Capítulo
19
Crystal
observó la sonrisa que asomaba en la cara de Laura.
—¿Por
qué? ¿Qué estás intentando decirme?
—Nada.
Tú adoras a los chicos —La sonrisa se ensanchó.
—Laura…
—Crystal golpeó ligeramente con sus uñas repetidamente sobre la mesa
con
énfasis, secretamente gustándole la amistosa broma. Le hizo recordar las
mañanas que pasaba con su hermana. —Dime o esconderé la aspiradora.
—¿Esconderla?
Tendrás que encontrarla primero. ¿Sabes acaso donde la guardo?
“Ups, gran error”. Dándose cuenta de que había sido
atrapada, le dio a su compañera una sonrisa tímida.
—Lo
sabría de seguro, pero tú mantienes el lugar tan limpio que no le vi la
necesidad.
—Uh
huh.
—¿No
me crees?
—Ni
un poco —Laura contestó con una sonrisa.
—Bien.
No soy Susie Homemaker. Es solo que no suelo usar las aspiradoras, limpiar o
hacer cosas como esas.
“Nadie me enseñó eso y eso nunca
pareció tener importancia. No es como si al idiota ese le importara si el lugar
estaba limpio o no”.
Memorias de su pasado le llegaron de pronto, Crystal sintió el peso familiar
sobre sus hombros. Miró hacia abajo en la mesa.
Perdida en sus pensamientos, no escuchó la voz
de Laura la primera vez.
—¿Qué…?
—Dije
que lo estás haciendo bien.
—Tonterías.
Tienes razón. No tengo ni idea dónde guardas la aspiradora o la escoba y el
trapeador o cualquier otra cosa que tú utilices para limpiar. —“Ya tengo casi dos semanas aquí y aún no he
pensado en ayudarle a limpiar el lugar”—. Necesito un cigarrillo.
Poniéndose
de pie, rápidamente cruzó el cuarto y abrió la puerta para salir hacia la
cubierta. ´
El
balcón de arriba ofrecía sombra protegiéndola del sol del mediodía mientras
apoyaba su cabeza contra las tablas de madera.
“¡Maldición! No puedo creer que no
supe dónde las guardaba”, pensó, recordando el remolque de sus padres. Ella sabía muy bien
donde se guardaba la escoba en ese lugar. Había sido usada contra ella
demasiadas veces cuando su madre se encontraba enfurecida cuando andaba borracha.
Una mano firme agarró su hombro y Crystal saltó.
—Lo
siento —dijo Laura mientras salía completamente a la cubierta—. No quise
asustarte.
—Está
bien. Yo simplemente um… —“¿Se lo digo
así nada mas?”—. No es nada, no importa.
Intentó
marcharse dando media vuelta pero se encontró incapaz de resistir la amable
presión de las manos de su nueva amiga.
—Crystal,
sentémonos y hablemos un poco.
“¿Esto será bueno o malo?”, se peguntó Cristal. A
regañadientes tomó asiento. “Sé que
necesitaré un cigarrillo para esto”. Encendió uno y esperó a que Laura
comenzara.
—Lo
que quise decir ahí dentro, es que lo estás haciendo mejor ahora, ayudando a
mantener el lugar limpio.
Ella
miró a Laura.
—¿Cómo?
—En
primer lugar, cuando entro al cuarto de baño ya no encuentro la toalla tirada
en el piso o toda el agua derramada por el lavabo. Ya no dejas tus platos por
todas partes. Ahora los encuentro en el fregadero o en el lavaplatos. Yo
definiría eso como un buen avance.
—¿Y
dónde guardas la aspiradora y la escoba?
—La
escoba y la plancha están en el gabinete pequeño cerca de la lavadora. La
aspiradora está en el armario cerca de las escaleras.
—Oh.
—Hagamos
un trato, ¿Ok? Tengo un cierto modo de hacer las cosas. Eso incluye la
limpieza. Seamos honestas, Crystal. Tú no limpiarás de la manera que yo limpio
y yo terminaría haciéndolo de nuevo. —Laura se reclinó en su silla—. Sólo
encárgate de recoger tus cosas y yo me encargaré del aseo general.
“¡Genial!, ahora ella piensa que
soy una buena para nada”.
—Mira,
si me mostraras como hacerlo yo... —comenzó a decir Cristal.
—Realmente,
no te preocupes por eso. Soy un poco neurótica sobre mantener el lugar limpio,
mira que lo sé. Mi padre era muy especial en cuanto a la limpieza y el orden.
—¿Y
qué pasaba si no se limpiaba? —preguntó Crystal.
Laura
se inclinó hacia adelante, descansando sus antebrazos contra de la mesa.
—Una
vez tenía prisa para ir al centro comercial con mis amigos e hice un mal
trabajo haciendo mi cama antes de irme.
—¿Qué
sucedió?
—Él
reaccionó justo como un sargento lo haría. Tiró mi colchón al suelo.
Desafortunadamente, cuando él hizo eso encontró algo que jamás hubiera querido
que viera. —Su cara cobró una apariencia que Crystal no le había visto antes…
de vergüenza. Laura aspiró profundamente y continuó—: Encontró algunas revistas
de chicas.
—¿Tenías
revistas pornográficas de mujeres bajo tu cama?
—Tres.
Ninguna era de esas sucias. Simplemente eran de esas que puedes conseguir en
una simple tienda de comestibles. —La cara de la mujer morena se ruborizó ante
la confesión—. Sólo tenía curiosidad.
—¿Y
es por eso que eres una neurótica de la limpieza? ¿Porque tu padre encontró tus
revistas pornográficas?
—Habría
preferido cualquier otra cosa, a que encontrara esas revistas.
—¿Se
molestó mucho? preguntó Crystal, sabiendo que su padre la habría golpeado por
algo así.
—Molesto
es una palabra suave —dijo Laura—. Mandó a Bobby a la casa de un amigo y me
estaba esperando junto con mamá cuando llegué a casa.
—¡Oh,
cielos!
—Él
no estaba nada contento. Yo no había hecho nada aún. Como dije, sólo sentía
curiosidad. —El rostro de Laura cobró una apariencia distante—. Tuve que
sentarme por casi dos horas teniendo una conversación acerca de sexo con mis
padres.
—¡Oh,
diablos, eso tuvo que ser horrible!
—Yeah,
mamá hablando sobre la reputación y mientras padre daba largos lentos pasos por
toda la habitación preguntándome repetidas veces que si tenia que ver con el
incidente en Punta Oeste. —Laura sacudió su cabeza—. Aparentemente él creía que
todas las lesbianas eran de esa manera porque habían tenido malas experiencias
con los hombres. Se convencieron a sí mismos que sólo era una fase y que pronto
se me pasaría, hasta que me mudé con Lisa.
—Ella
fue tu primera, um...
—¿Amante?
—ofreció Laura—. Sí. Vivimos juntas alrededor de dos meses después de la
graduación. Después de eso el romance se acabó y ella encontró imposible seguir
viviendo conmigo. Por supuesto, para entonces ya no había necesidad de seguir
negándolo a mis padres. Creo que para ese entonces lo habían aceptado. —Se
reclinó en su silla—. Tal vez ese es el porqué soy tan cuidadosa, limpia y
ordenada en todo. Una que otra vez Jenny me daba terapias y decía que era en
parte por eso —giró su cabeza para mirar el reloj de pulsera de Crystal—. ¿Qué
hora es?
—Casi
la una treinta.
—Será
mejor que nos vayamos ya si es que queremos ir al taller y a la tienda y
regresar antes que lleguen los chicos.
—Oh,
sí. —Secretamente, Crystal dio un suspiro de alivio de que la conversación se
acabara. El relato de Laura provocaba recuerdos que ella no quería que
regresaran. Apagando el cigarrillo en el cenicero, siguió a Laura dentro. Para
su sorpresa, la mesa había sido despejada.
“¿Cuándo tuviste tiempo de…” Entonces recordó que Laura no la había seguido
hacia fuera inmediatamente. “¿No puedes
dejarlo pasar ni por un minuto, no es así?”, se preguntó silenciosamente
mientras observaba a Laura subiendo las escaleras. Crystal caminó hacia el
teléfono y llamó al taller para asegurarse de que su coche estaba listo antes
de ir a su habitación para tomar su cartera y sus zapatos de lona. “Tal
vez podamos hacer una parada en la tienda de helados en Wilson”.
********
Crystal
apoyó su codo contra el mueble del mostrador, descansando su barbilla en su
mano.
—Nunca
tendría la paciencia para eso.
Laura
echó una mirada a su labor, rociando los condimentos sobre las pechugas de
pollo.
—Es
muy fácil seguir la receta.
—Demasiados
pasos —dijo Crystal, cambiando de posición sus brazos que descansaban sobre el
mostrador—. Prefiero algo que sea más fácil y rápido de preparar.
—Sí,
ya lo he visto. —Laura colocó la cacerola en el horno—. Mi congelador nunca
había visto comida de esa antes de que te mudaras a esta casa. Tu estómago debe
estar hecho de hierro.
—Lo
tengo acostumbrado. Crecí con este tipo de comidas congeladas sólo listas para
servir y comer, y pizza congelada también.
Laura
hizo una pausa pasando un paño sobre el mueble del mostrador.
—¿Has
comido mucho de eso, huh?
“¿Cómo comenzamos a hablar de mí
otra vez?”, se
preguntó Crystal. Ella se encogió de
hombros.
—Supongo. Cualquier
cosa que tenía macarrones y queso en una caja, eso se comía. —Su mirada cayó
sobre el libro abierto de recetas y cogió el libro más cercano a ella—. Sabes,
he visto estos en televisión y en las casas de amigos pero creo que mi madre
nunca tuvo uno. —Ella volvió la página.
—¿Nunca
cocinaste algo agradable para ti?
—Era
mas barato comprar cosas pre-preparadas que comprar todos los ingredientes y
hacer todo el trabajo. —Fue salvada de seguir con la conversación por el timbre
de la puerta.
—Esos
deben ser los chicos —dijo Laura, doblando el paño de lavar platos y
colocándolo pulcramente sobre el grifo.
—Yo
abro. —Crystal fue a la puerta y se asomó por la mirilla, viendo sólo la imagen
distorsionada del hombre que le alquiló el apartamento.
—¡Señorita
Sheridan! —El hombre pelirrojo exclamó cuando la puerta fue abierta. Antes de
que ella pudiera reaccionar, Crystal se encontró atrapada en un abrazo
entusiasta. Peter dio un paso atrás, sus manos apretando amablemente sus
brazos—. Es tan agradable verla otra vez.
—Um,
hola. —Sorprendida por el saludo, tomó toda su fuerza de voluntad para no
quitarse de su agarre. Ella forzó una educada sonrisa y sutilmente dio un paso
fuera de su alcance. Giró hacia la puerta abierta y recibió otra sacudida
cuando vio a alguien gigantesco parado delante de ella. Sus grandes bíceps
presionaban la camisa pulcramente blanca. El corto cabello rubio estaba algo
alborotado, con picos de cabellos levantados en la parte trasera y a los lados.
Su cara era redonda con grandes mejillas abultadas pero aun así, Crystal podía
ver fácilmente el azul brillante de sus ojos.
—Señorita
Sheridan, éste es Michael —dijo Peter dulcemente. Quitó el plato cubierto de
las manos de su amante y se fue caminando hacia la cocina.
Crystal
encontró su mano sujetada entre dos manos mas grandes mientras Peter se alejaba
dejándola sola con el hombre que era fácilmente dos veces más alto que ella. La
stripper no podía decidirse si él se parecía más a un luchador o un
físico-culturista. De pronto, el enorme tamaño del desconocido le provocó que
el corazón comenzara a latirle con fuerza trayendo así un antiguo miedo y el
deseo de escapar inmediatamente. Entonces el gigante abrió su boca.
—Es
un placer conocerla —dijo, y su voz era casi tan suave como la de ella—, soy
Michael Swenson, el amante de Peter.
—Hola.
—Crystal se sorprendió ante el contraste de la suave voz juvenil con el enorme
hombre parado delante de ella—. Crystal.
—Bien,
es un verdadero gusto conocerte, Crystal —dijo él, calmando con cada palabra su
miedo—. Debes disculpar a Peter. Los buenos modales nunca han sido su fuerte.
—No
empieces. —Una voz se escuchó desde la cocina—. No es mi culpa que no pongas
atención.
El
rubio hombre rodó sus ojos.
—Él
piensa que me dice las cosas —susurró conspiradoramente. Crystal no podía
evitar que una sonrisa cambiara su expresión—. Apenas hace cuatro horas me dijo
que teníamos que traer soufflé. —Él suspiró y negó con la cabeza—. Pero tú no
necesitas saber de nuestros problemas.
—Oh
… bueno, um …huele delicioso, —“Esa voz
que tiene no va de acuerdo a ese enorme cuerpo”, pensó ella.
—Espera
hasta que lo pruebes.
—Hola
Michael —dijo Laura cuando entraba a la habitación, ofreciendo su mejilla para
un beso ya acostumbrado—. Es bueno verte otra vez.
—Siempre
es un placer. Es bonito salir de la casa de vez en cuando —contestó, ganando un
bufido de su amante, parado cerca de la entrada de la cocina. Crystal miró
hacia Peter que negó con la cabeza y entró completamente a la cocina. Michael
se sentó sobre el sofá cruzando su pierna.
—Quería
ir este fin de semana a la feria pero él le prometió a su madre que yo le
arreglaría su porche.
—¿Prefieres
que mi madre se quiebre sus caderas cayéndose por esas tablas todas flojas?
—dijo el hombre pelirrojo mientras entraba en la sala de estar, con una bandeja
de cóctel con bebidas en la mano. Él miró a Laura y lanzó resoplidos—. Juro que
él está irreflexivo algunas veces. Aquí tienes amorcito, club soda con limón
—dio el vaso a la escritora, luego fijó su atención en Crystal—. No sabia lo
que a usted le gustaba pero me imagino que le gusta el gin tonic*.
—Gracias.
“¿Ginebra?”. Ella miró con sorpresa a Laura,
luego a su bebida. “¿Ella tiene bebidas
alcohólicas en alguna parte? ¡Oh, qué idiota soy!”. Al no haber visto a su
compañera beber o haber visto alguna botella por ahí, Crystal asumió que no
había licor en la casa. “Aquel día que me
quedé aquí y sufrí por algo de beber, y ¿tú tenias aquí guardado todo este
tiempo?”. Ella tomó nota mental para revisar lo que había realmente en los
gabinetes de la cocina la próxima vez que Laura saliera.
Capítulo 20
Peter
tomó su bebida y colocó la bandeja con su vaso en la mesita de café. Laura
frunció el ceño ligeramente y le dio a Michael la bebida.
—Michael,
¿qué tan difícil seria instalar una lámpara en el balcón de arriba?
El
gran hombre rubio se encogió de hombros.
—No
creo que sea tan difícil. Es sólo una pared de madera por fuera y tabla roca
por dentro, ¿verdad?
—Así
es.
—No
debería tomar más de un par de horas si hay un buen lugar para conectar el
cableado. Probablemente lo podría terminar en una tarde.
Peter
se inclinó a un lado del rostro de Laura.
—No
me haría ilusiones si fuera tú —dijo—. He estado esperando cinco semanas a que
el señor arregla todo termine mi nuevo alimentador de pájaros.
—Lo
arreglé… dos veces. —El hombre se defendió—. Y ambas veces lo has jodido.
—Bien,
¿cómo se supone que debo de verlo desde la ventana del dormitorio si tú lo
escondes debajo de todas esas hojas? —El pelirrojo se enderezó y tomó un sorbo
de su bebida—. Honestamente simplemente no sé lo qué piensas algunas veces.
—Pienso
lo agradable que sería salir a algún lado por tan sólo una vez y que no tengas
que estar fastidiando.
Peter
mantuvo su bebida muy cerca de su pecho y golpeó ligeramente su pie en el
alfombrado
—¿Laura,
me acompañas a la cocina por favor? Hay algo que quiero mostrarte.
—No
creo que esas frases funcionen con ella —dijo Michael, su joven voz otra vez
llamando la atención de Crystal—. Esos son cuentos para chicos adolescentes
—continuó él.
“¡Oh!”. Crystal hizo una mueca. “¡Por Dios, él realmente está muy molesto!”.
—Él
piensa que le creo cuando me dice que está yendo al gimnasio. —Le dijo el rubio—. El Señor Vanidad no se ha enterado
que cancelé hace meses nuestra membresía.
Ella
se inclinó hacia delante, bajando la voz para que los otros dos no escucharan:
—¿Por
qué no le has dicho?
—Estoy
esperando.
—¿Para
qué?
La
redonda cara del rubio se ensanchó con una sonrisa.
—Acaba
de tener un ataque porque le grité por no darme más atención con el soufflé. Ya
se le pasará en un rato si dejo de meterme con él. —Se inclinó hacia delante—.
Estoy salvando mi carta de triunfo, hasta que descubra que se rayó la pintura
de su coche en el respaldo de un espacio de estacionamiento.
Crystal
llevó el vaso hacia sus labios, saboreando un poco de tónica. “Unos pocos más de estos y no tendré que ir
arriba a por un porro”, ella caviló, tomando otro sorbo. Ella se percató
que Michael todavía le estaba hablando.
—¿Qué?
—Pregunté
si quieres mostrarme el balcón, así le podré dar a Laura una mejor idea de
cuanto podría costarle la instalación de la luz.
—Um...
—“¿Arriba? ¿A solas?”. Un pensamiento
racional le decía que el gigantesco rubio no le iba a hacer daño, pero aún así
no pudo evitar tensar su cuerpo. Derramando el resto de su bebida, Crystal
luchaba en pensar en dar una excusa para no subir arriba con él.
Afortunadamente Laura sin intención vino a su rescate.
—¿Alguien
quiere algo de ensalada de frutas? —preguntó entrando en la sala de estar.
“Perfecto”. Crystal se levantó rápidamente.
—Suena
genial. La serviré mientras tú le muestras donde quieres la lámpara.
—Oh,
ok. Está en el tazón verde en el refrigerador.
—Ok.
—Crystal escapó a la cocina, encontrando a Peter apoyándose contra la verja de
hierro en la cubierta. Ella encontró el tazón y lo colocó en el mueble del
mostrador cuando él habló.
—¿Supongo
que él te contó el hombre ruin que soy, hmm? —Él meneó su dedo—. Solo le pedí
que hiciera un soufflé. No le pedí que preparara un pavo a mitad de agosto. Oh
no, querida.
Él
se acercó y tomó la cuchara de ella.
—Una
buena regla, señorita Sheridan, es darle a su invitado solo una pequeña
probada. Los platos del entremés siempre deben ser pequeños. ¿No quiere correr
el riesgo de arruinar el apetito de alguien, verdad?.
“¡Oh, discúlpame, Martha Stewart!”, ella pensó al ver como él le
hacia la observación de ajustar las porciones. El pensamiento de ir arriba por
un poco de marihuana fracasó cuando observó a Michael y Laura subiendo por las
escaleras. “¡Maldición!, me tendré que
conformar con un cigarrillo y una bebida”. Mirando alrededor, divisó la
botella de ginebra en el mueble del mostrador.
—¿Le
gustaría tomar otra bebida, Señor Knight?.
—Oh,
por favor llámame Peter, y no, gracias. —Él cogió su vaso medio lleno y lo
meneó—. El hombre arregla todo no me dejará tomar más que un par de bebidas
mientras estamos fuera.
—Él
está arriba ahora. —Apuntó hacia fuera, sujetando la botella en su mano.
El
pelirrojo miró hacia la sala de estar vacía, luego a las escaleras antes de
acercar su vaso a ella—. Pues bien, supongo que no hay nada de malo en tomar un
poco más.
—No,
absolutamente —dijo ella mientras llenaba su vaso.
—Gracias
—dijo él, llevando la bebida a sus labios—. ¡Ooh, esto si que está como para
noquear a alguien!, ¿no le parece? —Él tomó otro sorbo—. A usted le gusta prepararlos
fuertes, señorita Sheridan.
—Crystal,
y si, mientras más fuertes mejor. —Ella tomó un buen trago de su bebida y se
dirigió hacia la puerta de cristal corrediza —Necesito algo de humo.
—Por
lo que veo, señorita, quiero decir Cristal —Él la siguió fuera—, veo que Laura
esta aplicando la regla de no fumar.
—Mm.
Una de sus muchas reglas —masculló la stripper mientras encendía su
cigarrillo—. Deberías ser un vendedor de coches usados.
Peter
rió nerviosamente.
—Bueno,
supongo que no fui completamente claro con todas las pequeñas peticiones de
Laura.
—No,
no exactamente. —Ella estuvo de acuerdo.
—Pero
ustedes dos se están llevando muy bien por lo que veo —dijo él en su defensa—.
A Laura le gustas.
—Peter
mejor para de hablar de mí. —La voz de la escritora se escuchó desde la
cubierta superior. La cara del hombre se puso más roja que su pelo.
—Oh,
Dios, pero qué vergüenza. —Subiendo el tono de voz él habló—. Solamente estaba
comentando lo bien que os estáis llevando tú y la señorita Sheridan.
—Uh
huh, sé exactamente lo que estabas intentando hacer —dijo Laura, recargándose
sobre el riel superior—. ¿No te puedo dejar sólo ni un minuto, verdad?
—Um,
la ensalada de frutas está lista —avisó Crystal antes dar un largo golpe a su
cigarrillo—, y ya me está dando hambre.
—Ok,
bajaremos en un minuto.
El
tenedor de Crystal cuidadosamente evitaba todo menos las uvas y los
melocotones, mientras escuchaba a Michael hablar incansablemente de cómo poner
una instalación fija en la cubierta superior. Peter y Laura estaban en una
conversación profunda, acerca de algo que la stripper no estaba segura. Crystal
decidió que era más interesante que los beneficios de colocar una luz en el
balcón y fijó su atención en ellos. Peter negaba con su cabeza en desacuerdo
con algo que Dijo Laura.
—Bien,
¿entonces que van a hacer? ¿Decidir no publicar tu libro?
—Podrían
hacer eso. Pero lo más probable es que presionen con acortar la fecha de
entrega.
—Eso
significa que te retirarán tus cheques —dijo Peter—, ¿hay posibilidades de que
puedas entregar antes del plazo?
—Aun
si me sentara delante del ordenador día y noche no lo lograría. No puedo
resolver hacia qué dirección irán los personajes y toda la escena en proceso
parece una estupidez en este momento. —Laura comió otro poco de su ensalada de
frutas y apartó a la fuerza el tazón, limpiando las esquinas de sus labios con
su servilleta—. Odio el bloqueo de los escritores.
La
alarma del cronómetro del horno terminó con la conversación.
—Me
disculpan —dijo Laura mientras se ponía de pie—. Tengo que revisar la cena.
—Te
ayudaré. —Crystal se ofreció, no queriendo quedarse atrapada entre los peleados
amantes. Siguió a Laura a la cocina.
—Siento
mucho todo esto —dijo la escritora mientras sacaba la cacerola del horno—.
Algunas veces los chicos se ponen a pelear y no son capaces de dejar los
problemas en casa.
—Está
bien. Al menos no se están dando golpes.
—No,
no llegan a ese punto. —Laura comenzó a mover el pollo a la bandeja de servir—.
Lo peor a lo que pueden llegar es a no hablarse el uno al otro. ¿Te puedes
traer el soufflé a la mesa?
—Seguro.
Utilizando
los guantes de cocina, recogió el plato de cerámica y se dirigió hacia la
cubierta. El aroma flotó en el aire bajo su nariz, haciéndole agua la boca a
Crystal. A pesar de sus anteriores dudas, estaba ahora deseando probar un poco
de soufflé de espinacas. Encontró a Peter y Michael mirando hacia diferentes
direcciones cuando salió a la cubierta.
—Oh,
permíteme ayudar —dijo Michael, moviendo un trébedes* al centro de la mesa.
—Tienes
que dejar lugar para el plato fuerte —dijo Peter con mal humor, moviendo la
fuente caliente a un lado para dejar espacio para la fuente de pollo. Una vez
que Crystal se aseguró de que el trébedes de hierro estaba bien fijo, colocó la
fuente sobre él. Ella regresó para ir a ayudar a Laura, pero se encontró a la
mujer morena cruzando la puerta con el plato fuerte en las manos.
—El
arroz y la salsa todavía están dentro —dijo Laura, señalando con su barbilla
hacia la cocina.
—Los
traeré. —Crystal rodeó a su compañera y regresó a la cocina. Sacando el arroz
de la cazuela en el tazón, ella no pudo resistir probarlo un par de veces.
Afortunadamente Laura había hecho suficiente.
Se
sentaron en la mesa redonda en la cubierta, las mujeres sentadas una enfrente
de la otra, Michael a la izquierda de Crystal y Peter a su derecha.
—Huele
delicioso —dijo Peter entusiasmadamente mientras tomaba de la fuente de Laura—.
No he comido pollo con limón en años.
—Bien,
yo tampoco lo he probado, pero huele bien —dijo Crystal mientras alcanzaba el
plato.
—Oh
no, querida, permíteme —dijo Peter, devolviendo el plato sobre el trébedes.
Puso dos pedazos en su plato y vertió una cantidad abundante de salsa sobre
ellas—. Confía en mí, te encantará.
“Ámalo u ódialo”, Crystal determinó poner una
buena cara a su compañera. Ella esperó hasta que todos habían llenado sus
platos antes de recoger su tenedor. Decidiendo que el arroz lucía más seguro,
ella apuntó su tenedor hacia él.
—¿No
has probado el soufflé todavía? —Michael pregunto antes de hacer contacto con
su comida.
—No
seas tonto, Michael —amonestó Peter—. Por supuesto que lo hará, solo que ella
va a probar el pollo de Laura primero. Adelante querida, pruébalo.
—De
hecho... —empezó ella, mirando con vacilación el vegetal verde.
—No,
está bien —dijo Laura—, puedes probar el soufflé primero si quieres. No me
molestaré.
—¿Ves?
—El rubio dijo impacientemente a su amante—. Continúa, Crystal. Se derretirá en
tu boca, lo juro.
Seis
ojos observaban como Crystal tomó un poco con el tenedor del plato y lo llevó a
sus labios.
—Mmm.
—Como Michael había predicho, realmente se derritió en su boca—. Está bueno
—habló entre dientes, metiéndose en la boca otro pedazo.
—Sabía
que te encantaría —dijo el hombre grande, su cara redonda resplandeciendo con
orgullo.
—Por
supuesto que está delicioso — dijo Laura, tirando a Peter una mirada para
anticipar algún comentario.
Crystal
bajó su cabeza para cubrir su sonrisa ante el intercambio silencioso. Animada por
el soufflé, tomó su cuchillo y comenzó a cortar en pedazos el pollo.
—Entonces,
Laura —dijo Peter, con una apariencia casi siniestra en su cara—, ¿vas a
asistir al baile el próximo viernes en el centro comunitario? Escuché de buena
fuente que Tina estará allí.
—Ella
es demasiado oscura para ti, Laura —dijo Michael sin mirar hacia arriba de su
plato.
—Oh,
por favor. —Peter se recostó en su silla—. L e gusta tener piercings en su
cuerpo, ¿y qué con eso?—
—Pues
que prefiero que mis mujeres no parezcan almohadillas para alfileres —replicó
Laura.
Crystal
masticó su pollo lentamente, más interesada en la conversación que en la carne
picante.
—Eres
demasiado selectiva —dijo el pelirrojo—. Ya te lo he dicho antes. Enfréntalo,
cariño, ya no eres una jovencita.
—Es
mi vida, puedo permitirme el lujo de ser quisquillosa al escoger —protestó
Laura—. Además, no voy a ir al baile. Tengo que quedarme en casa y lograr
terminar algo de escritura.
—¿Vas
a ir al juego mañana? —preguntó Crystal.
—Tengo
que ir al juego pero no me quedaré por ahí después. —Una sonrisa se formó en
los labios de la escritora mientras miraba el plato de la rubia—. Parece que
disfrutaste el pollo. Estabas más hambrienta de lo que creías.
—Lo
he disfrutado. —Crystal se metió en la boca otro pedazo—. Esto es realmente
bueno.
—Así
es, nuestra pequeña señorita Taylor es absolutamente espléndida en lo que se
refiere a materias culinarias. —Peter sonrió y usó su cuchillo para cortar su
carne—. Ella será una excelente esposa un día de estos.
—Basta
—dijo Laura. Un sonrojo subió lentamente por su cuello.
Crystal
sonrió a su incómoda compañera, sabiendo que sería sólo un comentario leve. La
conversación cambiaba rápidamente de una persona a otra.
—Eres
tan linda cuando te sonrojas— dijo Peter—. ¿No lo crees, Crystal?
—Bueno,
um... —Ella recorrió con la mirada su plato, notando que sólo quedaba algo de
arroz en él. “Tal vez ella prepare esto
alguna otra noche”—. Yo realmente no...
—Oh,
esta bien. —El pelirrojo puso su mano sobre la de Crystal estrujándola—. Lo siento,
cariño. Es sólo que me olvido de que tú estas del otro lado de la cerca.
“¿Del otro lado de la...? ¡Oh!”.
—Sí,
bueno...
—No
importa—dijo Laura firmemente—. Peter, será mejor que te comportes o… —Ella se
inclinó y susurró en su oreja.
Crystal
observó como él tragaba nerviosamente y asentía con la cabeza.
“Cualquier cosa que le esté
diciendo, apuesto a que es algo serio”.
Michael
simplemente se rió y se sirvió otra porción de pollo.
Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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Que buena historia, realmente me encanta, aunque no se porque me dio un poco de hambre jajajaja...
ResponderEliminarPinguino
Genial, me ha divertido de veras!!! :D
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