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Serenpidia - Eldest88 - Capítulo 2

Capítulo 2 _ DESTINOS II

En antaño Tsu era reconocido por su poderío militar y sus prósperas tierras, al bisabuelo Fujino se le recordaba por su mal carácter, pero también por su sagacidad a la hora de hacer negocios, por el contrario, mi abuelo tuvo un desafortunado reinado, tiro la herencia familiar en guerras absurdas, fiestas desmedidas y una ferviente pasión por las mujeres y los caballos.

Mi padre trato todas las maneras de recuperar un poco el nombre y la riqueza familiar, terminó con las guerras haciendo tratados comerciales con los vecinos más cercanos, intercambios de comida con Osaka, barriles de aceite con Narita, al igual que telas, madera y joyas con Fuuka, en otrora constantes enemigos territoriales, ahora aliados estratégicos, políticos y militares.
Todo eso lo puedo entender, fui educada para hacerlo, tutores en lenguas, economía y comercio, lo que no puedo comprender es como pasé de ser la hija del rey, a un objeto más de intercambio entre naciones, me habían comprometido con el hijo mayor del Rey Keijin Kruger y aun cuando mostré mi desagrado hacia tales ideas no fueron tomadas mis opiniones en cuenta, ni siquiera había visto una sola vez al individuo, tan solo un retrato en donde se podía observar un muchacho con ojos tristes de un tono verde simple.
Apreté con rabia los guantes que Miss María me acababa de alcanzar. —¿Está bien princesa? hace frío y podría pescar un resfriado. 
—Estoy bien, solo fue una leve brisa que me hizo temblar...— Acomode el chal sobre mis hombros, tome los guantes y los deslice con delicadeza por mis manos, la noche se notaba ya helada aun cuando las ventanas del carruaje estaban cerradas.
El movimiento lento y tortuoso de los caballos sobre el carruaje empezaron a mellar nuestras voluntades, seria por todo lo acontecido en el día o la oscuridad que se veía en el bosque, pero mis ojos se cerraban involuntariamente, por más que trataba de mantenerlos abiertos me era imposible por lo que con suavidad acomodé mi cabeza en la esquina donde me hallaba, ya sin luchar por lo inminente cerré mis ojos esperando hallar sosiego al menos en mis sueños.
 ***—Shizuru, ven hija— un hombre castaño de ojos carmesí llevaba a una pequeña en brazos, —quédate a jugar un momento, solo hablaré unos minutos con aquel hombre, ¿lo ves?— el padre le señalaba con la mirada a un señor serio y con barba azulada que se hallaba sentado en una silla de madera rodeado de muchos soldados.
—Sí, padre— la niña sonrió amable para a continuación darle un beso en la mejilla, el hombre sonriente bajó a su retoño de sus brazos dejándola con suavidad sobre el verde césped, un jardín enorme lleno de flores se divisaba desde aquel punto, flores de todos los colores, amarillas, violetas, rojas, blancas, a su corta edad nunca había visto semejante variedad de colores, estiró su mano para acariciar el pétalo de una rosa roja, sin embargo, un fuerte golpe la sacudió haciendo que cayera sobre su real trasero, unos lagrimones se formaron en aquellos ojos herencia de su progenitor,  el culpable, un chico pelinegro que corría apresurado sin prestar atención a lo que estaba a su alrededor.
—Yo...lo...lamento..no..quise..— el niño agitaba las manos tratando de disculparse, sus ojos verdes de tan exquisito y profundo color, denotaban un poco de temor y vergüenza.
—!Papaaaa!...me duele...— la castañita giro su rostro tratando de buscar desesperadamente a su padre, sus lágrimas no le permitían ver con claridad por lo que sus sollozos empezaron a oírse más, llamando la atención de los presentes en aquel lugar.
El pelinegro, ya con pánico miraba en todas direcciones tratando de saber cómo terminar con aquel escándalo, si su padre se enteraba tendría muchos problemas, además de que una señora rubia caminaba furiosa hasta donde ellos estaban, fue así como se le ocurrió la idea de arrancar una de las flores del jardín, preferiría aguantar el sermón del jardinero. —Toma... es para ti..— se arrodillo delante y le extendió la mano enseñándole la flor, una hermosa lila de vivo color —¿quieres saber lo qué significan las lilas?— se apresuró a decir al tiempo que con sus manos limpiaba suavemente las lágrimas antes derramadas de las mejillas de la oji rubí que ya empezaba a tranquilizarse. Ante un breve asentimiento de la más pequeña. —Significan amor incondicional...—
La pequeña tomó la flor en sus manitos sonriendo, se levantó sacudiéndose la falda con la mano libre y le estampó un beso en la mejilla; lo miro extrañada pues no sabía el porqué sus mejillas se sonrojaron. —Gracias...— hablo con aquella voz dulce que denotaba su tierna edad, se dio la vuelta en busca de sus nana quien ya se encontraba a unos pasos de ella...  ***

—Princesa… Princesa…— Una agitada rubia la sacó de su extraño sueño, el que ella sabía era un recuerdo. —Despierte por favor, tenemos inconvenientes,— un dolor punzante se apoderó de su cuello, era lógico después de la incómoda posición en la que se había quedado dormida.
—Qué sucede Miss María...— Apretó los párpados con fuerza tratando de aclarar la vista.
—Nos atacan…
Abrió los ojos rápidamente, por la ventana se observaba una gran algarabía, los caballos rodeaban el carruaje mientras que algunos árboles se incendiaban alrededor de ellos, trató de abrir la puerta pero la mano fuerte de su institutriz la detuvo. —No lo haga por favor, solo se pondría en más peligro, además de que seríamos una distracción para la guardia.— La mujer mayor la halo hacia el piso, debían permanecer escondidas, alguna flecha podría alcanzarlas y ese carruaje no las protegería lo suficiente —“Por favor… por favor… Por todos los dioses, protejan a la princesa”— Las arrugas se denotaban más en aquel rostro pálido, murmuraba una y otra vez palabras ininteligibles en forma de ruego.
El general daba órdenes a sus hombres y su fuerte voz se escuchaba afuera. —¡Formación Orbe! — Los soldados se alinearon de forma circular, quedando pegados cuerpo a cuerpo y protegidos por sus scutum* con sus pilums* al frente, el carruaje atrás de la caballería que realizaba otra formación flanqueándolo de manera que el enemigo sólo tuviera una dirección de ataque, pues el asalto los había detenido justo cerca del borde del río Tenryū, pero nunca se imaginaron que de la oscura densidad del bosque surgiría aquella criatura de míticos cuentos, un Ogro gigantesco de al menos tres metros golpeó intempestivamente al primer pelotón, hombres como muñecos salieron despedidos en varias direcciones, estaban perdidos, eran muy pocos para sobrevivir a tan terrible monstruo y algunos estaban paralizados por el temor.
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Había logrado acomodarse a esa armadura que no era la suya, su hermano era un poco más alto y más robusto, aunque su padre ni siquiera tuviera idea de que había mandado forjar una a escondidas o que estaba acostumbrada a montar a Kanto, pues siempre que podía hacía tratos con su hermano para que la dejara hacerlo, aunque no tan prolongados; había sido una ignominia que la mandara a viajar tan lejos, ya llevaban alrededor de 4 horas avanzando por el camino interno del bosque de Hallerbos, pero valía la pena cada segundo arriba de esa montura, tendría 6 meses de preciada libertad, no más vestidos incómodos, no más clases de etiqueta o de tejer, diablos, como odiaba tejer, ya sus dedos estaban llenos de heridas por esas malditas agujas y no era un consuelo que Fumi le dijera que el croche se le daba divinamente y es que tampoco era idiota, claro que aprendía rápido, pero entre eso y que el gustaran los menesteres femeninos había un gran trecho.
—¡Alto!— El rubio la sacó de sus pensamientos, la caballería se detuvo por completo, no me había percatado de la escena que se presentaba cerca del río, hombres defendiéndose de un gigante ogro, ahora es cuando se preguntaba cuán despistada podría ser.
—¡Príncipe…! ¡Príncipe!— Yuichi organizaba a los hombres para ir en pos de la batalla, —resguárdese aquí junto con algunos hombres —¡Hikari! ¡Susaku!— El general se giró buscando aquellos que pudieran permanecer al lado de su príncipe, estaba claro que no debía ponerlo en peligro.
—¿Quedarme?— La pelinegra tenso la mandíbula furiosa, detestaba tener que quedarse atrás solo por ser quien era, aprovechó un descuido del hombre de mirar miel, tomó con fuerza las riendas del corcel y lo espoleó, el caballo se levantó en las patas traseras antes de empezar a cabalgar muy deprisa, ya para cuando el rubio había reaccionado estaba muy lejos de ellos para poder detenerlo.
No muy lejos de allí. —¡Majestad!— La voz angustiada de la nana fue opacada por el gran estruendo, el ogro agarró con su enorme mano izquierda la parte de arriba del carruaje y con fuerza lo arrancó de un solo movimiento, haciendo que una centena de pedazos de madera salieran disparados; ambas mujeres colocaron los brazos sobre sus cabezas esperando no ser heridas por los escombros, pero la institutriz quien estaba del lado izquierdo, acabó siendo expulsada junto con el asiento y casi la mitad del carruaje, al que el ogro no le prestó atención. El exquisito aroma cuyo gusto atraía, provenía de la hermosa y apetitosa muchacha enfundado en sus atuendos reales... princesa o cortesana, la carne de las doncellas vírgenes en la flor de la juventud, eran un plato más que apetecido por los de su clase, miss María por otro lado, estaba demasiado pasa para los estándares del goloso ogro.
—¡Princesa! ¡Princesa!— Kanzaki observaba horrorizado lo que estaba aconteciendo, él, el gran general de Tsu, tirado en el suelo con una herida incapacitante en el costado, producto del ataque del monstruo, abrumado por sus circunstancias no creyó tener el tiempo suficiente para levantarse y salvar la vida de su alteza.
El gigantesco ogro, tomó en sus manos un garrote de casi la mitad de su tamaño y se preparó para ablandar un poco el menú principal, más solo se escuchó un gemido gutural naciendo de su garganta, cuando la flecha de un misterioso guerrero del reino vecino se clavó en su ojo; a este primer impacto le siguió otro igual de certero por si cualquiera pensara que fue un golpe de suerte; por reflejo, el ogro se cubrió las sangrantes heridas con las manos, abandonando en el aire su arma y cayendo ésta sobre su gordo pie arrancando otro gruñido sobre aquella nefasta monstruosidad, sin embargo y unos segundos después, guiado por su olfato y pese a su ceguera, el ogro arrojó su puño sobre lo poco que quedaba de aquel carruaje, un gran estruendo se escuchó junto a los gritos de la nana horrorizada. —Princesaaaa…—
Pero salvo por las lamentaciones del monstruo al cual las lanzas de los soldados le fueron arrojadas, la delicada voz de la hija del rey no fue escuchada. Al grupo se unió una escuadra completa de guerreros que apoyaron el ataque y tenían en sus capas el escudo de armas de Fukka, si bien la ayuda se agradecía enormemente, la magullada nana sollozaba como nunca en su vida por la pérdida incalculable que había sopesado aquello para su nación, para su rey y aunque no lo dijese en voz alta, para ella misma, pues amaba profundamente a la querida Shizuru como si fuese su propia hija.
No muy lejos de allí, en los matorrales y no tan indemne, Shizuru se removió adolorida, a fin de cuentas una vez adivinó las intenciones del ogro, se apresuró a escapar por la parte de atrás del restante carruaje y con la distracción de las flechas salvadoras, tuvo oportunidad de arrojarse de un salto entre los arbustos a un lado de un árbol próximo; infortunadamente y por desconocimiento de la zona, no imaginó que una colina con pendiente inclinada se hallaba detrás de las plantas, por lo que rodó un par de metros antes de quedar atrapada en una maraña de maleza al pie de otro camino. No estaba dando justamente un espectáculo digno de una princesa cuando escuchó el golpe de otro cuerpo enfundado en metal, rodando por la misma cuesta y que se detuvo por la gracia de un árbol a pocos pasos, no sin un gemido de dolor que fue silenciado un segundo después; si bien Shizuru estaba incómoda por su vestido claramente estropeado por el pasto, y el verde mohoso que la recibió y no con gentileza durante su caída, estaba segura de tener algún corte y más de un moretón, varios mechones sobre su rostro desaliñado, pero daba gracias porque estaba viva, no sabría decir lo mismo de su escolta o de su estricta institutriz, incluso de aquel soldado inmóvil que por su carcaj era el arquero cuya vida había salvado.
—¿Princesa?— Escuchó una voz suave y extrañada detrás de un yelmo que sin duda quedaba grande a su portador. —¿Está viva o estamos muertos?— Al parecer se había golpeado muy fuerte la cabeza o eso pensó Shizuru al escuchar su pregunta.
—Con vida, por el momento ¿quién es usted?— Pero la pregunta fue interrumpida por el galope de un caballo blanco, que al parecer llegaba en busca de su joven amo.
Igualmente adolorido, el soldado se puso de pie y se apoyó en el sillín del corcel, para acercarse a la princesa sin volver a caer por el resto de la cuesta menos inclinada. —Si quiere vivir, venga conmigo— Tendió su mano derecha, mientras que la izquierda sujetaba las riendas de Kanto. Tan solo un par de brillantes esmeraldas de verdor intenso se podría apreciar a través de la hendidura en el casco del arquero... ¿podía confiar en aquel extraño en realidad? ¿Qué opciones le quedaban?

*Scutum:era el término en latín para referirse al escudo, aunque en tiempos más modernos ha derivado a un término para hacer referencia al escudo estándar y con forma semicilíndrica que llevaban los legionarios romanos.

*Pilum:El pilum era, junto con la espada, el arma básica del soldado legionario romano. Era del tipo lanza o jabalina y medía alrededor de 2 m. Había dos clases de pilum, el pesado y el ligero.​ Los usaban cuando estaban de 15 a 30 m​ del enemigo
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