Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Danza entre Lobos - Cristalsif - 14 y 15

Capítulo 14

Tibio Invierno

Le buscaba con sus ojos grises entre la multitud, tras el bochornoso incidente en el bar la noche anterior y los malos juicios que él pudo hacerse de su indiscreta postura, no le había visto en lo largo del día, ni la boda, ni la fiesta parecía el lugar adecuado para encontrar al leal sirviente del Kruger y ello en verdad comenzaba a angustiarle. Takumi rogaba a las divinidades la oportunidad de una aclaración, pero tener pegado como lapa al impertinente y desdichado Takeda, solo agravaba sus circunstancias. Durante la ceremonia nupcial a cargo del sacerdote Greer, el otro de cabellos castaños y mirada limón, no paraba de tomar Sake y lamentar que se casara su amor, por un momento supuso que se tratara de su hermana, tan hermosa que era admisible la idea... sin embargo al escuchar de los lastimeros labios del muchacho un Natsuki lleno de sentimiento, se pudo aclarar las ideas. Mayor aun fue la sorpresa del castaño, cuando en sus delirios alcohólicos, el otro aludiera a su caballero en castas galas blanquecinas.


En otro tiempo de machismo y galantería, se hubiese incordiado por las confusas en indiscretas palabras de Masashi, pero ahora pese a que Natsuki fuera mujer, no quiso sacarlo de su erróneo pensamiento, porque por un momento sintióse comprendido y fue revelador para sus propios sentimientos, estaba loco, moría de amor por el diligente y silencioso Akira Okuzaki. De modo era, que buscaba por la extensión del castillo en la zona de los sirvientes esperando encontrarle y es solo cuando temió no hacerlo, y sus pasos cansados dudaron, que lo vio intentando levantar una enorme caja de botellas de vino para surtir las mesas de los invitados a la fiesta. Raudo acudió a su lado para prestar la ayuda necesaria y levantar la caja sobre una de las mesas de la cocina.

-Fujino-san- Musitó con voz ronca el moreno, mientras suspiraba cansado por las difíciles y agotadoras tareas de un día de festejos como aquel. -¿No debería estar en la fiesta?-

Takumi se permitió contemplar al muchacho en silencio, mientras las gotas de sudor bajaban por su cuello y de nuevo, maldijo la tentación que le suponía aquel hombre con tan poco. -Se me antoja sosa... “sin usted en ella”- Se calló para sí sus secretos pensamientos.

-Se debe a que quizás ha asistido a demasiados festejos de este tipo- Akira no le prestó mucha atención, todavía reservaba su enfado a la memoria del castaño, tan cómodamente dispuesto sobre Takeda. Entre tanto se ocupaba de mover los vinos desde la caja hasta unas cubetas de hielo, calculando números, la joven evidenció que tendría que traer más botellas desde la cava del castillo.

Takumi notó la voz cortante de su acompañante. -A ninguna boda, solo a las celebraciones de mi familia- Pero el Okuzaki poca o nula atención le prestaba, lo vio alejarse por un pasillo contiguo a la cocina y adentrarse por unas escaleras que descendían sobre el nivel de la tierra, le siguió molesto por su falta de cortesía y pronto se vio a solas con el muchacho, cuyos brazos se esmeraban en levantar otra caja. -¿Me permite brindarle ayuda Okuzaki-san?- Lo estaba ignorando, el castaño lo sabía, pero de que forma tan olímpica lo hacia.

Akira era orgullosa como pocas, no quería su ayuda, no quería nada de él, así se lo hacía saber con la pequeña hernia que se iba a causar tozudamente y en su empeño por levantar la mal habida caja. Suspiró con esfuerzo después de mover dos cajas y apilarlas, serían suficientes. Cuando pretendió salir del sitio con otra a cuestas, donde seguramente haría tres viajes por lo menos, sintió el firme agarré de la mano blanca de Takumi y entonces se encontró con la mirada indescifrable del muchacho.

-No me ignore, señor- Ordenaba como el patrón que fue en la mansión Fujino.

-No me ordene, yo solo sirvo a la Duquesa- Retiró el brazo con toda brusquedad y sus negros luceros miraron con reto al más alto.

-Por favor...- Suavizó su voz y la tosquedad de su mirada, hasta hacerla gentil sobre ella. -Le suplico me informe, la razón de su desdén- El Fujino realmente parecía mortificado, ante la idea de sus desprecios.

-“Me has humillado”... no ha hecho nada, Fujino-san- Desvió la mirada sintiéndose débil ante la intensidad de la grisácea que no paraba de sentir sobre su piel.

-Entonces ¿Por qué me habla con frialdad? ¿Por qué me niega escuchar mi nombre de sus labios?- Takumi dio un paso más cerca de él, se desconocía a si mismo en la osadía que suponía estrechar esa barbilla entre sus dedos.

Akira se apartó abochornada, no olvidaba su lugar y temía a la sensación eléctrica que suponía la piel del castaño sobre la suya. -Porque es propio de hombres, la sensibilidad que exige su señoría, solo podría encontrarla en una mujer- Procuró repudiar su peligrosa cercanía, puso la distancia de otro paso entre los dos y lamentó rápidamente, el dolor que acudió al rostro dulcísimo del caballero frente a ella.

-Lo he comprendido ya- Takumi retiró sus manos de él, de su piel deseada, aunque solo hubiese rosado su barbilla, mordió sus labios dolido, se sabía rechazado. ¿Qué esperaba? Akira no era ese tipo de hombre, tontas ilusiones que se desvanecen en el tono osco y el fastidio con que ha sido observado. -Lamento haber importunado su labor... no sabrá mas de mi persistente y molesta presencia- Lo dijo más para convencerse a si mismo, sobre no buscar al Okuzaki de nuevo, le dio la espalda y se alejó hacia la salida.

-¿Desea probar el vino? Es usted el más diestro de los dos en la cata de los mismos- Le pareció sentir premura en la voz del otro, se volvió a mirarlo, el pelinegro descorchó una de las botellas y se la tendió. Tuvo que volver sobre sus pasos para recibir el vino que le era ofrecido. -Solo lamento no haber traído un par de copas de la cocina- Afirmó el moreno con una sonrisa en los labios y así Takumi olvidó 10 años de etiqueta, plantando los labios en el pico de la botella. La bebida bajo por su garganta aliviando el nudo que sentía ¿Cómo podía aquel hacerle olvidar su promesa tan pronto? Alejarse era todo cuanto pretendía y sin embargo una pequeña oferta había desecho sus palabras en segundos.

Ambos bebieron de la misma botella hasta vaciarla y así con otras dos, sus mejillas se llenaron del sonrojo que solo pueden causar los licores con un alto nivel etílico, o era esa la excusa perfecta para dejar salir a la luz los pensamientos más ocultos. -Akira-san... usted me gusta, noto que hace tiempo lo sabe... que mis celos ante la señorita Julieth solo han confirmado a sus ojos mi sentir...- El envalentonamiento del licor hacía de las suyas con el castaño, o era que ya no podía escapar a sus torturados pensamientos. -Pero soy yo quien ignora, si solo soy yo... el que olvida las leyes de la naturaleza y del hombre mismo, en pos de su nombre...- Takumi apoyaba su mano sobre una de las cajas olvidadas y todos parecían haber prescindido de la idea de acudir por el más preciado licor a la cava. -¿Siente usted algo por mí?-

Pese a la ebriedad sentida, a causa de una que como ella no bebía por costumbre, Akira sintió helarse la sangre en sus venas y elevó la vista sobre el joven, cuya vergüenza y sinceridad le enternecía. Con dos pasos firmes no hubo ya distancia entre los dos, las manos morenas sujetaron el corbatín de gala que ostentaba el castaño, y jalando de él, lo inclinó a fuerzas para prodigarle un beso, uno arrebatador y ligeramente violento, con la pasión que supo ocultar durante meses y que el elixir de los dioses, le daba el valor de robar. Akira presionó entre sus dedos el rostro de Takumi, besando, mordiendo sus labios con ansiedad, el otro más alto no dudo en responder con la misma pasión a los deseos de su amado, con un jadeó que se escapaba. La breve apertura de sus labios, dio la oportunidad perfecta a la Okuzaki, su lengua irrumpió la barrera expuesta para explorar con ansiedad la boca entera del castaño.

Akira movió a Takumi hasta la pared más cercana, con fuerza tal que hizo estremecer al castaño. Los labios de la morena buscaron el cuello ahora expuesto del otro, mientras sus manos apresaban las de él, que se dejaba hacer a la voluntad del sirviente. El Fujino levantó la cabeza abandonase al bacanal de sensaciones que le prodigaba el pelinegro, entre lamidas y mordidas. -Mantente así, deja que lo haga yo... si osas tocarme, no voy a tomarte Fujino ¿Lo entiendes?- La voz grave que cual ronroneo le llegó al oído, obligó a Takumi a tragar saliva. Deseaba recorrer cada poro de su piel, a ser preciso con su boca, pero temeroso de yacer allí sin el moreno amado, asintió obediente a sus deseos, lo complacería solo por el placer de tenerlo... aún si solo fuese una vez.

Akira sonrió convencida de su promesa, si él no la tocaba, no tenía porque conocer su secreto y no habría ningún problema. Tranquila con sus pensamientos, dio un beso a la barbilla del castaño, mientras sus manos retiraban con maestría en nudo de su corbatín, los botones de su chaleco y camisa, hasta dejar el torso desnudo del chico. Bajo por su cuello, su clavícula, hasta su pecho, dejando en él un rastro húmedo que de tanto en tanto, entibiaba con su aliento. Lo observaba complacida, notaba el esfuerzo que hacía aquel hombre por mantener sus manos presas en su espalda, solo para matar la tentación y la oportunidad de tocarle, así como estaban también sus ojos cerrados. -“Se le ve tan entregado... no se trata solo del deseo, tal vez, ¿Me quiere en verdad?”- Se negó a si misma el pensamiento, y bajo sus manos hasta el vientre de Takumi, allí le estorbaba el cinturón que mantenía sujeto su pantalón.

Miró con enfado la hebilla antes de retirarla presurosa, pegó su cuerpo al del Fujino, no sin evidenciar la creciente excitación del chico, si bien parecía torturarle la prenda, mas al leve roce de sus caderas, Takumi movió involuntariamente la suya contra la de él y dudó, al no evidenciar la misma excitación en el otro. Asustado por las circunstancias abrió los parpados espantado, quiso encontrar los ojos de Akira, pero sus labios callaron cualquier pretensión de su habla. El castaño sintió la mano humedecida e intrusa sobre la más sensible extensión de su anatomía y un ronco gemido emergió de su boca, que celestiales caricias eran aquellas y que necesidad loca de arrebatarse sobre él, tomarlo, hacerlo suyo.

-Date la vuelta- Le ordenó la voz nuevamente, despertándole de aquel letargo en el que se había sumergido. Takumi comprendió las intensiones de su compañero y una aversión le llenó por dentro, temeroso se quedó estático como una piedra. Akira le beso el lóbulo para que pronto olvidara sus angustias y también animó más los envites de su mano sobre el Príapo de su casta. -por favor...- Le oyó suplicar y cualquier temor o repudió ante la idea de apartó de su mente.

Tembloroso retiró la mano de Akira tan solo para darse vuelta sobre la pared y apoyar las manos en su soporte, Takumi imaginaba dolorosa la entrega

-¿Tanto así lo deseas?- Pregunto la voz grave en su oído, mientras una mano acariciaba su espalda y retiraba lentamente su pantalón, dejándolo expuesto. La inseguridad en circunstancias como aquellas, realmente podían hacer mella en cualquiera, pero él se mantenía lo mas sereno posible, confiaba en que Akira no le causaría daño alguno, sentía los besos sobre sus hombros y la delicadeza con la que el moreno volvía a acariciarlo. -¿Te entregarías a mí sin reparo?- Preguntó otra vez con esa voz que le hacía perder la razón.

Susurró en el último momento, cuando pensaba que él lo tomaría finalmente. -Te... te amo Akira- Si hubiese sabido el castaño lo que causarían sus palabras, jamás las hubiese pronunciado. Su amante dejo de moverse, de tocarle o de besarle, se apartó un par de pasos y cuando volvió la vista atrás, lo vio alejarse corriendo por las escaleras.

-Que pude decir para que huyeras... ¿Tan horrible es ser amado por mí?- Se cuestionó el de ojos grisáceos antes de poner sus prendas en su lugar y tomar asiento en el suelo, esperaba que alguna deidad le compadeciera dejándole inconsciente, que la tierra se lo tragara, que el dulce sopor del olvido y las botellas que bebió sin contemplaciones en lo posterior, lo llevaran a un mundo en el que no volviese a soñar con esos ojos negros.

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Entre bailes sin fin, viandas y bebidas, la feliz pareja departió con los amigos, la familia, por momentos pareciera que el matrimonio fuese realizado por el puro sentimiento nacido entre las dos, pero tan solo con el paso de las horas y la luna llena que pronto adornó el firmamento, la tensión de la castaña volvió a su lugar en su consciencia y las mórbidas palabras de Tomoe, retornaron como un fuerte eco en sus memorias. Estaban a un paso de su noche de bodas y la idea no se le antojaba halagüeña a la más oculta y temerosa Shizuru.

Lejos de saberse observadas mientras bailaban otra pieza, Natsuki y Shizuru danzaron para ser una vez más, el centro de atención, de las no tan secretas envidias de muchos y muchas. Entre tanto dos ancianas dialogaban un asunto de sumo interés.

-Realmente dudo que Natsuki-chan pueda consumar su matrimonio- Afirmaba Kaede observando a la pareja danzar, como si sus pies no rozaran la tierra, eran en verdad un contemplación artística a la vista, pero en ello se quedaba, les faltaba pasión.

-Por una vez, coincido con usted Fujino-dono- Asentía Sanae, ella también había presenciado el incidente del beso y más lejana se hacia la idea de ver a sus bisnietos correr por los pasillos, moriría sin verlos y eso era imperdonable.

-Las dos ansiamos ver a estas jovencitas como una pareja verdadera... pero ello no será posible sin la consumación de sus nupcias- Lentamente y con voz tranquila, la abuela Fujino enlazaba ideas ante la contraparte de la familia de su nuera.

-Por no decir que sería inválido el matrimonio- Añadió con preocupación la Kuga mayor. -Eso realmente sería una pena-

-¿Qué haría una abuela por la dicha de su querida nieta? Todo en verdad- Preguntó y respondió Kaede con una sonrisa pícara, sabía que se estaba introduciendo a su manera en la mente de la otra que aunque sabia, carecía de cierta experiencia para leer el trasfondo de las intensiones. -No puedo soportar la idea de ver el llanto en los bellos ojos de la pequeña Natsuki- Añadía pesarosa. -O los de mi nieta- Sanae asentía mirando a las dos muchachas con angustia. -Si el matrimonio fuera anulado ¿Cuan grande sería su pena?-

-Inconmensurable... estaría hecha pedazos- La Kuga fruncía el ceño sin percatarse de la otra mujer a su lado, miraba a las recién casadas con profunda preocupación. -Por no mencionar la deshonra...-

-¿Pero que hacer para brindar ayuda a Natsuki-chan?- Cuestionó para si misma Kaede. -Tengo una idea... pero es inapropiada, debemos desecharla-

-Habla mujer... es el corazón de mi nieta del que hablas ¿Habrá algo por hacer?- Se volvió la de lacios cabellos, y el esmeralda se cruzó intensamente con el rubí de la abuela Fujino.

-Debemos desechar la idea Kuga-dono- Kaede se mostraba trémula y dudosa de su posible solución, tan solo en apariencia.

-Cualquier idea es buen en circunstancias como estas...- Insistió la abuela Kuga con fiera determinación.

Kaede sonrió para sus adentros y entre sus ropas buscó un pequeño frasco, que pronto dejo a la vista de Sanae. -Un incentivo, una pequeña ayuda para que Natsuki-chan obtenga algo de valentía-

-¿Qué es?- Sanae miró con desconfianza el translucido líquido del frasco.

-En Tsu lo llamamos la flor de fuego y sus fines habrá usted de intuirlos- Lentamente y con voz de arrullo, Kaede depositó el frasquito en las manos de la Kuga. -Sin esto, se harán realidad nuestros temores... Natsuki no consumará la boda y esta será inválida, Shizuru deberá retornar con su padre a Tsu y tras nuestra partida, dejaremos atrás a un par de atolondradas doncellas, unas desdichadas...- Concluyó con un gesto de negación en su cabeza. -Pero Sanae-san sabe que su nieta es obediente a sus deseos y tomará cualquier bebida que ella le ofrezca, si lo hiciera yo... dudaría y nuestros esfuerzos serían en vano-

Kaede había sido absolutamente convincente en cada palabra, mas no contaba con las verdades que Sanae conocía, unas que daban más peso y valor a la inconcebible idea. La Kuga sabía que no solo las leyes de los hombres regían las nupcias de las dos chicas y aunque pudiera fingirse que las dos yacieran en el lecho, ello no podría ser oculto a los vigilantes ojos de la diosa. La maldición pesaba más de lo que cualquiera pudiera imaginar y por el bienestar de su nieta haría lo imposible, ocuparía los actos más reprochables, así que sin dudar más, Sanae guardó en frasco en sus ropas y se alejó de Kaede sin pronunciar más palabras, se acercó a una mesa, vertió el líquido en el vino, lo revolvió ligeramente con una cucharita y se acercó a la pareja que volvía a la mesa nupcial, donde solo ellas podían yacer.

-Abuela... que dicha verte ¿Has visto a Nina?- Preguntó una curiosa Natsuki, desde los preparativos de la mañana no la había visto por ninguna parte.

-Esta con su prometido, en la parte externa del castillo... bajo su cuidado, ten por seguro que se encuentra perfectamente- Respondió sonriendo, aunque ella sabía muy bien, que la compañía de Sergei nunca sería consuelo para su nieta más joven.

Natsuki frunció el ceño bajo la mascara, de ninguna otra deseaba más un abrazo o una bendición, deseaba contar con la sonrisa de su prima, su hermana, en el momentos más importante de su vida y aun así, su querida Nina le negaba el placer de su presencia. -Ara, cualquiera diría que Natsuki no le basta con mi presencia- La voz parca de Shizuru causó todo el olvido posible en la mente de la pelinegra, que volvió la vista sorprendida sobre la rubí.

-Con Shizuru todo es suficiente... no necesito más, si esta a mi lado- Y no mentía, era apenas una vaga preocupación, notaba extraña a su prima y ello no dejaba de inquietarla un poco.

-Siendo así, es propicio que Natsuki lleve a cabo un ritual familiar... algo para la prosperidad de su matrimonio- Sanae encontró la oportunidad perfecta en la breve y posesiva charla de Shizuru. -Debe consumir sin dilación de esta copa y en silencio musitar un corto deseo, si mi nieta bebe hasta la ultima gota de la copa de un solo trago, entonces su anhelo se cumplirá- Aquellas palabras atrajeron la atención de la pelinegra e indirectamente la de Shizuru.

-Entonces yo también debo hacerlo- Afirmo la castaña, mirando con interés el contenido de la copa de plata. -Debemos compartir cada cosa ¿Nos es así? La mitad sería lo justo-

Natsuki sonrió y llevó la copa a sus labios, sorbió el liquido que tenía un sabor ligeramente extraño, pero que atribuyó a las numerosas copas antes bebidas, aquella sería la ultima, no deseaba llegar ebria e incapaz de dar un paso decentemente, aun menos cuando se supone que debe llevar a Shizuru en sus brazos hasta su cuarto. Calculando la mitad de la copa cerró los ojos y deseo con toda la fuerza de su corazón, solo una cosa. -“Te suplico, por piedad concede mi deseo... permite que Shizuru pueda amarme como soy”- Dio el ultimo tragó, y entregó la restante mitad a su esposa.

La lobuna se sonrojó al comprender que de compartir la copa, un beso indirecto se daría entre ambas y sonrió confiada, cuando la castaña imitó sus acciones sin cuestionarse lo mismo que ella pensaba. Shizuru bebió hasta vaciar la copa -“Permíteme ser, lo que he prometido ser... déjame amarle, no quiero vivir con esta resignación”- Vaciada la copa, la abuela Kuga sonrió, hizo una breves oraciones por las dos, dio sus bendiciones y se alejó entre la multitud, no sin haber sido vista en todo momento por Kaede.

-Tu abuela es un poco... extraña- Shizuru realmente notó el extraño aroma de la bebida y algo en su fuero interno, le recordaba las clases de hierbas con su abuela, temía en lo profundo de si, que Kaede volviese a hacer de las suyas.

-Pero es la mujer más dulce que conozco- Musitó con la tierna voz de una nieta que no para de ver la bondad en el corazón de su abuela.

-Ara, Natsuki pretende dormir en el sillón la noche de bodas ¿O son vagas impresiones mías?- Musitó Shizuru con un mohín enojado, antes de caminar en dirección de su hermana y su madre, dentro de poco no las vería y era mejor que aprovechara el poco tiempo en su presencia.

-¡Oi! ¿Shizuru? ¡Shizuru!... ahora... ¿Ahora que hice?- Natsuki se levantó para seguirla, no entendía el porque de aquella reacción, tal vez era oportuno no permitir más bebidas a su mujer en lo que restara de la fiesta.

La lobuna intentó seguirle el paso a la castaña, nadie mencionó que la Fujino fuera tan ágil en movimiento y delicadeza, ella en cambio, golpeaba hombros mientras intentaba pasar entre la gente y fue en medio de aquello, que sintió una mano atrapar la suya, jalarla a fuerzas entre la muchedumbre que se quejaba ante el torbellino que suponía el atropello de los fuertes hombros de Natsuki. La pelinegra apenas veía un cabello rojizo entre las ropas de hombres y mujeres que le pasaban por la cara, la mascara... hasta que al fin el movimiento cesó, en la oscuridad y tras el cobijo de una enorme columna del salón. -Nya... la pequeña bestia al fin cumple su cometido... ¿Cuánto le costó la castañita de Tsu? ¿Dos cofres? ¿Siete perlas negras? ¿Cuántos vestidos de seda occidental? ¿Cuánto por la honra de una mujer, su alteza?- Inclinó la cabeza a con sorna, burla intrínseca a cada mirada, gesto e inclinación.

-¿Nao?- Esa voz la conocía, ese enconó le era tan familiar que ya nada le sorprendía del atropello al que había sido sometida, pero algo en su estomago le molestaba y era la sinuosa cercanía de la otra.

-¿Cuántas conoces? Gatita- La ‘araña’ deslizó su mano por la mascara hasta sujetar la barbilla de Natsuki, con sus alargadas uñas, envilecidas y endurecidas por un tinte especial. -Tu familia trabaja igual en cada ocasión, cada descendiente maldito hace esto... de esa manera fui comprada y desechada, ¿Qué se siente pensar de la misma manera cuando ves el retrato de tu madre?- Casi escupió con veneno sus palabras, Nao Yuuki, por su honor y su nombre, quería ver el mismo sufrimiento en el monstruo de Fukka.

Ella la conocía, había sido la primera, la afortunada elegida por su caritativo padre, se había creído el cuento de hadas, había llegado a apreciar la gentileza con la que Natsuki la trataba entonces, pero la oscura verdad siempre sale a relucir en el peor momento... y solo por su maldita estirpe, había conocido el más grande sufrimiento. Solo por eso, quería torturarla de todas las maneras posibles y no había lugar más frágil, que la mente y el corazón de aquel ser horripilante.

-Eso no es...- Natsuki no había contemplado esa posibilidad, su amada y dulce madre, comprada. Sintió contraerse sus entrañas, ¿Ese era el sentimiento que le había causado a Shizuru? De serlo, era imperdonable.

-¿Verdad?- Nao sonrió, posando sus labios muy cerca de los de Natsuki, dándole a probar de a poco el aliento dulzón que en un lejano día, había entregado sin reservas. Más no la besó, ese desdén lo había ocupado ya la noche anterior, quería ver sus reacciones, conocer cuan grande era el poder que preservara sobre ella, aun si solo fuera por sus tontos e ilusos recuerdos. Mas contra todo pronostico, Natsuki desvió la cara a un lado, evitando así cualquier contacto entre las dos.

-No eres ella, fuiste libre de mí en el momento que lo elegiste... así que no pienses que te debo nada, Yuuki- Con la fuerza que poseía, la Lobuna apartó a la pelirroja de su lado, no le hizo daño, no más que a su orgullo hecho añicos con tan poco. Con paso firme se alejo de la columna, encontrando la luz de los enormes candelabros en lo alto del techo. Natsuki miró de soslayo a la joven cuya estupefacción no le dejaba reaccionar con rapidez. -A fin de cuentas, tú solo puedes ver a un monstruo... tus ojos están ciegos, por eso no estas en su lugar, ese que querías para ti-

-¿Y ella no esta ciega también? O quizás ve bastante bien, te mirará con miedo... nunca serás libre Kruger... nadie podría amar a un monstruo como tú- Respondió al fin la resentida pelirroja, el breve detenimiento en el andar de Natsuki fue suficiente para ella, Nao supo cuantas dudas escondía su monstruo personal y en lo futuro encontraría la forma de reclamar sus injurias con ello.

La Kruger hizo caso omiso en apariencia, pero más pronto olvido su promesa sobre no sorber ni una copa más. Se encontró solitaria en una mesa, con el codo apoyado en la madera caoba y la barbilla en su mano, suspiraba largamente, al menos la pelirroja no podría verla, había solicitado a los guardias el sacarla del castillo. No entendía como es que ella pudo colarse en su boda, sin embargo el daño ya estaba hecho y no tenía cara para mirar a Shizuru. ¿Era tan terrible todo aquello? Solo entonces la consciencia comenzaba a hacer mella en sus pensamientos, le torturaba la idea de ver marchar a la castaña, pero ¿No era eso egoísta ante ella, si su amor le fuera sincero? Su libertad estaba en sus manos, aun no era suya, el solo papel firmado aquella tarde no tenía valor, no todavía, ¿Entonces que hacer? Contempló el anillo en su dedo, era una hermosa joya de un raro zafiro plateado, una excentricidad de su padre muy seguramente. “El zafiro del hielo plateado” un nombre tremendamente largo para una gema y sin embargo con solo recordar el tacto tibio de los dedos de Shizuru depositándolo en su anular, el malestar se evaporaba de su comprimido pecho. -Moriría sin ella- Dijo en susurros, era de valientes admitir las flaquezas y estaba claro que ella lo requería.

-Ara, Natsuki parece traicionar sus promesas después de unas pocas horas de pronunciarlas... ¿Por quién moriría sin reparos?- El aura terriblemente oscura de la castaña helaría los huesos a quien fuese, sin embargo para ese momento la Lobuna estaba lo suficientemente atontada como para no percibir el peligro al que estaba expuesta. Simplemente apoyó la frente en la mesa con desgana y musitó lo que Shizuru no imaginaba escuchar.

-Moriría sin ti, pero dejarte ir ¿No sería lo más justo?- Se la notaba tan desolada ante la pregunta que ella misma había formulado.

Shizuru miró con incredulidad a la desdichada joven, ¿Por qué de repente decía aquellas cosas? No era ese el momento para arrepentirse, aunque sonara tan tentadora su propuesta, marcharse no era una opción, el rey Taeki no permitiría semejante deshonra, sería cruel y vengativo con su familia, con su padre... argüía en su mente la castaña, porque nunca admitiría que marcharse ya no era, su más ansiado sueño. ¡Lo había prometido! -Tal parece que Natsuki se ha arrepentido de sus nupcias conmigo y desea devolverme a la casa de mi padre... ¿Pretende deshonrarme de esa manera?-

La pelinegra levantó la cabeza de la mesa en un respingo. Esperaba que la chica tomara semejante oportunidad en sus manos, pero contrariamente había desistido en un santiamén y el vuelco de su corazón no podía mentirle, lo había escuchado de sus labios, esas dulces palabras. Natsuki se puso de pie y tomó su mano gentilmente. -Jamás me alejaría de Shizuru...- Quiso alargar la prosa de su devoto amor, pero las luces de todo el salón de apagaron intempestivamente y algunos gritillos femeninos se escucharon, a ello le siguieron aplausos y estridentes silbidos.

La castaña sujetó la mano en las sombras. -¿Qué ha pasado?-

-Es el momento... según las costumbres de Fukka, cuando la noche se cierne, los amantes deben ir a su lecho nupcial, para consumar la boda...- Natsuki tragó saliva, le quedaban unos escasos minutos para llevarla a su cuarto, conocía el camino de memoria, cada pasaje a ciegas, era tan fácil y tan difícil pensar en lo acontecería.

-Llévame entonces- Ordenó una Shizuru en cuya voz había firmeza, la realidad en cambio era otra, estaba aterrada.

Natsuki obedeció en cuanto pudo reaccionar, levantó a la dama en sus brazos, cruzó a través de la gente, las escaleras y los pasillos, hasta yacer frente a la puerta de su cuarto, el cual estaba abierto para facilitarle la tarea, una vez allí depositó a Shizuru con suavidad en el suelo y la dejó vagar libremente por su cuarto con apenas la tenue luz de luna iluminando a través de los ventanales. La lobuna cerró la puerta y después apoyó su espalda en la pared más cercana, ¿Acaso había bebido tanto? Sentía algo extraño en su cuerpo, creería que mareo, pero pronto supo que una ferviente ansiedad la consumía.

Se deslizó hasta el suelo sintiendo un repentino temblor en sus piernas que incapaces de mantenerse firmes sobre el suelo ya no fueron un buen soporte, así mismo un agudo cosquilleo le sobreviene en el vientre y cerró sus labios al sentir su boca tan seca. Apoyada en el suelo levanto sus manos para contemplarlas, pero solo pudo ver el borroso tono de sus guantes blancos, la sensación eléctrica en los dedos que habían sujetado a su bella esposa y el creciente latido que retumbaba en sus oídos, hasta impedirle oír otra cosa. Cerró los ojos, pestañeo un par de veces hasta que pudo enfocar y ver la forma de sus enguantados dedos, pero todo su cuerpo se antojaba sediento y no sabía de que, solo comprendía que cada segundo sin tener alivio era una tortura. Buscó para encontrar la fortaleza en sus piernas, pero la sensación de no poder levantarse sin empeorar su sentir continuaba allí. Cada fragmento de tela sobre su piel le generaba un extraño malestar, se asfixiaba a falta de aire en cada poro y con sus desesperadas manos deshizo el nudo de su corbata para no sentir la insistente presión de la seda en su cuello. Busco con la vista algo con lo que pudiera apaciguar su sedienta garganta, pero la copa servida sobre la mesa central de la habitación no pudo aplacar ni un momento su necesidad, su desesperación... cuanto daría por apagar el ardor inclemente en el pecho y en la carne, por no sentir aquella insoldable debilidad en sus rodillas o la mirada distorsionada, ¿era ese el infierno? Su piel calcinándose desde dentro y ¿Sin poder hacer nada?
Las cortinas se movieron ante las tenues corrientes de viento que transgredían los ventanales abiertos, ese el frío que en otro momento sería inoportuno apenas aplacaba el fuego creciente, mustio extintor de su pasión a flor de piel. Depositó lentamente el cristal vacío de sus manos, ante la atenta mirada sangría que le observara silenciosamente en todo momento, Shizuru tampoco era inmune a los efectos de la droga que corría vertiginosamente por sus venas, pero si que conocía sus misterios y sus consecuencias, estaba consciente de sus síntomas lamentables. El sonido de los pasos metálicos sobre la alfombra y la distancia entre ambas se acortaba peligrosamente, entre sombreas y luz por cada paso que daba, con las cortinas movidas por el viento, con el brillo de la luna sobre su traje casi de plata, se antojaba deseable y a la vez amenazadora.
-No debe acercarse más, se lo ruego- Musitó la melodiosa voz de la castaña en cuanto pudo recobrar el habla, la dama sabía que si le permitiera su contacto bajo el influjo de la droga, muchas cosas estarían perdidas, Kruger no podría controlarse.
-Si... si desea que duerma en el suelo... lo haré- La voz grave jadeaba, sufría, su mano buscaba el apoyo de la madera de la mesa para mantenerse en pie y la cabeza inclinada buscaba la iluminación en la blanca alfombra del suelo.
-"Natsuki... ¿Por qué eres tan gentil cuando te desprecio?"- Shizuru mordió su labio sopesando las circunstancias, el solo sonido de la voz de la criatura más temida, estremecía cada fibra de su cuerpo. –"Pero es solo por la flor de fuego... nada más"- Sin embargo no podía quitarle la vista de encima. -¿Qué hace Kruger-san?- Trató de mantener las distancias verbales y las físicas aferrando sus manos a los soportes de madera del dosel de la cama.
Natsuki intentaba con gran esfuerzo no escuchar la hipnótica voz que en ese momento, le resultaba especialmente perturbadora a su cuerpo. Sin embargo la pregunta había nacido de Shizuru en cuanto le vio arrojar al suelo su largo y pulcro saco, el que planeaba ocupar como lecho según su palabra. Pero desprenderse de aquella indumentaria, le liberó ligeramente al no sentir su peso sobre sus hombros, solo por lógica simple, era razonable que con menos prendas ajustadas, pudiera percibir a libertad el frío que ingresara entre las cortinas azules. –Solo... siento que me asfixio... Fujino-san- Con sus temblorosos dedos buscaba desesperadamente deshacer los botones de su chaleco, retiró con malestar los brazales y el cinturón, cuyo peso solo le atormentaba un poco más y sin saberlo, con cada prenda que adornaba el suelo de la habitación, mayor era la contradicción de la castaña de Tsu al observarle.
Deseo, aquel era el nombre de las sensaciones que les invadían y atormentaban, Shizuru le compadecía porque la experiencia con aquellas peligrosas plantas le había hecho ligeramente resistente a algunas, pero verla usar todo su autocontrol solo porque su deseo y su temor egoísta eran todo su impedimento, le presionaba el pecho. Con sus descalzos pies camino para yacer a su lado sin tocarla y una curiosa pregunta manó de sus labios. –¿Es veneno acaso?- Natsuki levantaba la cabeza para mirar a su ángel enfundada en sus atuendos nupciales, ¿Por qué la luna se esmeraba en embellecer aun más sus rasgos a contra luz o por qué el inclemente viento volcaba sobre ella el extasiante aroma de aquella mujer? Sudaba irremediablemente ante el esfuerzo de no tomarla allí mismo y juraría que nunca en su vida sintió presión mayor que en ese momento.
Shizuru procuraba no mirarle, esos mechones en su mascara de porcelana, la camisa ligeramente desabrochada, dejaba a la vista por vez primera, una fragmento de sus femeninas formas. La dama tomó asiento a su lado sin atreverse a tocarle, pero su solo aroma era embriagador y la vista de las ligeramente húmedas prendas, una tentación apenas soportable. –No lo es- Dejó a su aliento salir de su boca en un suspiro largo, sin saber, las consecuencias de este.
-Nunca sentí desespero como este- Afirmaba con la voz jadeante y aun bajo la máscara el dulcísimo aroma de la ojirubí se introdujo con más fuerza en su sensible olfato, embotando sus sentidos y ahondando la urgente necesidad de tocarla. –Me has dado tu permiso para yacer aquí contigo... pero es cruel, no poder sujetar tu mano o probar tus labios de cerezo, eres mía pero no puedo tenerte, ¡Apártate entonces de mí! Porque mi control es poco y alguien ha osado llenarme de un veneno que no mata, pero destruye al alma misma en medio de la frustración- Dijo con voz derrotada, sabía que ya poco podría resistirse a sus instintos, unos que fueran también los de una bestia maldita y al levantar su cabeza cansada, buscando la mirada rubí, pudo percibir el miedo de esta, un temor que lastimara más que cualquier otra cosa.
En cuanto Shizuru quiso hacer caso a sus palabras, se levantó del suelo alfombrado en un respingo, asustada como estaba por percibir un fuego siniestro a la altura de los ojos en la blanquecina porcelana, dio un par de pasos atrás, sabía realmente que no podría huir a ninguna parte, pero imploraba que ella, la persona gentil que conocía, pudiera retener los malestares del brebaje de su abuela.
La lobuna se puso de pie y a su altura ligeramente superior, ansiosa pero deseando darse a entender. –Shizuru... no me desprecies por favor, no puedo soportarlo de ti- La fuerte mano de Natsuki sujetó a la Fujino por el brazo con animo de no dejarla ir, con la pretensión de probarle cuan capaz era de soportarlo todo por ella, pero lo que la bestia nunca imaginó, es que el más leve contacto le condenaría en el acto.
Una salvaje corriente de calor le recorrió por entero, sus pupilas se dilataron y temblaron, su rostro ardió como el fuego mismo, sentir la pulsión más intolerable, escuchar el rugido desde su interior cansado de mantener la delgada línea entre el control y la necesidad, lo supo de la parte más animal en su interior, que la sed sería saciada en el manantial de su cuerpo y que solo la paz llegaría si es que lograra al fin hacerla suya. Natsuki estiro mecánicamente su segunda mano para retenerla y como una epifanía del instinto mismo, supo cuanto debía hacer, mas no pensaba ya en el bien o el mal de sus acciones.
-Natsu...- Pero la voz suplicante de Shizuru fue acallada con un desaforado beso, con la ansiedad de los brazos que la apretaron a su pecho, con las peligrosas manos desde su espalda desanudaron la cinta violeta, retiraron el Obi y se introdujeron bajo la perlada tela de su Kimono. Shizuru forcejeaba interponiendo sus manos entre ella y Natsuki, sin saber que sus esfuerzos solo enardecían la lujuria de la bestia. El beso no le era para nada placentero, eran tan intenso que lastimaba su boca en la exploración intrusa de la que era objeto, las manos que la rozaban solo ocasionaban un mayor repudio, no quería ser tocada de una manera tan carnal, no había pensado en ello de esa manera, quería calma, ternura y toda ella le era negada mientras la otra joven le aventajaba entre besos sobre su cuello y mordidas que no se medían ni un poco en delicadeza. Shizuru sintió su Kimono caer al suelo, se vio a si misma arrojada al lecho que aun blando no aminoró suficiente su caída y gimió, más no de gozo o placer, si de dolor.
Sintió la mirada que la contempló por entero y solo entonces fue consciente de su indumentaria, del corsé ajustado a su talle tan ligeramente iluminado su tono vino tinto de la escasa luz en el lugar, los ligueros ajustados a sus muslos expuestos y las medias translucidas que delineaban sus tentadoras piernas. Maldijo por lo bajo a su abuela, quien todo había tramado para consumar su matrimonio ¿Acaso no pensó lo que sería de su noche de bodas? Envenenar así a la tímida chica en el altar había sido una tiranía. Tonta de Kaede, ¡Tonta! Que no conocía el oscuro secreto de la incontrolable persona que pudiera ser su antes apacible prometida. Le miraban las esmeraldas con lujuria y deseo, pero no con el amor que le habían prometido sus tiernas palabras.
-Natsuki... no- Pero de forma dominante le volvía a callar con sus labios, a presión y apretujada por el cuerpo de la Kruger sobre el suyo. Shizuru no cesaba sus esmeros por detenerla, no quería eso, no de esa forma, sus manos batallaban contra el firme vientre de la pelinegra y sus piernas se resistían a la brusca apertura que intentaban las fuertes caderas de la joven. Sentía el peso del brebaje en su sangre y una parte de ella deseaba ceder a la creciente humedad entre sus piernas, ese secreto fragmento ardiente de su piel que ansiaba ser acariciado, los turgentes pechos que ansiaban ser rozados y los labios que querían aplacar la misma sed. Pero como cualquier doncella, sus dulces ilusiones se fragmentaban en la burda forma en que acontecía la primera ocasión para las dos. Era esa ilusa jovencita en su interior la que batallaba por una mejor memoria de su primera noche juntas, así como la parte temerosa que temía recibir daño de la otra, que pareciera sumida en un limbo de éxtasis...
Shizuru ocupó su fuerza para golpear los costados de su esposa, pero Natsuki ni siquiera lo resintió, tan solo retuvo una de sus muñecas con fuerza avasalladora procurando interrumpir la molestia que le obstaculizaba el camino. La otra mano, con sus pálidos y finos dedos retiró sin dilación cada broche con premura, el que no pudo con habilidad lo rasgó con fuerza, retirando así del cuerpo de mujer el tejido que recubría su piel, dejándola expuesta y desnuda bajo el suyo, cuyo calor manaba por todas partes. La castaña tembló de pavor pero no desistió en sus esmeros, mordió con fiereza los labios de la otra que ciega de lujuria no se detenía, intentó apagar sus besos y aun con el sabor metálico en su boca no obtuvo más que una muda queja, una que al parecer incitaba otro tanto a la pelinegra. Shizuru comprendió el peligro en el que se encontraba, solo cuando sintió una indelicada mano acariciarle los muslos, el más oscuro horror llenó sus facciones. ¡La iba a tomar! Su mente viajó vertiginosamente a los confines de sus memorias y recordó el regalo que le fuera ofertado la noche anterior, asustada por la inminente intromisión de la que sería objeto, arrastró su mano bajo la almohada que soportaba su cabeza, sin encontrarla, el pánico la llevó a buscar con mayor desespero, moviendo sin cuidado su mano bajo la tela y las plumas. Llegó el filo lastimarla, pero ello no fue para nada importante, ubicada la empuñadura, la tomó rauda y sin contemplaciones extrajo la daga para interponerla entre ella y la mujer que tanto miedo le causaba.
Natsuki no podía despertar, estaba fuera de sí, ebria de locura y de pasión, ciega a cualquier vista, sorda pues el rimbombantes sonido de sus propios latidos no le permitía escuchar nada más, su olfato era bombardeado una y otra vez por el intoxicante, adictivo aroma de la castaña, sus cabellos arremolinaban aun más la deseada fragancia, su piel perlada de sudor a la vista hipnotizaba y resultaba imposible no desear más, no tenerla un poco más... pero en su mente todo era visto con otros ojos, con la mirada de la entrega apasionada que había soñado de ella... mas solo pudo despertarla de su ensoñación el aroma de un escarlata que no era suyo y el frío del afilado metal puesto en su cuello, cuya hoja le lastimó hasta hacer una pequeña herida. La Kruger enfocó la vista y sintió romperse su corazón al notar los cristalinos y lacrimosos rubí, así como la herida sangrante en la mano de la castaña, cuyo rostro sonrojado se contraía molesto y dolorido.

Ambas yacieron petrificadas ante las circunstancias. –Si mueve un musculo, yo no dudaré ni un instante clavar este puñal en usted- La voz temblorosa de Shizuru le llegaba como un golpe directo e incapaz de procesar lo que pasaba, entendió que todo por lo que había luchado estaba desecho entre sus manos. ¿Cómo suplicar perdón por su bajeza? No alcanzaría ninguna palabra o acto para borrar todo cuanto había hecho...



Capítulo 15

Tibio Invierno II

La noche, oh maldita noche que le atormentaba, oh lamentable licor que no sabe hacer bien su labor y aun cuando muchas copas hubo apurado, no olvidaba, no perdía la conciencia. Un castaño, con el corbatín desfajado y la turbia mirada oculta en la sombra de su melena, cuyo rostro se perdía entre la multitud en el deambular que como alma en pena le impedía detener sus pasos por todo el salón, más lo prefirió así, yació alejado de todo cuanto le era amado incapaz de mirarles a los ojos. La zozobra le era cruel como pocas veces, la incertidumbre una daga lacerando sus entrañas, ¿Pero que hacer? Tres guardias estuvieron apostados en cada uno de los pasillos que conducían al cuarto de Natsuki, donde su hija... era mancillada, ultrajada y cuan vil era aquella mujer que no contenta con haberla comprado, ahora se llevaría consigo la virtud de su Shizuru.

-La aborrezco como a nada en el mundo... cada pena que me ha causado, yo he de multiplicarla mil veces- Musitaba con tono rencoroso, apostado en una solitaria columna de los jardines del Castillo Kruger. Solitario estaba, solo porque nadie en su sano juicio aguardaría fuera de la morada con el invernal frío que asolaba aquella tierras de Fukka, era de lo menos cuerdo.

Allí abandonado a su pena, Satoru elevaba la vista hacia la alcoba nupcial, estaba completamente a oscuras y es que intimar con la luz de los candelabros sería  demasiado osado, atrevido y vulgar, una completa ignominia, pero con aquellas sombras ¿Qué terror estaría viviendo su pequeña? Estrechaba entre sus dedos una botella de vino, cerraba los parpados, tensaba la mandíbula y se mordía sin delicadeza los labios. –Si le hiciera daño... le mataré- Musitaba para si mismo, a la par que volvía a mirar el camino iluminado por antorchas ornadas en blancos y azules, carrosas llegaban sin cesar, la fiesta de la familia Kruger atraía a los aprovechados y a los esnobistas, eso era seguro. Satoru había contemplado el talante y el aspecto de muchos de los invitados, hasta los ‘campesinos’ tenían permiso para entrar, claro después de que el Rey debiera marcharse con su hija y su yerno unas horas atrás. –Esos imitadores de la aristocracia, viles mercaderes en la boda de mi hija... esto es inaudito- Se quejaba dando otro sorbo a su bebida, sin percatarse que en ese momento estaba más cerca de parecer un mendigo, en comparación con los burgueses invitados a la fiesta.

-¡Suélteme! ¡Animal!- La voz fémina de una doncella que era sacada a empujones de la fiesta, no tardó en llamar la atención del castaño. Envalentonado por las copas y extrañado por la circunstancia, pues sujetos de peores calaña había visto en la fiesta, se acercó a los guardias ¿Cómo osaban tratar con tal bajeza a una jovencita de la misma edad que su hija?

-¿Es que no saben tratar a una dama? ¡Parad el ultraje bellacos!- Se interpuso entre los hombres y la jovencita, que bajo tal protección se aferró a la espalda del Fujino.

-Mi lord... debemos escoltar a la dama a su carroza pero ella se ha resistido, ha querido volver sin invitación a la fiesta- Afirmó uno de los guardias cuyo rostro estaba lleno de arañazos y este delataba su enfado hacia la mujer pelirroja que el señor de Tsu protegía.

-¿Es acaso una broma?- Satoru levantó una ceja. -¿Cuál invitación señores? He visto ingresar a mastines más peligrosos que la señorita- Aquello era en verdad el colmo.

-Ha sido una orden expresa de la Duquesa- Se sirvió informar el segundo escolta, cuyo rostro delataba la marca roja de una mano en su mejilla y un labio aparentemente roto. –La ‘señorita’ no debe yacer más en la fiesta, solo importunaría a su alteza con su presencia... una mujer de tan baja ralea no debe juntarse con la Duquesa- Dijo con desdén.

-Aquí todos conocemos el precio de sus favores- Sonrió con sorna el rasguñado.

-Es una prostituta señor... permítanos llevarla lejos para que la fiesta de su hija no sea mancillada- Afirmó el abofeteado.

-Hasta las prostitutas merecen respeto señores, yo me encargaré de atenderla esta noche y si alguno de ustedes osará desobedecer mis deseos, el señor Kruger sabrá de estas majaderías- Dijo con total convicción un Satoru que no pareciera ya afectado por el licor, un brillo oscuro titilaba en sus ojos sangría y solo por mención del señor del castillo, los guardias obedecieron para volver a la entrada principal. No dejarían que esa traicionera chica volviese a ingresar, eso era seguro y ello no era ya un problema pues el señor Fujino se alejaba con la joven para adentrarse en los jardines menos iluminados.

Tras una breve caminata hasta la zona exterior del jardín y antes de llegar a las grandes murallas del castillo, Satoru le indicó a la mujer de ojos limón, el tomar asiento en una de las mesas al interior de una pérgola de madera y piedra, con grandes cortinas traseras. Al interior también habían sido dispuestas viandas, bebidas y gracias a la ventilación del quiosco, fogatas exteriores para calentar el gélido lugar.

La mujer no pudo preservar su silencio, pese a que si lo hizo cuando fue objeto de aquellas falsos insultos. -¿Es usted... el padre de la joven desposada este día?-

-Muy a mi pesar señorita- Musitó roncamente Satoru. –Si me dijera su nombre me sentiría honrado, yo soy Satoru Fujino-

-Nao Yuuki, pero ese es un nombre que aquí nadie podrá referir de alguna manera... he sido borrada de Fukka como si hubiesen olvidado que nací aquí... ahora todos me conocen como Julieth- Pero la de ojos verdes no parecía molesta por el hecho, tal vez le aliviaba saber que nadie podía recordar su nombre y solo su nombre artístico era una mejor opción.

Satoru escuchó las palabras de la joven, aquello pareciera imposible, como podría un lugar con las mismas personas olvidar un nacimiento, un nombre, una historia. Sirvió un par de copas, tendió un plato con fruta y carne a la joven. –Coma por favor, seguramente esos vándalos no le han permitido probar bocado-

Nao no lo había pensado, pero no probaba alimento desde el desayuno en casa con la compañía de la tía Midori. Sin decir demasiado comió de su plato por algunos momentos y sorbió de su copa un par de tragos que le ayudaron a calentarse, pues el frío había hecho un poco de mella en ella.

-¿Cómo ha podido dar semejante orden la duquesa?- Inquirió el castaño con fingido desinterés, era aquella una pregunta lanzada al aire que solo buscaba obtener algo de información.

-Un pasado desagradable mi Lord, es el tipo de cosa que no se apreciaría el día en que se contraen nupcias- La pelirroja no dijo mucho, pero si lo suficiente para atraer la curiosidad del castaño.

-¿Quiere usted decir que la Duquesa ha... ha contratado sus servicios?- Se atrevió a referir, no sabiendo que ello era una total indiscreción.

-No soy una prostituta... que mi danza vuelva locos a los hombres o que ellos puedan ver mi piel, no significa que hubiera dispuesto en bandeja de plata mis favores- Nao frunció el ceño e hizo el ademán de marcharse del sitio.

Una rauda mano evitó a la doncella una partida presurosa, Satoru le indicó tomar asiento nuevamente e inclinó la cabeza. –Le imploro me disculpe... usted realmente no parece ese tipo de mujeres, pero tampoco ha defendido su honra en presencia de aquellos forajidos, que además han resultado ser unos mentirosos-

Complacida por la actitud de tan distinguido señor, la Yuuki hizo caso a sus deseos, esperaba tal reacción pero un poco de teatro había ido perfectamente en ese momento. -¿Qué desea de mí señor? Me parece que esta muy inquieto, no me ha echado como todos los que me cruce en la fiesta solo por la mención de mi reputación- Nao miró con más detenimiento al padre de la sacrificada mujer cuya suerte había reemplazado, se adivinaban muchas canas en un rostro no lo suficientemente anciano. –El precio de su hija lo agobia severamente, un año ha pasado y usted parece haber envejecido diez-

Los ojos rubíes miraron estupefactos a la mujer -¿Es acaso adivina?- Existía la posibilidad, no creía mucho en esas cosas pero estaba claro que esa jovencita sabía demasiado para ser de preocupación. -¿Cómo sabe eso?-

-Porque mi madre padeció lo mismo que usted, vi en sus cabellos cernirse la blanca nieve de la edad... aunque muy pronto para ella.- Nao sonrió ladinamente, la expresión de ignorancia en su interlocutor le divertía en sobremanera, pero encontrar un aliado contra las bestias de Fukka, merecía cualquier sacrificio, después de todo, ella no tenía más que perder. –Yo fui la mujer seleccionada para desposar a la Duquesa antes que su hija tuviera tan infortunado destino, fui comprada de la misma manera, el mismo plazo de un año fue estipulado para la boda... “incluso fingió quererme y protegerme, todas esas mentiras, todos esos sueños que fueron arrebatados con una estocada mortuoria y sus falsos besos, esos que todavía me corroen las venas”- Los labios rosáceos se apretaron entre los dientes hasta hacerlos sangrar, con una mueca de rencor, el fino rostro que se descomponía colérico, incluso... demente.

-¿Cómo es eso posible?- Satoru comprendió que antes que él, otros habían vendido su alma a los demonios que ahora se miraban victoriosos a costa de su inocente hija. Veía  la mujer frente a él, hermosa como pocas, humillada y rebajada a ser la comidilla del pueblo, deshonrada y marchita pese a su juventud. Temeroso miró el balcón de la habitación de la lobuna ¿Acaso sería el mismo destino para su hija?

Nao sonrió –Me parece que usted lo ignora todo de su consuegro, no sabe con quien ha desposado a su hija y es una pena que nadie tenga el valor para advertirle de ello-

-Si usted lo hiciera estaría eternamente agradecido-

-Señor Fujino, el agradecimiento es algo que no tiene valor en estos días... solo el oro y las joyas pueden comprarlo todo ¿No es así?- Nao no era tonta, no tenía porque revelar algo que tanto sudor y lágrimas de sangre le había costado. En su vida solo dos cosas tenían valor, la venganza y el dulce metal del dinero.

-Siendo así, creo que podemos negociar un acuerdo beneficioso para usted y para mí... obtendrá tanto dinero que no podrá gastarlo en toda su vida, por ahora me ofrezco a ser su benefactor... no me gustaría ver a mi aliada danzando ante los voraces animales de Fukka y sus alrededores- Satoru comprendió que una alianza con Julieth sería más provechosa, ya que ella contaba con algo de lo que él carecía y era... información.

-Solo un agudo negociador podría ver la trampa en sus palabras, mi Lord... empero yo me he visto rodeada de las personas de la más terrible calaña, así que solo podré acordar algo con usted, si antes me habla de cómo obtendrá tan jugoso botín- La pelirroja miró con interés al hombre frente a ella, sorbió de su copa. –Solo entonces le revelaré todo cuanto sé-

-Milady... ahora es bastante conveniente que mi hija haya desposado a esa criatura... enviudar resultaría grandemente jugoso para la ocasión- Musitó Satoru sopesando ahora ese detalle que antes paso por alto.

-No me tome por una tonta o peor aun, una ilusa, cuando enviude su hija, sin descendientes en su haber, es claro que la fortuna retornará a las manos de Lord Kruger y para dos mujeres es imposible procrear... empero sin hijos no hay fortuna esa es la ley de Fukka- nao extrajo una lima de su pequeño bolso y comenzó a cuidar de sus uñas, realmente se había topado con un idiota, por otra parte estaría lo suficientemente arruinado para haber vendido a su hija, hablaba con un donnadie.

-Una ley tan absurda no pudo haber sido aprobada por el Rey- Satoru miró abrumado a la joven ¿Le tomaba el pelo? No conocía ninguna ley semejante en el país.

-Fukka es un enclave, una tierra con un reinado propio, solo que dentro de otro reino, ¿Acaso no se ha preguntado por qué tienen una guardia, un ejercito completo? Realmente es usted muy inocente- Negó con la cabeza soplando un poco sus dedos.

-Tal parece que si me serás de utilidad- El Fujino comprendió que las reglas allí no eran las mismas y necesitaba saber como manejarse en ese lugar, a fin de cuentas no volvería a Tsu sin haber completado sus planes. –“Ese matrimonio caerá por su propio peso, de no serlo... yo ayudaré un poco”-

-La mitad del botín... eso me dará por lo que he de decirle, además de mi colaboración en todo esto- Apuntó la de ojos verdes antes de decir nada más.

-¿Qué?- Pedía demasiado, aquello era una suma de lo más extravagante.

-Eso o nada...- Concluyó su copa. –Tal parece que usted quiere vivir el resto de su vida a expensas de las migajas de la mesa del Kruger- La mujer guardó la lima dando por concluida la conversación, ese hombre no había valido ni su tiempo, ya sabía porque la joven Fujino había terminado en brazos de Natsuki –“El solo pensamiento es horrendo”-

-¡Esta bien! Tendrá la mitad- Se apresuró a decir Satoru, notando que no le quedaban más opciones.

-Tenga presente que estoy rodeada de gente peligrosa y si usted osa engañarme... tengo varios pretendientes dispuestos a cebarse en usted- Volvió a sonreír antes de ser ella quien volviese a servir las copas de los dos.

El castaño tragó saliva y luego asintió, sabía bien que meterse con ese tipo de mujeres era muy riesgoso, Satoru ya lo había hecho y mucho le costó librarse del peligro, fue entonces que conoció los servicios de Smith. –Ahora dígame todo cuanto debo saber-

-Antes que nada... para que la viuda sin descendencia obtenga la fortuna de su espos...a, no debe haber vivo ningún otro heredero, así que debe esperar a que Lord Takeru fallezca y eso será pronto-

-¿Pronto?- Satoru miró con interés a la dama.

-Las bestias de Fukka nunca han supervivido mucho tiempo... de hecho, es curioso que el Duque siga con vida- Nao decía aquello cual tip histórico, sin darle demasiada importancia.

-¿Acaso sufren alguna enfermedad?- Preguntó más que contento, sería como quitarse una piedra del zapato. -¿Acaso dijo bestias?- El ojirubí levantó una ceja tremendamente confundido.

-Nadie lo sabe, pero es así desde hace más de 400 años, cada Kruger que ha habitado este castillo, ha muerto a una edad temprana...- La pelirroja levantó los hombros con desinterés. –El Duque Kruger X es el que más tiempo ha vivido, según mi tía... cada uno ha muerto en desconocidas circunstancias y solo otro miembro de la realeza les ha reemplazado, ya que ningúno ha tenido descendencia hasta Lord Takeru, el único capaz de traer a semejante adefesio al mundo-

-¿Por qué?- No es que el castaño quisiera contrariar, era de lo más útil que el Duque falleciera joven, sin embargo se le notaba con una salud de hierro, de enfermedad no sería aquello.

-¿Los ha visto sin la mascara?- Ante la pregunta de Nao, Satoru no tuvo más opción que negar, ya quedaba en el olvido la ocasión en que la retiró la mascara de Natsuki aquel día de luna llena, en la mente del mayor, aquel rostro angelical no tenía cabida, solo podía ceñirse a la idea del monstruo que tocó su puerta un mes atrás. –Son monstruos, ninguna mujer en su sano juicio se acercaría o traería un vástago a esta tierra maldita... así que lo lamento por su hija, ahora mismo debe estar viviendo una pesadilla-

El corazón del padre se contrajo de nuevo, había olvidado a su Shizuru con la extraña conversación, pese a todo era una suerte, no podrían concebir nada siendo mujeres y ya vería el modo de compensar a su hija el resto de su vida por cada difícil momento que le hizo pasar. –¿Qué son esas cosas?-

-Criaturas... malditas- Esta vez el tono burlón se apagó. –Hay muchos relatos sobre ellos, figuras de lobo que atacan el poblado en la noche... esa horrenda máscara solo puede recordar a los temerosos habitantes de Fukka, el terror y el miedo que ha sembrado la familia Kruger, porque solo el pavor que causan es la fuente de su poder... quien les teme no se sublevará nunca y todos aquí somos esclavos de tiranos sin corazón- La voz de joven estaba plagada de rencor y sus ojos anhelaban venganza. -Algunos creen que beben la sangre de las personas para obtener gran fuerza y agilidad, otros afirman que pueden desmembrar a un caballo de un solo zarpazo- Mientras Nao musitaba las creencias en el poblado, Satoru recordaba cada momento, dando peso de verdad a lo dicho por la dama, las garfas que cortaron la cuerda de su horca, las habladurías sobre como Kuga había levantado el tornillo de la prensadora él solo. –Sus tonadas hacen que de la tierra nazcan los cardos y las enredaderas, marchitan todo si así lo desean... por eso nuestra tierra es árida e incapaz de producir fruto alguno, solo esta tierra es fértil ¿No le parece particularmente conveniente? Nos matan de hambre, nos hacen temer... Fukka ya pronto parecerá un pueblo fantasma-

El Fujino sopesó las circunstancias, ciertamente no había visto cultivos ni sembradíos, solo los horripilantes bosques en los que fueron atacados por aquella extraña ave ¿Cómo había podido salir victoriosa Natsuki? –Los monstruos... están... ¡Están a su servicio!- Aun con esas extrañas habilidades, era imposible que solo una tonta joven pudiera derrotar a un monstruo de tal magnitud ¿Qué mejor forma de mantener el terror? Enviar monstruos de vez en cuando para mantener a raya cualquier revuelta, en verdad le había vendido el alma a un demonio. –Ahora se hace más difícil eliminarlos-

-No es así, he logrado negociar con las gentes humildes de Fukka, aquellos alejados de la gracia de los Duques, todos los relegados al olvido de sus monarcas... muy pronto nos levantaremos en armas, pero es necesario que su hija nos sea de utilidad-

-¿Mi hija?- Tras la alegría de la posibilidad que suponía derrocar a la familia Kruger, labor que financiaría sin reparos, escuchar la mención de su Shizuru en los peligrosos planes le hizo temer.

La Yuuki asintió enérgicamente. –Ahora ella es muy valiosa, con los votos pronunciados se ha iniciado el correr de las arenas del tiempo para esos monstruos... intentarán todo por librarse de su aspecto y preservar los privilegios de su noble cuna, seguramente Natsuki usará la belleza de la hermosa Fujino para obtener la que le ha robado la oscuridad-

-¿A qué se refiere?- Algo de aquello le sonaba más a un ritual propio de los cuentos de terror leídos en su juventud, pero con las cosas sobrenaturales que había visto, ya nada sería descartado por Satoru.

-¿Por qué piensa usted que han pagado tal precio por su hija? Me temo que los placeres que pueda ofrecer la señorita en el lecho no valen tanto...- Sonrió divertida, antes de negar con la cabeza. –La señora Kuga, la madre de Natsuki enfermó misteriosamente, la vi languidecer durante mucho tiempo hasta que falleció hace tres años ¿Acaso desea el mismo destino sobre su hija?-

-¡De ningún modo!- Aun con todo Satoru desconfiaba, le aterraba la idea de ver a su hila palidecer bajo el influjo de alguna enfermedad maligna. –Pero ¿Cómo puede asegurarlo? Que la Duquesa desea a mi hija para tan terribles fines- No podía ser tan buena actriz aquella joven, fingir aquella adoración ante Shizuru, tal falsedad solo podía aumentar su cólera con aquella familia.

-Una familia tan antigua, como honorable... ha sabido revelar esta información, créame que mi aliado esta tan interesado como usted en ver la caída de la familia Kruger- Afirmó Nao, antes de ponerse de pie. –Nos veremos en otra ocasión... por ahora esta al tanto de nuestros planes, una revuelta será el medio perfecto para derrocar a esos monstruos-

El castaño contempló a la joven que se alejaba de la pérgola con paso tranquilo, miró su espalda y quiso preguntar algo en extremo importante. -¿Por qué? ¡¿Por qué la odias tanto?!-

Julieth se detuvo y miró de soslayo al castaño. –Eso no le incumbe... es suficiente con lo que le he revelado- La verde mirada se ocultó bajo el rojo de su melena. –“La familia Kruger se deshace de todo aquello no le es útil... por tu culpa Natsuki, yo perdí a mi madre... algún día sentirás el mismo dolor que yo, porque yo voy a arrebatarte lo más valioso”- Una lágrima tintada de negro bajó por la pálida mejilla, pero nadie pudo ser testigo del dolor hecho llanto en el rostro de Nao Yuuki.

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Ambas yacieron petrificadas ante las circunstancias. –Si mueve un músculo, yo no dudaré ni un instante clavar este puñal en usted- La voz temblorosa de Shizuru le llegaba como un golpe directo e incapaz de procesar lo que pasaba, entendió que todo por lo que había luchado estaba desecho entre sus manos. ¿Cómo suplicar perdón por su bajeza? No alcanzaría ninguna palabra o acto para borrar todo cuanto había hecho...

Shizuru contemplaba estupefacta la maldita máscara que inexpresiva escondía la faz de la otra, solo el cese de sus toscas caricias así como la inmovilidad de Natsuki, le daban una idea del despertar de la joven ante la toxica flor de fuego, una droga delirante que despertaba los más febriles sentidos en las personas y les sumergía en una idílica imaginación, en una turbia fantasía. Solo por ello no le había decapitado sin contemplación, aunque el instinto le gritara hacerlo y su rostro no ocultara el impulso que su mente mantenía a raya, oh... si su mente fuera débil una tragedia hubiese acontecido, eso lo tenía claro.

Sin embargo la solicitud venida de la voz de Natsuki, no la previno ni por un momento su lado más racional. –Hazlo, libérame de mis ataduras- La melena negra se deslizó ante la ligera inclinación que pretendiese esconder el rostro enmascarado, y sorprendida se vio la mejilla de la castaña, por el tibio roce de una gota, y otra, pronto una cascada nacería de las esmeraldas sollozantes que la Fujino no podía ver, más un aliento fue contenido y no precisamente por alguna de las dos absortas en el dilema. Las lágrimas de Natsuki atravesaban la porcelana como si no existiese y se posaban sobre la piel del rostro abrumado de Shizuru.

Los ojos de fuego y rubí se abrieron amenazando salir de sus cuencas y un tremendo nudo se formo en su garganta. -“Natsuki me pide que... que... ¡De ninguna manera! No ha sido su culpa... sé que no, ella no hubiese actuado de la misma manera en otras circunstancias”- Tras lo que parecieron eternos segundos, la voz de Shizuru se escuchó en el silencio del lugar. –Natsuki... Natsuki no puede pedirme algo como eso y si de alguna forma ha pretendido con sus acciones lograr el merito de una salida cobarde... ha elegido mal a su verdugo... yo solo quiero, que se levante y me permita cubrir mi desnudes-

Nunca le habían dicho cobarde, no a ella que enfrentara monstruos horripilantes desde la edad más tierna, pero eso era ¿No es así? A la par tampoco conocía una manera diferente para saldar la deuda que su locura había causado. Con el tormento de sus cavilaciones, obedeció mecánicamente los deseos de la mujer cuya arma ya no ponía en riesgo su existencia. Desvió la mirada para darle la privacidad que le había robado con sus rastreras manos y sus ojos impúdicos, abandonó el lecho cuidando como mejor le era posible controlar el temblor de sus rodillas y acudir por un par de artilugios médicos para limpiar el corte en la mano de la castaña. Al volver con una caja de madera sintió el temor de Shizuru a su cercana presencia, cuya daga aun reposaba sobre las sabanas, manchándolas del escarlata que había salidos de sus pieles.

-No... no conozco una manera diferente para la falta... la bajeza que he cometido esta noche... ¿Acaso suplicar tu perdón sería suficiente? ¿No es justo un castigo por mis acciones?- Temerosa de acercarse, la lobuna se postró de rodillas a los desnudos pies de la hermosa Shizuru, cuyo cuerpo estaba cubierto por el blanco de la sabana. –Entonces suplico tu perdón... por favor, perdóname- Con su suave voz, postrada ante ella hizo lo que nunca antes en su vida, pedir la redención a quien amaba y daño había causado. Pero bien sabían las dos que sus meras palabras eran insuficientes y el silencio de Shizuru supuso en la mente de Natsuki, un tácito rechazo.

La Kruger se mantuvo a una prudente distancia, aunque el inclemente efecto de la droga en su ser no hubiera menguado ni un poco, el estupor de perder el control era por mucho superior, no aceptaría ver nublado su juicio nuevamente. –Por favor... al menos, deja que limpie esa herida... solo para eso he de acercarme, por piedad, deja que la cure-

El arrepentimiento en la voz de Natsuki no era suficiente para Shizuru, pero algo en su interior, más allá de la dificultad que le suponía esa lejanía que impuso con el arma, le decía que esta vez sus palabras eran sinceras. La castaña abandonó la mano cerca de la empuñadura y se posó sobre las de la pelinegra, quien con suma devoción, limpió y vendo rápidamente, para apartarse tan pronto culminó su tarea. Notando la castaña que la pelinegra se arrastraba lejos de ella hasta un rincón del muro. -¿Acaso la terquedad de Natsuki le impedirá limpiar la suya?- Shizuru no dejaba de cuestionarse si todo lo que haría su acompañante esa noche sería autocastigarse de esa manera ¿Tanta era su tristeza? Suspiró resignada, a fin de cuentas estaba bien ignorar los ruegos de su cuerpo ansioso por la toxina, y procurar el sueño que todo lo cura, esperando olvidar, pues sabía que ella no osaría tocarla por puro temor a su propia debilidad.

Empero en los minutos siguientes de reposo en el lecho, el enfado de Shizuru se fue apagando y la idea del llanto de la bestia no cesaba de atormentar sus pensamientos, su silencio además era perturbador, ni su respiración podía ser escuchada en el recóndito rincón en el que se había apartado a si misma ¿Tendría frío? ¿Quién en su sano juicio deja los ventanales abiertos en pleno invierno? Pero de nuevo su mente vagaba sobre la última mirada que le dio, ciertamente en esa postura la chica no se antojaba amenazante. -“Si realmente dice amarme, ¿no es ya suficiente castigo el de su propia consciencia?”- Reflexionó un poco más. –“Ha sido todo a causa de esa bebida... o es tanta su urgencia por... ¿Yacer conmigo?”- Cuanto más pensaba al respecto, más confusa se sentía Shizuru y más preocupada por el constante silencio que era apenas disminuido por el silbido del viento entre las cortinas.

Así pasaron otros insoportables minutos de incertidumbre, hasta que escuchó el sonido de los ventanales ser cerrados por alguna mano oficiosa, uno a uno. Posteriormente e incapaz de soportar su curiosidad, la castaña volvió la vista hacia el sitio del que provenían los sonidos, encontróse con una silenciosa Natsuki ocupando la chimenea, en la cual iniciaba una fogata, la observó en silencio hasta que se encontró de lleno con la máscara blanca. Natsuki dio dos pasos atrás, enredándose con el atizador de metal y tropezó hasta caer de sentón en el suelo. Shizuru no pudo contener sus risas, y por un momento, todo pareció olvidado, se levantó de la cama cubriendo su desnudes, a sabiendas de cuanto tentaba a la suerte.

-Lo... lo siento... no quería despertarte- Natsuki se levantó rauda del suelo, abochornada a pesar de la porcelana en su cara. –Pero no quería que pasaras frío-

-Ara, entonces Kruger-san ¿No lo ha hecho por su propia conveniencia?- Inquirió la castaña levantando una ceja, hablar así, tomar el control de alguna manera, era indispensable para cumplir su cometido, aun pese a todo, bajo la tela preservaba la daga en su mano.

-No me preocupa el frío... no por mí. Yo nací en Fukka y mi piel tolera muy bien las inclemencias del clima propio de esta zona- Natsuki le hablaba, pero por cada paso que la ojirubí daba cerca de ella, la lobuna retrocedía dos. –Siempre están abiertas mis ventanas, aun en invierno- Explicaba aunque de alguna forma intentaba ocultar su rostro de ella ¿Cómo si la labor no la cumpliese ya el artefacto en su rostro?

Shizuru frunció levemente el ceño. –Retira esa cosa de tu rostro- Secretamente, detestaba el artilugio porque a diferencia de la anterior máscara, esta escondía los ojos de su... esposa. La Fujino volvió a memorar sobre la promesa hecha una horas atrás, sabía que como cualquier mujer tampoco había cumplido su palabra ¿Y si esa extraña manera de hacer el... el amor, era lo verdaderamente real y no esas fantasías idílicas de los libros? Entonces habría amenazado a la joven, que estaba en todo su derecho de poseerla. Pero esa no era la manera ¿Verdad? No le gustaba imaginar que si fuesen los matrimonios, porque de solo pensar en sus padres, la idea se antojaba aborrecible.

Natsuki respingó ante la orden, porque aquello no era otra cosa que una orden. –Conoces lo que hay detrás y mi rostro... no te ha sido grato, por favor... no me pidas eso-

Los ojos rubí miraron con reto a la pelinegra, claramente no había añadido un por favor a su solicitud, pero ello no evitaba que la castaña sintiera magullado su orgullo. –Ara, Natsuki se niega a cumplir mi único deseo ¿No es un poco cruel de su parte?- Con un mohín de enfado en su clara faz, la hermosa castaña se acercó a paso sigiloso a su joven esposa. Natsuki no sabía lo que le subía pierna arriba e ignoraba que no cumplir la voluntad de Shizuru sería algo perjudicial para la salud.

-No... no es que no desee cumplir cada solicitud de Shizuru, es solo que... esta es perjudicial para ella- Un sudor frío le bajaba por la nuca y ya nada tenía que ver con el brebaje de la flor de fuego que se diluía lentamente en sus venas, el instinto le gritaba peligro por todas partes, pero no habían Orphans por ahí, de eso se estaba encargando su padre... solo estaba en su cuarto en su noche de bodas, con una Shizuru apenas cubierta por sabanas, que además le dedicaba una mirada atemorizante ¿Qué peligro podría ser ese?

Tan pronto como una mano estuvo muy cerca de sujetar la pieza de porcelana en su cara, se percató de que una batalla con dos Orphan furibundos, era un paseo por el jardín, en comparación con una Shizuru enojada. Sus ojos verdes solo pudieron ver la muñeca extendida a un lado, por la suerte de sus reflejos que le había evitado la victoria inmediata a la Fujino, también notó la sabana moviéndose por el abrupto movimiento y todo cuanto atinó a hacer, fue alejarse de la castaña a paso veloz. Shizuru no pensaba en otra cosa que obtener el artilugio blanco a como diera lugar, cegada por la idea de ver una vez más los ojos de jade, para volver a contemplar los transparentes secretos de Natsuki, ¿Por qué la privaba tan arbitrariamente de lo que más ansiaba ver de ella? ¿Acaso podría ese antifaz sin hocico esconder otra cosa que no fuera un rostro de mujer?

-Como Natsuki no cumpla pronto mi deseo, estará en serios problemas- Amenazó la Fujino señalando acusadoramente a la joven, quien supuso en su fuero interno, que aquel era el más extraño de los castigos que le hubieran proporcionado a sus faltas y sin embargo, ser perseguida por la castaña no se antojaba una mala idea, de no ser por lo inconveniente de perder la máscara que le regalara una Diosa vengativa.

Shizuru persiguió a Natsuki por toda la habitación, sin ver menguados sus esfuerzos, pero si atropellados por la larga sabana que se esmeraba por no dejar caer. Se vieron las caras desde los lados opuestos de la enorme cama matrimonial, la castaña pretendió rodear la cama, no sin intuir el movimiento de la pelinegra que se apresuraba a subir en el lecho para llegar al otro lado, con un brillo malicioso en sus ojos escarlata gritó el nombre de su esposa y fingiendo tropezar con la tela blanca inclinó su cuerpo hacia el suelo, en el que esperaba caer dramáticamente y solicitar la colaboración de la chica.

Lo que no imaginó es que a una velocidad vertiginosa, que rayaba en lo surreal, la joven enfundada todavía en su atuendo nupcial, yació bajo ella y la recibió con sus brazos para abrigarla en su pecho, hasta que ambos cuerpos cayeron al suelo, recibiendo la Natsuki el golpe en nombre de Shizuru. La originaria de Tsu aguardo petrificada en el blando y cómodo cuerpo de su mujer, temerosa de que otra escena como la anterior se repitiera. -¿Estás bien?- Fue todo cuanto pudo oír de la suave y preocupada voz de Natsuki, que no movía ya ni un musculo de su cuerpo para prodigarle la calma que tanto necesitaba.

Shizuru agradeció en su fuero interno el haber dejado olvidada la daga en medio de sus persecuciones, porque su mente temió por un segundo, la idea de que el aditamento afilado en sus manos se hubiese clavado irremediablemente en la morena bajo ella, terrorífica imaginación la suya de haber portado la daga, la ojirubí cerró sus ojos con fuerza comprendiendo al fin, que no soportaba la idea de herir a la joven Duquesa. Natsuki notó el temblor en el cuerpo de su amada y pensó rápidamente que su repentina proximidad solo podría causar pavor a la doncella, pero en cuanto pretendió retirar su cercanía, las manos de su bella amatista estrecharon la blanca camisa entre sus finos dedos, silenciosamente le vio negar con su cabeza. –No te apartes- La escuchó decir a la par que levantaba el rostro de su pecho para buscar en vano sus ojos. Shizuru tensó la mandíbula molesta con el endemoniado aditamento, olvidando muy pronto su malestar, aprovechó la oportunidad que sin duda le daba el destino, estiró las manos rauda, mucho antes de que las de Natsuki pudieran impedirlo estando en su cintura y estando en aquella posición sobre su cuerpo, con los dedos arraigados a la fría porcelana, se escucho en el silencio de la habitación, como el lazo de la mascara de rompía y esta caía al suelo antes de romperse.

Los ojos hechos de esmeralda se abrieron desmesuradamente ante la idea de saberse descubierta, mientras que una fugaz pero fuerte ventisca se arremolinaba en derredor de ellas contra el rostro de Shizuru, el viento le obligó a la castaña a cerrar a fuerzas los parpados, dando tiempo a Natsuki para cubrirse el rostro con las manos y ver entre las hendiduras de sus dedos. La intervención divina le había salvado el cuello en el ultimo instante y Mikoto, había violado su regla sobre no intervenir en las acciones de los mortales, la Kruger lo supo en cuanto y de forma sobrenatural, la fogata de la chimenea se apagó para negar su fulgor a los ojos rubí. Mirada que buscó encontrar la imagen ansiada, pero los lánguidos rayos de la luz de luna eran insuficientes en su labor, apenas iluminaban lo necesario para saber que otra barrera de piel había sido interpuesta entre la ojirubí y su objetivo.

-Natsuki Ikezu...- Aquel “egoísta” estaba realmente teñido de malestar, la castaña se puso de pie abandonando la cómoda posición sobre el cuerpo de la pelinegra y volvió al lecho a tientas en la oscuridad, molesta apretujó la almohada, no sabía porque un creciente nudo en la garganta quería robarle el llanto. -¿Por qué no puedo ver el rostro de Natsuki?- Preguntó a la aparente nada y la caricia que le fue prodigada a su hombro solo la irritó otro tanto, se negó a mirar entrujando un poco más su rostro contra la almohada.

-Si Shizuru me ve tal cual soy en la luna llena, entonces... todas mis esperanzas estarán muertas, si pudiera comprender mi sufrimiento por no poder hacer realidad su deseo, sabría que mi amor por ella no se extingue... pero me pide que renuncie a la posibilidad de brindarle algo más en el futuro, la verdad y una salida... renunciar a estar cerca de ella sin su temor a mi aspecto, porque ese sería el castigo de una eternidad si Shizuru me viera- Las palabras plagadas de sinceridad en la voz de Natsuki le hicieron mirar, si es que fuera posible con semejante grado de oscuridad.

La Fujino se sorprendió al saber que no había ya manos entre ella y el secreto rostro de Natsuki, solo sombras crueles, ligeramente apartadas por la languidez de los reflejos de luz lunar en el suelo y sorprendida supuso que alucinaba la imagen de la mujer en sus sueños... esa cuyo rostro conocía y no conocía, la ninfa del bosque, la sirena del lago de hielo. Sombreados pero finos sus pómulos delineados en la difuminada oscuridad, cejas delicadas y negras como la noche, incluso más azabaches, apenas atisbaba la respingada nariz que por la forma de su sombra se antojaba hermosa y más maravillada estaba por el brillo esmeralda que había extrañado más de lo admisible a lo largo de aquel día. Shizuru se permitió a si misma soñar despierta, estaba cansada de la negación, de la expectativa que había puesto en esa noche y se atrevió a creer por un momento que su amor de fantasía y la persona a la que había desposado eran la misma mujer, el mismo objeto de sus más íntimos deseos.

Shizuru se puso de pie, alejándose de la comodidad del cuerpo de la otra que le sirvió como colchón. –Ve a la cama... reposa sobre ella- Ordenó con tono neutro y Natsuki caminó hasta el lecho sin comprender, pero más le valía obedecer, habiéndole negado a la castaña su único deseo.

Aun en la oscuridad, las esmeraldas que eran sus ojos le permitían ver todo con claridad, era una habilidad necesaria para enfrentar a los Orphan en el bosque, pero que para momentos como ese resultaba de lo más práctico. Su esposa se acercó a los despojos de sus atuendos de boda, tomó  todas las prendas y las depositó con delicadeza sobre la mesa al lado de la copa, luego a tientas y en la oscuridad tomó el filo de la daga entre sus manos. La Kruger tragó saliva imaginando que todavía se atreviera a usarla, se llevó los dedos al cuello rozando con sus dedos la herida, contuvo una queja en su garganta aun considerando poco el daño recibido, si le castigara otro poco lo toleraría a cambio de su perdón. La vio volver con la cinta y la daga cada una en una mano, el arma filosa volvió a yacer bajo la almohada y la cinta... el lila de seda permaneció en las manos de Shizuru.

La dama dio la vuelta a la cama de doseles, con pasos lentos de sus pálidos pies sobre la alfombra, se puso en el borde del lecho muy cerca del espacio que Natsuki ocupaba, completamente rígida y asustada de tenerla cerca, la pelinegra odiaba que su autocontrol flaqueara de semejante manera, maldita sabana que pretende caerse para dar mejores vistas de los pechos de su esposa. Un respingo sobrevino en la pelinegra cuando los dedos de Shizuru exploraron su cuerpo en busca de sus manos. En cuanto la castaña las encontró, dirigió sus rubíes sobre la oculta faz de Natsuki y esta sintióse inmediatamente inmovilizada ante la penetrante mirada que le era dirigida. La Fujino elevó sus manos junto con las de Natsuki hasta el intrincado espaldar de la cama, compuesto por barandas y esculturas de la madera, sin saber a que se debía aquel extraño acontecimiento, las esmeraldas se perdieron en las hermosas facciones de Shizuru y sus labios dejaron escapar sus suspiros, y así el divino tacto de aquellos dedos, se detuvo algunos momentos después.

Muy tarde comprendió la lobuna, que su esposa le había inmovilizado más que solo con la vista, en cuanto quiso bajar sus manos sintió la suave pero firme atadura de la seda que componía la cinta lila. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y rauda forcejeó como acto reflejo, hasta sentir la presión del amarre.

-Cuanto más jales, más apretado sentirás el nudo- Informó la castaña con una sonrisa, mientras se disponía a ocupar su lado de la cama.

-Shi... Shizuru, ¿Realmente lo crees necesario?- Cuestionó Natsuki, comprendiendo que a ese ritmo no sentiría sus manos, ya que tras jalar con fuerza un par de ocasiones, el nudo le estaba estrangulando las muñecas. Natsuki obvió por completo que Shizuru era una mujer del campo y conocía ataduras muy eficientes.

La ojirubí cubrió su cuerpo con las abundantes sabanas y mantas, le dio la espalda a su recientemente esposa y procuró conciliar el sueño. –Oi... ¡Oi! ¿Shizuru? ¡Desátameeee!- Pero la aludida hizo caso omiso de las repetidas ocasiones en las que su nombre fue musitado por la joven amarrada.

Después de varios minutos de incesante parloteo y otros tantos de silenciosa resignación, la pelinegra comprendió que su amada castaña se había dormido, pues su prolongado mutismo solo podía significar eso. –Lamento... lamento que tuvieses que tomar estas medidas, me odio por hacer de esta noche la más horrible de todas...- Susurró a la nada, intentando acercar un poco más su cabeza hasta el espaldar y así disminuir la tensión en sus doloridas muñecas. Natsuki cerró los ojos, esperaba que el dios de los sueños se compadeciese de ella, entre el sudor y el cosquilleo al parecer sempiterno en su vientre y la cinta lila cortándole la circulación, la tarea de dormir se antojaba imposible. La lobuna solo podía denominar como algún tipo de tortura, la situación que estaba viviendo y la frustración sentida solo aumentaba su creciente malestar. ¿Cómo pudo convertirse su noche de bodas en semejante infierno?

Lo cierto es que Shizuru tampoco podía conciliar el sueño, las sabanas la asfixiaban, su cuerpo esperaba ansioso el continuar lo detenido y las palabras de Natsuki le taladraban la mente, realmente las había escuchado. Después de una hora de tenso silencio y cuando pareciera que Morfeo le llevaría a su mundo, la castaña escuchó extraños sonidos, la respiración de la pelinegra se agitaba intempestivamente.

De soslayo y moviendo con extrema lentitud su cuerpo, para no delatar su estado insomne, Shizuru logró ver lo que acontecía en el lado de Natsuki. La pelinegra yacía quieta en la cama, pero la delineada sombra de su pecho se movía presurosamente de arriba abajo, en un precipitado estado es asfixia. Asustada por la idea de alguna intoxicación con el brebaje consumido, pues la flor de fuego tiene una consistencia aceitosa y por ende, gran parte de la dosis había sido bebida por Natsuki, se dio la vuelta para ver más de cerca de su esposa en medio de las sombras. Acarició el rostro notando una elevada temperatura en la piel blanca, pero también la tibia humedad de algo que antes inundó sus mejillas. –“¿Llanto? Ha llorado en silencio todo este tiempo”- Elevó la mano hasta su frente y en ella notó el sudor, aquello era realmente preocupante.

-¿Natsuki?- Se atrevió a preguntar cerca de su oído. Pero ninguna respuesta le fue dada... Shizuru se apresuro a salir de la cama, necesitaba agua para enfriar a la joven.

-No... no te vayas, por favor- Pero la voz grave al fin le dirigió la palabra. –No me moveré, no te haré daño de nuevo, lo... lo juro-

-Ara, Natsuki juega con mi preocupación por ella- La castaña bufó con un mohín que imaginó, no sería visto por la otra atada en semejante oscuridad.

-Entonces Shizuru tampoco debe preocuparse- Natsuki volvió la vista a otro lado, sobre las ventanas cerradas. –Vuelve a dormir... por favor-

La castaña no pudo obedecer, ahora sentía culpa, tenía que hacer algo o realmente no podría dormir en toda la noche. –Solo conozco un modo de apaciguar el efecto de la flor de fuego- Susurró esperando no ser escuchada, se debatía entre el deber y su... desagrado por la idea, que para el momento era escasa.

Shizuru extrajo la daga bajo la almohada, se deslizó sobre el lecho y tomó asiento sobre la cadera de Natsuki, cuyos ojos amenazaron con salirse de sus cuencas. –Shi... shi... ¿Shi...zuru?- Preguntó temiendo otro arranque de cólera.

-Quédate muy quieta- Shizuru enfocó la vista lo mejor posible dadas las circunstancias, acercó lentamente el filo al pecho de la pelinegra cuyo aliento contenía y al parecer no solo ella lo hacía.

-Pe... pero- Natsuki intentó persuadirla, ¿Acaso quería torturarla antes de... matarla? La hoja afilada estaba tan cerca de la tela y de su pie, que de respirar nuevamente la cortaría.

-¡Quieta!- Ordenó otra vez la de ojos rubí, posando esa mirada hipnotizante sobre la lobuna.

Natsuki cerró los ojos y se quedó tan quieta como le fuera posible, ¿Imploraría por su vida cuando horas atrás le había solicitado a la castaña su libertad? No, no suplicaría por eso, ¡jamás! Sintió el frio del metal en la piel, el corte lento y metódico, el sonido que todo lo rasga y pensaba cuan imposibilitada estaba que ya ni dolor era capaz de sentir.

-Listo- Escuchó la voz de esposa, parecía complacida, que decir. Natsuki solo sentía el aire frío en su torso, incrementado por lo que seguramente era la humedad de su sangre. Una ironía en verdad, no moría con el honor de un batalla contra un Orphan, lo hacia bajo las gráciles manos de la bella de Tsu. -¿Natsuki?- Preguntó Shizuru. -¿Acaso te hice daño?-

El sonido del metal que es arrojado sobre el suelo y repentinamente, los tibios dedos sobre su piel, dedos crueles que recorren el frío de sus heridas, realmente Shizuru quería torturarla no evitaba pensar la Kruger... un momento ¿Por qué no le dolía si estaba herida y sangrando? Esos dedos no lastimaban, de hecho no sentía ardor, se sentía bien... muy bien... y la humedad ¿No era sangre? ¿Entonces que era?

¿Qué hacían esos dedos en sus... pechos? Gimió, con un gritillo tan agudo y femenino que a ambas sorprendió. –Ara, no sabía que Natsuki tuviera sonidos tan lindos- Estaba claro para Natsuki que era urgente abrir los ojos, porque eso se escuchaba muy cerca.

-¡Shizuru!- Que hondo sonrojo, una suerte ser oculta por la noche. Natsuki no pudo reclamar, no cuando la cadera de la castaña se movía contra la suya, aun con el pantalón le parecía que algo húmedo se fundía entre las dos. -¿Shi... que hace Shizuru?- Abrió los ojos pero solo podía ver la melena castaña sobre su rostro, era una cortina que todo lo cubría.

Otro movimiento, más largo y profundo sobre la sensibilidad de la pelinegra le vino como respuesta, y en su oído con un aliento que le estremeció, volvió a escucharla. -Castigar a Natsuki- El rubí, intenso y febril se encontró de nuevo con la esmeralda estupefacta. Natsuki pensó que una leona le observaba porque no cabía mejor comparación, las hondas de la melena castaña caían libremente en el marco de ese rostro perlado por el sudor, de esos labios de carmín que tan cerca, más cerca, acallaron en los suyos cualquier queja. La lobuna al fin lo supo, no era sangre en su piel, era sudor, no eran heridas, era la textura del metal en su sensibilidad demasiado frío para causar ardor, no era una tortura... solo alcanzaba el cielo con las manos, aunque esas las tenía muy bien atadas.

El deseado pero inesperado beso vino de sus labios, de las manos que cuidadosas le atrajeron sujetando sus mejillas, acariciando con su el pulgar su barbilla y mandíbula, más solo de los ojos que supo cerrados y entregados a ese momento. Natsuki no pudo más que ceder ante su mujer por cuyo deseo no se extinguía, pero que había jurado controlar de una mejor manera, solo por no verla apartada nuevamente. Sintió los dedos de Shizuru en su nuca, acariciándola y llevando a ella mensajes eléctricos, gentiles, mientras sus labios le buscaban con dulzura, presionando a los suyos para abrirse paso en un exploración que abriría sus sentidos a un sin fin de nuevas sensaciones.

-Hoy Natsuki... será mía- Hablo la voz melodiosa pero más sensual jamás escuchada, mientras su boca, bajaba a besos por su barbilla, por su cuello, por su clavícula.

-¿Shi...zuru es... estás bien?- Pregunto Natsuki, sin evitar un jadeo delator. Lo cierto es que la mujer que se balanceaba sobre su cadera en movimientos que solo incrementaban su ansiedad, ningún parecido tenía con la recatada chica que conoció en Tsu. La Duquesa no entendía a su amada esposa, ¿Por qué del rechazo pasaba a esa dulcísima pasión? ¿Acaso le enseñaba una mejor forma de amar? ¿Era amor lo que sentía en el tacto suave que la castaña le prodigaba? Porque en verdad lo parecía.

-Per... perfectamente- La bella respondía interrumpidamente entre besos, a la par que sus manos le acariciaban el pecho, cuya turgente corona se antojaba una manjar para gustar con su boca, y así lo hizo, dotada por la sabiduría del instinto natural, del deseo inconmensurable... la castaña no pudo más que estrechar los rosáceos pezones de la pelinegra, uno con sus labios y otro con sus dedos. Un roncó suspiró se escapó de la prisión de la garganta de Natsuki quien no pudo reprimir un temblor en su cuerpo y arrojó su cabeza hacia atrás sobre la almohada, realmente la castigaba y le regalaba la dicha plena, malditas ataduras que le impedían el poder tocarla. La pelinegra ya cruzaba las piernas a pesar de contar con el peso de las caderas y los hermosos muslos desnudos, que no cesaban ese movimiento capaz de enloquecerla.

Sin perder de vista las reacciones de Natsuki, Shizuru bajo su mano hacia el inoportuno pantalón que tanto le estorbaba a sus cometidos, más encontró una anónima resistencia en el cinturón de zafiro que sujetaba la prenda. Los dedos de la castaña buscaron diversos mecanismos sin que ningúno fuera efectivo, exasperada ante la circunstancia y lamentando abandonar los femeninos pechos que su boca recorría, se apartó para mirar más de cerca el objeto.

-¿Qué es esto? ¿Un cinturón de castidad?- Cuestionó de lo más molesta, la castaña sabía que un tesoro siempre yacería oculto por algún cofre, y una llave, eso era todo cuanto necesitaba. Infaustos sus esmeros le obligaron a volver la vista sobre su jadeante y excitada esposa. –¿Cómo puedo retirar esto?-

Natsuki intento recuperar la cordura, que tan perdida aparentaba estar. –Li...libérame y te lo... diré-

Shizuru no pudo evitar abrir la boca ante la condición expuesta. –Ara, Natsuki no esta en posición de negociar nada- Pese a su propia necesidad era una mujer orgullosa y quería que las cosas fueran de ese modo, de ningún otro sería. –Si se niega a darme tan conveniente información, entonces yo volveré a mi lugar, y dormiré tranquilamente... le aseguro a Natsuki que el efecto de la bebida, durará bastante más que unas horas-

Con semejante amenaza, la pelinegra no tuvo más opción que revelar el secreto, lo cierto es que no toleraba ni un segundo más aquella tortura, necesitaba su tacto, necesitaba que Shizuru le hiciera el amor sin reservas. –Pre...presiona el Zafiro y gíralo a tu derecha- Musitó desviando la mirada, con una expresión de vergüenza que Shizuru adivino en la oscuridad y sonrió.

En efecto, al pulsar y girar la gema, el mecanismo libero la prenda y cayo pesadamente a cada lado de la cama, viéndolo de ese modo era una aditamento con gran peso. La graciosa amatista no tardó en arrojar la prenda al suelo, volviéndose a escuchar el eco de los metales, más rápido aun retiró el pantalón, muy para su sorpresa, bajo sus dedos encontró la textura de una prenda completamente femenina completamente humedecida.

-No... no mires- Susurró más que abochornada Natsuki sintiendo sus mejillas arder, así como sus orejas, volvió a forcejear con la cinta que en ese estado de fragilidad humana suponía una amarra irrompible.

-Ara, ara... ¿Natsuki me ha devorado con la vista y pretende que yo no haga lo mismo?- Musitó con voz cantarina una Shizuru realmente divertida. Secretamente los ojos rubí bajaban sobre la obra de arte que se mostraba ante ella, la blanca camisa abierta en el torso y las vendar rotas en el lecho, las hermosas montañas que suponía aquellos pechos, las sombras a contra luz, que delineaban el tonificado abdomen de la joven y contrastaban con el brillo perlado de su piel. Las largas piernas cruzadas, que se esmeraban en ocultar la casta cuna de aquellos muslos portentosos, la cadera sensual con esa curva de guitarra... Shizuru se descubrió a si misma deseándola y de sus dedos nació la obra de la caricia más perfecta en el centro de la sensibilidad de Natsuki, un movimiento circular aun sobre la tela.

Shizuru se sintió atraída por el fruto expuesto en cuanto retiró la última prenda, ahora comprendía de muchas maneras el goce sentido por la pelinegra en cuanto la tuvo desnuda debajo de si, el deseo y la ansiedad se hacia insoportables. El aroma de la lobuna le atrajo poderosamente, sus sentidos inundados de ella bajaron los besos desde su pecho, por su vientre esculpido, hasta la montaña de la deidad venusina y finalmente, hasta el dulcísimo botón del éxtasis y la locura, de la pasión desenfrenada. La Fujino le acarició con su lengua, como lo hizo con su boca y sus labios con antelación. Natsuki atragantó en la mordida de los suyos, el sonido que la avergonzara aun más, tensó la mandíbula y jaló el amarre involuntariamente, arqueo su espalda y tenso sus músculos, sin embargo una hondonada eléctrica que amenazaba el subir por su espalda estaba próxima a llegar y solo en ese momento, Shizuru detuvo el ágil movimiento de sus labios y su lengua, sobre aquel hinchado botón para decir algo completamente inesperado. -Natsuki debe decirlo, debe pedirlo-

Argg... ¿Quería humillarla acaso? ¿Cómo se atrevía a detenerse en ese momento? Algo en su interior frustrado comenzaba a doler por la ausencia de las caricias que le envolvían, por la repentina soledad que sentía su cuerpo sin la tibieza de la hermosa Shizuru. Dadas las circunstancias y ante la expectante mirada rubí, la Duquesa a quien nada podía hacer flaquear, pronto se encontró llenando de gemidos y suspiros, de jadeos y suplicas su habitación, ante lo que era el interruptus que su amada le hacia en cada ocasión. –Por... piedad... detén mi suplicio, no lo soporto más- Se rindió. –Haz... hazme tuya- Susurró al final y eso fue suficiente al fin.

Shizuru escaló sobre el cuerpo de Natsuki, hasta encontrarse de nuevo la mirada esmeralda, le dio a probar su sabor con un beso, uno cuya pasión hacía palidecer a los anteriores, sus bocas se abrieron para hacerse más que amigas, sus lenguas se acariciaron y conocieron en una formidable batalla, con ligeros toques de fuego y hielo, un ósculo al fin, uno plagado de sentimientos e intensidad. –Yo también... lo... lo deseo Natsuki-

La sabana cayo del cuerpo broncíneo, resintiendo brevemente el frío en el ambiente, Shizuru se deslizó sobre la cama y tomó asiento sobre la cadera de Natsuki, cuyos ojos amenazaron con salirse de sus cuencas ¿Qué hacía? Solo aquello que le dictaba su libido encendido y su corazón mismo sin que lo supiera. Abrió las piernas todo cuanto le fue posible, depositando así su intimidad sobre la de una pelinegra cuyo asombro por la belleza contemplada , y las sensaciones atisbadas, tembló al sentirse al fin una con ella. El sublime contacto, se hizo éxtasis en cuanto la picara mirada rubí se poso sobre la esmeralda y un cadencioso movimiento de cadera hizo de las delicias para las dos amantes en el lecho nupcial. El movimiento creció en experticia en cuanto Natsuki pudo sincronizar el suyo al de la castaña, y esta pudo sentirla con una asombrosa profundidad. Los húmedos néctares manados del torrente interior de las dos, se fundieron, así como secretamente lo hacia algo más que sus cuerpos en medio de la danza del amor, se acariciaban el alma sin saberlo, despertaban sus corazones en el anonimato de sus pensamientos, se amaban... en secreto.

Así la pelinegra imprimió ligeras curvas circulares a sus envites, obligando a Shizuru a buscar con sus manos un soporte en sus atléticos muslos, la sutil variación en la posición dio la sensación a la rubí, de que surcaba los cielos cabalgando una suave nube y es que realmente llegaba al paraíso mismo de la mano de su Natsuki. Raudas las dos, agitadas y jadeantes, con gemidos inocultables y sus corazones latiendo al unísono, se permitieron sumergirse en una ola gloriosa de temblores, hondanadas de placer nunca antes imaginadas, de corrientes eléctricas surcando sus cuerpos y hondos gemidos que como un coro las llevaron a la cima del éxtasis, al clímax que tanto ansiaban.

Tras el brutal estremecimiento de su cuerpo, Shizuru se desplomó sobre el torso de Natsuki y sus brazos se aferraron a su cuello, la castaña se esmeraba por recuperar el aliento al igual que su amante. Así permanecieron por largos momentos, hasta que la tímida voz de la lobuna intervino, al notar un ligero estremecimiento en el cuerpo desnudo sobre el suyo. -Si tan solo pudieran cubrirte del frio mis manos... dicha como ninguna otra podría sentir mi corazón-

Tan enternecedoras palabras, sumadas al repentino frio que hacía en el ambiente, hizo que la de ojos sangría acercara sus manos al nudo y con un tirón aprendido, retiró la cinta lila de la magulladas muñecas. Pese a no sentir sus manos, a falta de la necesaria irrigación sanguínea, Natsuki se las arregló para tomar la sabana y cubrir la desnudes de su mujer, para luego envolverla con sus brazos, prodigándole a Shizuru un abrazo como ningún otro, tan apacible y protector, tan devoto como se le prometió en adivinaciones y lleno, de un sentimiento cálido que por primera vez comenzaba a creer.

Esa noche se amaron incansablemente muchas más ocasiones, se prodigaron caricias que rozaron al alma misma, se entregaron sin reservas, conocieron los confines secretos de las profundidades de sus cuerpos, marcando con tinta indeleble el nombre de la otra en cada fragmento de la piel, rasgando sin saberlo las murallas que tejieron durante los años de una vida entera, porque con el tiempo mismo, es de saber que la pasión y la emoción que las embargó, estaba relacionado con algo más que solo... la flor de fuego de Tsu, cuyo efecto había sucumbido tras el primer encuentro.



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11 comentarios:

  1. hay dios que linda sorpresa con estos dos capitulos me emocione demasiado uyy que noche de amor mas bella =)

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  2. que alguien me explique eso de "ARA,ARA" no lo entiendo :/

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    1. Muy buen día señoritas, espero poder aclarar la inquietud sucitada.

      El "Ara" es una expresión característica venida de la región de Kioto en Japón, este es el acento del personaje y se denomina Kiotoben, particularmente Shizuru la emplea para introducirse en una conversación, delatar un tono de diversión e incluso de picardía según el contexto, en sí mismo no significa o traduce nada realmente, salvo “Ah” “Oh” o incluso un “Vaya Vaya”, es un sonido que antecede una frase, es básicamente una muletilla en un tono de voz suave y bajo, que para el que pudiera oírlo sería mmm bastante coqueto.

      Ejemplo:

      -Ara ara, es toda una sorpresa encontrarme con Natsuki- Shizuru sonrió ladina, es claro que la estaba buscando pero prefería fingir sorpresa y poner en apuros a la pelinegra, que apenas lograba sostener en sus manos la toalla para cubrirse.

      -Ohhh vaya, es toda una sorpresa encontrarme con Natsuki- Shizuru sonrió ladina, es claro que la estaba buscando pero prefería fingir sorpresa y poner en apuros a la pelinegra, que apenas lograba sostener en sus manos la toalla para cubrirse.

      Espero que la duda esté resuelta y cualquier otra inquietud la resolveré de esta manera. Que tengan un feliz día y de nuevo, muchas gracias por su atenta lectura, me enorgullece enormemente.

      Att: Cristalsif

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    2. Muchas gracias por la aclaracion y por darte el tiempo de hacerlo, y tambien agradezco por el regalo que nos estas dando con esta historia tan magnifica que no es comun es diferente y muy interesante, no te miento al decir que me meto en la historia y adoro a los personales en especial a natsuki.

      att. Maria - México

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  3. Gracias por dejar volar mi imaginacion que hermosura de historia entre las pocas historias que me gustan este es la mejor.

    Sos excelente cristafsif besos

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  4. amo tu historia! espero con ancias el proximo capítulo ;)

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  5. NO ME CANSARÉ DE REPETIR ¡QUÉ BUENA HISTORIA!!!!

    FELICITACIONES NUEVAMENTE A LA ESCRITORA.

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  6. Saludo a todas las lectoras de esta gran escritora,me presento,soy Andrea y se podria decir que soy la mánager de Cristalsif,les agradezco muchisimo por tomarse el tiempo de leer y por cada uno de sus comentarios, ella se pone feliz al leerlos cada q tiene el tiempo.
    les comunico que aunque de ambas historias se tenían varios capítulos, como tal no están terminadas,por lo que me vi en la necesidad de arreglar con la anterior admin el publicar un capítulo por semana para evitar retrasos mucho más largos en su actualización, ya que como entenderan,Cristalsif no diapone del tiempo que quisiera para escribir,si. embargo,tal y como va la publicación de los capis, será inevitable dicho retraso, deseo puedan tener un poco de paciencia cuando llegue el momento.
    mil gracias

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    Respuestas
    1. Por esta historia puedo esperar todo el tiempo del mundo porque bien vale la pena , sin duda es la mejor

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  7. Es EXTREMADAMENTE BELLISIMA!!!!! Me encanta, me fascina, me tiene casi que delirando esta historia, es sencillamente genial el lograr sentir tantas emociones juntas, unidas al deseo que logras canalizar con cada una de las palabras aqui descritas.. Es mi historia favorita.. Eres Genial Cristalsif.. Att: Isis desde Venezuela

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