora y guapísima, pensó Inés.
Dos horas después, seguían en la habitación velando el
sueño de su padre. Se abrió la puerta y apareció Andrea con ropa de calle. Unos
ceñidos vaqueros negros, una sencilla camiseta blanca y una chaqueta de cuero
color burdeos. Inés se levantó como movida por un resorte.
Andrea: Hola.
Acabo de terminar mi turno ¿Necesitáis algo antes de que me vaya?
Inés no podía despegar los ojos del cuerpo de Andrea.
Su vista se dirigió hacia los carnosos labios de la enfermera. Le dedicó su
sonrisa más seductora.
Inés: No gracias, estamos bien. Por cierto, antes no
nos hemos presentado, me llamo Inés.
Inés alargó la mano y Andrea se la estrechó. La
abogada sintió un intenso calambrazo recorrerle el cuerpo. La deseaba. Ella era
así.
Andrea se detuvo en los ojos de Inés. Reconoció que
era una mujer preciosa, pero sus ojos eran fríos y sin pasión. Andrea era puro
fuego y pensó “atractiva, pero sin alma; decididamente no es mi tipo…” y
dándole un sincero beso a la madre de Inés se despidió de ambas
Los siguientes días pasaron lentos y tediosos. Entre
el trabajo del bufete y las visitas al hospital se acostaba exhausta todas las
noches. Su padre se iba recuperando, pero les habían anunciado que sufriría
secuelas. Debería seguir un proceso de rehabilitación de meses para poder ir
recuperando poco a poco sus funciones motoras.
Madre: El seguro médico cubre solo una parte de la
rehabilitación. Y todo el mundo nos dice que sería más rápido y efectivo si
pudiéramos hacer que asistiera a sesiones complementarias. Pero debiéramos
costearlas nosotros y son tremendamente caras.
Inés: Mamá. A mí me pillas en mal momento. Justo ahora
acabo de comprarme un coche nuevo. Pero estoy segura de que, aunque sea más
largo con la fisioterapia que os cubre vuestro seguro, papá quedará bien.
Mientras jugueteaba con su sortija de diamantes se
sintió un poco mezquina. Todavía no había cerrado la adquisición del vehículo,
pero si se encargaba de costear la fisioterapia adicional de su padre tendría
que retrasar la compra. Y en el mundo donde se movía la apariencia era
fundamental: buenos trajes, un piso en buena zona, buenas joyas, buen coche.
Ella tenía que estar a la altura.
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Wooow un inicio espectacular . Me dieron ganas de leer y leer mas de esto. Ojala subas pronto la continuacion .
ResponderEliminarBuen,comienzo espero que los capítulos sean continuados porque nos dejan con las ganas de seguir leyendo
ResponderEliminarLa historia, por cierto, tiene ocho capítulos cortos y un pequeño epílogo. Espero que os guste. Gracias por vuestros comentarios
ResponderEliminarMuy buen inicio de la historia... abogada y enfermera... mmmm.. no había leído nunca algo así excelente
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