Te soñé - Sankh

Te soñé…

Te soñé, pero no de la manera habitual con la que sueñas y te despiertas con la idea que sólo fue un sueño…te soñé de la forma más exquisita y real que jamás haya experimentado, como los sueños de los que no quieres despertar.

Te soñé como la mujer que amo, la dueña de mi corazón, como la única verdadera razón de permanecer, como la persona que ha llegado a las profundidades de mis sentimientos; a esos recónditos lugares que a nadie jamás permití entrar, como la que me ha enseñado día tras día a creer, a confiar, a entregarme…a amar.

Te soñé no como la fantasía de lo distante e inalcanzable, sino como la realidad latente de mis mañanas, de mis días, de mis noches, de todos los minutos que a tu lado me hacen renacer y sentirme viva, como la promesa indiscutible de la verdad, la confianza, la fidelidad, el respeto, el compromiso y la entrega del amor bonito.

Te soñé cuando dormías; tan hermosa, tan tranquila…sin ningún gesto y acción en tu rostro, momento perfecto para observar tu belleza en reposo, esa belleza que me estremece, que me impacta, que me enloquece, que me aniquila, que me envuelve, que me fascina…esa belleza física acentuada por esa belleza espiritual, del alma, de los sentimientos, del corazón. Te soñé y me detuve extasiada frente a semejante perfección al verte dormir, tan solo suspiré y me convertí en la guardián de tu sueño y de pie a tu lado pude reconocer que me soñabas, de la misma manera que lo hacía yo. Soñé que me soñabas y en mi sueño estabas tú y en tu sueño estaba yo, sintiendo una extraña y rica sensación de necesidad.

Te soñé cuando me soñabas y caminé hacia ti, me nutrí de tus pensamientos, de tu aroma, del silencio que rondaba la noche, de la ternura que irradias, de tu propio sueño y no pude evitar acercarme a ti; llevar mi rostro hasta el tuyo y de esta manera contemplar cada detalle de tu divina perfección.

Te soñé y mientras dormías, besé tus labios con un leve roce; en esa cercanía sentí tu respiración y con un tenue suspiro, te susurré al oído, “gracias por convertirte en mi felicidad, porque todo lo que buscaba en lugares extraños y desconocidos lo encontré en ti, en tu mirada, en tu sonrisa, en tus palabras, en la pureza de tu corazón, en la inmensidad de tus sentimientos. Fuiste tú, eres tú, siempre serás tú la que desborde mi corazón con la pureza del amor soñado y que hemos hecho realidad; nuestra realidad, eres lo mejor de mi vida, la musa que me impulsa a volar, la inspiración que inunda mis sentidos, la mujer que aprendí a amar, la mujer que amo y la mujer que amaré...”

Te soñé y te miré por última vez, observé todo tu ser para poder llevarte conmigo en mi viaje de regreso, para que cada parte de ti quedara grabada para recordarla, para deleitarme con tu esencia. Comencé a caminar fuera, sin dejar de observarte, como cuidando el tesoro más valioso y hermoso que me ha regalado la vida. Y caminando fuera, te dejé soñarme para al abrir mis ojos de este exquisito sueño, disfrutar de la más fascinante sensación de felicidad jamás antes sentida, porque te soñé no como una ilusión fantástica, sino como mi realidad.

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