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Mar estaba convencida
de que esos colores no combinaban. El rosa y el naranja eran demasiado
estrambóticos; en lugar de tratarse de una página web destinada a la promoción
turística, parecía el catálogo de alguna dulcería. Pero aquello se lo habían
ordenado y era lo suficientemente sensata como para evitar enfrentarse a su
jefe inmediato, apenas con dos semanas en la no-tan-grande empresa.
Sería perfecto poder
controlar el tiempo, pensaba Mar; de ser así haría que todos se movieran en un
compás de vals. 1, 2, 3, beber café, 1, 2, 3, saludar al compañero, acelerando
el ritmo solo cuando la escena cotidiana fuera aburrida, ralentizando todo
cuando alguna cosa fuera interesante. Aquella mañana, durante el trayecto en
metro rumbo a su trabajo, se había fijado en un par de cosas. La primera, en
una mujer de edad mediana, que no le pareció tan bella como interesante. Vestía
formal, con una falda ceñida lo suficiente, concedió Mar; a pesar de su ropa,
llevaba zapatos deportivos. Mar se preguntó si trabajaba de recepcionista y lo
que usara en los pies era irrelevante, o si tenía una taquilla en alguna parte
en la que guardaba un par de zapatos más adecuados a su pinta, o si los llevaba
dentro de su bolsa, cosa que no parecía probable puesto que era pequeña.
La segunda cosa que
llamó su atención fue la interacción de un policía y una anciana. La anciana estaba
segura de que alguien le había robado el paraguas; el policía, que llevaba el
uniforme pero de seguro no había entrado en servicio, trataba de convencerla de
que no se había subido con un paraguas al vagón. Habían subido juntos él y doña
Clara, a quien el uniformado parecía conocer y ella no llevaba nada en las
manos. Pero la supuesta doña Clara no estaba segura ni de conocer al policía,
se le notaba en la cara, ni de haber olvidado el paraguas en casa. Mar entendió
la especie de nube en la mirada de la anciana y leyó el reconocimiento mezclado
con tristeza, en el rostro del policía. Quizá era su madre con la mente dañada,
o a lo mejor era la vecina cascarrabias de la colonia, o simplemente prefería
engatusar a una viejita y retirarse sin tener que hacer un trabajo que debía
comenzar hasta media hora después.
Frente a la
computadora, con la piel rojiza por el reflejo del rosa y naranja, Mar se
imaginaba a la oficinista sexy bailando con ella un vals, en zapatos deportivos
y también pensó, con menos intensidad valga decir, en el policía y la anciana
bailando. Pensó también que ojalá no lloviera más tarde, porque de ninguna
manera tenía paraguas, ni siquiera olvidado.
El trabajo tenía que
estar listo y aprobado antes de las 4 y era la una de la tarde. Probablemente
debería hacer tal cual lo que le habían pedido, pero aquello era demasiado malo
como para dejarlo así. Probablemente tendría problemas por cambiar el diseño,
pero bueno, por lo menos no estaría en su consciencia que confundieran el
Turismo del Estado con una compañía de alimentos no aptos para diabéticos.
Pasó las siguientes dos
horas bajando el tono y saturación de los colores aprobados, intentando
matizarlos lo más posible y conforme, aunque no convencida, decidió que era
buen momento para subir las fotos y mostrar terminada la “galería digital de
maravillas naturales” que le habían encargado difundir, con todo y su nombre
literal y espantoso.
En ese momento todo
comenzó.
Para completar el
portal, un compañero de trabajo, el menos repulsivo, por lo menos hasta el
momento, le había proporcionado un disco extraíble repleto de imágenes y
videos. Al ver la cantidad de material, Mar se recriminó un poco por no haber
terminado antes, pero como ya no había remedio, a menos que existiera algún
tipo de portal espacio-temporal (se sentía un poco física cuántica ese día, al
parecer), no tuvo más remedio que elegir fotos al azar.
Casi sin fijarse en las
fotografías, ajustaba la resolución, el tamaño y luego se convertían en entes
virtuales. Sin embargo, fijó su atención en la foto nocturna de alguna playa.
Reconoció el lugar. Su papá hablaba de éste cada vez que tenía oportunidad
porque era el lugar de su segunda y verdadera luna de miel y aunque detestaba
pensar en ello, ahí, no en la playa claro, pero sí en un hotel muy cercano, fue
concebida. Pensar en sus padres teniendo sexo le quitó un poco de nostalgia al
recuerdo; sin embargo, éste regresó cuando pensó que sus padres la consideraban
un milagro maravilloso, como el océano.De acuerdo, sus papás eran cursis, sobre
eso no cabía duda, pero seguro serían felices si podía hacerles algún gráfico
basado en aquel lugar, se los debía, la cuenta del hospital casi los tenía
embargados.
Cuatro horas después,
con su primer portal medio-aprobado, pues el rosa les había parecido muy
chillante a los directivos, superado el
enojo que esto representó y con la fotografía impresa en máquinas de la
no-muy-grande empresa, regresaba en metro, esta vez sin policía, mujer de falta
ajustada, ancianitas o paraguas.
Tuvo entonces que
buscar otra manera de entretenerse. Sacó la foto y comenzó a imaginar la
cantidad de colores que tendría que utilizar para igualar el brillo de la luna,
que en el momento capturado parecía un modesto sol. En la imagen, la luz de
luna dejaba ver la superficie del agua y también podía verse el reflejo del
astro, muy quedito y borroso, sobre el mar.
Y entonces la vio por
el rabillo del ojo. La joven de piel pálida la observaba firmemente desde un
par de asientos a su derecha. Lo primero que pensó Mar fue que aquello no era
justo, después de dejar el hospital no había vuelto a pensar en ella y de
pronto se aparecía trayendo de nuevo toda la confusión y el miedo.
Las estaciones del
metro llegaban a su fin. Las personas fueron descendiendo y Mar seguía siendo
observada. Había perdido su parada hacía casi media hora, pero sabía que si se
movía, la extraña la seguiría y podría morir en un callejón.
“No vine a asesinarte,
no es mi trabajo”
La voz de la extraña la
atravesó como un flecha fría cuando estuvieron solas en el vagón.
“¡Yo no te llamé!”,
exclamó Mar, un poco más gritado que dicho.
A lo mejor esa mujer
era producto de su imaginación y acabada de gritarle a un asiento vacío, pero
ahí mismo todo parecía completamente real. La extraña guardó silencio y continuaron
el camino de regreso. Mar se negó a dejar de ver fijamente la fotografía hasta
que llegó nuevamente a su estación. Con
paso firme se bajó y como resignada a lo que pasaría, sacó un cigarro, lo
encendió y esperó a que la extraña le diera alcance.
“Yo no te llamé”,
repitió, más suplicado que recriminador.
“Lo hiciste”
Y Mar quiso volver a
contradecirla, pero entonces se dio cuenta de que sí, efectivamente había
pensado, por un segundo o menos, que el color de la luna de la fotografía era
exacto al color de ojos que había intentado pintar desde hacía varios días,
sobre un fondo de colores.
¨Luna”, terminó por
confirmar la extraña.
“Espera. Esto en verdad
va a sonar loco, pero hasta donde recuerdo eres una especie de ente que llegó a
mi vida a través de un rayo, puedes cambiar tu cabello y tus ojos y eres capaz
de leerme la mente y controlar a mis papás como si fueran títeres… ahora dices
que te llamas Luna”.
“Tú me nombraste así.
¿Qué es un ente?”
“Eso que tú eres”
“Luna”
“Espera”. Debían
calmarse, eso debían, pensó Mar, por lo menos ella sí debía. “Tienes que
decirme quién eres, de dónde vienes y si vas a matarme debe valer la pena”
“¿Estás lista para
escuchar?”
“Claro. En un barrio oscuro
y solo, no podría ser más adecuado”. Mar pensó que de todas formas esta vez la
extraña no había rechazado rotundamente la idea de no matarla, ¿no que no era
su trabajo?
“¿Estás lista,
entonces?”
“Está bien, pero no en
mitad de la calle, caminemos un poco.Más adelante hay un parque, ahí podemos
hablar”, bajo una luz mercurial, un poco más cerca de mis vecinos, pensó Mar,
en caso de necesitar una ruta de escape.
Caminaron en silencio,
Mar por delante. Al llegar al parque fue la primera en tomar asiento en una
banca pública y la extraña, pareciendo fascinada, la imitó.
“Dime quién eres y qué
pasa”
La extraña la contempló
nuevamente y poco a poco sus ojos volvieron a tornarse blancos, pero esta vez
Mar no sintió crecer el pánico, solo pensó
que efectivamente los ojos de la extraña brillaban en un tono nada
terrenal.
“Te he visto en sueños.
A veces nos dan permiso de hacerlo, así te conocí, aprendí tu lenguaje, pero ya
no es suficiente. No solo quiero ver lo que piensas, quiero hacer lo que tú
haces y sentirlo”
Un par de minutos en
silencio cayeron después de ésta declaración.
“Yo en verdad creo que
eres un producto de mi imaginación”
“No lo soy, yo vine de
muy lejos y quiero aprender”
“Pero es que yo no te
quiero enseñar”
“Debes hacerlo, soy tu
Luna”
“Dejar de hablar así,
no eres mi Luna, no eres mi nada. Estás insinuando queno eres de este mundo y
yo no puedo creer en eso”
“Sí lo haces”
“¿Por qué lo dices tan
segura?”
“Porque te conozco y tú
me conoces. Yo soy de este mundo y de otros, de muchos espacios y tiempos. No
tengas miedo. Me conoces mucho tiempo antes que éste, soy tu Luna porque tú
eres la única que podía darme nombre en este mundo, ese es nuestro vínculo y
necesito que me enseñes todo”
“¿Vienes de un mundo
existencialista o algo por el estilo? Escucha, yo no puedo creer que vengas de donde
dices, porque no puedo, no lo entiendo, y si tú quieres llamarte Luna con todo
y el maldito cliché que eso representa, es tu problema”
“Tú me llamaste así”
“No, yo solo pensé que
el color de tus pupilentes es igual al de la lunade una foto que encontré hace
rato y eso no debías saberlo”
“Te he visitado en
sueños”
“Sí, ya lo repetiste
mucho”
Mar no tenía idea de
qué pensar o sentir, aquella mujer definitivamente no era una persona normal,seguro,
no podía creer en lo que le decía. Había aparecido de pronto, parecía poder
meterse en su mente, con todo y quesimplemente no podía ser. “No lo haré, no te
quiero cerca de mí”
“No puedo aceptarlo”
“Creí que venías de un
mundo superior, más educado”
Mar se puso de pie
abruptamente y comenzó a caminar. Escuchaba los suaves pasos de la extraña siguiéndola
de cerca. Quería que desapareciera, quería que todo volviera a la normalidad y
que la alucinación se perdiera en algún callejón oscuro. Ella no creía en los
fantasmas que sus abuelas contaban, no creía en aliens grises y no creía en
chicas con capacidades telepáticas. Pero los pasos que la seguían eran reales y
cuando volteó, la chica continuaba ahí, tras ella.
“¿Qué quieres
aprender?”
“Necesito que me lleves
a tu casa, que me dejes vivir contigo, que me enseñes todo de éste mundo”
“¿Por qué?”
“Porque quiero saber”
“¿Y si no lo hago?”
¿Destruirás mi mundo?, pensó
“Destruiré tu mundo”
Mar sintió que la
sangre se le iba del cuerpo, pero entonces comprendió. “Deja de meterte en mi
cabeza”
“Lo haré, no me asomaré
a tus sueños nunca más si me dejas estar contigo.Conozco tus cosas casi tanto
como tú, pero no las entiendo y no las siento. Eso es lo que necesito”
“¿Por qué simplemente
no tomas mi cuerpo o algo así? Como una posesión”
“Tú eres mi vínculo a
este mundo, te necesito. Soy tu Luna”
“No lo eres”
Mar no quería continuar
conversando, quería que la extraña se fuera y la dejara asimilar todo. De alguna
manera, en algún momento pero sobre todo, porque Luna no podía ser otra cosa
que un ser extraño, se había convencido de que aquello era real y no se iba a
librar fácilmente. Permanecieron ahí paradas varios minutos. Sin decirse más.
La extraña no se desvanecía y Mar no despertaba de ningún sueño.
“Vete, yo te llamaré
cuando esté lista”
La que se hacía llamar
Lunano hizo gesto alguno, simplemente giró sobre sí y comenzó a caminar en dirección
contraria.
Y se fue y Mar no la
olvidó. Cuando llegó a su casa aún la recordaba. Cuando la regañaron por llegar
tarde, la recordaba, y volvió a pensar en ella cuando se fue a dormir viendo la
fotografía.
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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Laura T.D - Derechos Reservados
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me esta cautivando la historia
ResponderEliminarMe da mucho gusto que la disfrutes, Nallely.
EliminarUn abrazo,
Laura
Es una historia interesante es como si luna fuera su alma gemela 💕 que viene de otro mundo mucho mas avanzado a nuestra tierra
ResponderEliminarMe gusta la historia porque yo creo que no estamos solo en este universo y también me gusta todo lo difícil entender en esta vea
La vida es más complica da que respirar, dicen por ahí. Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer la historia.
EliminarSaludos, Gladis.
Laura.