Esperando sea de
su agrado, les deseo un muy feliz año. Ruego porque este nuevo periodo que
inicia, este lleno de prosperidad y bienestar para ustedes.
Un abrazo.
Capítulo 49
Lacus I
La tensión podía sentirla en el estómago, alerta
ante las oscuras posibilidades que se le presentaban, pero ahí estaba, de pie,
frente a la puerta de aquella sala y esta vez, no sería junto a Nagi apreciando
el triste destino de otra persona. Suspiró largamente antes de darse el valor
de abrirla, ante ella se presentó un escenario lamentable, tensó la mandíbula y
ocultó su delatora mirada en los largos mechones de sus cabellos rojizos. Allí
postrados al pie de la silla que haría las veces del trono en las épocas más
prósperas del castillo Bizancio donde Kruger Barbarak gobernó, se hallaba lo
que podría definir como sus dos tesoros más preciados, contuvo la respiración
observando cómo Zade era el objeto del deleite del Conde; sabía que el hombre
había robado los labios de la doncella argita alguna vez para hacerla rabiar,
pero nunca en su presencia y no más que eso, ahora temía lo peor.
—“No puede ser
que hiciera esto... para nada”— Controló un enojo inconmensurable, el fuego
de sus celos dentro de sí y la memoria culpable de su boca en la piel de otra
mujer, la de Kruger. Con el sonido de la voz de Natsuki aún resonando en sus
oídos a través de sus recuerdos, miró directamente a su ‘aliado’ intentando
ignorar las cosas, aunque el fogoso beso acallaba las quejas de la Zade cuando
sus miradas se cruzaron. La veía impedida por las ataduras en sus manos y pies,
el collar que como el de un can desprendía una cadena que Nagi sostenía en su
mano para obligar a la argita no le sirvió de consuelo, se asqueaba...
preguntándose si Zade sentía lo mismo al verla, al pensar que su piel no era ya
solo suya y entonces no se sintió digna, estaba también dolida; Dai Artai
apartó su boca de la de su presa poco después de que la vió arribar, sonrió
ladino en un silencio pesado mientras apartaba a la morena de él, empujándola al
suelo a un lado de su silla como si esta estuviera al nivel de un animal, un
perro tal vez.
—“Pagarás por
eso...”— Se
dijo a sí misma. Se aproximó al centro de la sala, con un nuevo ángulo y campo
de visión, observó un moretón en el rostro de Sherezade y la ira como un veneno
ácido, reverberó en su interior una vez más; del mismo modo su hermano no se
encontraba en un mejor estado, también estaba impedido de manos y pies por
cuerdas bien atadas, además tenía la boca tapada por una mordaza, seguramente una
medida tomada para impedir que la invocación de sus bestias espirituales
tuviera lugar.
Dai Artai elevó una voz ceremoniosa para ser oído
por todos. —Dicen, que las acciones más valientes o las más tontas, vienen
después de un instante de ira o indignación, quienes están rotos o carecen de
dignidad, suelen ocupar más a menudo las segundas acciones.— Extendió los
brazos mirando concienzudamente a Nao. –En qué posición te pone eso… Nao,
porque presentarte aquí sin mi guerrera parece algo en extremo tonto—
Y no lo era, sin Natsuki él no podría prescindir de
Darsiv o Zade, no todavía. —Me pediste venir y me apresuré a hacerlo, el
destino de tu guerrera tras cumplir tu mandato es algo que no me concierne...—
Bajó la mirada con desinterés, como si sus uñas y brazaletes fueran más
interesantes que el tema tratado. —Fue Hideki a quien enviaste para ser su
custodio, Kruger es su asunto ahora. — Se cruzó de brazos cuan orgullosa era.
Yuuki comprendió que extrañamente el séquito de Nagi era más reducido de lo
frecuente, casi podría jurar que era apenas un puñado de hombres comparado con
el grupo de siempre. Asintió silenciosamente encajando las piezas en su mente,
estaba claro que Dai Artai ya habría movilizado más de la mitad de sus fuerzas
hacia el centro de Windbloom con la intención de hacerse con la capital, y los
allí reunidos no serían más que una salvaguarda a su seguridad, los
propietarios de Slave sumamente poderosos. También observó que Satoru Fujino
ocupaba el asiento que normalmente le estaba reservado y una idea helada cruzó
desde su cabeza hasta su espalda como un escalofrío, era prescindible... se
había agotado el tiempo.
Aquel hedonista sonrió y levantó una ceja. —Siempre
tan astuta... cuando creo que olvido por qué estás a mi lado, me lo recuerdas—
Pareció serenarse, se miraba incluso complacido, pero era desagradable verlo
acariciar los cabellos de la morena postrada a sus pies, la estaba probando...
jugando con el fuego en sus venas, eso no hacía que doliera menos.
—Conoces de sobra mis motivos— Refutó la pelirroja
escondiendo su verdadero sentir como una hábil actriz.
Aún así Nagi frunció el ceño, sujetando la barbilla
de Zade con cierta fuerza. —Sin embargo, tus niños se han portado un tanto mal,
Darsiv y Sherezade... ellos han intentado marcharse...— La soltó con disgusto,
moviendo el rostro de la ojiverde con desprecio. Los ojos sangría de Nagi
apreciaron la sorpresa y el desencanto emerger en la faz impávida de Nao. —Sin
ti, al parecer— Se regodeó de su apreciación, notando la fisura en las emociones
de Yuuki, dolida sin duda.
La bailarina volvió el rostro sobre los morenos, con
la mirada perdida y sus puños cerrados, parecía incapaz de refutar o decir algo
siquiera. Bajó la cabeza, mientras Zade y Darsiv la miraban. Sin voz para
hablar, había un claro arrepentimiento en la cara de la ojiverde menor,
mientras que el moreno de mirada ambarina la miraba preocupado.
— ¿Qué quieres que haga con ellos? Te han
traicionado, ¿no es así? — Afirmó con un tono misericordioso y hasta compasivo
el de cabellos platinados caminando más cerca y alrededor de la pelirroja,
aunque para los ojos de los hermanos era casi como ver a una serpiente
preparándose para atacar y se movían intentando por la fuerza romper sus
ataduras.
—No... Nao...— Se quejó desde el suelo, esmerándose
en levantar el torso para contemplar a la pelirroja.
Pero Nagi volvió a importunar. —No pienses que
ignoro sus ideas, ya has cumplido tu objetivo... tu venganza se ha completado,
tu sed y lujuria han sido saciadas, los dos cumplimos, podrías irte después de
la luna carmesí con los cofres de los que sólo tú sabes la ubicación, un
pequeño pago como muestra de nuestra amistad, serían solo unos días más y luego
pudieron formar una familia... ¡Ella sería tuya!...— Añadió sobresaltando a la
bailarina quien se llevó la mano a la altura del pecho como si este le doliera
repentinamente. —Oh, pensar que estuviste dispuesta a todo por los Zagara,
fuiste capaz incluso de las más viles acciones, en especial por ella... harías
cualquier cosa por Zade y la dama no creyó en ti, a la más leve duda eligió
dejarte atrás como basura.— Eran los ojos de Nagi todo lo que podía ver y su
voz grave, que persistente, ahondaba más en su mente, su mano sosteniéndole el
rostro por la barbilla le obligaba dolorosamente a ver en dirección de la chica
cuyo desencanto había causado, la cual negaba con la cabeza pero no acudían
excusas ciertas a sus labios ligeramente hinchados por los besos del Conde en
ella. —Pero yo... comprendo este dolor insoportable, deja que otra piel sane
estas heridas, olvídala y que su destino sea el mismo que le espera a la
criatura que antes destrozó tu interior, los traidores no merecen un destino
mejor. Así que las doncellas de ojos esmeralda mueran con la misma carga sobre
sus hombros. — Esperaba que fueran carne de cañón desde el principio, aun
así... no soportaba la idea de verla muerta.
La sola mención de la traición de aquellas mujeres
con tan peculiar parecido, fue como un golpe capaz de impedirle la respiración.
¿Por qué estaba allí a fin de cuentas? Odiaba a Natsuki... no, eso ya no sería
posible con lo que había pasado entre las dos, con las dudas creciendo dentro
de su corazón... y Zade, la miró a los ojos... ella la dejaría atrás.
—A alguien le gusta mucho oír su propia voz. —
Refutó otra de tono grave sacando de su ensoñación a Nao quien enfocó de
inmediato, volviendo la vista atrás para ver a cierta ex lobuna, de pie con los
brazos cruzados en el marco de la enorme puerta. ¿Eran impresiones suyas o la
ropa se le ajustaba más que hace unos minutos cuando se separaron?
—Natsuki— Musitó repentinamente contento el arteno.
—Es grato verte tan radiante... ¿Estás satisfecha? Te concedí los silenciosos
deseos que han susurrado tus ojos al mirar a la bella Julieth, ¿ella fue
diligente en la tarea? —
—Grr... Tsk— Gruñó la pelinegra desviando la mirada
a otro lado con evidente vergüenza.
—Tal parece que estimamos en demasía las habilidades
amatorias de Nao. ¿Acaso no te satisfizo? — Preguntó Nagi con fingida
preocupación.
—Un momento...— Satoru se puso de pie iracundo y se
aproximó a la Duquesa con la intención de pelear. — ¿Te revolcaste con esta...
esta bailarina? Justamente cuando se ha sabido que mi hija está encinta,
esperando un par de monstruos de tu carne y de tu sangre— Casi parecía que las
venas de la frente le fueran a explotar al ojeroso y antes decaído señor
Fujino. —Cuando ella lo sepa, al fin entenderá la clase de criatura que eres,
caerá el velo que pusiste sobre sus ojos y volverá a ser la niña de papá que
siempre fue. —
Una corriente de aire gélido se dispersó en el lugar
desde la ubicación de la hija de Takeru, rompiendo algunas copas y ventanas en
el acto. — ¡No te atrevas! — Amenazó de inmediato, logrando que los
acompañantes de Nagi se pusieran alerta de inmediato, pues el peliblanco estaba
bastante cerca de Kruger y Fujino. —Prefiero implorar el perdón de su muerte
mil veces...— Gruñó Natsuki con toda intención de matar y los ojos una vez más
llenos de una extraña locura y desesperación.
—Oh... qué oscura mirada es esa, no la veía hace
tantos años— Susurró con beneplácito el Conde antes de volver a su confortable
asiento con un aire reflexivo y su mano en posición de pensar como una antigua
escultura. —Puedes matarlo si gustas Natsuki, si él no comprende que el sexo es
solo sexo... porque, ¿cómo podrías amar todavía a Nao Yuuki? — Luego dudó
divertido sembrando la duda en el aire. —Aunque, pensándolo bien, aquí estás,
sin Hideki... viniste a mí cuando pudiste huir a los brazos de la dulce
Shizuru, ¿era a la que llamabas tu amada esposa? —
El viento se detuvo, aunque la nieve del exterior
comenzó a caer a través de las ventanas rotas... y el frío llenó el salón. —No soy libre... aunque no estoy segura de
saber si maté por error a tu siervo. Me enojé más de la cuenta, me temo. —
Levantó los hombros con desinterés. El Conde tensó la mandíbula imaginando el
destino de uno genuinamente leal. —Desaparece de mi vista...— Esta vez Kruger
le habló a Satoru, quien creyó honestas las intenciones homicidas de la
pelinegra y se escondió tras los otros esbirros al servicio del Conde, mientras
el iris esmeralda sostenía la mirada escarlata del tirano que distante aún
sopesaba el destino de ciertos hermanos argitas.
Nao, quien aprovechó la oportuna intervención de
Natsuki y la distracción, logró desatar los pies y retirar la mordaza de
Darsiv, sin embargo, cuando retiraba tan cuidadosamente las ataduras de Zade.
—No digas nada...— Advirtió al ver que la chica quería dar quizás demasiadas
explicaciones. Sujetándola por la barbilla observó de cerca el moretón en su
rostro. — ¿No te hicieron nada más? — La morena negó para alivió de la
pelirroja. —¿Quién te golpeó? —
—Gon Hiu...— Respondió apenada la más joven de las
dos.
La pelirroja miró al sujeto alto y fornido,
igualmente moreno, pero de cabellos y ojos tan negros como el ébano, a él le
encantaba hacer sufrir a las mujeres y Zade le gustaba en sobremanera, dudaba
que se hubiera quedado a gusto sólo con un golpe, podría apostar que más
heridas semejantes se ocultaban bajo sus atuendos. —Lo mataré...— Dijo más para
sí que para la morena, antes de ponerse de pie y sabiendo que Nagi no le había
perdido de vista, lo confrontó lo suficientemente molesta para no sentir temor
de nada. —Me llamaste, estoy aquí... ¿Me dirás el motivo? —
El arteno suspiró, odiaba las interrupciones de sus
cavilaciones, algo diferente más que solo el alma rota de Kruger se tornaba un
enigma que había absorbido su atención desde el instante mismo de verla. —Ella
es tu juguete y él tu protegido, incluso si son mis siervos... serás tú quien
les dé un ejemplar castigo, imagino que eso es más amable que ordenar a
cualquier otro las acciones adecuadas, temo que no cuiden la belleza de una que
es sin duda comparable a la de una ninfa— Tampoco a él le gustaba deformar la
gracia de una mujer, disfrutaba de admirarlas y Zade era especialmente hermosa.
—Luego me mostrarás las marcas de tu disciplinamiento... por ahora, apártalos
de mi presencia— Anunció con un ademán de su mano, como si sacudiera de su
atuendo una mosca, delatando que aquel par no le importara en lo absoluto.
Aquella era una oportunidad dorada, sacarlos del
salón con el aval del Conde, no esperaba que fuera tan fácil... era todo cuanto
Nao quería, pero no coincidían sus pensamientos con los de Natsuki cuando la oyó
decir el nombre del peli plateado. —Nagi...—
—Diablos...— Murmuró Yuuki por lo bajo rogando para
que Kruger se callara o tuviera un largo discurso en mente. Apuró a sus
protegidos para llegar al otro extremo y alcanzar la seguridad del pasillo, en
el que cortó sin dilaciones las ataduras de sus manos y cuellos. Era la ocasión
de irse. Lo vio en los ojos de su ex amante y el joven moreno, pero en el fondo
sabía que su historia inconclusa no acabaría allí, o eso rogaba a los dioses.
Buscó entre sus ropas encontrando las dos gemas y el
pañuelo que un día le dió Natsuki por el valor de su vida allá en río. Se los
extendió posándolos sobre las manos de Darsiv. —Son libres... tomen la
oportunidad, en el pueblo el señor Kurt tiene guardadas un par de cosas mías,
lo suficiente y más— Tragó saliva mirando atrás por un momento. Oyó la voz de
Dai Artai... — ¿Sí? ¿Deseas algo Natsuki?
... quizás otra secreta complacencia— Volvió a ver a los dos jóvenes a los
ojos, apresurándose lo más posible. —En el interior de la bolsa encontrarán dos
cartas, en una de ellas describí la que creo es la ubicación de sus padres y
sus hermanos, quería estar más segura... pero no hay tiempo. A Nagi ya no le
importa el Valle negro, si logra hacerse con Windbloom sólo Argos podría hacerle
frente, por eso les suplico lleven la segunda misiva ante la princesa Chie
Harada...— Tragó saliva. —Sobre su familia, solo tienen una oportunidad. Si el
cuidador que los tiene cautivos los descubre antes de llegar a su escondite no
podrán hallarlos nunca, sean sigilosos al seguirlo. — A pesar del frío sudaba,
con los latidos galopantes en el pecho. Entonces cesó su voz sin saber qué más
decir, ¿era todo... por decir? —Largo...—
— ¿No vendrás? — Preguntó la menor de los Zagara con
los ojos cristalinos. —Ven con nosotros— Casi suplicó.
—No.…— Le costó no romper la voz. En cierto modo
Nagi... tuvo razón. —Yo ya no estaba en sus planes y es mejor así, serán una
carga menos para mí— Acercó la mano a su rostro, mirando las líneas de henna
dibujadas en sus uñas, los tatuajes que hábilmente ocultaban sus manillas y
adornos argitas, cerró el puño poniendo su clásica expresión de desprecio.
—Obtuvimos lo que cada quien quería... Yo recibí su instrucción a cambio de la
ubicación de los Zagara. Pero claro que me divertí contigo, Zade. Gracias por
eso, sé que no hacía parte del trato— Levantó una ceja ladina mientras decía
tan viles palabras, cuando dentro del puño cerrado esas uñas cortaban la piel.
Oía al mismo tiempo a Natsuki alargando lo más posible su conversación, con
frases lentas en su voz grave. —Dijiste
que yo no sé mentir...pero sé bien que la mentira más convincente debe tener un
dejo de verdad y es que desde aquella vez en la que relataste la particular
historia de cómo mataste a tu padre, yo no he dejado de pensar—
—Darsiv... Sherezade, váyanse de una vez— Insistió
con maestría actoral.
Volvió a oír a Natsuki hablar, le parecía más
distante su sonido, temió y no evitó fruncir el ceño delatando su interés por
su vieja amiga ante los ojos de Zade quien enfureció en el acto presa de los
celos. — ¿No era Nobu un Vargar? —
Insistió la terca hija de Takeru y entonces Nao supo lo que trataba de hacer
ante el Conde, no daría resultado. Ella también sospechó por mucho tiempo que
Nagi fuera el propietario de un Slave tan raro como aquel lobo negro, sin
embargo, ya había visto la quimera de Artai, una criatura heredada por los
miembros de aquella casta.
Zade interrumpió sus reflexiones con la voz herida.
—Cuando creo que hay algo bueno en ti...— Había arrepentimiento en su mirada,
como si Nao hubiese sido el peor error en su vida. —Qué tonta soy. ¡Bien! Únete
a ellos, que te queda bien— Llanto cristalino llevándose consigo el polvo en
las mejillas de la joven pelinegra y la fe en aquella maliciosa mujer.
Sherezade Zagara del Valle Negro cubrió su rostro con la capucha, recordándole
a Nao la primera ocasión en la que la vió, la doncella dio la media vuelta
alejándose con paso raudo y molesto.
Darsiv se quedó clavado en su lugar, sin entender,
¿por qué Yuuki hacía algo así...? Apreció la expresión ególatra desdibujándose
mientras esa mirada de olivo veía a su hermana partir. ‘Tiempo’ pensó. Les daba el tiempo para desaparecer. No la dejaría
atrás... de ninguna manera...
Fue suficiente que él lo entendiera. Yuuki suspiró y
acarició la mejilla del muchacho antes de prodigar un beso a su frente como
símbolo del sincero afecto fraterno que le profesaba... —Vete, una vez él lo
sepa, correrán contra reloj y un asesino irá a ese lugar. — Con sus dedos hizo
un ademán de silencio, Zade ya se había sumergido en las profundidades oscuras
de aquel camino conocido, sonrió mientras el llanto escurría por las propias
mejillas. —Cuídala por mí, querido Darsiv...— Susurró antes de acomodar
diagonalmente el velo que cubría sus ya de por sí escasas ropas, develando así
sus intenciones al darse la media vuelta para volver por el camino que habían
recorrido. El de mirada ámbar contempló las vendas sutilmente manchadas de
sangre en su torso y las dagas en su cinto, negó con la cabeza ante la injusticia
que presenciaba, luego tensó la mandíbula dispuesto a seguir a su hermana
sabiendo que tendrían que ser más rápidos que el verdugo.
.
.
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— ¿No era Nobu un Vargar? — Natsuki dio un paso más
cerca del centro del salón, con la amenaza implícita en ella, los esbirros del
Conde tomaron los cristales negros en sus manos y otros, con escopetas cargadas
con el mortífero material, le apuntaron a Natsuki, pese a todo, ningún temor
asomó en el níveo rostro de la belleza pelinegra. —Hasta donde yo recuerdo, son
cánidos de proporciones inmensas que tienen un tremendo parecido con los lobos,
¿quién puede afirmar que la criatura está muerta además de ti? ¿Quién puede
decir que no fue ese el monstruo que mató a la familia de Nao hace tiempo? —
— ¿Quieres desentrañar los secretos? ¿Por qué no
revelamos los tuyos primero? — Sonrió, aún si no esperaba esa conversación, ya
poca o ninguna interacción tendría con su admirable rival y es que Natsuki
despertaba en él una considerable admiración. Pero era un juego que podían
jugar dos. —‘si he de ser un monstruo, si
no vas a amarme nunca... deshazte de mí, deshazte de mí’— Recitó el arteno
a la par que Kruger palidecía memorando el instante y lugar donde dijo aquellas
palabras a los dioses, tan atormentada como estaba con una pena insoportable.
También por la presencia de una que imaginaba le había abandonado por segunda
vez. —“Nao... ¿Por qué?”—
—...para
quien imploró tan amargamente a sus dioses una pena tal, un desamor
desgarrador... sorprendentemente olvidaste muy pronto a la que fue primera en
tantas cosas, pero igual estás aquí... a su servicio todavía. Me pregunto así
¿cómo es que superaste tan intensos sentimientos por la Srta. Julieth? —
Concluyó sorprendiéndose de ver cierta figura silenciosa a la espalda de
Kruger, con el abrigo cubriendo apenas el lado izquierdo del cuerpo, casi tan
expuesta como si se preparara para uno de sus bailes.
—Cómo es que tú...— ¿Cómo saber un secreto reservado
a las confidencias de la noche y la soledad en un lugar apartado? Estaba sola
cuando gritó esas palabras al viento, eso podía apostarlo.
—Te veo Kruger, cada par de ojos de Fukka que pude
comprar... lo parece, que estás sola, pero no es así, siempre hay alguien que
mira. En esa ocasión te vi por mí mismo y admiré la gracia de tus verdaderos
deseos, conocí a la bestia la que asesinaba Orphans sin clemencia ni dilación y
a los hombres detrás de aquellos seres, la que con un golpe rompió a un Golem
tortuga en mil fragmentos. ¡Oh! Cuando lo vi, me pareció que jamás podrías superar
a la Srta. Yuuki... ¡Cuánta ira, cuánta fuerza contenida! — La efervescencia de
Dai Artai crecía olvidando medir cuánto atizaba las brasas para conseguir un
fuego intenso.
Cada decir martillaba en su mente y sus recuerdos,
casi lo olvidaba... la persona en la que se convirtió cuando Nao se fue y su
madre murió. ¿Qué oscuro placer encontraba ese hombre en desmenuzar sus
secretos y exponerla frente a la persona que la había destrozado no una sino
dos veces? Se sentía observada, con esos ojos puestos en su cuello... aquel era
el pasado, irremediable e inmodificable, uno que había deseado mantener en el
olvido para todos. Incluso con Shizuru, cuando fue a su casa en Tsu tras el
acuerdo de su padre y el señor Fujino, la había suprimido de su mente como si jamás
hubiese existido para tener por un momento esperanza, pero allí estaba tan viva
su historia como para ser el medio por el cual Nagi le haría padecer. —Eso no
es...—
— ¿Verdad? — Culminó Nagi la frase.
— ¡No! — Refutó más que molesta, se volvió a ver a
la dama pelirroja... Yuuki seguía allí con el interés detenido y los labios
abiertos. —¡Te equivocas! — Frunció el ceño volviendo a mirar a Nagi.
—Sigue viva... y sin pedir perdón se lo has dado,
por sus deseos ha muerto tu padre, por su servicio estás aquí servida ante mí,
pero tú la sigues guardando, ¿no es eso amor? ¿No está ahí la insignificante
flama que no se extingue, la que te hace agonizar por su proximidad, sufrir su
destino y deleitarte con su piel? Sabes que al final no se oían quejas o reclamaciones,
tan sólo gemidos llenos de un placer inconmensurable... la besaste, la deseaste
y bebiste de ella como de una copa... pero aún tienes sed, puedo dártela las
veces que lo desees. ¿Qué importa si jamás lo superaste? ¿Cuál es el problema
de admitirlo? — Decía con vehemencia, ímpetu y emoción el peliblanco,
contagiando a todo aquel que lo observara, los demás silbaron presionando sus
voces hasta que Nagi levantó su palma para culminar su tramado discurso.
—Deseaste una vida con ella... aún tienes esas imágenes en el pensamiento y
ayer... sólo se ha cumplido una silenciosa fantasía de tu parte—
La esmeralda se contempló en la mirada de olivo de
la estupefacta pelirroja que también estaba llena de tristeza y la veía con
preocupación, con las expresiones del tiempo en el que no parecía ser un
monstruo a sus ojos, recordándole a la mujer que le había cautivado con sus
sonrojos y expresiones, reviviendo en ellos cada sonrisa que le prodigó,
cuántas veces sostuvo su mano mientras acudían a la fuente en la que pasaron
tantas horas de confidencias, los caminos en los que se enamoró de ella. ¿Por
qué alteraron su destino? Había trazado el hilo de su vida, de su propia
existencia a su alrededor... las incontables veces que la imaginó a su lado en
el altar, cabalgando por los sembradíos de su casa, abrazándola, besándola y
tomando sus instantes de apasionada mujer. Retirar la larga cabellera rojiza de
sus hombros desnudos con una gentileza amante, sostener su barbilla en sus
dedos y mirarla en silencio. Pero esa fue la vida que no pasó... se llevó las
manos a la cabeza sintiendo enloquecer mientras las lágrimas se deslizaban por
sus mejillas.
Con los nudillos blancos por la fuerza de sus puños
cerrados, Natsuki elevó la mirada sobre el techo intentando serenarse sin
lograrlo del todo, aunque temblaba, no de frío, conocía esa arrebatadora
oscuridad cerniéndose sobre ella, salir de ese abismo era casi imposible. —No.…
no es verdad— Dijo más para sí, intentando convencerse más de lo que podría
hacerlo con los demás, pero el pensamiento le traicionaba cuando se recordaba
enredada en la figura femenina de la otra, mientras sus besos apenas se daban
espacios entre cada respiro, más como una fantasía anhelada en un momento
distinto en el tiempo, porque en el fondo sabía que aquel debió ser su destino
y así un infierno se desataba en su mente culpable.
— ¿No te molesta entonces? ¿Saber que le has faltado
a una inocente joven que cree en ti ciegamente? ¿A dónde irás? ¿Con ella? ¿La
besarás con esa boca envenenada? ¿Le mentirías con esa voz? ¿La tocarás
ansiando a otra?... puedes ocultarlo a todos, menos a ti. Y ahora lo sabes...
ya no mereces a Shizuru Di’ Kruger— Sonrió el Arteno, le había asestado el
golpe de gracia y es que este había sido desde el principio su plan. “Anda, pierde la calma, igual que esa
noche... pierde el espíritu. Así tendrás el poder que siempre te has negado, el
que necesitas para vencer a Kagutsuchi”— Incitaba nuevamente como si
quisiera repetir la maravilla de un acontecimiento que para todos los demás,
los que observaban... sería atroz. —Te di lo que más deseabas, acéptalo y
dejará de doler—
Nao miró a Nagi y entonces comprendió por qué le
había pedido tomar a Natsuki de esa forma, recordó un detalle importante, del
día en el que la salvó en el río. — ¡Déjala en paz! — Gritó tratando de sacar a
Natsuki de aquel ensimismamiento, pero la voz del Doncel de Hielo de Fukka
acalló cualquier otra queja.
—Tiene... razón— Aceptó Kruger con una sonrisa
amarga vertiendo aún las lágrimas que le habían ahogado el alma misma. —La
conozco desde pequeñas, la persona que vi era cálida como nadie y yo en verdad
la amé, con cada respiro de mi ser, ella era... mi vida— Levantó la mirada, tan
sombría sobre su interlocutor. —Pero... ¿Por qué? — Dio un paso más cerca de
él, el aire se tornó más tenso mientras los copos se deslizaban a través de las
ventanas rotas. —Hacerle creer que mi padre hiciera tal atrocidad, que fue mi
culpa por la maldición que una sacerdotisa desengañada puso sobre mi familia
hace siglos...— Se acercó más y a cada paso el pulso de algunos de los hombres
armados temblaba sobre el gatillo. —Entonces dime Nagi... ¿Qué ganabas con
hacer que Nao me odiara en semejante forma? ¿Herirme? Vaya que lo lograste.
¿Impedir que yo rompiera la maldición? Hoy está rota, tú cediste a Shizuru en
primer lugar...— Justamente por ello carecía de sentido, si el conde quería
evitar que la maldición fuese rota, ¿por qué permitir que la deuda y el derecho
sobre Shizuru fuera comprado por Takeru en primer lugar? —Si en verdad quieres
que sea el monstruo que esperas ver ¡Dilo! — La voz de la belleza pelinegra
hizo eco extendiendo su tono grave por más tiempo. — ¡Dilo de una vez cobarde!
—
—Yo solo quería tomar la doncellez de Yuuki... pero
ella es el tipo de mujer que hubiera preferido la muerte antes que eso y es
obvio el porqué, la virilidad no le atrae en lo absoluto. No pasó mucho tiempo
antes de que apreciara su elocuencia como algo cautivador. ¿Sabes cuánta
inteligencia femenina se ve en los alrededores? Es escasa, casi ninguna mujer
se instruye en igualdad, son aburridas salvo por la gracia de sus cuerpos
curvilíneos. — Murmuró el arteno con desencanto.
La pelirroja desvió la mirada con disgusto y se
cruzó de brazos, comenzaba a sentir el frío. Claro que recordaba aquel
desagradable momento, fue una de las ofertas más incómodas que hubiera recibido
nunca y ello era mucho decir.
—Ja, mentiroso...— Refutó la morena entendiendo que
aquel hombre estaba acostumbrado a tener lo que deseaba, aún si era por la
fuerza. —La habrías tomado incluso contra su voluntad, pero saben los dioses
que te hubieses buscado conmigo un destino incluso más terrible. Te habría
asesinado de la forma más cruel posible— Se aproximó hasta llegar al centro de
la sala. —Al mismo tiempo me pregunto, ¿qué forma posee tu Slave? Un día como
hoy, esa criatura sería lo único que se interpondría entre tú y yo— Amenazó con
un paso más, bajo sus pies los cristales rojizos se formaban incluso bajo la
tierra, rasgando para emerger en el empedrado y estremeciendo así el castillo
mismo, lenta y progresivamente una tonalidad roja con vetas negras se deslizó
sobre las manos de Kuga y su cuello. —Si soy yo quien te ataca, sabes que nadie
tendrá las agallas de interponerse, ¿o acaso hay alguien aquí que te amé lo suficiente
para dar la vida por ti? —
—Sabes que un destino peor le aguardaría a quien más
estimas... ¿Has pensado ya en los nombres que vas a darles? Puedes perder el
esfuerzo si sigues ese camino— Aunque Nagi se mirara sereno en su trono de roca
sólida, el sudor que bajó por su frente delató para la joven duquesa el temor
genuino de aquel ‘intocable’.
Natsuki sonrió con una expresión siniestra. —No las
tocarás nunca... porque para entonces estarás muerto— Dicha la sentencia, la
intención de Natsuki se hizo visible, un gatillo flojo soltó un disparo, la
bala impactó en el brazo derecho de la pelinegra desviando el tino de la
estalactita escarlata que brotó de su palma arrojada cual cuchilla, la de iris
esmeralda toleró el dolor y no perdió el impulso, pues de su brazo izquierdo
formó otro filo incluso más grande y lo arrojó antes de que el siguiente
proyectil le diera alcance en el hombro y se viera forzada a moverse para
evadir los disparos.
Nagi vió el infierno desatarse en los ojos
esmeralda, sin pensarlo y poco antes de que Kruger arrojase los filo en su
contra, saltó de su silla para hacerse a un lado, en vuelo sintió el corte del
cristal gélido rasgar la piel su pierna izquierda, cayó sobre su brazo derecho
golpeándose con el borde de granito de las escaleras más próximas, sintió así
el dolor de su brazo fracturarse. Ya desde el suelo y apreciando que Kruger no
había salido tan indemne de su ataque, alzó la voz. — ¡Imbéciles! ¿Van a
esperar a que nos mate como a corderos? ¡Disparen! — Aquello fue suficiente
para que los esbirros quienes reaccionaron de inmediato y comenzaron a disparar
todos juntos.
Salvo porque el siguiente proyectil negro se
incrustó en uno de los cristales que emergieron del suelo, a este les siguieron
otras estalagmitas que conformaron un obstáculo a los pistoleros, pero Kruger
estaba considerablemente expuesta y se arrojó al suelo detrás de uno de los
gélidos recientemente formados. Pese a que la coraza que creó bajo su ropa
antes de llegar al salón había resistido, fragmentos rojos caían desde los
puntos en los cuales las balas le habían golpeado y las heridas, aunque no muy
profundas, dolían endemoniadamente. Comprendió que sería un problema si alguna
bala golpeaba el mismo punto dos veces antes de que pudiera regenerar la armadura
y para ello necesitaba un valioso tiempo que no tenía.
Mejor resguardados sus enemigos, vió cómo un par de
hombres arrastraban a Nagi detrás del trono de piedra para atenderlo, mientras
otros, igualmente armados, le disparaban impidiéndole cualquier movimiento por
fuera de sus escudos hechos de cristal rojo, los cuales se rompían ante los
impactos poco antes de que lograra crear otros para reemplazarles; el panorama
empeoró cuando vió a los maestros comenzar el rito de invocación con el que
llamarían a sus horrorosos Slaves a la batalla. Algunos no pudieron completar
el conjuro, Natsuki vió caer a un par al suelo por el filo incrustado de una
daga, un arma que tenía en memorias censurables de la noche pasada... miró
atrás. Nao arrojaba las dagas con una precisión tan temible que los esbirros se
vieron obligados a cubrirse detrás de los muebles de madera y otros objetos en
la sala. ¿Cuándo había aprendido a usar el cuchillo de esa forma? 5 años, se
dió cuenta que eso era mucho tiempo... y Nao se había jurado no volver a ser
tan vulnerable como aquella distante noche oscura en la que su familia fue
asesinada.
— ¡NAO! — Reprochó el Conde al ver que la mujer le
traicionaba y se deshacía parcialmente de los mejores maestros Slave del grupo,
incapacitándolos. — ¡Los mataré por tu osadía! — Amenazó colérico mientras le
disparaba al marco de la entrada en el que la mujer se escondía, sin lograr
asestar ni un solo disparo. De no ser por un siervo, que lo jaló tras la
seguridad del trono en el preciso momento en que un filo escarlata y ébano pasó
lo suficientemente cerca para hacerle un nuevo corte de cabello, habría muerto.
—Negocios son negocios Nagi...— Refutó mientras
retiraba de su mano derecha los brazaletes que una vez cayeron exponiendo la
piel, develaron un sello antiguo de la tonalidad de la sangre, el cual Nao
aproximó a su pecho concentrando en él su poder espiritual. —Te di mi servicio
durante años... como sabrás, ese contrato expiró anoche— Nunca más haría la
voluntad de ese hombre, después de todo, ya no tenía un tesoro con el cual
pudiera chantajearla.
— ¡Zorra infame! — Gritó enojado mientras los Slave
emergían de los vórtices negros en suelo y la idea de una victoria segura le
dió los arrestos necesarios para ponerse pie, con la salvaguarda de tres dragones
negros flotando a su alrededor, dos Tigris ácidos, una mantis y otras tantas
figuras horripilantes materializándose, que no tardaron en atacar a Natsuki con
su fuego oscuro. — ¿Servirás a la causante de todas tus desgracias? — En el
fondo Nagi lamentaba el tener que matarla.
—Me dió la libertad de Zade y Darsiv...— Aceptó con
una sonrisa. —Por ello, todo le está perdonado— Bajó la mirada, las marcas en
su mano ya brillaban en color dorado, motivo por el que volvió a mirar dentro
de la sala, notando las dificultades que pasaba Kruger luchando con los
monstruos y evadiendo los ataques, no duraría mucho teniendo tal desventaja
numérica, aunque verla pelear era un espectáculo de gimnástica y elegancia
sobrenatural. Ya le habían quemado la ropa del torso para arriba, y de no ser
por su audaz idea de fabricar una armadura de cristal escarlata y fracciones
negras, seguramente habría sido calcinada hasta los huesos; aunque no había
salido del todo indemne, debajo de los retazos de tela podía ver fracciones fisuradas
y sangre manar de algunas heridas.
Viendo cómo Kruger se batía en duelo con algunas de
las criaturas de los maestros Slave, el Conde comprendió que incluso una
guardia como la suya podría flaquear en la labor de protegerle, era mejor
entonces poner pies en polvorosa. —Muere entonces... Gon Hiuuu, tráeme su
cadáver— Ordenó mientras invocaba a su propio Slave susurrando el conjuro a la
proximidad de un cristal negro y púrpura.
—No será tan fácil…— Dijo al evidenciar la intención
de Nagi. — ¡Julieth! Emerge...— No era otra que la voz de Yuuki, quien invocaba
por sus propios medios una bestia espiritual del mismo tipo que Chaira y
Kyosuke, seres de la propiedad de los hermanos Zagara.
La sala quedó en silencio por un breve momento,
mientras un vórtice de luminosidad azul se formaba delante de Natsuki; una
criatura con la forma de una doncella emergió engalanada por una prístina
armadura de plata, bajo el yelmo, apenas se podían distinguir la parte inferior
del rostro femenino, unos labios escarlata y una melena hecha de fuego rojizo
escapaba sobre su espalda, la criatura develó al final que la mitad inferior de
su cuerpo, igualmente cubierta por la luminosa coraza, tenía forma aracnoide
con ocho extremidades. Aquel ser medía alrededor de 3 metros de alto, en el
envés de su mano izquierda y derecha tenía un par de filos, que, como
aguijones, se miraban más que amenazantes. Su exterior protegido demostró ser
resistente al fuego, pues las llamaradas de los dragones que intentaban
alcanzar a Kruger eran desviadas por la bestia sin demasiado esfuerzo.
Nagi contempló con ira, como es que aquella mujer
había logrado lo que él no podría ni en mil años, le había robado esa
información, la tomó de aquellos malditos traidores, los Zagara del Valle
Negro. — ¡Imposible! — Gritó con frustración, porque ella tomó de sus manos el
dominio de una bestia espiritual, cuando aquello perjuraron los argitas, era
imposible para él.
— ¿Qué pensabas que hacíamos Zade y yo cada noche,
Nagi? — Se mofó mientras lanzaba el penúltimo cuchillo a su disposición,
atravesando con él la pierna de Gon Hiu e impidiéndole llegar a su lado. —Qué
mente tan sucia tienes... no todo es placer, deberías saberlo—
Una lluvia de improperios y disparos le vino encima,
anticipándose a ello buscó refugio una vez más bajo el cubierto de la pared;
aun así, le daría todo el tiempo posible para recuperarse a Natsuki. Observó la
mano que a mala hora cortó la noche anterior por accidente y que lastimó con
sus uñas conteniéndose momentos atrás, la sangre fluía. Sonrió cuando una idea
le vino a la mente, arriesgaba mucho, pero... era la única opción que le
quedaba. Sabía que estaban en desventaja, cada segundo que corría mientras
Natsuki se escudaba en la espalda de Julieth era uno afortunado si las dos
seguían con vida. El doncel de Hielo de Fukka, formó un cristal denso y negro
como la noche con la forma de un yelmo, en cuya frente sólo un fragmento
ocupaba la tonalidad escarlata que el resto de su armadura ostentaba, con él
cubrió su rostro esperando no conceder su vida a un tirador hábil.
Julieth quien lanzaba su tela de araña para impedir
el movimiento a los Slave de poco tamaño y entorpecía el camino a los más
grandes midiendo fuerzas con los Golem, comenzaba a verse rodeada de más y más
enemigos, empezando a recibir daño más allá de la armadura plateada que la
protegía. A la par Kruger continuaba enfrentando por sí misma a las criaturas
que, aún temerosas, no ocupaban la sabia acción de atacar todos al tiempo,
muriendo varias de ellas y sus amos en el proceso. Los monstruos estaban
impedidos por el espacio, pues no todos los maestros pudieron invocar a las
criaturas, de modo que estos artilleros ocupaban las armas disparándole sin
contemplaciones, e impactando una y otra vez sus balas en la coraza cristal, poco
a poco, fisuras que se confundían en el material escarlata comenzaron a llenar
cada espacio de la coraza. Mientras Natsuki saltaba sobre las estalagmitas sin
que los disparos la encontraran siempre en el mismo lugar, empalaba con sus
filosos cristales a sus adversarios sin descanso, limpiando el camino hasta que
logró aproximarse a la posición de Nagi.
La hija de Takeru se elevó preparada para decapitar
uno de los dragones negros que protegían al arteno y con ello romper su
defensa; esperando darse la oportunidad de acabarlo no pensó en nada más,
cuando sintió un par de punzantes agujas atravesar y destruir su hombrera
izquierda hasta llegar a la carne, atrapada por unas fauces fétidas no pudo
sostener la espada de su mano izquierda. La presión sobre aquel lugar fue sin
duda dolorosa, pero nada como el líquido que inyectaron los colmillos, aquello
le hizo temblar mientras colgaba en el aire, incapaz de moverse por el dolor o
por la toxina. Miró de soslayo encontrando que la cabeza de una serpiente la
había atrapado en pleno vuelo, el ser bífido no era más que la larga cola de un
Slave horripilante, un ser con cuerpo de león, patas traseras de cabra, alas de
dragón y tres cabezas, una de cada especie mutada en la deforme apariencia de
aquel temible ser. Era pequeña en comparación con el tamaño de la criatura,
pero no era el Orphan más grande que hubiera visto alguna vez... Natsuki buscó
a Julieth con la mirada y la hermosa criatura aracnoide había sido inmovilizada
en cada extremidad por un Slave de piedra, a la par que una enredadera viviente
como la del lago en el que rescató a Arika se había enredado estrangulándola
lentamente. Buscó a Nao y ella luchaba cuerpo a cuerpo con algunos esbirros que
intentaban capturarla, el daño que recibía su bestia espiritual se transfería
lentamente a ella, desprendiendo su piel algunos fragmentos de brillo
verdoso... no duraría mucho, intuyó así el fin de sus esmeros.
—Te presento a mi Slave, Nobu... la quimera de
Artai— Afirmó complacido el de cabellos platinados con una sonrisa siniestra.
—Puedes estar orgullosa, muy pocas personas tienen la ocasión de luchar contra
él y tú me has obligado, incluso me has herido de múltiples formas, mi
cuerpo... mi alma— Negaba con la cabeza como si eso le divirtiera, un pañuelo
amarrado a su pierna cubría la herida previamente cauterizada y el brazo
inmovilizado con dos tablas, se sostenía gracias a un retazo de tela atada a su
cuello. —Nao era un tesoro para mí y la has vuelto en mi contra... tal vez no
solo tú la amas a ella—
Abrió los ojos sorprendida, aunque le costaba
respirar siquiera. —Pero... el lobo— Un
cosquilleo por la falta de aire comenzaba a nublar su vista.
—Ciertamente detectaste una mentira en aquel relato,
Nobu no es un Vargar y claro que no murió, mi padre valoraba la continuidad de
su semilla, si mataba a mi Slave, habría acabado conmigo... y pese a no ser un
padre modelo, no desistiría de mí, su único heredero. Es una pena que este
principio no aplicó de mí hacia él... yo tendré un día un hijo con Mashiro
Kruger Blan—
—Jamás... pasará— Sonrió Natsuki pese a todo.
— ¡Mátala de una vez! — Gritó un espantado Satoru,
sosteniendo tembloroso una de las escopetas... —No merece el aire que respira—
—Sí... me temo que no tienes lo necesario para
enfrentar a Kagutsuchi. No si este es todo tu poder y mira que intenté
devolverte la gloria del ser indestructible que fuiste una vez. — Un ademán de
su mano sana y la quimera de nombre Nobu, arrojó a Natsuki al suelo con tal
fuerza, que las fisuras de la coraza se tarjaron por completo en la parte del
torso rompiéndose la armadura en varias partes, exponiendo la piel llena de
cortes y magulladuras, apenas cubierta por las vendas que hacían las veces de
sostén y protección de una vieja herida. La figura inmóvil de la Duquesa quedó
así expuesta a la mortalidad, a la vista de sus ansiosos asesinos.
Una patada a la cabeza y el idiota que intentó
ponerle un dedo encima cayó noqueado al suelo. Nao tensó la mandíbula
comprendiendo que las matarían sin dudarlo y ella misma perecería con el fin de
su querida Julieth quien soportaba aquel mortal abrazo constrictor del ser
marino; también Gon Hiu era un problema, el fornido argita retiró la daga con
la que lo hirió como si hubiese sido una espina insignificante y vendó de
inmediato la sangrante herida, se puso de pie, a él se le unieron otros dos que
no tardarían en alcanzarla. Había contado con el hecho de ser subestimada en
combate, ahora los tres le venían encima y lo harían juntos.
Todo... absolutamente todo se detuvo cuando pudo ver
a la quimera arrojando a Natsuki al suelo, ahora las heridas en la piel nívea
dolían como si fueran propias, la vió indefensa intentando pese a la parálisis
ponerse de pie, sosteniéndose el hombro donde una sustancia negra como el
petróleo manaba de dos perforaciones en su piel. Con cada precioso segundo
corriendo en contra, respiró para concentrarse en el flujo de su propio poder
espiritual. —“¡Ahora!”— Se dijo a sí
misma para infundirse valor en cuanto encontró el flujo exacto, moviéndose
hacia el centro de la sala y pese a la cantidad de criaturas que había
interpuesta entre ella y la pelinegra, logró ante la incredulidad de todos,
evadir los ataques mortales que intentaron apagar su existencia. Aún con el
cuerpo expuesto sin la seguridad de algún escudo para protegerse, abrió con
fuerza la palma de su mano sangrante y no sin dolor, las gotas del líquido
vital se solidificaron ante el brillo incandescente de su propia luminiscencia,
tornándose cada una en una aguja recubierta de energía pura con la forma de una
flecha, las cuales salieron disparadas a pasmosa velocidad impactando en los
seres que acosaban a Natsuki por la espalda y a su alrededor.
Una de las flechas atravesó la cabeza del dragón que
amenazaba con empalar a la hermosa pelinegra y un Tigris ácido de las
proximidades, hirió a otros seres entre ellos la cola serpiente de la quimera
de Nagi, con lo que el Dai Artai no tardó en ordenar a su Slave replegarse,
desvelando la parte posterior de la criatura y sus mortíferas cabezas; una de
ellas, la que pertenecía a una cabra con tres cuernos abrió sus fauces brotando
de ellas un destello púrpura, fue tan veloz que cuando Yuuki percibió el
ataque, pese a que intentó evitarlo, lo hizo en su propia carne, una púa de un
negro purpúreo se alojaba en su muslo derecho, el dolor le obligó a caer de
rodillas ante la mirada rojiza que la contemplaba con pena, pudo haberla matado
y los dos lo sabían, Nagi aún se resistía a la idea de verla muerta. Ya en el
suelo y sabiendo que Gon Hiu esperaba a su espalda, aguardando la ocasión de
estrangularla hasta la muerte. Posó la mano en la que el sello dorado aún
brillaba, con un golpe seco, la sangre manchando el suelo y un grito de
esfuerzo hizo eco, Nao dejó fluir el brillo de su propia existencia, 8 filos
hechos de brillo azulino que componía su propio poder se extendieron en todas
direcciones, replicando aquella peculiar técnica en la posición de Julieth, la
guerrera fue liberada. Sin oportunidad de reaccionar al menos 10 maestros Slave
sucumbieron en una estela de brillos verdes, mientras gemían agónicamente, del
mismo modo que sus Slave destrozados...
Con la brecha abierta entre sus enemigos, la
guerrera aracnoide lanzó su hilo de araña sobre Nao y Natsuki, las atrajo a sus
brazos de un jalón y antes de que alguien pudiera siquiera parpadear, se
precipitó contra la ventana, rompiendo incluso la piedra para hacerse espacio,
así la criatura y las dos doncellas cayeron al vacío en el risco, con tantos
metros de profundidad que, de caer, no sobrevivirían. Cuando alguien tuvo el valor
de mirar por el agujero, no las vio por ninguna parte. El grito colérico de
Nagi se escuchó más allá del risco y sus órdenes sobre eliminarlas no se
hicieron esperar. —Quiero que las atrapen y que su muerte sirva de ejemplo a
todo aquel que ose traicionarme...—
—Señor... ellas tendrán ya bastantes dificultades
para sobrevivir, la mordida de su quimera y el cristal púrpura en la pierna de
Yuuki— Musitó el maestro del último dragón negro en la sala, sus dos amigos
perecieron en una batalla que aparentemente estaba a su favor y había dado un
giro inesperado.
El peliblanco apreció el miedo en los ojos de sus
sirvientes con desencanto, tenía la certeza de que algunos no sobrevivirían a
una confrontación con aquellas mujeres, pero la sola idea de su cobardía era
insultante, hombres así no merecerían el derecho de estar en sus filas. —Quizás
algunos de ustedes no entiendan, que ese par han sobrevivido a cosas peores, o
que alguien como yo... no puede darse el lujo de dejar vivir a quien, en el
futuro, puede ser más que inconveniente—
—El dragón blanco se encargará...— Insistió Gon Hiu
sabiendo que más vidas se perderían en las ambiciones de su señor.
—No estoy consultando sus opiniones ¡Vayan por
ellas! — Nagi sujetó a Gon Hiu por el cuello de la camisa y lo acercó para
hablarle al oído. —Si las atrapas, a Nao y a Sherezade, te dejaré hacer lo que
quieras con ellas... ¿Entendido? — Lo soltó y una sonrisa torcida se formó en
la boca de aquel oscuro hombre. Luego el Conde alzó la voz más alto. —Al que me
traiga la cabeza de Natsuki Kruger, le daré la región que quiera de Windbloom
una vez yo sea Rey, después de todo... qué tan difícil puede ser matar a quien
ha sido paralizada por el veneno de la quimera—
Tales palabras fueron suficientes para que cualquier
hombre o mujer al servicio de aquel señor, no dudara más en la idea de
perseguir a las fugitivas. Dando por concluidas aquellas circunstancias Nagi
subió a su quimera procurando beneficiarse de ella como transporte hasta la
frontera de Fukka, pues hasta que la barrera de Fukka no liberara a sus
criaturas no podría salir de allí con ellas, además no estaba tan seguro de que
la victoria le aguardara a aquellos infaustos y no se pondría a sí mismo en un
riesgo tan grande, cuando la conquista de Windbloom le aguardaba en poco
tiempo.
—Mi señor...— La voz de uno que detestaba en
sobremanera se oyó, al final era el único de todos que no contaba con un Slave
para protegerse o luchar por un botín como el que había ofertado, del mismo
modo se preguntaba por qué no había tomado la oportunidad para irse, sabido era
que el castillo Bizancio volvería a su abandono frecuente después de esa noche.
—No me deje aquí, se lo suplico—
La realidad es que el padre de la casa Fujino, se
había convertido en un paria sin un lugar a donde volver, pues Shizuru había
visto sus acciones con odio y desencanto, estaba seguro que ya toda su familia
estaba al tanto de las viles acciones que había realizado en el nombre de su
amor como padre, pero sería tan difícil que la menor comprendiera el sentido de
sus actos, incluso si ahora tenía válidas razones sobre lo despreciable que era
Natsuki Kruger y sus acciones de inocultable infidelidad. De este modo, seguir
junto al Conde Dai Artai sería lo más conveniente por el momento, pues no tendría
paz hasta ver al peliblanco coronado con la potestad total sobre la tierra de
Windbloom, la horca aún le estaba cernida en tanto los reyes de aquel país
continuaran siendo los Kruger.
Pero el conde no necesitaba lastres del tipo que el
Fujino representaba. —Satoru... tienes en tus manos los medios para hacer que
la dulce Shizuru se aparte de Kruger, la dama morirá a manos de mis siervos y
tú podrás recuperar la casa, la familia que habías perdido…— Suspiró. —No tengo
interés en llevarte conmigo, porque ya no me sirves para nada, creo entonces
que esto cubre nuestro acuerdo original y en mi opinión, harías bien en irte
mientras hay luz en el cielo, los alrededores son peligrosos señor— Con una
sonrisa divertida en los labios y la agitación de las alas draconianas de su
Slave, el de cabellos blancos se precipitó por el agujero que la criatura de
Nao había abierto, seguido por un par de maestros que harían las veces de
custodios, se perdió en el horizonte con el brillo del sol de la mañana de
aquel día. Desesperado, el padre de Shizuru se apresuró a ir a las caballerizas
para ocupar algún medio de transporte, estaba a la merced de las criaturas que
nacían del lago, salvo porque en las manos tenía todavía la escopeta de balas
negras. Con aquel pequeño consuelo, el otrora honorable señor Fujino, tomó
camino de Tsu...
.
.
.
No había visto un invierno tan crudo en Windbloom a
lo largo de toda su vida, los copos que caían desde el cielo, tan blancos y
fríos mantenían cada lugar cubierto de nieve. El vaho de su aliento se hacía
visible a cada respiro que daba, pesadillas le agobiaron las más recientes
noches ¿Cómo incendiar una ciudad casi en punto de congelación? pero aun así la
idea de Nagi lográndolo le había atormentado al dormir, el fracaso era un lujo
que sabía no debía darse.
—Perdona que no haya venido hace un tiempo...
seguramente lo sabes, que he estado un poco ocupada últimamente. Aun así, jamás
dejo de extrañarte— Sonreía, con las mejillas rojas por el invierno y pese al
abrigo temblaba, pero no era de frío. —Días como hoy, me vendrían muy bien tus
consejos... porque nunca imaginé que las cosas tomarían este rumbo, te aseguro
que no lo habría creído si me hubiesen dicho de todo esto aquel día, cuando
salí de casa queriendo huir de todo— Sonrió melancólica como si el destino se
burlara de ella. —Anhelo el tiempo en el que mi mayor problema era tolerar los
regaños de Kana, elegir qué vestido ponerme para salir a jugar, e ignorar que
mis absurdas ilusiones jamás se cumplirían, porque ahora... — Suspiró tirando
hacia atrás un par de mechones rebeldes de tono castaño, con la mirada perdida,
el iris zafiro se humedecía ante las lágrimas que amenazaban con salir de sus
ojos. —Estoy dividida, siento roto mi corazón y duele tanto, a veces más de lo
que creo soportar... y es así tan difícil seguir el camino correcto— Una gota
escapó de su encierro, deslizándose por su barbilla, saltando el abismo desde
allí hasta el suelo gélido. —Quisiera olvidarme de todo y haber tomado la mano
que Mashiro me tendió aquel día, quisiera que no me importara mi hermano, que
no fuera su semilla la que crece en su vientre...— Tragó saliva sin que las
lágrimas pudieran detenerse. —Quisiera... que mi corazón fuera completamente de
Zire— Se dejó caer y sus rodillas se hundieron en la suave capa de escarcha en
el suelo, mientras agachaba su cabeza como si la fuerza le abandonara. —Deseo
que la sensación apaciguante de su presencia perdurara más allá de los momentos
en los que estamos juntas, ella me gusta ¿sabes? Es la chica que se jugaría
todo por mí, ella hace que lo difícil sea más fácil de sobrellevar... se lo
daría todo. A decir verdad, se lo he dado todo, pero... ¿Es suficiente? —
Admitió sonrojada sabiendo que de la única cosa que le pertenecía, era la piel
hábilmente escondida debajo de aquellos atuendos principescos, porque en el
fondo conocía que todo lo material podía esfumarse en un instante, incluso la
vida misma podía disiparse como un sueño.
Acarició la loza retirando de ella el exceso de
nieve. Sabía qué no tenía tiempo para quedarse allí aletargada divagando sobre
las muchas cosas que repentinamente comenzarían a ser “suyas”, pero qué no las
sentía propias. —Voy a casarme con ella, y la conocerás pronto... en tiempos
mejores— Cesó el llanto y secó la humedad de su rostro con el envés de sus
guantes. —Iré a Remus, pero te prometo que te llevaré allí y en esta nueva
tierra construiré para ti un mausoleo digno de la gentil persona que fuiste...
entonces estarás orgullosa de mí— Con un par de movimientos más se deshizo de
aquel polvo gélido en la lápida sobre la que reposaban un par de letras que el
tiempo se esmeraba en borrar, pero allí estaban ‘Rena Yumemiya amada madre’. Besó su guante y lo posó sobre la
piedra a la altura de aquel nombre memorable. —Sé que no acostumbras verme así,
nunca me gustó llorar... y me apena hacerlo frente a ti, pero no sabes la falta
que me haces, he dado cada paso sin un consejo y aún si estoy rodeada de mil,
no dejo de sentir esta soledad— Guardó silencio cerrando los ojos para intentar
hacerse una idea de cómo era ella, dicen las sirvientas de la casa de su padre
que es el vivo retrato de su madre y que, por ello, la señora parecía tan
disgustada en cada ocasión de verla. Levantó la vista sobre el cielo, esperando
que sus palabras viajaran con sus más sinceros sentimientos, hasta ese lugar en
el que esperaba encontrarse con Rena algún día. —Te amo... madre— Con las manos
unidas en oración, suplicó a los dioses por la buena fortuna para el duelo que
se aproximaba, así mismo esperaba que la aprobación de Rena para su enlace le
fuera transmitido por la más tenue respuesta del mundo, aún si fuera una
corriente de aire... nada exagerado, solo una callada afirmación.
Esperó unos minutos, pero nada pasó... abrió un ojo
impaciente después de la quietud cuando sintió la caricia de una mano afelpada
en su hombro.
—Tú nunca... estarás sola— Reconoció la voz de
inmediato.
Se irguió de inmediato importunada por la
interrupción de la persona que menos esperaba. — ¿Mashiro? — Aún mirándola
directamente a los ojos, no lo creía posible. — ¿Qué haces aquí? — Temió que
hubiera escuchado su monólogo, era algo privado o eso esperaba. Era la primera
vez que la presencia del cisne de plata se miraba tan incómoda y bochornosa, no
en el sentido dulce... no como cuando se le aproximaba hace un par de años y se
ponía más que nerviosa, no cuando sentía aquellas mariposas... aquel tiempo
ahora parecía demasiado distante.
La de iris violáceo sonrió, sabiendo que Arika se
hallaba en parajes mentales apartados de allí, la castaña era simplemente
distraída y la amaba por ello, así que explicó lo evidente. —Sabía que estarías
aquí... hoy es su aniversario y como cada invierno, aquí estaremos para rendir
oraciones en su nombre, era una promesa ¿recuerdas? —
La veía, ataviada en tan abrigados atuendos y con
aquellos lirios blancos en las manos, unos que seguramente se cultivan en el
invernadero del castillo, todo un detalle... pero en su mente vislumbraba la
imagen de la niña que tendía su mano con el meñique levantado, dispuesta a
sellar una promesa en sus recuerdos. La memoria le conmovió de inmediato y
estuvo agradecida por ello, sonrió, la incomodidad desapareció, pero no la duda
cernida sobre ella, no.
—Creí que no querías verme, Shinzo ha sido efectiva
en hacérmelo saber— Aún así era arriesgado. — ¿Viniste sola? — Buscó con la
mirada, había casi un escuadrón completo bastantes metros atrás, entre ellos el
subcomandante Kamui Zorata, su colaborador en los desarrollos del escuadrón y
claro, también vió Shinzo a un lado. La de melena rosácea no se apartaría de la
joven princesa ni bajo peligro de muerte, pues a su custodia había quedado el
cuidado del estado gestante de la menor, en la que Arika ya apreciaba la tenue
forma curva del creciente abdomen en el cual se alojaba su futuro sobrino. Lo
que hubiera dado porque aquel pequeñín fuera su hijo y no el de Ren... intentó
no prestar atención a ese hecho y desvió la mirada.
—No me permitieron salir sin este ejército... temo
que con los días mi padre y Ren se han tornado más paranoicos, lamento que este
momento no sea todo lo privado que debería— Sin esperar una respuesta o dar la
respuesta que Sayers esperaba, Mashiro se arrodilló, depositó las flores y tomó
la postura de orar, ocupando así algunos minutos. En cuanto la Kruger se irguió
nuevamente con la caballerosa ayuda de su ‘cuñado’ Arik, la heredera de
Windbloom se aferró a sus manos prodigándole así un íntimo abrazo. —Elegimos
difíciles caminos, con direcciones que se oponen a nuestra proximidad... pero
siempre iría contra corriente por la ocasión de estar en tu vida, aún si solo
somos amigas, soy feliz por verte de nuevo— Susurró con un tibio aliento más
que próximo a su oído. —Lo prefiero a carecer de todo de ti... Arika—
La castaña se estremeció incapaz de no sentir la
etérea caricia del aire brotado de Mashiro, mas se obligó a poner alguna
distancia apartándose un poco, como excusa, retiró el gorro acolchado y blanco
de su cabeza, posándolo sobre la expuesta coronilla de la princesa. —Aun así, fui
apartada de ti por un tiempo... —
—Necesitaba la ocasión para asimilarlo, supe que la
formalidad intrínseca de tu compromiso se ha validado...— Sonrojada y desviando
la mirada para ocultar los sentidos celos, rogó porque no tuviera que ser tan
específica, sin embargo, como en cada cosa que esperaba que Sayers dedujera por
su cuenta, la castaña fracasó vilmente y su rostro más que inocente le delató
por completo. Con un suspiro resignado el cisne de plata se dio valor.
—Inferior a un mes quedó unida la carne, como siempre... no dudo que tienes
palabra—
Pasaron unos cortos instantes en silencio sepulcral
sin que cierta chica entendiera el mensaje, llegado el cuarto segundo, al fin
en los iris zafirinos se atisbó el entendimiento que la ocasión solicitaba. Si
la totalidad de la piel puede tintarse en bochornoso sonrojo, Arika seguramente
comprobó de primera mano la factibilidad de este hecho y luego deseó con toda
certeza, sumergirse en un abismo abierto por las fauces figurativas de la
tierra. Con el guante blanco se cubrió la mitad inferior de la cara... y de la
vergüenza, rauda pasó a la ira incluso más rápido al notar un hecho ¿Acaso Ren
le había desvelado tan íntimo secreto? — ¿Él te lo dijo? —
Mashiro quien compartía la vergüenza de Arika,
continuaba mirando la nieve sobre las numerosas lápidas del lugar, aquel, un
cementerio privado, por el que Rento pagó una considerable suma si con ello se
guardaba el secreto de sus indiscreciones. Kruger supo por la pregunta, que
podría descargar toda la culpa sobre Ren quien, en un momento de ira, hubo
revelado la confidencia que su hermana descargó en sus hombros. —No... él no lo
hizo—
—Intentar mentirme nunca fue tu fuerte... en primer
lugar, tendrías que haberme mirado a los ojos, Mashiro— Arika tensó la mandíbula
y se alejó del lugar con paso rápido.
— ¡Lo vi! — Gritó sabiendo que si se daba a la fuga
no podría alcanzarla, no sin poner en riesgo a su hijo no nato y esa no era una
alternativa siquiera. —Lo demás solo fue una confirmación— Confesó.
Se detuvo y volvió a acercarse a la de melena
plateada. —Eso no es posible... yo no haría tal cosa a la vista de nadie— ¿Por
quién la tomaba? ¿Una exhibicionista?
—Hay pasajes ocultos en el castillo...— No quería
decir lo demás, pero era el peso de su propia culpa y no podía evadir tal
responsabilidad.
‘Pasajes ocultos’ pensó, se prolongó el silencio...
había oído de rumores sobre la arquitectura de palacio, algunos como un mito
que las cortesanas acrecentaban para saciar sus fantasías e imaginaciones en
una vida monótona, pues entonces no era del todo un cuento. El rojo de la
vergüenza tiñó de inmediato la clara tez. —Me seguiste...— Un asentimiento fue
suficiente. —¡¿Cómo te atreves?! ¡No tenías derecho! — La señaló acusadoramente
y ello alertó a los guardias quienes temían que el príncipe Arik perdiera el
temperamento con su delicada princesa.
—Perdóname, te lo imploro— Sujetó la mano enguantada
de su amada castaña. —Podría esconderlo y no lo sabrías por nadie, te juro que
sé cuánto hice mal y saberte suya es más doloroso que cualquier castigo ¿puedes
comprender que no usé la cabeza presa de los celos? —
—No.… no lo entiendes, no me importo yo... viste a
Zire, eso es mucho peor para mí— Arika frunció el ceño, pero se miraba más
serena, por lo que Shinzo retuvo a la guardia con un ademán.
Los grandes ojos celestes de la princesa de
Windbloom miraron con súplica a la castaña de clara tez. —No hay una excusa,
pero no lo creería nunca si me lo dijese cualquiera y sé... que tú jamás me lo
dirías—
Era cierto, habría preferido llevarse el secreto a
la tumba. — ¿Por qué herirte con ello? Yo sé lo que sentí cuando supe de ti y
de Ren— No era tan rencorosa para hacer justamente algo tan vil, mostrarse en
semejante estado, por otra parte, era tímida por demás.
—Fue más que tonto de mi parte... lo lamento mucho,
en verdad— Estaban ya tan cerca que apenas unos centímetros separaban su frente
de la nariz del nuevo príncipe de Remus, casi olvidaba cuánto había cambiado y
crecido en ese tiempo. Ninguna de las dos supo en qué momento las manos de
Mashiro se pusieron sobre su pecho en pose tan comprometedora, quizás mientras
suplicaba su perdón; Sayers tomó una de las manos enguantadas de la joven
mirando lo pequeñas y delicadas que se delataban bajo los afelpados blancos de
la prenda. Suficientes copos formaron escarcha en la cabeza castaña, se
separaron ligeramente y comenzaron a caminar en dirección de los custodios de
Mashiro, había sido un gesto hermoso que se presentara en tan memorable fecha,
pero no podían abusar de su suerte con el clima y era mejor que la joven madre
acudiera a un lugar con una temperatura más gentil con el vástago que sería
sucesor para la de por sí escasa familia Kruger. Arribaron al carruaje que le
había servido de transporte a la dama en principio y Arika vio que Kamui traía
la rienda de Doba para que pudiera retomar su propio transporte, pero una mano
en su muñeca llamó su atención. —Ven conmigo... por favor— ¿Por qué la miraba
así? Esos ojos la condenarán y las dos lo saben. Al notar la duda en el rostro
de Sayers, Kruger insistió. —No es frecuente coincidir en nuestras agendas, y
sé que conforme avance tu enlace con De'Zire será menos, así que por favor...
déjame robarle este tiempo a tu corcel. Sé que Kamui será muy atento con tu
querido Doba ¿Verdad que sí? —
El joven subcomandante de Windbloom se sonrojó al
ver el mohín de su princesa y no pudo negarse a tal solicitud, con una venia
asumió la responsabilidad, aunque el militar no dejaba de mirar a su actual
comandante y extrañarse por la proximidad de aquel par de futuros monarcas, así
mismo, la idea de una traición semejante a personas tan queridas le ponía los
vellos de punta, pero se negaba a creer lo que le gritaba el instinto pese a
que la princesa solo se miraba genuinamente feliz en la presencia del joven
baluarte de Zafiro. ¿Sería aquel un amor prohibido? Se preguntó antes de
atender a las formalidades de su promesa. —Estará bajo mi atento cuidado, no
tema mi señor— Arika asintió y el militar subió al corcel de pelaje cobrizo
intentando no darle más vueltas al asunto.
—Gracias— Musitó en respuesta mientras
caballerosamente ofrecía su mano a Mashiro para que subiera y así la princesa
tomó asiento a la izquierda, cerca de la posición del cochero.
Pero cuando Arika ofertó las mismas atenciones a la
sirviente de pelo rosáceo, la princesa refutó con un ademán de su mano. —Debo
hablar con Arik a solas... toma el otro carruaje, por favor—
—Pero es inapropiado Alteza— Reprochó preocupada la
servil. —Las habladurías y su... esposo. —
—Ya no me debo a él y tú no debiste intervenir...
decidiste por mí, eso fue lo verdaderamente inapropiado— Añadió con tristeza y
disgusto en su rostro, sin otro argumento con qué defender su postura, Shinzo
no tuvo más remedio que obedecer.
Subió al transporte tomando asiento frente a la
princesa. —Fuiste dura con ella...— Murmuró Arika tras cerrar la puerta,
pasados unos segundos el carruaje inició su marcha.
Con una sonrisa tenue Kruger la miró, ¿Siempre sería
tan gentil? o eso pensó antes de responder casi en un suspiro. —Aprendí de una
forma difícil que no debo dejar que otros decidan las cosas importantes por mí,
incluso si es por amor...—
—¿Cosas como qué? — Levantó una ceja la castaña.
—Como separarme de alguien a quien quiero solo
porque pasamos por un mal momento y sin mi consentimiento... o como mi enlace
con Ren, si piensas en errores mayúsculos— Levantó los hombros esta vez con una
sonrisa bromista.
La castaña contuvo una carcajada. —Yo tal vez lo
describiría de otra forma— Dijo dejando ver apenas una sonrisa al notar la
gracia con la que la chica lo afirmaba. —¿En serio ya lo superaste? ¿O hay algo
que intentas decir? —
—Nada puedo esconderle a quien me conoce mejor
¿Verdad? — Tenía de vuelta esa mirada en los iris violáceos, incluso más
brillante de lo que recordaba, siendo más fluida y menos dolida.
¿Podrían superarlo las dos entonces? —Y no tienes
que... esconderme nada— Sus dedos casi rozaban estando una frente a la otra,
mirándose intensamente.
—Decidí lo mejor...— Se aproximaba inclinándose del
mismo modo que Arika para susurrar aquellas confidencias y que solo ella
pudiera oírle. —Por mi corazón, al cual obedeceré de ahora en más y por mi
hijo, que merece existir en un lugar más tranquilo—
¿Por qué el carruaje tenía tan poco espacio?
Resintió el calor que aquel espacio acumulaba con la presencia de las dos.
—¿Qué has hecho? — Casi temió preguntar. Había visto a la joven actuar por
voluntad, y aquellas veces había sido de temer.
—Darle a Ren la única cosa que me es posible dar...—
El celeste de aquella mirada se tornó ligeramente cristalina y más profunda.
Mil ideas atacaron el pensamiento del Baluarte quien
sintió un piquete en el pecho al imaginarlos juntos, como los esposos que eran,
pero se contuvo de inmediato... no sin exponer una mueca por un instante en su
faz. —Dilo sin dilaciones... la incertidumbre es... “intolerable” ... incómoda—
—Le dí su libertad, para amar y ser amado por quien
corresponda sus afectos, ya que me es imposible darle lo que él merece... así
que voy a deshacer nuestro matrimonio, tomando un modelo contractual de Carteya
donde estas acciones son frecuentes—
La hija de Rena no daba crédito a lo que escuchaban
sus oídos. —No existe el divorcio en Windbloom... el matrimonio es para toda la
vida y.…—
—Y es una terrible cárcel para los dos, ¿prefieres
vernos sonreír falsamente el resto de nuestras vidas mientras él está
eternamente frustrado? ¿Y que yo esté siempre triste por haberlos lastimado,
haciéndome daño, viviendo esa mentira cada día? — Negaba con la cabeza.
—Yo no dije eso, pero...— Era una idea arraigada, en
su pensamiento la idea de un enlace nupcial aún estaba envuelto por la ilusión
y la idea del amor genuino.
—Arika...— La sostuvo por las mejillas,
acariciándolas mientras se perdía en aquellos zafiros amados. —Me importa
demasiado la gente de Windbloom, pero nunca más que mi hijo o ustedes dos,
quiero a Ren de una forma que lamentablemente no coincide con su afecto por mí
y a ti te amo, sé que serás siempre el amor de mi vida— Bajó la mirada con el
tono ligeramente roto. —Y entonces pienso que duele no tenerte, pero tendré que
soportarlo, así que ruego porque ella te haga feliz y solo espero que no
cometas el mismo error... que yo cometí— Juntó su frente a la de la castaña.
—Procura ser feliz por las dos...—
—Yo no.… estoy equivocándome— Retiró las manos de su
rostro y alejó su cabeza de aquel suave contacto, tan propio de sus momentos
más tiernos y distantes en el recuerdo. —De'Zire es la persona que elegí—
Sentenció.
Mashiro solo le sonrió con comprensión, como viendo
su propia historia en la piel de la castaña. —Estás quedándote con quien
sientes que puede libremente darte su afecto, pero acaso ¿ya te declaró su
amor? ¿No eres para ella la misma salida que ella está siendo para ti? —
Soltando esas preguntas como bombas, tragó saliva odiando el poder de la verdad
que suele lastimar y el no ser capaz de reservarse esas dudas para sí misma.
—Podrías darle tu cuerpo sin entregar el corazón— Esa parte claro que la
conocía, bastó una ocasión para estar arrepentida una vida entera. —¿Le hiciste
el amor acaso? o solo se lo diste todo para dejar de sentir ese dolor y dar las
gracias. — Acariciaba el rostro confuso que asimilaba lentamente las palabras.
Encontrar sentido en esas palabras, fue suficiente
para abrir las fisuras que Arika había dejado a la vista en la tumba de Rena.
Tensó la mandíbula conteniendo el nudo en su garganta. —Qué horrible persona
soy... si es que tienes razón. —
—O quizás, solo fue otro error... aunque no tan mayúsculo—
Una sonrisa triste se formó en los labios de las dos ante las irrisorias e
irónicas palabras. —Ari... te juro que duele despreciar a Ren y ver su odio
corrompiendo el afecto con el que siempre me miró, prefiero dejarlos ir para
verlos más felices, así que no dejes que esto te pase a ti... si vas en serio,
entrega más que tu cuerpo y exige lo mismo de ella, no te quedes a la mitad del
camino, pero si no piensas correr el riesgo de verdad, entonces solo... no
embarques. —
—No quiero hacerle daño, a nadie— Acarició el puente
de su nariz cansadamente.
Levantó el rostro fatigado, acomodando un rebelde
mechón tras la oreja de la joven castaña. —No podrías, aunque quisieras, tienes
un alma blanca... y por eso sería imposible no enamorarse de ti— Sonrió
aceptando esa realidad, su decisión.
Habiendo hecho lo imposible para mantenerse fuerte
Sayers le sostuvo la mirada a la joven Kruger Blan, viendo en los ojos
aguamarina el sentimiento que había buscado encontrar, suspiró al darse cuenta
que era su estado de consciencia la única diferencia entre todas esas veces y
el presente. Su amor estuvo ahí cada vez que la miró, pero ninguna de las dos
pudo notarlo allá cuando aún importaba... Sin embargo, ¿acaso dejó en verdad de
importar? Se aproximaron lentamente con un magnetismo peligroso, deseando robar
un instante al tiempo, tocar por un momento el ‘hubiera’ que atormentaba el
pensamiento.
Mashiro se quedó quieta a un centímetro de los
anhelados labios rojos, mientras sentía que la distancia era acortada por su
querida amiga de la infancia. Un brinco de la carroza sacudió el espacio sin
ver definido quién dio el paso final, labio a labio aquella caricia tuvo lugar,
las manos se buscaron esperando encontrar el soporte que precisaban en la otra;
platino y castaño mezclado en un par de mechones, lento beso, suave y sentido,
con delicado afecto, fue creciendo en intensidad mientras un calor intenso
llenaba el interior de aquel, ahora demasiado extenso, espacio. Se abrazaron,
se aferraron a la otra apenas conscientes de la ardorosa ansiedad que crecía en
la piel de Sayers, que tras conocer el placer carnal podía sin duda entender
mejor la sensación audaz y adictiva que sacudía con electricidad su espalda,
deslizándose hasta la cuna de sus piernas. El cisne de plata en cambio
exploraba sensaciones particularmente nuevas, dulce muerte allí donde sus
labios la tocaban, aquel tacto en su cuello continuaba acumulando un cosquilleo
tan íntimo en espacios apartados, así como la falta de fuerza en sus piernas
temblorosas y el aliento que precisaba con urgencia para llenar sus pulmones y
no desmayar. Tomando más sin encontrar la saciedad, en tanto no pudieran
fundirse, tan solo sus bocas les conectaban, queriendo comerse a mordidas
dulces, las batallas de sus lenguas conociéndose, a sus dedos acariciando la
espalda de la otra buscando en silencio los lugares prohibidos.
Un golpe de madera, un sonido distante llegó a sus
oídos, dos toques más y el prudente cochero advertía a los amantes de su arribo
al castillo, con tan poco devolviéndoles a las dos la cordura que habían tirado
por la ventana momentos atrás, se miraron, y sus alientos aún entremezclados,
sus respiros esforzados y el calor, que se hizo vaho una vez la puerta fue
abierta. Era una suerte que ninguna de las dos usara maquillaje, pues nada
además de sus cabellos ligeramente alborotados delataría el asunto. Bajaron de
carruaje siendo Arika la primera en salir y ofrecer gentilmente su mano a
Mashiro... era el momento de la despedida, ninguna de las dos estaba dispuesta a
iniciar una conversación sobre lo que había pasado o al menos no Kruger quien
avivaba sus muertas esperanzas.
El príncipe de Remus aclaró su garganta, tenía una
duda por resolver. —Solo dime una cosa, y te suplico no mientas, porque
entonces no sabré perdonarlo— La vió directamente a los ojos inclinándose un
poco para adelante, aunque estaban a la vista de todos.
—Lo que gustes— Apenas musitó consciente de lo cerca
que estaban, encandilada por la agraciada vista de su hermosa amiga, cuando
nunca más creyó posible tal proximidad.
Con el rostro serio en extremo preguntó. —Ren... te
lo dijo ¿Verdad? —
Salió de su ensoñación y sostuvo más fuerte la mano
de Arika. —Sí...— Se aferró a ella un poco más. —Pero estaba lastimado porque
le pedí separarnos formalmente—
—¡Él quiso herirte! — Gritó sin moverse, con miedo a
lastimarla. —Teniendo a su hijo en tu vientre, ¿no pensó en que podrías
perderlo en medio del shock? Es más... ni siquiera tú lo pensaste cuando me
seguiste, son un par de irresponsables. — Estaba en verdad molesta, como no se
había visto en mucho tiempo y en realidad era solamente su preocupación manando
en palabras duras.
—Lo sé y no sé perdonarme a mí misma por poner en
riesgo a mi bebé, pasé tanto miedo cuando realmente pensé que... podría irse de
mí— Con las gotas que bajaban por sus mejillas y las manos cubriendo su
vientre, como si pudiera formar un escudo en las palmas que acariciaban sobre
la tela.
Removió el corazón de Sayers verla así, sentirla
como la madre que sería, secó aquel llanto de inmediato sin que nada más
importara. —Es la primera vez que te escucho decirlo... de esta forma— Era la
cosa más tierna que podría siquiera imaginar o ver de ella alguna vez.
—Si sigo triste siempre solo le hago daño, comprendí
que tengo que ser fuerte por él o ella— Sostuvo la mano disfrutando el tacto
como si fuera la última gota de agua en un desierto.
—Me alegra oírte así, no le daré una paliza a mi
hermano porque podría empeorarlo todo... solo por eso— Dijo antes de marcharse.
—Sé cuidadosa— Añadió moviendo la mano como despedida aún de espaldas a
Mashiro, la cual sonrió largamente al verla caminar en la dirección opuesta.
Sus pasos les distanciaron, tomando la oportunidad
para apartarse mientras los latidos acelerados de su corazón le recordaban los
momentos transcurridos dentro del carruaje de la princesa de Windbloom, así
como una culpa intensa asoló en sus iris de azul color. Se llevó la mano al
pecho, deteniendo el peso de su cuerpo en el marco más cercano de la puerta que
la llevaría al salón de armas, donde tendría lugar una última reunión en la que
tendría que afinar las defensas del castillo. Sus dedos tocaron con temor los
labios que habían estado sobre los de ella, ligeramente hinchados por las
apasionadas caricias compartidas... una dulce y venenosa mezcla, entre la
felicidad y la culpa. ¿Por qué tenía que complicarlo todo besando a Mashiro?
Nada había cambiado... excepto su separación con Ren.
Las gemas de sus ojos temblaron ante el millar de
esperanzas que crecieron en su interior, abrumados por la posibilidad, pero la
razón le golpeó una vez más recordándole sus actuales circunstancias. —Zire...
¡por la diosa! ¿Cómo voy a verla a la cara ahora? — Se llevó las manos a la
boca presionando con fuerza para ahogar el llanto culpable y un gemido, que era
la mezcla de todas esas abrumadoras emociones ahogando su alma.
—¿Alteza? — Escuchó la voz varonil de uno conocido,
alguien a quien comenzaba a estimar como un amigo por su apoyo en la milicia
los más recientes días. Forzada a recomponerse en un minuto, secó sus ojos y se
volvió a mirar al señor Kamui.
—SubcomandanteZorata...— Dijo con formalidad.
—Príncipe, su montura se encuentra en los establos
debidamente cuidado...— El pelinegro inclinó la cabeza con servilismo, era
extraño ver a un hombre llorando y más uno que lucha de la forma que Sayers
puede.
—Gracias...— Se dió cuenta por la forma en que le
miraba el moreno, que la había seguido por algo más que su caballo.
—No es de mi incumbencia, pero no debería ser tan
cercano con la esposa de su hermano. La gente podría hablar y eso sería
lamentable, su prometida es heredera de Remus y podría sin duda, sentirse
ofendida...— El joven militar desvió la mirada y aclaró su garganta, era una
situación incómoda. —Sí, sé algo de política o de las guerras, es que la
mayoría empiezan por recursos, diferencias ideológicas, eso se le dice al
pueblo— Hizo un par de comillas. —Pero muchas otras, son sólo pasiones por una
mujer. —
Tensó la mandíbula, si fuera la chica de hace unos
meses tal vez le abriría una puerta, pero estaba cansada de que todos tuvieran
algo por decir de su vida o lo que elegía hacer con ella. —Tiene razón... no le
incumbe— Frunció el ceño, con los ojos irritados por el llanto previo. —No
vuelva a inmiscuirse—
Kamui sostuvo la mirada, notando el dolor inclemente
que escondía aquel rostro tan hermoso, podría ser sin duda un casanova. —Debo
lealtad a mi nación y si ello implica prevenir situaciones como las que...
usted realiza para evitar daños...—
—No pensé que tendría que ser de este modo...—
Suspiró cansada, pero sabía que las acciones del moreno eran suficientes para
resolverlas como caballeros. —¿En serio desea continuar esta conversación? —
—Basta tener ojos para ver la forma en la que
ustedes, se miran...— Reprochó.
—Se lo advertí... Señor Zorata— Tomó una posición de
combate. —¡En guardia! —
—Es un error... ¡se lo digo como amigo! — Pero
igualmente empuñó el arma en su cinto.
—Un amigo no te ve lastimado y arroja sal en tu
herida... tú no sabes nada de mí o de mi vida, no me hables de lo que debo
porque ¡Nadie lo sabe mejor que yo! — Sacó la espada de su vaina. —¿Acaso el
luto de mi madre nadie puede respetarlo? — Arrojó la primera estocada que Kamui
apenas pudo desviar con su sable, temblando quedaron sus manos ante la fuerza
del envite. —Tener que verla forzada a estar con él, buscar una salida sin
hallarla.... estoy aquí, dejándome más que la piel, la sangre y el corazón,
¡pero nada significa porque jamás será mía! — Ejecutó otro ataque, tan
peligroso como el primero, esta vez la espada cayó de las manos del
subcomandante ante el giro prodigioso que la Sayers ejecutó. —¡Ojalá pudiera
verla y no sentir nada! — La hoja plateada se posicionó cerca del cuello del
moreno. —Verla junto a una persona indigna y tener que tolerarlo... es
demasiado para cualquier persona, así que déjame en paz un rato Zorata— Sus
respiros eran agitados, tantas emociones contenidas sin fuga posible hasta el
momento mismo en el que el joven noble expuso la cruda y culposa verdad.
—Sé que hay una historia detrás, pero sólo saldrá
lastimado al final de esto— Dijo sin dejar de contemplar los iris celestes,
ahora tan claros como si el cielo hubiera diluviado hasta despejarse por
completo, abrió la boca esperando musitar palabra alguna, pero nada más salió
al darse cuenta que estaba maravillado con el agraciado hombre frente a él.
—Solo será otra herida, señor...— Enfundó la espada.
—Empeñé mi palabra y la cumpliré... solo eso debe saber— Aceptó al final con
una mirada triste, tendría que ser honesta con su prometida. Luego simplemente
se marchó dejando al subcomandante más que confundido por el extraño magnetismo
recibido hace un momento. ¿Desde cuándo le parecía hermoso el príncipe de
Remus?
.
.
.
Con el cobijo de las sombras que le prodigaba el sitio,
Nao Yuuki pudo, no sin esfuerzo, arrastrar a Natsuki dentro de aquella cueva,
un lugar de paso que previno tiempo atrás, cuando cayera de la gracia de
Nagi... aunque realmente no esperaba que eso pasara y se notaba en el cúmulo de
polvo sobre las provisiones y otros elementos para acampar, solo ella sabía que
lo suficiente para tres personas fue dispuesto... le bastó mirar la ausencia de
las otras dos bolsas para entender que Zade y Darsiv ya habían pasado por allí,
tal cual se hubo planeado en aquel entonces; sonrió con ironía mientras tomaba
las cosas que necesitaba, no sabía cuándo tuvo la idea años atrás que ella no
viajaría con los hermanos Zagara al final de todo. Se rascó la cabeza agobiada,
no evitaba lamentarse porque a nada estuvo de culminar su acuerdo y tener todo
lo que anhelaba; ahora claramente no tenía nada, salvo una promesa a cuestas
que por su palabra cumpliría incluso en aquellas adversas circunstancias, el
conocimiento de los dos queridos hijos del Valle Negro, y por los dioses que eso
le daría a Natsuki. Desanudó la amarra de cuero y extendió un par de pieles
sobre el suelo, sacó de la bolsa algunas prendas más adecuadas para el clima
invernal que sabía necesitaban urgentemente, un par de piedras, un mechero y
una lámpara, no tardó en llenar el espacio con algo de luz, la suficiente para
ver dos pasos más allá de sí misma, pero tan tenue como para ser percibida con
la luz en el exterior. Se las arregló para acostar a la pelinegra de sangre
azul en las pieles y la cubrió para evitar que muriera de hipotermia, aunque
ella misma estaba peligrosamente cerca de ese estado, por lo que ocupó el
abrigo.
Puso la única daga que le quedaba, sobre la flama de
la lámpara hasta que el metal se tornó rojizo. Sacó un par de retazos de sus
anteriores ropas hasta hacer tiras suficientemente largas. —Eres un dolor de
cabeza... fue estúpido enfrentar a Nagi así— Murmuró sabiendo que sería oída,
Natsuki estaba prácticamente paralizada, por lo que era como andar por ahí
cargando una estatua de tamaño real... si no fuera porque le preocupara la idea
de su corazón deteniéndose por efecto del veneno, estaba segura que ya irían
camino de la frontera, lugar donde los maestros no serían más peligrosos para
ellas que por sus escopetas negras. Sí lo recordaba, Annaki, un maestro Slave
demasiado ingenuo, vió a su criatura y su vida extinguirse queriendo probar un
mal punto y es que claro, el chico cruzó la frontera ante un ardid de Hideki,
ello le costó... todo. —Es un alivio que estés tan callada, no querría oír tus
sermones de valentía estúpida... porque casi nos matan por tu culpa— Aunque en
el fondo deseara dar las gracias sobre la parte en la que ciertas personas
obtuvieron la libertad por su oportuna intervención, esperaba que sus cuidados
fueran un mensaje suficiente. La ex lobuna no pudo más que gruñir, pues además
de los ojos apenas podía respirar y articular sonidos ininteligibles.
Primero se ocupó de sí misma, Nao tomó el ron de la
cantimplora, dió un sorbo, apretó las amarras entre sus dientes, vertió un chorro
sobre sus manos y otro en la pierna, se tragó un gemido ante el ardor, sin más
retiró el cristal y en un movimiento de sangre fría sorprendente, tomó la daga
y la introdujo en la herida, cauterizando de inmediato la posible hemorragia
que la amenazaría en la ausente obstrucción de aquel cristal púrpura. Pasó todo
aquello no sin ahogar un grito y liberar tensión de mordida en el cuero... un
minuto después, tras vendar el muslo propio, escupió la cuerda y tomó bocanadas
de aire con urgencia, sosteniendo una respiración agitada y un sudor frío
escurriendo por su barbilla temblaba incapaz de esconder su dolor. Le habría
gustado descansar, pero ya había visto los efectos del veneno de la quimera,
era más cruel que el de la toxina de alguna serpiente común, justamente porque
la sustancia tenía un efecto de tortura lento, incapacitando primero a través
del dolor a su víctima, paralizando hasta hacer rígido cada músculo o
extremidad, hasta apagar lentamente cada órgano... le fallaría el corazón o los
pulmones llegado el momento. Rogaba a los dioses que no hubiera absorbido el
suficiente veneno para llegar a ese punto...
Pese a lo insufrible que era el escozor de su
magullada pierna, la hija de Lana se movió junto a Natsuki, retiró parcialmente
el cobertor de piel, descubriendo las dos perforaciones que la cola serpiente
de aquella criatura había punzado en su hombro. Lavó de inmediato la daga en el
ron, así como sus manos nuevamente y procedió a reabrir los agujeros, no sin
antes poner las amarras de cuero en la boca de la morena... pese a que casi no
podía mover ya su lengua, un gemido bruto manó de su garganta a la par que Nao
haciendo caso omiso de los detalles, succionaba y depositaba el veneno en un
recipiente que habiendo sido destinado para cocinar por aquella ocasión ocupaba
otros fines. El veneno casi tan negro como la brea fue lavado con el licor en
la boca de Nao, quien empleó lo último del líquido en desinfectar y lavar las
heridas más urgentes de Natsuki.
Al terminar, la Duquesa había sido privada de las
piezas escarlatas del resto de la armadura cristalina, del casco y de los
retazos que ocupaba como ropa, quedando salvo por las vendas en su pecho y un
trapo sobre la parte baja, prácticamente desnuda. Una mirada de reproche le fue
dirigida a Nao por el hecho, pero esta hizo caso omiso. —Duerme... la mejor
oportunidad que tenemos, es cuando la noche llegue y podamos escabullirnos con
la oscuridad como aliada, con suerte quizás ellos piensen que alcanzamos el
paso o escalamos las montañas con Julieth— El sonido de un gruñido monstruoso
espantó ligeramente a la pelirroja, al menos hasta que notó que era el estómago
de cierta belleza pelinegra; buscó entre los alimentos, algunos ya no servían.
—Tengo carne seca, queso y vino... el pan ya es piedra, podríamos usarlo como
arma más tarde— Lo puso a un lado, era pan fosilizado. —El problema— Ronroneó
con ironía. —Apenas puedes respirar, masticar sería milagroso en este
momento... así que duerme, apenas despiertes podrás... comer— Dio una mordida a
la carne, era salada y algo dura, pero estaba bien, el queso ya tenía un gusto
ligeramente fuerte, pero para la ocasión sabía a gloria, puesto que también
estaba hambrienta. Le pareció distinguir una variante de reproche en el gruñido
de su normalmente silente interlocutora. —Eso si sobrevives, no sé qué tanto
veneno absorbiste...— Dijo con la boca llena como si no fuera nada; en
respuesta obtuvo otra protesta de tono similar, más claro que el anterior. Bufó
y gruñó. —No me digas... no quieres morir con hambre, eso dirías— Levantó una
ceja y pudo jurar que aquel imperceptible movimiento en la cabeza de Kruger
podría interpretarse como un asentimiento. —Te odio...— Desvió la mirada, pues
solo conocía un modo y rogaba porque nadie nunca supiera de ello, pero al verla
otra vez a los ojos, ahí estaba esa persistente mirada de perrito abandonado,
¡el truco más viejo del mundo!...
—Te detesto...— Odiaba más el hecho de que aún
funcionara. —Está bien... pero te llevarás el secreto a la tumba— Tomó una
porción de carne la cual masticó con suma paciencia, luego se aproximó a
Natsuki y depositó el bolo directamente en su boca... abochornada y molesta,
repitió el proceso con el queso, luego más carne hasta que la convaleciente
morena obtuvo el sustento equivalente a la mitad de la porción en su mano.
Después de eso y sin decir nada, Nao le dió la espalda y comió el resto.
La duda aún le asaltaba, no estaba segura sobre si
sus acciones eran las correctas, tener honor y tal vez desatar a un monstruo
contenido por una deidad podría ser considerado un error, porque eso es lo que
haría pronto. Miró en su mano los tatuajes y suspiró pensando en la persona que
se los había hecho a ella en primer lugar... la imagen de la chica morena
sonriéndole, prodigándole un beso, haciendo un puchero, abrazándola... acudió a
su mente. Suspiró, sacó la última pieza valiosa de aquel apreciable macuto,
siendo esto una punta pica pequeña y un tarrito lleno de tinta. Diligente y en
silencio tomó la mano de Natsuki y retiró de la zurda, en el dedo de la vena
amoris, el anillo de bodas, la memoria material del vínculo que esta
tenía con Shizuru. Pese a lo increíble que era que, de toda la movilidad
ausente de su cuerpo, fuera fruncir el ceño la única cosa que el doncel de
hielo aún pudiera hacer, Nao no se sorprendió del hecho. —No puedo trazar el
sello con el anillo en tu mano, será retirado temporalmente para esa labor...—
Explicó compasiva, tal vez ella reaccionaría peor sí alguien le arrebatara el
collar de Zade escondido bajo el manto y el abrigo. —Sé que si pudieras,
apartarías tu mano cuestionando los detalles... así que es una ventaja que no
puedas negarte, porque no soy tan paciente...— Punzó con la pica manchada en
tinta una y otra vez sobre el mismo punto hasta formar con el paso de los
minutos, líneas completas en un entramado de lo que parecían letras y símbolos
unidos, un sello bastante semejantes al suyo propio, se dibujó en el envés de
la mano de Natsuki, así como en la palma, salvo por la variación en el nombre
de la criatura... —Las líneas del destino, de la vida y de la materia... son
sólo las diversas caras del mismo trazo, magia antigua dicen algunos, los
conjuros musitados por los dioses a sus vasallos, secretos innombrables
refieren los temerosos. No hay una forma en la que pueda ser descrito lo que
atañe al espíritu y a la emoción pura, ni pueden estas simples palabras obrar
en el vacío marchito, pues no crece un árbol sin que antes se tenga una semilla
y una tierra capaz de darle sustento. Eso es lo que Nagi no podría comprar ni
con todo el oro del mundo, el espíritu de un ser arcano que se forja en el
fulgor del sacrificio, un ente que es uno con el maestro, sin la necesidad de
un cristal de control porque su vínculo es, por mucho, más estrecho— Culminó
limpiando el exceso de tinta y volviendo el anillo a su lugar para continuar su
trabajo.
Le pareció que la morena había caído dormida,
continuó diligentemente su tarea hasta que la marca fue completada en toda la
extensión del brazo izquierdo, a diferencia de ella que tenía un sello parcial
en la mano por el fin de proteger su secreto ante Nagi, suponía que Natsuki no
tendría que esconderlo y podría emplear de una mejor manera su poder
espiritual, claro es que si le disgustara el tatuaje no sería su problema,
después de todo no era su piel, sonrió; pese a todo se esmeró en que las líneas
fueran tan pulidas como su perfecta caligrafía. Al completar su tarea, tomó el
recipiente manchado con el veneno de la quimera y las piezas fisuradas de la
armadura cristalina, rompiendo cuidadosamente aquellos restos, extrajo
fragmentos filosos cuyas puntas empapó en la toxina y almacenó en el pertrecho.
Acto seguido, revisó los signos de Natsuki temiendo que los apacibles respiros
que había oído provenir de su boca, ahora más silenciosa, fueran la mortífera
señal de que la extracción del veneno hubiera llegado demasiado tarde. Nao
acercó su oído a la nariz de Natsuki y halló vida en ella, pero demasiado
tenue; tomó la temperatura y la noto muy baja, rauda y pese al riesgo que ello
implicaba su anonimato, derramó algo de aceite sobre otros enseres inútiles, a
los cuales prendió fuego con la lámpara. Sabiendo insuficiente el mecanismo
volvió a maldecir esta vez de dientes para adentro, se quitó la ropa y se
sumergió bajo las pieles, esperando transmitirle el calor suficiente para
evitar el cese de sus respiros; la acomodó en medio de sus piernas y brazos,
comenzó a frotar sus costados y acunando el cuerpo, posó la barbilla en el
hombro de la inconsciente joven... —No se te ocurra... morir aquí, así— Comenzó
a soplar tibiamente su cuello y mejilla, sintiendo la desesperación de lo
infructuosa que con el paso de los minutos se miraba su tarea. El llanto ya
había asomado a sus ojos cuando percibió una luz, de tonalidad azulina y un
deja vú. Abrió los ojos enrojecidos y vió a unos cuantos metros, al lobo blanco
en la entrada de la cueva, sin siquiera pisar en la tierra o hacer sonido
alguno, se aproximó a las dos y aguardó a escasos centímetros de las dos
figuras semidesnudas bajo las pieles.
—Hiciste que la salvara una vez... y por ustedes
llené mi camino de espinas... ¿Ahora vas a dejar que muera y harás de mi vida
un sin sentido, serán todos mis esfuerzos en vano? — Le reprochó al lobo cuyos
ojos recordaba con una nitidez tal, que nadie diría fueron cinco años los que transcurrieron
desde entonces. —Si te libero... ¡¿Harás lo necesario para que viva?!— Exigió
saber.
El lobo se aproximó, pero Nao cubrió a Natsuki aún
más fuertemente entre sus brazos. — ¡Dilo! Si me encaminaste una vez en el
pasado, que no sea peor el destino que me aguarde... pero si ha de ser, esta
vez, nunca te apartes de ella!— El hermoso ser que por la proximidad distinguió
con más detalle, tenía en su frente la gema azul que Natsuki había lucido sobre
su máscara una vida entera, era de un tamaño mucho mayor al de las dos allí
encogidas sin espacio entre ambas, podría si lo deseara, acabar con su
existencia, pues notaba a diferencia de la última vez, la ola inconmensurable
de energía espiritual que desprendía aquel ser.
El lobo asintió y sólo por ello Yuuki aflojó
ligeramente el agarre, ocasión que el espíritu conocido como Durhan tomó para
volver a la forma más simple, la de una luz, un fuego fatuo cuya forma etérea
se alojó en el pecho de Natsuki como el hogar que habitó siempre. Una vez la
bestia espiritual se introdujo en la carne de la pelinegra inconsciente, los
respiros se hicieron más largos y profundos, y aquella palidez mortuoria
abandonó el rostro primoroso de la Duquesa. Apenas capaz de soportar la vigilia
a la que se había sometido, así como el agotamiento de la noche insomne que
había transcurrido hacía pocas horas, Nao cerró los ojos y pudo al fin
conciliar un sueño, en el que la tristeza de la pérdida de su amor y la ira
inconmensurable que la había consumido durante años en pro de la ciega
venganza... se desvaneció, dando por fin un sosiego del que había carecido
aquel tiempo.
Unas horas más tarde, cuando el sol comenzaba a
esconderse tras las montañas, un par de párpados pálidos y sus tupidas cejas se
abrieron para darle paso a un par de profundos iris esmeralda, de un intenso
aire melancólico; adolorida y resintiendo las heridas más allá de lo indecible,
la hija de Takeru se removió en el improvisado lecho sin entender del todo sus
circunstancias o el lugar en el que se encontraba. Tembló cuando al ser
consciente de su cuerpo lo halló casi desnudo, pero lo más angustioso de
aquello no era justamente su estado, sino más bien, la compañía, cuyo pecho
desnudo rozaba con sus aureolas respingadas en su espalda media, a la par que
unas manos la encarcelaban por la cintura, agarrando una de las palmas uno de
sus senos, del mismo modo que las enredaderas intrincadas entre sus piernas le
impedían cualquier huida; tales sensaciones le permitieron intuir... no eran
justamente los atributos de su esposa los que tan íntimamente convivían con los
suyos en ese momento. Volvió la vista atrás y la tonalidad rojiza de la melena
que se confundía con la suya, le golpeó como la memoria no tan distante de su
realidad, un recuerdo tan crudamente fresco que, sin mediar el bienestar de su
cuerpo herido, salió corriendo del lecho y se escudó en la pared más próxima
como si estuviera en presencia de un escuadrón completo de maestros Slave
pidiendo su cabeza. — ¡Tú!... ¿Qué me has hecho? No ves que no soy más que retazos
tan pequeños que ya es imposible dividirme más—
Nao quien lamentaba la abrupta interrupción de
sueños más dulces, de instantes de idilio con su ahora ex amante, se frotó los
párpados en un esmero por recuperar la cordura. Vió a Natsuki — ¿Además de salvar
tu vida... por segunda vez? — Guardó silencio esperando que Natsuki
reaccionara. —No más que eso… ¿entiendes? — Aún adormilada, ni siquiera prestó
atención a que su improvisada cobija dejó de cubrirla cuando se levantó un poco
para ver a la otra.
— ¿Y cómo explicas...? ¡Por la diosa! ¡CÚBRETE! —
Desvió la mirada intentando no verla, aunque sabían las dos que era en vano.
—Mojigata... no es como que fuera la primera vez
que—
Natsuki no la dejó concluir. —No.… lo digas— Tensó
la mandíbula mientras buscaba algo con lo que cubrirse y encontró sus
pantalones. —No es mi recuerdo más dulce— Tenía poca fuerza y temblaban sus
manos, sus piernas eran de gelatina y en su mente justificaba el hecho basado
en la idea de que era un efecto secundario del veneno de la quimera.
—Está bien... podría decir que me pasé, dos tantos
con lo de tu puerta trasera. Pero todo lo demás, estuvo bien... así que deja
de...—
— ¡Cállate! — Gritó con la mirada tan sombría como
la que se había visto en el pasillo, cuando Nao creyó que la empalaría cual
brocheta.
—Hay que irnos... vístete— Tomó la ropa que había
separado para ella y se la arrojó a la cara. Se puso de pie sin preocuparse de
nada. —No mires si no quieres... nadie
te está obligando a hacerlo... esta vez— Casi escupió las últimas palabras.
Sin saber qué decir, y sabiendo que el pudor estaba
por demás, observó la figura desnuda de Nao... cuánto había crecido la bella
melena rojiza, su anatomía era realmente la de una mujer y había abandonado las
formas de niña que tenía cuando se despidieron aquel infausto día en el
castillo de su familia. Observó entonces que tenía un cuerpo estilizado, pero
tan formidable como el de la guerrera y bailarina que era, tan hermoso como era
posible decir, entendía sin duda por qué ella había sido por mucho tiempo, el
sueño erótico de más de la mitad de la población masculina de Fukka y sus
alrededores. Pero eso carecía de valor en cuanto la culpa atenazaba en su pecho
al ver las heridas que dejaron marca permanente en su piel tras aquella batalla.
Así mismo saber que le debía la vida, qué irrisorio era el destino...
No dijeron más, ninguna de las dos quería, Nao no se
disculparía y ella no la perdonaría, si estaban juntas era por conveniencia,
por el valor del honor vinculado a las palabras dichas, además de la simpleza
de la idea de sobrevivir hasta llegar a puerto seguro. Aunque el silencio duró
poco cuando Natsuki apreció la extensión de las inscripciones que Nao ocupó en
su piel. — ¡¿Qué rayos es esto?!— Si hubiera dormido más tiempo, seguro que
tendría tatuajes hasta en lugares innombrables y ya lo dudaba, no podía verse
las posaderas para asegurarse.
—Después me darás las gracias, es casi una obra de
arte...— Ignorando olímpicamente las quejas de su colaboradora se aproximó a la
entrada de la cueva, ya correctamente vestida y cargada con aquel improvisado
abastecimiento de cristales venenosos. —Me preocupa la seguridad de este lugar,
no tuve tiempo de borrar todas nuestras huellas y dejé que Julieth creara un
rastro falso, pero no sé cuánto tiempo más nos dé eso... solo necesitaba que
sobrevivieras y pudieras mover tu triste trasero de ahí— Sigilosamente y
haciendo un ademán de silencio con su dedo en los labios, con otro movimiento
de su mano la llamó a seguirla, abandonaron el lugar que les guareció.
—Arrggg...— Levantó la mirada solicitando a los
dioses un incremento milagroso de paciencia.
Las dos apreciaban la riqueza de la propia
existencia, una que, salvada por los pelos, volvía a ponerse a la merced de la
casualidad y rogaban entonces no toparse con alguno de sus ansiosos captores,
más Nao que Natsuki, quien conocía el precio que pagaron todos aquellos que a
Nagi traicionaron. Así pues, no hubo un paso que no siguiera al otro con
cautela y silencio, con la complicidad de la noche cerniéndose y la suavidad de
la nieve ocultando el sonido de su andar... pasaron un par de horas, ya no
estaban tan lejos del poblado que había sido devastado un par de semanas atrás,
cuando el viento trajo un silencioso mensaje, la que una vez fue la bestia de
Fukka se detuvo.
—No hay tiempo para descansos... Kruger— Reprochó
Yuuki al ver que su acompañante no le sostenía la marcha.
—Shhh... hay algo en el aire...— Tenía un olfato en
extremo sensible pese a que ellas no olían precisamente a rosas, estaba segura
que no desprendían aquel nauseabundo olor.
—A mí nadie me manda a callar— Reprochó Nao con mal
semblante, ya sin cuidar el tono audible de su voz.
—No es el momento Yuuki...— Refutó Natsuki
intentando distinguir cual corriente le trajo aquel pestilente aroma, para
identificar la dirección de la fuente entre las sombrías ramas.
—Contigo nunca es el momento— Se enfurruñó obligando
a la morena a volver la vista sobre ella, verdaderamente extrañada.
Pese a la escena que la pelirroja le estaba montando,
la mirada verde aceituna ni siquiera estaba puesta sobre la esmeralda de la
bella pelinegra, de inmediato la Duquesa entendió el ardid. Un ademán de labios
y un par de dagas rojizas se movieron a velocidad pasmosa sobre el hombro de
Natsuki. Distracción... Dos hombres cayeron de un par de árboles, inmóviles
sobre la nieve y detrás de ellos, las espeluznantes criaturas ocultas por las
sombras se replegaron en la proximidad de sus amos, para protegerlos de
cualquier mal.
—¡Corre! — Haciendo lo dicho, ambas mujeres se
apresuraron a llegar al camino en el que por lo menos podrían aventajar a sus
perseguidores un poco. —No podrán moverse, pero no puedo decir lo mismo de sus
Slave... si deciden enviarlos, claro... eso sería muy idiota— Conocía los riesgos,
no ver a tu Slave en combate sería una derrota inminente ¿cómo dirigir a
ciegas?
Mantuvieron la carrera hasta llegar al pueblo, el
sitio se miraba desolado, en apariencia. —Necesitamos fuego...— Susurró Natsuki
mirando casi con paranoia cada lugar. Si no fuera porque la salida de Fukka
obligaba forzosamente el atravesar el pueblo hasta el otro extremo del camino
para ir al paso, e incluso para tomar la otra ruta... saben los dioses que
habría elegido otro camino.
—Ese olor...— Aún lo tenía en la punta de la nariz,
pero no era algo que hubiera percibido antes y eso para alguien que había
vivido en el bosque llena de lodo con baba de monstruos en los zapatos, era
mucho decir. —Es la muerte caminando— Natsuki no se refería a la comida en
descomposición o los restos de las pertenencias que fueron abandonadas aquella
noche en la que fue capturada por Nagi, incluso los cuerpos; aquel hedor a
sangre y barro, a perro mojado sin bañarse por lo menos en un año, todo junto y
podrido lastimaba su olfato.
Así lo vieron, a la criatura de las pesadillas de
Nao, iluminado por la luna en el cielo, con sus garras afiladas sonando a cada
paso sobre el empedrado de la plaza, con sus fauces colmilludas llenas de baba,
como si la proximidad de un par de gustosas presas le hiciera salivar más. El
pelaje se aquel ser era espeso, desordenado y podrías decir opaco, sucio, era
un ser de gran tamaño, ciertamente podría haber pasado por Takeru a cierta
distancia, salvo por sus ojos… los de su padre eran de un límpido color cielo, incluso
bajo el tupido pelaje negro con brillo cobalto que caracterizaba a su forma
cuando tomaba un aspecto de lobo. La mera presencia del ser, después de la
muerte de su padre ya limpiaba por sí mismo el honor y el buen nombre de los
Kruger, sin embargo, ello no era consuelo para ninguna de las dos, por una
falacia habían muerto personas amadas. Sin tiempo para disculparse o decir
nada, vieron llegar a otras criaturas, correr era inútil, la batalla
ineludible, imaginaba que las esperarían en alguno de los puntos que
forzosamente tendrían que cruzar para salir de aquel poblado del averno. Las
superaban en número desde el principio, pero ahora no contaban con la estrechez
del salón para impedirles el movimiento, cada Slave invocado estaba a sus
anchas, sería una lucha muy dispareja. Uno de los sirvientes de Nagi arrojó una
antorcha a una pira de escombros que se incendió y otras le siguieron,
iluminando el fuego cada lugar, mostrando a Nao y Natsuki los adversarios que
les aguardaban.
Una figura encapuchada estaba de pie sobre el lomo
del lobo negro. —Nao... Nao... Nao— La aludida no necesitó que el adversario
retirara la capucha para saber quién hablaba, quién era dueño de aquella
aberración.
—Hideki…— Gruñó entre dientes, conocía la voz de ese
miserable.
—Debí matarlo cuando pude…— Suspiró Kruger con
cierta frustración. – ¿No te duele un poco la cabeza? — Al menos un ardid y es
que claro, Hideki tenía vendas en su cráneo cuando se mostró sin el cubierto de
su capa. El hombre gruñó en respuesta.
—Hubiese sido rápido e indoloro… demasiada piedad
Natsuki— Refutó Yuuki con una mirada de odio indescriptible sobre aquel hombre,
la idea de cuantas veces se burló aquel de su ignorancia reverberaba bilis en
sus entrañas, pero no le daría el placer de expresarlo por más tiempo en su
rostro.
—¿Crees que estás en posición de suponer que puedes
vencerme? — Tras la pregunta, una carcajada a la que se unieron otras, muchas
más, se dispersó el sonido en el viento. –No sabes cuánto tiempo he esperado
esto, querida— Bajó de su Slave de un salto. –Ver tu rostro descompuesto, al
entender que todo este tiempo, la criatura que tanto buscaste estuvo en tus
narices… y que serviste a los propósitos del hombre que ideó tu funesta
extinción, no sé qué pudo ver Nagi para salvarte al final y no quitarte la vida
como estaba previsto, ¿una prostituta? ¿una acompañante…? — Sonrió con un
beneplácito malsano. –Yo solo sé que destruiste a la persona que amabas— Señaló
a Natsuki con la palma de su mano extendida, apuntándole con sus cinco dedos.
—Arrancando de ti misma los fragmentos de la humanidad que te quedaba… así
llevarás contigo en la consciencia, las vidas que destruiste en tu afán
vengativo, cuando tu odio estaba dirigido en la dirección equivocada— Volvió a
reírse, esta vez nadie le siguió… Nao aún era peligrosa y no todos saldrían
vivos de allí, ya no decir el riesgo inherente a Natsuki Kruger cuya expresión
era pétrea.
La sonrisa de Hideki menguó al ver a Nao impávida
frente a él o la criatura, ¿por qué no caía de rodillas sollozante? No lo
entendía. La pausa extraña pero razonable se mantenía, nadie quería atacar
primero, porque claro… ese alguien sería el primero en morir.
—Era una posibilidad entre las muchas que atisbé
Hideki— Anunció Nao con serenidad en su semblante. –Razones de odio tenía sobre
Kruger y su maldición, la cual me condenó… no me equivoqué en eso, pero esa es
una cuestión concluida— Aceptó, mientras acomodaba mejor los guantes en sus
manos. –También estoy agradecida con la Duquesa. De no ser por este camino no
la hubiese tenido a ella, querido— Ambos sabían que hablaba de Sherezade a
quien no habían podido seguirle el rastro debido a su arpía de Fénix. –Tú en
cambio estás solo, muerto Kaburo por la mano de Shizuru Fujino, no la de
Natsuki… su esposa acabó con él. Supongo que nadie más tendría tan mal gusto.
Por otra parte, los secretos de Nagi van en camino de las naciones aliadas, el
no vencerá, incluso si perecemos aquí, tú solo me confirmaste que hice bien en
sospechar y actuar a sus espaldas, ¿no lo viste acaso? ¿Sabes que una simple
mujer ha obtenido lo que él no podría en una vida entera? Jamás le amará
Mashiro Kruger Blan y yo hice que dos exquisitas mujeres me amaran, nunca
dominará sobre una bestia espiritual, yo tengo la mía… no gobernará Windbloom,
porque Argos, también se interpondrá. Según yo entiendo, mi venganza se
completará al final, y no me importa si mi aliento se extingue hoy… porque mamá
va a estar orgullosa— La sonrisa en la boca de Nao, advertía que ella usaría
sus mejores técnicas de tortura en él, si se daba la oportunidad.
No se dio tiempo al tiempo. —¡JULIETH MANIFIÉSTATE!
— Gritó la pelirroja a viva voz, los hombres buscaron el vórtice en el suelo
esperando atacar a la criatura en cuanto emergiera del suelo, mas no hallaron
nada. Un grito de muerte vino a las espaldas del enemigo cuando uno de los
hombres caía al suelo deshaciéndose en una estela de brillos verdes, junto a su
Slave un Golem Tortuga que fue partido a la mitad por las filosas espadas de la
aracnoide en armadura. Yuuki no había disuelto su poder sobre Julieth en ningún
momento, solo la mantuvo a una cuidadosa y camuflada distancia, en vigilia.
Asombrados, muchos de los maestros no vieron venir los filos envenenados que
los impactaron sometiéndolos a una dolorosa inmovilidad, cerca de la mitad de
los enemigos aguardaron petrificados, incapaces de musitar palabra o serenar el
pensamiento para dar órdenes a sus Slave. Kruger, quien conocía las intenciones
de su aliada, formó espadas de estalactita roja y las lanzó a las indefensas criaturas,
atravesándolas… 5 fueron derrotados en un parpadeo.
La reacción tardía de los Maestros por fin tuvo
lugar, dando ocasión a algunos de ponerse bajo cubierto y llevando consigo a
sus compañeros para no quedar indefensos ante la treta de Nao Yuuki, un nombre
que nadie olvidaría ese día. La astuta mujer se movió con presteza mientras
Natsuki le proveía de una espada cristalina a cada ocasión de necesitarla,
haciéndolas brotar como estalagmitas del suelo y en sus proximidades, al
contacto de las manos de la pelirroja con el material, el cristal recuperaba su
color más frecuente, un impoluto translúcido, no menos débil que la piedra más
dura. La de iris aceituna empaló a un par de dragones negros, cuya marejada de
numerosos especímenes se dispersó antes de volver en picada sobre ella, a lo
que esta se movió a un lado con coqueta elegancia, casi como si se tratara de
un baile y evadió a los rapaces diminutos que bien podrían con su aliento
deshacer la armadura más fuerte; Julieth y por orden de su ama tejió una red en
la que aquellas alimañas fueron atrapadas y posteriormente estranguladas, hasta
que otra voz, una femenina, se escuchó en lamentación mientras la maestra de
aquellos seres, entregaba el precio de su vida enlazada a las criaturas. Nao la
conocía, Lorana… qué tonta había sido al enfrentarla.
Un dolor le sorprendió en el costado, magullado por
los afanes liberales de Natsuki la otra noche y el poco reposo, si no contaba
con la embestida que una salamandra gigante ocupó en su querida Julieth, la cual
impactó contra lo poco que quedaba del ayuntamiento, la amenazante presencia
del lobo tan próximo que caminaba desde su espalda y el verse ahora rodeada por
otras criaturas no menos peligrosas, como un Tigris ácido y la Hidra del
pantano de Gon Hiu, le hizo notar que el factor sorpresa se había perdido y
volvían como al principio, a una desventaja numérica desalentadora. Natsuki no
sería un gran apoyo en el momento, ella tenía una cita con un par de
pretendientes, igual de grandes y monstruosos, el sonido de las balas negras
intentando atinarle, por la gracia de algún dios oscuro, debajo de su ya
conocida armadura escarlata, tampoco auguraban nada bueno. Sorprendentemente se
les permitió reagruparse, como a quien se le invita para ocupar el paredón de fusilamiento
donde la muerte habrá de llegar. Sería un solo punto de disparo donde fuera
imposible fallar.
Natsuki, quien observó más atentamente las
circunstancias, sabiéndose rodeadas, comprendió que la fortaleza de las bestias
espirituales era a la par su mayor debilidad. Nao estaba vinculada a Julieth y
ella era así mismo una extensión espiritual de la otra, se alimentaba
directamente de su fuerza y voluntad, ello hacía a la hermosa guerrera
aracnoide un ser 4 o 5 veces más fuerte que un Slave común, pero no era
invencible. Así mismo su propia flaqueza le avergonzaba, el cuerpo casi tan
humano como cualquiera, había acumulado tantas heridas en lo corrido de aquel
mes, que no logró sanar ninguna por completo, así su velocidad no era la misma,
sus reflejos magullados, su fuerza diluida… Si por esmero había erradicado
varias criaturas, no podría más que otras cuantas y eran más de 20, hablando
solamente de los Slaves grandes.
—Te lo dije… no vencerás— Sonreía Hideki, mientras
Gon Hiu relamía sus labios observando la sangre manchar los atuendos de Nao y
Julieth expelía algunos brillos dorados a la misma altura que su ama, sin ver
todavía amenazada por completo su existencia.
—Dame tu mano…— Solicitó Nao en un susurro.
Suponiendo que se trataba de su último deseo, Natsuki se volvió a mirarla y
enlazó la izquierda, dado que la diestra ocupaba una espada gélida escarlata.
Tal vez una podría sobrevivir al impacto y estaba claro para Yuuki que sería
Kruger… no le temía a su destino, solo lo había aplazado unos cuantos años,
sonrió. –Todo este tiempo has creído que él y la maldición son la misma cosa,
estás en un error Natsuki… Durhan es tu bestia espiritual, el velo con el que
fuiste cubierta por la diosa, el monstruo que solías ser se fue con las
declaraciones de amor de Di'Kruger… él no. Las maldiciones pueden ser
retiradas, las bendiciones no.— Nao enredó sus dedos en los de Natsuki y dejó
fluir su propio poder espiritual, limpiando al menos por un momento la energía
de la pelinegra, las marcas del tatuaje de la ex bestia de Fukka brillaron
intensamente. –Durhan… Converge— Musitó suavemente rozando el tibio aliento de
Yuuki en el oído de Kruger, todo mientras Nao abrazaba a la morena y su luz
azul como un faro, se extendió en la oscuridad de la noche, en el momento mismo
en el que el fuego, ácido, púas, corrientes y otros ataques acudían al centro
del lugar en el que los dos cuerpos se hallaban. La explosión que tuvo lugar
estremeció los cimientos mismos de aquella plaza y una polvareda que se
mezclaba con los copos de nieve que caían desde el cielo se elevó varios metros
por el aire, dejando entre dichos los esmeros de los maestros Slave.
Un grito de guerra se oyó en la distancia, destellos
azulinos de disparos e incluso una ráfaga de fuego golpeó a los pies de los encapuchados,
poniendo alguna distancia entre el punto de ataque y los maestros al servicio
de Nagi. La hermosa arpía de fénix conocida como Chaira cubrió a Julieth
interponiéndose entre ella y sus atacantes, repelió con la agitación de sus
alas a una marejada de dragones pequeños que amenazaban con corroer la armadura
brillante de la doncella aracnoide y lanzó una bola de fuego a un Tigris
próximo, calcinándolo en un santiamén, un lamento de alma perdida se escuchó
detrás de las rocas, seguramente de algún maestro petrificado. Una doncella que
se sostenía de una de las garfas de la criatura alada, se soltó cayendo
elegantemente de pie en el suelo, buscó con la mirada esmeralda a su ex amante
sin hallar rastro de ella, solo vio la mirada tenebrosa de sus enemigos. Tarde,
habían llegado demasiado tarde... —¡Nao! - La llamó en voz audible.
—Llegaste tarde... preciosa— Se hizo notar Gon Hiu,
haciendo crujir sus nudillos y ansioso por la idea de hacer sus deseos realidad
con la joven argita, un derecho que Nagi le había concedido si lograba cazarla.
A un lado con aquel lobo monstruoso a su servicio, estaba un sonriente Hideki.
Zade comprendió las circunstancias de inmediato.
—Ruega a tus dioses, que no sea de ese modo... porque no tendré piedad con
ninguno— Amenazó con tono sombrío, flameó más intensamente la melena de su
bestia espiritual quien creció casi imperceptiblemente ante la ira de su
propietaria. Solo la presencia de Julieth les daba esperanzas a sus anhelos,
porque cuando el polvo se dispersó, nada más que un cráter ocupaba el centro de
la plaza.
—¿Ja... tú y cuántos más? — Si habían vencido a
Yuuki y Kruger juntas, aquella hija del desierto no sería nada. O eso
creyeron... demasiado confiados.
—Nosotros...— La voz de una jinete sobre un
portentoso corcel blanco se oyó en medio de la noche, así quien lucía una
armadura con el lobo de la familia Kruger, en cuyo casco un rubí, brillaba en
el centro de la forma lobuna que emulaba el yelmo, le dió a saber a los
maestros Salve que a sus espaldas les aguardaba una cuadrilla entera, apuntando
todos con sus armas encantadas a las criaturas. A la derecha de la líder del
grupo Nina Kruger, una rubia de azules iris sostenía el estandarte de los
monarcas de Windbloom, arqueros y artilleros, todos armados hasta los dientes.
Nina desenvainó la espada llamada Neptuno y con su filo le apuntó a Gon
Hiu. —No sé cuál de ustedes me dirá
dónde está el Doncel de Hielo, Natsuki Kruger... quien me lo informe, tendrá
por pago el valor de su vida, sobre los demás, no puedo prometer mucho— Se vió
la sonrisa en su definida mandíbula.
—¡Muerta! — Gritó Gon Hiu enviando a su hidra del
pantano bajo el cubierto de la salamandra gigante.
En respuesta los disparos de las armas encantadas no
se hicieron esperar y es que contrario a lo que esperaban los aliados de Nagi,
aquellas esferas luminosas eran más fuertes y acabaron con al menos 8 de ellos
en el primer envite, igualadas las fuerzas todos tuvieron que tomarse en serio
la batalla qué dió inicio con guerreros por demás peculiares.
Mechones de la rojiza melena se mecían con el
viento, hacía más frío y sentía como que flotaba en los brazos de alguien, si
la muerte era tan dulce quizás no había tanto problema con ella. El dolor en el
costado y la pierna vendada en cambio, le advirtieron que seguía muy viva. Nao
abrió los ojos con dificultad y vió así una barbilla, esa barbilla... vaya que
la conocía, lavió durante 7 años cada día queriendo saber qué había más allá de
la nariz, ahora el rostro estaba siempre a la vista. ¿Por qué Natsuki se las
ingeniaba para tener la cara más hermosa en cada ocasión de mirarla? Era
odioso. Aun así, tuvo la sensación que esa persona ya no era solo Natsuki
Kruger... Las preciosas orejas del Lobo Blanco en su cabeza, sus largos
cabellos lacios eran hebras blancas de brillo azulino, un par de marcas doradas
con la forma de olas en su frente, en cuyo centro brillaba un zafiro gélido,
del color del hielo. Era un ser de aspecto andrógino y figura atlética, en cuyo
pecho cubierto de vendas plateadas se delataban las agraciadas curvas
femeninas, un chaleco gélido de bordes plateados con trazos que emulaban los
copos de nieve, era la única prenda que cubría su torso del inclemente frío.
—¿Durhan? — Cuestionó al ver los iris esmeraldas con un aire distinto, sabio, más
antiguo.
—Nao...— Susurró en respuesta, el tono era conocido,
seguía siendo la voz de Natsuki. —Esto no ha terminado, pero ya no estamos
solas...— Una tímida sonrisa en sus labios y comprendió por el sonido de las
voces en duelo, que la ayuda había llegado.
Aún sosteniendo su costado lastimado con su mano, la
sangre continuaba escurriendo y manchando las prístinas ropas de la guerrera
lobuna. La mirada oliva contempló en derredor, evidenciando que Kruger había
saltado a una distancia abrumadora y ahora ocupaban la punta de la copa de un
árbol, como si pesaran lo que una pluma, desde allí se podía ver la batalla que
tenía lugar. Nina... habría que saber que la tozuda pelinegra iría hasta el fin
del mundo por Natsuki, era la más valerosa de todos los soldados de la guardia
y vaya que sabía pelear, su espada impresionaba, así como su destreza con el
dominio del poder espiritual, el cual controlaba en un estado puro, desplegando
en cada corte de la hoja una onda de choque tan filosa como para partir a sus
enemigos en dos. Pero el alivio le duró poco a Nao al ver a una figura conocida
batirse en duelo con cierto lobo horripilante y una hidra del pantano. —Tonta
muchacha... debió irse, no debería estar aquí— Se quejó removiéndose en los
brazos fuertes de aquel ser parcialmente divino.
—Tú serías su única razón para volver ¿No estás
complacida? — Natsuki miró con detenimiento la herida intentando distraer a Nao
lo suficiente para ocupar sus hilos curativos, el problema... en cuanto
entonaba alguna melodía en su mente, sentimientos muy oscuros salían a relucir
impidiendo al fin proyectar alguna fuente pura de poder espiritual.
—No.… no lo estoy— Suspiró, si seguía así se
desangraría. —Desocupa las manos y ayuda a los demás... Kruger— Musitó Nao con
lo poco que le quedaba intacto de su orgullo.
No dijeron más, se entendían sin tantas palabras. La
lobuna saltó desde la copa del árbol hasta la proximidad en la espalda de sus
enemigos inmóviles, justo a un lado de una hoguera de escombros, tomó un palo
en cuya punta la brasa roja estaba lo suficientemente caliente. Le dió a morder
a Nao un fragmento de la correa de su alijo, y luego cauterizó la herida sin
ningún tipo de duda o contemplación, parando al fin la hemorragia. Aun así,
Yuuki no podía moverse demasiado y se contuvo de gritar para no atraer miradas
indeseadas sobre ella, respiró fuertemente para obligar a su cuerpo a resistir
el dolor.
—¡Vete! — Gritó molesta la pelirroja sintiéndose una
carga.
Kruger asintió con una extraña serenidad, acomodó a
la pelirroja cerca del fuego, pero lo suficientemente lejos para evitarle algún
daño. Irguiéndose orgullosamente se volvió a ver a los esbirros de Nagi,
quienes tenían un número semejante de oponentes, la batalla ahora tenía su
victoria escrita en las estrellas. Con un portentoso caminar, la bestia de
Fukka, formó el filo de una preciosa espada mandoble, cuya empuñadura era tan
negra como el ónix... una sonrisa siniestra en los labios rojos, una silenciosa
sombra de oscuridad en el iris verde y un movimiento después, la hija de Takeru
corrió a velocidad inhumana contra una salamandra gigante. El Slave vió a su
presa llegar de frente, abrió sus fauces brotando su lengua bífida de la cual
la ponzoña salió como un chorro, bañando el suelo nevado, pues Natsuki ya había
saltado elevándose sobre él, casi sin esfuerzo aterrizó en la punta de la nariz
de la criatura, movía el filo desde su espalda hacia adelante corriendo al
tiempo que destajaba al reptil por la mitad hasta llegar a su cola y dejar una
estela de brillos a su espalda. Con un corte al aire, la espada cristalina fue
limpiada de los rastros de las vísceras del animal.
La mirada de magma posó la vista sobre la criatura
que con tan poco había eliminado a un reptil de más de 5 metros de alto, al ver
las facciones la identificó de inmediato, pero se extrañó de comprender que ese
alguien no era exactamente la hermana a la que recordaba. Podía sentir su
materialidad física en un estado intermedio entre lo que sería el espíritu puro
de un ser arcano y la carne, un hermoso híbrido de alguna naturaleza extraña.
Los guerreros y adversarios le abrieron paso a la que, con solo agitar su
espada, podría destajarlos sin esfuerzo. —Vida para quien se rinda... muerte a
quien no tome en cuenta mi gentileza. Aun así, estoy deseando que peleen...
hagámoslo divertido. ¿Qué dicen? ¿Quieren que los mate, uno a uno? —
Un silencio sepulcral tuvo lugar, nadie movía un
solo músculo. Se sentían observados, eran presa de la poderosa bestia de Fukka.
—¿Natsuki estás bien? — Dijo la Kruger menor al ver como su ropa estaba
manchada de sangre y aquella extraña mirada sin brillo o gentileza. —¿Natsuki?
— Incluso la propietaria de Neptuno no estaba segura de que fuera ella.
—Estoy perfectamente, Nina— Dijo sin siquiera
mirarla, no perdía de vista a los sirvientes de Nagi, quienes estaban pálidos,
algunos espantados hasta el punto de hacerse en sus pantalones. Estos fueron
los primeros que retiraron los collares de sus cuellos rompiendo de inmediato
la invocación de los Slave, los que a su vez se sumergieron en oscuros abismos
nacidos de la nada en el suelo. Hideki y Gon Hiu vieron cómo cada uno de los
“leales” al servicio del Conde, desistían poco a poco, deponiendo sus armas y
deseos bélicos. Comprendieron entonces que un destino muy oscuro les aguardaba,
sin la más mínima escapatoria, comprendieron que venderían cara la victoria a
los Kruger...
La primera oleada de ataques sobrevino, tomando por
sorpresa al grupo. El Lobo de Hideki se precipitó contra la arpía de Zade, la
cual antepuso sus garfas sosteniendo los filos dentados del can antes de que su
mordida le arrancara alguna extremidad de un tajo, Chaira había reaccionado por
poco, y rauda incendió el pelaje de aquel repulsivo ser comenzando a
consumirlo. En simultáneo los otros Slave en pie, las mantis, Tigris, Golem y
salamandras atacaron a la guardia, dos dragones negros exhalaron fuego de sus
fauces sobre el grupo, mientras un escarabajo negro de proporciones gigantescas
en los cielos, acumuló rayos en su cresta, antes de arrojarlos en dirección de
la guardia de Fukka, a lo que Natsuki se antepuso de un salto y canalizó el
trueno en su espada, hasta clavar la hoja en la tierra atenuando el peligro.
Nina por su parte, abanicó su espada, brotando de ella un filo azul que, al
contacto con el fuego, evaporó las flamas en el aire, un segundo destello bastó
para partir en dos a las criaturas. Mientras Natsuki saltaba una segunda vez,
esta vez para destajar el escarabajo, que pese a ser inmenso no era tan buen
volador; los soldados del escuadrón, se encargaban de las otras criaturas
develando sorprendentes habilidades, entre ellas, Alanis con un látigo de metal
cuyo brillo delataba un contundente poder espiritual, capaz de cortar cualquier
cosa a su paso, la mantis quedó hecha picadillo en un instante; un par de dagas
en las manos de Litters se adentraron en las fauces del Tigris antes de que un
chorro ácido pudiera surgir, lacerando las entrañas del ser. Los mazos de
Erstin y Krauss demolieron a los Golem rompiéndose en pedazos; Alexei distrajo
la cabeza de la salamandra con movimientos rápidos mientras sus compañeros
disparaban a prudente distancia, hasta que las criaturas sucumbieron.
Aquello fue suficiente, una simple distracción... La
enredadera de la Hidra del lago de Gon Hiu se había deslizado bajo la nieve y a
la espalda de la joven argita. —Mía o de nadie...— Gritó Gon Hiu mirando a la
pelinegra de ojos esmeralda y piel de color caramelo ordenando a su Slave
realizar su ataque final mientras la joven daba pelea a un Tigris con una
cimitarra en su mano. —Venganzaaaaa...— Apoyó también Hideki con una sonrisa en
los labios, pese a que su Slave carbonizado revelaba el instante mismo de su
muerte, irrelevante para él pues no se iría con las manos vacías. Mayor fue la
sorpresa y el regocijo que sintió el esbirro pese al dolor intolerable de su
corazón detenido mientras su cuerpo continuaba desapareciendo en destellos
verdes, cuando las algas endurecidas de la Hidra empalaron a una inesperada
interventora. Pese a los esmeros de la bestia aracnoide por detenerlo, algunas
alcanzaron la distancia del objetivo colándose entre las patas acorazadas pese
a que Julieth había retenido la mayor porción posible de la criatura. La
siguiente cosa que observaron aterrorizados los guerreros, fue cómo Nao Yuuki,
aún atravesada por 3 de las Algas, cortó las extensiones con una daga a la par
que extendía la mano ejecutando un leve ritual, en el que cientos de cristales
rojos, provenientes de la sangre que brotaban sus heridas, libraban a su bestia
espiritual de la enredadera.
—¡Maldito desgraciado! — Natsuki formó filosas
garras negras en sus manos, apareciendo a un lado del pelinegro en un suspiro,
con ellas apuñaló a Gon Hiu, elevándolo sobre sus hombros. —¡Muere escoria! —
Casi gruñó antes de un grito colérico. Se apresuró solo para hacerlo sentir una
agonía tal, antes de que la maldición de los Slave se lo llevara consigo. Y el
sonido sublime de sus gemidos, sufrimientos y pesares, apagó el silencio,
irrumpiendo en la noche y grabándose en las memorias de todos los reunidos.
Aquello fue el final de la batalla, cualquier Slave en pie, fue retirado al fin
en una súplica misericordia, pues el miedo que el Doncel de hielo de Fukka
infundió en sus enemigos, caló hasta los huesos... mientras la joven hija de
Zoar y Sterek Zagara, se volvía lentamente para confrontar la horrorosa imagen
de su amada, traspasada en tal forma que la mente le gritaba, moriría sin
remedio.
—¡Nao!— Sollozó el nombre observando cómo Julieth
sostenía a su ama, a la par que la envolvía lenta y cuidadosamente en una seda
con la que esperaba retrasar la circunstancia que los ojos de todos, advertían
a gritos. Zade la sostuvo en sus brazos en cuanto la mística criatura se
desvaneció; con un cuidado tal, acomodó los cabellos húmedos de Nao a un lado.
Zade no lo entendía, no podía creer que aquello
estuviera pasando, hacía unas horas ella la había humillado y dicho cosas
terribles, pero del mismo modo, ahora se había puesto en medio de un ataque que
claramente estaba destinado para ella. El llanto nublaba sus ojos mientras
acariciaba con vehemencia las mejillas de Nao, quien le miraba en silencio,
cuidando cada respiro, cada fatiga...
—¡Cúrala!— Gritó desecha, dispuesta a cualquier cosa
por la benevolencia de la Duquesa. —Te lo imploro—
—Es... demasiado tarde— Musitó Natsuki con la cabeza
gacha, arrodillada en el hielo, con la ropa y la piel bañada en la sangre de
Nao y la de Gon Hiu. Su mano y las garras se habían casi fusionado, las rompió
cerrando sus dedos y aquel cristal cayó, pero la negritud en sus manos no se
desvaneció, casi como si se hubiera tatuado de negro y rojo hasta el antebrazo
de la mano derecha.
—¡Ella se quedó para salvarte! Pudo huir ¡Lo sabes!
— Refutó irascible sabiendo que cada segundo era, la diferencia entre la vida y
la muerte.
—A mi costa, un acuerdo... tu libertad y la de
Darsiv, a cambio de la mía...— Se cruzó de brazos poniéndose de pie. —Vales un
precio que ella pagó con gusto. — Se acercó a Nao ante la mirada silenciosa de
todos, la pelirroja se había vencido a la inconsciencia, pero aún respiraba.
Incluso Nina no sabía qué sentir sobre Yuuki,
aquella que había sido amiga en la infancia y traidora en el presente. La Kuga
había deseado encontrarse con Nao y romperle la nariz de un puñetazo, pero
ahora, estaba preocupada porque tal vez, se iría para siempre y ni siquiera
había oído su versión de la historia, no le había reprochado lo suficiente sus
promesas rotas. Se unió al pequeño grupo y bastó un ademán para que los demás
entendieran que debían ocupar una de las carretas, mantas y vendas, prepararse
para una larga noche. Nina observó silenciosa el alegato entre Natsuki y la
argita, de la que ignoraba si era aliada o enemiga... al final decidió omitirlo
por el momento, retiró su capa, la cual estaba hecha de piel de oso y se notaba
abrigadora, con ella cubrió a Nao. —Tenemos que atenderla— Dijo con seriedad y
el ceño fruncido, Zade notó de inmediato el parecido entre ella y la lobuna.
Los cuatro jinetes se acercaron con una camilla. —La
hipotermia solo empeoraría las circunstancias. — Mencionó Alanis analizando la
situación y no era muy alentadora. —Pese a que los cortes fueron limpios, las
algas están dentro de su cuerpo... un mal y un bien al mismo tiempo. Si
intentamos sacarlas se desangrará... si las dejamos dentro la matará la
infección— Y no había un médico en las proximidades. Lo sabían todos, que se
necesitaba un milagro y eso sólo incrementaba la presión de la mirada de Zagara
sobre la de Kruger. Levantaron a Nao en la camilla y la subieron a la carreta,
el único lugar por acudir era el castillo de la Duquesa, pero seguramente aquel
lugar ya era un desierto.
Zade no lo toleró más, sabía que Natsuki podría de
sólo desearlo confrontar el destino de Nao ante los dioses. Tensó el rostro y
muy rápida puso el filo de su cimitarra a la altura del cuello de la pelinegra.
—La salvarás... Kruger— Pero la pelinegra no se inmutaba, tenía la mirada
perdida en el espacio. —¿En serio nada te conmueve? No lo pido por ella
Natsuki, tuve tu vida en mis manos y en verdad la cuidé, no quiero echarlo en
cara, pero ¡Me lo debes! —
—Yo... ya no puedo hacerlo Zade— Confesó de fondo el
motivo de su renuencia. —Estoy... rota— Susurró muy bajo y con ello apenas le
escucharon, Nina, Alanis y la morena de Argos.
—Al menos inténtalo...— Insistió con los ojos rojos
por las lágrimas que no dejaban de caer por sus mejillas.
Natsuki tensó la mandíbula, sopesando sus
posibilidades. Analizó sus circunstancias, cada que usaba su poder espiritual
una parte de ella se corrompía lentamente como si cada gota de su poder fuera a
la vez un veneno corroyendo cada sentimiento amable en su corazón. Aun así,
entre cada uso, al menos un momento, por un instante el flujo era cristalino.
—Lo intentaré, pero harás por mí algo a cambio— Se cruzó de brazos intentando
parecer firme.
—Lo que pidas...— Miró esperanzada la menor.
La forma etérea de la criatura que, siendo una
bestia espiritual, era al mismo tiempo la carne mortal del doncel de hielo, se
separó en una estela de copos gélidos y carbón, hasta dejar a la Kruger en sus
atuendos anteriores, delatando hasta cierto punto la ausencia de ellos. Con sus
pantalones quemados y desgarrados, el torso apenas cubierto por el vendaje que
Nao le aplicó en la cueva y fragmentos parciales de la armadura escarlata, no
escondieron del todo las heridas en la piel de la pelinegra, quien se notaba
pálida y muy delgada para los ojos de aquellos que la habían visto en tiempos
mejores. Alexei, raudo se retiró la capa y la puso en los hombros de Natsuki
con todo el respeto que aún reposaba en ella, al igual que su admiración... Una
media sonrisa fue suficiente agradecimiento para el joven Snow, quien no notó
ni por asomo la mirada molesta de la Srta. Rosth.
—Necesito que vayas a Tsu, a la casa de mi esposa y
le entregues esto...— Extrajo un sobre manchado, luego llevó sus dedos sobre la
joya que rememoraba su enlace nupcial.
—¡Natsuki! — Se quejó Nina al ver que se desprendía
del anillo de bodas, dándosela a esa perfecta desconocida. —Esto es una locura—
—No hay tiempo, Nina... la Luna escarlata está a
pocos días de ocurrir— Aquello fue suficiente para que la de ojos magma
silenciara sus réplicas.
Zade en cambio pudo sopesar el riesgo, negó con la
cabeza ¿Por qué le pedía eso? Podría perderla en su empeño. —Yo no puedo
abandonarla... si ella muriera y yo no estoy aquí...—
—No harías ninguna diferencia...— Dijo Natsuki sin
una muestra de consideración, aun así, era la verdad.
—¿Qué pasó contigo? — Preguntó la de mirada
esmeralda viéndose reflejada en una más fría e inexpresiva.
—Tú lo sabes...— Estando una frente a la otra,
Sherezade supo que Kruger era más alta e intimidante, incluso con ese rostro
pulido por los dioses. —En ese lugar reposa un violín, es el único objeto con
el que puedo sanar a profundidad a Yuuki, si no lo traes, no sobrevivirá ¿Lo
entiendes? —
—Promete que no morirá antes de que yo vuelva aquí—
La Zagara sostuvo con fuerza la muñeca de Natsuki.
—Eso no depende de mí, si es su destino morir será
la voluntad de Amaterasu... pero si debe vivir un pequeño flujo podrá parar el
sangrado y cuando traigas mi Stradivarius tendré una oportunidad—
Zade asintió, se aproximó a la carreta donde habían
dispuesto a Nao, posó con suavidad sus labios sobre los de la pelirroja
inconsciente, como una silenciosa despedida. —No te atrevas a irte... por
favor— Suplicó en susurros cerca de su oído. —Me debes muchos instantes, así
que tienes que quedarte— Besó la frente de aquella tramposa mujer a la que
amaba con cada respiro de su alma.
Dicho eso, la Argita llamó a su bestia espiritual y
subió a su espalda donde el fuego que manaba Chaira le ayudaría a tolerar el
frío extremo que su viaje por aire le ocuparía. —Estaré aquí al amanecer
Kruger— Natsuki simplemente asintió con seriedad y todos vieron a la sacerdotisa
elevarse sobre el cielo nocturno, con dirección de Tsu.
—Andando señores, necesitamos refugio y un buen
interrogatorio— Añadió con una mirada puesta sobre los esbirros de Nagi que la
escuadra de soldados de Fukka había ya atado y desarmado. Miró con desprecio
las armas cuyas balas negras tantas veces le hicieron daño.
Por la espalda se aproximó Nina, quien había
contenido sus deseos de abrazar a Natsuki, por cuanto la sangre de aquel hombre
comenzaba a adherirse a su piel, la sola idea de que a su prima no le importara
la posibilidad de matar a un hombre y con ello romper el pacto sagrado con Ame
no Mikoto, significaba que las cosas estaban mucho peor de lo que imaginaba.
—No te había visto así, en años Nat ¿Qué pasó? — Cuestionó con suavidad mientras
los demás comenzaban a moverse en obediencia a la voluntad de la joven noble.
—Necesito purificarme en la fuente o en verdad
morirá...— No dijo más, no quería tener aquella confidencia, nadie lo sabría
por su boca jamás.
Pero Nina conocía aquella lamentable cara de ella,
habían lidiado con algo semejante poco después de la muerte de Saeko. Aunque
nunca creyó que una cosa así volvería a pasar. —¿Vamos a casa? — Le concedió un
respiro a las preguntas, a solas sería mejor tratar tales asuntos.
Natsuki negó con la cabeza. —Iremos al templo de
Mikoto— La Duquesa sonrió al ver entre los caballos al suyo, el querido
Hyperion, el cual no dudó en montar una vez más como antes.
Nina se apresuró a subir en Cian ante la vista de
sus leales guerreros, pero antes de tomar el mismo rumbo que su prima y la
carreta en la que movían el cuerpo herido de Nao. Comenzó a impartir otras
órdenes de gran importancia a su segundo al mando, el espadachín Alexei Snow.
—No queremos más sorpresas desagradables, revisen el área y traigan a los
prisioneros al Templo, no quiero que nos topemos con otros aliados de Nagi— La
joven militante miró al de ojos rojizos. —¿Sabes dónde es? —
—Conozco el camino, su señoría... no soy tan
inculto, se lo aseguro— Sonrió al decir lo último, sabía cuánto le incomodaba
el título a Nina, ella no pudo evitar sonreír de vuelta. Luego miró su querida
Erstin, tenía humanamente que tolerar los celos que nacían irremediablemente
ante la proximidad de la rubia y el tosco extranjero, solo amigos, tenía que
confiar. —Señorita Ho. Aguardaré ansiosamente... su arribo— Anunció sonriente,
sonrojando a la rubia y poniéndola en evidencia, para disgusto de Taro que en
verdad había querido golpear a Nina Kuga Kruger por tomar la virtud de su
hermana hace algunas noches.
—Ahora tu hermano da gracias de que Sirene no es
hombre— Murmuró Alexei con una sonrisa divertida, esos días de viaje habían
suavizado y limado asperezas con la pelinegra, incluso Krauss, sabiendo que
había reafirmado su compromiso con su pequeña amiga, estaba más tranquilo al
respecto.
—¿Por qué? — Preguntó inocentemente Erstin mirando a
sus amigos.
—No lo harán tío tan pronto— Afirmó Alanis con una
sonrisa ladina, haciendo que los colores se le subieran hasta las orejas a
Erstin. La bella herrera de la casa Ho, se llevó la mano al rostro, aquel
cuarteto había tomado cada oportunidad posible para bromear sobre la audaz
comandante y sus amoríos, los cuales no eran un misterio para ellos debido a la
suspicacia de Rosth. Se movilizaron, no sin que Erstin observara por un momento
el corcel blanco de nombre Cian, llevar a su amada en aquella silla en
dirección de la montaña central de la cordillera que rodea Fukka; La Ho suspiró,
le gritaba el instinto que nada sería tan sencillo, puesto que el rescate
exitoso de la Duquesa no había traído el sosiego esperado, su viaje lejos de
aquellas tierras malditas no se veía cercano y rogaba a los dioses que aquella
inquietud que se alojó en su pecho desde que cruzaron la frontera de aquel
poblado, no fueran más que exageraciones suyas. Volvió la vista al cielo
nocturno... en el centro, incluso sobre las nubes, la Luna creciente brillaba
intensamente, apenas tres días faltaban para el plenilunio del final de aquel
crudo invierno.
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autor.
Exelente cada día me gusta mas ...Ojalá el próximo capitulo llegue pronto mil.besos a la escritora Sam
ResponderEliminarGracias Sam por el apoyo, me robaste tremenda sonrisa. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tan maravillosa historia, éxito para este 2019
ResponderEliminarSiempre es una enorme emocion ver cargado otro capitulo, es una historia bellisima, admiro tu imaginacion y escritura. Gracias, espero ansiosa el siguiente capitulo.
ResponderEliminarBesos, Noelia
Me encanta la historia felicidades
ResponderEliminarPara cuando la continuación. Tu siempre me dejas queriendo mas. Excelente capitulo. Saludos
ResponderEliminarHola, mi comentario llega un poco tarde ajjaaj pero debo decir que es un verdadero placer leer esta obra de arte, tanto así que leí casi 50 cap en pocos días. El motivo de mi comentario es por la molestia y decepción que siento hacia arika. Como es posible que siga ese juego de Mashiro, que la ama, ok, pero el punto es que mashiro puso todo por encima de su amor por arika, se caso con ren y no tomo la mano de la persona se supone ama, entonces bien, la ve con otra y ahí si esta dispuesta a dejarlo todo, entonces que pasara con Zire? Alguien que por lo que se desarrolla todo, pueden llegar a amarse, no me parece justo que ahora sea mashiro quien se quede con el amor de arika, ella no fue fuerte para proteger sus sentimientos, por que ahora quiere luchar por algo que en primer lugar dejo ir y lastimo? Espero seguir leyendo esta historia, estoy enamorada, besos desde República Dominicana.
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