La Orden Viribus
Capítulo 2
Sit Amet
Poseída... tal
como lo oyen, esa fue la expresión que empleó la señora de blanca melena y
pálida tez, ya ni se tomó las molestias de llevarme con el psiquiatra de la
institución para que diagnosticara una esquizofrenia con marcadas alucinaciones
sobre alguna fijación piromaníaca, como habían garabateado anteriormente los
otros médicos de la mente, en mis registros. Una total falta de seriedad, eso
pensé.
En cuanto Saeko se
fue, no pasó demasiado para que una chica de pelo negro y ojos dorados arribara
a la habitación, que supuestamente tengo que compartir con ella. Si me lo
preguntan es una muy mala idea, pero ya que no tengo opinión me limité a
obedecer. Lo siguiente fue un recorrido por la extensa edificación, para la que
solicitaré un mapa, ya que además de gigante, el reformatorio Destiny es muy
antiguo, tiene esculturas angelinas por todas partes, en la madera, en el
granito, en los cuadros, en los pisos, además de símbolos en letras bastante
antiguas y jeroglíficas que me causan un poco de repulsión. Por la hora de
llegada, aquella silenciosa chica quien se presentó con el nombre de Mikoto
Minagi me informó que todos los alumnos–reformandos, se encontraban en sus
habitaciones y algunos haciendo su llamada diaria, la única que está permitida
hacer en todo el día. Si no supusiera que era un reformatorio regulado por la
ley, habría sospechado que estábamos en la cárcel, aunque la duda persiste más
profundamente cuando la chica de ojos oro se detuvo y me señaló una puerta, una
que al abrirse develó una sala de interrogatorios con lo que se adivinaba un
vidrio de doble reflejo, una mesa metálica llena de letras aún más marcadas que
las que ví en todos lados, una silla de pulcro acero, ya saben cómo en las
pelis de policías.
—Una posesión
bastante peculiar, Srta. Kuga—
—Je, ¿Y ustedes
son lo mejor de lo mejor?— Creo que mi madre se dejó engañar vilmente.
—Su irreverencia
es insultante, una jovencita de su clase no...— Miss María, aquella señora del
siglo pasado tenía la peculiar manía de sermonear hasta matar a sus oyentes;
como siempre y recordando ya mi extendida experiencia en el acto de ignorar a
los adultos cuando hablan cosas sin importancia para mí, procedí a hacerle
cerebro flotante. Dícese del cerebro flotante, que es el precioso arte de dejar
a la mente divagar sobre parajes y memorias más amables que las que se viven en
el tiempo presente, pensar en cualquier otra cosa, menos en lo que se está
hablando.
—¡Kuga!— Gritó en
mis narices la fiera señora, mirándome con sus recriminantes ojos limón.
—Sí, ¿Madame?—
Musité como si nada.
—Le cuestionaba...
¿Cuál es el medicamento que consume para mantener a raya sus episodios
psicóticos?— Recuperó el porte que la caracterizaba, o dicho de otro modo, esa
postura rígida.
—Ah, sí... el
Geodix— Busqué entre mis pantalones el tarrito con las medicinas, una en la
mañana, otra en la noche y el mundo es... teóricamente hermoso.
La mujer sujetó el
tarro entre sus dedos, leyó las etiquetas, levantó una ceja y después lo guardó
en su bolsillo.
—Señora...—
—Debe llamarme,
Miss María— Refutó con un tono mortalmente frío.
Malvada anciana.
—Miss María, si desea hacer pruebas con el medicamento haría bien en tomar unas
cuantas y devolverme... Mi propiedad— hice hincapié en ello.
No pude decir más
cuando se abría la puerta y la impactante así como desconcertante chica con la
que crucé miradas en la tarde, se adentró en la sala sin ninguna clase de
protocolo.
—Es una sesión
privada...— Reproché, no iba a permitir que aquella chiquilla con la que
seguramente compartiré clases o algo parecido, se entere de mis secretos, esas
cosas pueden ser perjudiciales en un lugar como este.
—Kuga, ella es la
especialista de la que le hablaba...— Musitó la gruñona mujer mirando a la
joven con veneración si es que cabe decirlo, fruncí el ceño ¿A qué horas me
habló de cuál especialista? Seguro que fue durante el cerebro flotante.
—Shizuru Fujino ha sido designada por la directora Kara Berini, para ser tu
Cultoris, ella expandirá tu mente y tu espíritu más allá de sus propios límites,
abrirá tu ser extrayendo de ti el mal que te aqueja, además de modelarte para
ser la obra perfecta del creador, lo que en principio eras...—
—Espero que eso de
abrirme, no sea muy literal— Fue lo único preocupante de toda esa palabrería.
Busqué con la mirada los ojos escarlata de aquella joven, quien pese a ser como
de mi edad, puede que dos años mayor, había sido nombrada por la directora en
persona para mangonearme la existencia.
—Veremos...— Esa
chica a la que llamaban mi Cultoris sonrió ladinamente, como si supiera algo
que yo no, lo cual fue muy molesto.
—Miss María,
podría dejarnos a solas por favor, voy a iniciar con un procedimiento breve...
si tenemos suerte, la próxima semana podrá dejar ir a Kuga— Se aventuró a decir
Fujino, curiosamente la mujer hizo el ademán de marcharse como un obediente
perrito.
Levanté una ceja,
eso se oía demasiado bien para ser una posibilidad cierta. ¿Qué podía tener una
chica como ella para resolver un mal que me ha atormentado desde los 10 años?
—Eso me encantaría verlo, pero antes... ¿Acaso va a llevarse mis medicamentos
para su uso personal? No es recomendable que se lleve las drogas ajenas y menos
que las use ¿No está muy mayor para eso?— A cada palabra que salía de mi boca,
aquella mujer de blanca y corta cabellera, enrojecía más y más.
Fujino negó con la
cabeza obligándole a mantener la calma, al parecer era tremendamente serena.
—Kuga, Miss María no tiene visto usar sus medicamentos, solo va a almacenarlos
en un lugar seguro, lejos de su alcance—
Palidecí instantáneamente.
—¿Están locas? Esa pastilla es la única cosa que me permite dormir en las
noches—
—En realidad, es
un placebo... como se le dijo, usted tiene una posesión, no una enfermedad
mental— Aclaró con infinita paciencia, aunque pude notar un ligero tic en la
perfecta faz de Fujino. —Embotar sus sentidos no hace inexistente el problema—
—Je, no sé quien
ha perdido más la cabeza... yo que puedo ocasionar una combustión espontánea
por el simple hecho de respirar, cuando todos me dicen que está en mi cabeza, o
usted, quien afirma que un ser está alquilando apartamento dentro de mi cuerpo
sin mi permiso, ¿Un demonio tal vez?— Pese a que Miss María quiso decirme un
par de cosas más, un ademán de la mano de Fujino bastó para que se marchara
cerrando con seguro.
—El
escepticismo... es la forma en que las personas se apartan de sus más reales
miedos— Hizo caso omiso de mí, posó un portafolio negro sobre la mesa que no
aprecié hasta el momento en que lo depositaba frente a mí. —Es un mal
necesario...— Abrió la cubierta y dejó ver su contenido, una multitud de
documentos, separadores, tarritos de cristal con especias. —Lo llamamos velo, a
la forma en que los humanos le dan sentido a su existencia a través de la
lógica, si comprendieran que su percepción de las dimensiones y del orden de
las cosas es tan pobre, ni siquiera osarían exponer un punto de vista—
—Entonces dime
pequeña diosa... ¿Qué te hace diferente de mí? Hablas de nosotros como si
fuéramos hormigas, nos separas de maneras diferentes, un buen cuerpo no te
convierte mágicamente en un ser divino— Refuté con sarcasmo sin dejar de mirar
esos jodidamente cautivadores labios rojos. La chica era por mucho una de las
mujeres más bellas que hubiera visto y podía contemplarlo cuanto más cerca
estaba de ella notando cada detalle de su rostro inexpresivo, casi como una
escultura griega y de alguna forma era como si estuviera envuelta en... no
sabría describirlo, ¿estaría loca si dijera que luz? No sería nada nuevo, lo de
perder el juicio. Me miró directamente buscando tal vez dentro de mi alma.
Guardó silencio,
casi pude jurar que sus delineadas cejas se enarcaron con molestia, mas solo
fue un segundo y pude haberlo imaginado. —Sé que el ser dentro de ti comprende
cada palabra que digo y sabe quién soy, sólo es demasiado cobarde para aflorar
por sí mismo—
Pero nada le
quitaba que fuera odiosa. —Insistes...— Era la primera en llamarme cobarde con
tanta desfachatez y no recibir un puñetazo por ello.
—¿Por qué no miras
bien? Retira el velo de tus ojos, deja que el ente vea lo que le espera si
persiste su posesión dentro de ti— Advirtió sonriente, una expresión tan vacía
como toda ella...
—Un portafolio
no...— Sentí un vacío en el estómago cuando volví a mirar el dichoso maletín y
en su interior noté con espanto un sin fin de artilugios metálicos propios de
alguna especie de tortura del oscurantismo. —Es un buen truco... doble fondo—
Deduje rápidamente lo que había pasado, mi mente trabaja vertiginosamente
algunas veces para darme respuesta antes de parecer una idiota impresionable.
La belleza castaña
suspiró suavemente. —Quiero que aprendas esto, Los descendi son tan poderosos
como las huestes a las que pertenecieron durante su vida lucendi, sus hijos por
defecto heredan sus fortalezas y flaquezas, sin embargo los grandes son de un
número limitado... los demás son abominaciones de sangre diluida, más y más
lejos de sus sacrílegos padres... cuanto más se reproducen, más insignificantes
son, podría decirse que el material del que están hechos es tan único y
especial que no puede replicarse y es que pese a estar corrompidos, ellos
fueron creados como nosotros—
—No tengo interés
en tu clase de demonología o como sea que se llame— El que fuera un gusto para
los ojos no quería decir que no comenzara a aburrirme su insistencia.
—Te va interesar
Kuga, porque la manifestación del pecado que predomine en el interior de esa
criatura... será su perdición— Esa intensa mirada sobre mí, yo era el reto que
tendría por delante. —Veamos cual es el tuyo—
Me puse de pie,
dirigí mis pasos hacia la puerta, nada ni nadie haría que continuara con este
juego de locos, puse la mano sobre la perilla pero su mano sobre mi muñeca me
detuvo con un cosquilleo como una corriente eléctrica. —Fujino... ¿Podría hacer
de esta terapia algo más serio?— Le reproché con molestia volviéndome a verla.
—La desventura de mis circunstancias no es... motivo de burla— Su iris rojizo,
tenía un peculiar tono, un vivo color que me hizo estremecer con solo mirarla,
tan cerca que su embriagadora esencia alcanzó mi sensible olfato, tragué saliva
y respiré con dificultad.
—Lujuria... ¿Es
ese tu pecado?— Parecía una seria pregunta, salvo por el tono jodidamente
sensual de su voz.
La sensación
posterior, cuando su mano se deslizó desde mi muñeca hasta mi hombro fue
electrizante, luego, en cuanto la posó sobre mi pecho, sentí sus dedos sobre la
tela presionando un poco, empujando, dí un paso atrás y luego otro, no era
dueña de mí. A lentos pasos me dirigió sobre la mesa, me hizo perder el aliento
cuando un empujón apasionado me forzó a tomar asiento sobre la placa de metal
que hacía las veces de tablón de la mesa. Abrí las piernas involuntariamente
cuando su rodilla se apoyó entre ellas en la fría superficie, casi sobre mí
colocó sus manos a cada lado de mi cabeza y ya no era capaz de pensar, sus
suaves cabellos rozaban mis mejillas, su aroma lo embargaba todo haciendo que
un ardoroso calor comenzara a sentirse y toda mi sangre estaba acumulada en dos
puntos de mi cuerpo, uno: mi cara y el otro: más al sur. Su sonrisa cautivadora
se tornaba cada vez más real, su mirada era repentinamente cálida, ya no estaba
en ese lugar, eran sábanas en mi espalda, mi habitación, sobre mí tenía a otra persona,
una piel más blanca, tan desnuda como la mía, su risa, unos cabellos de otro
color, el rojo sangría del iris ahora era lila y los rasgos de esa persona muy
conocidos para mí. Sentí sus labios sobre mi cuello, sus manos recorriendo cada
prohibido lugar... electrizándome. Toda su exquisita anatomía amoldándose sobre
mí, el roce de su pecho en el mío intentando contener en cada respiro nuestra
exaltación, su cadera contra la mía en un roce mágico, sentía perder la
cordura. La besé enredando mis dedos en sus cortos cabellos rojizos, era la
caricia más tierna pero apasionada que hubiera prodigado jamás, con la mirada
en ella, di un pico a su nariz, sonreí y me aferré a sus hombros mientras la
estrechaba anhelando no dejarla ir. —No te vayas... jamás— Susurré en su oído
deslizando mi mano en su espalda, besé su hombro sin detenerme.
—Tómame— Escuché
la suave y sensual voz de Mai, sostenía mi mano entre sus dedos, con su boca
succionó un par de mis dedos, humedeciéndolos gentil y sugerentemente. Luego
los apartó de sus labios guiándolos a parajes de ensueño en la cuna de sus
piernas.... mi corazón se detuvo por un momento hasta doler.
Sonreí queriendo
seguir eternamente en medio de aquel dichoso momento, con su boca ansiosa
buscando la mía, suplicando el ser tomada, el desearme dentro de ella. —Mai...
mi querida Mai...— Me mordí los labios, cerré la mano y la aparté de ella. La
miré a los ojos, sin encontrar en ellos el sentimiento que los míos le
prodigaban. Sentí una tristeza tan profunda, desvié la mirada comprendiendo que
era un cruel juego y la materia que componía a aquella fantasía se desvaneció
instantáneamente. ¿Cómo podría amarme alguien que me ha evitado la mayor parte
de su vida? Sí somos ahora un par de desconocidas y ella ese día solo tuvo la suerte
de que yo no sepa olvidar. Dolida intenté levantarme para ser nuevamente yo y
reprochar lo infame, pero me hallé incapacitada para moverme, pues tenía las
muñecas atadas, las imágenes de aquella memorable habitación se apartaron de mi
mente y de mi vista dejándome sobre la mesa del Reformatorio Destiny y mi
Cultoris, la odiosa Shizuru Fujino a dos pasos de la mesa, tomando apuntes en
una planilla.
—Estás...
enamorada de la chica del incidente, un buen enfoque para despertar al
Crecelius— Musitó como narrando las noticias.
—¿Me drogaste?
¿Qué me hiciste?— Fue tan jodidamente real.
—Los Viribus
tenemos poder sobre las cosas, el encanto es una de nuestras numerosas
habilidades— Respondió como si eso me hiciera entender una mísera palabra o
calmara mi ira, mi indignación.
—No tenías por qué
meterte así... en mi mente— Reproché conteniendo la ira dentro de mí, odiaba la
sensación entre mis piernas, tan detestablemente delatora, pero más dolía mi
corazón... porque aquella extraña había descubierto mi más íntimo secreto,
claramente mis sentimientos por Mai Tokiha fueron siempre un poco más que
amistosos. Maldije dentro de mis dientes, cuando la herida que creía cerrada
llegaba esta mujer imbécil a estropearme más, era mejor seguir haciendo la
vista gorda pero Fujino me había mostrado la materialización de mis más
tórridos deseos.
—Es raro que un
Crecelius, se manifestara por amor, un demonio no sabe amar... seguramente no
querías que Yuichi se te adelantara— Concluyó, tensé la mandíbula ¿Cómo podía
simplemente desvirtuar mis sentimientos? Era una desgraciada.
—¿Qué rayos es un
Crecelius? ¡Habla en español! ¿Es mucho pedir? ¿Es más pedir que me digas por
qué me amarraste aquí? ¿Por qué no me liberas? ¿No es inhumano?— De seguro está
violando mis derechos... tiene que ser.
—Un Crecelius, es
un ser al que denominamos, un “Sin luz”... esa potestad le fue retirada a todos
aquellos, los que se rebelaron ante el creador siguiendo los pasos del traidor—
Explicó, con expresión de ¿No es obvio?. —Además, no liberaría a alguien que
está próxima a manifestarse, sería contraproducente— Volvió a sus apuntes como
si yo fuera la cobaya de turno. —Y por el momento, no eres exactamente
‘Humana’, así que no... no es inhumano— Casi parecía algo tremendamente obvio.
—Eres tú, la que
debería estar sobre esta plancha...— Resulta claro que la loca es ella.
—No... eres tú
quien yace en el lugar correcto, de otro modo... las líneas no brillarían
roj... ¿Azules?—
—Pareces
contrariada, ¿Me sueltas de una vez?— Le dediqué mi mejor sonrisa de conquista,
pero la castaña hizo caso omiso de mí más interesada en las luces raras que yo
no podía ver.
—Sigues siendo
inusual, los humanos no proyectan... un aura tan rara...— Shizuru deslizó sus
dedos sobre las brillantes líneas de la placa del metal sacro. —Imposible...—
Susurró y luego negó con la cabeza. —Lo dejaremos así por hoy, tendremos otra
sesión y en esa ocasión te aseguro que voy a usar el instrumental del
portafolio, veremos si el miedo... es tu pecado— Tomó el mencionado portafolio,
se dio la vuelta dispuesta a marcharse sin hacer caso de mí.
—¿Quieres
desatarme?— Dije temiendo que me dejara así, a la merced de cualquier loco en
este lugar.
—Claro...—
Chasqueó los dedos y caminó hacia la puerta, oí que la abría y se marchaba.
Maldita des...
—Serás...— Y me
tragué un par de improperios más, me quedé ahí, mirando el techo por algunos
momentos, si esta era la mejor alternativa que tenía es claro que no tengo la
más remota esperanza de mejorar. Suspiro, un año en este lugar y tengo la
sospecha que no voy a sobrevivir hasta el fin de semana.
—¿Tienes hambre?—
Era la única voz que conocía y me resultaba grata en Destiny. Dichas tales
palabras, un gruñido delator resonó en el lugar, había estado tan molesta por
la situación que ni siquiera tuve ganas de comer nada antes de salir de casa.
Levanté la cabeza como mejor me fue posible, allí estaba Minagi.
—Ven conmigo...—
Indicó Mikoto dispuesta a salir por la puerta mucho antes de que yo pudiera,
librarme.
—Desátame primero—
Sugerí aludiendo lo evidente.
—Je, eres libre
desde hace rato, solo intenta levantarte— Murmuró con amabilidad, casi con
paciente ternura.
¿Acaso yo no
sabría que estoy libre si ella no vino a desatarme en primer lugar? Lo irónico
es que con esas simples palabras, percibí la ausencia de la presión en mis
muñecas entumecidas por la tensión que le apliqué antes para librarme. Me
erguí, acaricié el lugar donde debería tener marcas, notando que no tenía
ninguna magulladura. —Debe ser... que realmente estoy perdiendo la cordura...—
Era como retroceder tantos pasos en un solo día, debo estar perdiendo el efecto
del Geodix.
—Son ilusiones,
Kuga... no hay nada malo con su mente, lo que vió o sintió fue producido por la
Viribus Fujino, entiendo lo que se siente, yo pasé por el mismo proceso— Eso
era un consuelo, la chica no se miraba tan mal, pero como cualquiera que
tuviera un problema mental, por fuera no se vería fuera de lo común. Solo
durante un episodio psicótico podría saber exactamente qué mal aqueja a Mikoto,
salvo porque ella lo admitiera y si estaba aquí en el reformatorio Destiny es
claro que habría perdido el control lo suficiente para meterse en un buen lío,
igual que yo.
Pese a todo sonreí
con un dejo de ironía. —¿Entonces te drogaron para que fantasearas con una
chica?—
—Je, tampoco
funcionó... mi pecado no es la lujuria, es la ira...— Admitió levantando los
hombros con un poco de vergüenza.
—Así que tienes
problemas con la ira...— Eso sería un problema para mí, teniendo en cuenta que
es mi compañera de habitación. Mikoto no le dió mucha importancia a mi
expresión, quizás estaba tan acostumbrada como yo a que nadie le creyera, me
sentí mal de inmediato, porque la estaba juzgando sin escuchar su historia.
—¿Cómo acabaste aquí?—
Tensó un poco sus
puños y desvió la mirada, magullando con sus manos la corbata que hacía parte
de la indumentaria de su uniforme, solo entonces tomé cuidado de la ropa que
usaba mi acompañante mientras nos dirigíamos a la cafetería. Era un atuendo de
lo más formal, falda tableada de color negro, una cazadora estilo antiguo,
negra con líneas blancas en los bordes, como la solapa, los hombros y las
mangas dobladas hacia afuera, camisa de seda blanca, corbata vino tinto con el
escudo de armas del reformatorio cerca de la punta. Medias hasta la rodilla y
zapatos negros estudiantiles. —Bueno... es una larga historia, pero...
resumidamente... fue porque incendié el auto del novio de mi madre, él la
golpeaba frente a mis hermanos pequeños... eso puede enojar bastante a alguien
¿No?—
Me sorprendió,
luego la comprendí en toda forma, si Kane fuera esa clase de sujeto, si él
osara golpear a mi madre frente a mi hermanita pequeña, no sé de lo que sería
capaz. —Se lo merecía, además, un poco de vandalismo no es...—
—El murió dentro
del auto— Me interrumpió antes de que me inventara una historia fantástica que
limpiara su honor y buen nombre, sentí escalofríos recorrer mi espalda. —Yo
solo quería asustarlo... pero se salió de control, se formaron llamaradas en
lugares que no elegí—
—Espera Minagi, si
usas un combustible o algo, es imposible controlar hacia donde irán las llamas,
lo vimos en química... factores como el viento y elementos ignífugos o
combustibles del ambiente, las sillas de un auto son bastante inflamables si
son de cuero sintético— Y no es que la clase de la profesora Takamachi se
empleara para aprender cómo hacer incendios controlados, más bien... para
evitarlos.
Sonrió por ver mi
esfuerzo de exculparla, me interrumpió antes de que inventara otra cosa. —Ese
es el detalle, Kuga... yo puedo producir fuego a voluntad, lo usé pensando que
podía controlarlo— Veía el arrepentimiento en la expresión de Mikoto, sus ojos
dorados perdidos en la contemplación de su mano vacía, como si la culpa no le
abandonara ni un momento. —... pero no fue así y por eso terminé aquí, no puedo
irme y una vez te dan esto...— Se llevó la mano al cuello. —Sabes que la
solución a tu problema no será pronto— Desanudó un poco su corbata y tras la
prenda formal un dije con una gema roja adornaba... la piedra brillaba con una
pequeña flama encendida en su interior.
—Nunca había visto
algo así...— Vamos, se venderían como pan caliente. —¿Cómo es posible mantener
fuego dentro de una piedra?— Tendría una pequeña instalación de gas o tal vez
sería un efecto óptico en el centro... eso seguro. —Me gustaría uno pero de
color azul...—
—No es algo para
llevar con orgullo— Me informó la morena deteniéndose frente a una gran puerta,
me miró a los ojos. —Esa gema, me impide usar el fuego que se salió de control
ese día...—
Lo entendí pronto,
era el placebo que le había suministrado Fujino a Mikoto para hacerle pensar
que todo está bien, muy astuta. —Entonces aférrate a ello— Apoyé dándole un
pequeño golpe a su hombro, algo suave y en sí un acto no muy frecuente de mi
parte, pero me resultaba natural con ella, me decía el instinto que su compañía
haría menos eterna la estancia en Destiny. Luego pensé si esa era la solución
de Minagi, me daba ánimos suponer que mi Cultoris o como se llame, pudiera
encontrar el mío. Me avergoncé de subestimar sus métodos, tendría que darle
crédito más adelante, supongo que alguien tan joven no se miraría muy versada,
pero se ha sabido de genios que se han graduado de la universidad a edades muy
tempranas.
Minagi asintió con
seriedad casi solemne, claramente convencida. Sonrió antes de abrir la puerta,
así un celestino aroma inundó nuestros olfatos, de inmediato sentí la acuciante
necesidad de probar bocado, así que apuré un poco a Mikoto. De camino al buffet
ella me explicó un par de detalles, como que hay gente más loca que yo... y no
me refiero a los que están en tratamiento, al parecer hay alumnos que vienen
aquí a estudiar por propia voluntad, ya saben... sin la orden de un juez de por
medio. Increíble, alguien considera venir tan lejos para asistir a clases,
exponerse al riesgo inherente de jóvenes adultos en reformación, por no decir,
psicópatas potenciales. A ellos los llaman Eius, que según Mikoto significa,
guardianes en obediencia, ahora entiendo que decirles Eius es más práctico en
todo sentido y en mi idioma, se vendrían llamando idiotas. El asunto, sirven a los Viribus, que en mis términos, son
los psicólogos alternativos, porque Fujino no me parece muy ortodoxa que
digamos.
Tienen el mismo
uniforme de Mikoto, salvo por su corbata, que es de un pulcro blanco perla. La
ropa que se usa en Destiny sí que tiene importancia, por ejemplo, los Viribus
lucen un uniforme literalmente contrario al de los demás estudiantes, mismo
diseño, pero en blanco y con la camisa de seda negra. Sus corbatas oscilan
entre el dorado, la plata y el cobre, como si aquello fuera una demarcación del
rango. Algo de cultura general para cualquiera que desee sobrevivir en un
lugar, es mirar cómo están agrupadas las personas en las horas de comida, el
status quo se visualiza siempre en ese momento y claro, vi quiénes estaban
arriba en la cadena. No me sorprendió volver a toparme con la presencia de la
Viribus Fujino, como le llamó Mikoto. Ella estaba rodeada por un séquito de hombres
y mujeres con ropas blancas, sus sacos llevaban bordados más elaborados que los
de los demás.
—¿Qué es un
Viribus?— Cuestioné mientras servían nuestros platos, algunas expresiones de
disgusto se extendieron por toda la fila, supe entonces que no eran santos de
la devoción de nadie, básicamente, caían mal a todo el mundo, a todos los de
este lado de la línea, los sujetos de negro con corbatas de colores. Porque sí,
obviando a los Eius o lame botas que hacían algo como un cerco de seguridad en
derredor de los blancos, todos los demás, tenían una corbata de algún color que
para el momento no entendía para qué servía o que diferenciaba.
—Lo hablaremos
luego, muero de hambre— Y así Mikoto me sacó del aprieto.
Con dos bandejas
bien surtidas, fuimos a una mesa en la esquina más apartada, allí vi a dos
chicas, una joven de piel blanca, castaña de ojos azules que me miró
amablemente y otra morena, con una sonrisa más bien burlona, alta, de ojos café
y cabellos marrón oscuro.
—Esta es la
caridad del día, ¿Mikochin?— Cuestionó la última, ganándose así mi desprecio
inmediato.
—Será mi compañera
de cuarto, no la molestes... Chie— Dicho esto tomamos asiento en la mesa y yo
intenté no hacerle demasiado caso, era la típica buscapleitos.
—Soy Chie Harada,
creo que es un gusto que me conozcas— ...y muy ‘humilde’.
—No le hagas caso,
soy Aoi Senou...— Intervino un poco las cosas la otra joven mientras Mikoto, se
dedicaba a lo suyo... comer. Al parecer es una mujer de gustos y acciones
simples.
—Soy Natsuki Kuga,
es un gusto conocerte— Dije lo más cortésmente que me sabía.
—¿Y cuál es tu
pecado? Es raro que le asignen compañía a Mikoto— Volvió a importunar, Harada.
—Veo que todos
tienen eso muy quemado en el chip, además... no es algo que te concierna—
Fruncí el ceño, así que ese era el modelo terapéutico general, por demás raro.
—Se sabrá...
posiblemente, tienes mucha ira...— Volvió a emplear ese tono molesto de
superioridad.
—Chie...
contrólalo— Gruñó Mikoto por lo bajo y la morena tragó saliva antes de guardar
silencio. Deduje rápidamente, que ella ya había tenido la mala suerte de ver a
la chica de ojos dorados en un episodio de ira descontrolada.
Después de eso,
tuve un almuerzo silencioso, aunque no menos vigilado... sentía un par de ojos
o puede que varios pares, sobre mi nuca. En cuanto acabó, que di gracias,
Mikoto se ofreció a mostrarme el lugar, para que me fuera acostumbrando y para
salir de aquella incómoda sala donde yo me sentía carne fresca en medio de un
montón de buitres. Después de pasar por los pasillos hasta los dormitorios, la
biblioteca, las aulas, la cafetería, las duchas, la zona de deportes, la
sección de la docencia y la residencia de los Viribus, Mikoto me señaló una
reja con dirección de una zona prohibida... —Si vas allí, podrías perder el
juicio...— No dije nada, simplemente asentí, no tenía la intención de probar lo
contrario.
Al final fuimos al
mausoleo, sí, el lugar más romántico del mundo en el que un campo lleno de
lápidas se extendía hasta la arboleda al pie de la montaña. —Muy pocos vienen
aquí... me gusta la calma que ofrece— Murmuró tomando asiento en la base de una
escultura en la que un demonio era sometido por un ángel, obviamente figuras
similares abundaban por el lugar. ¿Por qué era tan importante o qué clase de
fijación tenía con el tema el diseñador de ese reformatorio?
Pero pronto
entendí por qué a Minagi le gustaba el sitio, era silencioso, el viento mecía
gentilmente nuestros cabellos y no, ya no me sentía vigilada por todos, no
tenía ese peso en la espalda.
—Todas esas
miradas... tengo que acostumbrarme— Dije más para mí que para mi silenciosa
acompañante.
—Dejará de ser un
problema cuando se sepa cuál es tu pecado— La seriedad en su rostro me
sorprendía, no podía hablar en serio ¿o sí? —Siempre que alguien viene y no es
un Eius, se genera mucha expectación sobre ello, es frecuente que apuesten y
ten cuidado Kuga, algunos son capaces de forzar las cosas para saberlo cuanto
antes... ya sabes, para tomar ventaja—
—No tengo un
pecado Minagi, tengo muchos... como cualquier persona, entiendo que les laven
el cerebro, pero exageras ¿Sabes?—
—No vas a pensar
lo mismo cuando acabe la semana, por suerte para ti, es jueves... solo tendrás
que mantenerte serena un día más, yo cuidaré de ti lo que me sea posible, pero
cuando estés a solas, sé cuidadosa—
Aunque tenía como
mil preguntas, noté que Mikoto era una chica de pocas palabras y había que
sacarle algunas con ganzúa, aún me cuestionaba por qué había elegido decirme su
verdad con tanta soltura, confesar que mataste a un hombre en un incendio no es
la mejor carta de presentación. No estaba segura de todo lo que me decía,
dudaba entre lo que era verdad y lo que era una fantasía con la cual
seguramente se ayudaba a lidiar con la realidad, aún así me sentí mejor de
tener su compañía y pensé en lo justo... una verdad por otra.
—Yo tampoco pude
controlar mis llamas... Mikoto, él murió quemado—
—Lo hiciste, ¿por
propia voluntad?—
—Él simplemente
ardió en llamas, deseaba matarlo por tocar a Mai, pero en ese preciso momento
lo único que quería es que no se acercara a ella, aunque yo ya no tuviera
fuerzas para defenderla— Admitir ese estado de indefensión era para mí más
bochornoso que el hecho de haber incendiado de la nada a un violador serial.
—No quería que muriera, solo que... se detuviera—
—Je, parece
posible...— Mikoto no le dió tanta importancia. —Ahora lo entiendo mejor—
—¿El qué?— Levanté
una ceja con interés, me alegraba que no pensara que soy una homicida o algo
así, tal vez en todo el mundo ella es la única persona capaz de entenderme.
—Te escogieron
como mi compañera de cuarto, porque creen que eres del mismo tipo que yo—
—¿Ein?— Y yo que
pensaba que no era tan enojosa.
—Que tal vez,
seamos hermanas por el lado paterno...— Sonrió negando con la cabeza.
—Eso... no es
po...— Y no concluí la frase, pero... ¿Qué sabía yo de mi padre biológico? Que
tengo un gran parecido físico con él y que fue algo así como un error de la
juventud de mamá, un tipo hippy que le gustó y la dejó embarazada a una
temprana edad, que la abandonó con el problema encima, y que lo último que se
supo de él fue que falleció en un accidente en altamar. ¿Y quién dice que mamá
fue la única chica en su vida? Un tipo así no suena muy monógamo que digamos.
—¿Cómo se llama tu padre?— Pregunté haciendo mentalmente una comparativa entre
nosotras, si tenemos en cuenta el color de piel, cabello y algunos rasgos
generales, no sería muy descabellado, salvo porque los ojos de Mikoto son...
verdaderamente dorados.
—Ammón...—
—Un extraño
nombre...—
—Tan antiguo como
él mismo...—
—Sí claro, y los
nombres que le ponían los abuelos a nuestros padres... quizás, algún día
alguien va a reírse de los nuestros—
—Posiblemente—
Nos quedamos en
silencio, yo tenía mucho que pensar y puede que Mikoto también, no era
incómodo, se sentía la soledad pero con la apacible presencia de otra persona.
Así cuanto más pensaba en la forma de ser de mi nueva compañera de habitación,
me extrañé de suponer que tuviera problemas de ira... en realidad se mostraba
más serena ante casi cualquier situación de lo que yo lo sería. Incluso más
extraño, no le preocupa su seguridad física, como yo si lo hice al pensar en
ella, estaba más preocupada de que intentara ahogarme con la almohada cuando me
duerma, pero ¿y si ella temiera lo mismo de mí? Este lugar no es como me lo
imaginé.
—Mikoto...—
—¿Sí?—
—¿Cuánto tiempo
llevas aquí?—
—Serán 3 años,
dentro de un mes—
Abrí los ojos,
incapaz de contener el espanto en mi rostro. —Es... mucho tiempo— Intenté decir
componiendo mi expresión.
—Fue lo mejor...—
—¿En serio?—
—Cuando pasó lo
que pasó, creo que fue la cachetada mental que mi madre necesitaba... ya sabes,
sobre los novios que escogía, alcohólicos, adictos, malos sujetos, de esos con
letreros en la frente que dicen, dime feo y te aseguro que voy a tirarte un diente,
abusivos básicamente... Entonces ella dejó de buscar hombres, comenzó a
preocuparse por mis hermanos y por mí, al estar aquí y cuando supieron lo que
yo era, las directivas ofrecieron ayudarlas a cambio de mi lealtad, así que yo
les sirvo y no soy un problema más en las calles... creo que piensan que mi
padre quiere tenerme de su lado, pero yo no iría tras ese infeliz, a él jamás
le importó nuestra familia o mi madre... no le debo nada—
—Lo de tu padre,
lo entiendo... pero lo otro, ¿te pagan para estar prisionera?—
—Les dije la
verdad, aún si me encerraban encontraría la forma de salir... mis hermanos no
se alimentan del aire y el trabajo de mi mamá apenas daba para pagar las
cuentas, yo haría lo que tuviera que hacer... así que al final ofrecieron suplir
esas cosas, si yo les entregaba mi alma a su servicio—
—¿Tu alma? Suena
un poco extremo— Seguro es una forma de hablar.
—Hay verdadera
maldad en el mundo y no es algo propio de los descendi o los lucendi, he visto
que las personas pueden ser mucho más terribles que el más temible Crecelius y
si bien algunos son influenciados, nadie los obliga a hacer nada si no están
poseídos, en su mayoría la gente es mala porque quiere... pero si con el precio
de mi alma, puedo hacer que otras personas se ahorren vivir lo que yo, se hace
con placer—
Realmente, no
entendía mucho, me faltaban piezas pero entendía el sentimiento de Minagi.
—¿Cómo sabes que no soy una mala persona?—
—No lo sé, es algo
que apenas estoy investigando... y si lo fueras, entonces tendrías un enorme
problema conmigo— Entendí que ella no le tenía miedo a la idea de que yo fuera
el tipo de gente que mata a otra, de fondo estaba muy segura de poder
defenderse mejor que bien y eso, no estoy segura si me aliviaba o me preocupaba
un poco más.
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