Danza entre Lobos.
Capítulo 1
Juramento
En medio de la más oscura noche sin luna,
un hombre demacrado y bastante canoso para sus 45 años, miraba a través de la
ventana las sombras que todo lo consumían más allá de los árboles. Tan
apropiado era el momento para dar fin a su lastimera existencia, que ya no
debía retrasarlo más. Bastaba mirar la estancia de su reducido cuarto en
aquella posada de paso, con no tan buena reputación, para entender su
desesperada situación. Con apenas una vieja y ajada cama, una butaca de madera
revejida por los años de inclemente uso, así como una mesita de noche
tenuemente iluminada por una vela a punto de extinguirse. Miró el techo con
resignación, ya estaba hecho y pagaría con su vida la deshonra que ahora por su
causa estaba cernida sobre su familia. Tragó saliva buscando el valor del que
carecía para enfrentar el destino que lo esperaba, a él, un hombre en antaño
poderoso y adinerado. Allí donde una enorme viga de madera carcomida por las
termitas, soportaba el ligero peso de una cuerda atada meticulosamente en un
nudo de horca.
La turbia mirada marrón fue sellada por
los pálidos parpados, mientras sus pasos rechinaban en las viejas tablas del
suelo desgastado. Hizo uso de la butaca, y con lentitud subió a la altura
destinada para saltar. Sujetó con ambas manos la cuerda a cada lado y pasó su
cabeza en medio de ambas, con sus pálidos dedos ajustó el nudo a la medida
exacta, tenía la esperanza de romperse el cuello en el primer intento. Gimió un
instante incapaz de tolerar las lágrimas que comenzaron a surcar su rostro,
compungido de culpa y pesar.
-Por favor... perdóname amor mío- A su
mente vino la dulce mirada de una sonriente dama castaña de ojos grises,
aquella a la que juró en un altar amar toda su vida, esa promesa que rompería
en ese instante. -...perdónenme mis amados hijos- Esta vez le asaltaron las
imágenes de un jovencito castaño de ojos gris azulados, su querido hijo y
orgullo, Takumi. Después sus dos amadas hijas, la
hermosa y siempre vivas Mai,
ya en edad casadera y prometida de ReitoKanzaki. Solo esa idea le daba un poco de consuelo, ella no estaría
desamparada a su partida. Se mordió los labios al recordar a la menor de los
tres y su vivo retrato. La tierna y pequeña Shizuru, otro gemido ronco y lleno de pesar,
escapó de su garganta. A ella, le esperaba el peor de los destinos posibles.
Incapaz de soportarlo más, acercó sus pasos al borde...
-Señor... ¿Se encuentra usted bien?-
Escuchó fuera de la puerta. Temió se tratara del dueño de la posada, angustiado
por la idea de no tener ni con que pagar esa noche en aquel lugar, apuró su
plan, abandonando la seguridad de la butaca. La soga presionó violentamente
contra su cuello, pero no logró romperlo e inevitablemente comenzó a patalear
desesperado a escasos centímetros del suelo por la falta de aire.
Los ahogados sonidos alertaron al intruso
que esperaba respuesta, de una patada la puerta fue rota, una sombra corrió a
velocidad vertiginosa y en un salto, lo que pareció una garra cortó la cuerda.
El hombre castaño cayó al suelo con la gracia de un bulto de papas y una
copiosa tos resonó en la estancia, mientras el aire volvía a circular en sus
pulmones. Cuando se hubo recuperado, retiró la soga desecha de su lastimado
cuello colorado, levantó la vista para ver quien a mala hora había osado
salvarlo. Los improperios se estancaron en su garganta cuando notó una alta
figura y de aspecto salvaje. Se arrastró por el suelo temeroso e hizo un ovillo
cerca de la cama, incapaz de articular palabra o un grito que alertara sobre la
intromisión de aquella bestia.
-No tema, señor...- La voz de la bestia
como así le bautizó el castaño, era ronca pero suave y hasta delataba un tono
amable.
-Debo haber enloquecido... usted habla-
Musitó aun asustado en su pequeño rincón, con la vana esperanza de que ese
reducido espació le mantuviera a salvo de aquel ser. Más parecía un monstruo de
proporciones terroríficas, demasiado alto o bien fueran impresiones suyas por
yacer en el suelo. Intentó verlo con más detalle, pero la vela se había
extinguido ya algunos segundos atrás. Apenas adivinaba una enorme capa de
terciopelo negro, un hocico de lobo metalizado. A pesar de todo notó que aquel
ser de manos alargadas con filosas uñas, se sostenía en pie como los hombres y
ostentaba un traje propio de las castas nobles del norte, lo supo por el escudo
y el sello en su anillado dedo anular.
-Mi aspecto es poco halagüeño, eso lo
sé... pero es un tanto extraño que alguien cuyo fin estuvo próximo, me tema a
mí, cuando todo lo que buscaba era la muerte- La criatura sorprendentemente
entendida y con modos refinados al hablar, tomó asiento en el suelo como
símbolo de humildad e igualdad, a una prudente distancia del otro, que todavía
se miraba atemorizado.
-Usted... no entiende mi agonía señor-
Dijo al final el castaño intentando no indisponer al hombre lobo, que a su
entender era una mejor definición, la que más le quedaba.
-Lo escucho- Le invitó a hablar el
encapuchado.
-Me temo que de nada sirve, dado que mi
mal no tiene solución y ahora que me ha salvado, veo cuan equivocado estuve al
intentarlo. Hubiese dejado desamparados a mis hijos y mi adorada esposa-
Murmuró consternado y abrumado por la cobardía de su intención suicida.
-Tanto más necesario, un desahogo a su pesar
con un desconocido que de paso ha interrumpido su deseo. Si no puedo ayudarlo
en nada y es tan grave su dificultad, yo mismo buscaré una cuerda de reemplazo-
Hubo un dejo sardónico en la voz del lobuno. -De paso podríamos colgarnos los
dos-
-Verá usted por mi aspecto que no soy de
aquí y solo yazgo de paso, que tampoco soy parecido a los que en este lugar
reposan. Sin intención de ofenderle, sabe usted que en este sitio solo hay
mastines y ladrones, gente de la más baja clase y en algunos casos los
innombrables, los que la sociedad mira con desdén. Más no me vea con lastima,
amigo mío- Hablaba más calmado el castaño, aun sorprendido por ser tal su
desesperación, como para confiar su angustia a un ser que no tenía claro fuera
realmente humano. Y es que a segundos estuvo de perder la vida, esto abre la
mente de diversas maneras o quizás el shock se le pasaría después y se daría
cuenta que todo lo soñó. -Mi nombre es SatoruFujino, hasta hace una semana era un hombre de abolengo y adinerado,
pero lo he perdido todo. Hace dos años me empleé en la empresa de comprar finas
telas, especies y todo tipo de artilugios venidos del nuevo continente. Aquella
idea me permitiría amasar un gran dote para mis hijas y una herencia mayor para
mi hijo, sin embargo unas terribles tormentas han hundido mis barcos y la
preciosa mercancía en ellos, así como el saqueo de piratas me ha dejado
arruinado por completo... pues invertí demasiado en ello, por no decir toda mi
fortuna y algo más- Concluía derrotado el castaño. -Me apena admitir que en
este momento ni siquiera tengo como pagar esta fonda... esperaba que mi caballo
le fuera de alguna compensación al dueño-
-Puede usted empezar desde cero...
mientras hay vida, siempre hay una salida señor Fujino y no tenga pendiente por el pago, yo me
haré cargo de los honorarios- Respondió cortésmente la bestia. El castaño miró
amigable al otro 'hombre', se agradecía de cierta manera su deseo de infundirle
algún dejo de esperanza.
-Le agradezco su amabilidad, señor, será
usted bien recibido en la que pueda ser desde ahora mi humilde morada. Pero me
temo que ello solo resuelve mi problema en la inmediatez de un día. Un error me
ha llevado a otro y más que mi fortuna es otra mi angustia- La culpa en los
ojos marrón se hizo tangible, el abatimiento en sus cansados hombros era por
demás evidente.
-Si gustara explicarme, sería un placer
escucharlo- Volvió a animar con su voz ronca el lobuno.
-Para llevar a cabo mi empresa, empleé un
préstamo con Lord Nagi Conde de Artai. De haber sabido que le he vendido mi
alma a tan dignísimo Conde, jamás hubiera aceptado tal 'ayuda'. Ahora no solo
sufro ante la pérdida de mi fortuna y la sola idea de hacer que mi familia
lleve una vida de privaciones. Es lo que me ha exigido a cambio de saldar nuestra
deuda, lo que más me aterra- Inclinó la cabeza derrotado y un lastimero suspiro
apagó el corto silencio del Fujino.
-¿Qué ha solicitado el Conde?- Un tono
curioso, y la presión de las garfas del hombre lobo sobre la madera, delató una
genuina preocupación.
-A mi hija menor... ha murmurado que me
ha de perdonar la deuda a cambio de ella, de mi Shizuru- Una nota de pánico, apagó en Satoru la mención del nombre de su hija, que en
otrora fuera razón de muchas sonrisas.
-Eso no es tan grave, cualquier otro
caballero estaría contento de desposar a su hija con un Conde... ello
garantizaría su estabilidad futura en muchos sentidos- Apuntó el interlocutor
sin comprender la razón de la angustia del señor Fujino, por lo que entendía... Lord Nagi, no era un hombre tan poco agraciado.
-Él no me honrará a mí, ni a mi familia
desposando a mi hija...- Desvió el rostro a un lado, dejando que los mechones
castaños cubrieran parte de su cara. -Él no quiere una esposa, solo desea
tomarla como concubina, una más de su séquito de damas de compañía... he debido
dejar que cegara mi vida en ese momento, mi cobardía me ha llevado a afirmar su
propuesta-
-Entiendo la disyuntiva en la que se
encuentra el respetable señor Fujino
y realmente puedo proveerle una solución justa al problema- Solo por la
seriedad del tono ronco, Satoru
se atrevió a tomar en serio al lobuno.
-No veo como pueda ayudarme...- Cuestionó
dubitativo Satoru con la mano en su mentón.
-Mi problema, es justamente la solución a
su mal. Me encuentro aquí, pasando la noche en un lugar extraño y como usted
dice, tan poco recomendable, porque he viajado durante largos meses, buscando
entre los respetables señores de la zona, una doncella casadera para mi progenie...
es necesario que se preserven los títulos de mi familia, el apellido y claro
está, mi basta fortuna- Levantó las 'garras' con fingido desinterés.
-¿Usted tiene hijos?- Aquello no cabía en
la cabeza de Satoru, el que alguna mujer hubiera sido tocada
por él sin ser desgarrada en el acto, pero omitió decir en voz alta sus
pensamientos.
-Así es, aunque fui bendecido solo una
vez. Usted comprenderá que es de vital importancia para mí solucionar este
inconveniente. Mi esposa ha fallecido hace poco y me ha hecho jurar en su
lecho... que veré la unión nupcial de nuestro único vástago antes de morir-
Afirmó acongojado el encapuchado.
-Lamento escuchar eso, mi más sentido
pésame. Pero cómo es posible que por tan largo tiempo no haya encontrado a una
mujer digna... ¿Será acaso usted muy exigente en la selección, mi Lord?- Ahora Satoru era la viva imagen de la estupefacción.
-Se lo agradezco, señor. Aunque he
conocido doncellas tan dignas, como respetables... sus padres se han negado
rotundamente, a pesar de los generosos regalos que aguardan en mi carroza o
nuestra noble cuna- Ahora era el lobuno cuyo pesar delataba su voz. -La
dificultad radica en mi aspecto señor... suponen que mi hija tiene el mismo
defecto y jamás permitirían tan desgraciada unión- Por su parte Satoru casi olvidaba que estando a oscuras el
aspecto de aquel hombre daba temor, ¿Qué sería a la luz del día?
-¿Su hija? ¿No me ha dicho usted que
busca doncellas casaderas y no gentiles caballeros?- Se mostró confundido el
castaño, razonando las posibilidades que esto suponía.
-Verá usted, mi Natsuki es mujer e hija única. Si se uniera con
un caballero, los títulos se perderían al ostentar ella el apellido de su
esposo. Así, la única solución es desposarla con otra dama, por jerarquía la
doncella tomaría nuestro apellido y el titulo de Duquesa, consecutivo al que le
pertenece a mi hija... además tenemos un edicto real que permite su unión
valedera ante la ley... una extensión comprensiva de su majestad Taeki- Buscó entre sus ropas, y en efecto
contaba con un manuscrito en el que Satoru
reconoció el sello de la familia real.
-¿Está usted emparentado con el Rey?- La
mandíbula del castaño se desencajó, estaba hablando con la realeza ¡Cuán
descortés había sido!
-Soy TakeruKruger, señor... el hermano menor del soberano
de esta tierra, la querida Windbloom- Respondió afable el excelentísimo señor, aun cordial bajo su
aspecto salvaje.
-Pero ha podido su alteza ordenar la
horca de todo aquel que se negara a su solicitud...- Esta vez musitó con temor Satoru, sabiendo que por alguna razón, las
discretas palabras del lobuno tenían un sentido cada vez más claro.
-No soy tan malévolo, señor Fujino, desearía que la unión fuera
concertada... no quiero hacer tiranía de mis privilegios- Las sabias palabras
de Takeru sorprendieron gratamente al castaño.
-Entiendo, mi Lord, sin embargo y si no
es una alevosía de mi parte, ¿Cuál es esa solución que ofrece tan amablemente?-
Preguntó Satoru con perturbadora curiosidad,
entremezclada con temor y agradeciendo cuanto las sombras ocultaban su
preocupada expresión.
-Desearía ayudar al señor Fujino, saldando su deuda con el Conde de Artai, además de proveer digno sustento,
retornándole el honor y la fortuna a su familia... todo ello a cambio de su
promesa de entregar a su hija para ser honrada como bien merece y desposar a mi
hija, NatsukiKruger- Se atrevió al fin Takeru a poner en palabras su solicitud.
-Si no abuso de su amabilidad. ¿Podría
aplazar este hecho un año? Mi Shizuru
apenas tiene 15 años y considero propio que sea desposada a sus 16, que es la
edad acostumbrada- Temblaba en su sitio, ¿Y si estaba admitiendo un matrimonio
desgraciado para su hija? Era bastante mejor que ser solamente el objeto de las
bajas pasiones de aquel Conde, que además la quería en la inmediatez de un mes.
-No tengo inconveniente. Si esta de
acuerdo yo procederé con las diligencias necesarias para saldar la deuda de la
casa Fujino, así como reponer todos los bienes
materiales que les hayan sido embargados- El lobuno sonrió en su fuero interno,
poniéndose de pie con la dicha de haber cumplido por el momento, la promesa a
su amada Saeko.
-¿Puedo preguntarle algo a su Alteza?-
Imitó en acciones al encapuchado.
-Desde este momento SatoruFujino ya es considerado un hermano para mí,
puede preguntar lo que guste y llamarme por mi nombre- Se le notaba de muy buen
ánimo al caballero de casta noble a pesar de su lamentable aspecto.
-La Duquesa, ella realmente ha... ha...-
Dudaba tras la muestra de camaradería del Kruger. -¿Ha heredado sus garras mi Lord?- No
sabía cómo referirse a las peculiares manos y aspecto de su acompañante, pero
la sola idea de ver lastimada a su hija por tan extraño implemento corporal, le
estaba taladrando la consciencia. Esto causó un denso silencio algunos segundos
que al Fujino le parecieron horas.
Contrario a todo pronóstico, la risa
ronca y divertida de Takeru le hizo extrañar, incluso le molestó un
poco. -Le aseguro, señor, que Natsuki
tiene grandes garras y dientes afilados, es el vivo retrato de mi amada esposa,
tan solo que son míos sus cabellos y su palidez- Sin aguardar más, el noble
caballero caminó a la puerta destrozada, aguardando al otro lado por su ahora
amigo. -Sígame, por favor, es necesario que mi consuegro tenga unos aposentos
más respetables-
Temeroso de contrariar los buenos ánimos,
pero confundido por la afirmación de Takeru,
un muy nervioso castaño, algo pálido y ojeroso, siguió a paso lento a su salvador
escaleras arriba, aunque ya no estaba tan seguro de darle tal apelativo.
Enfadado como estaba por las circunstancias y el destino que se empeñaba en
mover sus hilos contra él, se cuestionó la más importante de las situaciones:
¿Cómo le explicaría semejante acuerdo a su hija?
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Ahhh...me gusta esta historia y como esta planteada...tengo una baga sensacion de haberla leido en algun lado...pero da igual...jaj.. Aguardo los sig. Capitulos....saludos Monica
ResponderEliminarInteresante por lo demas y diferente a otras me gusto el inicio
ResponderEliminarBuen inicio. Interesante.
ResponderEliminarMe encanta esta historia, mi favorita. Muchas gracias.
ResponderEliminarMe encanta esta historia, es mi favorita, muchas gracias.
ResponderEliminarMe encanta esta historia, mi favorita. Muchas gracias.
ResponderEliminarSe parece a un cuento de los hermanos Grims
ResponderEliminarMe gusta, es una muy interesante historia
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