Anna
Hacía mucho tiempo que iba a
la misma estética a cortarme el cabello, era un lugar cercano a mi casa, me
atendían casi de inmediato con cita previa –y aunque no era muy económico- el
servicio era bueno.
No soy una persona a la que
le guste mucho el contacto físico, por lo cual siempre pedía que me atendieran
las mismas personas, para lavarme el cabello Jovita, una señora de edad no tan
avanzada, pero sí mayor, y para el corte de cabello Lila, la dueña del local.
Lila siempre trataba de convencerme de que me hiciera tratamientos y cambios:
depilación de cejas, tinte de cabello, masajes faciales, etc. a los que yo
nunca accedía, la verdad es que me daba flojera pensar el trabajo que tendría
que hacer para conservar tales cambios: o dedicaba más tiempo en casa a mi
arreglo personal, o tendría que ir más continuamente a la estética, y la verdad
es que ninguna de las opciones me seducía, prefería una apariencia lo más
natural posible sin llegar al descuido.
Lila llevaba un riguroso registro
de todos los cumpleaños de los clientes y una de las veces que fui coincidió
con el mío; yo nunca había ido en esa fecha a hacerme nada, así que Lila, para
agasajarme, decidió que era buena idea regalarme una manicura y pedicura, por
todos los medios traté de desembarazarme de dicho regalo, que más bien se
presentaba para mí como una tortura, porque además había visto un par de veces
a la manicurista y –aunque jamás intercambié palabra con ella- no se me
antojaba nada tener que aguantar su evidente mal humor.
-Lila –le dije llamándola
aparte- no quiero ser grosera, pero la verdad es que Nancy no me agrada en lo
más mínimo, así que prefiero declinar tu regalo.
-Por eso no te preocupes,
Jovita –dijo volteándose a buscar a la susodicha- llama por favor a Anna y dile
que venga a atender a Luna. Anna es una chica nueva que nos ayuda de vez en
cuando, sólo viene por encargo.
-Lila, no… en verdad…
-¡Oye! es la primera vez
desde hace como diez años que eres mi clienta, que vienes en tu cumpleaños,
deja que te consintamos.
Sólo suspiré e intenté
relajarme.
Mientras Lila me arreglaba el
cabello, llegó una chica, de aproximadamente 1.70m de estatura, cabello en una
coleta teñido de rubio, con un maquillaje impecable, guapa para que negarlo,
pero hablando hasta por los codos, “primer problema” pensé, por lo regular yo
me sentaba y escuchaba las pláticas de los demás sin intervenir, cuando me
preguntaban sólo asentía o negaba con la cabeza y en alguna ocasión hacía algún
ruido que igualmente podía interpretarse como afirmación o negación sin tener
que hablar.
Después de saludar a la mitad
de los que ahí estaban y sonreír a la otra mitad, fue a instalarse a la mesa de
manicura, que estaba en una salita separada de las sillas de corte de cabello:
era un cuartito que a míse me antojaba claustrofóbico. Al terminar de atenderme
Lila, pidió a Jovita que me llevara con Ana.
-Anna, ella es Luna, dice
Lila que te la encarga mucho, que la trates muy bien porque además de ser muy
buena clienta hoy es su cumpleaños.
Dicho lo cual dio media
vuelta y se fue.
-¡Hola Luna! –dijo con una
voz un tanto destemplada, muy aguda para mi gusto- pasa y toma asiento en ese
sillón.
El sillón en cuestión era
parecido a un reposet, muy cómodo.
-¿Por dónde quieres que empecemos?
¿los pies o las manos?
-Eeeh… las manos por favor.
-Okey –acercó una mesa y un
banco- pon aquí tus manos ¡Uf! ¿cuándo fue la última vez que te hicieron algo
en estas manos? ¡las tienes deshechas!
Me miraba entre divertida y horrorizada,
supongo que por el tinte rojo que cubrió mi cara y cuello, también un poco por
la mirada asesina que le dirigí una vez que me repuse de la sorpresa y
vergüenza.
-Nunca –dije conteniendo mi
furia- y hoy no será la primera vez.
Hice el intento de levantarme
y en ese preciso momento hizo acto de aparición Lila:
-¿Todo bien Luna? –Anna me
miraba con cara de súplica.
-E… sí, sólo quiero pasar al
sanitario antes de empezar…
-Okey, Anna tráele un café a
Luna mientras tanto, dos cucharadas de crema y sin azúcar por favor.
-Sí claro –dijo, y se levantó
a toda prisa.
-¿Segura que está todo bien
Luna?
-Sí claro –e hice un amago de
sonrisa antes de levantarme y meterme al lavabo. Cuando salí ya estaba Anna
esperándome con el café.
-Disculpa, no quise ser
grosera, era una broma sin mala intención, gracias por no decirle a Lila–dijo
sin apenas levantar la vista.
Levanté los hombros sin decir
una palabra y volví a sentarme, no es que yo fuera una maldita indiferente,
pero tampoco tenía idea de qué decirle. Quedamos en silencio.
Como nunca me había realizado
una manicura antes no me pareció raro que Anna me aplicara un gel exfoliante en
cada una de las manos, primero tomó la derecha y suavemente la extendió en la
palma y el dorso masajeando con las yemas de sus dedos; procedió después dedo
por dedo, logrando que me relajara poco a poco, puso mi mano en un recipiente
con agua tibia mientras procedía a hacer lo mismo con la mano izquierda, nunca
hubiera creído que un masaje en las manos pudiera tener ese efecto: ya no
estaba tensa ni sentía antipatía por esa chica, de hecho en un momento dado
dejé de ver cómo trabajaban sus manos en las mías y contemplé su rostro
concentrado: de fondo una tez de color apiñonado, ojos con forma de almendra y
color de avellana, pómulos sobresalientes que enmarcaban una nariz recta de
tamaño mediano y una boca de labios delgados que sonreían mostrando unos
dientes casi perfectos, caí entonces en cuenta que hacía rato que no sentía sus
manos en las mías y además, estaba observándola con la boca abierta.
Apenada levanté la vista para
encontrarme con sus ojos brillando de diversión:
-¿Te enjuagas por favor?
Tosí un poco puesto que
sentía la boca seca, extendí las manos mientras ella derramaba agua sobre
ellas. Al terminar tomó una toalla y cuidadosamente secó cada una. Tomé mi taza
para tomar un trago de café que casi escupo, estaba frío.
-¿No quedó bien preparado?
¿te traigo otro? –dijo solícita.
-E... no gracias, sólo está
frío, es todo.
-Deja te lo caliento, a mí
tampoco me gusta el café frío.
La vi salir de la habitación
contoneando las caderas en la falda de pretina alta que dejaba ver una pantorrillaque
se me antojó perfectamente torneada pese a que no llevaba tacones.
¡Puf! ahí estaba yo
nuevamente con la boca abierta y sin poder despegar los ojos de ella, tragué la
poca saliva que tenía, me recliné y cerré los ojos, escuchaba su voz y su risa
y me sentí miserable por ser tan cabrona y hacerla pasar un mal rato, pero ¿qué
le iba a hacer? así era yo, un tanto introvertida y bastante desconfiada.
Supongo que me quedé dormida,
lo primero que percibí fue un olor suave, después un aliento tibio que me
cosquilleaba en la oreja y el cuello y finalmente un tacto tibio en mis
mejillas, abrí los ojos un poco sobresaltada y afortunadamente no tuve el impulso
de levantarme, porque hubiera desfigurado a Anna de un cabezazo.
-Disculpa, -dijo con una
dulce sonrisa- te dejé dormir un poco, pero es hora de continuar o terminaremos
muy tarde.
No había retirado sus dedos
de mi rostro, así que sólo asentí y disimulé un suspiro entre bostezos, quería
cerrar los ojos y seguir disfrutando de su tacto, pero en ese momento se retiró
y volvió a sentarse frente a mí.
-El café volvió a enfriarse y
le pedí a Jovita que ya mejor lo tirara, si quieres otro dime y te lo preparo
¿está bien? –no me miraba, no esperaba que le contestara pues hasta ahora no lo
había hecho.
-Está bien, gracias.
Levantó la vista y me dio una
pequeña sonrisa y una caída de párpados que sentí en cámara lenta.
-¿Me dejas que te ponga unas
bolsas de té en los ojos? te ayudarán a borrar las ojeras que tienes –dijo
bajando cada vez más la voz, creo que temía que fuera a ofenderme nuevamente.
-Claro –respondí
sorprendiéndome a mí misma.
-¿En verdad? –dijo ahora con
una sonrisa más grande.
-Mjm –respondí volviendo a mi
rutina de ruidos.
-Dame un segundo y vuelvo.
Otra vez me hipnotizó el
vaivén de su falda, tanto de ida como de vuelta.
-¿Ves algo que te guste?
–preguntó al sentarse nuevamente.
-¿Perdón? –dije sintiendo que
me había leído la mente, aunque tampoco es que hubiera sido yo precisamente
discreta.
-Cierra los ojos –ordenó- que
si te gusta mi falda, aunque por lo que veo no es como a ti te gustan.
¿Y qué sabía ella de lo que a
mí me gustaba? si a mí lo que me estaba gustando era ella, y pensar en quitarle
de una vez esa faldita.
-Tendrás que estar así unos
quince a veinte minutos.
Al principio permaneció
callada, pero después de preguntar por el color de esmalte, discretamente
continuó con las preguntas.
-Y entonces ¿en qué trabajas?
-Escribo
-¿Escribes?
-Sí
-¿Eres periodista?
-No
-¿Qué escribes entonces?
-Libros
-¿Qué clase de libros?
-Poesía
-¿En serio? me encanta la
poesía. Terminé con las manos, voy a descalzarte para trabajar con tus pies.
-¡No!
-Prometo no decir que tienes
los pies destrozados –pude escuchar un dejo de diversión en su voz- en este
momento tú no puedes hacerlo o arruinarás mi trabajo, además no puedes ver. O
¿te huelen los pies?
-¡No!
-¿Tienes Hongos?
-Tampoco
-¿Espolón, juanetes?
-No, nada de eso.
-Okey, entonces déjame hacer
mi trabajo.
No pude evitar sonreír y pude
escuchar que ella también lo hacía. Yo vestía falda larga y botas hasta la
rodilla, con calceta larga también. Sin levantar mi falda introdujo las manos
por debajo de ésta hasta que tocó la orilla de la bota, a tientas buscó el
cierre y lo bajó, tuve que contener la respiración para intentar controlar el
escalofrío y temblor.
-¿Tienes frio? –preguntó
Anna.
-E… un poco.
-¡Jovita, préstame una manta
porfa! Gracias -sentí nuevamente su aliento cerca de mi oído- no queremos que
nuestra clienta preferida se resfríe el día de su cumpleaños ¿cierto?
-…
Después de quitarme el
calcetín regresó a tocar mi pierna desde la rodilla hasta el tobillo.
-Muy bien, correctamente
depiladas ¿haces ejercicio?
-Mno.
-Entonces ¿cómo haces para
mantener tus piernas tan fuertes?
-¿Cómo sabes que están
fuertes si no puedes verlas?
-Porque se sienten duras –y
al decir esto volvió a recorrerlas, al terminar enrolló mi falda hasta las
rodillas- ahora las estoy viendo y puedo decir que efectivamente tienes bonitas
piernas, quisiera tenerlas así.
-¿Qué hay de malo con tus
piernas? –dije a medias escandalizadas, pues a mí me parecían estupendas.
-¿Es que no las has visto?
¡están muy gordas y flácidas!
Y ahí estaba yo ahora, con
una perfecta desconocida discutiendo la belleza de sus piernas.
-E… no creo que sean así
-¿No lo crees?
-No, me parece que están muy
bien… digo… para tu estatura… tu complexión… vaya que son perfectas para ti,
armonizan bien.
-Funcionales ¿no?
-Este... sí claro
-Funcional no quiere decir
bonito
-No quise decir eso, digo que
están en proporción con tu cuerpo.
-¡Claro! porque estoy gorda…
-¡No! –quité las bolsas de té
de mis ojos y me incorporé- tú no estás gorda, estás…
-¿Rellenita? ¿gordibuena?
-No mujer, tienes un cuerpo
bien formado, eres muy linda en verdad.
-Okey, deja los halagos y
recuéstate de nuevo, que así no acabaremos hoy.
Hice lo que me decía y cuando
iba a ponerme los sobres nuevamente me dijo:
-Quita, que yo te los pongo
–y uniendo la acción, puso los sobres nuevamente en mis ojos sin dejar de rozar
levemente mi cara, nuevamente aspiré su dulce olor, creo que estaba inclinada
sobre mi porque sentí su aliento muy cerca de mi nariz- Gracias, eres amable
después de todo.
Yo preferí no decir nada,
aunque sentí las comisuras de mi boca torciéndose hacia arriba.
-Te ves linda cuando sonríes.
Dijo casi en un susurro, y
acto seguido se aclaró la garganta y continuó en tono normal:
-Voy a descalzarte ambos pies
porque antes de empezar tengo que sumergirlos en agua, y… tendré que dejar tu
falda levantada para evitar que se moje.
Ya sin la barrera de mi
falda, sus manos,con total libertad, me despojaron de la bota, no podía dejar
de imaginar la sensual escena que a mis pies tenía lugar, el sonido del cierre
al bajar me hizo cosquillas en la espalda baja, sus manos acariciando mi pierna
al quitar el calcetín fue demasiado y tuve que quitarme los sacos de té para poder
mirarla. Colocó mi pie dentro del recipiente con agua tibia y sacó el otro –no
podía ver su rostro- aplicó exfoliante y procedió a hacer lo mismo que con mis manos,
pero ahora no me estaba relajando en lo más mínimo, las cosquillas de la
espalda corrierona mi estómago y bajaron hacia el vientre. Cuando hubo
terminado se enjuagó las manos y comenzó a apretármela pantorrilla, brinqué del
asiento tirando la manta.
-¿Te lastimé? –preguntó levantando
la mirada- ¿por qué te quitaste los sobres?
-E…
-¡Tramposa! ¿Te lastime?
-No, me dieron cosquillas.
-Oh… es un pequeño masaje
para activar la circulación y evitar la aparición de varices en la edad madura.
-¿Me estás diciendo vieja?
–dije divertida.
-¡No, claro que no! –levantó
la vista alarmada- ¡chistosita! –dijo cuando vio mi risa.
-¿Cuántos años tienes?
-Suficientes
-¿Suficientes?
-Sí, suficientes para que no
me pregunten cuántos años tengo – y solté una carcajada, me miraba con los ojos
entornados y los labios fruncidos ¡qué ganas de levantarla y probar su beso de
una vez!
-Si no me dices, me obligas a
calcular y quién sabe si te guste.
-Inténtalo…
-Tienes como… ¿35?
-No…
-¿Más, o menos?
Respondí levantando los
hombros.
-¿32?
-Jajajajajaja ¡eres malísima
calculando!
-¡Eh! No te burles…
-Tengo 41
-¡No!
-Sí, en serio
-No te creo nada
-Pregúntale a Lila si no me
crees
-¿Qué yo qué? –preguntó Lila
que en ese momento entraba.
Anna inmediatamente se puso
seria y dejó de masajearme para atender los pies.
-Por favor dile a esta niña
cuántos años tengo
-¿Y eso?
-Es que no me cree
-Yo… sólo… pregunté porque
Jovita me dijo que hoy era su cumpleaños –dijo Anna nerviosa ante la mirada
escrutadora de Lila.
No entendí por qué Anna había
cambiado así de actitud.
-Cumples 41 si mal no
recuerdo ¿cierto? – no esperó mi respuesta- ¿falta mucho? Porque me parece que
ya tardaron demasiado y no me gusta retrasar a los clientes –dijo dirigiéndose
ahora a Anna.
-Por mí no te preocupes
–intervine- hoy dispongo de todo el tiempo del mundo, y ya que quieren
consentirme, voy a aprovechar, mira ya Anna y Jovita me trajeron sacos de té
para las ojeras.
El rostro de Lila cambió de
inmediato, sonriendo y apretando el hombro de Anna le dijo:
-¡Excelente Anna!
Anna siguió en lo suyo y Lila
se marchó.
-¿Qué acaba de pasar?
-¿Con qué?
-¿Por qué te pusiste así con
Lila?
-No sé de qué hablas –dijo
fingiendo una concentración que no tenía.
-Está bien, no tienes que
decirme, no es como si fuéramos amigas ¿no? –dije en un tono un poco molesto.
No me había gustado en lo más mínimo el efecto de Lila en Anna, me estaba
sintiendo muy a gusto con ella, era una chica divertida.
Con la voz muy baja dijo:
-A Lila no le agrada que
seamos tan confianzudas con los clientes, yo… es la primera vez que me pasa,
pero la he visto llamar la atención por eso y créeme, no quiero ser la próxima.
-Vale, me portaré bien
entonces –dije poniendo la cara más seria que pude.
-No te creo nada -dijo
volviendo a sonreír, pero manteniendo el volumen de la voz.
-Yo tampoco me creo nada
–dije sonriendo a mi vez.
Ya no hubo más masaje para la
circulación y platicamos poco también, pero me sentía muy cómoda. Lo que
compartimos eran miradas, miradas sugerentes que decían más de lo que las
palabras podían.
-¿Todavía puedo pedir café?
–dije en un intento por alargar el tiempo que estábamos juntas.
-¿Dos de crema y sin azúcar?
-Sí, aunque preferiría no
tomármelo sola.
-Ya te dije cuál es la
política de Lila respecto a los clientes.
-¿Y si te invito fuera del
trabajo?
-No lo creo.
-Vale, como gustes –respondí
entre confusa y decepcionada.
-Ya casi termino.
-Ajá.
Cuando al fin terminó hizo el
intento de ponerme los calcetines y las botas, pero no la dejé.
-Puedo hacerlo sola, gracias.
-Está bien –respondió y
procedió a recoger sus cosas.
Cuando terminé de calzarme,
me levanté y acercándome a ella por la espalda –era menos alta de lo que
pensaba, casi de mi estatura- le tendí un billete y le dije:
-Muchas gracias, ha sido todo
un placer – mi voz tan cerca la sobresaltó, pero no volteó de inmediato, estaba
atrapada entre la mesa y mi cuerpo.
-El placer ha sido mío,
créeme –respondió mientras giraba hasta quedar frente a frente. Sólo podía
pensar en besarla, ella me miraba también con ganas, se acercó un poco y
entonces me retiré-no es necesario –dijo mirando mi mano.
-No, pero es justo. Hasta la
próxima.
Dejé el billete en su mano y
fui hasta la caja a pagar lo correspondiente, me despedí de Lila y cuando iba
saliendo llegó Anna hasta mi:
-Dejaste esto en el sillón.
Me sentía totalmente confusa,
yo no había sacado nada de mi bolso, sin embargo, acepté lo que me daba.
-Muchas gracias –dije
apretando la mano.
Cuando llegué al auto vi que
me había dado un papel que decía“Café del
Cielo Oriente en ½ hora, no dejes de ir”.
Era muy desconcertante, pero
la verdad es que en ningún momento consideré no ir, esa mujer me había encantado.
Me fui directo al café, no
tenía mucho más que hacer esa tarde. Pasadita la media hora llegó, con el mismo
meneo de caderas que me hipnotizaba. Se sentó a mi lado en el gabinete, y no
frente a mi como esperaba, jugaba con sus manos mientras las observaba. Después
de un par de minutos comencé a hablar.
-Pues bien, tú dirás.
-Esto fue pésima idea
–intentó levantarse, pero no la dejé, mi mano se apoderó de la pierna más
cercana.
-No te vayas, por favor
–supliqué.
-Es que… no sé qué hago aquí.
-¿Y si lo averiguamos?
-Debería estar ya recogiendo
a mi hijo, mi esposo no tarda en marcarme.
No dije nada, la miré a los
ojos y poco a poco la fui soltando, apretó mi mano antes que la subiera a la
mesa y dijo:
-Dame un momento para llamar.
Asentí y la observé caminar
lejos, no quería perder detalle. Por sus ademanes me pareció que discutía con
alguien, después de colgar se tomó unos momentos y regresó a la mesa; yo no
hice siquiera el intento por disimular que la había estado mirando.
-¿Todo bien?
Suspiró.
-No, mi mamá se molestó, pero
accedió a que Marco se quede con ella otro rato. Mi hijo.
-¿Café?
-Por favor
-¿Americano?
-Cappuccino
-Vale
Hice el pedido a la mesera,
además de una rebanada de pastel de chocolate para compartir.
-Yo no quiero pastel –dijo.
-Bien, más para mi –comencé a
comerlo y noté como lo miraba, aunque se resistía- ¿entonces?
-Yo… no sé… me pareces una
mujer muy agradable y…
-Gracias, no muchos dicen eso
de mí –sonreí cínicamente.
-Bueno, al principio no
mucho, pero después…
-…
-¿No dirás nada?
-Tú fuiste quién me citó.
-¿Por qué viniste? ¿además de
porque yo te lo pedí? –dijo interrumpiéndome antes que empezara a hablar.
-Un poco por curiosidad
-¿Y…
-Por ver qué sucede,
Nos miramos en silencio unos
momentos.
-No sé qué te estás pensando
–dijo con un tono algo molesto- soy una mujer casada.
Y sólo sonreí.
-Y además no me gustan las
mujeres.
Mientras ella decía eso,
acaricié su pierna.
-A mí tampoco -volvió a
mirarme con los ojos entornados mientras yo permanecía completamente seria- a
mí me has gustado tú- dije mientras bajaba la mano hasta encontrar su rodilla,
entonces comencé a hacer círculos con mis dedos en ella; entornó aún más sus
ojos y sentí cambiar el ritmo de su respiración.
-¡No hagas eso!
-Vale –dije levantándome al
sanitario, “¿qué pretendía? ¡por Dios! ¡está casada! ¡y yo también!” pensé
mientras con una mano me apoyaba en el lavabo y con la otra restregaba mis
ojos.
-No hagas eso –dijo Anna a mi
espalda sobresaltándome- maltratas tu piel.
Ya no me parecía gracioso,
empezaba la cruda moral por lo que estaba haciendo (en realidad nada, sólo
coquetear con una chica)
-Creo que será mejor que nos
vayamos –dije dando la media vuelta.
-Claro –respondió
acercándose, me abrazó por la cintura e inclinándose puso sus labios en los
míos, al principio sólo un roce, olí su suave aliento al tiempo que cerraba los
ojos, después sentí la punta de su lengua recorriendo mis labios que se
abrieron para aprisionar los suyos, mientras su lengua y la mía bailaban una
danza tímida caí en cuenta que mis brazos estaban laxos a los costados,
mientras sus manos bajaban a mi trasero. Levanté mis brazos hasta su cuello y
lentamente fui bajándolos por sus brazos y volví a subirlos, recorrí su espalda
hasta la cintura, Anna interrumpió el beso, pero no me soltó, puso su rostro al
lado del mío y quedo en el oído me dijo:
-No me gustan las mujeres,
pero tú sí.
Salió del baño dejándome
mareada, tuve que recargarme en el lavamanos para recuperarme, cuando salí ya
no estaban sus cosas. Me senté y al momento vino la mesera:
-La señorita ya pagó.
Recogí mis cosas y salí de
ahí, busqué entre los carros, pero no la hallé. Subí a mi auto y conduje hasta
mi casa, mientras me bañaba escuché sonar mi celular; al salir y revisarlo
tenía varios mensajes de un número desconocido, uno de ellos decía: “Soy Anna, me robé tu número de la agenda de
Lila, espero que no te moleste”.
--------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® Mirko-Sun - Derechos Reservados
©
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser
reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un
sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún
medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico,
por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
Woow excelente. quede con ganas de mas *^* no tardes en publicar me engancho
ResponderEliminarBueno se lee muy interesante, ya me atrapó tu historia, muy buen desarrollo, ojala y actualices pronto
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuena historia, ojala no demores con un proximo capitulo!
ResponderEliminarPorque demoran tanto en montar la continuación? Nos engachan con sus historias y es dificil poder estar paciente mientra se espera el siguiente capitulo! Por favor monta el otro que quiero seguir leyendo sobre Luna y Anna! 🙏🙏
ResponderEliminarMuy bueno el inicio, interesante.
ResponderEliminarLo bueno de Anna que no le disgusta lo descuidada que es Luna, en cuanto a su apariencia. Lo digo por sus manos y pies.
Por favor Mirko porque la demora?
ResponderEliminarNo le hagas eso a l@s lectores!
Que agradable seria poder leer un capitulo mas de esta linda hiatoria. Y leerla mas seguido.
ResponderEliminar