Negación - Vall Lynch - 9

9.

Me desperté entre sus brazos. Sentía el cosquilleo de su respiración en mi cuello, sus senos pegados a mi espalda, su abrazo rodeando mi cuerpo me hiso sentir como nunca antes en mi vida, deseaba quedarme así todo el día, mimada y querida. Nunca pensé que la felicidad tuviera un cuerpo similar al mío. Nunca pensé que estuviera tan cerca, frente a mis ojos día tras día, el amor tiene muchas formas… ¿Amor?... Su abrazo se tensó un poco y supe que estaba despertando, me dio un beso en el cuello que me encendió sacándome un suspiro cuando paseó su nariz inhalando mi aroma hasta perderse en mi pelo.

-Buenos días, hermosa- me dijo al oído con la voz ronca más sexy que jamás hubiera acariciado mi pabellón.

Me giré por puro instinto y la descubrí sonriente buscando mis ojos, me miraba en una forma que me derretía como helado al sol. No le dije nada, no podía hablar, me perdí en sus ojos. Sentía a flor de piel las caricias de la noche compartida. No supe cuanto tiempo pasó antes de que volviera hablar. Me preguntó que si estaba bien y cuando noté su mirada de preocupación hablé.

-Nunca había sentido… lo que estoy sintiendo… contigo.

Me dio uno de esos besos que me quitan la razón. Sujeté su rostro y entre suspiros ahogados la excitación se acrecentó irremediablemente,  la empujé y giré con ella hasta estar encima suyo, besé su cuello, lo lamí, mis manos encontraron sus pechos, sus hermosos pechos, tan perfectos, me prendían como hoguera, saborearlos y sentirlos con mi lengua. Escuchaba sus suspiros y gemidos, su respiración le fallaba por momentos mientras bajaba por su vientre, besé su ombligo para luego buscar esa parte de ella que más deseaba saborear. Cuando me hiso suya me dijo que mi cuerpo le hablaba y durante la noche había descubierto a qué se refería. Cada centímetro de mi piel era consciente de su placer, mientras la elevaba la sentía más y más parte de mí, cada deseo oculto tras su piel era solo mío, era tan perfecta para mí.

La mañana tristemente no era eterna.

Pronto nos vimos obligadas a separar nuestros cuerpos y mi piel se quejó pero había que volver a la realidad, ella tenía cosas que hacer y yo también. Se marchó y me dispuse a prepararme para marcharme igual. Al estar lista salí de mi habitación, bajé las escaleras despacio recordando dulcemente la noche anterior mientras había subido de la mano con ella esas mismas escaleras, me había sentido en una nube de ensueños, entrar a mi habitación, sus manos merodeando mi cuerpo por primera vez, tenía un sinfín de emociones encontradas que jamás imaginé que existieran, esa unión tan fuerte e innegable… no podía parar de pensar en todo lo que habíamos hecho, sus gemidos, su sabor, su aroma, no tenía idea de en qué momento nos había vencido el sueño porque esa noche había sido mágica.

Llegué a la cocina como de costumbre. Estaba rebosante de alegría.

-¡Buenos días!

-¡Siéntate!- me gritó.

Mi madre me había gritado y sentí cómo todo mi mundo se derrumbaba, no entendía nada se dio la vuelta y me miró como jamás lo había hecho antes, con decepción. Me miraba como si hubiera hecho algo imperdonable.

-Mamá…

-¿Cómo pudiste hacer algo así?

-Mamá…

-¡Esta casa no es un hotel!

-Mamá… solo- cuando por fin parecía dispuesta a escuchar me di cuenta de que no me salían las palabras, por alguna razón no tenia las agallas de nada frente a ella.

-Las vi… Esta mañana, temprano.

-¿Qué? ¿Entraste a mí habitación así sin más?

-Si lavaras tu propia ropa no tuviera que entrar a tu habitación- traté de hablar pero alzó la mano en señal de Stop- Ahora sé por qué ya no se queda a desayunar, me estaba evitando- dijo con cara de molesta, si se podía más.

-Espera- me apresuré a decir- Anoche… Lo de anoche, nunca había pasado antes.

-Seguro- dijo mirándome con desdén.

-¡Te lo juro, mamá!

- ¡Te dije que te sentaras!- la miré sorprendida y me senté despacio-  Da gracias a Dios de que no has jurado nada a nadie aún- se sentó, suspiró y me miró más calmada- Mi niña ya eres una mujer, por lo tanto debes hacerte cargo de tus errores- iba a decirle lo que sentía por mi amiga pero me quedé muda- No solo traicionaste la confianza que te otorgué… Ofendiendo mi casa sino que también lo traicionaste a él. Juraba que te había inculcado valores.

-Lo hiciste- le dije firmemente, ya había escuchado bastante.

-No puedo prohibirte mucho fuera de esta casa pero hasta que no arregles esto no quiero verlas juntas, por lo menos no esta casa.

-Mamá, no hagas esto- le rogué- Estás siendo injusta- entonces me miró detenidamente.

-Parece que piensas que te estoy castigando y no es así… Hace mucho que sé que ella… Dios, es como una hija más en este hogar- dijo y parecía dolerle- ¡Yo le enseñé a cocinar! Cosa que tú ni una pizca de interés has tenido… Y este irrespeto es lo que he ganado. Disculpa si me he expresado mal- dijo juntando sus manos sobre la mesa mientras me miraba- Si hubiese sido él con quien te hubiera encontrado, mi reacción habría sido la misma- luego se puso en pie y caminó en dirección a la sala- Siempre te dije que si harías algo…

-…Que lo hiciera bien o mejor no hiciera nada- le secundé.

Mi madre se marchó y me quedé ahí sentada sintiéndome la persona más estúpida del mundo.

Estaba confundida y la culpa me embargaba como el Kraken, me devoraba por dentro pedazo a pedazo. Pensaba en un principio que mi madre hablaba de homofobia pero era algo mucho peor, estaba decepcionada de mí como jamás lo había estado nunca. Aunque mi amiga también cabía en su decepción, yo era su hija, sentía como dejaban caer mi corazón en una licuadora. No paraba de sorprenderme como mi vida pasaba de mariposas y arcoíris a sangre y dolor. No tenía idea de lo que haría en adelante, sabía que lo que sentía por mi amiga era real y fuerte, innegable, incontrolable… entonces ¿Qué haría? ¿Cómo le diría a mi novio que ya no quería estar con él? Le partiría el corazón en pedacitos y aún más si no le decía, nunca había estado con una mujer, ni siquiera estaba segura de que me gustaran las mujeres solo me gustaba ella… solo ella. Mi cuerpo no sería capaz de responder ante otras caricias después de lo vivido. Me dolían las entrañas al pensar en no poder estar con ella. Pero… ¿Qué haría con mi madre? No me quedaba claro si aceptaría en algún momento ¿Qué diría mi padre? ¿Le contaría mi madre?… Dios, mi familia… Me sentía tan asustada y atrapada. Ella siempre fue solo una amiga, mi mejor amiga claro… pero solo amiga. Las cosas darían un giro peligroso.

------------------------------------------------------------------------------------------------------

La Teta Feliz Historias y Relatos ® Vall Lynch - Derechos Reservados

© Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.