Capítulo 3
Sopor
La luna llena esta cernida en el firmamento, allí donde las estrellas brillan con tanta intensidad, que todo y
nada está oculta a
la vista, siendo esta una luz lánguida. El viento es fuerte, el invierno apenas ha desaparecido, el deshielo de los ríos y
lagos, así como la humedad creciente en el aire que dará inicio a la vida de una nueva primavera. Los pasos firmes sobre la húmeda tierra, en el pie descalzo que no resiente el todavía gélido ambiente, las ramas no crujen ante su paso grácil, sigiloso y
límpido. ¿Es acaso una ninfa del bosque? Una criatura divina y mística que se niega a
mostrar el rostro. Su pálida piel parece resplandecer o solo refleja la luz de la luna amiga... es la única noche en que puede verla, que ansía repetir y aguarda con paciencia. La etérea figura continua su camino sin siquiera mirarla, haciendo caso omiso de la presencia que la acompaña, más se deja seguir y su ritmo es lento para que no pueda perderla de vista. Ignora porque la sigue sin dudar, paso a paso tan descalzo como el suyo, pero bastante más ruidoso entre el pasto, las raíces de los altos árboles y las ramas.
Shizuru sabe que es un embrujo del que no puede escapar, ya se ha resistido antes sin mejores resultados... no es dueña de sí, por ello cede al placer secreto de ese momento de contemplación. Desliza la mirada sobre esa mujer idílica, desde los tiernos tobillos hasta las piernas atléticas, los muslos perfectamente delineados donde la tela blanca cubre una prodigiosa cadera, un cinturón de plata sujeta la prenda casi amazona y
arriba de aquella esculpida curva, una cascada negra reposa sobre la piel de porcelana, tan lacia y
de vista sedosa, con el marco de unos fuertes pero a la vez femeninos brazos. Paso a paso tras el sendero conocido, la castaña advierte que están a
punto de llegar, la diosa de azabache melena ya se posa sobre la gran roca caliza, desde la altura y
con un conocido pero nunca antes visto lago hecho enteramente de hielo. La mirada rubí se esfuerza en ver más allá del lago, en la otra orilla, pero solo puede ver una amplia caverna que se abre paso dentro del corazón de una enorme montaña, se hace un abismo tan oscuro que la hace temer más allá de cualquier posible fobia, lejos de toda lógica... solo porque Shizuru sabe que ella saltará, romperá el hielo como si este fuera un espejismo y
emergerá magníficamente, adueñándose de la tierra bajo sus pies, para adentrarse en ese lugar tétrico. Pero ahí está siempre ese indescifrable dolor, ese agudo terror y el ser incapaz de alcanzarla, de entrar a
su lado.
Solo entonces encuentra el valor que le ha sido negado en tantas ocasiones. -¡Espera!- No da crédito, al sonido de la propia voz naciendo de su garganta.
La ninfa se detiene, ¡La ha escuchado! Gira el cuerpo con tal gracia, que por un segundo la larga cabellera cobaltina le permite ver el soslayo de un rostro delicado. Una nariz respingada y la línea a contra luz de unos labios carnosos. Pero es el brillo de un iris esmeralda lo que le deja sin aliento, es tan difícil respirar y no perder al mismo tiempo, la oportunidad de apreciar tal belleza. A
pesar de las sombras que cruelmente le niegan los detalles de ese rostro, que finalmente tiene frente a
si, se atreve al fin a musitar una pregunta que la atormenta. -¿Quién eres?-
Shizuru hubiese vendido el alma al diablo por una vela, para deleitar la vista con el ademán de sonrisa que intuyó en la faz de aquella mujer. Empero no hubo respuesta, supo entonces que esa no era la pregunta correcta. -¿Qué haces?- Intentó una vez más.
Una gentil voz grave manó de los labios desconocidos. -Esperar-
-¿Qué esperas?-
-A ti... una y otra vez... a
ti- Tan suave, que casi acariciaba las palabras.
-¿Porque a
mí?- Cuestionó abrumada, incrédula...
Sintió el golpe seco de algo empujarla, el viento arremolinar con tal brusquedad que era doloroso mantener los ojos abiertos, pero se esmeraba en no perder de vista a
la chica. El zumbido en los oídos le impidió escuchar, apenas ver que aquel místico ser movía los labios incesantemente, mientras su rostro se plagaba de angustia y
su ceño se fruncía. Esta vez el límpido clavado de cada ocasión fue reemplazado por el tropiezo de la amazona, y
un agudo grito escapó desgarrado desde lo profundo de su corazón...
Shizuru se levantó
abruptamente con un grito
tan real, como la
mano que extendía hacia
el techo con el
afán de alcanzar a
la mujer de hechicera mirada esmeralda. El
sudor frío surcaba la
frente y mejillas de
la castaña. Una solitaria lágrima amenazaba con
escapar de sus ojos
angustiados. La Fujino no
salía de su ensoñación, por lo que
cierto amigo canino, se
ocupó de lamerle la
mejilla y con ello
robarse un tierno mimo
en la cabeza, obra
de las cálidas manos
de su dueña.
-No sé qué
haría sin mi querido
Durhan...- Se atrevió a
decir, acunando en sus
brazos a la mota
blanca, que por misterios de la vida
había decidido permanecer eternamente cachorro. Después de
aquellos meses de tener
al animal consigo, Shizuru
notó que tan tierno
ser no incrementaba de
tamaño... permanecía en ese
estado mini y compacto
para el confort de
la mediana cama en
la que ambos dormían.
-Volví a soñar con
la ninfa... pero esta
vez, me pareció más
real que las otras
veces... casi puedo sentir
la humedad en los
pies, y el frío
en la piel-... no
sabe si sonreír, o
tal vez sentir preocupación. La realidad es
que esos sueños se
han vuelto algo tan
natural en sí, que
sería tan extraño prescindir de ellos. Durhan
solo escucha inteligentemente las
palabras de su dueña,
acercando su pequeño hocico
para brindar consuelo y
mimos a la aun
somnolienta castaña.
La mirada carmín
se posa en el
tocador cerca de la
ventana mientras acaricia la
cabeza de su canino
amigo y este lame
sus dedos devolviendo el
gesto dulce que le
fue prodigado. Allí cerca
de la ventana reposa
un florero, con cuatro
orquídeas de color morado,
su color favorito... no
evita sonreír para levantarse y percibir el
agradable aroma de aquellas
exóticas plantas, tan exóticas
que no son propias
de la región, puede
que ni de Windbloom. Desde el invierno
hermosas flores acorde a
cada estación han aparecido allí cada mañana,
por lo que supone
deben haber un nuevo
jardinero entre los miembros
del servicio, pero no
le ha visto para
agradecer sus atenciones. Su
padre contrató algunos jornaleros para dedicarse completamente al viñedo de
la familia Fujino, negocio
que había descuidado con
las importaciones de
especias de Argos. Resulta
increíble cómo se recuperaron grandes hectáreas, casi
devoradas por la maleza
y más inverosímil que
aquellos viñedos casi raquíticos, ahora reverdezcan y
den frutos maduros de
gran valor. Pero no
hay tiempo para tan
profundas elucubraciones cuando
un día de deberes
en el campo le
esperan, casi está por
llegar la cosecha.
-Serviré los alimentos a Durhan ¿Verdad
que tiene hambre?- Shizuru
se acercó a la
cama donde la motita
blanca movía la cola
de un lado a
otro delatando su alegría
y ladraba animosamente en
respuesta a la castaña.
El pálido y suave
dedo de la joven
se posó sobre la
nariz húmeda del cachorro, haciendo que las
pequeñas patas de algodón
se movieran hacia atrás
y el cachorro, se
diera vuelta en la
cama exponiendo su rechoncha pancita, para ser
acariciada. -Creo que me
he enamorado fufufu, esa
tan lindo mi Durhan-
Reía alegremente la castaña,
mientras acariciaba la suave
panza de su mascota.
-Cómo has sido un
buen chico y no
has llorado por el
poco tiempo que hemos
podido pasar juntos... hoy
tendrás una gran porción
del pavo que hizo
mamá- En efecto, el
apegado canino había gemido
a principios del mes
de febrero, en el
que toda la preparación de la cosecha
tenía lugar y Shizuru
debió colaborar junto a
sus hermanos, marchando al
alba y retornando al
anochecer, con excepción de
los almuerzos, horas que
la mascota también respetaba sagradamente. El
lobezno podía vagar por
toda la casa y
pasear por los campos,
incluso era libre de
cazar liebres para alimentarse a su manera,
pero el consentidor Satoru
Fujino, había mandado poner
una cerca que limitara
las andanzas del animal
y de ese modo
evitar que se perdiera
en las arboledas cercanas. Sin embargo el
obediente cachorro retornaba al
cuarto de la castaña
a la misma hora
cada noche, por lo
demás nadie sabía cómo
se alimentaba o se
mantenía tan limpio Durhan.
Suponían que corría hasta
el riachuelo para bañarse
por sí solo, pero
no había constancia de
ello, a fin de
cuentas los lobos son
criaturas solitarias.
-0-0-0-
Sutiles gotas de
sudor surcaban la frente
de la castaña, se
había unido a los
grupos de trabajo, para
retirar las nacientes enredaderas. La familia Fujino
sabía que cuanto más
libre estuviera la fértil
tierra de hierbas y
malezas, mayor cantidad de
nutrientes apropiarían los cultivos
y mejor sería la
producción de los racimos,
así como más jugosas
las uvas. Pese a
haber incorporado el doble
de jornaleros, el olvido
y abandono de aquellos
viñedos durante los anteriores años, había cuadruplicado el
esfuerzo que requerían para
dar buenos frutos. Mai
yacía al lado de
su hermana, con unas
cintas que recogían las
mangas de su vestido
blanco con detalles naranja,
así como unos gruesos
guantes de cuero que
le permitía retirar las
malas hierbas sin ver
perjudicadas sus manos. Era
por tradición que los
hombres rasgaran la tierra,
la abonaran, sembraran las
semillas, podaran las ramas
secas, cuidaran los sembradíos de las heladas
y las lluvias, y
que las mujeres usaran
sus secretos encantos para
retirar las malas hierbas,
pues acorde al tabú,
lo que aquellas gráciles
manos retiraran de la
tierra no volvía a
crecer hasta el año
siguiente. Pese a todo
Satoru y Takumi acordaron incluir a los
hombres en aquel ritual,
dado que para las
doncellas de la casa,
sería imposible completar la
tarea en el tiempo
que los limitaba.
Reito un joven
militar ausente de los
campos de batalla en
tiempos de paz y
prometido de Mai, había
llevado consigo a las
mujeres de su casa
para colaborar y con
ello agradar un poco
más a su suegro,
el mismo se unió
a la tarea como
un servil más. Por
lo que un más
numeroso grupo de damas
barría la mitad de
los campos, mientras los
sirvientes ocupaban la otra
mitad, junto a Takumi y
Reito.
Shizuru estaba al
principio de la línea
femenina y jalaba con
suma facilidad las hierbas
hasta la raíz, tal
y como la abuela
Fujino le había enseñado, pese a todo
se adelantaba tomando más
y más metros de
ventaja sobre sus compañeras de labor, con
el paso de los
minutos, las horas, se
encontró sola entre los
viñedos. Había estado tan
concentrada en su labor,
que apenas y se
percató de la ausencia
de las demás, a
pesar de los chismorreos sobre sus maridos
y prometidos, tema común
de charla en esos
menesteres de las que
ella no era participe, al no contar
con marido ni prometido. Llegó al límite
en el que trabajaban los hombres, se
notaba por la límpida
tierra libre de maleza,
más no veía a
ninguno en los alrededores, seguramente estarían por
terminar en la otra
punta. Levantó la cabeza,
cubrióse los ojos de
la luz del sol
de la tarde y
buscó en la distancia a sus compañeras, notando que estaban
mucho más abajo en
la larga colina.
-Ara... he terminado mi línea- Retiró
los guantes de cuero,
depositándolos en la cesta
que contenía las enredaderas. Pero el sonido
tenue de una melodía
atrajo sus sentidos, desvió
la mirada carmín sobre
las hectáreas solitarias que
tenía por delante, hasta
la cima del mausoleo
familiar, donde el más
antiguo y reseco árbol
de la familia se
mostraba. Shizuru tenía mucho
respeto y hasta temor
hacía aquel lugar, su
madre había sido muy
enfática en evitar que
se acercara al sitio
desde que era solo
una niña y su
obediencia le indicaba no
acercarse, pero el sonido
más hermoso que había
escuchado nunca, provenía de
allí. La tonada suave
era magnética a su
oído, casi parecía silabear
su nombre entre nota
y nota. Irresistiblemente atraída,
con lentos pasos atravesó
los cultivos hasta yacer
de pie frente al
enorme mausoleo. Miró sorprendida la edificación... Shizuru
recordaba la única vez
que estuvo allí en
su infancia, fue cuando
murió el abuelo Fujino,
pero... en aquel entonces. -¿Por qué padre
lo tenía en tal
abandono?-
El mármol blanco estaba golpeado por el paso de los años, el moho y las enredaderas secas, tras las verjas oxidadas, denotaba una vista lamentable del lugar -¿Mami?- Cuestionaba una voz dulce y
temerosa, halando con su pequeña mano los tibios dedos de su madre. Mizue la sujetaba mientras el ataúd cruzaba las ajadas puertas de roble hacia el interior de la cúpula marmolina, siendo aquella la última morada del afable Hero Fujino.
-¿Dime mi amor?- Los tristes ojos de su madre, se desviaron para verla, pese al dolor de la perdida dedicó una sonrisa a
su pequeña Shizuru.
-Este lugar... me da miedo...- Apretaba con sus infantiles fuerzas la mano materna, antes de señalar el horripilante árbol, de ramas desnudas y torcidas como dedos filosos. La tierra bajo él era más oscura, completamente negra... aquello significaba que era la más fértil de la zona, pero ello no evitaba que las ramas secas del gran árbol de cerezos no mostrara ni el más pequeño de los capullos en flor, no tenía hojas y el tronco era gris, casi pálido. -Tengo miedo mami- Musitó la castañita mientras mostraba terror en su fina carita y
temblaba.
-Entonces debemos ir a un lugar más tranquilo... no quiero que mi niña este asustada- Mizue levantó en sus brazos a
Shizuru, tomó de la mano a
Mai y le indicó a Takumi que aguardara junto a su padre para darle consuelo... Los curiosos y
asustadizos ojos sangría, contemplaron desde la espalda de Mizue el mausoleo mientras se alejaban a
paso tranquilo. Un corto grito de miedo escapó de su boca y el llanto de sus ojos, porque Shizuru observaba lo que los demás no podían, una sombra gigantesca con numerosas cabezas y lenguas bífidas... la sensación de cólera que emanaba aquel ser, podía erizar los vellos de la piel a
quien fuera... no lo entendía porque tenía 5
años, apenas sabía que ese ser era un cumulo de amargura y
furia. Los ojos rojizos y las fauces dentada con filos, pero un cuerpo sombrío sin una forma corporal definida, se miraban a
punto de devorar a
su padre y
a Takumi junto a él... al menos durante meses tuvo pesadillas con aquel monstruoso ser y por ello sus padres decidieron que nunca más volviese a
acercarse al mausoleo. Pues cada vez que la niña despertaba aterrorizada y llorando inconsolable, ellos no supieron que hacer, más que darle cobijo entre los protectores brazos paternos y
dejarla dormir entre ellos en el lecho matrimonial.
Pero lo que
ahora estaba a la
vista resultaba tan diferente a sus recuerdos, alguien se había
esmerado en devolverle su
gloria al mausoleo, limpio
estaba el mármol, lijadas
las verjas y pintadas
con un color perlado,
las puertas caoba cambiadas y las chapas
de plata brillantes, las
lapidas libres de moho
y las
hendiduras llenadas con resina
muy cuidadosamente para
mostrar al fin los
nombres y epitafios de
los fallecidos. Habían enredaderas sobre las verjas,
llenas de hermosas rosas
blancas, ¡Alguien había plantado
rosales para que adornaran el mausoleo! También
notó ramilletes pequeños con
listones frente a cada
tumba.
Una sonrisa de
paz emergió en el
rostro de Shizuru, pues
al cerrar sus ojos
pudo percibir la tonada
y ver la sombra
de antaño, cantar con
sus voces en lo
que parecía un gesto
de dicha o el
acompañamiento de un violín.
Aquel mausoleo ya no
era un lugar propicio
para narrar cuentos de
terror, ni asustar a
los niños que se
portaran mal, era un
lugar tranquilo en el
cual encontrar un instante
de paz. -Kiyohime...- Susurró
el nombre de aquel
ser inmaterial, habiendo comprendido por fin que
no deseaba causar daño,
que el dolor presenciado en su infancia
era una muestra del
abandono que su familia
le había dado a
sus ancestros. -Espero puedas
perdonarme por no entender- Musitó con humildad
la castaña, mientras una
pequeña lágrima mostraba su
arrepentimiento. Un sonido
de orca ininteligible pero
sereno le dio a
Shizuru la calma que
estaba buscando, Kiyohime había
perdonado. La tonada cesó,
pues quien tocaba escucho
la voz de la
joven.
-¿Quién está ahí?-
Un par de ramas
crujieron y la castaña
se dio la vuelta
abruptamente -¡Espere!- Gritó emprendiendo una carrera al
creer que escaparía, en
dirección de la interrumpida tonada, hacia el
gran cerezo, cuyas ramas
había vuelto a reverdecer y hermosos capullos
florecerían en pocos días.
-No venga por
favor...- Una voz grave
pero gentil habló desde
el otro lado del
gran tronco. Shizuru sin
entender del todo las
razones obedeció, no se
había percatado del peligro
al que se ponía
ante la presencia de
un extraño, que bien
pudiera ser algún forajido. -No quiero asustarla señorita Shizuru Fujino-
Volvió a decir la
voz desde el anonimato de la cara
oculta del cerezo.
-¿Cómo sabe mi
nombre?- Cuestionó Shizuru con
extrañeza incluso desconfianza, mientras
apoyaba una de sus
manos en el tronco
y con cautos pasos
comenzaba a rodear el
árbol.
-Soy uno más
de los sirvientes de
su familia... pero su
hermano el amable Takumi,
me ordenó que jamás
le mostrara mi lamentable aspecto a una
de sus hermanas, podría
asustarlas y ser despedido por tal ofensa-
-¿Cómo es eso
posible? Usted no se
oye como un anciano-
Indagó la oji rubí
imaginando el tipo de
lamentable aspecto que tendría
aquel extraño.
Una risa límpida
llegó a los oídos
de Shizuru, se escuchaba agradable. -Tengo 17
años... mi fealdad no
se debe a la
vejez señorita- Sonaba divertido y Shizuru abochornada.
-¿Entonces? ¿Qué
mal puede aquejar a
alguien tan joven? ¿Es
usted leproso tal vez?-
Recordó la enfermedad mencionada por el abuelo
Fujino, quien había sido
un trotamundos en su
juventud... asqueaba imaginar que
a alguien se le
cayera la piel a
pedazos y además muy
contagioso, temió por su
salud así que se
detuvo. De soslayo podía
mirar la espalda de
aquella persona y a
un lado el violín
sobre su estuche, definitivamente era él quien
tocaba la melodía dulcísima que la atrajo.
Le miró con
detenimiento, o lo que
podía ver con el
obstáculo del tronco y
las nacientes ramas del
cerezo. ¿La estaba engañando acaso? Observó maravillada una larguísima melena
negra de tono cobalto
que yacía atada con
una cinta negra en
la cintura baja del
joven, allí mismo tenía
desfajada una camisa blanca
de manga larga, pero
percudida por el barro
y el moho, Shizuru
comprendió rápidamente que él
había sido la gentil
persona que restauró el
mausoleo. Quiso acercarse y
agradecer como era debido
pero el volvió a
hablar, el solo tono
de su voz le
recordó su primera solicitud “No vengas”.
-Como si lo
fuera... pero no se
angustie señorita, no se
me cae la piel
a pedazos, no tengo
esa enfermedad, yo simplemente nací así- El
joven se puso de
pie aun dándole la
espalda, con esto Shizuru
pudo comprobar que tenía
una estatura acorde a
la media de los
hombres que conocía, pero
aun así le superaba
en altura como por
dos cabezas, era delgado
pero seguramente atlético o
ello intuía de la
forma en que los
gastados pantalones negros le
ajustaban por la presión
de las botas marrones
echas un estropicio.
-¿Podría al menos
saber su nombre? No
es de caballeros ocultar
el suyo cuando conoce
el mío- Pegó un
poco más su cuerpo
al tronco con la
esperanza de que se
la oyera más lejana,
aún al otro lado.
-¿Caballero?...- El
joven ladeo un poco
la cara, dejando ver
que tenía el rostro
cubierto por algo. -Mi
nombre no es recomendable, pero si lo
desea puede llamarme Kuga-
Respondió al fin girándose por completo. -Pero
le suplico no se
lo diga a nadie,
por favor- Inclinó la
cabeza. -Solo su hermano y su
padre saben de mí
no quiero causarles problemas- Suplicó pronunciando un
poco más la venía.
Shizuru se llevó
las manos al rostro
ocultando el espanto que
le ocasionó verle de
frente, en efecto aquel
muchacho tenía el rostro
cubierto de vendas, el
cuello y los brazos... todo aquello que
la tela sucia no
ocultaba estaba lleno de
vendas, pudiera ser que
el entero se su
cuerpo lo estuviera. Pero
sus manos siendo lo
único que la tela
ni las vendas escondían, eran como garfas
afiladas, si es que
esas uñas excesivamente largas
podían mostrar algo diferente... la piel estaba
recubierta por un fino
bello plateado. Kuga levantó
el rostro... -Es un
placer conocerla... señorita
Fujino- El sol comenzó
a ocultarse y con
los últimos destellos de
la luz naranjada, Shizuru
notó unos carnosos labios
carmines, una piel pálida
en derredor de la
boca, pero también unos
espeluznantes colmillos en la
sonrisa aparentemente amable
que él quiso darle.
-Disculpe mi tosquedad, pero
debo irme... ya vienen
por usted su hermana... está muy cerca-
Señaló colina abajo entre
los viñedos, aunque la
castaña no pudo ver
nada, en cuanto se
dio la vuelta todo
rastro del joven con
aquel extraño nombre y
apariencia se había marchado. Solo el violín
abandonado, depositado allí junto
a las raíces del
cerezo quedó como testigo
del inesperado encuentro, para
que ella supiera que
no se trataba de
un sueño o una
alucinación.
-¡Shizuru!- La
voz cansada y agitada
de la mayor de
las hermanas interrumpió las
cavilaciones y hasta el
espanto de la oji
rubí.
-¿Mai?- Cuestionó la
castaña volviéndose, para
ver como su hermana
llegaba desde el punto
exacto que le señaló
Kuga.
-¿Qué haces aquí?
Ya es de noche
y este lugar es...
es...- Mai observó con
la misma maravilla que
Shizuru, los cuidados y
la actual belleza marmolina en la que
se había convertido el
viejo mausoleo. -Vaya... no
esta tan feo el
sitio como recuerdo, supongo
que padre habrá solicitado a los sirvientes que pusieran el
lugar más presentable-
-Claro... los
sirvientes- Sonrió nerviosamente Shizuru.
Se cuestionaba como recoger
el violín sin ser
vista por su hermana
-¿Te pasa algo?-
Mai levantó una ceja,
Shizuru siempre había sido
sonriente y un mar
de refinamiento en
todo lo que hacía,
casi la juraría etérea
si no fuera su
hermana. Pero por esa
misma razón la menor
prefería la soledad de
su habitación para leer
o pasar horas de
siesta bajo el gran
roble, incluso no le
asustaba que el cachorro
embrujado no creciera. La
pelinaranja recordaba haberla visto
hablando, pero allí no
había nadie... y aquello
era relativamente común,
Shizuru era a todas
luces extraña ¿Qué chica
a su edad no
estaría acosando a sus
padres para que le
buscaran un prometido pronto?
Temía que su hermanita fuera del tipo
solterona, pero ello era
imposible ¡Shizuru tenía una
belleza envidiable! Ofertas no
le iban a faltar
y aún faltaban unos
meses para que tuviera
una edad casadera. -Pareces
pálida... “o espantada”-
-Nada... solo estoy
algo cansada y el
apetito propio de esta
hora no me deja
pensar con claridad- Se
excusó lo mejor que
pudo, antes de ser
llevada a zancadas colina
abajo por su hermana.
Lamentando dejar el violín
a la intemperie, volvió
la vista sobre el
lugar nuevamente... para
notar como el desaparecido joven tomaba el
estuche en una de
sus manos y levantaba la otra para
despedirse con un ademán.
-Entonces vamos
a casa... ¡Yo también
muero de hambre!- Decía
animosamente Mai pensando en
el merecido festín, que
seguramente les obsequiaría la
abuela Fujino por sus
esfuerzos.
-Mai...- Cuando les
faltaba algunos metros para
llegar a la casa,
Shizuru sujetó la manga
del vestido de su
hermana deteniéndola un
momento.
-¿Dime Zuru?- Mai
miró con ternura a
Shizuru, era raro tener
una charla de hermanas
debido a los 5
años de diferencia entre
ambas, así que cualquier cosa podía esperar,
incluso el apetito.
-¿Qué es lo
más importante al momento
de escoger esposo?- Se
notaba inquieta a la
menor, más que apenada.
-Que lo ames...
eso es lo más
importante- Murmuró con el
dedo en la barbilla
en un gesto pensativo. -Pero siempre es
más fácil cuando él
es guapo, muy caballeroso y tiene la
capacidad de darte una
buena vida- Mai mencionó
el consejo que le
había dado su madre,
la mitad de los
problemas maritales están resueltos cuando no hay
dificultades económicas o en
ello se había basado
para aceptar a su
padre. -Aunque es difícil
conseguir todas esas características en un hombre,
por eso me siento
muy afortunada- Finalmente sonrió.
-Entonces debe
ser atractivo, amable y
rico- La castaña dejo
escapar un suspiro que
encendió la curiosidad de
Mai, notando este detalle
Shizuru cambió rápidamente el
tema. -¿Amas al señor
Reito?-
-Con todo mi
corazón- Admitió la de
ojos lila ligeramente sonrojada, mientras estrechaba entre
sus dedos el mandil
blanco de su vestido.
-¿Cómo lo sabes?-
Inquirió dedicando una intensa
mirada que sobrecogió un
poco a Mai.
-No lo sé...
creo... creo que solo
se siente, emoción de
verle... deseo ponerme más
hermosa en su presencia, agradarle en todo
momento- Definitivamente la
ojilila no se sentía
muy experta en el
tema y tampoco capaz
de explicarlo. -Si quieres
más información puedes preguntarle a mamá, yo
todavía no me caso
y supongo que esas
cosas mejoran después de
la boda- Levantó los
hombros dando a entender
que hasta ahí llegaba
su conocimiento.
-Oh... entonces no
es amor- Sonrió más
que aliviada Shizuru, corriendo a la casa
y dejando con las
palabras en la boca
a la mayor.
Mai se quedó
pensando en las palabras
de su hermanita, ¿Acaso
dudaba de sus sentimientos por alguien? -Zuru...
¡Vuelve aquí...!- Corrió tras
la castaña que ya
llegaba a la puerta
de la casa. -No
te escapas... no sin
decirme quieeeenn... ¡¿De
quién hablas?!- Entró abruptamente en la sala
donde todos los miembros
de su familia le
miraron con cara sorprendida y confusa.
-¿Qué son esos
gritos?- La abuela Fujino
miraba con un ligero
reproche a su nieta,
en lo que acompañada por Mizue, servían
los platos de la
cena. -Esos no son
modos Mai hime... ¿Qué
diría tu prometido si
te viera en semejantes alborotos?- Inquirió la
anciana taladrando con la
mirada carmín a la
infausta joven.
-Err... que no
es propio de una
dama de mi categoría- Un rojo intenso
llenó la cara de
Mai. Satoru por su
parte asentía en el
sofá leyendo un libro,
que bueno era tener
dos mujeres para corregir
los pocos modales de
su hija. -Pero Obachan...- Trataba de quejarse
Mai viendo a Shizuru
con reproche, pero de
esa no se escapaba... Mai no era
de las que dejara
pasar una primicia en
temas románticos ¡Mucho menos
si era su hermana!
-Ara ara... todavía
caes en los juegos
de tu anciana abuela-
Se limpió una lagrimita la anciana riendo
a gusto. -Entiende muchacha
que si un hombre
no te quiere con
tus manías, serás infeliz... así que anda,
ve acostumbrando a
Reito a tus efusividades-
-¡Pero madre!- Se
levantó preocupado Satoru ¿Cómo
le daba semejante consejo
a su hija? Reito
la devolvería en el
primer año de matrimonio y aquello sería
una deshonra. -Esos... no
son comportamientos adecuados para una mujer
casada-
-Ara ¿Insinúas que
no estás de acuerdo
con mis manías?- Mizue
se puso de pie
al lado de su
esposo, con esa expresión en la cara
que delataba una tormenta
en las cercanías.
-No quise decir
eso amor mío- Palideció el castaño sin
saber cómo salir el
embrollo y la posible
pelea marital que se
avecinaba. -Está bien... creo
que un hombre debe
amar a su esposa
sobre cualquier circunstancia- Musitó
con algo de sudor
frío en la frente,
cualquier cosa antes que
dormir fuera de la
alcoba y lejos de
su mujer.
-Bueno chicas... ya
saben cómo hacer que
un hombre se retracte
de sus inadecuados comentarios. Fufufu- Apuntó divertida la abuela Fujino,
mirando como Satoru hacia
cuanta ocurrencia romántica tenía
a la mano para
que la castaña volviera
a dirigirle la palabra.
Mai miraba incrédula la
escena, a la par
que Shizuru se reía
por lo bajo y
su cachorro que nada
más entrar la había
recibido afectuosamente con
ladridos y lamidas, se
miraba igual de confuso
que Takumi.
-No sé si
quiero casarme después de
esto- Murmuraba por lo
bajo el joven castaño,
tratando de entender que
había pasado, como es
que su padre terminaba disculpándose y
hasta suplicando después de
haber tenido tan buenos
argumentos para reprender con
gentileza a su hermana.
-Ya digo yo que
las mujeres son un
completo enigma...- Se sobaba
la cabeza el muchacho, con una expresión extremadamente confusa.
-Eso es porque
no te has enamorado Takumi... todas estas
preocupaciones se te van
a olvidar cuando encuentres a la chica
indicada- Le codeo Mai
con una enorme sonrisa.
-Te puedo presentar alguna
de mis amigas...- Brillaron los ojos lila
de solo imaginarse en
la labor de casamentera, definitivamente la
joven de prominentes curvas
había leído demasiadas novelas
de romance e idilios.
-Prefiero que
el amor me golpee
por sorpresa... porque a
eso suena... a golpiza-
Sudaba de solo imaginarlo. Shizuru en cambio
reía discretamente.
-0-0-0-
Invisible, no
había otra manera de
definir la forma en
que 'él' era percibido por sus patrones. Le mantenían de
alguna manera escondido haciendo
las labores que nadie
quisiera realizar, entre ellas
limpiar las caballerizas y
abonar los sembradíos. Pero
no se quejaba, era
silenciosa y eficiente en
cada menester. Solo por
eso Takumi Fujino había
abogado por ella al
momento de la contratación, el señor Fujino
en cambio le había
mirado con prepotencia y
un evidente desagrado, era
culpa de su desaliñado aspecto... lo sabía.
Mintió sobre la fuente
de sus vendas, alegando
el incendio de un
barco comerciante del que
no salió bien, pero
Satoru dudo en creer
tal historia... “quedé desfigurado... por favor no me obliguen a
mostrarles las cicatrices” Recordó haber
dicho en presencia del
suspicaz y paranoico hombre.
Takumi en cambio se
mostró comprensivo y gentil.
“Kuga-san ha pasado ya por muchas dificultades padre, porque otra razón soportaría la molestia de esas vendas viejas, si no por cubrir las huellas de esos mastines que nos han causado tanto perjuicio... a todos”...
no olvidaría en lo
largo de su existencia la amabilidad del
joven y le recompensaría por ello.
Sin los títulos
de su familia o
una presentación en
toda regla, resultaba evidente
que en un mundo
como aquel, el aspecto
físico era algo importante. Ella en cambio
sería una paria en
los restantes meses que
faltaban para ver cumplido
el año pactado. Pese
a todo el anonimato que le confería
aquella vestimenta masculina, las
vendas en la cara
y gran parte del
cuerpo, eran una carga
menos pesada que la
llevada entre los lujos
del castillo Kruger y
aunque lamentaba las humillaciones a las que
debía someterse, no se
arrepentía de ello... su
padre había sido sabio
al advertirle. “Tendrás que tomar medidas... me temo que el señor Fujino no es el caballero que dijo ser...”
Al final le
admitieron, con la intercesión del joven Takumi
y lo barato de
sus honorarios, tampoco pedía
demasiado, alojamiento y comida,
para sí y su
fiel sirviente, con quien
trabajaba codo a codo
cada día. Solo podía
hacerlo en las zonas
apartadas, de ese modo
no sería vista jamás
por las doncellas de
la casa y no
las asustaría con su
desalentador aspecto. Eso le
había impedido observar de
cerca a su prometida, o así fue
durante meses hasta su
abrupto encuentro aquella tarde.
Pensar que solo podía
contemplarla de lejos, en
las sombras, y que
de día Natsuki parecía
más una sombra oculta
en cada rincón donde
la luz no llegara,
para ver sus esfuerzos arrojados por la
ventana de la casualidad... no podía borrar
de su mente, ese
momento en el que
la tuvo a escasos
pasos de sí. Si
existía el amor a
primera vista, podría jurar
sin miedo a mentir... que se había
enamorado de ella con
solo escuchar su voz,
verla con tal detalle
en cambio, fue un
regalo extra de la
vida... porque tan hermosa
alma estaba curiosamente guardada
en una envoltura celestial, en un cuerpo
cuya belleza hacía que
hasta las deidades le
envidiaran. Por ella todo
era tolerable... Shizuru
Fujino sería suya a
como diera lugar, pero
primero tenía ante sí
la más difícil de
las proezas, enamorar a
tan cautivadora doncella, cuando
solo se libraría de
su apariencia maldita en
cada luna llena.
-No creo justo
lo que ha de
soportar excelencia- La voz
suave pero grave de
su acompañante y amiga
del disfraz, se notaba
agría. -Alguien con una
misión tan valerosa en
la vida ¿Manchando sus
manos de estiércol? Esto
parece una burda broma
del cascarrabias de
Sergei- A su lado
su más fiel sirviente, la señorita Okuzaki,
ocupaba un vendaje en
el pecho al igual
que Natsuki, indumentaria masculina que uno de
los más humildes sirvientes del castillo Kruger
tuvo la amabilidad de
obsequiar a la Duquesa
para urdir el plan,
que ahora llevaba a
cabo. Hacerse pasar por
sirvientes, para asegurarse de
las intenciones reales de
Satoru Fujino, temía y
ansiaba saber que pasaría
cuando el otoño llegara
y el tiempo límite
del acuerdo se cumpliera, pero dudaba ya
de la palabra de
aquel hombre.
-Akira...- Llevó
la manga de su
camisa hasta su frente
para secar el sudor,
apoyó los brazos en
una pala con la
que recogía los excrementos de los equinos.
-¿Sabes cómo se ha
de conquistar a una
mujer?-
La aludida casi
se cae de los
maderos en los que
estaba de pie, acomodando la paja con
la que se alimentaba a los caballos. -¿Habla en serio
su majestad?- La pelinegra de ojos marrones
y piel morena no
daba crédito a lo
que sus oídos escuchaban. ¿Nadie tuvo la
gracia y sabiduría de
enseñar a su amiga
el arte de cortejar
a una dama?
-No olvides que
estamos en la casa
del señor Fujino, si
él llega a enterarse de quien soy
temo lo que pueda
hacer... tal vez se
llevaría lejos a la
señorita Shizuru, recuerda tratarme
como a un igual-
-Como diga su...
claro Kuga- Reacomodó con
dificultad sus palabras, tantos
años de servicio dejan
huella, le costaría ajustarse al cambio. Bajó
por la escalera para
yacer a la altura
de su amiga. -Bueno... creo que tenemos
un serio problema porque... a mí nunca
me han cortejado, ya
sabe entre vigilar las
fronteras de Artai y
el lago de los
Orphans... no he tenido
tiempo para el romance-
Se rascaba una mejilla
con un dejo de
vergüenza.
-Entonces... tendremos que buscar a
alguien que si lo
sepa- Suspiró con resignación la ojiverde, volviendo a palear lo
restante de sus nada
gratos deberes.
-¿Qué se le
ocurre?- Se unió a
la causa Akira con
otra pala en mano.
-“Rayos... que hedor”-
No evitó pensar, mirando
con cierta admiración a
Natsuki. -“¿Cómo lo tolera si tiene un olfato 5
veces más sensible?”-
-Iremos al pueblo
durante la noche-
-Pero ¿y la
señorita?- Ello sería un
contratiempo para su amiga.
-Lo haremos una
vez este dormida- Natsuki
sorteó sin dificultad la
circunstancia.
-¡Si señor!- Puestas
manos a la obra
el par concluyó la
tarea de limpiar los
establos con más prontitud de la anticipada.
Llegada la noche
el singular par debió
partir a pie hacia
el poblado más cercano,
quedaba al menos a
80 kilómetros de distancia desde las tierras
de la familia Fujino
y aquella sería una
larga noche, pues la
Kruger deseaba retornar antes
del amanecer. Una vez
se adentraron en el
bosque, pues no era
recomendable viajar en la
noche por los caminos,
se detuvieron después de
una hora de viaje
por un descanso. Aún
con el buen ritmo,
estado físico de Akira
y Natsuki, la lobuna
le extendió una cantimplora para recuperar el
aliento.
-No llegaremos a
tiempo...- Resultaba evidente para
Natsuki, atravesar el bosque
a pie era más
lento que ir por
la carretera, aun cuando
ellas trotaban sobre los
obstáculos naturales, como raíces
y piedras llenas de
moho, les estaba tomando
demasiado tiempo avanzar.
-Debimos tomar prestados unos caballos...- Apuntaba
Akira, secando con un
pañuelo las finas gotas
de sudor que surcaban
su rostro moreno y
luego tomar abundante agua
de la cantimplora. Los
ojos marrones miraban a
la Duquesa con incredulidad, ella misma había
sido entrenada por su
padre, el anterior comandante de la frontera, con un rigor
que rayaba en la
tortura, pero sudaba copiosamente cuando su amiga
se notaba tan fresca
como una lechuga. -“En estos casos no parece una maldición”-
-De ninguna manera
me arriesgaría a pasar
por un vulgar ladrón... pero, quien dice
que no podemos movernos
más rápido que un
caballo- La sonrisa colmilluda de la pelinegra hizo temer un
poco a Akira sobre
las intenciones de su
señora, la discreción era
indispensable y sospechaba que
no iba a ser
de ese modo.
-No estará insinuando que...- La Okuzaki
no pudo concluir la
frase, su voz se
quedó muda en su
garganta y el instinto
le indicó alejarse unos
cuantos pasos, hasta que
su espalda chocó con
el áspero tronco de
un árbol.
Las vendas aparentemente comunes, comenzaron a
mostrar un complejo entramado de letras arcanas,
más negras que la
noche... el polvo y
el barro sobre ellas
desapareció como por arte
de magia, en efecto
eso era... una magia
antigua y poderosa de
la que su ama
era portadora, pero a
la vez esclava. Entonces
bajo la tela, donde
la piel nacarada de
Natsuki estaba oculta, un
fulgor azul emergió con
tal fuerza que encandiló la vista a
Akira, esta se cubrió
por reflejo la cara
con una mano y
en la otra sostuvo
la lámpara de aceite
que durante el camino
les proporcionó luz.
Desde lo lejos
el rayo azul apenas
fue percibido por los
ojos curiosos de los
sirvientes, pero aquella luz
permaneció en el cielo
y la tierra por
muy cortos instantes, sin
dejar rastro en la
lejanía se apagó pocos
segundos después. Poco a
poco y lentamente, la
oscuridad volvió a llenarlo
todo en la distancia...
-Sube...- Una
voz ronca y con
tono gutural nació de
las fauces filosas de
un lobo blanco de
gran tamaño, tanto como
para ser montado con
facilidad.
Una hora más tarde...
-¿Estás seguro Akira?-
Cuestionó Natsuki de pie
frente a la puerta
de una casa con
cortinas rojas y un
pronunciado letrero donde aseguraba que se leía
la fortuna y se
vendían pociones para el
amor. -No pretendo envenenar a Shizuru con
alguna de esas cosas
raras que vendan por
ahí- Miraba con desconfianza las ventanas y
todo el lugar en
sí, pues la casa
estaba vieja y gastada. Si era
tan buena en las
cosas del futuro ¿Qué
hacía viviendo en semejante lugar?
-Señor... ignoro
si esto funcione, pero
hay que intentarlo... de
otro modo habremos perdido
el viaje- Akira tocaba
la puerta con fuerza
en repetidas sucesiones, para
despertar a quien atendiera el sitio que
hacía las veces de
negocio y vivienda de
la supuesta adivinadora. Se
sintieron observadas desde las
ventanas y a través
de la puerta ajada,
sin embargo fingieron no
saberlo. Akira persistió durante
algunos minutos más, si
tan solo luciesen las
ropas propias del castillo
no tendrían el actual
impedimento, tal y como
estaban no se les
veía en poder de
nada para dar a
cambio de los servicios de la adivina.
-Es una pena señor...
habíamos traído los ahorros
de toda la vida,
para resolver las angustias que lastiman a
su afligido corazón- Natsuki
se quedó de una
pieza mirando sin entender
a su amiga, pues
había dicho aquello en
voz exageradamente audible.
-¿Cuál afligid...?- Las
manos morenas taparon la
boca de Natsuki, quien
se miraba ofendida por
las aseveraciones de
su servil. Quería conquistar a la graciosa
amatista, pero aún no
había agotado sus trucos
y mucho menos sus
habilidades en la seducción. -“Aunque todavía no sé cómo funcionan estas cosas, pero ¡Tan desesperada no estoy! ¿O sí?”-
Una mujer que
seguramente se arregló en
tiempo récord abrió la
puerta. -Pasen caballeros- En
la oscuridad apenas pudieron
notar el tono rojizo
de sus largos cabellos
y fundamentalmente un
abultado pecho en su
no tan recatado vestido
de aires gitanos. La
siguieron al interior, el
lugar estaba adornado con
flores, figuras metálicas, velas
aromáticas que disimulaban el
aroma a vino y
todo tipo de esculturas alusivas a las
gentes nómadas del desierto
Argelino.
La mujer de
ojos verdes tomó asiente
frente a una bola
de cristal, en un
pequeño cuarto donde el
incienso encendido y los
brillos colgantes del techo
daban un aire místico.
La luz encendida era
escasa y un futón
frente a la adivina
les fue señalado a
las jóvenes para su
comodidad. -Yo soy Midori
Sugiura... señora del tiempo,
la voz del destino
y casamentera según sea
el caso... sin embargo
los escuchó señores, que
los trae esta noche
a mi humilde morada...-
Akira fue la
primera en sentarse, jalo
de la manga a
Natsuki que miraba con
extrañeza el lugar pero
finalmente tomó asiento como
le había sido indicado. -Vera usted, mi
nombre es Akira Okuzaki
y mi amigo se
llama Nat... Kuga. Nosotros
estamos ya en edad
casadera, pero ignoramos completamente el cortejo que
debe hacerse a una
dama, así que...-
Midori no le
dejó concluir... -Usted tiene
esperanzas, pero su amigo...
déjeme decirle que tiene...
mmm- Les miró de
arriba a abajo y
de abajo arriba. El
moreno de ojos marrones
era sumamente agraciado a
su juicio, encontrarle esposa
sería un juego de
niños a pesar de
su baja esturara, su
solo 03aspecto atraería docenas
de cortesanas, en cambio
el desfigurado chico a
su lado, ni con
unas manitas de maquillaje o el más
potente de sus pociones
afrodisíacas err... del amor...
se alejaría de la
soltería... no cuando se
le notaba tan pobre.
Akira agitó un
saco lleno de doblones
de oro ante los
ojos codiciosos de Midori.
-El precio Madame... no
nos preocupa, creo que
con su amplio conocimiento en estos menesteres podrá sernos de
ayuda ¿No es así?-
Inquirió antes de permitirle una ofensa, del
tipo que fuera a
la Duquesa.
-Diferentes atributos- Corrigió rauda la
adivina al ver el
botín. Sonrió ampliamente antes
de poner manos a
la obra, con un
soplador mecánico debajo de la
pequeña mesa, Midori abanicó
polvos allí dispuestos y
de varios colores, estos
se elevaron desde la
misma hasta las piernas
de los dos 'hombres', ascendiendo lentamente en
el aire hasta llenar
por completo el cuarto,
pero permitiendo la vista
en las cercanías. Con
una mano jaló un
hilo que movía un
par de latas metálicas en el cuarto
contiguo, cuyo movimiento producía
un sonido espeluznante y
hasta sobrecogedor, dando
un aire espectral al
momento. -... mensajes desde
el mundo espiritual me
indican que su joven
amigo no le ha
hecho presente sus sentimientos a la joven
que ama- Fácil era
deducirlo para la pelirroja viendo las vendas
en la cara de
Kuga. Seguramente ello le
habría ganado cierto grado
de timidez... había que
tener mucho valor para
declararse ante una mujer
y el chico, definitivamente no llenaba los
cánones de valentía, si
hasta era delgado y
larguirucho, puede que algún
musculo aquí o allá,
pero no mucho con lo que trabajar. -“¡Que pocas esperanzas con este hombre! Pero no puedo dejarlo escapar, los más desesperados son lo que mejor pagan mis servicios”-
-¡Increíble! Ha
acertado- Musitó con un
dejo de emoción en
los ojos Akira. -Díganos
más sabía señora-
-No sea inoportuno caballero, me dificulta oír a los
espíritus- Entrecerró sus ojos
verdes Midori, de su
rostro solo ello podía
verse pues un velo
le cubría la parte
inferior de la cara.
-... Es una doncella
muy hermosa... “para todo hombre enamorado lo es... aun si es bizca y jorobada, o
una mujer de una sola ceja, un oso... eso nunca importa a estos infaustos hombres, no al menos hasta después de consumado el matrimonio jajaja”- Pensaba para
sí misma la pelirroja, notando el interés
de hasta ese momento
indiferente muchacho Kuga, del
que notó unos ojos
esmeralda preciosos, quizás lo
único hermoso de su
aspecto.. -Debe ser castaña
y de piel clara...
“Como todas las mujeres de esta zona” y tiene... curvas pronunciadas. “Una manera delicada de decirle gorda”... alguien difícil
de alcanzar, pues su
corazón yace en duda
“y ¿Cómo no? ¿Quién prestaría atención a
un chico tan feo?”- Midori
guardó silencio, esperando que
el suspenso obligara a
sus clientes a decir
algo, algo de lo
que pudiera obtener más
información para seguir con
la charada.
-Rayos... ¿Es
acaso que mi amigo
no tiene ninguna esperanza?- Akira miraba con
angustia a la adivina.
-Entonces de
nada sirve estar aquí,
si ella ama a
otra persona...- Por fin
rompió el silencio la
propia Natsuki, con el
ánimo de marcharse
y ánimos muy caídos. -“¿Para esto he venido? Para que una bruja me diga cuan desafortunado será mi matrimonio... no, eso no pasará... si ella amase a otra persona no tendría corazón de retenerla”-
-“Se te escapan Midori, ¡Di algo pronto!”... no me
malentiendan señores, su corazón
no pertenece a nadie...
todavía, pero me temo
que su joven amigo
tendrá que luchar con
esmero y ahínco por
tenerlo, pues otra persona
también anhela ver completadas las mieles del
amor, con aquella joven-
-¡¿Quién osa acercarse a mi prometida?! ¡¡Le mataré sin
piedad!!- La
de cabellos cobalto golpeó
la mesa haciendo temblar
y crujir la madera,
la bola de cristal
rodó y de no
ser por los buenos
reflejos de la adivina
que la atrapó a
tiempo, hubiera acabado en
suelo rota y sin
posibilidades de reparación alguna.
-No lo dudo
capaz señor Kuga “¿Es su prometida? Que desnaturalizado padre entregaría su hija a este... monstruo”-
Se limpió una gota
de sudor la pelirroja, por poco y
hubiera tenido que solicitar otra bola desde
Ealis. -Con tanta fuerza
le aseguro que sería
usted el vencedor...- Midori
escondió lo mejor que
pudo el miedo que
le causo Natsuki, pues
al fin se percató
de los afilados colmillos de su boca.
Midori agradecía profundamente a
Akira que intentaba calmarlo. -... Pero no
será necesario, usted puede
obtener el corazón de
la joven siempre y
cuando siga mis sabios
consejos en el amor...
la hermosa Midori Sugiura
empeñará todo su conocimiento en este
antiguo arte,
para ayudar a un
desdichado chico en busca
del corazón de su
futura esposa-
Natsuki y Akira
miraron más que extrañadas a la adivina-casamentera, pues para la
tarea publicitaria elegida,
la mujer había puesto
un pie sobre la
mesa y elevado su
mano sobre los brillitos colgantes, en un
ademán de amor y
paz, ligeramente sobreactuada. Midori
volvió a mirarles con
una sonrisa 'inocente'. -Claro
por un módico precio,
para los gastos de
diligencia... nada costoso en
verdad... pero entenderán que
mientras les ayudo, habrán
clien... personas desdichadas que
no recibirán la ayuda
que buscan...-
-No se preocupé
Sugiura Sensei- Akira levantó
la bolsa con los
doblones, que fue retirada
a una velocidad casi
sobrehumana. -Estamos dispuestos a
aprender todo lo necesario para conquistar a
una mujer como es
debido-
-Créanme, cuando
revele mis más codiciados secretos... ustedes serán
los Don Juanes más
codiciados de nuestra querida
Windbloom- La pelirroja extendió
la mano para sellar
el acuerdo.
-“Yo solo deseo hacerme con un corazón...” Seremos diligentes aprendices milady- Murmuró Natsuki
realizando una venía propia
de las altas cortes,
que a fin de
cuentas la pelirroja no
conocía, pero juzgó favorable.
-“Quizás todo no esté tan perdido, por lo menos es un caballero”-
Midori estrechó entonces la
mano que Akira le
brindó.
En la lejanía
más distante, muy cerca
de la frontera con
Artai un pelinegro enmascarado reflexionaba acerca
de sus años mozos,
en aquellos en los
que obtuvo el amor
de su difunta esposa,
la bella cortesana Saeko
Kuga... y pensar que
el peor error de
su vida había sido
seguir los consejos de
una gitana, cometió en
nombre del amor tantas
estupideces que definitivamente aun
no comprendía del todo
como es que tan
delicada dama, le había
concedido su mano en
matrimonio. Tal vez, había
sido cosa de mostrarse tal como era...
aunque la torpeza no
fuera un atributo muy
apreciado por el género
opuesto, el día que
Saeko dio a luz
a Natsuki se atrevió
al fin a cuestionar como era que
ella le había entregado su amor. Por
toda respuesta obtuvo... “fuiste lento, incluso torpe y tartamudo... pero sincero y tierno”... ardía su
rostro de solo recordarlo. No estaba
seguro de cuanto hubieran
cambiado las mujeres, solo
esperaba que Natsuki tuviera
un poco más de
suerte en ese aspecto.
-Tonterías... mi hija es
más inteligente que yo-
-¿Decía algo mi
Lord?- Cuestionó a su
lado Sergei que estaba
de pie como siempre vigilante.
-Me preguntaba... como
le estará yendo a
Natsuki en la casa
de los Fujino- La
mirada reflexiva se perdía
en cielo próximo al alba.
-Seguramente bien
señor... la Duquesa está
llena de virtudes- Afirmó
con tono militar el
rubio. -Es una excelente guerrera- Según Sergei
ese era un atractivo inescrutable ante
las mujeres, pero por
algo estaba soltero a
sus años.
Takeru levantó una
ceja, Sergei estaba más
perdido que él en
temas románticos. Entonces recordó
la poca interacción de
Natsuki con las féminas.
-“¡Estamos perdidos!”... es idiota
en presencia de una
mujer bella...-
-La señorita Fujino
¿lo es? Hermosa quiero
decir...- Preguntó con curiosidad, a fin de
cuentas no pudo verla
el día que descargó
los presentes en el
sótano de la casa.
Raro lugar para guardar
los regalos nupciales de
una hija, pero habían
padres excéntricos y seguro
Fujino lo era en
ese punto.
-No tengo ni
la más remota idea,
esperemos que no demasiado o me voy
a quedar sin nietos-... el silencio se
hizo en la estancia, mientras Takeru imploraba para sus adentros
un poco de colaboración divina... ya no
estaba tan seguro, que
aquel matrimonio concertado saliera
tan bien.
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Uy ke bien, ya kisiera el próximo capítulo para ver como enamora a shizuru
ResponderEliminarMe encanta esta historia... ahora esperar como va la conquista.
ResponderEliminarNo te demores en la continuación nos haces sufrir con tanto tiempo de espera.
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