Siena - Despistada - 16

Capítulo 16 (Postdata)

Dejad que me presente: me llamo Juan. Tengo 94 años y gozo de una aceptable salud, aún después de haber sufrido un accidente de tráfico hace 6 años, del que, afortunadamente salí bien parado, al final. Mi vida ha estado llena de escollos: perdí pronto a mi mujer y me tocó criar solo a una hija, a la que también perdí. De ese antinatural suceso, “heredé” la mejor nieta que nadie haya podido tener nunca y que es mi orgullo y mi pasión. No siempre fui justo con ella y hubo una época de mi vida en la que creí que iba a perderla. Es lesbiana y al principio no supe bien cómo encajarlo, hasta que me di cuenta de que no había nada que encajar. Esa palabra sola no la definía. Era solo una más de las muchas que podía  decir sobre ella: testaruda, bella, noble, reservada, leal, inteligente, afable, valiente…

      Soy de otra generación. Estoy chapado a la antigua y a veces se me escapa un poco cómo funciona el mundo, pero he aprendido una cosa: todos tenemos derecho a ser felices. Y cada uno encuentra la felicidad de la forma que más le place, unos solos, otros en pareja o como sea que cada uno quiera vivir su vida. Y mi nieta encontró la felicidad con otra mujer. Hace cuatro años y medio se casaron. Una boda preciosa, las dos con sus vestidos de novia y una expresión en sus ojos que no dejaba lugar a dudas de todo el amor que sentían. Lo vi, lo respiré y lo disfruté. Francesca, su mujer, es temperamental, sincera y extraordinariamente alegre. Y adora a mi nieta. Doy gracias cada día de mi vida por haber tenido la suerte y la oportunidad de ver a Yolanda  tan querida y tan feliz.

      Solo tenía una pena en mi vida: no tener la oportunidad de tener bisnietos a los que contar cuentos, a los que poner a galopar sobre mis piernas. Fijaos qué pensamiento más tonto. Qué ignorante soy. Yo no entiendo mucho de eso, pero un día Yolanda me anunció que iba a ser bisabuelo. Mi nieta me dijo que Francesca estaba embarazada de un hijo de ella (que resultaron ser dos, mellizos, niño y niña). Me contó  que encontraron un donante con rasgos parecidos a Francesca, que fertilizaron un óvulo de Yolanda y se lo implantaron a Francesca… no sé muy bien, pero ahora cabalgan sobre mis piernas un precioso niño y una maravillosa  niña, que me llaman  “nonno”,que corretean incansables a mi alrededor  y en  los que cuando miro a sus ojos, veo a mi propia hija, la madre de Yolanda.

      Hoy es un día especial. Es 24 de Diciembre y estamos en el restaurante del hotel. Solo para nosotros, solo para la familia. Una mesa larga, donde veo a Yolanda y Francesca, mis dos bisnietos, Daniel y Giulia, su mujer (que está embarazada) y un montón de caras sonrientes más, padres, hermanos, cuñados, cuñadas, sobrinos de Francesca. Una gran y hermosa familia que Fran  nos ha regalado. Yolanda ríey yo sé que ella tiene ahora lo que siempre había envidiado en estas fechas:  una familia extensa, una comida en torno a una larga mesa llena de familiares ruidosos y glotones, llena de niños alegres y un abuelo amoroso. Ese soy yo. Veo cómo mira a su mujer, cómo su mujer la mira a ella, cómo Daniel la mima y cómo abraza amorosa a sus hijos, cubriéndolos de besos.

No sé cuánto tiempo más me regalará la vida, pero ahora sé que puedo partir tranquilo.

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