De pronto pude ver al Ícaro ansioso, despojarse de las ropas al vuelo, y descubrí que era mujer, Ícara. Y su rostro era el mío, y las manos que se extendían al encuentro de su amada eran las mías, los ojos que la devoraban eran los míos. Y ella era mi diosa.
Lentamente el encuentro de los cuerpos se daba, el roce suave de mi piel en su piel hacia despertar cada una de mis terminaciones nerviosas, el calor de su encuentro me iba abrasando de a poco, el recorrido de sus manos me hacía sentir haber alcanzado mi objetivo, el sol ardiente. Cuando sentía que mi cuerpo ardía encontré su boca, fresca y húmeda, revitalizadora, hidratante.
Sentía su mano en mi sexo, frotando, penetrando y presionando. Siento, como un rayo del sol, toca mi piel, abro los ojos y ahí están sus ojos verdes viéndome, y su bella sonrisa aparece para deslumbrarme más. Acomete mis labios con urgencia, repasa cada espacio de mi boca con su lengua y me dice: Buenos días amor, despertaste justo a tiempo.
¡Y que tiempo!, empezó a trazar un camino con sus yemas a lo largo de mi cuerpo, deteniéndose en los puntos más sensibles, siguiendo el rastro con besos, con pequeños mordiscos que no hacen más que enardecerme, arrancando gemidos, encendiéndome más de ser posible.
Llega a mi vientre, besa mi ombligo y mis ingles. En ese sopor siento como avanzan yemas y labios al encuentro de mi pubis, de mi vulva… para finalmente arremeter con suaves caricias sobre mi clítoris, movimientos circulares de su lengua, encontrándose nuestras humedades, y así, por fin sé que estoy despierta ya. La siento dentro de mí, presionando, mojándolo todo, mordiendo. Ya no puedo contenerme y me dejo ir, exploto en su boca, en sus manos, y es así que me siento abrasada por el fuego del sol.
Mi cuerpo termina tembloroso, me abraza y le abrazo. Besa la punta de mi nariz, mis párpados, mi boca, mi cuello… es ahí donde ahora me vuelve a encender, busco su boca y la devoro, reconozco mi sabor en ella, mi esencia. La beso hasta que falta el aire y se descoloca, lo que aprovecho para atrapar su pezón izquierdo en mi boca, para lamerle y morderle suavemente, para jalarle. La oigo gemir excitada, la siento retorcer su cuerpo bajo el mío. Siento como frota instintivamente su pubis en mi muslo, lo presiono y le corto la respiración.
Ahora dejo a mi favorito, y con igual pasión y cuidado arremeto sobre su pezón derecho, le beso, lo tiento, lo muerdo. Ya siento como jala mi muslo para tener mayor contacto con su vulva, esta ardiendo, la llevo al lugar del que viene, la llevo al sol.
Una de mis manos llega a su pubis, y me quedo en sus rizos húmedos, no le doy el descanso aún, aunque gime, casi grita por que llegue a ella, pero no. Abandono sus senos para concentrarme en sus muslos, para sentirle, para estar donde mi cabeza reposa mejor, en sus ingles. Las beso, las acarició, me jala el pelo, conduciendo mi cabeza a su pubis, ya no aguanta, la veo arquear su cuerpo a mi encuentro, sus caderas se levantan, me lo suplica. Entonces yo misma me suplico su encuentro, el placer de probarle, de sentirle, leer su piel y sus sentidos, memorizar sus sonidos y su textura, aprenderla.
Ya no puedo hacernos esperar más, con mis dedos tiernamente recorro su vulva, se retuerce. La lleno de besos suaves. Profundizo la caricia con mis manos a medida que separo sus pliegues. Mi lengua la recorre, la penetra. Mis dedos siguen a mi lengua mientras esta encuentra su centro, lo lamo, lo acaricio, lo engullo, mis dedos ahora la penetran, una y otra vez, al mismo ritmo que mi boca lo hace con su clítoris. Crispa su cuerpo, gime, grita, solloza, se tensa por completo, se libera el magma en mi boca, lo saboreo.
Cae sobre la cama, retiro mis manos, le doy unos pequeños besos a su vulva y corro a su encuentro para abrazarla, para que me abrace. Nos vemos fijamente, sus ojos verdes me embriagan, le adoro y lo sabe. Me adora y lo sé.
El placer debe terminar, hay que trabajar¡… pero no es así con nosotras, la ducha espera. Se adelanta y cuando le alcanzo, ya la espuma le baña el cuerpo, le tapa los senos. Esta concentrada por la falta de tiempo para partir, pero siente mi mirada embelesada, voltea y me sonríe… ¿y qué más necesito que su sonrisa?, me uno bajo la ducha y le abrazo por la espalda. ¡Dios, que maravilla su contacto húmedo, me pego a ella, presiona sus nalgas a mi pubis cuando mis manos atrapan sus senos. Echa la cabeza atrás y le beso, mientras una mano baja lentamente a su pubis, le acaricio, cada vez mas fuerte y más rápido, se gira viéndome fijamente a los ojos y me besa intensamente, mientras sigo acariciándola su mano encuentra mi clítoris y ahí estamos otra vez en la batalla, buscando dar el mayor placer una a la otra, reventando los límites, con toda la emoción al borde. Ambas llegamos al mismo puerto, en el mismo barco, al mismo tiempo. Nos abrazamos, nos besamos tiernamente y salimos.
Seco su cuerpo y ella el mío, con ternura, listas para pasar el resto del día una lejos de la otra, pero con la certeza de que nos pensaremos en cualquier momento y la tarde de reencuentro será aún mejor.
Ayer tuve un sueño aún más extraño…. Una mujer venía a hablar conmigo…
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