Danza entre Lobos.
Capítulo 2
¿Me lo puedo quedar?
Una cuadrilla de finos corceles negros
galopaba a paso raudo atravesando la espesura del bosque, tiraban de fuertes
correas de cuero, cargando con el peso del carruaje de tono gris con adornos
plateados, en cuya madera habían sido esculpidas formas alusivas a los lobos.
Viajaba con destino del pequeño poblado de Tsu, pero la movilidad en las carreteras
algo olvidadas por ser aquel lugar una zona costera, así como las postreras
lluvias de aquel mes de octubre, hacían del viaje algo movido y el señor Fujino estaba resintiendo la agitación dentro
de la carroza. En el cómodo espacio, de cojinería escarlata, solo yacía el castaño con una
jaula oculta por un velo negro, memorando al lobuno amigo que se había separado
de él.
Aquella mañana, al salir de la fonda y
habiendo cumplido su palabra de cubrir los respectivos honorarios por el
alojamiento, Takeru yacía de pie aguardando por él en la
salida del sitio. A luz del día su lamentable aspecto mostraba detalles aún más
desalentadores para el Fujino. Las manos del Kruger eran alargadas y recubiertas por un fino bello plateado donde
acababan las mangas, sobresalían vendajes con algunos símbolos extraños, como
si hubiera sufrido heridas graves en toda la extensión de los brazos. El rostro
de aquel hombre estaba casi cubierto por una máscara hecha de plata, de la que
al parecer su excelentísimo amigo no se desprendía bajo ninguna circunstancia y
que emulaba el hocico de un lobo. Aquella prenda metálica cubría el entero de
su cabeza hasta la nariz, pero de su boca y su barbilla expuestas, sobresalían
unos temibles caninos muy afilados y aquella escasa piel a la luz del día era
tan blanca como la nieve.
-Buenos días, señor Fujino ¿Ha pasado una buena noche?- Murmuró de
lo más jovial y de buen humor el Kruger.
-Claro que si, su eminencia- Mintió Satoru inclinándose ante el hombre
perteneciente a la realeza. Realmente no había pegado un ojo en toda la noche y
el dolor en su cuello, ahora sí que lo resentía, no pudo ni ponerse el corbatín
que siempre usaba junto a su indumentaria, se sentía desaliñado en la ausencia
de aquella prenda señorial.
-Me alegra escuchar eso, por favor,
acompáñeme a comer- Sonrió el lobuno mostrando con más detalle su filosa
dentadura. Seguido por Satoru, Takeru no dudó en caminar hasta una humilde morada a pocos metros de
allí. Desde la ventana de madera sobresalía un plato con lo que parecía una
tarta, así como manaba el aroma de deliciosa sopa recién hecha y el sonido de
una tetera hirviendo atraía los sentidos.
El lobuno tocó la puerta en tres
movimientos y una abuelita no dudó en abrir. -Sean bienvenidos, caballeros-
Nació una sonrisa entre las numerosas arrugas de la mujer, cuyos cabellos
estaban completamente teñidos de blanco. -Muchas gracias, Obachan- Dijo en respuesta Takeru, como si la conociese de toda la vida.
Entraron en una humilde casa, muy
humilde... pensó con extrañeza el Fujino, salvo por esa posada no había visto en su vida como viven los
campesinos y las gentes menos afortunadas, como él solía llamarlas. En la
pequeña casa, pese a tener pocos objetos donde la mayoría eran de madera,
viejos y gastados muebles, la limpieza reinaba, el ambiente era, de hecho
bastante acogedor. Fueron guiados hasta la mesa cerca de la pequeña cocina, que
hacía las veces de comedor, mesa de estudios y puede que algún improvisado
espacio para el acomodo de los invitados que se quedaran en las noches a
dormir. El sitio era reducido, una caja de fósforos pensó con desencanto el Fujino. Pero como siempre mantenía dentro de su
garganta sus groseros pensamientos ¿Era realmente miembro de la realeza el
señor Kruger? Por su forma de actuar hubiese dicho
que no, pero el edicto del rey había sido una prueba clara de sus lazos con la
corte y la corona de Windbloom, entonces ¿Por qué lo llevaba a semejante pocilga?
-Por favor, tome asiento, señor Fujino- Indicó cortésmente Takeru. Satoru por su parte al fin notó que su futuro
consuegro tenía lacios cabellos negros, que sobresaliendo del casco en una
larguísima coleta, se hallaba atada con una cinta negra a la altura de la
cintura.
Una doncella de unos 14 años de edad,
servía los platos lo mejor y más estéticamente posible, era muy hermosa, de
delgada y hasta frágil figura, cabellos negros y ojos dorados, a veces rojizos,
se la notaba tan inocente a pesar de vivir tan cerca de una posada llena de
malhechores. Obachan salía de la cocina con una bandeja de
madera, sobre la cual había platos llenos de sopa y jugosas porciones de tarta.
La jovencita corrió a la cocinita por el té, más tarde la anciana trajo frutos
del bosque servidos en un plato y bañados con jalea. Finalmente la obediente
Nina trajo una codorniz bañada en salsa y especias del huerto. La mujer mayor y
su joven ayudante se habían esmerado en preparar algo delicioso entre los
escasos recursos y el Kruger las miraba con infinito agradecimiento, pero de nuevo Satoru no comprendía porque aquel gran señor
era tan simple... la cara ya le traicionaba, así como sus miradas llenas de
reprobación.
-Por favor, no mire lo cubiertos, perciba
con sus sentidos tan gustosa comida- Interrumpió el Kruger mientras su cuchara de madera se
sumergía en la sopa, luego en sus labios y sin ningún reparo hacía sonidos de
gusto al comer más ávidamente del humilde plato.
Satoru no tuvo más opción que comer los
alimentos ¡Cómo echaba en falta los cubiertos de plata de su casa! Pero tras
unos minutos con el hambre acuciante en su estómago, se encontró devorando la
comida como si fuera de los mejores manjares jamás probados. Y en efecto no
había comido nada tan rico. Una vez saciada el hambre y limpiándose los labios
con una servilleta descolorida. -¿A qué hora partimos, mi Lord?-
-Usted partirá inmediatamente, por el
momento debemos separarnos, mas no se preocupe... he dispuesto mi carroza para
usted, así como mi escolta personal y la carreta con los obsequios para su
familia, de ese modo su viaje será seguro- Levantó la vista afablemente, aunque
solo se notaban azules los ojos bajo aquella máscara.
-Pero mi Lord y ¿Su transporte?- Satoru ocultaba la codicia ¿Qué clase de
regalos llevaría consigo la carreta? Esa era una buena noticia entre tantas
malas, un transporte y regalos dignos de su familia.
-Si no es molestia, tomaré el caballo del
honorable Fujino, pero no tema... mis sirvientes le harán
llegar la montura en cuanto llegue a mi castillo- Se sirvió aclarar rápidamente
el pelinegro.
-Claro que puede disponer de mi caballo,
pero no entiendo el apuro, eminencia- Se atrevió a cuestionar Satoru mirando al enmáscarado que en un año sería su consuegro y el
solo pensamiento seguía sin gustarle.
-El invierno esta próximo, querido amigo,
debo retornar a mi hogar a la mayor brevedad posible...- Contrario al Fujino, Takeru se sentía cómodo en la humilde morada y
confiaba en las dos mujeres que por lo estrecho del sitio escuchaban plenamente
la conversación. -Esta madrugada, envié un mensajero para resolver lo que hemos
acordado, pagará todas sus deudas. Pero yo debo hacerme cargo personalmente de
los diálogos con el Conde y cuanto más me retrase para llegar a un acuerdo con
él, más difícil será que admita la justa paga por liberarlo a usted de aquel
tórrido trato- El lobuno miro tranquilamente al castaño, estaba acostumbrado a
tratar con la burguesía y la aristocracia, razón por la que se las apañaba bien
con ambos grupos. Su título le aseguraba un trato respetable, después de todo
en cuanto sus interlocutores se enteraban de su sangre verdaderamente azul,
pasaban por alto la peculiaridad de su indumentaria.
-No sabe usted cuanto agradezco la mano
generosa que me brinda, pero...-
Takeru no permitió continuar a Satoru. -Muy pronto seremos familia y le
aseguro que mi hija sabrá respetar a la suya... entiendo que esa es una de las
preocupaciones que no le dan paz a su sueño, pues ayer apenas y pudo
conciliarlo- Musitó el Kruger mirando al otro. -Si usted pregunta sobre aquello que le
preocupa, yo le daré respuesta, la que esté en mis manos responder-
-Le agradezco aún más sus esfuerzos, mi
Lord, pero temo que mis preguntas sean desagradables y agravien a su eminencia-
Trató de prevenir el castaño, mirando lo que podía a través de aquella máscara
de plata.
-Le he dado carta blanca, señor Fujino, sólo porque entiendo sus preocupaciones
como padre... yo mismo me pregunto cómo es la graciosa Shizuru y si será gentil con mi hija- Takeru acarició su barbilla en pose pensativa.
-¡Eso se lo aseguro! Mi Shizuru es una delicada flor del campo en todos
los aspectos posibles... conoce los modos refinados y también se le ha
preparado para los deberes del matrimonio... pero yo sé tan poco de la
Duquesa- Espetó preocupado el castaño.
-Natsuki es excelsa con el arte de la esgrima, la
equitación y tiene una puntería pasmosa con la pistola, le aseguro que sabrá
defender el honor de su prometida como lo haría un caballero, pero también se
le ha enseñado todo lo que una dama debe saber y el cuidado con el que debe tratar
a una doncella- Mencionó Takeru con una sonrisa orgullosa.
-No sabe cómo me alivia escuchar eso...-
Pero de nuevo mentía, Satoru sentía que una mujer nunca sería digna de su hija y menos una
tan poco agraciada, ¡Aquello era una abominación! Tenía que encontrar la manera
de romper aquel matrimonio. Un año, con ese tiempo podría devolver íntegramente
lo prestado al Kruger, si ¡Eso era! Pagar cada doblón de oro
adeudado al Conde, aunque se quedara en la ruina y tuviera que empezar de
nuevo. Ello era preferible a entregar a Shizuru a una bestia...
Salieron de la casa, no sin que antes Takeru depositara una bolsita sobre las manos
de Obachan y la abrazara, de nuevo como si la
conociera de toda la vida. -Por favor recuerde que vendré más tarde por la
señorita Nina y usted Obachan, así que empaquen lo más valioso para ambas, yo me ocuparé de lo
demás, se lo aseguro- La sonrisa de la anciana volvió a brillar en su cansado
rostro.
El Fujino miró curioso la escena, pero consideró
descortés cuestionar los deseos del Lobuno, por lo que se encaminaron hacía el
carruaje. -Es una pena esta rápida despedida Señor Kruger- Mentir, que práctica esa facultad
cuando se esta tan incómodo en presencia de alguien. -“Una pizca de hipocresía
no viene mal de tanto en tanto”-
-Siento igual querido Satoru- Palmeó el hombro del castaño y este
fingió no sentir tanta fuerza en el gesto. -He dejado en el carruaje mi más
grande tesoro envuelto en un pañuelo de seda negra... tal obsequió solo debe
ser abierto por su hija, si lo ve usted primero yo lo sabré señor y me sentiré
muy agraviado- Gruñó ligeramente Takeru y ello hizo tragar saliva a Satoru.
-Le doy mi palabra que este regalo será
abierto por las manos de mi hija- Dijo trémulamente el de ojos rubí.
-Debe dárselo en cuanto la vea, de otro
modo podría morir de inanición el contenido- Rió divertido el Lobuno y el castaño no
quiso preguntar, quería marcharse a la brevedad posible, por suerte el carruaje
estaba a unos cuantos pasos.
-Me despido entonces su excelencia- El Fujino lamentó en sus muertos haberle dado la
mano al Kruger, puesto que la pelambre en ellas era
incómoda. Se dio la media vuelta dispuesto a irse con presteza.
El Conde detuvo un momento a Satoru, posando la mano sobre su hombro. -Aun
con todo me sirvo aclarar que a diferencia del Conde, yo no tendré tan buena
reacción si decide retractarse, soy benévolo, pero no tonto señor Fujino, así que en un año llegaré a su
encuentro y haré cumplir nuestro acuerdo- Sonrió mostrando sus colmillos, antes
de dar la media vuelta y entrar en la posada.
-¡Que espeluznante ha sido todo!- Musitó
angustiado el castaño ante la memoria de lo ocurrido. Estrechaba la jaula
mediana entre sus manos, ya que por la textura de las varillas bajo la prenda
dedujo que eso era el presente, una jaula. Satoru bajó la vista sobre la seda. -¿Un
pajarito? Ese es el más valioso tesoro de aquel hombre- Cuando los pálidos
dedos quisieron descubrir lo ocultó con la intensión de romper su promesa... el
carruaje de detuvo y del puro espanto, Satoru
soltó la jaula dejándola caer en el acto. Un lastimero aullido manó de la jaula
medio cubierta por el velo negro, se veía una pelusa blanca que apenas se
movía.
Una voz habló desde fuera de la
puertecilla. -Señor Fujino... hemos arribado-
-¡En un momento bajo!- Se apresuró a
decir mientras levantaba la caja acomodando la tela nuevamente. -Shhhh.... tranquilo... lo que quiera que
seas... shhhh- Curiosamente los pequeños aullidos
cesaron y el castaño lo agradeció en el alma. Si el sirviente del Kruger se enterara... -Me... decapitaría-
Susurró con temor, llevándose una mano al cuello.
Sin darse más tiempo a pensar en los
inconvenientes procuró bajar raudo del carruaje, frente a él se filaron 4
hombres fornidos, entre ellos el cochero y su ayudante, y otros dos que venían
en una carreta trayendo grandes cofres, antes cubiertos por una espesa
manta y amarres. Estaban armados con pistolas y espadas en el cinto. Uno de
ellos, rubio y de ojos miel se acercó al castaño, y cual militante habló con
tono formal. -Me llamo Sergei Wong, estoy a cargo de este pequeño grupo que lo
ha acompañado en este viaje, que esperamos haya sido de su agrado- Realizó una
venía formal. -Quisiera saber dónde desea que llevemos los regalos de Lord Kruger-
-En la sala trasera está bien- Ordenó el
castaño antes de dirigirse a su hogar. La morada de los Fujino era larga y ancha, adornada en los
exteriores con plantas colgantes, ventanales amplios y balcones. Aquel lugar
era sin lugar a dudas un pequeño castillo, una mansión, con bastos jardines
y la playa en la parte de atrás además de un puerto privado. Desde lo
lejos en el follaje del bosque, solo podían verse matices blancos y grises de
la propiedad, un lugar que se camuflaría en invierno con la nieve blanca.
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El viento mece suavemente las copas de
los árboles, cuyas débiles y otoñales hojas se desprenden poco a poco, hasta
dejar las marrones ramas expuestas, desnuda la madera y desde ya se augura un
álgido paisaje en el próximo invierno. Pálidos dedos, largos y hermosos,
sujetan una de las hojas desperdigadas por el suelo, aquella que ha llamado la
atención de una bella señorita. Unos ojos sangría miran curiosos las variadas
tonalidades, amarillos y naranjas en el haz, magentas en los nervios y el
pecíolo, y bordes desgastados en marrones. A sabiendas de la textura frágil de
la casi marchita hoja, la doncella ocupa tiempo en abrir un libro viejo que ha
leído quizás siete veces, es su favorito, abre la dura pasta, entre la guarda y
la portada, observa la hendidura con un pequeño espacio rectangular. Allí
introduce con cuidado la hoja elegida y después cierra la pasta, con un leve
crujido se lleva al pecho el desgastado libro.
-Este será un bello invierno- En el marco
de unos carnosos labios, se muestra una dentadura impecable dando nacimiento a
una sonrisa sin par, tan hermosa como su portadora. La joven levanta la vista
sobre el gran roble que en primavera le dio resguardo del sol, su mano se apoya
en la corteza áspera antes de rondar en derredor de él en un corto paseo. Las
botas de cuero marrón se detienen en medio de dos raíces, cuyo prominente
tamaño y forma hace las veces de un cómodo asiento. Es así que la juvenil
doncella apoya su espalda en tronco del gran árbol, cierra sus ojos y se
dispone a tomar una siesta tras la cena, de ello pasan algunas horas.
-Señorita Shizuru ¿Está usted ahí?- Una voz aguda venida
de la ama de llaves que camina presurosa en la búsqueda de aquella a la que
sirve con devoción.
El viento juguetón renueva sus esmeros
más que solo en las copas, acaricia el níveo rostro de finas facciones,
mientras los castaños cabellos se remueven sobre sus hondas, intentando ocultar
la vista de la agraciada chica, mas ella pone fin a la pequeña revuelta
llevando un mechón detrás de su oreja. Se pone de pie, ocupando una mano en
sacudir un poco el vestido violeta que cubre sus prominentes y armoniosas
curvas de mujer, en efecto aquella dama está a punto de alcanzar el
florecimiento de la gracia femenina. Toda ella parece a la vista la más exótica
y bella de las flores.
-Tomoe
sabe que puede llamarme sin tantos formalismos- La voz cantarina de la castaña
llega como un dulce murmullo a los oídos de una chica sonrojada, una que se
alegra de no ser vista por la señorita aun oculta tras el roble.
-Shizuru...-
Saborea tímidamente el nombre en sus labios, mientras sus manos estrujan la
tela de su vestido negro. -Su padre... ha vuelto-
Como si aquellas palabras tuviesen poder,
la bella Shizuru se levanta de su cómoda posición en el
árbol y emerge de la parte trasera del roble. Camina con sutiles movimientos y
la gracia de un cisne, pasando a un lado de la joven de cabellos verdes.
-Gracias Tomoe- Expone en su faz con una sonrisa
amable.
Con pasos delicados, la menor de los Fujino y el ama de llaves se marcharon en
dirección de la casa principal, sin saber la castaña que al no ser vista, los
ojos violeta de la otra joven se deslizaban lujuriosos sobre su agraciada
figura.
Al llegar a casa, la sonrisa genuina de
la joven así como un brillo alegre en sus ojos carmín, le llevó a correr hacía
los brazos abiertos de su padre, allí un confortable abrazo se prolongó por
algunos segundos, junto a las caricias gentiles que le prodigaba el mayor a los
castaños cabellos de la 'pequeña', la más joven de sus hijas. La familia estaba
al fin reunida y las angustias que habían pasado en aquellos dos meses de
ausencia de Satoru, se diluían entre las risas y gestos de
alegría de todos ellos. Mizue,
una agraciada y conservada mujer madura de ojos grisáceos, preparó con la ayuda
de la servidumbre un banquete digno de reyes y así principió una velada
agradable entre todos una vez llegado el anochecer.
-Padre, ¿No has de contarnos las
aventuras de tu viaje? ¿Qué nuevos lugares has conocido?- Preguntó el mayor de
los hijos, un hombre de complexión delgada, dulces ojos grises y lacios
cabellos castaños.
-Takumi,
deja que tu padre repose, mañana podrás preguntarle lo que gustes, el suyo ha
sido un viaje muy largo- Intervino conciliadora la madre, pero Satoru levantó su mano haciendo un ademán.
-Está bien Mizue...- Sonrió afable, agradeciendo para sus
adentros el no haber cometido aquella locura, se hubiera privado de compartir
aquellos momentos ¡Que tonta pretensión la suya! -He conocido poblados muy
habitados, edificaciones de más de cuatro pisos se han vuelto más comunes en la
capital de Windbloom, había gran alboroto... se ha anunciado
la construcción de un tren, aunque supongo que estará funcionando dentro de
algunos años-
-¿Tren? ¿Qué es eso padre?- Inquirió más
que animado el joven, sus ojos curiosos imaginaban estrafalarias formas para lo
que fuese aquel 'tren'. Con Shizuru
y Mai no pasaba distinto, pero ellas eran
menos emotivas con el asunto, por su parte Mizue ni se esforzaba en imaginar cómo era.
-Verás hijo mío, dicen que es un medio de
transporte que podrá llevar a muchas personas, mucho mejor que muchas carrozas
juntas y funciona con un motor de vapor, pero no nos compliquemos mucho con
eso, lo veremos juntos dentro de algunos años- Ciertamente ni el mismo Satoru creía en tal maravilla... como podría el
vapor mover semejante monstruo de metal.
-¿Lo prometes?- Esta vez dijeron a coro
los tres hijos, ocasionando la risa de los mayores.
-Lo prometo. Para entonces espero que Takumi y Mai estén casados y nosotros con nietos, no
estaría mal celebrar el acontecimiento...- Los ojos sangría rodaron sobre los
rostros expectantes de sus amados hijos, que desviaron las miradas con las
mejillas sonrosadas. Sin embargo la amarga culpa le comprimió el pecho al notar
que Shizuru reía divertida ante la cara de sus
hermanos, si ella supiera que será la primera en desposarse de los tres. -“¡Jamás!
Eso no pasara”- Negó en su mente, trabajaría sin descanso el año que tenía
delante para multiplicar la fortuna y pagar su deuda. La Condesa no desposaría
a su hija, eso lo tenía más que claro.
La cena pasó entre comentarios
asombrados, no solo lo del tren era una novedad, el tranvía y el auto de vapor
causo revuelo. El Fujino recordaba de la propia voz del Rey, que
aquellas cosas de metal llenarían dentro de poco las ciudades más importantes
de la nación. Con la plática Satoru
logró distraer lo suficiente a la familia, incluso a su esposa, para que no
llegasen las preguntas que no quería responder. Cuando al fin llegó la hora de
ir a la cama y descansar de tantas tensiones, Mizue preparó una tina con agua calienta para
el reposo y aseo de su marido.
Mientras las delicadas manos de su mujer
le enjabonaban la espalda, la mente de Satoru
divagaba en como revelar tan complejo trato, y si era oportuno decirle a Shizuru que sobre su cándida persona, reposaba
el bienestar económico de la familia entera. No podía disfrutar como era debido
los cuidados de su amada, incluso ardía en deseos por tenerla de nuevo en su
lecho tras la prolongada ausencia, pero la libido sucumbía muerto ante las
preocupaciones que lo acongojaban.
-Satoru...-
Interrumpió la voz suave de su querida Mizue.
-¿Hay algo que te preocupe?-
El castaño suspiró pesadamente ¿Cómo pudo
siquiera pensar que algo escapara a los suspicaces ojos de su esposa? Sonrió
resignado. -Quisiera decir que no amor mío- Sujetó la mano húmeda y pálida en
su hombro. -Pero no puedo esconderte nada ¿No es así?-
-Ara ara... mi esposo hace bien en saber quién
manda en casa... fufufu- Rió divertida Mizue, quería restarle hierro al peso de las
angustias, pero pronto rectificó. -Esperaba que me dijeras un par de cosas,
¿Tuviste éxito en tu viaje? ¿Cómo te hiciste eso en el cuello?-
Satoru condujo una de sus manos, hasta los
cabellos adheridos a su rostro por cosas de la humedad del baño. Esto indicó a
la mujer que el tema era serio y de gran gravedad, por lo que abrazó a su
esposo sin preocuparse del desastre que sería después su vestido. Con algo más
de fuerza ante el gesto, el castaño cerró los ojos. -El conde se ha negado a
reconsiderar el plazo para pagarle lo que le debo, pero un nuevo...- ¿Cómo
llamar al Lobuno sin asustar a su mujer? -... Socio se ha unido a nuestra
empresa, he convencido al Conde Kruger
de hacerme un préstamo para pagar la deuda y volver al negocio original de
nuestra familia- Se consoló a si mismo asumiendo que no estaba mintiendo.
-Pero... esa es una gran noticia
¿Entonces porque pareces tan abatido?- Mizue
no entendía, había hecho un mejor trato de lo que esperaban, todos sus
problemas estaban resueltos. Se habían mantenido gracias a los viñedos del
abuelo Fujino pagando las usureras cuotas de Nagi, sin abono para la tierra, la irrigación
dañada, y las heladas... también la herencia de sus abuelos estaba a punto de
irse por el desagüe. Pero con el dinero conseguido por su marido... podrían
ampliar las hectáreas y la producción de Vino, luego con el único barco
superviviente podrían llevar sus vinos a todas las costas de Windbloom, en vez de arriesgarlo todo en las
costas de reinos forasteros.
-Es por... “¿De verdad voy a decirle
que vendí a nuestra hija a un monstruo?”... porque temo que las cosas vayan
mal de nuevo y falle al acuerdo que hice con Lord Kruger- No se atrevió a decir toda la verdad.
-Eso no pasará Sato...- Anunció cariñosa
la matriarca de la casa Fujino.
-Todos haremos nuestro mejor esfuerzo-
-¿Todos?- Extrañado por las palabras de Mizue, Satoru volvió la vista a pesar del dolor en la
nuca.
-Claro que si- La alegría y la esperanza
brillaba en la grisácea mirada. -Nuestros hijos conocen cada secreto sobre el
oficio de nuestra familia... Takumi
puede ordenar a los empleados en el campo, sabes que ya es todo un hombre y
puedes depositar tu confianza en él. Todos juntos podremos desgajar las uvas. Mai conoce a todas las mozas casaderas y
recién casadas del pueblo, en primavera podremos hacer un festival para que
todas las mujeres participen de la danza de la fertilidad, ya se acerca el
tiempo en el que nuestra Shizuru
podrá participar y tendremos más jugo de uva que en cualquier otro año...... sé
que nuestros hijos estarán contentos de ayudar... eso te lo aseguro- Destilaba
orgullo de madre en sus palabras, tenía plena fe y convicción en sus queridos
hijos.
-Si hubieras sido hombre, te aseguro que
te hubieses hecho de una fortuna en poco tiempo...- Satoru murmuraba admirado para sí, pero en tono
audible.
-Si hubiera sido hombre, entonces tu
serías mujer y me hubiese vuelto a desposar contigo amor, esa es mi mayor
riqueza, así como nuestros hijos- Depositó un casto beso en los labios de su
marido.
¡Qué suerte tenía! Se decía a sí mismo el
Fujino, nunca dejaría de nuevo al margen de los
negocios a su mujer. Tal vez, verdaderamente podría cumplir su meta y liberar
del matrimonio a su hijita. Decidió no prestar más caso a las preocupaciones y
se dispuso a disfrutar de los labios de su esposa, para volver a compartir en
el lecho su amor.
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Aquella noche no podía dormir, a pesar de
la dicha que le supuso el retorno de su padre. El sueño se negaba a cubrir sus
ojos carmines con el manto del sopor y contar ovejas no resultó ser tan buena técnica
para el problema, a pesar de la efectividad que se le publicitaba al método.
Incluso el vasito de leche tibia fracasó en sus esmeros, pues el corazón le
advertía que algo malo sucedía, pero la certeza de una idea concreta no acudía
a su mente. Todo en su cotidiana vida se mostraba superficialmente bien, no le
faltaba nada y se podía decir que pertenecía a una de las familias más
prestantes de Fukka, de ello varias generaciones, el
apellido Fujino ocupaba sonrisas hipócritas en las altas
esferas sociales. Sin embargo y para su desasosiego algunas noches en los
pasados dos meses, escuchó los sollozos de su madre. Las pocas veces que se
atrevió a confrontarla, Mizue
simplemente decía 'extraño a tu padre... es todo pequeña, ve a dormir tranquila
Shizuru'. ¿Acaso era tonta? Definitivamente no,
tendría que estar ciega para pasar por alto a los cobradores que se paseaban
por la puerta de la casa cada semana, la familia tenía problemas económicos y
nadie era lo suficientemente sincero, para decirle esa lamentable verdad.
Después de todo ella seguía siendo apenas una niña a ojos del mundo y por ello
no estaría para entender tal tipo de dificultades ¡Que absurda idea! No era
tonta.
Su padre había vuelto del viaje de dos
meses para hablar con el Conde Nagi
de Artai, nadie quiso decirle el motivo de tan
abrupto viaje y contrario a su práctica habitual Satoru no mencionó nada al respecto. Las
embarcaciones de la familia según su madre por exigencias del alcalde del
pueblo ahora desembarcaban en el puerto público y no el privado de la casa.
Incluso su querida Mizue ya no usaba las joyas de la familia, ni
anunciaba sus salidas a las reuniones sociales, a las que meses atrás nunca
dejaba de acudir. Crecía su angustia, ya que escuchó de labios de su hermano
mayor Takumi, algo sobre trabajar en la mina de
diamantes del norte y a Mai
decir que apresuraría la boda con ReitoKanzaki... si no dudaba del amor entre ellos, pero ambos querían esperar
hasta mediados del año entrante y ¿Ahora? Conocía a su hermana y estaba segura
que el adelanto no sería por razones embarazosas, Mai era una mujer integra en esos aspectos.
-Detesto cuando me ocultan las cosas...- Shizuru suspiró pesadamente, apoyando la
barbilla en su mano, mientras miraba por la ventana de su cuarto. -Si tan solo...
pudiera hacer algo para ayudar- Los tristes ojos sangría miraron suplicantes el
cielo, donde una estrella fugaz surcó el firmamento en ese momento... aferrada
a la idea de alguna intervención divina decidió solicitar su más sincero deseo.
-Permíteme librar a mi familia de la pena que los aqueja... por favor- Musitó
mientras una pequeña lágrima se deslizaba sobre su sonrosada mejilla. Así y
después de vanos pensamientos en los que no halló soluciones a sus
predicamentos, Shizuru fue a la cama, con un soplo delicado
apagó la vela que iluminaba en la mesita de noche y cerró los ojos a la espera
de un nuevo día.
Una vez dormidos los miembros de la
familia y los sirvientes, el silencio fue interrumpido por lastimeros gemidos,
venidos de una jaula aun cubierta por el velo negro y abandonada junto a los
cofres obsequiados por Lord Kruger.
Inadvertidamente un aire frío llenó el estrecho espacio lleno de polvo y con
algunas telarañas, poco a poco los barrotes de la jaula y la tela se congelaron
hasta ser tiesas y frágiles. El sonido de cristales rompiéndose, ni el agudo
aullido de la pequeña masa blanca logró despertar a los durmientes. El
inaudible trote del animal ascendiendo por las escaleras, pese a tener una de
sus patitas lastimada no atrajo ninguna atención, ni el chirrido de las
bisagras de una puerta abriéndose logró perturbar el sueño de los habitantes de
la casa.
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La luz del día se cuela a través del
ventanal, la cortinas no pueden impedir su paso, así lentamente los cálidos
rayos alcanzan la cama en la que una castaña yace dormida. La joven se remueve
en el lecho perezosamente deseando no levantarse esa mañana, es quizás
consecuencia de las horas perdidas la noche anterior lo que entorpece la labor
de levantarse. Shizuru se gira somnolienta sobre la cama,
apoyando poco peso sobre una almohada tibia y quizás demasiado mullida, ¿De qué
está hecha? Extiende su mano para tocarla mejor, aun con los ojos cerrados y
torpemente, nota que tiene una forma irregular, además de algún sistema de aire
tibio, vaya que avanza la tecnología... ya máquinas de vapor y metal... pero no
recordaba que su padre hubiese traído una almohada como obsequio, de hecho solo
cuenta con una, la misma cada noche en todo lo pasado de ese año... una pequeña
arruga se forma en la pálida frente, frunce el ceño comparando texturas, la
mini almohada es incluso más suave que la suya de plumas, pero... ¡Se mueve!
Una queja, un gemido muy cerca del oído... los parpados y las abundantes
pestañas se apartan en exabrupto, el iris rojo se irrita ante la inoportuna
luz, enfoca lo mejor que puede, se frota los ojos felinamente y después, solo
después... se da cuenta que un hocico con una 'filosa' hilera de dientes yace
tan, pero tan cerca... que lo demás era inevitable.
Un agudo grito resuena en toda la casa,
las sabanas se recogen en torno de la chica que sale presurosamente de la cama,
enredando al intruso y a ella misma, doncella y animal caen al suelo... una
asustada Shizuru tira las sabanas lejos de si, se lleva
la mano al pecho y mira como la 'feroz bestia', asoma el hocico que vio con
lupa un instante atrás. Con cautela la criatura emerge de la blanca tela y gime
con la patita encogida, pues en ella hay una pequeña mancha de sangre seca y
empolvada. El corazón de la castaña se encoge de pena al verle, es tan solo un
cachorro de lobo del más puro blanco, de saberlo no hubiese sido tan
brusca. La ojirubí se inclina lentamente, extendiendo la
mano para tocar al lobezno, notando un collar en su cuello con una insignia. -'Durhan'... así que ya tienes dueño- Aun con
cautela el cachorro olfatea los dedos de Shizuru y luego con su pequeña lengua los lame
como signo de aceptación.
-Eres la cosita más hermosa que he visto fufufu- Reía divertida la joven castaña ante
los mimos que le prodigaba el canino. -Pero hay que curarte esa herida- Tomó en
sus brazos la motita blanca, no sin dejar de acariciar la cabeza del animal.
La puerta fue abierta abruptamente, un
cañón apuntando en todas direcciones buscando al agresor y un SatoruFujino con el dedo cerca del gatillo. Se lo
miraba con el cabello revuelto y húmedo, la barba a medio afeitar, con espuma
la otra mitad de su rostro y con escasamente los pantalones puestos. Justo
detrás de él estaba Mizue en bata de noche, igual de desaliñada.
-¿Papá? ¿Mamá?- Shizuru se llevó la mano a los labios, tratando
de esconder sus deseos de reír por lo peculiar del cuadro. -La...lamento
haberlos asustado es solo que papá no menciono nada sobre la nueva mascota de
la casa- Mintió un poco, como podría perderse la mascota de alguien. Estaban a
Kilómetros de cualquier otro lugar, el cachorro no hubiese podido viajar solo
todo ese tiempo, se hubiera perdido en el bosque. Shizuru rogaba un poco de suerte para poder
quedárselo.
-Ah.... ¿Te gusto mi regalo?- Satoru bajó el rifle con cierto nerviosismo.
-Decías que querías una nueva mascota... creo que ya puedes ser lo
suficientemente responsable para cuidar de ella- Sonreía el mayor mientras una
gota de sudor se mezclaba con el agua que escurría de su cabello.
-¿En serio?- Preguntó Mizue incrédula, su marido era alérgico a los
perros, aunque aquella pelusa blanca técnicamente no era un perro. ¡Era una
cría de lobo!
-¡Gracias Papá!- Una muy animada Shizuru corrió a abrazar a su padre cuidando no
lastimar al animalillo asustado en sus brazos.
-De nada pequeña- Sonreía aparentemente
animado Satoru, en que líos se metía ¿Con que corazón
quitaría la preciada mascota a su hija en un año?
En cuanto las cosas se calmaron la
castaña se atrevió a cuestionar sobre el collar. -Pero padre... ¿y esta
inscripción?-
-Es el nombre del cachorrito...- Dijo
raudo el castaño, sin saber si realmente era el nombre. -Aunque debemos llamar
al veterinario, por lo visto se ha lastimado una pata- Como el Conde encontrara
a su mayor tesoro material en ese estado. Sintió un escalofrió recorrer su
espalda. ¡Imperioso llamar al veterinario!
-Creo que ha sido mi culpa, no sabía que
lo habías puesto en mi cama- La mirada triste de Shizuru hizo sentir culpable al mayor, si él no
hubiese sido tan descuidado con la jaula. Pero ¿Cómo escapó?
Sin tiempo para pensar en los detalles,
el mayor se disculpó. -Ya veo, lamento no haber sido más... precavido- Satoru revolvió los cabellos de su hija con
ternura y prefirió no repetir el gesto con el animal, seguramente él sí que
recordaba el resbalar de la caja en sus manos. -Cuidaremos que este mejor hija
mía- Añadió antes de darse la vuelta en compañía de su esposa y salir del
cuarto.
Una vez a solas. -Así que mi Durhan era un regalo, ¡Que suerte tengo!- Se
notaba tan feliz a la chica mientras el cachorrito lamía como mejor podía la
mejilla de la joven. -Ara, ara... que cariñoso eres. Te prometo cuidarte mejor
de ahora en adelante- La castaña depositó con cuidado a su nueva mascota sobre
la cama. -Pero hasta que el veterinario revise esa herida tienes prohibido
moverte- Con un ademán de su mano indicaba obediencia al lobezno, moviendo de
aquí para allá su dedo y frunciendo un poco el ceño para dar algo de convicción
al discurso. La mota blanca gruñó ligeramente sin sentir mucho aprecio por la
idea, al parecer no le eran gratos los matasanos... er veterinarios. Ante esto la castaña no
tardó en ofrecer premio a la criatura. -Durhan debe ser obediente, si quiere ponerse
mejor, si lo hace le daré mi bistec de la cena- Por toda respuesta un ladrido
contento llegó a sus oídos. -¿Ves cómo nos entendemos?- Era una grata sorpresa
para la castaña que el cachorro estuviera entrenado.
La castaña se apartó, no sin prodigar un
mimo en la cabeza y las orejas de la criatura. -Por el momento Durhan debe quedarse en la cama mientras yo me
pongo más presentable- Anunció antes de ir al cuarto de baño privado para
llenar la tina y asearse como dios manda. Obediente a las órdenes de su nueva
ama, el cachorro inclinó la cabeza sobre el lecho con somnolencia, bajando las
orejas y procurando reposar. Shizuru
sonrió, mirando por una rendija desde el cuarto de baño, más tranquila y
sabiendo que su mascota dormía, prescindió de las ropas para sumergirse en el
agua tibia, en las que salpicara con anticipación sales marinas.
-0-0-0-
Las cortinas se agitaban con el viento de
la mañana en los amplios ventanales abiertos por las pálidas manos de la
matriarca de la casa Fujino. -No dijiste nada sobre una mascota Satoru... ¿No crees que es incorrecto
permitírsela a Shizuru? Jamás consentiste que Mai o Takumi tuviesen un perro antes- Inquirió con el
ceño fruncido, ella tenía muy claro que la menor de sus hijos era la adoración
de Satoru, sin embargo no estaba para permitir que
esa situación fuera tan evidente.
-Creo que juzgué mal a los animales
mujer- Se apresuraba el castaño en anudar su corbatín lo cual sin colaboración
de su ofendida esposa resultaba misión imposible, más aun estando tan nervioso.
La mujer miró con sospecha a su marido,
sus inquisidores ojos grises se posaron sobre las manos torpes de Satoru. -No recuerdo haberte visto tan nervioso
desde que fuiste a casa de mis padres a solicitar mi mano, tu pajarilla era un
franco desastre. No me ocultas nada ¿Verdad?- Se acercó al castaño, este retiró
las manos y se dejó hacer el nudo por Mizue,
evitando con toda su fuerza de voluntad tragar saliva.
-No lo estoy... y tengo pendientes
urgentes que atender- Dio un beso rápido a su mujer antes de salir presuroso de
la habitación, correr escaleras abajo, salir por la puerta principal, dar la
vuelta a la casa trotando y abrir la puerta trasera, donde debían estar los
cofres y la jaula. Los ojos rubí se abrieron sorprendidos amenazando salir de
las cuencas, de cuclillas apreció el destrozo que había dejado tras de sí para
escapar, la pequeña bestia. -¿Qué clase de ser es?- Tocó con uno de sus dedos
el frío metal y observo abrumado por el estupor, la tela rota y rígida.
-¿Hielo?- En sus descuidos la punta de su dedo rozo uno de los filosos bordes
de los cristales desperdigados, haciéndose una herida corta pero profunda en el
dedo. Tras un quejido doloroso, se llevó el dedo a los labios y presionó para detener
el sangrado. ¡Que daño!
“Esta ha sido una pequeña muestra de lo
que sus falsas acciones pueden causar... le dije que sabría si faltó a su
promesa señor Fujino, cuide de la mascota de mi hija, porque esa criatura a la que
tanto teme... hará cualquier cosa por mantener a salvo a Shizuru y que nuestro acuerdo sea cumplido” La voz de TakeruKruger llegó con el viento a los oídos del Satoru, quien cayó sentado al suelo, viendo
frente a sí una sombra oscura e inmaterial frente a él. Volvió a temblar como
una hoja y tragando saliva llevó la mano a un revolver que esa mañana había
decidido llevar siempre consigo.
“Si yo fuera usted no haría eso” Volvió decir la voz. Pero ello no
evitó que el aterrorizado castaño disparara. La bala atravesó la sombra e
impactó en la pared. “No olvide que le vigilo” Tras esto arreció
un viento frío dentro de la habitación, en cuanto la corriente se desvaneció la
sombra espeluznante ya no estaba y un despelucado castaño, con algo de hielo en
la punta de la nariz miraba incrédulo el sitio, donde la jaula dorada ya no
estaba. De hecho el cuarto estaba exactamente igual de polvoriento y los cofres
intactos, aquello era espeluznante.
-Si así es la mascota, no quiero saber
cómo es Lady Kruger- Dijo para sí mismo con una expresión
entre asustada y resignada, mientras miraba el techo. Satoru quería correr fuera de allí pero tenía
entumecidas las piernas, que mal día.
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De verdad que pinta muy bien la historia. Muchas gracias por la buena redacción.
ResponderEliminarGENIAAAAL, me encanta, es una historia super interesante, te engancha rápidamente y apenas han salido las protagonistas. Te estoy infinitamente agradecida Cristal. Apenas puedo esperar el siguiente capítulo.
ResponderEliminarMª Carmen. España.
Muy buena
ResponderEliminarecho de menos las estrellas del blog, sin dudar le daría 5 estrellas a esta historia
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
EliminarPorfa publica mas seguido es muy aburrido el entrar y n encontrar ninguna historia
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