Pase lo que pase - Despistada - 10

Capítulo 10

      La revelación de Liya me dejó pensativa. Había que buscar una forma de que madre e hija permanecieran juntas. Teníamos un par de días para pensar algo. Al día siguiente consultaría con el coordinador de la ONG a ver si él veía alguna solución.

Yo: De momento,  hoy yo ya he terminado en el hospital, así que si te parece bien me puedo hacer cargo de Niara. Iremos a dar un paseo. Creo que le conviene estirar las piernas. Y si estás de acuerdo puedo llevarla a cenar y a dormir a mi casa. Así tú podrás descansar  tranquila y dejar que el nuevo antibiótico te haga efecto. Te prometo que la voy a cuidar bien

Liya: Pero doctora, no quiero abusar más de su generosidad. No quiero molestarla

Yo: No es ninguna molestia. Todo lo contrario. Y estate tranquila. Seguro que encontraremos la forma de que Niara permanezca contigo sin poner en riesgo tu salud. Y encontraremos también la forma de que puedas permanecer todo el tiempo que necesites en el hospital

Liya: Gracias doctora, asante sana.

Yo: ¿Niara sólo habla swahili?

Liya: No, habla también un poquito de inglés.

Yo: Bien, entonces nos entenderemos. Explícale por favor que debe de venir conmigo

      Liya le explicó a la niña y al principio puso pucheros, pero luego su madre señaló hacia mí, me miró con sus grandes y preciosos ojos y se dirigió hacia donde yo estaba. Entrelazó su pequeña manita con la mía y me miró como diciéndome “vale, no es que me haga mucha gracia alejarme de mi mamá, pero tú pareces simpática”  La sonreí y abandonamos la habitación.

      Dimos un paseo y paramos en una tienda a comprarle dos vestidos, una chaquetita, unas sandalias, ropa interior, un pijama y unas zapatillas de casa. Había que ver las caritas que ponía cuando se iba probando la ropa. Salió contenta de la tienda y su alegría se transformó en una gran sonrisa cuando un poco más adelante encontramos una tienda de juguetes y salió de allí con una mochila azul a la espalda, un pequeño monito de peluche, tres cuentos  y una muñeca-doctora con su maletín y todo. Y no fui yo la que la elegí, que conste. Creo que su devoción definitiva por mí acabó de encenderse cuando la invité a tomar un helado. De ahí en adelante, no solo no se soltó de mi mano, sino que no dejó de sonreír. Al atardecer nos dirigimos a casa. Afortunadamente el pabellón era un sitio amplio y cómodo. Las estancias eran espaciosas y en mi habitación había una cama amplia y un sofá. Nos arreglaremos perfectamente para dormir, pensé.  Le preparé un baño, cenamos y la acosté en la cama abrazada a su monito de peluche. Se durmió enseguida. Estaba agotada. Yo preparé para mí el sofá, consulté de nuevo el dossier para ponerme al día con el caso que trataríamos al día siguiente y me acosté. Estaba cansada, muy cansada y la imagen de Sylvie hacía horas que no se me iba de la cabeza. ¿Qué haría? ¿Qué pensaría? ¿Cómo se encontraría? ¿Me echaría de menos?  Estaba ensimismada en mis tribulaciones, cuando noté que Niara salía de la cama y se dirigía hacia mí.

Yo: ¿Qué pasa Niara?

Niara: Quiero ahí (Señaló el sofá)

Yo: Vale, duerme tú aquí, si lo prefieres (Me trasladé a la cama)

Niara: No quiero sola. Yo siempre con mamá. Nunca sola

Yo: Pero yo no soy mamá. Tranquila. No me voy a ir de la habitación. Si quieres, dejaré la luz encendida. ¿Dónde prefieres, en la cama o en el sofá?

     Eligió el sofá. Creo que tenía miedo y la cama le parecía demasiado grande. Así que acerqué el sofá a la cama, la acosté a ella allí y me acosté yo en el borde de la cama. Le cogí de la mano y ella me la apretó fuerte. Y así, fuertemente asida a mi mano  y con su monito de peluche en la otra,  pasó toda la noche durmiendo plácidamente, mientras en mi cabeza, Sylvie mantenía ocupada hasta la última de mis neuronas.

      Cuando desperté Niara seguía firmemente aferrada a mi mano y yo tenía el brazo dormido. Al mover  mi cuerpo, Niara se despertó.

Yo: Buenos días, ¿Qué tal has dormido?

Niara: Muy bien

Yo: ¿Tienes hambre?

Niara:Sí

Yo: ¿Qué quieres para desayunar?

Niara: Me gusta beber como ayer

Yo (Entendí que se refería a la leche con cacao). Mientras tú te vistes, yo preparo el desayuno, ¿vale?

Niara: Sí ¿Yo puedo ropa nueva?

Yo: Claro. Elige la que más te guste

      Cuando salió de la habitación yo había preparado una bandeja con frutas troceadas, unas tortitas con nata y había dispuesto también en la mesa un pequeño plato con galletas surtidas y un bol de cereales, un café con leche para mí y una taza de leche con cacao para ella. No sabía lo que le gustaba desayunar, así que decidí sacar un poco de todo. La cara de Niara cuando la llevé a la cocina fue indescriptible. No sé si había visto nunca tanta comida junta. Se sentó  aferrada a su monito.

      Desayunó como si no existiera el mañana. Preparé un par de sándwiches y un poco de fruta y se lo metí en su mochila azul donde ella ya había guardado los libros y la muñeca. Luego la tomé de la mano y nos dirigimos al hospital. Liya estaba despierta cuando llegamos. Seguía teniendo fiebre alta y estaba fatigada. Niara le iba enseñando todo lo que traía en la mochila con una gran sonrisa y sin dejar de señalarme a mí y Liya me miró agradecida. Le dije que buscaría al coordinador y luego le comentaría lo que hubiéramos hablado. Faltaba media hora para empezar mi turno. Encontré al responsable de la ONG en la sala de reposo.

Yo: Hola. Quería hacerte una consulta.

Coordinador: Ah, hola. Dime qué necesitas

Yo: Tengo una paciente de cierta gravedad que está ingresada y se encuentra en el hospital con su hija. La amenazan con llevársela a un orfanato. Un disgusto como ese agravaría tremendamente el estado de la enferma y no quiero ni pensar el trauma que supondría para la pequeña. Quiero saber qué podemos hacer para ayudarla

Coordinador: Poca cosa. Las autoridades son muy estrictas sobre la injerencia de extranjeros en sus procesos legales

Yo: Tiene que haber algo que podamos hacer

Coordinador: Te digo que no. Siempre tendéis a implicaros con algún  paciente, pero debes entender que tu labor va más allá de ayudar a una madre y su hija. No puedes centrar tus esfuerzos en ellas. A veces hay que sacrificar el bienestar de unos pocos para lograr el de muchos

Yo: No me vale, no soy así. No me van los grandes retos ni lo global. Sé que tienes razón. Pero me implico con lo que me roza la piel, con lo que se asoma a mi alma. No soy de las que se rinden sin pelear.

Coordinador: Lo supongo, pero debes saber que, nosotros como institución debemos quedar al margen. ¿Ha quedado eso claro?

Yo: Perfectamente

Coordinador: Pues ahora que ya está claro que la ONG no se va a ver comprometida, solo somos dos particulares hablando sobre un problema concreto. Yo te aconsejaría que contactaras con un abogado local y que lo hicieras rápido. Si esa niña ingresa en un orfanato va a ser muy difícil traérsela de  vuelta a su madre, sobre todo si es madre soltera. Toma (Me alargó una tarjeta de visita). Llámale pronto, es caro, pero muy bueno. Y que le quede claro que haces esto a nivel personal.

Yo: Por supuesto. Gracias

      Antes de comenzar mi turno, ya había hablado con el abogado y concertado una cita para esa misma tarde en el hospital. Le conté a Liya lo que había pasado y apretó mi mano en señal de agradecimiento. Algo no iba bien con ella. Cada vez la veía más fatigada. Fui a buscar a mis colegas para hacerle más pruebas. Lo que descubrimos me dejó desolada. La lesión en su corazón no solo no estaba mejorando, sino que tenía más alcance de lo que las pruebas iniciales arrojaron. Pero eso no era lo peor. Lo peor es que la vena aorta, en su entrada al corazón estaba tan dilatada en un tramo de quince centímetros, que podría reventar en cualquier momento. No se podía operar aún. Debía recuperarse un poco de la infección para poder abrirla. Y no sabíamos si llegaría siquiera apoder entrar en quirófano. Liya escuchó la noticia con tranquilidad, con fatalismo, pero con una tremenda preocupación por Niara. ¿Qué sería de ella si su madre no sobrevivía?

     Seguí con mi ronda, atendimos los casos que teníamos y al final del día planificamos una difícil intervención que deberíamos llevar a cabo al día siguiente. Exhausta, me despedí de mis colegas y me dirigí de nuevo a la habitación de Liya. Esperaríamos allí al abogado. La pequeña Niara dormía plácidamente recostada en la tripa de su mamá.

Yo: ¿Cómo te encuentras?

Liya: Muy fatigada(Acariciaba con ternura la cabeza de la pequeñaja). Ella es mi única razón de vivir. ¿Está casada, doctora? ¿Tiene hijos?

Yo: Estoy casada. Pero mi mujer y yo no tenemos hijos

Liya: ¿Mujer?

Yo: Sí, Liya. Estoy casada con una mujer

Liya: Es usted afortunada. Yo nunca podré hacer nada parecido.  Cuando me di cuenta de que me gustaban las mujeres, supe que tendría que ocultarlo siempre. Aquí en mi país es imposible vivir libremente tu amor con nadie de tu mismo sexo. Nunca tuve novia, nunca insinué nada a nadie, hasta que Alika entró en mi vida. Era fuerte, decidida, generosa, dulce y tierna. Nos enamoramos. Nos amábamos a escondidas y fantaseábamos con la idea de vivir juntas, de estar toda la vida juntas. Pero nos descubrieron. Nos descubrieron. Un día cuatro hombres del poblado nos siguieron y nos dijeron que nos iban a quitar las ganas de estar con otra mujer, que ellos nos enseñarían cómo era querer a un hombre. Me sujetaron y me obligaron a ver cómo la violaban uno tras otro. Alika no lloraba, no se movía y me hizo un gesto para que yo hiciera lo mismo  Pensóque tras violarla a ella nos dejarían tranquilas. Se sacrificó por mí, porque creía que así yo me mantendría a salvo. Cuando acabaron con ella, llegó mi turno. Dos la sujetaron y otros dos vinieron a por mí. Pero Alika cuando me vio en peligro comenzó a gritar, a pegar patadas, a dar mordiscos a los que la mantenían sujeta. Quería salvarme a mí sin importarle su propia vida, porque a cada gritorecibía un golpe, a cada mordisco un puñetazo. Comenzó a sangrar por la boca, por la nariz, la reventaron por dentro. Cuando se dieron cuenta de que la habían dejado herida de muerte, huyeron. Murió en mis brazos. Nunca encontraron o nunca quisieron encontrar a los culpables. Y encima yo quedé marcada, señalada por ser la amante de una mujer. Huí de mi aldea y me vine a la gran ciudad. Pensé que todo sería más fácil si encontraba a un hombre. Nunca había estado con ninguno. Un año después de mi huida comencé a salir con un chico. Pensé que podría, pero no fue así. Solo me acosté una vez con él, pero fue una experiencia horrible que no quise volver a repetir nunca jamás. Una vez. Niara.Nunca más volví a verlo. Me dijeron que se fue a trabajar a las minas de oro y que murió en un desprendimiento. Por eso estamos solas Niara y yo. No puedo volver a mi aldea, no puedo contactar con mi familia. Sobrevivo a duras penas vendiendo pescado por las calles. Niara es la única razón por la que me levanto cada mañana. Si no fuera por ella, haría tiempo que hubiera ido a reunirme con Alika. Porque creo firmemente que ella me estará esperando.

Yo (La tomé la mano): Es horrible lo que os sucedió, Liya. Lo siento mucho

      En ese momento, alguien llamó a la puerta de la habitación. Era el abogado que me habían recomendado. Tras explicarle la situación, nos dijo que existía una especia de subterfugio, por el que Liya podía nombrarme  tutora legal de su hija, que implicaba que si algo le sucedía a  ella, la niña pasaba a ser responsabilidad mía y a estar bajo mi cuidado. Estando ella enferma y siendo yo su tutora legal ( y haciendo alguna que otra generosa aportación económica aquí y allá), no tenía que ser difícil justificar que la niña permaneciera bajo mi cuidado. Me recomendó contratar los servicios de una niñera, para evitar que la niña estuviera todo el tiempo en el hospital y levantara sospechas, y con eso pensaba que sería suficiente para que Niara no acabara en un orfanato. Liya  le dijo que si yo accedía,  para ella estaba todo perfecto, y así fue cómo me convertí en la tutora legal de Niara.

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