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Serenpidia - Eldest88 - Capítulo 7

Buen día a todos, muchas gracias por cada uno de sus comentarios, disculpen la demora, espero poder tener un capítulo o dos antes de fin de año, ojalá sea de su agrado el siguiente

Feliz día


CAPÍTULO 7 MENTIRAS

Toda la familia real incluyendo a los invitados de Tsu se encontraban sentados desayunando, el rey Keinji disfrutaba unos huevos estrellados con pan tostado, Akihiro Fujino opto por huevo con tocino, su mujer pidió frutas para guardar la figura, aunque en verdad estaba tentada por robarle un poco de tocino a su marido, quien hablaba de algunos negocios que los harían permanecer allí al menos una semana, Shizuru se vio obligada a consumir lo mismo que su madre so pena de alguna mirada desaprobatoria o algún monólogo sobre lo importante que era para una dama conservar la figura, pero los dioses saben lo mucho que le atraía algunos de los pastelillos dulces que tenía su “esposo” enfrente ―“ese de chocolate se ve tan delicioso” ― pensó la castaña escondiendo sus intenciones detrás de la taza de té que sostenía en su mano, sin embargo se vio distraída por un leve bostezo de su acompañante quien no había probado bocado, sus ojos verdes delataban unas ojeras poco profundas.

 ―¿Te encuentras bien hijo?― El monarca de Fuuka terminaba de comer y limpiaba su barba con una servilleta.
―Estoy un poco cansado padre, no dormí suficiente anoche―La pelinegra tomo un vaso con agua recordando las palabras de “su esposa” antes de que se quedara dormida esperándola en la enorme cama, “No había sido su primer beso” ¿que truhan habría sido capaz de robar la pureza de tan gentiles labios?, o, ¿acaso ella le obsequió ese tesoro a uno de sus tantos pretendientes?
―Ara, ara...amor mío, no deberías delatarnos delante de todos de esa manera...fufufu― una sonrisa ladina de la castaña provocó que la de ojos verdes se atragantara con la bebida y empezara a toser sonrojada.
―Creo que esos nietos están a la vuelta de la esquina mi estimado Keinji ―Akihiro palmeo la espalda de su igual, sonriente por las buenas noticias, sin embargo, este se ponía tenso observando la interacción entre la pareja, su “hijo” le reclamaba con gestos avergonzados a una nuera divertida que tomaba la servilleta y con mucha delicadeza limpiaba el líquido derramado por su mandíbula.  
―Sepan disculpar mis modales, debo hablar unos asuntos de suma importancia con Arashi― el cobaltino se levantó de la mesa dando por terminado el desayuno familiar haciendo un gesto a este para que lo siguiera hasta su despacho.
―Cla...claro padre― La pelinegra rauda siguió a su progenitor no antes de darle un beso cariñoso a su “esposa” en la frente quien no pudo evitar un leve sonrojo ante el gesto.
―Así que…porque no me cuentas qué tal estuvo todo anoche...querida hija― Izumi Fujino la observó con esos azules ojos de forma pícara.
―Cof...Cof...Yo tengo que ir a ver al general Kanzaki, me retiró―Su padre la abandonaba olímpicamente a su suerte previniendo estar envuelto en semejante conversación de mujeres.
―No te voy a decir absolutamente nada madre― La castaña tomó otro sorbo de té pensando en alguna historia creíble consciente de que no saldría de allí tan fácilmente.  
―Acaso el “semental de Fuuka” ¿no respondió debidamente?― La mujer de cabellos rojizos se inclinó sobre la mesa mirándola inquisidoramente ―Anoche se notaba algo...ansioso― su sonrisa delató un doble sentido que para la castaña no pasó desapercibido.
―Si tratas de insinuar que no fue una noche como la esperaba, estas muy equivocada, madre, solo no quiero darte detalles de mi vida privada― La princesa se levantó altiva dispuesta a huir de aquellos ojos azules ―No siendo más, me retiro, que tengas un buen día―  Se giró con tranquilidad, pero sintiendo esa mirada aun sobre ella.
―Algo estás ocultando querida hija― La reina la vio salir del comedor pensativa en lo que acaba de observar, no creía ni una de las palabras de Shizuru.

En el despacho del rey...

El de ojos grises observaba impaciente por la ventana, espero a que su hija entrará en la habitación y cerrará la puerta tras ella―Dime que no hiciste lo que creo que hiciste― tenso la mandíbula. 
―Claro padre, no sé qué esperabas que iba a ocurrir en “nuestra noche de bodas” ¿que jugáramos cartas?―la joven princesa se acomodó en la silla enfrente del escritorio de caoba.
―¡¿Tomaste su virtud?!―el pelinegro se giró pálido observándola con enojo ―¡¿en qué rayos estás pensando Natsuki?!―en dos zancadas acabó con la distancia entre los dos y la tomó por la solapa elevándola de la silla con fuerza.
―Cálmate...cómo iba a hacer eso, no puedo ¿recuerdas?― Sonreía divertida ante el enojo del mayor, a veces disfrutaba lo rápido que perdía los estribos.
El pelinegro suspiro aguantando mil improperios, la fue soltando dejando que nuevamente se pudiera sentar ―entonces porque recibí informes de que fue así― Se alejó buscando su cómoda silla detrás del mueble.
―Es mi sangre― Extendió la mano vendada con la que había puesto la huella en los documentos de matrimonio― Le dije que aún me dolía mucho el costado y no estaba en condiciones, ella aceptó que por el momento los engañaremos a todos, pero padre., no sé por cuánto tiempo podamos mantener esta pantomima― “El príncipe” recompuso sus ropas mientras se dirigía a la salida ―Te veo más tarde...tengo practica de esgrima con Yuichi―
―Necesitamos encontrar a tu hermano...―Susurro al vacío, el monarca tomó una carta de su escritorio, removió el sello en cera con la marca del tesorero mayor, en ella relataba los inconvenientes al recoger los impuestos de ese mes ―más problemas, nunca descansa un rey―.

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―Su alteza, Lady Nina Wong Duquesa de Calabria ha solicitado audien...― el guardia ni siquiera pudo terminar de hablar cuando una joven de cabellos azabache y ojos magma entraba a la salita presurosa y sonriente.
―Shizuruuu….qué alegría poder verte― La castaña se levantó del sofá sonriendo y abrazó a su prima.
―Oh Nina, me haces muy feliz, hace mucho tiempo que no te veía, ¿cómo estás?―Ambas tomaron asiento en aquel sofá de color marrón, mientras una de las sirvientas servía otra taza de té para la nueva visitante.
―Muy bien Shiz, también te extrañe muchísimo, cuando mi tío me dijo que estabas en Fuuka no podía creerlo― La de ojos magma tomó la taza de té y sorbió un poco degustando el sabor de las fresas silvestres.
―Pensé que estarías en Narita, ¿No está de viaje tu padre en aquella isla?―La princesa busco algunas galletas para acompañar su bebida.
―Dentro de dos meses regresa, al parecer tiene que viajar a tierras lejanas por algún convenio mercantil, por el momento vine a acompañarte, el rey me propuso ser tu dama de compañía y acepte― Ambas sonrieron gustosas por la buena nueva, una cara familiar sería de gran ayuda en esa tierra desconocida.
―Disculpa que no pudiera asistir a la noche de tu compromiso, apenas arribe hoy y vine corriendo a buscarte― Nina tomó una pequeña galleta en forma de oso.
―No te preocupes, comprendo las circunstancias― La castaña terminó su té dejando la taza sobre la mesa adyacente.
―Te veo...ummm….diferente prima― Los ojos magma veían con mucha curiosidad los gestos de Shizuru.
―Claro que me veo diferente Nina, ahora estoy casada― Los ojos sangría se contrajeron por la sonrisa, por demás, muy sincera de su dueña.
―He oído rumores de que el príncipe es muy guapo “y díscolo”―Pensó esto último para no desanimar a la mayor.
―Acompáñame a buscarlo y te lo presento― La rubí se levantó extendiendo su mano para ayudar a su acompañante. 
Ambas salieron de la salita en busca del Príncipe, según indicaciones de algunos guardias, se encaminaron al jardín trasero donde lo encontraron en una batalla con el general Yuichi en medio de hombres y damas de la corte que los rodeaban divertidos apostando por el ganador, algunos animaban al futuro rey, otros alentaban al general.
―Parece que tu nueva posición de “esposo”, querido “príncipe”, te ha costado la forma― El rubio sonreía orgulloso mientras con su sable detenía el de su contendiente, conociendo aquella danza a la perfección, pues el mismo había instruido a Natsuki a escondidas de su padre y de su hermano. 
―Te ves muy seguro Yuichi, pero esa seguridad podría ser tu ruina― la pelinegra usó la fuerza de su cuerpo para empujarlo, en posición de ataque, mandó una estocada al lado derecho del general quien lo desvió por poco realizando un giro para luego asestar un golpe por la espalda descubierta “al heredero” con el mango de su arma, está tropezó yendo de frente contra los nobles que los rodeaban, cayendo de bruces sobre una joven de ojos verde limón y cabellos rojizos quien “lo” recibió con los brazos abiertos muy gustosa. 
―Alteza, por favor tenga cuidado, he depositado en usted todas mis esperanzas― La voz aguda de aquella pelirroja le susurro muy suave cerca de su oído, por lo que agradeció ya estar roja por el esfuerzo físico en la contienda.
―Gr....Gracias...Mi lady― Se irguió rauda sonriendo de manera nerviosa caminando devuelta al centro del jardín para retomar la competencia.
―Nina...me podrías informar quien es esa mujer de cascos ligeros que se acerca tanto a mi esposo― la peliocre preguntó con tono neutral y tranquilo, en teoría.   
―Es..Na..Nao Yuuki, Condesa de la Fére ― Los ojos magma temblaron al ver la expresión tensa de su prima, pocas veces la había visto con esa mirada asesina, hasta la sirvienta que sostenía la sombrilla que las cubría de los rayos del sol tembló con solo sentir su aura oscura.
―¡Ja!...estás muerto― La pelinegra asestaba el último golpe en el hombro derecho del general, este caía al suelo y soltaba el sable quedando desarmado.
―Tenemos un ganador, señores, señoritas a pagar―MasashiTakeda el Canciller Mayor recogía las ganancias y luego las repartía a los triunfadores que habían apostado por el príncipe.  
―Odio que me dejes ganar― Natsuki hablaba por lo bajo con el general mientras le tendía la mano para ayudarle a levantarse del suelo.
―Eres el príncipe, si te ganara me mandarían a la horca, ya sabes como funciona alteza― El rubio sacudió sus pantalones y recogió el sable notando un leve temblor en “el heredero” quien se había detenido observando algo muy fijamente, al seguir la trayectoria de sus ojos verdes entendió de inmediato lo que sucedía.
―Aleja a esa mujer de inmediato de ella Yuichi―La pelinegra le ordenó al general con tono frío y cortante ―No puedes permitir bajo ningún motivo que se le vuelva a acercar ― Tenso la mandíbula cerrando el puño enojada, el de ojos azules camino apresurado en dirección al lugar donde se hallaran las damas.
 ―Princesa Fujino permítame presentarme― La pelirroja de ojos verdes extendía una venia larga y profunda de manera formal, tal vez demasiado ―Nao Yuuki hija del.…― La pelirroja lucía un vestido entallado rojo que dejaba ver sus peligrosas curvas perfectamente, su escote bastante pronunciado dejaba poco a la imaginación de los caballeros que la admiraban con miradas furtivas. 
―Hija del Conde Hideki, ya me han hablado de usted...Lady Yuuki―La castaña levantó un poco el mentón de forma orgullosa al tiempo que demostraba su sonrisa más cordial ―Es un placer conocerla― Ese día había elegido un vestido un poco más claro dada la ocasión del hermoso clima soleado, el color salmón, bastante de moda entre la nobleza francesa, le hacía justicia a su cuerpo estilizado y a sus bellas facciones.
―El placer es totalmente mío alteza, deseo le hayan dado buenas referencias mías, me gustaría agradarte con mi compañía si les es pertinente a usted y al princ….― Su sonrisa falsa no llegaba hasta sus verdes ojos que le recordaban al gato de su difunta abuela, o eso pensó la Fujino.
―Condesa, que sorpresa, podría por favor ayudarme con algunos temas importantes― El general llegó agitado interrumpiendo aquella guerra de miradas frías entre las dos mujeres.
―Yuichi, que grosero eres con la princesa―Los ojos limón lo veían molestos por aquella interrupción tan abrupta. 
―Disculpe usted Alteza, no deseo importunar, perdone mi intromisión― El hombre realizó una venia como muestra de su profundo respeto hacia ella, verlo tan sumiso con esa aparecida hizo asquear a la pelirroja quien desvió la mirada notando que el príncipe se acercaba, cambiando su expresión a una más dichosa.
―No se preocupe General, nosotros tenemos otros asuntos que atender…¿No es asi mi amor?...―Natsuki, que apenas se unía al grupo, se vio sorprendida por el repentino beso de “su esposa”, mas no delató ninguna expresión que pudiera dejarlo en claro al posar con ternura la mano sobre la mejilla de esta para darle profundidad, con su lengua delineo los labios suaves de la castaña quien los abrió gustosa de recibir aquel mimo directamente en la propia sintiendo toques eléctricos con cada caricia de sus bocas.   
―Nos retiramos, altezas― Raudo, el rubio tomó por el brazo a la pelirroja que ya estaba presta a cortar aquella muestra de afecto entre los esposos, la arrastró como pudo hasta el castillo, ganándose uno que otro arañazo en el proceso.
Pasados unos segundos los esposos habían terminado el beso a falta del preciado aire, más se contemplaban en silencio como hipnotizados sin poderle dar alguna explicación al cumulo de sensaciones.
 ―cof...cof...― La pelinegra de ojos magma muy sonrojada por la situación les hizo saber de su presencia.
―Ni..Nina, te presento a mi prima Nina Wong, será mi dama de compañía―La castaña un poco sonrojada le abrió paso a “su esposo” para que saludara apropiadamente a la chica quien realizó una venia como dictara el protocolo.  
―Es un gusto mi Lady― “El príncipe” extendió la mano esperando que la de melena azabache le concediera un saludo un poco menos formal, está, aún sorprendida por el gesto, le permitió un suave roce en el envés de su mano venido de los labios del joven heredero. 
―El placer es mío A... Alteza, mi prima me ha hablado mucho de usted― “que rayos, si es un casanova en toda regla”, pensó la duquesamientras retiraba la mano temblorosa y se encaminaban todos hacia el castillo pues el ambiente ya estaba muy caluroso y empezaba a sentir las consecuencias.  
Muy cerca de ellos, pero a una distancia prudente, el general Yuichi soltaba a una iracunda pelirroja ―Te he dicho en reiteradas ocasiones que no debes acercarte de esa manera al príncipe y menos dentro del castillo― El hombre se esforzaba por obstruirle el paso.
―Quiero verlo, dile que necesito hablar con él― Los ojos limón le observaron con ira, pero evito subir el tono de su voz, pues así nunca se comportaba una dama.
―No es prudente Mi lady, su esposa...― El joven militar la observo con mucha seriedad.
―No me importa quién sea esa mujer, quiero verlo, ¡haz que suceda!― Los cabellos rojizos se agitaron con el movimiento de su dueña, se le veía tranquila, pero el rubio sabía que podría matar a alguien si acaso osara detenerla, la vio salir por el portón principal y meterse en un carruaje, por lo menos ese día no se la tendría que cruzar de nuevo, pero debía comunicárselo al heredero, ahora era cuando se arrepentía de habérsela presentado.

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En las fronteras de Fuuka, cerca de Tsu, se levantaba una edificación de aproximadamente tres pisos de altura, pocas personas se atrevían a aventurarse a visitar aquel lugar donde las leyes se regían por la cantidad de oro que se pudiera llevar en las alforjas. 
Bebidas con alcohol se repartían en el interior a diestra y siniestra, tabaco venido de las indias, apuestas que movían grandes sumas de dinero, pero su especialidad, no eran más que las bellas mujeres a la carta para quienes tuvieran los medios para solicitarlas, el dueño, un hombre bajo de cabellos casi blancos y ojos sangre, llamaba al establecimiento “La casa de los Sueños”. 
―¿Porque cada vez que te veo tienes un miembro menos en el grupo que contrataste?― La sonrisa macabra del hombre de cabellos grises hizo que los dos hombres que acompañaban al pelinegro de nombre Zahid, dieran un paso atrás, más cerca de la puerta de salida.
―Mi señor, la criatura no solo ha crecido en tamaño, sino en fuerza, consume todo lo que le damos sin darnos tregua, no sabría asegurar que el patrocinio de los interesados alcance― El servil le enseñó los datos que le había ordenado tomar sobre el peso, la altura, el tipo y la cantidad de alimento.
―Entonces, ¿el chico que te hace falta fue parte de las botanas? no lo veo entre tus notas― El peliblanco gesticulo divertido buscando una bebida, al darles la espalda, uno de los hombres que acompañaban a Zahid se movió sacando un arma de su cinto, odiaba a ese maldito sujeto que los trataba más como animales, le apuntó en el cuello con una pequeña daga introduciéndola despacio haciéndole una pequeña herida, pero aun así el albino se miraba tranquilo, colocó el vaso sobre la pulida madera de su escritorio.
―Antes de hacerlo piensa detenidamente si acaso tendrías la oportunidad de salir vivo de mis dominios― Se giró para observar directamente a los ojos de aquel que se atrevía a levantar la mano en su contra ―Espero que sepas donde asestar el golpe definitivo que me quite la vida por completo, pues de lo contrario si yo siguiera vivo es probable que te torture hasta que prefieras la muerte y me ruegues por ello―  los ojos sangría se tornaron tan oscuros que hizo temblar la mano de su posible asesino por lo que prefirió quitar la daga de su cuello bajando el brazo por completo, en un rápido movimiento Nagi le arrebató la pequeña arma y le clavó la punta sin titubear por debajo del mentón hasta que la hoja cruzara su cabeza, el hombre con los ojos totalmente abiertos por la sorpresa escupió sangre por la boca y cayó a los pies del hombre cuya mirada exponía el ser de un asesino consabido.
―Sería bueno que los controlaras mejor Zahid,― el de ojos sangría se acercó hasta el lugar donde reposaba la jofaina extendiendo ambos brazos sobre esta, el pelinegro comprendiendo tomó el jarrón vertiendo el agua sobre sus manos para que se pudiera quitar la sangre por completo; terminado el proceso de aseo, el de cabellos blancos se secó con un paño colgado en el gancho de la pared de enfrente, luego tomó la copa de Whisky y se la bebió por completo sin que le importara el picor en su garganta  ―Liberen a las alimañas en la frontera con Osaka y ¡recojan este maldito basurero!― Con visible disgusto en el rostro salió de su despacho, el moreno se inclinó como respuesta observando el charco de sangre en el suelo pensando en que tendría que contratar a más personal.

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Jofaina
Recipiente circular, ancho y poco profundo, usado especialmente para lavarse.


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