Capítulo 8
Máscaras de Vals III
Fuera de la casa encontraron unos cuantos metros
aguardaba un carruaje por ellas, Sainoyi hizo un ademán de saludo y abrióse las
puertas para sus nuevas pasajeras, una vez dentro del carruaje e iniciado el
galope de los caballos, Natsuki se tomó un respiro, volvió la vista sobre la
mansión ya bastante lejos, donde las gentes salían apuradas hacia sus carruajes
y los gritos se escuchaban desde allí, a lo que no pudo esconder una carcajada
divertida. -¡Sakomizu es un genio!- Rió de buena gana recordando que él haría
se ocuparía del viejo sistema eléctrico de la casa, mientras Shizuru taconeaba
con sus botas la madera y sus brazos cruzados delataban cierto disgusto en toda
ella, magníficamente sentada en su asiento frente a la lobuna. Al notar este
pequeño detalle la joven Kruger tragó silaba dificultosamente.
-Me parece que merezco una explicación muy seria de
Natsuki- Frunció el entrecejo y de tener las orejas al viento la pelinegra las
hubiese bajado temerosa, supo que Shizuru estaba realmente indignada. -Ha...
arruinado mi fiesta de cumpleaños-…
Natsuki agachó la cabeza completamente confundida, había sido
atrevida, osada como pocas, ingeniosa, ¿Qué era lo que deseaba esa mujer?
Suspiró pesadamente. -Sainoyi... detente por favor- Le indicó al conductor del
carruaje por la ventana, volvió sus ojos de esmeralda sobre Shizuru y suspiró
largamente. -No sabes cuánto he arriesgado por estar aquí, para pasar este
tiempo junto a ti, quería hacerlo especial... mostrarte un lugar diferente y
alejar de tu rostro esa expresión vacía que tenías para todos en la fiesta, una
sonrisa sin sentido, una expresión de falsa alegría... eso es lo que arruiné,
pero si quieres volver... adelante, solo di que te forcé o amenacé incluso,
todo estará perdonado... tu padre se ocupará de eso créeme- Estaba claro que
Shizuru era muy orgullosa y Natsuki aunque no tanto, tampoco estaba dispuesta a
perder su dignidad. El silencio lo dijo todo, la pelinegra abrió la puerta de
la carroza y bajó. Miró a Sainoyi que se notaba confuso. -Vuelve a la mansión
Fujino y explica que le has salvado de mí, para que nadie ponga en duda su
honor-
Natsuki cerró la carroza y los
vio partir, pasados algunos minutos cuando los perdió de vista en la distancia,
desvió la mirada hacia las sombras de la arboleda contemplando las montañas de
aquella noche en luna llena. Tres hombres emergieron de sus escondites, uno de
ellos rubio y de ojos pequeños, así como lentes y una sonrisa malévola, todos
ellos con armas en sus manos. Sus oídos escucharon tres caballos rebuznar por
el frió, pero incapaces de huir por las amarras que los apresaban a un grupo de
troncos. Le habían seguido, sabía que no eran tontos y de momento estaba su
merced, no podía competir usando apenas un sable enfundado en su cinto. -Lucen
ropas de fiesta, pero está claro que no pretenden dirigirse allí, así pues...
¿Qué es lo que buscan?- Natsuki fingió absoluta inocencia, correr no era una
opción, eran 3 tiradores diestros apuntando a su corazón.
-Me parece que ha tenido una
mala noche señor, porque no nos acompaña a un sitio donde libremente pueda
desahogar sus penas... tres fuimos testigos del desaire de la doncella en el
carruaje- Musitó amistoso Smith.
-Un sitio lejos de la carretera
imagino... uno donde nadie pueda ser testigo de sus disparos a traición...-
Natsuki negó con la cabeza, sabía que aquella noche era tan frágil como un
humano cualquiera.
Smith sonrió, era extraño no
escucharle suplicar por su vida, si bien estaba claro que el pelinegro no
ignoraba sus intensiones, no entendía su comportamiento ¿Tanto desamor sentía?
Muchos, hasta los más valientes habían implorado por sus vidas cuando la última
hora les hubiere llegado y verle a él, apenas un muchacho con tal temple, le
causó honda curiosidad. Le indicó a sus esbirros que se acercaran
cautelosamente a Natsuki, pero ella le miró fríamente. -He de morir esta noche
¿No es así?- Su pregunta detuvo a los hombres que miraron extrañados a su jefe.
-Así es...- Respondió con
tranquilidad el rubio.
-No opondré resistencia- Natsuki
levantó las manos y las junto de tal modo que amarrarlas sería una tarea
sencilla. -Solo si traen ante mí... al que los ha enviado a matarme, es de
hombres enfrentar a sus enemigos y cegar sus vidas mirándoles a los ojos, les
ha enviado porque me teme, quizás eso cambie estando amarrado e incapaz de
defenderme-
Smith rió divertido, cauto en
principio, después a carcajada limpia. -Porque he de complicar lo fácil-
Natsuki sonrió. -Porque es
aburrido ganar tan fácil... sabes lo que haces, pero siempre has visto flaquear
la voluntad de un hombre cuando la hora de la verdad llega, yo... le he
plantado cara a la muerte cada día de mi vida, he visto horrores con lo que tú
ni siquiera sueñas, así que merezco ver mi muerte a manos de ese que no tiene
el valor de retarme en duelo- La pelinegra sabía que se jugaba toda su suerte,
que por no huir estaba apostándolo todo a una carta no necesariamente ganadora.
-Como me hubiera gustado contar
con tu valor entre mis aliados, así bien... veras a tu verdugo, pero si él no
es capaz de eliminarte, deberé hacerlo yo... resulta que no devuelvo mis
honorarios y siempre hago bien mi trabajo- Smith sujetó las manos de Natsuki,
atándolas con firmeza solo para garantizar que no deshiciera el nudo y un
momento después golpeo su cabeza con la cacha del arma. La joven se desplomó
sobre la hierva, la máscara cayó al suelo y el fino rostro de la piel más
blanca quedó expuesto a la luz de luna. Smith lo contempló con pena, era la
primera vez que asesinarían a un chico tan joven y de aspecto tierno, por eso
quería estar seguro que fuera realmente el encargo, que Fujino constatara que
era él quien debía morir, de no ser el caso devolvería el dinero y vería el
modo de reclutarlo en sus filas, sería un casanova, un estafador de gran
renombre.
-0-0-0-
El carruaje arribó de vuela a la
mansión, la mayoría de invitados se había marchado en su ausencia y en el fondo
lo agradecía, como suele pasar en la vida de una persona orgullosa, el
arrepentimiento aparece tarde o temprano, cosas obvias como el transporte de
Natsuki que había elegido abandonarse en la oscuridad de aquel camino
preocupaban a Shizuru. Imaginó que el mundo se acabaría, deseaba ser tragada
por la tierra en un arranque de vergüenza, pero al bajar del carruaje su madre
la recibió en sus brazos con un gesto protector.
-Milady- Musitó con una venía
pronunciada ante Mizue. -... me he encontrado al malhechor en el camino,
pretendía...- Comenzó a recitar Sainoyi tal como se le indicó, leal a su nuevo
señor y aún cuan descabellado fuese mancillar su buen nombre, estaba contando
una versión inventada de lo que Natsuki había solicitado.
-A callar Sainoyi-san- Levantó
la mano una Shizuru cuya mirada fría dejó mudo al sirviente. -¿Dónde está mi padre?
Debo darle una explicación por mis actos... Natsuki no ha hecho nada malo, he
sido yo por mi propia voluntad-
-Salió a buscarte con Takumi y
algunos de los sirvientes... ¿Natsuki?- Intentó explicar la mujer, pero la rara
explicación de su hija le dejo perpleja. ¿Había oído bien? ¿Su hija hablaba del
joven sirviente que trepaba techos y pese a ser tan diligente no era muy
agraciado?
-Es una larga historia madre,
debo explicarme ante mi padre... seguramente está indignado yo...-
-¿Te... te escapaste con el
jardinero de tumbas?- Intervino Mai con una clara mueca de asombro.
-Ara, yo creí que esas cosas
románticas ya no pasaban- Añadió la abuela Fujino con una expresión de
añoranza. -Si estaba tan guapo en esas ropas...-
-¡OBACHAN!- Gritaron a coro Mai
y Mizue mientras una Shizuru perpleja miraba a su abuela, realmente ninguna
parecía enojada por su fortuito escape con Natsuki.
Con ese tipo de cosas Shizuru
comprendía porque carecía de ciertos estados de sentido común en ciertas
situaciones, ¡era genético! También le había parecido romántico, pero los
estúpidos protocolos sociales le habían puesto los pies sobre la tierra. Ahora
al volver la vista sobre el camino sentía un creciente angustia, le había
faltado sentido común e incluso humanidad al dejar en ese lugar a su amiga.
-Debo volver por ell... él- Musitó para sí, pero en voz audible y solo por eso
corrigió al final la frase.
-... Shizuru no irá a ningún
lado- La firme mano de su madre se apoyó en su hombro, así como la seriedad en
el rostro de la mujer mayor confundieron brevemente a la castaña. -No es
momento para actuar de esta manera irresponsable y tendrás que aclarar un par
de cosas hija mía-
-Mizue...- Iba a intervenir la
abuela en pro de su nieta, pero una mirada gélida en los ojos grises de su
nuera le hizo cambiar de idea.
-Madre...- Le llamó Shizuru con
voz suave. -El día de hoy me han expuesto a las miradas pérfidas de numerosos
hombres, solo porque al cumplir 16 años se me considera una mujer, yo no
entiendo como un día o una fecha puede cambiar lo que soy de la noche a la
mañana, sin embargo dentro de poco me impondrán responsabilidades como el
matrimonio, tendré que tolerar a un sin fin de hombres que... lejos de buscar
enamorarme, querrán comprarme con regalos costosos, así que esta vez, voy a
actuar como una mujer de ese nivel, tengo un error muy grave que corregir- Las
manos enguantadas, retiraron la gentil mano de la madre, que no salía del
shock, mientras que Mai miraba estupefacta a su hermana y la abuela, ella solo
sonreía.
-Per... pero ¡No iras sola!-
Atinó a decir Mizue notando que su hija ya abordaba el carruaje.
-No se preocupe Milady yo la
acompañaré- Llegó corriendo Akira, de un salto subió a la parte trasera del
vehículo que comenzaba a moverse, volvió la vista atrás no sin antes deshacerse
de la máscara. Rezagados se quedaron Tate y Masashi, quienes maldecían por lo
bajo su mala resistencia física, el joven Okuzaki los había dejado atrás con
mucha facilidad. -¡Vayan por caballos hay que dispersarse para buscar al señor
Kruger!- Gritó Akira desde lo lejos.
En cuanto el rubio y el castaño
pretendieron esmerarse en la tarea, una voz hipnótica llegó a sus oídos.
-¿Señor Takeda, Yuichi, alguno puede explicar qué está pasando?- Musitó con una
brillante y manipuladora sonrisa la anciana Kaede Fujino. Ambos chicos se
miraron espantados. -Verán muchachos, los únicos caballos que hay kilómetros a
la redonda están en mi establo, así que seré amable con ustedes si tienen la
gentileza de explicarme que ocurre aquí-
-A...alguien... quiere...-
Takeda comenzó a dudar hasta de su propio nombre. -Err... sabe que los caminos
son peligrosos señora, nuestro amigo podría estar corriendo grave peligro allá
solo en el bosque- Intervino a tiempo el rubio, para evitar que su amigo
soltara la sopa.
-Ara, mi nieta a dejado a un
pobre muchacho tirado en plena carretera... fufufu, le gusta bastante- Sonrió
de lo más animada la anciana.
Takeda y Yuichi se miraron más
que confundidos, ¿Eso era gustar? Con razón nunca le vieron algún prometido
claramente definido a la señorita. -Adelante muchachos, pueden tomar prestados
los caballos- Kaede sabía que mentían, pero había obtenido la información que
deseaba, así que no hacía falta torturarles más, el curioso par de chicos
corrió hacia el establo más por miedo que devoción.
-Necesito una explicación
Obachan... ¿Cómo es que a Shizuru le gusta el jardinero de tumbas si lo ha
dejado tirado en la carretera?- Eso no tenía ninguna lógica para Mai.
La mujer removió sus cabellos blancos y una
sonrisa maliciosa emergió en sus labios. -Veras querida niña- Posó sus ojos
carmín sobre la más joven entre las reunidas, aunque Mizue prestaba completa
atención a las palabras de la abuela. -Shizuru es la mujer más fría que conozco
después de mí... para nosotras un 'hombre' que no hace enojar, no apasiona, una
Fujino tiene que darle suficiente importancia para sentirse ofendida por sus
errores, de modo que el joven Kruger ha dado en el blanco, la ha enojado lo
suficiente para ser tenido en cuenta y después, le ha hecho pensar lo
suficiente en él para hacer que se preocupe por su seguridad- Habla en un tono
elemental, mientras las dos mujeres la contemplaban estupefactas y confusas,
Mai sabía que Reito no la enojaba, el era demasiado encantador para ello, sin
embargo... también les faltaba esa inequívoca peculiaridad del amor, les
faltaba pasión. Las tres damas ingresaron a la casa en sepulcral silencio,
cavilando aquella gema nacida de la experiencia que Kaede les había obsequiado,
más todas ellas ignoraban que una cuarta escuchaba atentamente y su mandil se
arrugaba bajo la cólera de unos puños cerrados.
.
.
.
El agitado galope retornó en sus pasos
hacia la arboleda donde Shizuru afirmaba haber dejado a la Kruger, mas al
arribar... de la joven no quedaba ni el rastro o así lo pareció cuando la dama
de cabellos castaños descendió del carruaje sin hallar el paradero de su
servil. La castaña miró en los alrededores con la esperanza de encontrarla o
tal vez haber confundido el sitio, puesto que la noche no era la mejor aliada en
búsquedas semejantes. Después de algunos momentos concluyó que era imposible
equivocarse, conocía cada espacio en kilómetros a la redonda, había recorrido
por completo el paraje durante su infancia y gran parte de su adolescencia,
recordaba cada árbol, cada formación rocosa. Solo la mirada grave de Okuzaki le
advirtió de una angustia mucho peor, al posar sus ojos carmín sobre la joven
enfundada en prendas de varón, se detuvo con estupor, en las que noto unas
manos delicadas yacía una máscara plateada, una diferente de las demás,
recordaba aquella gema peculiar, un zafiro incrustado en el centro de la parte
superior. La máscara de la Lobuna, una prenda que solo distinguió en uso de
Natsuki durante la fiesta, durante aquellos preciosos momentos en su alcoba,
así un curioso sonrojo inundo sus mejillas al comprender lo atrevido de la
acción.
-Ella no dejaría tirada esta mascara,
jamás- Musitó con voz trémula Akira, presionando entre sus dedos la resistente
aleación entre plata y titanio.
Shizuru encontró aquel un mal momento para
la curiosidad, debido a la premura de las circunstancias, pero la respuesta
además de ayudarle a entender un poco más de la joven Kruger, delataría aun más
la gravedad del problema. -¿Por qué un objeto puede ser tan importante?-
Akira levanto la mirada para enfrentar la
rubí que resultaba tan difícil de soportar. –“Que
mirada tan intensa”- Se permitió pensar en su fuero interno –Es una
reliquia familiar y su se… Natsuki la ha usado toda su vida-
-¿Cómo es eso posible?- Inquirió la castaña
atreviéndose a tomar la prenda metálica entre sus dedos, era una joya sin lugar
a dudas, por los materiales que la componían y la genuina gema incrustada en
ella. –“Este tipo de cosas no podrían
pertenecer a alguien de tan humilde casta… hay tantas cosas tan extrañas sobre
ti… Natsuki”- Por un breve momento el fino rostro de la castaña se contrajo
con molestia. –No es momento para estas alegres platicas, debemos encontrarla…
si ha prescindido de tan valioso objeto, es claro que ha sido contra su
voluntad… “por otro lado que clase de
mastín dejaría olvidada una joya tan exótica, alguien con otros objetivos muy
claros”-
Ambas subieron al carruaje sin más
palabras, Akira agradeció la sapiencia de la prometida de la Duquesa, dado que
realmente la puso en un aprieto a causa de aquella pregunta, la joven servil
ignoraba cuanto debía revelar de los secretos de la familia Kruger. Así que
sirvió a la doncella para subir en el carruaje, volvió sobre la parte delantera
y apuró al cochero a seguir lo que distinguió como huellas de caballos. Akira
sostuvo con sus fuertes brazos dos lámparas de aceite y añadió al carruaje
algunas en los laterales, solo así la vista de muchacho a cargo de los caballos
logró ver el rastro del que hablaba el moreno Okuzaki.
Lejos, no tan lejos de aquella carrera
contra el tiempo, Smith aguardó la llegada del orgulloso señor Fujino, tras el
follaje de enredaderas y en un claro del bosque había atado al ‘caballero’ de
uno de los árboles colindantes. El rubio era todo menos tonto y tras levantar
el cuerpo inconsciente de aquel, tan delgado y frágil, notó la verdad tras los
apretados vendajes de su pecho, él un hombre de su experiencia no necesitaba
ver lo que estaba oculto y ello en verdad le animó aun más a retar al Fujino
¿Cuán poco honor y hombría quedaba a quien cobarde pagaba servicios funerarios
para una doncella? ¿Era esa joven una amante latosa que estorbaba a su buen
nombre? Aquella circunstancia era más frecuente de lo que podría imaginarse,
pero ella no parecía una de esas ilusas niñas del arrabal y mucho menos tendría
tan malos gustos. Mientras aguardaba pacientemente el arribo del gran señor,
contempló a la joven con un dejo culpable que no permitió ser visto en
presencia de sus compinches y esbirros, pero esa joven tendría quizás la misma
edad que su hija, si, él un desalmado, tenía una preciosa hija, su amada
Alissa. Su esposa Elizabeth y su querida Alissa, tan ignorantes del oscuro
mundo en el que él estaba sumergido, las extrañaba tanto en momentos como
aquel.
El ruido de una rama le alertó de la
intromisión o más bien la llegada de su prestigioso cliente, al cual invitó a
acercarse a su víctima con un ademán de su mano.
En cuanto Fujino observó a Natsuki atada al
árbol e inconsciente, sintió el peso de una extraña culpa que alejó con la
frase mental “Es por el bien de mi
Shizuru… es mi hija o ella”, en la oscuridad aquel hombre no distinguía el
rostro de la yerta joven, pero ciertamente veía el brillo escarlata de la
sangre en su cabeza. Sin mayores ceremonias se acercó a Smith con una bolsa
repleta de oro y gemas. –Buen trabajo, ya puede deshacerse del cuerpo- Una que
fue recibida por el más alto y fuerte de los esbirros.
-Es en extremo confiado mi Lord… la dama no
está muerta, solo malherida- Sonrió el rubio a la par que entrecerraba sus ojos
para disfrutar el agravio de aquel ‘caballero’.
-¿Qué ha dicho?- Abrumado por la verdad, o
más específicamente por la información que solo debía yacer en su conocimiento,
así como la afirmación de que ese ser despreciable yaciese con vida exaltó en
sobremanera al castaño. –Es una broma de mal gusto señor- Fue todo cuanto atinó
a decir el padre de la bella Shizuru, dudando de la palabra de aquel
innombrable se acercó a la joven y en el silencio de la noche de luna llena sus
oídos escucharon la débil respiración de la chica. -¿Qué evita que cumpla su
cometido? Le he pagado y con creces por tan insignificante tarea-
Aquella respuesta no agrado ni un poco al
señor Smith. –Si es tan simple ¿Por qué no acaba usted mismo con ella? Tanta ha
sido su cólera, que he decidido honrarlo con el regalo de su vida en bandeja de
plata- Siseó con veneno el rubio a la espalda del castaño, extrajo de su cinto
una daga y la deposito en las manos de Satoru. –Hágalo usted mismo, ahora que
esta indefensa y no puede causar ningún daño- Encerró entre los dedos del
Fujino el puñal. –Pero si es tanta su bravura, contemple a quien pretende
arrebatarle la vida… yo he cumplido mi lord, la he traído ante usted y solo por
esa razón… recibiré el pago merecido por mi trabajo-
Tras una breve sonrisa, el rubio y sus
leales se perdieron entre las sombras de la noche, allí apenas yacio en soledad
Satoru con el puñal en las manos y una inconsciente Natsuki, atada al tronco de
un árbol. En la soledad de su turbia consciencia, la curiosidad pesada diluyó
por un momento de la mente del Fujino su plan asesino, guardó el cuchillo,
hincó la rodilla en el pasto húmedo y con sus enguantadas manos levantó la
barbilla de la joven atada. –¡He sido timado! ¡Engañado de la más vil manera!-
Se quejó Satoru soltando el rostro de la joven, hecho una furia caminó frente a
la chica dando vueltas. -¿Qué se han creído? Ya no puedes confiar en estos
matones modernos, me han traído a una consorte en traje de hombre- Exclamaba más
que molesto, la joven era hermosa como pocas, con unas finas facciones y una
piel tan suave como la seda, nariz esculpida por los ángeles mismos, unos
labios que como fresas frescas brillaba naturalmente ante los tenues rayos de
la luna, era ese un rostro soñado… nada que ver, ni parecido con el señor
Kruger, su hija ciertamente debía ser algo horripilante, tan maldita como el
padre.
Satoru recordó los colmillos, las garfas,
así que dio la vuelta al tronco, las manos atadas supusieron un serio problema,
resultaba imposible retirar los guantes de la joven. Lo sopesó un momento,
notando el lamentable estado de la chica y su total indefección, extrajo el
cuchillo para liberarla de sus ataduras, raudo retiró los guantes y sorprendido
observo unas manos delicadas, como las de cualquier cortesana, ello le llevó a
entender que la situación era aun mas grave. ¡Imbéciles! Habían secuestrado a
la hija de algún hombre poderoso. Pese a todo volvió frente a la joven y movió
con sus dedos los labios carmín, una dentadura cuidada sin artilugios filosos
en ellos. Satoru maldijo su suerte. -Tonto de mí- Lamentó su tardía inventiva,
se presentaría como el rescatador de la chica y seguramente el padre de la
misma estaría muy agradecido ¿Quién podría dudar de su buen nombre tras ello?
Más que dichoso con su idea, se acercó a la
chica con el ánimo de llevarla al camino donde su carruaje aguardaba por él, la
llevaría a casa, cuidaría de sus quebrantos de salud y todo estaría resuelto,
salvo por la pérdida económica, ¡Oh vamos! El padre de la chica sería más que
generoso con él por traerla de vuelta, rió aun más contento de su ingenio. En
cuanto se dispuso a levantarla en sus brazos un tenue murmullo cambió por
completo la situación, de los labios de aquella desconocida nacía el nombre de
su hija… un tenue Shizuru… traicionaba a la durmiente Natsuki.
Satoru palideció, tembloroso imaginó las
posibilidades que este hecho generaba ¿Cómo pudo esta mujer conocer el nombre
de su hija? Más aún decirlo entre sueños con tal exceso de confianza, sin
keigo, ni el más mínimo respeto por los buenos modos. Estuvo entonces claro
para el castaño, que aquella era la que buscaba, que esa frágil joven era la
descendiente de la que tanto se vanagloriaba el Duque, y no sin razón debió
admitir en su fuero interno. -¡Es una mujer! Es una aberración- Se repitió a si
mismo antes de tomar en sus manos el puñal. Contempló nuevamente a Natsuki, cuánto
dolor llenaría al corazón de un padre por perdida semejante, pero cuanto más
dolor y culpa toleraría él al verlas desposarse. Sin mayor dilación levantó la
cabeza de la pelinegra un poco, si tal vez pataleara al momento de su muerte,
quería hacerlo con prontitud evitándole así un dolor mayor, posó el filo a la
altura del corazón de la Kruger y musitó las últimas palabras que la joven pudiera
oír en su corta vida. –Perdóname pequeña…- Acercó el cuchillos a la frágil
tela, lentamente e incapaz de hacerlo de un tirón.
-¡Aléjese de ella!- Escuchó una voz a su
espalda. –o juro por mi madre, que mis disparos le atravesaran el corazón sin
misericordia- Akira, que gracia del oído que le había hecho correr en la
dirección de los homicidas susurros. Sin embargo el castaño lejos de retroceder
sus acciones, intentó clavar el puñal de un tirón, curiosamente una placa de
metal le impidió el paso.
-¿Padre?- Una segunda voz helo la sangre
dentro del castaño, Shizuru había corrido tras Akira, seguido sus pasos y
reconocido la indumentaria del caballero. Satoru ocultó su fechoría, escondió
el cuchillo entre sus ropas y volvió un rostro angustiado ante Akira y su hija.
-La he encontrado tirada mientras te
buscaba… mi niña- La hija que ama al padre no duda de su bondad y angustiada
corre a su encuentro, apenas observa el tono escarlata en la melena oscura y el
rostro estrechado en el pecho de su padre.
-Okuzaki… pronto, ¡un medico!- Los ojos
rubí miran con suplica los de la morena, pero la sirviente se niega a dejar a
su ama a merced de aquel bandido y maestro de la manipulación. Se acerca y
aparta sin cuidado alguno a Satoru de Natsuki, mira hacia el cielo, el alba con
sus rayos naranjas y rojizos comienza a descender por las montañas, así que
extrae la máscara de su bolsa y la coloca en el rostro de su joven ama.
-Okuzaki-san… ¡Pronto! Necesita atención
urgente- insistió Shizuru sin comprender el porqué de la osca actitud del
sirviente.
-No más que la que su padre prestaba tan
gentilmente- Musitó con encono una Akira que apenas controlaba sus deseos de
matarlo allí mismo, solo por Shizuru se contenía.
-¿De que habla señor? Yo la he desatado del
árbol, yo que he levantado a esa mujer para llevarla al carruaje y darle la
atención merecida… venidas de usted tenían que ser sus palabras, sirviente-
Indignado y orgulloso en presencia de su hija Satoru sabe que debe mentir para
no perderla, pero pronto, los rayos del sol se posan sobre la pelinegra
inconsciente y solo entonces, observa bajo el recelo y cuidado protector de
Okuzaki, las formas que antes estuvieron ocultas… las manos que se alargan y se
conviertes en mortales garfas, los filosos colmillos que sobresalen de los
labios que no esconde la máscara.
Abrumado desvía la mirada sobre su hija,
Satoru comprende con amargura que estas horrendas formas de la bestia, no son
un misterio para ella cuya mirada se tensa y debate silenciosamente con la de
Okuzaki. El castaño se alarma ante las garfas que se cierran, nota un tenue
movimientos en el cuerpo que evidencia más largo y musculoso, pero a su hija de
nuevo parece importarle muy poco, el aspecto de la Kruger. Akira desvía la
mirada sobre su ama en cuanto percibe el despertar de la Duquesa. –¿Natsuki?-
En la mención del nombre, tan natural y preocupado de la morena, Satoru
encuentra su oportunidad.
-¿Natsuki? Este es el nombre de uno de mis
sirvientes, un hombre… que por lo visto tiene poco de hombre…- Musita con desdén.
–Una mujer fingiendo el lugar de un caballero y peor aun… pretendiendo a mi
hija en el baile-
-Padre…- Solo entonces la castaña busca
encontrarse con los ojos de su padre, mira con temor en la sangre de su sangre,
sus ojos y sabe lo que ocurrirá a continuación, no quiere oírlo y desvía la
mirada.
-No hay nada que decir Shizuru… esta mala hierba
debe ser cortada de raíz ¡Le prohíbo acercarse a mis tierras! ¡Esta despedida!
Sus aberraciones bien puede quedárselas usted- Cada vez más airado el castaño
señala culposa a la que con dificultad se pone de pie.
-¿Cómo se atreve?- Gruñe con voz ronca una
confusa Natsuki, mientras Akira le sirve de sostén.
-Vaya por sus honorarios con la señorita
Margueritte, pero le advierto ‘señorita’… que si usted osa volver a mi casa sin
mi permiso, saldrá con los pies por delante… ¡Le quiero lejos de mi hija!-
Natsuki se sostiene sí misma, recuperando
con la maldición, la fuerza y vitalidad de su cuerpo. -¿Qué le hace pensar que
usted puede detenerme?- Da un paso cerca del señor Fujino. -¿Usted y cuantos
más?- Le reta con burla, pues el hedor del miedo que destila Satoru se hace
evidente a sus ojos. –Necesitaría un ejército, mi lord- Casi escupió el titulo
del Fujino, así dio otro paso más, imperceptiblemente el castaño retrocede.
-Natsuki… por favor- Como un canto que
apacigua a las fieras, la suplicante voz de Shizuru, así como su expresión
angustiada atrajo toda la atención de la lobuna y con solo ese gesto, el juicio
y la cordura volvieron a la mente de la pelinegra.
-No me pidas eso… por favor- Dijo en
respuesta posando las gemas verdes sobre la dulce faz de Shizuru.
-Si Natsuki hace eso por nuestra amistad…
yo le estaré profundamente agradecida- Esas palabras atravesaban
silenciosamente el corazón y subían en lágrimas sobre aquellos ojos esmeraldas.
-¿Qué cosas dices Shizuru?- Satoru miró con
reproche a su hija, pero muy en el fondo, sabía que por segunda vez, la más
joven de su casa le salvaba la vida.
-Mi padre no me ha obsequiado un regalo el
día de mi cumpleaños, su hubiese alguno que deseara, sería un momento a solas
con ella, uno corto… ¿Me concedes eso padre?- Satoru pudo sentir el magnetismo
en la mirada de Shizuru, esa habilidad que solo había visto en los ojos de otra
mujer, su madre. A sabiendas de que la castaña no retaría ni desobedecería su
voluntad, se retiró siendo escoltado por Akira, quien aun se planteaba la
posibilidad de matarle de camino al carruaje.
-Shizuru… Ikezu- Fue todo cuanto pudo decir
una muy triste Natsuki, una mala imitación en verdad, pero ¿Qué otra forma era
mejor para expresarle a su manera lo que sentía?
-Ara, Natsuki es ligeramente más
melodramática de lo que pensé- La castaña deslizó sus dedos por la barbilla de
la otra más pálida y fría. -¿Estás bien? Esa… esa herida se veía bastante mal-
tomó el borde del casco con la lenta intensión de retirarlo.
-La sangre es muy escandalosa- Respondió la
pelinegra sujetando entre sus dedos la mano delicada de Shizuru, con un cuidado
tal que apenas podía hacerle cosquillas con sus garras. –No me pidas que me
vaya, sería cruel-
-Yo no puedo pedirle eso a Natsuki, pero
tampoco puedo desobedecer a mi padre y se que cumplirá sus amenazas ¿Acaso mi
angustia por ti no es suficiente?- Por primera vez en aquel largo tiempo, la
graciosa amatista obviaba sus modos de hablar para tratarla de forma personal y
lo sintió con un estremecimiento en el cuerpo.
La lobuna cerro sus ojos disfrutando el
tenue contacto entre las dos, tan cerca… tan cerca que solo requería estirar
sus brazos para estrecharla y no dejarla ir nunca más, pero eso lo sabía
imposible. -¿Es egoísta desear un poco más?- Shizuru no necesitaba ver la
completitud de su rostro para comprender la suplica de su expresión, el matiz
de su voz era suficiente y la mirada que volvió a contemplarla a la espera de
su respuesta, se abrió, sorprendida y temblorosa se hizo su pupila, cuando un
contacto nuevo y único tuvo lugar, tan cerca su rostro, tan únicos sus labios
que ladrones le arrebataban el primer beso. No hubo más que tierra bajo sus
pies, tan poca quizás que enredó sus manos en su cintura y sintió las suyas
sobre sus hombros, nadie quería caer en el abismo imaginario, si de apartarse
un paso fuera posible caer. Un tímido movimiento, un roce eléctrico y memorable
a mil vidas, una sensación dulcísima y aquel casto beso concluyó en la
sorpresa, cuando la castaña abandonó sus brazos y corrió lejos de ella… -No
vuelvas a casa ¡Natsuki!- Fue todo cuanto escuchó de su espalda y el movimiento
de sus cabellos al viento de la mañana.
Se quedó de pie, ¡Tramposa! Le había hecho
una promesa silenciosa, le había dado un beso a cambio de tanto, su paciencia
era poca, muy poca, solo debía esperar el tiempo del pacto y se antojaba quizás
eterno. -¡No es justo Shizuru!- Dijo muy tarde, quizás ella ya iría de camino a
la mansión en el carruaje de su padre. Se dejó resbalar hasta el pasto, donde
rasgó la tierra impotente y enojada.
-¿Su alteza?- Akira no daba crédito a lo
que veía, Natsuki era experta en controlar sus emociones de ira, pero bien que
hacia un berrinche infantil contra el pasto y contra el mundo de ser posible.
-Odio a ese sujeto… lo destrozaría parte
por parte- Todos lo estaban deseando en ese momento, Akira lo admitía en su
fuero interno.
-Pero es el padre de la señorita- La joven
ninja no podía obviar ese detalle.
-He ahí que el destino se burla de mí,
parece otra pésima broma de Mikoto- Refunfuñaba enojada, pero más pronto que
tarde comprendió un detalle aún más importante y se quedó estática en su sitio,
se tuvo que sostener con la palma de su mano en el tronco más cercano.
-¿Alteza? ¿Está bien? ¿Un mareo?- Akira
pasaba de la risa, a la angustia en un segundo. -¿Fiebre?- Le parecía ver
enrojecido el cuello de su ama.
-Shi..Shizuru-
-¿Le pasó algo a la señorita?- Akira estaba
al borde del infarto, iría corriendo por el carruaje, tenían que alcanzar al
señor Fujino, quizás la encerraría o peor aun ¡La enviaría lejos! Se giró a
punto de correr a la carretera cuando una voz trémula le habló.
-Me… Shizuru… me besó- Un segundo después,
sonidos raros y al volver la vista… Natsuki se había desmayado, Akira no sabía
ya si del golpe en la cabeza o del exceso de sangre en la parte superior de su
cuerpo, seguro y se había quedado sin sangre en el resto.
-¡Alteza!- Era de imaginar que tendrían
otro día para desenmarañar los planes de Satoru, por el momento Akira debía
auxiliar a su abrumada ama y llevarla a un lugar seguro… -No creí que… le diera
tan duro un beso- Se quejaba la castaña mientras levantaba a la Duquesa y se
las arreglaba para llegar a la carretera.
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autor.
Woooow que historia tan impresionante ...ojala publiques pronto el siguiente capitulo
ResponderEliminarUyyy ke bien va la historia, aunque me debes el capítulo de la semana pasada así ke debes subir doble está semana.
ResponderEliminarGracias por escribir, casi muero de inanición de lectura.
ResponderEliminarEs perfecta, me encanta esta historia. Como es que he leido repetidas veces el beso!! No tardes en publicar, es una tortura dejar de leerte por tanto tiempo. :( jeje Saludos desde Venezuela. Att: Isis
ResponderEliminarMe encanto este capitulo!!!Por fa..no te demores tanto en subir otro capitulo!!!Besos..
ResponderEliminarLays.
Adoro esta historia! No tardes tanto en publicar, por favor.
ResponderEliminarMe encanta la historia de Natzuki y Shizuru, ojalá y no tarden en subir el siguiente capítulo, es muy buena... saludos.
ResponderEliminarEn la mayoría de las historias de este blog llegan rápido a las sábanas y créeme que este inocente beso ha sido mucho más glorioso :D
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