1
-no entiendo- le dije confusa.
-¿Cómo no entiendes? Es muy simple- dijo sonriente y divertida como
siempre.
-explícamelo mejor.
Estábamos sentadas en mi cama y me miró de una forma que no supe
interpretar.
-está bien- me dijo- pero prométeme que no harás un escándalo.
Le aseguré que no lo haría porque sabía que solo se mofaba de mí, de vez
en cuando me acusaba de histérica.
-cierra los ojos- me dijo entonces.
Le hice caso y no necesito dar explicaciones de por qué.
Todo fue tan rápido que me tomó cierto tiempo aceptar la realidad y no
confundir lo sucedido con un sueño. Se posó sobre mí derribándome. Su cuerpo
sobre el mío en esa posición tan comprometedora me asustó un poco. Pero era
ella y mirar su rostro desvaneció todo rastro de temor. Solo veía su rostro a
centímetros del mío, estaba sonriéndome bastante divertida con la situación. No
tenía escapatoria, como si su cuerpo fuera una prisión, juro que no me podía
mover para nada. Y aún así continuaba sin sentir miedo. Olía muy rico, llevaba
puesta la crema que le regalé una vez, no había una parte de mí que no sintiera
una parte de ella. Nuestras pieles parecían querer fusionarse. En ése momento
aún no me había preguntado qué esperaba para moverse.
-¿estás cómoda?- me preguntó.
-no lo sé- le respondí.
Habíamos dormido juntas en innumerables ocasiones pero ella dormía
bastante bien, era yo quien siempre se le tiraba encima aunque nunca de esta
manera tan… diferente.
El hecho de que ella lo hubiera hecho era lo que me había sorprendido. Yo
he sabido siempre sus preferencias pero todo el tiempo fue muy respetuosa,
hasta demasiado diría yo, porque para mí era muy fácil abrazarla y darle besos
en la mejilla de felicitaciones o para disculparme por algo que hubiera dicho o
hecho que la molestara. Y no sé porque lo hacía, en verdad me asustaba verla
enojada conmigo porque era muy escasa la ocasión en que ocurría y eso me
indicaba que cuando lo hacía iba en serio, nunca me arriesgaría a perderla por
nada de este mundo.
Mi respuesta a su pregunta era una gran mentira porque en verdad estaba
bastante cómoda pero no me pareció que sería prudente decírselo cuando yo misma
no lo aceptaba aún.
-podría besarte fácilmente- dijo interrumpiendo mis pensamientos.
No sé porque cuando lo dijo comencé a imaginar la posibilidad.
Me había estado explicando la diferencia entre la cercanía de alguien
que te agrada y alguien que deseas, decía que si te agrada un abrazo es algo
fácil pero que el contacto visual muy cercano era otra cosa porque implicaba
que los rostros estuvieran demasiado cerca. Yo simplemente entendía que si
alguien no me gustaba físicamente era muy difícil que yo permitiera tal
acercamiento.
-no serías capaz- le dije y le sonreí.
-¿eso crees?- me dijo en tono desafiante.
-no soy una de tus florcitas.
Cambió todo el gesto de su rostro completo. Le molestaba bastante que le
dijera esas cosas. Pero era cierto, tenía cierta fama con las mujeres aunque no
una tan mala. En verdad nunca la vi hacer nada para que se fijaran en ella,
solo poseía esa habilidad de caerle bien a todo el mundo. Porque le pasaba lo
mismo con hombres. Aunque estos ya habían pasado a segundo plano en esta época
de su vida. No era que no le gustaran pero no había aparecido otro que le
gustara según ella. El problema con las florcitas era que mi querida amiga del
alma podía acostarse con cualquiera sin sentir amor precisamente, su manera de
disfrutarlo era bastante sincera pero no incondicional.
-claro que no, tú eres mi amiga- me dijo.
Ella también tenía muchas amigas. Pero siempre decía que yo era
diferente.
Yo era la única que no la celaba, sin importar la preferencia sexual que
tuvieran sus amigas siempre eran un poco posesivas diría yo. Así que no
participaba el hecho de que yo fuera hetero.
Sus amigas no eran mi problema sino sus amantes. Sí, mi amiga tenía
amantes.
Una vez una de ellas me había contado sobre el desempeño de mi amiga en
la cama, algo bastante incomodo para mí, no por la información recibida sino
por el emisor. Esta era la que más veces había estado con mi amiga asegurando
que las demás eran solo florcitas que no sabían lo que hacían como muchas
hetero con sus novios. Me había comentado que mi amiga tenía esa forma que iba
más allá de tomarse su tiempo, que podía encontrar el rincón más escondido y
eso hacía que las florcitas volaran solas. Contándome esto aseguró que ella era
la única que estaba a la altura. Lo más curioso es que aunque sonó bastante
presumida parecía también bastante feliz por tal realidad.
Lo que me llevó a preguntarme si yo era una florcita para mi novio, esa
idea me había preocupado bastante en estos últimos días porque mi novio era un
chico bastante experimentado pero así mismo era el único con quien yo había
estado en toda mi vida.
-¿crees que soy una florcita para él?- le pregunté de pronto a mi amiga.
Ella sabía que yo estaba en una nube muy lejana de cierto modo me conocía
bastante bien.
-ya tuvimos esta conversación, te dije que no le hagas caso, ella es
así, solo tiene esa forma de hablar ciertamente presuntuosa- me explicó.
-pero no soy experta que digamos, no me sorprendería- le dije. Ella
sabía que no me gustaba cuando me respondía con palabras que no me lastimaran.
Pero nunca dejó de hacerlo.
Lo más raro fue que no era extraño hablar de mi novio con ella incluso
en esa posición.
-siempre te preocupas por esas cosas- me dijo- cuando nos gusta alguien
y este nos corresponde no creo que deban haber tantas dudas, es algo que es
espontáneo e instintivo.
-tú siempre sabes qué decir.
En ese momento dejé de pensar en mi novio y volví al análisis sobre mi
amiga. Ella veía todo tan fácil a diferencia de mí era espontánea. Me pregunté
entonces qué habían sentido esas que habían estado justo donde ella me tenía.
Porque si fuera un chico no sé cómo hubiera reaccionado, seguro hacia ratos que
le habría enviado al piso de un empujón. Nunca me gustaron tan lanzados. Fue en
ese momento cuando me pregunté qué esperaba mi amiga para quitárseme de encima.
-¿en qué piensas?- le pregunté.
-en lo tímida que eres- me dijo.
-no lo soy- aseguré.
-sí lo eres, solo estoy aún aquí porque confías en mí…pero si yo…
Se acercó más cosa que yo creía imposible. Pero tenía razón en lo que
había dicho y de pronto mi cerebro se desconectó.
Tal vez estaba probándome o algo, no lo sé. Su respiración acarició mi
nariz y cuando su boca se entreabrió tan cerca de la mía su aliento fue como
una llave que separó mis labios. Un cosquilleo desconocido me recorría el
cuerpo y sólo me quedé ahí muy quieta, no se acercó más aunque si lo hacía me
besaría. Ella me besaría.
Esa idea estaba en mi inconsciente como una pregunta.
Comencé a ser consciente del peso de su cuerpo sobre el mío, de su piel
rozando la mía, me sentía bastante a gusto. Pero no me besó. Sólo me miraba de
manera infinita y yo me preguntaba qué pasaba por su mente. Entonces mi corazón
había aumentado ligeramente sus latidos por segundo. El tiempo parecía no
existir, no pude pensar en nada, sentía un gusto agobiante por estar ahí con
ella, así. Porque era bastante consciente de que estaba con ella.
Entonces tocaron a mi puerta y su cuerpo abandonó el mío y al separar
nuestros rostros sentí como si hubiera salido a la superficie luego de horas
sumergida en agua. Me alcé como por resorte.
-¿sí?- dije sentada en la cama.
-cariño, saldré un momento, estén pendiente.
Era mi madre, abrió y cerró la puerta sin más.
Unos segundos de silencio le siguieron al portazo. De pronto mi
habitación me parecía un lugar desconocido.
-sabía que no serías capaz- dije volteándome a ver a mi amiga. De alguna
manera me moría por romper el silencio. Era nuestro primer silencio incómodo
después de años de amistad.
-¿eso crees?- me dijo sonriente.
-estoy segura, te tardaste mucho.
-sólo estaba esperando a que te apartaras.
Y fue ahí cuando yo me pregunté qué esperaba yo para quitármela de
encima.
-parece que confío demasiado en ti- dije sonriente. Y así volvimos a ser
las de siempre. Solo a alguien como ella le habría permitido acercarse tanto.
Pero eso no explicaba lo que había sentido. Pensé que era algo hormonal,
tal vez estaba muy sensible, solía pasarme una vez por mes al igual que a todas
las mujeres. Y así no volví a pensar en ese día.
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Vall Lynch - Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario