Capítulo 6
ALBA Y MARÍA
Ese viernes fueron a cenar. Alba estaba nerviosa, muy
nerviosa. Su casa parecía un gallinero. Todas sus amigas estaban
revolucionadas, expectantes y excitadas ante la cita de su amiga. Teresa,
Manuela y Ana, le hablaban todas a la vez. Todas opinaban de todo. Una decía
que mejor se pusiera un vestido, otra que ni hablar, que mejor el traje-pantalón
gris de rayas, una decía que se alisara el pelo, otra que se lo ondulara, una
que se maquillara más, otra que no se maquillara….¡le iba a estallar la
cabeza! Todavía faltaba una hora para la
cita, pero si seguía así iba a llegar tarde. Así que las fue besando una a una
y las fue arrastrando hasta la puerta de casa. Las despidió amablemente y se
sentó un minuto en el sofá. Tenía que tranquilizarse. Ni siquiera recordaba
cuándo había sentido una sensación parecida. Mejor dicho, ni siquiera recordaba
haber sentido nunca una sensación parecida. Adoraba a sus amigas, pero no
necesitaba tres madres más. Respiró profundo y comenzó a prepararse. Era
coqueta y le gustaba ir arreglada. Solía preferir un estilo más informal. Pero
ese día no solo quería estar guapa, quería estar espectacular. Quería gustarle.
Pero se veía flaca y largirucha.
María, por
su parte, estaba igual de nerviosa. Tenía la mitad del armario desperdigado
encima de su cama y le había costado horrores elegir qué ponerse. Quería estar
espectacular. Pero se veía paliducha y poca cosa comparada con la morena.
Eligió un vestido azulón de media manga, zapatos, medias y abrigo negro. Y se
dirigió a pie al restaurante donde habían quedado,puesto que estaba muy cerca
de su casa. Mientras caminaba por la acera ya cerca del sitio de la cita la vio
aparcando su coche. Se paró a contemplarla y la vio bajar del vehículo; llevaba
un espectacular traje de pantalón y chaqueta color marengo que se le ceñía al
cuerpo como un guante. La vio recoger su gabardina y pararse en la acera para
tomar aire. Se la veía nerviosa y María se derritió por dentro. Era una monada.
Había estado esperando muchísimo tiempo para encontrar alguien especial y
estaba segura de que ella podría serlo. Se sintió dichosa.
La cena transcurrió
agradable y distendida. Del restaurante fueron a tomar una copa. Le gustaba
cómo la miraba a los ojos cuando hablaba, le gustaban sus gestos tímidos y sus
manos grandes, le gustaban sus preciosos ojos verdes y ese cuerpo atlético que
adivinaba debajo de su ropa, le gustaba su melenita corta y alborotada y ese
rubor que asomaba a sus mejillas de vez en cuando. Esa noche, cuando Alba la acompañó a casa, al
despedirse, la besó dulcemente y supo que su búsqueda había acabado.
CANDELA Y
TERESA
Candela estaba nerviosa. Era domingo y había
quedado con Teresa a comer. Su revelación la había confundido. Nunca se imaginó
que Teresa se hubiera enamorado de ella cuando eran adolescentes. Lo curioso de
todo era que su declaración del otro día no concernía solamente al pasado, sino
también al presente. Teresa le había confesado que nunca la había olvidado y
que haberla visto de nuevo había vuelto a remover todo su interior. Por eso
Candela era consciente de su responsabilidad al haber aceptado la cita. Su
aceptación llevaba implícita de alguna manera una puerta abierta a los
sentimientos de su compañera. Candela tuvo varios días para poner en orden sus sensaciones.
Noel le había roto el alma. Se juró que nunca jamás volvería a exponerse de
aquella forma, que nunca jamás volvería a ser tan vulnerable, que nunca jamás
se volvería a entregar por completo, que nunca jamás iba a bajar la guardia. En
realidad se dio cuenta de que lo que se había jurado era no volver a enamorarse
nunca jamás. Y comprendió que eso sería darle a Noel poder absoluto sobre su
vida y la posibilidad de lastimarla una y otra vez. Si quería volver a ser
feliz, no tenía más remedio que airear su alma rota y cruzar los dedos para que
la persona que viniera a hacerse cargo de los pedazos quisiera arreglarla y no
resquebrajarla aún más. Esa puerta, pensó, merecía la pena ser abierta de nuevo
para Teresa.
Salió pues
de casa con el ánimo renovado. Compró el periódico, se lo colocó debajo del
brazo y se fue a desayunar al Café de un parque cercano, como cada domingo.
Pidió, como siempre, un café con leche y un croissant y se sentó tranquila en
la terraza a echar un vistazo al diario. Cuando lo desplegó para sacar el
dominical y poder leer el periódico de forma más cómoda, la invadió la
extrañeza. ¿Qué hacía una foto de Teresa en la portada de la revista dominical
de su periódico? Y el cielo se le cayó encima cuando se dio cuenta de que
Teresa era la científica a la que había ido a entrevistar su amiga María. Las
palabras de la pelirroja le martillearon las sienes “Una mujer interesante y
guapísima…Me tiró los tejos casi desde el minuto cero... Del tipo depredador, una
auténtica loba” Tenía un nudo en la
garganta y no podía respirar. Las lágrimas acudían a sus ojos y la angustia le
invadió el cuerpo. Creía que Teresa era una persona fiable y leal, así lo era
al menos cuando se conocieron de niñas, pero parece que ya no era más así. Con
un inmaduro y golfo en su vida había tenido bastante. Y pensar que había estado
a punto de abrir de nuevo las puertas de su corazón a una persona equivocada le
produjo congoja y miedo. No, nunca jamás.
Teresa
estaba nerviosa y expectante y excitada y sobre todo feliz, muy feliz. Todavía
no se creía que iba a comer con Candela. ¡Con Candela! Era la mujer más
afortunada del mundo. Su corazón volvía a latir loco por la misma chica que,
sin saberlo, se lo había partido hacía ya diez años. Ya le había confesado lo
que sentía, así que la aceptación de la cita por parte de Candela suponía una
puerta abierta a los sentimientos de Teresa. Y ella era consciente de eso, era
consciente de que tenía una oportunidad de ganarse el corazón de Candela y
enamorarla y colmarla de besos, todos aquellos que nunca traspasaron la
frontera de sus labios. Estaba decidida a hacerlo todo bien. Estaba enamorada.
Pasó muchos años con el alma seca y ahora por fin había encontrado los labios
de los que quería beber para restablecer su equilibrio interior. La querría, la
cuidaría, la apoyaría, la amaría como se merecía.
De pronto
su teléfono móvil vibró. Vio que era un mensaje de Candela y supuso que era
para concretar los detalles de la cita. Sonrió y estrechó el teléfono contra su
pecho. Suspiró ¡Por fin tenía la suerte de cara en el amor! Abrió el mensaje y leyó. “Lo siento, me va a ser imposible comer
contigo”. Leyó y releyó y le pareció que algo no estaba bien. No daba ninguna
explicación sobre el motivo por el que no podía comer con ella y lo que aún es
peor, ni una sola palabra de afecto, de empatía. Algo no estaba bien. Marcó su
número. Saltó el buzón de voz. Dejó un mensaje; “¿Candela, estás bien? ¿Te ha pasado algo? ¿Puedo ayudarte en algo?
Llámame. Un beso” Llamó una, dos, tres veces y siempre saltaba el buzón de
voz. Fue dejando mensajes y siempre el mismo ruego “Llámame, por favor”. Pero
las horas pasaban y Candela no llamaba. Le mandó un mensaje de texto “Candela, ¿ha pasado algo? ¿Estás bien?
Llámame, te lo ruego”Tampoco hubo contestación. El siguiente mensaje, fue más
lastimero:”Candela ¿estás bien? Estoy muy
preocupada pensando qué puede haberte pasado. Llámame”. No le contestó. El
siguiente mensaje además tenía un cierto tono de exigencia: “Candela, no sé qué te pasa, pero sí sé que
no me merezco que me ignores. Creo que me merezco un poco de respeto y de
sinceridad. Al menos me debes eso”. Pasados unos minutos recibió su
contestación: “Teresa, siento si te he dado
falsas esperanzas, pero no voy a salir contigo. Ni ahora, ni nunca. No me
llames, por favor. No me mandes más mensajes. Nunca debí quedar contigo”
Teresa no
era consciente de haber hecho nada, de haber dicho nada que molestase a
Candela. No entendía nada. Mientras dos lágrimas rodaban por sus mejillas,
sintió como su interior se resquebrajaba. De nuevo.
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No puede ser, no me parece justo que la juzgue sin darle una oportunidad, ni siquiera el beneficio de la duda, por otro lado me encanta que las cosas vayan bien entre Alba y Marina :D
ResponderEliminarSaludos y gracias por tus capítulos diarios.
Luisa V.
De los cuatro personajes principales, al final de la historia, cuando la releí, me di cuenta de que el personaje que más me gusta es precisamente Teresa
EliminarAh, y lo de los capítulos diarios, en realidad soy yo la que debe de agradecerle a la administradora de la página que cada día pierda un rato de su seguro valioso tiempo colgando un nuevo capítulo. Me gusta mucho que la historia tenga continuidad.
ResponderEliminarSaludos.