La Orden Viribus
Capítulo 1
Et...
Me llaman “Problema”, siempre ha sido de esa forma para mí... está bien,
mi madre no me puso ese nombre, pero ciertamente, es la palabra que más usa mi
padrastro para referirse a mí. Soy Kuga Natsuki, tengo 17 años y dicho en los
términos de Kane, soy de la clase de personas que carecen de futuro. Supongo
que piensa eso debido a que siempre que llaman de la escuela, el instituto o
cualquier otra parte que tenga que ver conmigo, nunca es para dar
felicitaciones, o tal vez, si tenemos en cuenta que desde los 10 años, cosas
extrañas pasan a mi alrededor, cabe la posibilidad de que él podría tener
razón.
Recuerdo la primera ocasión en que cosas malas pasaron en derredor de mí,
aquella vez que tuve una pesadilla con la señora Nigishi, mi profesora de
matemáticas, esa mujer me detestaba y me hacía la vida cuadritos, pero vamos...
no deseaba que le pasara eso. Aquella noche después de tener ese extraño sueño
en el que dos sombras oscuras la rodeaban y envolvían hasta asfixiarla sin que
yo pudiera hacer nada, me desperté, la habitación había descendido unos grados
de temperatura, y mis gritos despertaron a mis padres. Le conté a mamá aquel
horror nocturno esperando como cualquiera, que el albur cambiase el destino de
un sueño narrado, pero lo siguiente que oímos mientras desayunaba para ir a la
escuela, fue el teléfono sonando para dar la noticia de que ese día sería de
duelo en la escuela por el fallecimiento de Nigishi, solicitaron que llevara
una banda negra en el brazo por motivo del luto.
Me angustié, cuando después y entre rumores supe que ella murió siendo
atacada por dos perpetradores, quienes la estrangularon hasta matarla por unos
pocos billetes en su cartera, era el mismo número de sombras y forma de
homicidio que en mi pesadilla; al principio pensé en la casualidad, luego tuve
que guardar silencio, vi venir las muertes de muchas más personas y lo soporté
porque a muchos de ellos no los conocía. Pasó el tiempo, llegó ese momento en
el que no supe si tenía la maldita providencia de ver llegar la muerte de las
personas o si mis acercamientos al mundo onírico eran la causa de sus decesos,
si mi soñar sembraba un funesto destino en los infortunados, entonces no
volvería a dormir; claramente mamá no estuvo de acuerdo y de cualquier forma
acabé durmiendo no más tarde de las 10 de la noche. Al final concluí que era
imposible saberlo, evité hablar del tema o contarle a otras personas, excepto
por una chica en la que confiaba, mi mejor amiga, Mai Tokiha.
A su lado dejé de sentirme tan diferente, me integré un poco e incluso
tuve un grupo de conocidos, llegué a acostumbrarme, a dejar de asociar mis
pesadillas con personas, dejé de interesarme en los demás para no saber qué
personas cercanas o distantes sucumbían en medio de mis oníricos más
detestables, la gente muere simplemente. Las cosas fueron bien por un tiempo,
quise sentir que eran pesadillas nada más, hasta que un horror nocturno me
mostró la cara de gente muy querida por mí; sus padres. Vi el auto apagando sus
vidas como un soplo extingue la flama de una vela, el mundo haciéndose trizas y
la burla de aquellas sombras. Ese día me desperté gritando, llena de miedo,
salí en pijama en plena nevada, llegué casi en estado de hipotermia a la casa
de los Tokiha, lloré y supliqué que no se fueran de viaje porque morirían, pero
qué era yo... sino una niña diciendo locuras incoherentes, pese a todo, logré
que las circunstancias cambiaran, no así el destino, no por completo.
Ellos no se fueron de viaje como lo tenían estimado, su padre tomó el
auto para llevarme a casa y devolverme a mi familia, la cual debía estar más
que preocupada por mi huida, mientras me decía de no hacer locuras como esa,
entonces un ebrio que se pasó un semáforo en rojo hizo añicos la existencia de
Tora Tokiha, a mí me destrozó un par de huesos. Él murió, yo estuve en coma dos
semanas... a pesar de eso, sobreviví.
Nada pudo ser igual después de eso, el mundo quiso recordarme por qué tenía que
ser una solitaria persona. Aún recuerdo las palabras de Mai cuando la vi en el
hospital. “¡Debiste ser tú! No él”
Ella sabía mi secreto, así que lo usó en mi contra plagada del dolor de su
pérdida, no se haría nunca una idea de la profunda herida que dejó en mí.
“Hubiera dado mi vida por ellos... tu mamá no
fue”
Sonreí con el llanto en los ojos, pues al menos por una vez mis pesadillas no
se habían hecho realidad por completo. Ciertamente eso no sería un consuelo
para alguien después de la muerte de un padre y no lo fue para ella.
“No la menciones... no sea que algo malo le
pase por tu culpa”
Dijo eso antes de salir corriendo, sentí el llanto humedeciendo mis puños
cerrados. Fue difícil, pero decidí que era mejor estar sola para no sentir otra
vez ese dolor y mamá me dijo que nunca más volviera a contar mis pesadillas a
nadie, porque las personas siempre temerán lo que no entienden. Como si yo no
estuviera aterrada o si entendiera más que ellos, lo cierto es que sabía menos
que todos.
Tuvieron que transferirme de escuela, la gente me molestaba por los
rumores y al final, me harté de permitir que pisotearan algo más que mi
orgullo, de modo que decidí hacer algo al respecto. Aprendí a defenderme con
los puños, asistí a clases de defensa personal, me hice mejor que buena en ello
y puse suficientes murallas en derredor de mí, al final las personas me tenían
miedo, pensaban que era un monstruo y por tanto lo mejor por hacer si
apreciaban su existencia, sería hacerse a un lado cuando yo pasaba. Llegó así
el día en que me lo creí, comencé a actuar así en casa y creo que fue bueno que
naciera mi hermana, ya estaba grande y ella podría ser todo lo que yo no fui
para mis padres.
Las circunstancias tomaron su curso, pero como siempre en mi vida, las
cosas nunca acaban de calmarse por completo, llegados los quince años algo
cambió dentro de mí al tener esas desastrosas pesadillas, una vez volvía a la
realidad veía flamas azules junto a mi cama, era fuego pero no había una mecha
o algún objeto incendiándose, hacía incluso mucho frío y estalactitas de hielo
se formaban en las patas de la cama, mi cuarto era un congelador en el que bien
podrían poner unas sodas a enfriar.
Lo que ignoraba entonces es que cada vez que me enojaba demasiado, flamas
azules manaban en derredor de mí, como aquella vez que me empujaron en la
academia y caí a un charco de lodo, me levanté, miré con odio a la zorr...a
esa, la que me había empujado, iba a darle una buena paliza, pero cuando sujeté
la muñeca de la desgraciada que osó tanto, aprendí rápidamente que el frío
quema incluso más que el fuego, porque sin usar tanta fuerza yo dejé mi mano
marcada en su muñeca. No estoy muy segura de qué vieron Annia y sus compinches,
pero salieron corriendo como si sus almas fuesen perseguidas por el demonio en
persona. Lógicamente todo se supo, castigada dos meses en mi habitación sin
derecho a Mayonesa, lo cual fue inhumano. ¿Era mi culpa no poder controlarlo?
Oh perdón Kane debí dejar que me golpearan, ups mamá, nací con flamas
integradas... y las malditas hacen lo que les viene en gana cada vez que tengo
sentimientos.
La siguiente cosa que se salió de control pasó hace un mes. Fui a una
fiesta, sí... supongo que tontamente supuse que Mai querría arreglar las cosas
y por eso me invitó a su fiesta, por una vez bajé la guardia y como siempre que
eso pasa, terminé arrepintiéndome. Aún si estudiaba en otro lado, ella era la
chica “soy todo popularidad” en más que solo su academia, y su carta le daba
esperanzas a la única cosa que no había podido arreglar en mi vida: nuestra
amistad. Aquello era en mi memoria de esas pocas cosas dulces y atesoradas que
valdría la pena conservar, mi alegría desapareció cuando al entrar por la
puerta tras entregar la invitación al tipejo que vigilaba la entrada, me topé
con su mirada y sus ojos se llenaron de espanto, luego de sorpresa; claramente
no estaba al tanto de mi arribo, lo supe instantáneamente... caí en una broma
bien tramada. Todos se quedaron mirándome, casi pude ver culpa en su violácea
mirada, aunque estaba preciosa en ese vestido rojo, ese color siempre le vino
tan bien. Levanté la barbilla, yo ya no era esa persona, atrás de mí tenía a mi
propia acompañante, es claro que hay gente para todas las cosas y yo soy el
objeto de idolatría de unas tantas personas, algunos de los miembros de la
fiesta alzaron la vista y con un ademán de sus rostros me enviaron silenciosos
saludos, los ignoré... porque mi indiferencia es lo que aman de mí. Miré de
soslayo atrás, una chica se asió a mi brazo, era una interesante rubia del
equipo de voleibol, continuamos con nuestro camino hasta que un sonido molesto
alcanzó mis oídos.
—Ja, no puedo creer que vinieras...— Escuché la voz de Nao, la chica era
el mejor reemplazo de mí que pudo conseguir Tokiha, una pequeña zorra a la que
todos los chicos de la fiesta seguramente le conocen ya el color de la ropa
interior y puede que algo más. —¿Realmente creíste que Mai te invitaría a su
fiesta cuando por tu culpa pasó lo que pasó hace tiempo?—
Aunque sintiera una espina adentrarse más profundamente dentro de mí,
sonreí con autosuficiencia. —¿No tienes algo más que hacer? ¿Además de lamer las
heridas de la última paliza que le dimos a su equipo en el triatlón?— Llevé una
de mis manos al bolsillo de mi pantalón, mirando a la pelirroja menor con una
expresión despectiva. —¿O sigues herida porque jamás hice caso de tus
insinuaciones…? cuando una mujer tiene un letrero de esos en la frente, no vale
mi tiempo ¿Comprendes?—
—¡Entonces vete! No eres bienvenida...— Dijo roja de la ira y la
vergüenza la mezquina araña.
—Que venga tu amiguita y me lo diga en la cara... yo no hablo con
lacayas— Murmuré antes de continuar mi camino hacia el jardín donde las bebidas
estaban dispuestas.
Una vez allí, Aika intentó animarme, tomamos un par de tragos, bailamos
con la música del Dj que seguramente contrató su madre. Avivé los recuerdos en
cada lugar de esa casa, memorando cada momento después de que las cosas se
torcieran tan terriblemente, Yasuna Tokiha no me culpó jamás por lo que le pasó
a su marido, ella hizo que todo el peso de la ley cayera sobre el sujeto ebrio
que estampilló su auto contra el nuestro, incluso me permitió entrar en su casa
muchas veces después de eso, pero Mai ya no me quería ahí, así que con el
tiempo dejé de venir. Takumi, su hermano menor aún me habla, somos buenos
amigos... la verdad es que por él me enteraba de cómo estaba ella, yo nunca
dejé de cuidarla desde las sombras, como si me espantara que mi premonición se
cumpliera algún momento después, afortunadamente eso nunca pasó, Yasuna está en
perfecta salud.
Nadie lo sabe pero tomo medicamentos, Saeko me llevó al psiquiatra después
del incidente con la muñeca de aquella chica, aunque el doctor se cuestionaba
cómo le había hecho una quemadura con las manos desnudas a alguien, mi madre
siempre quiso pensar que yo tengo fuerza suficiente para estrangular un pedazo
de piel de semejante manera. Al final concluyeron que la chica mentía, que yo
usé un encendedor o algo así y supuestamente no lo recordaba debido a un
episodio psicótico, ya saben cómo hablan de raro los doctores; al final todos
enterraron el asunto en sus memorias y con el Geodix, incluso yo pude volver a
dormir como un ser humano decente. El problema, no puedo tomar alcohol con esa
pastilla así que desde la mañana no la tomo, pero esta noche no tengo en mente
dormir así que no hay problema.
—Eh Kuga...— Oí mi nombre cuando bailaba adherida cual solapa a mi
acompañante, más le vale que valga la pena.
Lo miré esmerándome por recordar quién era, ah sí, el capitán del equipo
de Kendo. —Hay un sujeto nada recomendable con tu amiga... creí que querías
saberlo—
—Yo no tengo amigos, Takeda...—
—Es Mai, la acosa Yuichi...— Recordaba al sujeto, un mechas tintadas que
se unió a una banda de la zona esperando impresionar a las chicas, entiendo por
qué se interesó en Mai, ella es la presidenta del consejo estudiantil, hermosa
y con unos... encantadores atributos, como sus lindos ojos, sí... es el modo de
intentar las cosas lo que no me gusta.
Dejé abandonada a la chica con la que vine y comencé a caminar hacia el
lugar donde la ví la última vez, pero me detuve un breve momento para volverme
a ver al moreno. —¿Y traicionas a tu amigo?—
—Prefirió otras cosas... no es mi amigo— Respondió desviando la mirada
muy sonrojado.
—Entiendo...— Murmuré antes de correr hacia la casa, era como saber o
sentir exactamente hacia dónde ir, entender dónde iban las cosas mal.
Llegué trotando a la segunda planta de la casa, un lugar prohibido para
el resto de los asistentes a la fiesta, yo que había estado allí como mil veces
hace años, conocía el sitio como a la palma de mi mano, pero no veía a nadie en
ningún lado. Agudicé el oído y pude escuchar el sonido de un objeto caerse al
final del pasillo, justo dentro de la habitación de Mai. Llegué frente a la
puerta, me detuve cuando se escuchaban ruidos, algún gemido y una risa, una
variante de sonidos que jamás le escuché antes a la que fuera mi amiga de la
infancia.
Ella iba a tener sexo en su cumpleaños número 17, con un nada
recomendable chico, pero era su cuerpo ¿No? Suspiré dispuesta a irme cuando la
voz de aquella pelirroja atrajo mis pensamientos y mi alerta.
—No... Tate yo— Apenas era un murmullo al otro lado de la puerta, algo
que nadie hubiera podido escuchar. —No estoy segura de esto—
—Vamos nena... no me trajiste aquí para nada, no somos niños ¿Entiendes?—
Refutó la voz del sujeto que supuse, es Yuichi. Casi sentí arcadas ante el tono
que empleó...
Me acerqué silenciosamente a la puerta, no soy de escuchar conversaciones
así pero no habiendo más maneras... —No estoy preparada... eso es lo que tienes
que entender tú—
—Me advirtieron de tus jueguitos, siempre incitando a los hombres, pues
preciosa... verás que esta vez será la última que lo haces...—
—No Tate... por favor...— Un objeto cayó al suelo. —¡Suéltame!—
—Ja... ya estamos aquí, será rápido, verás como no duele tanto bombón—
No necesitaba tener mucha imaginación para saber lo que pasaría y con el
ruido de abajo sería extraordinario que alguien oyera sus gritos.
Automáticamente intenté abrir la puerta, pero vaya que estaba bien cerrada,
habían sido extremadamente precavidos. —Mai... abre la puerta... ¡Mai!— Grité
esperando que tuviera la oportunidad de darme paso.
—¿Natsuki?—
—¡Lárgate entrometida!— Escuché la voz de aquel despreciable.
Un sollozo. —Nat... Natsuki... ¡Ayúdame!— El sonido de un golpe y el
repentino silencio de mi normalmente escandalosa ex—amiga puso mis nervios al
límite.
—Si le tocas un solo cabello... juro... juro que voy a... ¡Voy a matarte
Yuichi!— Grité presa del pánico, no lo supe entonces, que esa promesa se haría
realidad.
.
.
.
—Natsuki... llegamos—
Volviendo a la realidad, miro por la ventana del auto de mi madre que se
ha detenido frente a una blanca edificación, básicamente un instituto
abandonado de la mano de dios y de la civilización, con dimensiones
extremadamente grandes para la cantidad abrumadoramente pequeña de gente que
hay aquí. “Reformatorium Destiny” se
lee en la entrada sobre el gran portón de platinadas rejas, del mismo modo que
en la base de una antigua pero lustrada estatua con dos preciosos arcángeles en
pie de lucha, los cuales someten bajo sus pies y amenazan con sus lanzas a un
raquítico y feo ser demoníaco.
No fue mi culpa, por dios. La miré suplicante... —La iba a violar... Ma,
no puedes culparme por defenderla... tú sabes que yo—
—Lo siento nena, sé que no querías herir a nadie, pero el juez exigió que
vinieras aquí por tu seguridad y la de otras personas, afortunadamente no
pudieron encontrar una causalidad para ese incendio espontáneo y no es un cargo
de asesinato en tu historial, sin embargo tendrás que quedarte aquí por un
tiempo... pero anímate mi niña, Mai vendrá a verte este fin de semana, ten
calma amor— Veía la sonrisa angustiada de madre, iba a encerrarme en un lugar
lleno de asesinos reales, eso no era muy esperanzador para mí.
Lo intenté otra vez. —Te juro que yo... no lo maté, todo pasó sin... sin
que pudiera prevenirlo, te lo juro—
Sus ojos verdes igual que los míos, me observaron con una fría
determinación, supe entonces que no cambiaría de parecer. —Natsuki, hazlo por
tu bien, por Alyssa, si pierdes el control otra vez y ella está cerca ¿Podrías
perdonarte herirla? Hazlo por mí cielo... te juro que nada me duele más—
—Ya aparecieron las llaves...— Ahora lo entiendo todo. —Supongo que
podría quemar la casa, o a mi hermanita pequeña, Ja... soy la flama azul, así me
apodaron los periódicos ¿Verdad?— Sentí la ira incrementarse dentro de mí; sí,
mi hermanita que es a todas luces un angelito de luz, cuya voz de ruiseñor, de
querubín la hace parecer a todas luces un ser celestial. Alguien que realmente
está mejor sin mí, todos ellos estarían mejor sin mí. —No digas más, aquí me
quedo y tranquila, no tienes que volver por aquí...— Abrí la puerta, salí del
auto y cerré la puerta con toda la ira que tenía dentro, se escuchó el vidrio
crujir. ¡Genial! Ahora le daba la razón.
—Eres tan terca como tu padre, en serio hija... no es como dices— Con el
mando del llavero y sin hacer caso del daño que le causé a su precioso auto,
quitó el seguro del porta equipaje, lo abrí y saqué mis cosas.
—Afortunadamente para todos, él está muerto... así debería estar yo, ¿A
nadie se le pasó por la mente suponer que quizás quien iba a morir ahí, sería
yo? ¿No podría haberme incendiado si hubiese estado en ese lado del lugar?
Trató de estrangularme ¿Sabes?— El temor en sus ojos mezclado con esa preocupada
duda me hizo más daño, no sabía si le gustaría que no existiera o qué. —No lo
pensaste mamá... que él estuvo a muy poco de acabar conmigo, apenas pude
sacármelo de encima y después, simplemente lo ví incendiarse antes de perder el
conocimiento, esa es la verdad— Posé la mochila en mi hombro y la maleta en mi
otra mano. —Pero Kane, dijo que no era conveniente revelar eso o de verdad
pensarían que lo hice, matar a alguien por ira, matarle para evitar que me lo
hiciera primero— Después de todo Kane es abogado y si me indicó eso, seguro que
fue para evitar algo peor.
—¿Él hizo qué cosa?— Negó con la cabeza murmurando entre dientes algo
sobre una charla seria con su marido. —Y aunque sea cruel decirlo por ese pobre
chico... me alegro que fuera él y no tú—
—¿Pobre chico?— Sentí un tic en mi ceja. —Si yo no hubiera subido ahí,
hoy la noticia en el periódico sería de cómo la Srta. Tokiha fue violada y
asesinada en su propia casa por un desconocido... gracias mamá, mejor ve a
recoger a Alyssa en la escuela, ella sí será una buena inversión de hija—
Me di la media vuelta sin mirar atrás, frente a la entrada estaba de pie
una mujer de cortos cabellos blancos con cara de estreñida y amargada, una
monja seguro... Pese a lo que hubiera querido, que se reducía a estar sola en
medio de mi nada glamurosa entrada a un reformatorio, esperando que no viniera
mamá a mis espaldas y ahorrarme un par de peleas con los posibles abusadores
del lugar, para los que sería una presa fácil por ese hecho. Claramente no tuve
tanta suerte, madre no me dejó ir sola, caminó silenciosamente junto a mí
mientras yo me sentía avergonzada por hacerla vivir este momento, ingresando a
su hija en un reformatorio por sospecha de asesinato, era como para dejarme
abandonada aquí, cerrar la puerta y tirar la llave.
Pese a todo se miraba tranquila, como cuando aparenta que nada pasa. La
escuchaba hablar con la mujer mayor, cuestionando sobre la seguridad del lugar,
la posibilidad de que yo recibiera agresiones de otras personas verdaderamente
malas. A cada maternal pregunta, Miss María como había dicho llamarse aquella
mujer mal encarada, argumentaba el bajo índice de denuncias, irregularidades o
se vanagloriaba de los altos estándares que ocupaba aquel reformatorio, con la
tasa más exitosa de reinserciones sociales. Ante todo eso, yo sabía de antemano
lo que me esperaba, psicólogos muchas horas al día, drogas experimentales,
tratamientos fuera de serie, castigos épicos.
—¿Y sus estudios?— Como toda madre que se digne serlo, esa pregunta no
podría faltar. Je, como si yo tuviera un futuro por el que valiera la pena
machacar las neuronas y quemarme las pestañas. —Según el juez debe permanecer
un año aquí... luego...— Murmuraba esperanzadamente con sus preciosos ojos
esmeraldas llenos de la Fe que a mí me faltaba.
—Nosotros tenemos un manejo académico, del nivel del mejor instituto del
país, ella asistirá a clases bajo la debida vigilancia— La señora me miró como
evaluando si mis neuronas estarían a la altura de las expectativas, tal vez
concluyó que no. —Y en realidad, Madame, el juez puso a su hija bajo nuestra
custodia porque tiene un alto historial de violencia con respecto a sus
coterráneos y compañeros de clase, es una intervención directa la que se
requiere en estos casos, bien puede ser que la Srta. Kuga requiera asistencia
psiquiátrica y con ello logremos avanzar bastante durante este año, pero si el
problema tuviere otra fuente, cabe la posibilidad de que sea evaluada al final
de este periodo y sea trasladada a otras instalaciones más propicias, pues para
ese entonces, será mayor de edad—
—¿Insinúa que si ustedes lo consideran ella tendrá que continuar en una
institución mental o una cárcel?— Si ella no daba crédito a lo que escuchaba,
imaginen mi cara al oír esas poco halagüeñas posibilidades.
—No lo insinúo, se lo estoy haciendo saber— Respondió tan parca como era
posible, esa mujer de cierta forma me hacía sentir intimidada.
—¿Cómo es posible que no se me informara de esto?—
Miss María levantó una ceja con extrañeza. —Se le informó a su abogado...
el señor Kane Krauss, tal vez no tuvo la ocasión de decírselo—
Y por segunda vez ese día madre masculló entre dientes sobre los
reproches que mi padrastro tendría que enfrentar esa noche. Caminamos por el
lugar, sintiendo sobre mí la penetrante mirada de cada una de las personas con
las que nos cruzábamos, como si todos esos chicos y chicas me miraran con la
barbilla recta, demasiado altivos y orgullosos de estar en un reformatorio. La
sensación se intensificó especialmente cuando unos ojos rojos como la sangre se
cruzaron en mi camino, la vi durante un segundo, cruzando por el pasillo en
dirección opuesta a la que yo me dirigía, pero se me quedó grabada en la
retina, había visto mujeres hermosas, pero ninguna como esa castaña de rostro
perfecto y curvas de mujer fatal... Solo por orgullo me negué a seguir su
marcha con la mirada, si ella estaba tan recluida como yo, seguramente la vería
después.
Nos detuvimos abruptamente y yo agradecí, tener tan buenos reflejos,
hubiera quedado muy mal atropellar a una anciana por un mal paso. —Muy bien,
esta será su habitación Srta. Kuga, les daremos unos momentos para despedirse
ya que los horarios de visita son bastante estrictos, así que la espero dentro
de 30 minutos en mi oficina, por favor, sea puntual—
—Se lo agradecemos...— Dicho eso, aquella siniestra dama se marchó, yo
entré en la habitación seguida por mi madre, quien cual autómata comenzó a
acomodar mi ropa en el closet vacío mientras yo miraba el camarote que
seguramente compartiría con otra persona.
No nos dirigimos la palabra hasta el momento en que todo estuvo dispuesto
en su lugar, ese silencio estaba matándome, pero sé que no dejé ni una ventana
abierta para una conversación. —Hay formas más diplomáticas de deshacerse de la
gente... al menos ha debido tener los pantalones de decírmelo en la cara— Creo
que debí decir otra cosa, pero era lo que pensaba.
—Ya hablaré con él al respecto Tsuki... no será como dice esa mujer, de
ningún modo voy a permitirlo— Parecía fiera enjaulada, sentí cierta calidez al
notar que estaba genuinamente preocupada por mí, lo que me llevó a pensar en
las posibilidades de lo que tenía sobre mí y sobre lo que pasó.
—¿Y si es lo correcto?— Dudé con una mueca llena de la tristeza que casi
siempre escondía en mi frío mirar. —Aunque lo dijera enojada, sí me preocupa de
verdad... Alyssa, tú y hasta el idiota de Kane...— Bajé la mirada sabiendo que
en el fondo, nada evitaría que me quedara recluida en ese lugar, era una
vergüenza que tendría que cargar cada día.
—Natsuki...— Musitó con su suave tono de voz, estaba preocupada. Tomó
asiento en el camarote junto a mí, sujetó mis hombros y me obligó a mirarla, a
hablarle.
—Si llegara a ser un peligro para las personas mamá... estaría mejor
dentro de estas 4 paredes—
—Eso no pasará Tsuki, yo no lo voy a permitir... Me niego a renunciar,
eres mi hija... siempre hay una solución, mientras tú así lo quieras yo no
pienso rendirme—
—Daría lo que fuera por no tener estos extraños episodios, te juro que me
encantaría ser tan normal como cualquier persona— Admití conteniendo la
amargura que me había embargado durante tanto tiempo. —Pero... no lo soy—
Silenció mis palabras con sus tibios dedos sobre mi boca, negó con la
cabeza y me impidió matar mis propias esperanzas, dándole a mi frente un tierno
beso. —Tienes esta posibilidad, Miss María me informó que este sitio es lo
mejor de lo mejor, no existe en el mundo un reforma... un lugar tan capacitado
para atender el mal que te aqueja, así que te lo pido mi niña... inténtalo
¿Sí?— Con esos ojos de cachorro supe cuán imposible estaba negarme a cualquier
cosa, después de todo, tampoco era algo sobre lo que pudiera decidir, había
sido una sentencia.
—Está bien... ma— En cuanto dije aquello, sus brazos me envolvieron con
firmeza, con la necesidad de protegerme del mundo si hacía falta. —Todo va a
estar bien...— Le dije mintiendo solo para verla irse con un poco de paz. Un
beso en la frente, ambas sabíamos que su tiempo se había agotado, me entregó la
billetera de emergencias indicándome usarla con sabiduría y luego se fue, puedo
apostar que noté un par de cristalinos en su faz.
Revisé el contenido de la billetera, una suma en efectivo, la de crédito,
una tarjeta inteligente para llamadas, copia de mis documentos más importantes
y una foto de los cuatro, Madre y Kane conmigo en el centro cargando a una
pequeña Alyssa de 4 años. —Vas a estar mejor sin mí un tiempo, peque...—
Susurré suavemente a la rubita de ojos azules, que pareciera olvidar quién es
su madre, habiendo tomado todo el ADN de Kane. —Será un largo año...— Suspiré
intentando que mis pensamientos, me llevaran a lugares más tranquilos y menos
claustrofóbicos.
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Me fascina la forma en la que escribes, es bastante interesante me atrapa de una forma unica, admiro todo lo que creas, esta historia esta realmente grnial, me gustaría saber...vas a continuar con Tempus vitae?
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