Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

La Orden Viribus - Cristalsif - 4


La Orden Viribus

Capítulo 4

Juvenes


Soy joven, aun me falta mucho por aprender... esas son las palabras de los más sabios. Para los más antiguos quienes han existido eones, mi tiempo es tan breve como para el hombre lo es una milésima de segundo, y aun así he vivido 40 años del hombre. El nacimiento que para la humanidad es motivo de dicha, para los de nuestra clase es sinónimo de luto y renovación, pues solo con la muerte de un Viribus antecesor, el Celestial, concede el divino éter del que estamos hechos y entonces podemos ser creados por nuestros padres, dos Lucendi de dos dimensiones diferentes. El nacimiento es la obra más sublime entre los Lucendi, moldear el éter es un regalo como ningún otro, pues por un momento se nos concede la facultad de la creación y solo por este medio nos es posible la existencia. Un don que a otros les ha sido negado desde el momento mismo de su rebelión, es por esta distintiva razón, que los Descendi ocuparon en la humanidad el medio para inmortalizarse a través de sus descendientes, lamentablemente para ellos, híbridos imperfectos con muy poco o nada de divinidad resultaron de aquella unión. Por nuestra parte, los Lucendi consideramos tal cruza, un acto tanto inútil como absurdo, por no decir aberrante, ninguno procrearía jamás con un humano, pues la criatura resultante tendría un destino incluso peor que los Crecelius.

Las acciones viles de aquellos que una vez brillaron como estrellas y se consumieron en la oscuridad, sus viajes entre dimensiones pese a las prohibiciones del Celestial, así como el creciente número de hijos que estos continúan gestando en la humanidad, nos ha obligado a permanecer en el mundo de los mortales, donde los más jóvenes aprendemos a superar la corrupción del hombre y los Crecelius, para alcanzar la templanza suficiente y así soportar el viaje a la dimensión oscura; un plano donde los Descendi más antiguos habitan, allá donde el Arquitecto y sus aliados fueron desterrados; vivimos y morimos en una batalla tan larga como el tiempo mismo, una que no acabará hasta que no quede ninguno de ellos en las dimensiones porque esa es la voluntad del Celestial.


Aún si viajar a las sombras es una de las grandes misiones que los Litibus y Viribus pueden recibir, existimos por una razón incluso más importante, realizamos una tarea que nadie más puede... mi madre dice: “Sabrás cual es la finalidad de tu existencia en el momento mismo en el que te enfrentes la situación para la que fuiste creada, no hay atajos... ni los caminos que deben seguirse son fáciles, solo a través del esfuerzo y la constancia, puede incluso un ser no divino, lograr lo que es aparentemente imposible, imagina cuánto más puedes tú”

Cuanto más que la perfección...

Imposible, nada me lo pareció en el breve tiempo que he estado en esta tierra, rodeada de sombras tenues, pero sombras al fin y al cabo. Mi madre, Kara... me trajo al Reformatorium Destiny hace 20 años y desde entonces entre los Viribus he sido la más efectiva en la identificación y erradicación de los Crecelius, esta peste que corrompe al mundo del hombre debe ser eliminada.

Ya he destruido más de mil... sé de antemano que mis victorias no menguarán su número realmente, sí no se erradica a la fuente, solo veremos más brotes venir en ciclos incrementales, dado que la humanidad misma tiene el mal hábito de crecer su población casi exponencialmente. No comprendo porque el Creador, le concedió al hombre la voluntad de elegir libremente no solo el momento oportuno de su concepción, sí no también, del camino que han de seguir. ¿Cómo sí fueran lo suficientemente capaces de discernir lo que más les beneficiaría?

100 años es el tiempo que mi servicio debe permanecer en estas condiciones, aun si ya estoy lista para entrar a la dimensión oscura y mi madre lo sabe, se ha negado rotundamente a hacer una excepción conmigo. Eligió entonces probar mi sabiduría, asignándome los casos más complejos, duales por ponerlo en términos simples. Me retó a distinguir los Crecelius con una composición híbrida inusual, de la que una errada identificación de la fuente podría significar la destrucción permanente del portador, sabiendo de antemano que un error así sería castigado con más tiempo en el reformatorio no necesité demasiado para inferir las intenciones de mi madre. Pese a ello demostré durante 10 años mi capacidad, y todo iba bien, hasta que ella designó a una chica a mi cargo... alguien llamada Natsuki Kuga.

No parecía diferente a los demás, aquella vez cuando nos cruzamos en pasillo y sus ojos de un singular tono esmeralda, se posaron sobre mí, su mirada me pareció anhelante pero se trató solo de un momento. La observé de la forma que un Viribus puede, pero su aura era casi tan humana como la de alguien no híbrido, incluso tuve un dejo de indignación... un caso así lo resolvería en dos minutos con mi Lamya ¿Por qué hacerme perder el tiempo de esa manera? Acudí a la sala de interrogatorios y observé bajo el cubierto del vidrio polarizado las interacciones de Miss María y mi futura Ectilem, pero cierta pelinegra le ignoraba con tal cinismo que me sorprendió el hecho de que la Eius Mayor no lo notara. Cuando entré y contrario a lo que pensara de la señorita Kuga, no se vió afectada por mi presencia, algo extraño, pues cuando un Viribus está cerca de un humano, este es incapaz de no maravillarse ante la contemplación de lo divino; así su desinterés fue el primer indicador sobre una condición antinatural.

En medio de mi diatriba sobre sus imposibilidades humanas, las cuales emplee sólo para exponer sus emociones, al final aprecié su interés por mí... por mi cuerpo y usé el encanto para inducir una fantasía en su mente, sí bien yo genero las primeras proyecciones, las demás se conducen en la complacencia de los anhelos más íntimos de cada quien, lo incomodo de mi trabajo por llamarlo de algún modo, es que me obligó a ver aquellas ilusiones y sus efectos sobre el Crecelius. Las suyas fueron por mucho unas de las más “inocentes” que he visto en un largo tiempo, sí de intimar con alguien ella parecía tener el motivo más natural de todos, un genuino afecto por la joven pelirroja de su sueño, alguien a quien llamó Mai. El primer misterio que se me formuló en el proceso, fue el hecho de que Kuga se desprendió de la fantasía por propia voluntad siendo algo que nadie había logrado nunca, y el segundo, que su aura no fuera roja como las de la mayoría de los de su clase, nunca se había visto la tonalidad azul, dado que incluso los Lucendi tenemos el aura dorada. Comprendí al salir de aquel lugar que los métodos tradicionales no funcionarían con Natsuki, su acumulación de Éter se delataba demasiado alta como para ser considerada una simple humana, pero se camuflaba más que bien con su presencia mortal. Seguramente al igual que Mikoto Minagi, emplear una Lamya para purificar y separar la fracción Crecelius, le mataría irremediablemente.

Ello me hizo pensar en mi primer reto, el más grande había sido Minagi Mikoto, alguien que curiosamente resultó ser nieta del traidor, uno de los primeros, los Faberus... ese al que los Crecelius llaman el arquitecto; y con un nivel de éter casi perfectamente balanceado con su fracción humana, si la hubiese atendido cualquier otro Viribus, posiblemente habría sucumbido por la espada de un insensato. Antes de nuestra llegada, madre me contó que el Reformatorio no era considerado más que una institución educativa en la que los Eius se formaban para ser en el futuro, humanos capaces de erradicar presencias menores; aunque en la actualidad se continúa formando exorcistas de alto nivel, incluso superior a las generaciones pasadas, encontramos el modo de darle a los Crecelius una oportunidad. Nuestros esfuerzos revelaron la diferencia entre los Minorum, aquellos a los que un traspasó de una Lamya bastaba para erradicar el éter corrompido, volviéndolos por completo a su humanidad sin comprometer su vida; y los otros, los Altiorem, aquellos con una porción mayor, tan vital para su existencia que erradicar el éter dentro de ellos, les mataría. Distinguir tales condiciones y antecedentes, ocupó mucho de mi tiempo, pero ni siquiera ello bastó para convencer a mi madre ¿Cuánto espera Kara que me tardé con Kuga?

Aunque el uso de mi tiempo no se limitaba a Natsuki solamente, vino a mis pensamientos con mucha más frecuencia que los demás, rodeada de un sin fin de incógnitas y memorias, no evitaba pensar en la clase de mirada que ella le prodigaba a la chica de su fantasía, dudaba que fuera amor, que sí lo era, exponía una gran debilidad para ella, porque es a través de lo que más amamos que el éter puede corromperse. La siguiente vez de ver a Kuga, fue en la cafetería y estaba acompañada, tal como se previno, Minagi ocupaba su labor como guía y custodia, esperábamos minimizar cualquier impacto ante la contingencia, sí se diera, de una manifestación... y es que no es secreto para nadie que los demás Crecelius del lugar ocuparían esfuerzos en despertar a una de sus hermanas, para recibirla entre ellos como una más de la familia; comprendo que es su singularidad un motivo razonable para unirlos, la mayoría perdonan los golpes y otras tantas después de saber y entender la verdad sobre sus confusas realidades, de sus ascendencias descendi y luego forman lazos entre ellos. Uno de los motivos de mi arbitrariedad aparente con los Altiorem, es que frecuentemente no logran controlar la oscuridad que brota de su interior igual que sus padres terminan consumidos y esclavos de aquel pecado... que condenó a sus antecesores, como si fuera imposible romper las cadenas que los atan desde hace tanto tiempo. En esos casos, en algún punto he tenido que blandir mi Lamya contra ellos y erradicarlos permanentemente, es por ello que no puede haber proximidad, el precio que se paga es tremendamente alto.

Así me lo recuerdan los iris azules de Aoi Senou plagados de amargura sobre mí cuando la veo llegar al salón del té en compañía de su pareja, Minagi y Kuga. Aoi fue la única de su clase que logró inspirar mi curiosidad, incluso mi amabilidad y durante su proceso de identificación casi podría decir que nos hicimos conocidas; su rareza radicaba en el hecho de que a pesar de su origen, como hija de Asmoth, aún conservaba su virtud intacta cuando fue traída aquí, en su historial reposa que intentaron violarla alrededor de 10 veces, pero su hermano gemelo Sainoji lo impidió todas esas veces. ¿Qué le impidió hacerlo a él y protegerla de algo que para él era habitual? Es algo que no puedo entender, sin embargo... para Sainoji no había remedio, ya casi era un demonio cuando le trajeron aquí, jamás habría podido salir de Destiny y cuando intentó escapar, se me ordenó cazarlo. “Sangre fría” es una expresión que emplean los mortales para referir a sus congéneres cuando son capaces de los actos más crueles sin que por ello se inmuten ni por un momento sus emociones, otro término apropiado sería Psicópatas... no mucho nos distingue a sus ojos, salvo porque su error es pensar que los Lucendi no sentimos nada.

Muy a sus disgustos cité a Kuga en un lugar diferente, había leído su caso... el miedo no sería ni de cerca una fuente directa para llegar al Crecelius en su interior cuando había seguramente enfrentado a otro de su clase por el bienestar de esa chica, Mai Tokiha, aun así existen diversos tipos de miedo, es algo mucho más complejo que el espanto que se experimenta ante un peligro que se presume mortal para la supervivencia, como las arañas o las serpientes, tal como aprecié en su folio. Sabiendo vedado el camino para ganar su confianza con las acciones de la primera sesión, no tuve más remedio que cavar más hondo para buscar una salida, así que al llegar la tarde de ese día, la llevé al río. Aquel lugar reservado los Viribus ocupaba más que solo las funciones de adornar el paisaje, tomar un chapuzón o incluso la gracia de la contemplación de un cuadro natural, el agua es conducto entre planos, es la entrada a la dimensión en la que mi madre, Ikeru Fujino habita.

— ¿Qué edad tienes?— Su voz serena y grave atrajo mis pensamientos, no era una pregunta que esperara.

—150 años en el tiempo del hombre— Respondí añadiendo 110 solo para ver su rostro. —Soy joven diría mi madre...— Sonreí genuinamente divertida de su expresión. —Ara, ¿Por qué el repentino interés?—

—No sé... esperaba un par de billones de años— Se apenó, era un bello sonrojo. Su gracia física, seguramente se había heredado de su padre divino, aun si hubieren descendido... todos ellos fueron creados perfectos y hermosos.

—Ni siquiera mi abuela es tan... sabia— Tal vez mi tátara abuela.

— ¿Y tu padre?— Era casi irrisorio, que alguien lo pregunta por vez primera y presuma que yo, nací de un hombre.

No lo serían ninguna de las dos. —Es de otra dimensión, pero ella prefiere tomar una forma femenina cuando viene a verme...—

—Tienes dos madres...— Levantó una ceja, su rostro era tan expresivo como un libro abierto, pero sus ojos eran distantes... una característica propia de la gente solitaria.

Dudo que lo creyera realmente. — ¿No es un sueño hecho realidad?— Esbocé una sonrisa ladina que me salió tan natural. Corregí de inmediato mi gesto, volviendo a ser la que debo ser. —Te lo he dicho ya, su comprensión de la vastedad del universo y los planos que lo conforman, es pobre—

—Ya volvió la mujer pedante del otro día...— Gruñó disgustada y cruzándose de brazos. —Tendrías más de mí, si no te comportaras de esa forma; o hazlo, si te vieras como de 150, tal como dices, sería más fácil—

¿Prefería la compañía de una anciana de 150 años? No conozco la primera con vida. — ¿Entonces mi aspecto es desagradable?— Cuestioné con seriedad, quedando mi orgullo magullado. Sí hay algo de lo que se precie cualquier Viribus, es que somos hermosos.

—No... y ese es el problema. Nadie dijo que una terapeuta tuviera que ser linda, quienes me trataron antes no despertaban ni un mal pensamiento ¿comprendes?—

Ara, así que el problema es que le gusto demasiado a Natsuki. Céntrate, no congenies... si ella no puede controlar el éter, podría tener que matarla después y sería, terrible. —Mi tarea no es ni de cerca el preservar tu psique, solo estoy aquí para cortar de raíz el problema— Sé solamente un Minorum, por favor. Así todo estará resuelto en muy poco tiempo y podrás tener una vida sencilla, como debió ser sí ese Descendi no se hubiera cruzado en la vida de tu madre.

Con esta nueva meta en mente, me apresuré a realizar mi labor. Fabriqué del pensamiento un reflejo de mi misma, continuando la realidad que hasta ese entonces, Kuga conocía. Desnudar a mi yo ideal en la mente de alguien no es nada nuevo, la imagen se emplea como cebo en infinidad de ocasiones, sin embargo me fue bochornoso proyectar el lento desnudar de aquella onírica visión, la fascinación de su misteriosa mirada esmeralda estaba más que alejada de la lujuria hueca y vacía, pero tampoco brillaba del mismo modo en que lo hizo cuando vió a la joven pelirroja, algo de eso... picó sutilmente en mi interior. Fortaleza... me reprocharía mi madre sí me viera. Con tentación silente, una invitación fue puesta a la merced de mi Ectilem, conocía la provocativa idea y no lo fue menos para ella, pero lo rechazó con encono... no supe el motivo.

—Haz lo que los demás Fujino, pregunta lo que quieres saber y luego sólo dime que tengo problemas de ira o estoy loca, me pones uno de esos collares... firmas el libro de salida y asunto resuelto, eso sí... devuelve mis medicinas—

La vi, discutir con aquella burda imagen de mí, mes desplacé hasta quedar a su lado, sin que me supiera ahí, el velo que el hombre usa para interpretar el mundo, es como un lienzo para mí, algo que puedo manipular a mi antojo. La capacidad de crear realidades diferentes, hasta casi materializarlas, ese es el don que el Celestial puso en mí, pero no me complacía para nada en aquel momento, las emociones que debía causar... eran odiosas. Con un ademán busqué el modo de acabar pronto aquella prueba, sumergí a la figura ilusoria de mí en el agua y después simplemente me quedé allí en impávida observación.

—No voy a caer en tu juego... de nuevo— Gritó inquieta, sospechando de mis trucos... sus cabellos se mecieron por el viento, sus pasos vagabundos fueron y vinieron mientras las manecillas de un reloj invisible hacían tic tac en su mente. Los he visto, a otros... dejar morir a la persona en el agua, pero ella... por suerte no es de ese tipo. — ¡Te odio! ¿Me oyes?— Corrió y saltó al agua sin siquiera desprenderse de alguna prenda, pero eso no importaba... me moví con ella incluso bajo el agua sin que esta me mojara, podía evaporarme en el aire de la materia de este universo, la luz traspasarme o ser la luz misma, pero no me disipé del todo, para quedarme con ella. Pude concluir aquello en cualquier momento y lo pensé el tiempo suficiente hasta que su voz y sus labios pronunciaron mi nombre.

El egoísmo tras la acción me distrajo lo suficiente ¿Por qué aquella hija del hombre me había llamado con más sentimiento que cualquier otro en su vida? No nos conocemos, no somos nada... ni siquiera soy la esperanza de recuperarse que he diluido con cada palabra. Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando aviste una luz azulina como la de nuestra primera sesión, salvo porque ahora más que una luz, era fuego hecho de espíritu puro, de una fuente diferente pero semejante a la luz que proyecta una Lamya, aproximé mi mano, el fuego era fresco y revitalizante, tomé algo de él antes de verlo extinguirse y apresuré la culminación de aquella elaborada ilusión con el fin de evitar una segura hipotermia a Kuga.

Me desplacé a la orilla, antes de que ella volviera a sumergirse en busca de mi cuerpo seguramente sin vida en su pensamiento. Alcé mi voz en cuanto fui sólida nuevamente. — ¿Te gusta el agua?— Nuestros ojos volvieron a encontrarse y puse cada máscara conocida para no dejar ver lo maravillada que me había dejado con su inusual ser, o incluso lo mucho que conmovió dentro de mí, su genuino deseo de salvarme.

—No me hables nunca más...— Pronunció tan molesta al comprender mi engaño, su rostro tanto sombrío como iracundo buscó de inmediato cualquier distanciamiento posible. Supe por ello que me dejaría morir, la vez siguiente.

Me di cuenta, que igual que con Aoi, la curiosidad volvería a jugar en mi contra, así que nos distancie incluso más, rematando el tenso momento. —Tal vez... seas soberbia—

— ¿Me lo dice la chica que no puede físicamente exponer una emoción genuina en su cara? ¿Y que usa ilusiones, drogas o lo que sea... para no arriesgar su propio pellejo? Si la cobardía es un pecado, usted Viribus Fujino... muy pronto será un descendi— No esperé su respuesta, injurias muy elaboradas para alguien que presume ser tan racional y lógica, que se niega a ver la verdad frente a sus ojos. ¿Quién dice que es real en primer lugar…?— Tampoco preví el movimiento de su mano, arrojándome al agua, solo una cosa alertó en mi interior, un instante de oscuridad que como una chispa distorsionó el brillo frecuente en su iris de esmeralda color.

Volví sobre el agua y como una quimera, lo que ví en principio allí ya no estaba. — ¿Satisfecha?— No sé porque quise recomponer el vínculo. —Puedo quedarme ahí o puedes unirte... me dejaste ver un poco más Natsuki— Rompí la distancia con una simple palabra, pero sería un derecho a reclamar sí ella ya había ocupado mi nombre en su voz, con anterioridad.

La confusión de su rostro, luego el orgullo que asomó... cualquiera de esas dos cosas era mejor que ver una hermosa luz llenarse de oscuridad. —Es imposible entenderte—  La vi marcharse, trague saliva.

—Para ser alguien que ya ha matado, el camino más oscuro... aún no lo has recorrido— Cruce mis brazos, un Crecelius que aún no se ha sumido a la corrupción de su pecado. Jamás vi o estudie sobre nada parecido.

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Transcurrió alrededor de dos semanas, en las que centré mis esfuerzos en la investigación de las memorias de luz, en un lugar muy semejante a la que el hombre llamaría biblioteca. Durante este tiempo puse distancia entre Natsuki y yo, mi lejanía con ella me permitió ver las cosas desde un punto de vista diferente, tal vez estaba dando por sentado cosas que no eran del todo ciertas, presumiendo condiciones inadecuadas del éter y de ella. Sabía que si se parte de una premisa errada las conclusiones también serán erradas.

Inicie con la tonalidad de su aura, era un factor para no desestimar, y un fruto no puede ser diferente del árbol que le ha dado origen, porque un Manzano no puede producir peras sin las alteraciones adecuadas. ¿Qué Lucendi que haya existido tendría un fulgor azul? Tras largas horas del día y noches en vela, después de ver mil esferas del pensamiento, comprendí que solo una de las ramas cumpliría tales condiciones. Los Corbus, hijos del Celestial destinados a almacenar el conocimiento, conocedores del sentido de cada cosa eran capaces de interpretar los planos divinos incluso en las obras ya creadas. Ellos fueron los primeros en atisbar las intenciones de los Faberus y de Luciere, quien encabezó la rebelión. Razyel y sus hermanos lucharon valerosamente, retrasaron lo suficiente las acciones de los Faberus y los Litibus traidores, murieron con honor... ya de los Corbus no queda más que la memoria, fueron los primeros en desvanecerse en el ataque... Luciere supuso que por ser ellos los receptáculos de la consciencia del Celestial poseían el conocimiento sobre la creación y la formación del éter, si era cierto o no, se llevaron consigo el secreto a la tumba. Los Viribus fuimos creados después de la gran guerra, ninguno de nosotros sabe con certeza cómo era la creación antes de aquella debacle, solamente se dice que las dimensiones fueron más luminosas y prósperas, que las obras gozaban de una infinita amalgama creativa.

Aquel fue entonces otro callejón sin salida porque de ser Natsuki hija de un Corbus mayores peligros y dilemas le aguardarían, en tal caso sería por demás arriesgado para todos mantenerla con vida y la idea de traspasarla con mi Lamya, se convertía en algo desagradable. La siguiente cuestión qué pasó por mi mente se centró en la idea de un nacimiento de segunda generación, las reglas no eran las mismas antes ni los lucendi tenían las mismas limitaciones, pero en tal caso el nivel de éter sería tremendamente ínfimo... sin conclusiones claras ni evidencias para respaldarlo, estaba llena de conjeturas y especulaciones, nada que llevar ante Kara, peor aún, no tenía el medio de calmar la incertidumbre de Kuga.

Agobiada decidí darme un respiro, esperaba que caminar un poco despejara mis ideas, sin embargo otras intenciones ocupaba el albur con sus hilos y trazos entramados, aquellos en los que la casualidad se convierte en destino. El sonido de una explosión alertó de inmediato una situación de fuga que se presentaba, solo a una conocía capaz de romper los sellos de las puertas. ¡Minagi! Y un escenario oscuro sobre la seguridad de Kuga me causó escalofríos. Para cuando arribe y encontré al grupo en conflicto, además del aparente delirio en la voz angustiada de cierta dama pelinegra, no imaginé ni por asomo que fuera Kuga quién lo intentaría, la belleza pelinegra ya se batía en duelo, uno que sorprendentemente se miraba a favor de ella pese al entrenamiento de Reito.  Hay cierto orgullo en la victoria de Natsuki, pero no lo expone mi rostro, del mismo modo que aquella marca en su cuello y mis angustias no cesan.

Ese no sería el único problema, Kanzaki... es el hermano mayor de Mikoto, los dos para nada se llevan bien. ¿Y cómo podrían? Un hermano que se une a la orden por la única razón de contener y erradicar, al Crecelius que es su hermana menor sí la situación lo requiere, no es precisamente el mejor modelo de hermandad. Pero él está muy por debajo de ella, así que no tengo más remedio que contener el fuego que mana Mikoto a un punto en el que sea inofensivo.
—No puedes hacer nada... Mikoto— Le informo para aplacar sus ímpetus, pero ello no basta.

—Viribus Fujino...— Gruñe y no necesito mirar para saber que su flama crece a la par que revela su verdadero ser y el velo que Natsuki tanto se esmeraba por mantener, cae de su rostro y de su consciencia permanente. Un nuevo mundo se abre a sus ojos de esmeralda pura, su maravilla al observarme me estremece como si algo nos vinculara irremediablemente, pero no me permito ceder. Veo las intenciones de Reito a su espalda, no abrí la boca, no quiero ser yo quien tenga que detenerla con acciones físicas porque tendría que ser muy ruda; Natsuki cae al suelo por el golpe de una porcelana demasiado grande para mi gusto, un hilo de su sangre bajando por su frente me abruma, las acciones más bajas que ocupa Reito al golpearla en el suelo y la severidad de mi semblante debería ser una gran advertencia, pues esto no se quedará así.

—¡Va a manifestarse!— El fuego que la envuelve y la protege, es hermoso sin duda, emergió ahora a la vista de todos los reunidos causando temor a los insensatos, con su brillo azulado, sólo la revelación de su peculiaridad resultaba una situación preocupante para mí, pero esperaba que la ignorancia de los Eius cubriera el incidente...  —Sé lo suficiente...— Mentí, ya no pude prestar más de mi atención a Natsuki pese a la contemplación única que ocupaba el evento... los envites del Crecelius descendiente de Ammón fisuran a mi espalda la cubierta dimensional que formé. Así que me volví para activar el sello del collar de sangre, la reliquia absorbió toda energía en la joven de iris dorado, rendida se postró; pero debería saber que Minagi es demasiado terca. — ¡¿Que vas a hacerle?!— Cuestionó a la par que yo levantaba a mi Ectilem del suelo, la herida en su cuello estaba rodeada no solo de sangre, sino también de la marca de las sombras... esa herida no se la hizo Mikoto, pero vaya que permitió que pasara en su guardia y eso me enojó más de lo que debería.

Así que le di una respuesta acorde. —Nada que te interese, fallaste en retenerla y vigilarla... tus servicios ya no son requeridos— Su trabajo había concluido, podría estar feliz, un bono extra llegaría por correspondencia a su familia.

Pero por soberbia no medí el impacto en mi protegida. —Vi...gilarme— Apenas pudo decir, con ello las marcas negras que como veneno contaminaban su aura, ascendieron hasta formar enredaderas en su barbilla y mejillas.

Apresuré el paso, solo en la soledad de mi morada podría atender con urgencia un mal que solo un Lucendi podría ver y curar, el cómo fue posible que una presencia tan maligna violara nuestro santuario, sería motivo de posteriores cuestionamientos, por ahora la vida que se le escapaba a Natsuki era sin duda mi mayor angustia, aunque fuera posible que un destino peor le aguardara si la marca le dominase por completo. —Shiz... Shi..zuru... mi... ma..dre.. Aly..ssa... pe... peligro— ¿Cómo es posible siquiera que pueda hablar?

No tengo tiempo, ya corría por los pasillos hacia la salida del edificio, aquí los sellos no solo impiden a los Crecelius manifestarse, incluso a nosotros los Viribus se nos retiene aunque en menor medida; los hilos negros dispersándose en todas direcciones sobre su piel blanca me recordaban que mientras estuviéramos en esa dimensión, el tiempo sería un temible enemigo. Una vez llegué a la entrada del reformatorio y mi cuerpo sintió el pasto bajo mis zapatos, me supe libre... Mi esencia, mi verdadero ser extendió sus alas de dorado fulgor, el viento meciendo mis cabellos era una de las sensaciones más revitalizantes del mundo de los hombres, pero no podía ocuparme en ese placer mundano, muy pronto alcancé altura y en menos de un suspiro divisé el estanque del río, me lancé en picada envolviéndonos a las dos en una estela de luz y nada más tocar la superficie cristalina del agua, nos adentramos en un plano diferente, dejando atrás nuestros cuerpos materiales sumergidos en el agua el reloj seguía su marcha. Mi hogar, un mundo tan cristalino como es posible en un lugar en el que las “paredes” son prismas en un espacio de infinita serenidad, y el sol es una luminiscencia de fuego azul, uno tan parecido al que Natsuki emana cuando está en peligro, ella o alguien a quien aprecia.

Como era de esperarse, su yo espiritual era un conjunto de flamas del color que la caracterizaba, sin embargo aquí podía distinguir mejor los flujos de luz argenta en las puntas, no imaginaba que un híbrido pudiera ser tan bello, tan completo. Me hubiese gustado mirarla más, tener la ocasión de conocer su espíritu y develar los misterios más intrincados de su ser. Pero allí estaba, el fuego negro esparciéndose y contaminando todo lo bueno, lo perfecto de ella. Intenté con esmero erradicar la fuente, pero cuanto más extinguía la bruma de sombras alrededor de su cuello, más profundo se escabullía el espectro... y por el Celestial, por mis ancestros que no le concedería al Descendi que la infectó, obtener su cometido.

Existen entre nosotros los que pueden dar con un soplo el aliento de la vida o sanar cualquier mal, no es mi caso. Yo solo puedo crear ilusiones distintas entre las líneas que dividen las ilusiones, casi formar realidades propias... así que, sumergirme en su interior para evitar el toque del descendi que le hizo esto, es una facultad que poseo. Al mismo tiempo podría extinguirme y fracasar, sí le permito a su agresor el acabar conmigo... sí tuviera cuerpo habría suspirado, que disyuntiva se da al suponer que estoy dispuesta a arriesgar mi valiosa existencia en pro de preservar la suya. La miré, a sus ojos cerrados y pensé en lo mucho que adoro de su mundo la forma en la que sus ojos me dejaron ver siempre la belleza de su espíritu. Acerqué así lo que sería mi rostro al suyo y planté sobre el suyo un vínculo, uno que el hombre normalmente llama beso, a partir de ahí pude ver a través de sus recuerdos, cada momento en el que las sombras le atormentaron con maldad perversa, vi a la niña que Mai Tokiha despreció, pese al sacrificio que ella estuvo dispuesta a hacer; a los años de profunda soledad como quien mira un álbum de fotos, con movimiento, recuerdos y voces difusas. Así fue hasta llegar al tiempo de nuestro encuentro y un sentimientos más oscuro comenzó a envolverlo todo... ¿Me odiaba? Fue doloroso entenderlo, sintiendo su amargura junto a la desesperación de una pérdida, de la providencia con la que su padre divino le dotó. Ello me permitió encontrar el momento, más específicamente el sueño que la obligó a tomar acciones tan atrevidas como el infausto escape del Reformatorio.

Vi cada instante con cautela y escuché al espectro decir cada palabra, admirando de Natsuki una valentía jamás atestada, de no ser por el factor Kamikaze que implicaba a un Crecelius enfrentar a otro mucho más poderoso y sabio, lo habría aprobado. Mirar a quien con tan poco sumergía a mi Ectilem en un abismo de angustia, asomando claramente su intención homicida sobre la pequeña niña de rubia melena y ojos azules, su hermana... y la bella mujer de la cual era fiel copia, quien intuí sería su madre humana, aquello generaba en mi interior un intenso deseo de lucha. Miré a esa que deduje era un Altiorem, del tipo raro, ¿Ella era su padre? Al menos un par de siglos de existencia se contarían en el haber de aquel que delató un parecido demasiado familiar con Kuga como para ser mera casualidad y eso sería ser demasiado joven. Los descendi originales tienen eones de edad, esta mujer de nombre Kaon, no es tan antigua.

Lo vi venir, el grito de guerra que a Natsuki le complicó tanto la existencia, paralicé el momento deteniendo el flujo de imágenes, me acerqué y atravesé el sueño hasta ser parte de aquel, una mirada al futuro incierto de la familia Kuga. Llegué junto a Kaon, tomando yo su mano en lugar de mi protegida, empujándola lejos del toque de las sombras cayó Natsuki sin mucha gracia sobre el pasto, pero libre del instante que la envenenó por el cuello.

-No intentes tocarla...- Susurré sabiendo que mi voz llegaría a Kaon incluso en aquel agujero de sombras, familia o no, estaba del lado equivocado del camino y por los Viribus, que podría empalarla si hiciera falta. Así lo deje ver, brotando de mi pecho un fulgor y en mi mano se formó de mi propio espíritu un sable de fuego dorado capaz de matar a seres divinos, mi Lamya, la espada con la que podría cortar la realidad misma si quisiera.

-Te esperaba...- La sonrisa de aquella particular criatura me daba a entender que ella conocía mejor que bien mis facultades, sabía más de lo que debería. -Me complace el que estés aquí, significa que temes... aunque no puedo esconder mi desencanto, casi eres una Luménlo, ¿Cuántos años tienes?-

Luménlo, así llamamos a los Lucendi recién nacidos. -Soy muy capaz- Respondí lanzando una estocada y ella a la velocidad de la luz, interpuso otra Lamya de color azul con brotes negros... su fuego como el de Natsuki, pero el suyo se apreciaba corrompido por la oscuridad, sus ojos llenos de locura, su apariencia tan bella como la de una muñeca, e igualmente vacía.

Luchamos sin detenernos durante lo que pudo sentirse como una eternidad, la danza de las espadas tuvo lugar, con idas y venidas, golpes y contragolpes, un paso adelante y dos atrás, o su espada podría empalarme a la menor oportunidad; no habría una vencedora y las dos conocíamos la razón, nuestras habilidades eran semejantes y estábamos construyendo un bucle en el espacio, no nos mataríamos, al menos no en ese momento. Obtuvimos no más que algún corte superficial, apenas logramos asestarle a la otra roces de cada Lamya, nada mortífero.

-Ya lo veo- Sonrió mirándome con suficiencia a una distancia segura de mí, dió por terminada la batalla. -Veremos, Shizuru Fujino... sí tú podrás evitarlo, entre los mundos que existen y ya que sabes mucho de realidades ¿Cuál es la probabilidad de evitar que un híbrido descienda?-

Muy baja. Tensé la mandíbula... -Los de tu tipo, no comprenden la fuerza que en verdad posee, la voluntad del Celestial- No nos rendimos jamás.

-Bah... a mi lo que menos me interesa, es ese tipo. Su rivalidad con Luciere no es mi asunto, dame lo que me pertenece y todo saldrá bien ¿No es acaso un Crecelius más?-

-Fabrica otro, no es más que un instante de placer... Ella, es mía- Argumenté.

-Ya se verá... en poco tiempo- Se fue y con ella el peligro, rauda reparé las averías que ocasionó en el vehículo de la madre de Natsuki y volví por ella, quien claramente no entendería ni un poco de lo que estaba pasando. Supongo que nadie jamás irrumpió en uno de sus sueños.

-Volvamos- Le dije y tendí mi mano, pese a las malas experiencias ella la tomó y yo pude sentir por vez primera una corriente tan intensa, que vi más allá de los momentos algo que solo a mí me había sido reservado, un instante en el tiempo en el que su mano sostendría la mía con seguridad y sus ojos me mirarían con infinito amor. En ese instante lo comprendí, que la razón de mi existencia, estaba vinculada a Natsuki Kuga, pero sería una realidad que tendría que construir con sendos esfuerzos. -¿Estás bien?- Busqué con la mirada en el iris de pelinegra y soltando su mano, por suerte para mí todo parecía en orden, salvo por el hecho de que distorsioné su sueño hasta hacerlo una realidad alterna. Sí Kara llega a saberlo va a matarme.

-¿Shizuru?- Me miraba con nuevos ojos.

No podría verme tan diferente ¿O sí? -Soy yo...-

-Me ahogo...- Se llevó las manos a la garganta, su cuerpo... el tiempo.

-Mi Natsuki estará bien- Susurré en su oído, apartándome de sus recuerdos, de su boca, de aquel mundo... mi mundo.

Recuperamos el movimiento, vueltas nuestras esencias a darle vida a aquellas cubiertas materiales, y las dos nadamos para salir del agua, que helaba terriblemente. Ella huía de mí, llegó a la orilla hecha una fiera. -¡¿Que rayos buscas?! ¡¿Quieres ahogarme?!- Ya lo había olvidado, su sueño... ¿Porque me sentí tan decepcionada por ello? La miré, la oí reprocharme sobre las terribles cosas que le habría hecho, solo me consoló el que su cuello estaba en perfecto estado, su aura intacta, su vida a salvo.


Era viernes, llegamos escurriendo agua, Natsuki estaba enfurruñada, intuí que su salud no se vería amenazada más que por un posible resfrío, mi madre Kara esperaba en la entrada del reformatorio, supe que una larga conversación me aguardaba y puede que algún infinito sermón. La parte mala de ser un Lucendi es que tenemos tiempo de sobra y mi madre puede abusar un poco de eso cada vez que quiere. Vi a Reito sobre el hombro de la directora Berini, para ser un Eius, puede ser algo idiota, tenerme como enemiga no es algo conveniente.
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