Nunca sabía por qué elegía ese camino para ir a su departamento, pero lo elegía. Dos farolas medio rotas no llegaban a iluminar la totalidad de la calle, su sensación de temor siempre le acompañaba. Basura arrinconada en los portales de viejos edificios, papeleras medio volcadas y vacías, algún que otro árbol sin ramas. Una calle peculiar, como expuesta a que en ella sucedieran cosas.
Era ya tarde, hoy se le hizo de noche más pronto de lo habitual, estaba entrando en la calle, cuando su mirada se dirigió como siempre al tercer piso, donde una ventana rota llamaba su atención cuando una luz la paró en su caminar para centrarse en ella; los cristales parecían un arco iris de colores, pues los trozos rotos dejaban estelas a todo su alrededor, le pareció bello el panorama en esa calle de descuido y dejadez, miró a su alrededor y poca gente o mejor decir nadie pasaba o estaba en ella, dejó eso para volver a el colorido panorama de la ventana, era bonito ver tanto color, cuando sus ojos volvieron a enfocar nuevamente mejor, la vio, a esa mujer pelo corto iluminada con ese aura de colores donde la realidad se mezclaba con la magia.
Emprendió la marcha con esa imagen en sus retinas, y ya fuera de esa calle recorrió lo que le faltaba hasta su destino con una idea en su cabeza.
Fernanda era una chica realista, buena, romántica, con ganas de encontrar una mujer a la cual amar, a la cual darle todo el amor que había en su interior, tenía una vida sencilla, no era muy dada a salir, cuando tenía tiempo disponible lo pasaba en su casa o salía a caminar .Siempre soñó con encontrar el amor sin más, sin buscarlo sólo así, verlo y cogerlo.
Esa ventana y el rostro de esa mujer era ahora un aliciente en su vida, quería descubrir el por qué de aquella luz tan intensa y bonita. Pensó: el próximo día subiré al departamento y preguntaré.
El día siguiente casi a la misma hora del otro día Fernanda volvió a levantar la vista y de nuevo esa luz de colores que parecían llamarla, la imagen de la chica no apareció. Fernanda tomó aire, y abrió la puerta del portal, esta hizo un sonido como de bisagras oxidadas, todo tomaba un tono misterioso, hacía tiempo que el cuerpo de Fernanda no sentía tales sensaciones, miedo, curiosidad, interés, el sudor iba apareciendo cuando iba ascendiendo por la escalera. El interior del edificio tenía un aura de misterio, se paró un momento para recuperar aire, pues eran un poco cansado subir los escalones. Ya estaba en el rellano del segundo piso. De pronto una puerta se abrió y el susto de Fernanda fue grande, no esperaba eso, estaba tan metida en el misterio que la señora que salía de su casa con el perro la asustó.
Prosiguió su camino y ya en el tercer piso se encontró con cuatro puertas, mirando la posición de ambas por lógica descartó dos. Y se enfocó en las restantes. Miró los nombres de las puertas y el primero decía “Estela Rios”.
La segunda puerta “Petra Santos” no supo porque pero ese nombre le encantó. Con mano temblorosa llamó al timbre, no sintió ruido alguno, así que tocó con los nudillos, pero tampoco obtuvo respuesta. Apoyo la oreja a la puerta para ver si podía sentir algo, ¡Total ya que llegó hasta allí! pero fue en vano después de un rato esperando, dio media vuelta para marchar. Ya escaleras abajo sintió como una mujer subía, pensó en la señora del perro y no prestó mucha atención hasta que la escalera juntó los pasos de ambas, y al elevar la vista la vio, no supo qué pero aquella mujer, era la que ella estaba esperando en su vida, la sensación, los ojos que la penetraban como acariciándola, la sonrisa, la belleza y suavidad de sus fracciones, que bella mujer, y como su corazón parecía decírselo con el latido rápido y seguido que parecía salir de su pecho.
Petra Santos la miró, hacía días que la veía, y le gustaba la discreción de esa chica, la sencillez que desprendía, lo que nunca entendía era por qué siempre se quedaba mirando hacía arriba, pero cada noche casi a la misma hora lo hacía y al igual que Fernanda, ella, a la inversa quería saber lo que esa mujer miraba.
-¡Hola! ¿Usted es Petra Santos?
-¡Hola! Si así es, en que puedo servirla.
-Oh perdone mi osadía y atrevimiento, pero hace días que me tiene un poco intrigada la belleza de luces que salen de su ventana.
Petra se quedó pensando y no entendía a que se refería Fernanda.
-Que descuido perdona mi nombre es Fernanda.
-Encantada Fernanda, pero no sé a qué se refiere cuando habla de luces, en mi casa no hay luces.
-¿Cómo? Si cada noche que paso me quedó mirando tan lindos colores.
-Pues lo siento, pero realmente no sé de qué me hablas, pero para que veas que no te engaño, sube a casa y me dices en que lugar vistes las luces.
Petra abrió la puerta e hizo pasar a Fernanda, el ambiente de la casa de Petra era algo austero, no había muchos muebles, escasos, justos. Un sofá, una mesa y dos sillas, las paredes eran blancas sin ningún adorno. Una puerta cerrada que ella suponía era la de la ventana rota. Petra vio la mirada de Fernanda y con una sonrisa le abrió la puerta, era la habitación de Petra una cama grande, con unas sabanas preciosas unas cortinas a juego, una alfombra donde los zapatos sobraban un sillón amplio al lado de una mesa con libros, papeles, ordenador, era acogedora esa estancia, pero ni rastro de cristales rotos. Fernanda estaba pensando que tal vez se equivocó de piso y era la otra puerta la de “Estela Rios” pero ella a pesar de todo quedó algo tocada con la mujer que decía llamarse Petra, esta la observaba, todo ese tiempo en que Fernanda estuvo indagando la habitación.
Sus miradas coincidieron y el rubor y algo más parecía flotar en el aire, la cama, esa habitación, Petra y el deseo de Fernanda de amar y ser amada.
-¿Te gustaría cenar conmigo Fernanda?
La pregunta le cogió desprevenida, pero el deseo la hizo responder que sí.
-Si me permites me cambió de ropas y preparamos algo ligero y mientras me cuentas de esas luces ¿Te parece?
-Claro.
Petra entró en la habitación sin cerrar la puerta y comenzó a quitarse la ropa, Fernanda no pudo o no quiso apartar la vista de la habitación, y observaba a Petra, la suavidad de su piel, el contorno de su figura sin ropa.
Fernanda avanzó hacía Petra, Petra giró y esperó a Fernanda. Sus manos se tomaron y el calor y la sensación de sus cuerpos hicieron el resto, cayeron en la cama donde dieron cuenta de sus ganas, del deseo, de la pasión.
Amanecía los cuerpos de ambas yacían en la cama agotadas, felices, enredada una en la otra, y sobre sus cuerpos un haz de luces de colores formando un arco iris
Eso eran los colores que llevaron a Fernanda hasta Petra. Y allí como bendiciendo esa unión sobre los cuerpos desnudos de ambas los colores parecían celebrarlo, Fernanda en ese momento abría los ojos y vio a Petra iluminada con los colores, una sonrisa se iluminó en su cara Petra abrió los suyos, y al ver a Fernanda sonreír
Preguntó: ¿Qué?
Petra que no entendía nada la atrajo hacía si y la besó en los labios con pasión.
Mientras en el edificio del frente una empresa publicitaria recogía el cañón de colores artificiales que usaron para una publicidad donde el arco iris era el protagonista.
Y en casa de “Estela Rios” un cristalero ponía un cristal nuevo en una ventana rota.
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Magia, amor, pasión, sentimientos, tus escritos siempre tienen eso que me atrapa...
ResponderEliminarG. Arg
intuicion, curisidad, emocion, sorpresa todo eso me dice tu relato y cuando llegas al momento intimo lo haces con tal sutileza que no puedo evitar sonreir jajajajaja tienes un estilo muy propio.
ResponderEliminarme encanto tu historia me encanto
ResponderEliminarwow! adore la historia :D
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