La Orden Viribus
Capítulo 3
Noctis
El tiempo que vino después de aquella tarde mirando el horizonte
montañoso, casi me hizo olvidar las circunstancias en las que me ví envuelta a
lo largo de aquellos meses, la realidad es que ir de un lugar a otro intentando
probar mi inocencia sin que nadie creyera mi versión de la historia, fue como
una patada en los bajos. La parte más difícil de todas había sido ver la cara
de mi madre después de eso, incluso la faz de Mai... el tiempo suficiente en el
que creyeron que yo había sido capaz de tal atrocidad, fue devastador, pero no
lo expresé en el rostro, me había vuelto experta en el arte de fruncir el ceño,
cruzarme de brazos y tragar sin más mis verdaderas emociones, incluso el
llanto.
De ese día, recuerdo que desperté, el sujeto estaba muerto junto a mí, o
más bien su cuerpo calcinado y a un paso de ser cenizas, Yuichi quien
seguramente fue una luminosa pira capaz de entibiar a mi inconsciente cuerpo y
el de Mai sobre el pasto del jardín trasero, fue lo que encontraron los agentes
del orden al día siguiente; yo era la única con un historial lo suficientemente
malo para recibir por descarte todos los cargos, claro que mi versión sobre
cómo el imbécil había golpeado a mi amiga hasta dejarla fuera de juego para
pretender tomar por la fuerza lo que por virtud y voluntad le fue negado,
seguro retiró de Tokiha cualquier sospecha. Así mismo, plantear un escenario de
ira insana a solas con el occiso la noche de su muerte, tal vez no fue mi más
razonable o audaz momento, tampoco me culpen, tenía una jaqueca del tamaño de
la luna, me dolía casi todo y los inspectores, eran la clase de sujetos que te
acusan, juzgan y sentencian antes de que abras la boca en primer lugar... no
tuve las neuronas en funcionamiento y la única cosa que evitó que fuera a la
cárcel, sin duda, resultó ser el que aún era menor de edad, tenía derecho a un
abogado y mi padrastro, Kane Krauss... es el mejor del lugar.
Bueno... no diría que tan bueno, quizás no se esmeró tanto por mí, porque
de todos modos acabé aquí, con la frase de siempre << Es por tu bien
>> como si todo fuera justificable en pro de tal tontería. ¿Cómo va a ser
bueno para mí estar en un lugar lleno de gente menos cuerda que yo, cuando los
que encabezan esa lista de locos son los directivos del lugar? De fondo, el
método no me gustaba y a mi mente le costaba aceptar que una cura pudiera
provenir de algo tan absurdo, al mismo tiempo negociaba conmigo misma el hecho
de que si no ponía de mi parte, tal vez nunca saldría de allí como Mikoto, o en
su defecto me transferirán a alguna institución peor, ningún panorama en el
horizonte se apreciaba halagüeño. Tal vez tenía una expresión grave...
Minagi se puso de pie y me miró. —¿Tienes hambre?— Vaya que era glotona,
pero su cuerpo no delataba tales excesos, de hecho mirándola bien, sería el
tipo de chica que yo tendría por mano derecha en mi equipo para los
decathlones.
—No mucha... pero sé que más tarde la tendré— Me erguí igualmente y tomé
el mismo camino, era mi guía después de todo.
—Vamos por algo a la sala del té, en las noches la cafetería está cerrada
pero antes de irse la señora Nianto deja una buena repostería, esa mujer
prepara los mejores muffins del mundo y sus canelones son como para morir por
ellos, además hay café, leche o chocolate, lo que prefieras. Pero hay que correr,
los Bel... no dejan ni las migajas en las charolas— Sonrió con complacencia.
—¿Los qué?— Y mi cara de ‘habla en español’ fue muy ilustrativa.
—En nuestra habitación te lo explico...— Apresuró el paso, y
efectivamente encontramos el sitio asediado por lo que parecían un par de
pequeños devoradores de comida barriendo con todo, ya no decir los demás
asistentes de Destiny... al menos los que estamos del otro lado de la barda,
porque los Eius sí que tuvieron la opción de elegir primero y estaban apostados
cómodamente en las mesas o rincones del sitio. Mikoto, quien tenía más
experiencia que yo en el lugar, se apresuró a llegar a la mesa buffet para
tomar nuestra cena, aquella parecía una masacre, quién se quedaba con qué,
algunos sirviendo café con leche, y repentinamente el apetito me abandonó.
Me quedé estática, sentí algo familiar a mi espalda, me di la vuelta
encontrándome con esos iris escarlata y su expresión cordialmente falsa para
sus condiscípulas... nuestras miradas se cruzaron y aunque ella iba acompañada
yo pude sentir que ese momento duró más de lo común, entonces una de ellas
llamó su atención, la conexión se rompió... la chica era más bajita, frágil, de
pelo verde oscuro y ojos violáceos, tenía en la cara el letrero de ‘lame botas’
con brillos de neón, hasta miraba a Shizuru como si fuera una deidad en la
tierra; la otra mujer de prominente delantera, cabellos rubios y un flequillo
geométrico en la frente gesticulaba exageradamente para exponer su punto, casi
casi la escuchaba decir. Hablaba demasiado alto para mi gusto. —¿Aún no sabes
qué Crecelius tiene esa delincuente?— Hice una mueca, ¿cuál delincuente? No
podía estarse refiriendo a mí ¿o sí?
—Kuga— Oí aquello casi como un zumbido distante...
—¡Kuga!— Se repitió más fuerte.
—¿Qué?— Me volví a ver a Mikoto un tanto distraída, ya en el aire venían
volando un par de canelones envueltos en servilletas con un nudito, atrapé uno,
luego otro paquetito con un aroma exquisito, tenía las dos manos ocupadas
cuando vinieron los siguientes así que metí todo en un dobladillo de mi camisa
y en la abertura recién inventada se encestó el otro, visto un cuarto en camino
me apresuré, debí saber que no podría atraparlo. Intentando alcanzar la
trayectoria, tropecé con una silla que no ví a mi espalda y caí de cabeza al
suelo, ¡Dioses! Eso dolió.
¿Y que creían que soy malabarista? Lamento informar que no.
—¿Tanto... te gusta la comida?— Oí la voz suave con ese acento encantador
de la Srta. Fujino. ¿Cómo diablos llegó tan rápido?
—No tanto...— Me quejé tomando asiento en el suelo, sobándome el que
seguramente será un chichón más tarde.
—Natsuki... eran los últimos canelones y muffins— Casi podría ver las
lágrimas en los ojos de Mikoto, quien estaba a pocos pasos de mí con cuatro
tazas de café con leche en las manos.
—Y yo solo tengo una cabeza— Me quedé mirándola con reproche, además...
no se desataron las servilletas, no habría más daños que un poco de migajas por
aquí y por allá, puede que algún muffin deforme y no es como que vayan a llegar
enteros al estómago. Fujino tomó los envueltos desperdigados y los devolvió a
su lugar, luego me ayudó a ponerme de pie ante la mirada impávida de todos.
Me escrutó desnudando otra vez mi alma, sin importar que todos le miraran
o nos escucharan y el recelo de la multitud tan tensa pudo cortarse con un
cuchillo en aquel breve instante de silencio, de hecho me sorprendió que nadie
estuviera muriendo de risa por mi desafortunado traspié. Miré sobre su hombro a
las dos chicas, eran tan jóvenes como ella, ¿otro par de prodigios? —Tal vez no
eres cobarde, tienes arrojo... mañana a la misma hora— Sacó un papel de su
bolsillo, era una anotación doblada que puso dentro del bolsillo de mi
pantalón, estremeciéndome con aquel inapropiado contacto tan cerca de mi muslo,
acto seguido se marchó sin siquiera mirar atrás, sus amigas le veían como si la
hubiera abducido un extraterrestre.
Yo... bueno... me quedé con la boca abierta. ¿Esas cosas están permitidas
entre paciente y terapeuta?
—Jajajaja... ni lo sueñes— Oí la voz de Harada, quien hurtaba en mis
narices el paquete menos destruido de la repostería. —Incluso yo sé que no
estoy a su nivel, mucho menos tú... y sabes que soy grandiosa ¿Verdad?—
—Nunca había conocido a una persona tan ególatra...— No escondí mi
desagrado.
—Gracias...—
—No es un halago...— Levanté una ceja, sí Mikoto no la asesinaba por
robar su botín yo no haría mucho más que fruncir el ceño.
—No me importa— Sonrió con beneplácito mientras me guiñaba su ojo.
La Srta. Senou tomó el otro envuelto, el más magullado, busqué la
aprobación de Mikoto y esta asintió imperceptiblemente. —No le concedas eso...
jugar contigo, puede ser cruel— Me susurró al oído la castaña de ojos azules
antes de acudir con Minagi y tomar uno de los café en sus manos.
—Gracias...— Dije tardíamente, casi había olvidado que muchos de los aquí
presentes fueron tratados por Fujino, de algún modo todos sabían mejor que yo
lo que tendría que enfrentar en poco tiempo y no parecía bueno. Vi que Chie y
Senou se marchaban, sus manos juntas mientras hablaban de banalidades. ¿Ese par
están saliendo juntas?
Comenzando a caminar hacia nuestra habitación inicié una conversación.
—¿Cuál es su pecado?— Pregunté a Mikoto con tono bajo, tal vez si usaba sus
términos podría recibir una respuesta clara.
—La lujuria— Dijo con lamentaciones, vaya Senou es ninfómana, nunca se me
hubiera ocurrido. —Nunca te permitas estar a solas con Aoi... no lo hace
adrede, pero si ella te hizo esa advertencia entonces teme... razones de peso
habrá detrás de ello— Mikoto confiaba en la castaña o eso parecía, comprendí
que la pesca de pasteles había sido por las cuatro, ellas son amigas o algo
así.
—No es como si Fujino fuera a abusar de mí— Bromeé. Que no me molestaría
mucho, es bellísima.
—No... Ella no... Tú, puede que lo intentes y vamos, te patearía el
trasero, así que no se te ocurra— Hasta su pose me advertía el peligro.
—Yo no haría eso... estoy aquí porque un hombre intentó violar a mi mejor
amiga— Ex mejor amiga de la que no sé si seguimos siéndolo pero son detalles
que espero resolver. —Jamás haría tal cosa—
Me miró comprensivamente, luego sonrió. —En tanto la Viribus Fujino no
determine tu estado, cualquier cosa podría ser... pero te dije, creo que eres
más de mi tipo— Abrió la puerta de nuestra habitación, ¿se puede comer dentro?
Sí mi madre me viera, me lo tienen rotundamente prohibido. —Limpiamos nosotras
mismas, entonces no es delito— Añadió en respuesta como leyéndome el
pensamiento.
Entramos, Mikoto se acomodó en mi cama con una mesita de desayuno y yo
tomé asiento en el escritorio. Comimos primero, sabía que ella es una mujer
mono tarea, o come o habla y punto, así que tomé la oportunidad cuando bebimos
el café. —Mikoto... ¿ahora sí puedes explicarme bien el asunto de los Viribus?—
Se quedó en silencio como evaluando la situación. Así que empezó, supongo...
por el principio. —Bueno... siempre es difícil de entender y creer al inicio,
pero lo haré simple, lo más posible. Hace tiempo antes de la existencia del
hombre, el celestial que creó este universo y sus dimensiones, encontró que
todo era perfecto, pero vacío. Así que creó a los Lucendi para llenar el
espacio, seres tan puros y brillantes como estrellas hay, con control sobre las
leyes de cada dimensión que el celestial creó, inmortales, perfectos
básicamente. Cosas como ver hacia el pasado con tal nitidez, saber de
situaciones antes de que pasen, crear ilusiones que casi pueden formar
realidades distintas, transmitir vida con el aliento, lo que se te ocurra...
está en la lista— Esa historia se me hace familiar, aunque no me fue contada de
la misma forma. —A una rama entre ellos, los que viven en la luz, se los conoce
como Viribus... hay más de ellos, diferentes clases pero creo que sabes a qué
me refiero—
—Oh... ángeles— Sí a eso suena.
—Cada cultura los llamó de la forma que mejor convino, para algunos
fueron dioses, para otros hijos del sol, ¿de dónde imaginas que emperador de
Japón se consideraba descendiente de la diosa Amaterasu? ¿o por qué se
mencionan historias de cambia formas, deidades indias con la capacidad de tomar
el género opuesto? Te dije, todo es posible—
—¿Estás diciéndome que Fujino, podría si quisiera, tener uno de esos y
hasta desaparecer un par?— Hice un ademán con mi palma cerca de mi pecho, como
señalándolas sin hacerlo realmente.
Mikoto simplemente asintió. —Ellos toman una forma que podamos entender,
pero no son hombres ni tampoco mujeres realmente—
La sexy imagen de Shizuru desnuda cambiando de género fue... destructiva
para mi mente. —Eso es lo más matapasiones que me han dicho, soy muy gay
¿sabes?—
Mikoto me miró sin dar crédito a mis palabras. —¿En serio? Acabo de
decirte una verdad por la que el hombre mataría, la existencia de las cosas y
en lo único que piensas es en Fujino con... ¿miembro?—
—Soy... me distraigo a veces— Admití apenada, como que se me olvidaba que
para ella es la realidad misma. —Disculpa...— Aclaré mi garganta. —¿Pero cómo
pasamos de eso a los Crecelius y esas cosas?—
—A veces cuentan la historia en clases, pero... no creo que lo repitan
hasta el próximo año— Se cruzó de brazos, el próximo yo no estaría aquí para
eso. —¿Sabes que sólo un celestial puede crear?—
—Supongo que no tendría sentido el nombre si todos pudieran hacerlo...—
—Ajá... pero ¿Y si fueras un Lucendi que pensara que puede ser mejor
creando cosas que él?— Levantó los hombros, sus iris dorados me parecían cada
vez más, expresivos, líquidos y brillantes.
—No lo sé, eso sería muy... peligroso— Inferí cuestiones apocalípticas.
—El arquitecto... él sí lo creyó— Aclaró antes de que mi mente vagara
sobre otras cuestiones.
—¿Qué es un arquitecto?— No imaginaba que me hablara de un diseñador de
obras tan comunes como un edificio o un puente, incluso una carretera.
—Alguien que diseña mundos para que el creador los haga, verás... el
único que conoce la composición de las cosas que forman el universo es él,
esencialmente cada cosa que existe fue pensada por él pero después— Se llevó la
mano a la barbilla. —Digamos que el mantenimiento del sitio se volvió un poco
absorbente. Tiempo... incluso quien crea existe y se desplaza en él—
Levanté una ceja. —¿Me dices que el Celestial creó un arquitecto porque
no tenía tiempo para pensar en sus nuevas creaciones?— Eso es ser vago nivel
dios.
Asintió, creo que me lo estaba explicando para dummies, pero me costaba
creer que el creador, si lo hubiera, fuese tan... ¿Peculiar?
—Creó un arquitecto, una conciencia, una voluntad y un cuerpo... es lo
que representa cada rama de los Lucendi, los Viribus son su voluntad...— Abrí
la boca pero no dije nada, era como estar en una clase de teología con aire
extraterrestre y paranormal, todo junto.
—Ajá... y supongo que algunos no estuvieron de acuerdo con el trato, se
sublevaron y la cosa acabó muy mal... ya te digo, me suena de algún lado—
—Bueno, es más complejo que eso... sin la afirmación dada por el
Celestial, ningún Lucendi puede reproducirse... ellos están hechos de algo que
genera luz propia, es un tipo de energía inagotable, perfecta, pero claro que
es un “material” más que especial, que sólo el creador conoce, le dicen ‘éter’—
—¿Si son inmortales por qué necesitarían reproducirse?— Eso sí que
carecía de sentido.
—Porque pueden morir... asesinados por la Lamya de fuego— Ah, igual que
nosotros pero a la mala.
—Entonces esa fue la parte del trato que no le gustó al Arquitecto, no
solo era finito... pensar en las obras más maravillosas, las que jamás verías
realizarse por tu mano, piensa lo doloroso que pudo ser por todas las que
fueron rechazadas, suena frustrante. Añádele que no puedes tener sexo y hasta
yo, me atrevería a enfrentar al celestial...—
Mikoto soltó una carcajada limpia, de fondo creo que entendía mi punto.
Apenas serenó su efervescencia continuó la explicación. —No es que no puedan,
es que carece de propósito... los Lucendi no pueden, sin éter crear a otros
como ellos... lo mismo pasa con los descendi, pero cuando el creador diseñó a
la humanidad, las cosas cambiaron sutilmente—
—¿Cómo?— ¿Por qué íbamos a ser importantes las insignificantes motas de
polvo bajo aquellos seres infinitos?
—Ambas criaturas pudieron concebir...— Sonrió Mikoto, ya... la razón más
antigua del mundo.
—Los Crecelius— Susurré la palabra, recordando vagamente el relato de
Shizuru. —La sangre diluida de los descendi— Una respuesta al fin, híbridos
demoníacos.
—Las posesiones por otro lado, se deben fundamentalmente a que los
Descendi son éter y los Crecelius son en parte éter, con este elemento toman la
forma de la dimensión a la que entran... si lo desean pueden tener una forma
material como tú o como yo, pero su verdadero ser es inmaterial, ellos
literalmente pueden habitar dentro de las personas—
—¿Por qué vivir dentro de un humano sería bueno? Digo son seres
superiores y todo eso— Ya veo de donde viene el ego de tamaño gigante que
tienen todos ellos.
—Porque son el mejor camuflaje ¿Acaso no supones que el Celestial los
quiere ver destruidos?— No había pensado en eso, pero se miraba obvio.
—Supongo que alguien así no olvida— Y no evitaba pensar en la chica con
la que fui a la fiesta de Mai, me había abofeteado dos días después en la
academia, todo por dejarla tirada, es obvio que no volvería a darme ni la hora.
Si una simple humana no se haría de la vista gorda por pequeñeces como esa ¿Qué
sería de un ser eterno como el Celestial?
Asintió y continuó. —Algunos no tienen mucho de sus padres, ya que la
esencia del éter se diluye abismalmente en cada generación... son más humanos
que otra cosa, no son un problema. Pero cuando uno de nosotros nace, los que en
verdad tenemos más de ellos, estamos sometidos a la misma oscuridad,
relacionados con el acto en sí que los marcó ante el Celestial y tenemos una
mínima proyección de la habilidad que a su vez ellos poseían. Todos los
Descendi que existen fueron Lucendi que se permitieron ser corrompidos por el
arquitecto, convirtiéndose en lo opuesto a sus anteriores... son como agujeros
negros, absorbiendo toda luz en derredor sin que por ello recuperen la
propia... sobre nosotros, en la práctica
no parecemos muy diferentes a los demás y en realidad, las cosas solo se ponen
raras después de los 8 o 10, es diferente para cada quien. Algunos como yo,
tienen arranques de ira y el fuego repentinamente aparece, otros tienen
impulsos incontrolables con el sexo, como Aoi, más que eso... ella puede
proyectar su deseo en los otros, ellos terminan haciendo lo que ella quiera
incluso contra su voluntad real—
Demasiado en común para ser una coincidencia. —¿Insinúas que mi padre...
es un descendi?—
—Y uno de las ramas superiores, poder manifestar la facultad del padre es
algo que no pasa muy a menudo... los que nos quedamos aquí somos particulares
excepciones— Había tanta locura en sus palabras pero al mismo tiempo tenían
tanto sentido que no pude no pensar en las cosas, desde este nuevo punto de vista. —Creo que fue suficiente por hoy... vamos a
dormir— Anunció antes de que pudiera hacer alguna otra pregunta.
Después de eso, nos alistamos, dientes cepillados y a la cama a dormir
cual lirones. Estar en la habitación con Mikoto fue la cosa más común de la
vida, la chica de felino mirar era más que silenciosa, aunque no dejaba de
preguntarme cómo alguien tan delgada y en apariencia delicada, podría ocupar
semejantes posturas en la cama, desparramarse era la mejor descripción del
hecho, bien podríamos envolverla en las cobijas con amarras incluidas y no
encontrar una sola sobre su cuerpo al llegar el día, así que era todo un gesto
el que usara pijama para dormir teniendo en cuenta ese detalle.
La mañana tuvo principio con una rara familiaridad, como si no fuera el
primer día de estar allí... a la ducha, una breve discusión por el agua
caliente, la primera clase, que no fue tan dura como amenazó Miss María, o
puede que yo sí tuviera unas cuantas neuronas en funcionamiento. Lo único
extraño era usar el uniforme que los demás, llaménme rebelde pero casi me
complacía no tener todavía una corbata que definiera mi estatus demoníaco ante
los ojos de aquellos infaustos apostadores y de esas voraces aves de rapiña. El
chismorreo, era del mismo calibre que el de cualquier instituto, incluso los
Eius, tan “pulcros” estaban participando de las apuestas; tal y como lo
advirtió Mikoto algunos quisieron poner a prueba mi paciencia, juguemos a
enojar a la nueva, para ver si su pecado es la ira y según eso, mi papi tal vez
pudiera ser Ammón... fue una de esas hipótesis al uso en la mañana. Me hicieron
tropezar 3 veces, me dejaron caer jugo encima y una chica intentó meterme mano
en la cafetería en la maldita fila. Y si el destino estaba en mi contra como
siempre, que así fue, ese día el surtido de mayonesa se había agotado.
Está claro que no llegué con mi mejor sonrisa al encuentro de Fujino y
apenas di gracias al hecho de que no me pidió ir al interrogatorio en la sala
del crimen. Eligió un lugar despejado, al aire libre, lo suficientemente
alejado muy cerca de la arboleda... sería maravilloso de no ser, por la neblina
en los alrededores y el frío endemoniado, la falda del uniforme en verdad podía
ser un incordio, pero era orgullosa y no iba a flaquear por ello.
—¿Qué edad tienes?— No le permití decir nada, ni un saludo siquiera... de
todos modos no parecía interesada en romper el silencio.
—150 años en el tiempo del hombre— Respondió parca. —Soy joven diría mi
madre...— Sonrió genuinamente divertida de mi cara de idiota. —Ara, ¿por qué el
repentino interés?—
—No sé... esperaba un par de billones de años— Cielos, que idioteces
dije.
—Ni siquiera mi abuela es tan... sabia— Supongo que decir vieja no sería
muy cortés, pero claro que entendí la idea.
—¿Y tu padre?— Me atreví a cuestionar, la chica terrorífica obsesionada
con conocer mis pecados más secretos al parecer no vino este día y yo que pensé
que me traía aquí para probar mis miedos, con un agujero lleno de arañas o
serpientes.
—Es de otra dimensión, pero ella prefiere tomar una forma femenina cuando
viene a verme...—
—Tienes dos madres...— Muy inusual, seguro es adoptada.
—¿No es un sueño hecho realidad?— Casi se mofó con una sonrisa ladina.
—Te lo he dicho ya, su comprensión de la vastedad del universo y los planos que
lo conforman, es pobre— Esa suficiencia.
—Ya volvió la mujer pedante del otro día...— Gruñí disgustada y
cruzándome de brazos. —Tendrías más de mí, si no te comportaras de esa forma; o
hazlo, si te vieras como de 150, tal como dices, sería más fácil—
—¿Entonces mi aspecto es desagradable?— Su tono cambió y tuve una
sensación de alerta dentro del cuerpo.
—No... y ese es el problema— Por un breve momento, quizás demasiado corto
para estar segura de cuán real fue, casi podría apostar que se sintió insultada
y sus iris escarlata se estremecieron. —Nadie dijo que una terapeuta tuviera
que ser linda, quienes me trataron antes no despertaban ni un mal pensamiento
¿comprendes?—
—Mi tarea no es ni de cerca el preservar tu psique, solo estoy aquí para
cortar de raíz el problema— Con ese tono, cosas como matarme aquí en este lugar
perfecto para un homicidio, no sería problema. ¿No hablaba en serio o sí? Puede
ser... espeluznante, y yo que me enorgullecía de provocar miedo.
Lo que resultaba incluso más extraño es que pese a todo, yo seguía sus
pasos más y más alejados del reformatorio en un acto de ciega confianza
bastante rara para mí, eso duró hasta que se detuvo en la orilla de un pequeño
estanque, el río que cruzaba por allí era parcialmente detenido por una especie
de represa natural formada por un grupo de rocas que apaciguaba las corrientes
y las desbordaba suavemente en una bella cascada en el extremo inferior. Aquel
hermoso paraje, era lo suficientemente grande para formar una sección que haría
las veces de tres piscinas olímpicas, lo cual sería genial en verano... pero
con este helaje, ni de broma se me antojaba meterme.
Alguien no pensaba igual, Fujino retiró sus zapatos, medias, luego su
chaqueta, su camisa, se quedó en ropa interior y sumergió sus hermosas piernas
hasta las rodillas, el vapor que brotó de su piel hizo que mi corazón se
detuviera por una milésima de segundo, nunca imaginé que la vería casi sin ropa
tan... ¿rápido? A ella claro que no le importaba, tenía bastante amor propio,
ni dudarlo. Elevó su mano solicitando la mía mirándome de esa forma que
ciertamente yo no sabría interpretar y entonces cualquier deleite o alegría por
lo que pasaba me hizo pensar ¿Le hace lo mismo a todas? ¿Había hecho esto con
Mikoto? Una mueca amarga, y negué con la cabeza repentinamente disgustada,
odiaba sus métodos...
—Haz lo que los demás Fujino, pregunta lo que quieres saber y luego sólo
dime que tengo problemas de ira o estoy loca, me pones uno de esos collares...
firmas el libro de salida y asunto resuelto, eso sí... devuelve mis medicinas—
Solté con un tono, ese que usaba para espantar pretendientes. Suspiró resignada
antes de bajar la mano retirando tácitamente su ofrecimiento y simplemente
realizó un clavado sumergiéndose en el agua, nadó hasta la perdí de vista.
Pasaron los segundos, uno tras otro sin que apareciera en la superficie.
—No voy a caer en tu juego... de nuevo— Grité para que si me oía, entendiera
que esta vez no sería en sus términos. Pero el tiempo no detuvo su marcha, más
de lo prudente y pude pensar lo peor... un alga enredada en su pierna, algún animal
y que si no vuelvo con ella seguro me refunden en la cárcel... —¡Te odio! ¿Me
oyes?— Corrí al borde y me arrojé al agua, que como pensé, estaba tan fría que
fue doloroso.
Busqué hasta que el aire me abandonó, salí a la superficie tiritando por
una bocanada antes de volver, incluso
pude sentir la desesperación de la idea, de no volver a verla, de encontrarla
demasiado tarde. Lo intenté una y otra vez, para la décima ya sentía mi propio
cuerpo entumecido, la esperanza me abandonaba igual que la fuerza con la
hipotermia amenazando, casi no podía mantener el aire lo suficiente y el fondo
estaba demasiado profundo, oscuro. —¡Shizuru!— Grité buscándola al emerger,
rogando porque fuera una maldita broma. Volví debajo de la superficie, con el
corazón acelerado, con el dolor del frío en mis extremidades. —¡Déjame verte!—
Entonces pude distinguir las tonalidades, las plantas en el abismo debajo de
mis pies, las flamas que me atormentaron tantas veces... brillaban con su color
azul bajo el agua, iluminando el fondo para mí. Lo recorrí de lado a la lado,
cada esquina hasta que el aire me faltó, ascendí con dificultad a la superficie
casi con lágrimas en los ojos, era momento de ir a pedir ayuda, pero me decía
el sentido común que no la encontraríamos viva.
—¿Te gusta el agua?— Oí su voz y la miré como a un fantasma, pero ella
estaba de pie en el borde, con su ropa intacta y tan tranquila como si nada,
casi podría apostar que ni siquiera entró al agua en primer lugar. La sensación
siguiente, fue igual... peor. Me engañó una segunda vez.
Salí escurriendo por todas partes, mi nuevo uniforme vuelto un fiasco,
¡Yo! hecha una miseria. Caminé temblándome cada paso, con el ceño fruncido lo
suficiente para borrar esa odiosa sonrisa de su cara. —No me hables nunca
más...— Que si se la come un cocodrilo, o la ataca una anaconda, bien puede...
arreglárselas sola.
—Tal vez... seas soberbia— Odie su acento de verdad. ¿Acaso quiere un
puñetazo?
Me detuve a su lado, con tensión en cada pedazo de mi cuerpo e ira, mucha
ira. —¿Me lo dice la chica que no puede físicamente exponer una emoción genuina
en su cara? ¿Y que usa ilusiones, drogas o lo que sea... para no arriesgar su
propio pellejo?— Mi enojo seguro era del tamaño de ese maldito estanque. —Si la
cobardía es un pecado, usted Viribus Fujino... muy pronto será un descendi—
Abrió ligeramente los ojos, pero más pronto que tarde volvió a su pose de
siempre. ¿Ah sí? Extendí la mano mojada
poniéndola sobre su hombro. —¿Quién dice que es real en primer lugar…?— La
empujé, segura de que se evaporaría como las demás quimeras y me di vuelta. Sin
embargo el sonido del chapoteo en el agua, me hizo voltear a verla, realmente
había caído al agua, su cabello castaño siempre perfecto a donde quiera que
ella fuera, estaba pegado a su cara y su uniforme convertido en una segunda
piel, trasluciendo su figura... tragué saliva, incluso las fantasías no le
hacían justicia. Aún con todo no perdió el glamour, salió del agua
elegantemente, con sus dedos guió sus cabellos hacia atrás peinándolos, las gotas
bajaban por su rostro, hasta su barbilla, obligándome a mirar sus labios, desarrolló una apariencia esencialmente
arrebatadora.
—¿Satisfecha?— Me sonrió como si no fuera nada, dos niñas jugando en la
piscina. —Puedo quedarme ahí o puedes unirte... me dejaste ver un poco más
Natsuki— Mi nombre se escuchaba delicioso en sus labios, pero eso... no
distraerá la verdad.
El susto que me había hecho pasar... no le significaba nada. —Es
imposible entenderte— Me di la vuelta y
me largué de allí, ni siquiera le di explicaciones a Mikoto, quien me miró
extrañada al llegar a nuestra habitación.
.
.
.
Caminaba sobre el pasto pero no oía mis pasos,
el viento mecía la copa de los árboles pero no mis cabellos o ropa, yo estaba
de pie junto a mi pequeña hermana pero ella ni siquiera notaba mi presencia.
Estaba triste, podría notarlo a mil kilómetros de distancia... preguntando a
dónde había ido su hermana mayor. Mamá le explicaba que yo estaría estudiando
en un internado durante un tiempo, pero que irían a verme pronto. Eso era
suficiente para que la brillante sonrisa y hoyuelos de mi hermanita aparecieran
de inmediato en aquella pequeña carita que yo adoraba ver feliz. Conocía el
lugar, veía el sol en cenit ligeramente cubierto por un par de nubes traviesas,
el resto del cielo estaba absolutamente despejado y el aroma a tierra,
césped... a jardín. Sería otro día de clases, mamá recogiéndola en la guardería
como siempre, estaban cantando su canción favorita con su hermosa voz... así
cuando supuse que sería un sueño de añoranza como otros. Mi corazón se detuvo,
sobre el pasto verde algo frío y mortuorio, negro de brumosa forma, como si la
niebla y el fuego pudieran ser la misma cosa, fundidos y confusos, en un color
de oscuridad, de abismo y ausencia de luz, todo ello en la forma humanoide de
alguien, cuyo rostro por vez primera distinguí, tan ambiguo que no supe si era
un hombre o una mujer. Tragué saliva, su largo cabello negro distorsionado por
la absorbente oscuridad que le envolvía brillaba en peculiar destello cobalto,
sus ojos de un color tan azul como el cielo, pero plagados de una turbación que
evidenciaba locura... tenían un aire tan familiar, que heló incluso más cada
ápice de mí. Pero no me importaba, por cuanto conocía el sentido de la
presencia de esos seres en mis sueños, cuando se tornaban pesadillas hasta el
momento en que lo peor pasaría. Me puse en medio... —No te atrevas— Dije sin la
certeza de ser oída o no. —No a ellas— Advertí con los brazos extendidos.
–Elige a otras—
— ¿Cómo podrías impedírmelo?— Refutó una voz
grave y serena, casi sensual podría decir. Sus ojos puestos sobre mí y no
esperaba eso... intenté mil veces impedir en mis viejas pesadillas las acciones
que trajeron muerte a las personas en la realidad, pero nunca fui atendida o
escuchada por las sombras, las traspasaba como si yo no existiera pero
estuviera obligada a ver sus acciones impotente. Esto era inesperado...
horrorosamente nuevo.
Tragué saliva. — ¿Qué eres?— Un vida entera
esperando la respuesta, cerré los puños y pese al miedo me aproximé para verle
bien.
—Lo mismo que tú, pero mejor…— Su sonrisa que a
la vista de cualquiera sería cautivadora, me mostraba superioridad y soberbia.
— ¡Yo no soy una sombra!— Reproché, yo no
mataría por placer… yo no me reiría de ello. –Yo no soy verdugo de nadie…—
—Y… ¿Qué hay de Yuichi Tate? Sabes lo que
pasó…— Ladeó el rostro níveo, fingiendo la pena que no sentía. –Todos lo
sabemos… lo deseaste pequeña, y lo hiciste—
—Fue un accidente, él se incendió de la nada— Y
verdaderamente solo eso recordaba.
—Aún te niegas a la verdad— Asintió con pesar
aparente. —Cuanto más desprendas el velo... más podré verte Natsuki— Sonrió en
aquel rostro perfecto, libre de líneas de expresión, él o ella no era de mi
edad estaba segura pero tampoco me atrevería a calcular cuando sus ojos tan
picados de demencia me mostraban también a un alma vieja encerrado en un cuerpo
por el que el tiempo no pasaba.
Tragué saliva sintiendo un frío recorrer cada
fracción de mi cuerpo, mi madre llevaba a Alyssa en sus brazos hasta el auto
mientras mencionaba sobre la rica comida que les aguardaría, con algo de
distancia tal vez podría disuadirle. — ¿Cómo sabes mi nombre?— Busqué la forma
de mantener su atención sobre mí, no sabía si realmente podría impedirle pasar.
— ¿Cómo no saberlo?— Levantó su mano, alargada,
fina y de ella brotó una flama azulada, turbia y oscura... conocía ese fuego,
lo vi tantas veces frente a mí, al despertar. –Te he buscado y aguardado más
tiempo del que podrías imaginar—
— ¿Padre?— Tembló mi voz, con una mezcla de ira
y dolor, con la idea de un abandono latente y tan largo como edad tengo sobre
mi haber.
—Pequeña… ya pronto lo entenderás todo, solo sé
paciente— Con una sonrisa siniestra en los labios, pasó a través de mí como si
yo también fuera solo bruma y se dirigió en la misma dirección que mi madre y
mi hermanita.
— ¿Paciente? ¡¿Paciente?!— Grité con una
lánguida esperanza. – ¿Toda mi vida esperando por esta bazofia?— No me importa
si me desgarro el alma misma, jamás permitiría a una sombra aproximarse a
ellas. Corrí y me arrojé sobre la sombra, pero una vez más, simplemente yo no
estaba compuesta de algo sólido para golpearla, así que caí como un saco de
papas por delante de aquel ser. Continuó su camino, sujeté el aire cuando
intenté agarrarle el pie desde el suelo, me erguí de nuevo y procuré darle una
paliza pero solo golpeé a la nada. Me di cuenta que el tiempo era de algún modo
una corriente que alteraba a su antojo, porque yo me había levantado y caído
las suficientes veces como para que mamá y Alyssa hubieran huido de ahí
poniendo kilómetros de distancia, sin embargo ellas estaban en otro tiempo o
espacio distinto al nuestro, odiosamente lento; y al mismo tiempo estábamos
ahí, la sombra y yo, batallando… salvo porque yo no le causaba ningún daño.
Impotente le vi sumergir la mano en el capó del
auto como si el metal no fuera sólido y se abriera a su merced como el agua,
tan profunda como para llegar al motor, intuí su intención… mamá le ponía el
cinturón a Alyssa y mi hermana sonreía jugando con su muñeca, era de trapo, con
hilos de lana negra como cabellos y un vestido de marinerito azul, de ojos
cristalinos de color verde, la abrazaba en medio de alguno de sus infinitos
juegos e imaginaciones, una lágrima se deslizó fría por mi mejilla sabiendo de
antemano lo que perdería. Así por una vez, deseé con todas mis fuerzas tener el
fuego que a mala hora había acabado con mi vida, con mi reputación y me había
encerrado en un lugar distante… anhelé que aquella maldita flama se presentara,
porque le haría vivir un infierno –¡Apártate!— Grité poniendo mi mano sobre su
brazo e increíblemente pude sentirlo, él o ella también me sintió… mi fuego
aunque lo hubiera visto a lo largo de mi vida al despertar por breves instantes
y siempre de una tonalidad azul, no era exactamente como el que la sombra me
reveló instantes atrás, la flama azul tenía destellos de blancos y platino en
las puntas, aquella rara llama se abría paso en el abismo que absorbía toda luz
y envolvía a mi enemigo, hasta llegar a su carne y herirla.
Volví a mirar a la sombra, padre o no, fuera
quien fuera… como un caballero me devolvió el gesto, pero en la garganta, la
cual sujetó sin ningún esfuerzo, elevándome a unos cuantos centímetros del
suelo. Ladeó el rostro y contempló el cambio de color en mi cara…
— ¿Podrías dejar de ser tan infantil? Sólo
ellas nos impiden ser la familia que debimos ser— Como si fuera lo más obvio
del mundo, maldito psicópata. –Todos ellos te desprecian sin entender la
maravilla de una existencia tan inusual, de la gloriosa divinidad que envuelve
tu nacimiento—
—Ellas son mi familia… no tú— Dije ahogadamente
antes de que pudiera, sostener en mi mano el fuego que antes le hubo lastimado,
no lograba encender la mecha una segunda vez. —Si vas a hacerlo… no me importa,
es entre tú y yo, déjalas y ya—
—Heroísmo, somos más parecidas de lo que
pensé…— Si no me estuviera ahogando y quemando-congelando, hubiera hecho una
cara de… WTF. ¿Se refirió a sí mismo como… ella? –Soy Kaon, no lo olvides… ya
nos veremos pronto Natsuki, no hay nada que puedas hacer… sobre eso, lo sabes—
— ¡Mamá!— Grité casi sin voz, mirando de
soslayo como encendía el auto. — ¡No aceleres!—
Fue un crudo despertar, como no ocurría hace años, con el corazón
galopante y lleno de una angustia más que tangible, con el sudor en la frente,
los ojos llenos de lágrimas, los labios lacerados y un sabor a metal en la
boca. No necesité abrir los ojos para saber que allí estarían las brillantes
flamas pululando a mi alrededor, pues el frío calando hasta los huesos ya me lo
advertía. —Kaon…— Dije el nombre para no olvidar, aunque con dificultad, un
ardor en la carne a la altura del cuello, y así como la torpeza lo es para
corroboraciones casi retóricas, al llevarme los dedos a la magullada zona… el
ardor incrementó en reacción a la tibieza de mi piel, lo que no imaginé es que
se humedecieron de sangre mis dedos.
—¿Qué rayos… te pasó?— Los ojos dorados de Mikoto me observan desde el
otro lado de la habitación, no demasiado lejos a decir verdad, su rostro
desencajado advertía las llamas gélidas en el aire extinguiéndose una a una con
mi despertar, ¿cuánto lleva ésta despierta?, ¿qué ha visto? Dudas que no
manifesté en voz alta. —Tu cuello— Retornándome a la realidad, en la oscuridad
de lo que se antojaba la madrugada, busqué con la mirada el reloj más cercano,
eran las 5.30 de la mañana. Para cuando mi mente filtró la información
comprendí que mi pesadilla me daba alguna esperanza pues el sol en cenit se
daría en alrededor de 6 horas, todavía no había pasado, aunque madre llevaría a
Alyssa a la guardería en poco menos de media hora. Un tiempo precioso y
suficiente para impedir la falla del auto, o su presencia en ese lugar… algo
que rompería la continuidad de aquella pesadilla.
Tic, Tac… Tic, Tac… Tic, Tac…
Perdí el juicio, eso seguro, porque sin siquiera responderle a Mikoto,
salté de la cama, me puse de pie cual autómata, tomé la billetera de
emergencias y me aproximé a la puerta. —Es imposible de abrir…— Informó aún
somnolienta sin prestar más importancia al tema de mi huida.
Iba más que dispuesta a romper la puerta, si hiciera falta. Pero en
cuanto tomé la perilla en mi mano derecha y la giré, el sonido del pestillo
cediendo me dio la libertad que buscaba, ante la expresión desencajada de
Mikoto, quien deduje había sido vilmente engañada. Si ella pensaba que la
puerta era inviolable, entonces yo lo tomaría como una ventaja, quería evitar
que por mis futuras acciones se metiera en problemas, así que en cuanto crucé
el marco cerré tras de mí, dejándola encerrada dentro de la habitación. —
¡Natsuki! No hagas tonterías... ¡Abre!— La oí decir.
Supuse que ella saldría un segundo después, así que me pegué a la puerta
para impedir el paso, pero la chapa nunca cedió, bajé la mirada notando que el
pomo se movía ligeramente trabado, un golpe de suerte al menos por el tiempo
que tardó el metal en ponerse al rojo vivo. Salí corriendo por el pasillo y
atrás escuché los destrozos de la puerta rompiéndose de una patada y temí que
Mikoto estuviese muy enojada... no advertí la tonalidad de las letras
comenzando a brillar a mi alrededor a medida que corría, rogaba porque ella no
adivinara mi destino, pues a fin de cuentas solo necesitaba hacer una llamada.
No por nada, era la campeona del Instituto, la más veloz, la perdí de
vista en la esquina, me escondí y la vi pasar. Antes de volver por la misma
dirección y correr de vuelta al punto de las cabinas. Saben, no basta más que
tener urgencia para cosas como marcar mal el número dos veces, un número que se
usa desde que pude memorizar números, hace mucho tiempo. Y entonces cada
pequeño repicar, bien parece un minuto... la paranoia de que Mikoto me
encontrara, estaba destrozando mis nervios, escuché algo al otro lado...
—¿Mamá?—
—¿Natsuki?— ¡Bingo! Era ella...
Vi a Mikoto aparecer al otro lado del pasillo, sus ojos echaban fuego...
literalmente. —Mamá... escucha atenta por favor, no lleves a Alyssa a la
guardería, algo malo podría pasarles ¡Créeme!—
—¿Qué?— Seguramente aún no ha tomado su café matutino.
—Mamá... una pesadilla, de esas... por favor— Y entonces la línea se
cortó, el silencio al otro lado me espantó ¿Que rayos? Estaba a punto de
desbaratar la bocina a golpes, pero un sonido “ptss... ptss” muy molestó se
escuchó. Ví al imbécil que había desconectado la red telefónica y el cable en
su mano, uno alto de cabello castaño y con fachas de play boy. El sujeto estaba
en pijama, sin el uniforme no estaba tan claro a qué bando pertenecía.
—Eso fue impertinente— Soltó el cable y se acercó amenazante, no me
dejaría intimidar...
—¡No lo entiendes! Tengo que advertirles... tengo que ir con ellas— Se
veía mal, lo sé, como una interna con una psicosis paranoica, nadie me creería,
como nadie lo hizo antes. —¡Morirán!— No me importó lo que pensaran, sus
opiniones no me significaban nada, solo quería salir de allí, pero más y más de
ellos llegaban.
—No te atrevas... Kanzaki— Anuncio cierta chica de ojos dorados, ¿acaso
nadie veía el fuego brotando de ella?
—La providencia, tal cosa no existe para un Crecelius...— Un Viribus o un
Eius, quedó claro. —Son solo tus hermanos ejecutando tus más oscuras
voluntades, si mueren, será enteramente tu culpa— ¿Mi culpa? ¿Insinuaba que
todo lo que he visto estos años son Crecelius asesinando personas? ¿Y que yo lo
deseé? Hijo de...
Le mandé un puñetazo, el cual esquivo por poco, me abriría paso aún si
tenía que ser a golpes e iría con ellas. No iba a soportarlo, si algo le pasa a
mi madre o mi hermanita... ¡No pasará! Me devolvió el gesto, me giré un poco y
su puño cerrado pasó muy cerca de mi nariz, aproveché el impulso para completar
el giro y con mi codo extendido, le di un gran golpe en la nuca, aquel saco de
músculos cayó al suelo sin saber del todo qué le había pasado.
—No puedes hacer nada... Mikoto— Ese acento, me ví ver a Minagi, había
dos personas tiradas en el suelo junto a ella y a una la sostenía del cuello,
la chica pataleaba incapaz de respirar, otra Eius. Fujino le sujetó la muñeca
de la mano en la que sostenía a su presa, apretándola hasta hacerlo doloroso...
el fuego ni siquiera la tocaba, extinguiéndose mucho antes de alcanzarla con su
flama. En ese instante comprendí, que había estado sumergida en un sueño cada
instante de mi vida, porque las cosas dejaron de verse como siempre lo hacían.
—Viribus Fujino...— Mikoto gruñó, sus ojos tan brillantes como los de un
gato, eran absolutamente aterradores y pude ver sus colmillos, incluso un par
de cuernos que hace 5 minutos no estaban ahí. Sin embargo, nada me preparó para
ella, Shizuru... me quedé paralizada, porque ella en verdad emanaba una luz tan
intensa, hubiera quedado ciega de no ser porque curiosamente ese brillo no
lastimaba los ojos, sus cabellos casi flotaban a su alrededor como si un flujo
constante de energía viva la envolviera, apenas podía ver las formas de su
cuerpo a través de los destellos dorados, y aún así me pareció incluso más
agraciada que la última vez. La hija de Ammón me miró, vi angustia en sus ojos,
soltó a la chica y movió sus labios para decir algo, pero no la oí producto de
un impacto inesperado.
Me desplacé con la vista puesta en Fujino, ella fue la distracción,
descuidé la espalda, así que el sonido de algo rompiéndose contra mi cabeza y
la pérdida de capacidad motora cuando caí al suelo fue una sorpresa. Me removí
adolorida, vi los pedazos de porcelana blanca con detalles azules de flores y
ramificaciones desperdigados en las proximidades, una par de margaritas en el
suelo, el agua mojándome y una tonalidad tenue de rojo, mezclada con el
líquido. Era... me golpeó con... ¿Un florero?
Una patada en el costado me dió vuelta y rodé a los pies de Shizuru,
quedando boca arriba. Vi a Kanzaki, él me había atacado por la espalda con
aquella pieza de porcelana, me atacó cuando ni podía defenderme, era un
cobarde. Así como cualquier víctima,
llegué a pensar... ¿Por qué estaba pasándome eso? No tenía aire, mis
costillas dolían, mi boca tenía sabor a hierro... no les había hecho nada pero
ahí estaban ellos, esperando descubrir algo que... por los dioses, lamentarían
saber. Levanté la mirada, vi sus ojos escarlata puestos sobre mí, a Shizuru con
su brazo extendido y a Mikoto justo detrás, el fuego que brotaba de sus ojos y
la tensión en su barbilla, la piedra en su cuello brillaba intensamente incluso
bajo su camisa. ¿Qué golpeaba? ¿Una pared? no había nada allí... era eso ¿Fuego
en sus manos? Podría hacerse un incendio y a nadie parecía importarle, las
paredes, las letras se tornaron rojas... como si absorbieran toda la ira hecha
fuego que Minagi emanaba. También se tornaron azules, junto a mí, mientras el
fuego al igual que el de Mikoto comenzaba a brotar de mis manos y se extendía
lentamente sobre mis antebrazos hasta mis hombros, incluso en aire comenzaban a
emerger pequeñas flamas flotantes.
—¡Va a manifestarse!— Musitó espantado el castaño, mientras los demás
retrocedieron como si yo de verdad fuera un peligro.
—Sé lo suficiente...— Intervino Fujino bajando la mano que restringía a
Mikoto, apenas y posó sus dedos sobre la tela en la que adiviné, la piedra
brillaba incandescente, apenas eso bastó para apagar el incendio humano que era
la morena y la drenó a tal punto, que cayó de rodillas. Algo que no era solo el
golpe me impedía el movimiento, como si estuviera encerrada dentro de mi propio
cuerpo, Shizuru me levantó como si fuera una muñeca manejable, con tan poco el fuego
azul se desvaneció.
—¡¿Que vas a hacerle?!— Gritó Mikoto mientras los Eius la sostenían de
los brazos para impedir que sus ímpetus incordiaran a la divina criatura que
resultaba ser la Viribus Fujino.
—Nada que te interese, fallaste en retenerla y vigilarla... tus servicios
ya no son requeridos— Le informó sin emociones, llevándome consigo a quien sabe
dónde.
Apenas pude decir la palabra, cada imagen, cada risa, cada momento con
Mikoto se tornó falso y me dolió. —Vi...gilarme— Su relación conmigo solo se
debió a un acuerdo casi comercial.
Nada importaba, ni las náuseas, ni el mundo dando vueltas... solo mi
familia. Si ella era un ángel, debía tener corazón. —Shiz... Shi..zuru... mi...
ma..dre.. Aly..ssa... pe... peligro— Intenté transmitir aunque fuera por un
instante lo que me llevó a ese momento. Me mantuve consciente sólo para oír su
respuesta y esta no llegó. Un sentimiento extraño, de odio ante su indiferencia
nació en mi interior y yo jamás, había odiado a nadie.
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