Capítulo 9
María había
encontrado a su princesa. Solo quería cuidarla, mimarla, hacerla sentir y
gemir. Y todo eso lo hacía muy bien. Frecuentemente llevaba flores a Alba o la
sorprendía invitándola a restaurantes especiales. Era una romántica. Alba,
nunca olvidaba dejarle preparado el desayuno antes de marcharse a trabajar y le daba firmes masajes cuando llegaba del
trabajo con los pies destrozados por los tacones; quizás no se la pudiera
calificar como romántica, pero desde luego era considerada y detallista. Alba
era una voraz lectora y tenía especial predilección por la poesía. Quién
hubiera dicho que tras ese corazón tan pragmático y docto se escondía un alma
sensible y soñadora. Tenía una pequeña carpeta donde guardaba sus escritos,
pero era muy celosa de su intimidad, o quizás muy vergonzosa e insegura de sí misma.
Escribía para ella, para su desahogo, para su disfrute y nunca jamás había
enseñado sus textos a nadie. Una vez que María descubrió su carpeta de poesías
y relatos en el cajón y la abrió para leer algo de su contenido, se puso
terriblemente nerviosa y arisca. Le explicó lo que era y le pidió por favor que
respetara esa parcela de su intimidad.
Dicen que
la mayor fuente de inspiración es o un corazón roto o un corazón pleno. Y Alba,
en ese momento de su vida era más feliz que nunca.
Pasaba
mucho tiempo en las pequeñas librerías del Casco Viejo de su ciudad buscando
nuevos libros que devorar y como era de dormir poco y mal, pasaba también
tiempo buceando en internet buscando páginas de literatura. Así fue cómo se
aficionó a una web de escritoras noveles donde la administradora de la página
animaba a todo el mundo que entrara a disfrutar de las lecturas que se hallaban
en la misma y a mandar sus propios relatos y poesías. Manejó la web durante
mucho tiempo y devoró muchas de las lecturas que allí se encontraban. Y un día
se dijo, ¿y si yo mandara algo? Creó
una cuenta de Gmail, eligió el primer nickname que se le ocurrió y mandó uno de
sus escritos. Increiblemente, al día siguiente de enviarlo lo encontró
publicado en la página. No se lo podía creer. Allí estaba para quien quisiera
leerlo. ¿Le interesaría a alguien?
No le
contó nada a María, no por ocultárselo, sino por pudor. Quizás hubiera debido
contarle, pero le daba mucha vergüenza.
María no
era celosa, ni tenía motivos para serlo. Aquella tarde Alba había quedado con
sus amigas y la cosa se alargó. Acababa de llegar a casa cuando Alba la llamó
para decirle que se lo estaban pasando realmente bien y que iban a cenar fuera
y que se uniera a ellas. Le dijo que acababa de llegar del trabajo y que estaba
cansada y perezosa, que estaba llenando
la bañera para darse un baño con sales y que disfutara, que se lo pasara bien.
Así María se bañó y se puso un sándwich para cenar. Le había quedado una cosa
pendiente del trabajo y quería mirarlo un poquito para poder rematar al día
siguiente el artículo que estaba escribiendo.
Alba
siempre tenía la mala costumbre de dejarse el ordenador encendido. Cuando hacía
algo con el portátil y terminaba, la
mayoría de las veces solo bajaba la tapa , sin apagarlo. Así que cuando María
cogió el ordenador, allí seguían todavía las huellas del paso de su chica.
Normalmente, no hacía mucho caso cuando eso sucedía, porque la mayoría de las
veces se trataba de páginas sobre publicaciones científicas en inglés, pero
esta vez, le llamó la atención que la página en la que había estado buceando su
chica, fuera una de literatura. Mientras daba pequeños mordiscos a su sándwich,
leyó el primer relato corto… y sus ojos se abrieron como platos. Esa primera
historia, era casi su historia y la de Alba, otros nombres, otras situaciones,
pero se reconocía en ella y reconocía a su chica. ¿Sería posible que Alba por
fin se hubiera decidido a enseñar a alguien algo de lo que había escrito? ¿Por
qué a un montón de gente desconocida y no a ella? No sabía si alegrarse o
enfadarse. ¿La historia sería de Alba o no?
Al final de la historia aparecía el email de la autora y no lo
reconoció. Bueno, si Alba se había creado ese Gmail, probablemente tampoco
sería difícil averiguarlo; Alba era práctica para todo, siempre usaba la misma
contraseña para todas sus cuentas de email y ella lo conocía. Así que hizo la
prueba y efectivamente pudo iniciar sesión en esa cuenta. Entre los elementos
enviados estaba el relato que acababa de leer. La verdad es que se le escapó
una pequeña sonrisa; el escrito de su
chica, era corto y quizás predecible, pero era hermoso y culminaba con un final
feliz, felicísimo, con niños correteando. Le gustó la idea de que Alba valorara
la posibilidad de tener hijos con ella.
Cuando
Alba llegó a casa, encontró a María ya acostada y dormida. Se aseó y se metió con cuidado entre las
sábanas. Abrazó con delicadeza el cuerpo de su chica y depositó un tierno beso
en la frente de María; “te quiero, mi
amor” le susurró.
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Hermosa, un capitulo súper tierno :3
ResponderEliminarQue bueno que se haya decidido a compartir sus escritos.
Señora (ita) escritora me encanta el hecho de hacer referencia a lo que hacen muchas al subir sus historias en esta plataforma, supongo que te ves reflejada en ella, es bueno poder entrever el ser humano que hay detrás de cada historia.
Mis respetos y saludos ;)
Luisa V.
Un poco corto,pero siempre un placer de leer......
ResponderEliminarJejejeeeee.
saludos ;P
Lo más fácil para una trama es hablar de algo cercano. Pero quiero dejar claro que, de ninguna forma, la historia es autobiográfica. Gracias por seguir ahí, chicas
ResponderEliminarEsta historia me gusta mucho
ResponderEliminarHermoso capitulo
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