Capítulo 5
COMPROMISOS
―¡¿UNA FIESTA?!― la
pelinegra se levantó de golpe de la silla que se encontraba en frente del
escritorio de su padre. ―¿enloqueciste verdad? ―
―¡Natsuki!, deja el escándalo, ya te lo he dicho antes, debes guardar la
compostura ―el rey la miraba tensando la mandíbula ― debemos darle la
bienvenida a la princesa, además no se como empezó a correr el rumor de que tu
hermano había escapado, tenemos que acallar esos rumores, ahora mismo no es
conveniente― el tic en su ojo volvió a incordiarlo.
―No me gustan las fiestas,
lo sabes ― se cruzó de brazos recordando la incomodidad que sentía cada vez que
se anunciaba una.
―Pero ahora es
diferente, ahora puedes usar lo que quieras, obviamente atuendos reales, pero
nada de vestidos ―el pelinegro la miro por un instante antes de ser
interrumpido por unos toques leves en la puerta―Adelante ―ordenó con esa voz
gruesa que tanto le caracterizaba.
―Majestad, alteza ―
un hombre de cabellos cortos y armadura negra se inclinaba en señal de respeto
― Mi nombre es AkiraOkusaki, mi padre me ha indicado que usted me necesitaba ―
―Así es Akira, cierra
la puerta para explicarte cuales serian tus servicios ― el rey se levantó de su
silla y se acercó a ambos interlocutores para hablarles muy bajo, pues las
paredes tienen oídos, eso siempre le advirtió su esposa tiempo atrás.
Luego de explicar el
plan y de aclararle a Natsuki y a Okuzaki que ambas eran mujeres, le dejó a la
de ojos café el total cuidado de su hija, pues aquel ataque en el bosque le
había dejado muy paranoico con respecto a la seguridad de su familia, y por
informes del mismo General Yuichi, la mujer había sido una de las mejores entre
los soldados que entrenaban en la guardia real.
Después de algunas
otras discusiones con Natsuki acerca de la celebración que se llevaría acabo
esa noche, la ojiverde le había solicitado hablar primero con la princesa, algo
en lo que estuvo de acuerdo su padre, por lo que la dejó ir en busca de la
castaña.
―Su alteza, el
príncipe desea hablar con usted ― Akira anuncio después de que una sirviente
hubiera abierto la puerta de la salita donde se hallaba Shizuru junto a Miss
Maria sentadas tomando te.
―Alteza― La pelinegra
entro con una leve sonrisa escondiendo lo nerviosa que la ponía aquella
situación, en el bosque no había tenido los pantalones de decirle quien era en
verdad, o a quien estaba interpretando, que confusa se sentía su cabeza.
La castaña la observó
en silencio mientras caminaba para quedar enfrente y con una voz melodiosa y
suave le dijo ―No cree usted que es una forma muy formal de tratarse para dos
personas que se van a casar, Nat...su...ki ― esto último lo dijo tan bajo y tan
cerca que solo ellas lo habían entendido.
―Puedo solicitar que
nos quedemos a solas, por favor ―Los ojos verdes le suplicaron en un mudo
silencio que la de ojos sangría supo interpretar.
―Retírate Miss Maria
― y antes de que la mujer de ojos azules le fuera a refutar levantó la mano
indicando que no estaba a discusión la petición, por lo que todas, tanto
Okuzaki como la rubia salieron de la habitación cerrando la puerta tras de sí.
―Puede imaginar usted
mi sorpresa cuando al llegar descubro que quien me acompañaba esa noche era
nada más y menos que aquel con el que estoy prometida…―La ojirubi caminó
lentamente hasta quedarse muy cerca de la ventana.
―Puedo explicarlo
Señorita Fujino ― La pelinegra hasta ahora notaba cuán incómodo era llevar un
maldito corbatín en el cuello pues lo sentía demasiado apretado en ese momento.
―Si lo imagino, ―
Entrecerró los ojos pensando en las siguientes palabras ― lo que mas me llamo
la atencion, señor Kruger, fue ese nombre tan particular, Natsuki, no le parece
algo...¿femenino? ― los ojos sangría se concentraron en la mandíbula tensa de
su interlocutor.
―¿Hace cuanto lo
sabes? ―Los ojos verdes la veían entre sorprendidos y molestos.
―Tenía mis leves
sospechas, tus manos son muy delicadas aun cuando tienes las típicas marcas de
alguien que usa una espada y...bueno tu padre, ayer sin pensarlo gritó tu
nombre cuando perdiste el conocimiento ―Camino hasta el sofá que se encontraba
en medio de la salita, se sentó nuevamente y tomó un sorbo del té que aún se
encontraba tibio.
―“Mi padre...me
lanzó a las pirañas”―Pensó la pelinegra guardando silencio al tiempo que
pensaba en cómo lidiar con aquella mujer que de tonta no tenía nada. ―Si así
son las cosas, dime cual es el precio de tu silencio―
―Ara Ara, que
directa… no es propio de una dama, pero es claro que tu no eres una princesa
común― Sonrió divertida por la circunstancia, en el bosque y en la presencia de
aquel supuesto soldado, podría dimensionar todos los riesgos a los que estaba
expuesta, se sintió insegura en aquel entonces, pero ahora con tan preciada
pieza de información, el panorama cambiaba y aquellos nervios se desvanecieron
como un recuerdo.
―Ni lo eres tú, no
pareces la sometida doncella que desposara a un príncipe sin chistar, pero
tampoco expusiste el escándalo de la verdad que te reservaste hasta este
momento.― Sopesó con inteligencia Natsuki, comprendiendo el peligro que
representaba la futura reina. ―Así que fuiste lo suficientemente astuta para
esperar, ¿Lo hiciste por el favor de haber salvado tu vida? ¿O porque querías
algo que te beneficie? En cualquier caso, lo entiendo… no me gustaría ir al
castillo de un perfecto desconocido para desposarme y en realidad, luchó por
evitar ese destino desagradable―
―Hagamos de este
nuestro secreto… yo seré diligente y fingiré no saber nada sobre esto, a cambio
me darás un contrato en blanco que usaré cuando lo considere― Natsuki frunció
el ceño confundida sin entender a lo que se refería Shizuru, ―Es una promesa de
que me ayudaras haciendo lo que yo te pida, en el momento en que yo lo decida,
sin cuestionar o replicar mi solicitud―
―Siempre que no
implique matar o lastimar a ningún miembro de mi familia…― Cualquier otro
precio era poco por su libertad y esperaba que el pedido no fuera algo
retorcido.
―Tenemos un trato,
Príncipe Kruger― Shizuru extendió la mano para sellar el acuerdo.
Natsuki estrechó la
mano de la princesa, mirándola directamente a los ojos, tensó un poco la
barbilla ante una duda. ―¿Por qué no pediste tu libertad? No te ves feliz con
esto―
―Libertad… es una
palabra enigmática, porque librarme de este compromiso y auspiciar una guerra
entre nuestros reinos, al coste de la vida de muchos guerreros, solo aplazaría
un año el suceso de una boda entre la princesa de Tsu y cualquier otro
terrateniente acaudalado que provea algún bienestar económico o político a mi
familia― Ciertamente la castaña veía más allá en sus acciones y decisiones.
―Imagino que al hombre que en realidad debo desposar es el hermano ausente al
que estás cubriendo, espero que en la alianza que formemos, los dos nos
beneficiemos y él sea, adecuado al menos―
Notando que no había
soltado su mano, la pelinegra aflojó el agarre y retiró su mano. ―¿Que hace
adecuado a un hombre para eso?― Cuestionó con genuina curiosidad en sus iris
verdes, lo cual le robó una sonrisa a la de ojos rubí.
―La mayoría no lo
admite, pero ya que tu puedes comprender a una mujer, considero importante el
atractivo físico, de entre los muchos libros que tuve ocasión de leer,
comprendí que hay una relación directa entre cuan agraciados son los padres de
un hijo y la salud, así como la estética que este heredará. Sin mencionar que
simplificará un poco ciertos aspectos de la noche de bodas― Sonrió ladinamente
cuando su interlocutora se sonrojó hasta las orejas.
―En tal caso, puedes
hacerte una idea… con solo verme, Arashi es… idéntico, salvo porque es más alto
y ligeramente más atlético―
―Entonces el
atractivo no es una cuestión de la que deba preocuparme, Nat..su..ki ¿O debo
decirte Arashi de ahora en más?―
―Arashi, aunque me
cueste sentirme aludida―
―Habla de ti misma,
en términos masculinos… o te descubrirán de inmediato―
―Eso es más difícil
de lo que pensaba―
―Yo te ayudaré, si te
veo en problemas… ¿puedes ser taciturno en público?―
―Eso es más de mí,
que de él…―
―Si en realidad
deseas hablar lo menos posible, como en el evento de esta noche… mantente
ocupado, baila cada pieza que puedas, aliméntate y prolonga un poco los
bocados, o simple… habla conmigo, nadie cuestionaría a dos prometidos
conociéndose―
―Gracias Princesa― “no
fue tan difícil negociar con las pirañas” pensó esbozando una sonrisa.
―Puedes llamarme
Shizuru, no creo que sea cómodo para mi prometido dirigirse tan formalmente
hacia su prometida― le sonrió divertida relajándose un poco en aquel sofá.
―Gracias Shizuru, nos
veremos más tarde en la fiesta,― se despidió con un leve movimiento de cabeza,
a continuación abrió la puerta encontrándose con una preocupada Miss Maria, no
era propio de una dama permanecer a solas con un caballero, así este tuviera el
título de heredero de la corona y futuro esposo.
―Alteza― la rubia
realizó la venia sin quitarle los ojos de encima a una sonriente princesa, se
mordió el labio inferior molesta por no saber lo que habría acontecido en
aquella habitación, espero a que el príncipe caminara por el pasillo y
desapareciera doblando la esquina en compañía de su guardia, caminó con paso
raudo al lado de la señorita. ―Disculpe alteza pero no creo que deba quedarse
tanto tiempo en la compañía del príncipe a solas, no está bien visto, al menos
no hasta la firma de esta noche...―
―Terminemos de tomar
el té nana, debemos descansar para la fiesta que se llevará a cabo con motivo
de la unión de los reinos―
Pasadas unas horas el
castillo se encontraba en plena ebullición por la reciente celebración, una
centena de sirvientes preparaban el salón, acomodaban las mesas y distribuían
los alimentos y las bebidas para los invitados, los rumores entre ellos iban y
venían.
―El duque de Osaka
vendrá con su nueva mujer ― decía uno que servía las bebidas, ― no es nada
nuevo, el hombre no espero ni siquiera a que el cuerpo de su esposa estuviera
frío ― decía otro que apiñaba panes de varios tamaños en un plato sobre
la mesa ―creo que va a presentar en sociedad a su hija ― otro que servía los
bocadillos trato de desviar el tema, odiaba hablar de la muerte.
Entre la aristocracia
principal y los terratenientes era bien sabido la abundancia de la que disponía
el rey para semejante celebración, y que más que para anunciar el compromiso de
su primogénito con la hija de Tsu, un enlace con beneficios no sólo en lo
económico sino en lo político pues la familia real de Tsu era poseedora del
puerto principal en el que se llevarán a cabo las principales transacciones
mercantiles de la región, además del propio poderío militar de Fuuka, la
infantería y la caballería más numerosa de la región.
―Su majestad― El
rubio general hacía acto de presencia con sus mejores galas acompañado de Reito
y algunos de sus mejores soldados.
―Yuichi relájate,
disfruta de la fiesta― el monarca se levantó de su trono con la disposición de
saludar a sus invitados, uno a uno le reverenciaban y le sonreían.
Mientras tanto fuera
de la puerta principal se encontraba una nerviosa Natsuki junto a su sombra
Okuzaki, la joven Kruger lucía un atuendo blanco perla, este se componía de una
casaca con bordados de ramas de olivo a la
altura del pecho en hilos de plata, en el cuello con hilo dorado el símbolo de
más alto rango de la Infantería, y en las bocamangas las divisas
correspondientes a su potestad como comandante de los ejércitos de Fukka, solo
por debajo del rey. La prenda se sujetaba por un cinto de satin esmeralda, con
amarre cruzado a la derecha, y sobre este resaltaban las amarras de una funda
de espada hermosamente adornada por un par de aguamarinas; así como un pantalón
blanco y ajustado a las formidables piernas, se perdía a la altura de la
rodilla, cuidadosamente fajado debajo dos lustrosas botas de cuero negro y de
tacón de 4 centímetros como era costumbre entre los señores.
―Se
está tardando demasiado― No paraba de mirar al pasillo por donde
se supone debía aparecer la princesa, ya le estaba doliendo el cuello la
decimotercera vez que se giró a la derecha cuando
por la esquina pudo divisar un vestido color violeta, quedó sin aliento al
observarla caminar, la prenda se ceñía a su cintura maravillosamente, desde la
cual se desprendía una falda
voluminosa, en cuyos vuelos de
velos vaporosos había bordados de lirios entretejidos con hilos brillantes más
oscuros que resaltaban a la vista; Natsuki se mantuvo paralizada pues
lucía preciosa, con aquel violáceo tono en la tela que hacía resaltar aquellos
ojos sangría que la observaban con mucha intensidad, o eso pensó.
―Te
ves… hermosa.― La de ojos verdes aún abrumada por la contemplación de tanta
belleza extendió el brazo derecho para que la castaña lo tomara.
―Gracias,
tú luces espléndido.― La de ojos rubí deslizó su mano por el brazo izquierdo de
su acompañante, apreciando lo firme de este para ofrecerle soporte en el camino
por las escaleras del gran salón detrás de la puerta, en la que el vocero
pronto, anunciaría sus nombres y títulos para dar comienzo al evento principal.
―Pero tardaste
Shizuru― La pelinegra prefirió colocar sus ojos en la puerta para evitar los
nervios que ese momento le producían.
―Lo lamento
Nat...Su...Ki― Murmuró con entonación la castaña y apretó con suavidad el brazo
de la otra tratando de aminorar un poco los nervios que también sentía.
La
puerta se abrió en un instante y en voz fuerte resonó por toda aquella sala los
nombres de los invitados principales. ―Sean Bienvenidos, el príncipe real
Arashi Kruger el Hati de Jade y su alteza real Shizuru Fujino la Gracia
Amatista― Todos sin excepción detuvieron todas sus actividades para admirar a
la bella pareja, susurros de varios lugares llenaron de un leve rubor las
mejillas de la ojiverde.
―Tranquilo, estoy
contigo, respira.― La castaña apretó suavemente la mano de “su prometido”
sintiendo la tensión en su cuerpo.
―Gracias Shizuru y es
verdad lo que te dije hace un momento, luces cautivadora, todos deben envidiar
la suerte del príncipe.― La pelinegra mostró su sonrisa más amplia, aun cuando
odiaba aquellas celebraciones, no se sentía igual de insegura que otras veces,
la compañía de la castaña le brindaba una seguridad que solo tenía cuando
estaba fuera de ese castillo siendo libre de algún modo.
Por su parte la
princesa de Tsu, no pudo evitar un leve sonrojo en sus mejillas ante aquellas
palabras que le parecieron tan sinceras, era la primera vez que sentía que no
solo era por su estatus, por negocios o por simple beneficio ese halago que
provenía de aquella pelinegra. Sus pensamientos fueron detenidos al darse
cuenta de la presencia de su padre y de su madre al lado del rey Kruger, ambos
sonreían complacidos al verla de la mano del joven príncipe.
―Rey y reina de Tsu,
damas y caballeros, queridos súbditos.― La voz fuerte del rey silenció todos
los susurros, ―ahora que disfrutamos la presencia de tan bella pareja, deseo
anunciar el compromiso de mi hijo mayor, Arashi, con la princesa de nuestro
vecinos, el reino de Tsu, Shizuru Fujino.― El monarca tomó una de las copas con
vino que le ofrecía uno de los sirvientes. ―Levanten su copa para brindar por
la pareja y desearles numerosas bendiciones en esta unión― todos los invitados
brindaron al unísono por ambos príncipes. ―Que todo inicie como debe, es el
momento de su primer baile,―Keinji dirigió la mirada a “su hijo” y a su nuera,
el sonido de los violines y violonchelos dio inicio a la celebración.
―Ehhh...Shizuru― La
de ojos verdes camino por el pasillo que les abrían los invitados de la mano de
la castaña sin esconder del todo una inesperada preocupación. ―No sé bailar― Le
dijo entre dientes tratando de mantener aquella sonrisa que le comenzaba a
hacerle doler las mejillas.
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Hermosa historia, a la espera deñ proximo capítulo
ResponderEliminarEstá espectacular la historia, espero poder seguir disfrutando de los demás capítulos. Muchas gracias
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