Capítulo 14
Tibio Invierno
Le buscaba con sus
ojos grises entre la multitud, tras el bochornoso incidente en el bar la noche
anterior y los malos juicios que él pudo hacerse de su indiscreta postura, no
le había visto en lo largo del día, ni la boda, ni la fiesta parecía el lugar
adecuado para encontrar al leal sirviente del Kruger y ello en verdad comenzaba
a angustiarle. Takumi rogaba a las divinidades la oportunidad de una
aclaración, pero tener pegado como lapa al impertinente y desdichado Takeda,
solo agravaba sus circunstancias. Durante la ceremonia nupcial a cargo del
sacerdote Greer, el otro de cabellos castaños y mirada limón, no paraba de
tomar Sake y lamentar que se casara su amor, por un momento supuso que se
tratara de su hermana, tan hermosa que era admisible la idea... sin embargo al
escuchar de los lastimeros labios del muchacho un Natsuki lleno de sentimiento,
se pudo aclarar las ideas. Mayor aun fue la sorpresa del castaño, cuando en sus
delirios alcohólicos, el otro aludiera a su caballero en castas galas
blanquecinas.
En otro tiempo de
machismo y galantería, se hubiese incordiado por las confusas en indiscretas
palabras de Masashi, pero ahora pese a que Natsuki fuera mujer, no quiso
sacarlo de su erróneo pensamiento, porque por un momento sintióse comprendido y
fue revelador para sus propios sentimientos, estaba loco, moría de amor por el
diligente y silencioso Akira Okuzaki. De modo era, que buscaba por la extensión
del castillo en la zona de los sirvientes esperando encontrarle y es solo
cuando temió no hacerlo, y sus pasos cansados dudaron, que lo vio intentando
levantar una enorme caja de botellas de vino para surtir las mesas de los
invitados a la fiesta. Raudo acudió a su lado para prestar la ayuda necesaria y
levantar la caja sobre una de las mesas de la cocina.
-Fujino-san- Musitó
con voz ronca el moreno, mientras suspiraba cansado por las difíciles y
agotadoras tareas de un día de festejos como aquel. -¿No debería estar en la
fiesta?-
Takumi se permitió
contemplar al muchacho en silencio, mientras las gotas de sudor bajaban por su
cuello y de nuevo, maldijo la tentación que le suponía aquel hombre con tan
poco. -Se me antoja sosa... “sin usted en
ella”- Se calló para sí sus secretos pensamientos.
-Se debe a que
quizás ha asistido a demasiados festejos de este tipo- Akira no le prestó mucha
atención, todavía reservaba su enfado a la memoria del castaño, tan cómodamente
dispuesto sobre Takeda. Entre tanto se ocupaba de mover los vinos desde la caja
hasta unas cubetas de hielo, calculando números, la joven evidenció que tendría
que traer más botellas desde la cava del castillo.
Takumi notó la voz
cortante de su acompañante. -A ninguna boda, solo a las celebraciones de mi
familia- Pero el Okuzaki poca o nula atención le prestaba, lo vio alejarse por
un pasillo contiguo a la cocina y adentrarse por unas escaleras que descendían
sobre el nivel de la tierra, le siguió molesto por su falta de cortesía y
pronto se vio a solas con el muchacho, cuyos brazos se esmeraban en levantar
otra caja. -¿Me permite brindarle ayuda Okuzaki-san?- Lo estaba ignorando, el castaño
lo sabía, pero de que forma tan olímpica lo hacia.
Akira era orgullosa
como pocas, no quería su ayuda, no quería nada de él, así se lo hacía saber con
la pequeña hernia que se iba a causar tozudamente y en su empeño por levantar
la mal habida caja. Suspiró con esfuerzo después de mover dos cajas y
apilarlas, serían suficientes. Cuando pretendió salir del sitio con otra a
cuestas, donde seguramente haría tres viajes por lo menos, sintió el firme
agarré de la mano blanca de Takumi y entonces se encontró con la mirada
indescifrable del muchacho.
-No me ignore,
señor- Ordenaba como el patrón que fue en la mansión Fujino.
-No me ordene, yo
solo sirvo a la Duquesa- Retiró el brazo con toda brusquedad y sus negros
luceros miraron con reto al más alto.
-Por favor...-
Suavizó su voz y la tosquedad de su mirada, hasta hacerla gentil sobre ella.
-Le suplico me informe, la razón de su desdén- El Fujino realmente parecía
mortificado, ante la idea de sus desprecios.
-“Me has humillado”... no ha hecho nada,
Fujino-san- Desvió la mirada sintiéndose débil ante la intensidad de la
grisácea que no paraba de sentir sobre su piel.
-Entonces ¿Por qué
me habla con frialdad? ¿Por qué me niega escuchar mi nombre de sus labios?-
Takumi dio un paso más cerca de él, se desconocía a si mismo en la osadía que
suponía estrechar esa barbilla entre sus dedos.
Akira se apartó
abochornada, no olvidaba su lugar y temía a la sensación eléctrica que suponía
la piel del castaño sobre la suya. -Porque es propio de hombres, la
sensibilidad que exige su señoría, solo podría encontrarla en una mujer-
Procuró repudiar su peligrosa cercanía, puso la distancia de otro paso entre
los dos y lamentó rápidamente, el dolor que acudió al rostro dulcísimo del
caballero frente a ella.
-Lo he comprendido
ya- Takumi retiró sus manos de él, de su piel deseada, aunque solo hubiese
rosado su barbilla, mordió sus labios dolido, se sabía rechazado. ¿Qué
esperaba? Akira no era ese tipo de hombre, tontas ilusiones que se desvanecen
en el tono osco y el fastidio con que ha sido observado. -Lamento haber
importunado su labor... no sabrá mas de mi persistente y molesta presencia- Lo
dijo más para convencerse a si mismo, sobre no buscar al Okuzaki de nuevo, le
dio la espalda y se alejó hacia la salida.
-¿Desea probar el
vino? Es usted el más diestro de los dos en la cata de los mismos- Le pareció
sentir premura en la voz del otro, se volvió a mirarlo, el pelinegro descorchó
una de las botellas y se la tendió. Tuvo que volver sobre sus pasos para
recibir el vino que le era ofrecido. -Solo lamento no haber traído un par de
copas de la cocina- Afirmó el moreno con una sonrisa en los labios y así Takumi
olvidó 10 años de etiqueta, plantando los labios en el pico de la botella. La
bebida bajo por su garganta aliviando el nudo que sentía ¿Cómo podía aquel
hacerle olvidar su promesa tan pronto? Alejarse era todo cuanto pretendía y sin
embargo una pequeña oferta había desecho sus palabras en segundos.
Ambos bebieron de
la misma botella hasta vaciarla y así con otras dos, sus mejillas se llenaron
del sonrojo que solo pueden causar los licores con un alto nivel etílico, o era
esa la excusa perfecta para dejar salir a la luz los pensamientos más ocultos.
-Akira-san... usted me gusta, noto que hace tiempo lo sabe... que mis celos ante
la señorita Julieth solo han confirmado a sus ojos mi sentir...- El
envalentonamiento del licor hacía de las suyas con el castaño, o era que ya no
podía escapar a sus torturados pensamientos. -Pero soy yo quien ignora, si solo
soy yo... el que olvida las leyes de la naturaleza y del hombre mismo, en pos
de su nombre...- Takumi apoyaba su mano sobre una de las cajas olvidadas y
todos parecían haber prescindido de la idea de acudir por el más preciado licor
a la cava. -¿Siente usted algo por mí?-
Pese a la ebriedad
sentida, a causa de una que como ella no bebía por costumbre, Akira sintió
helarse la sangre en sus venas y elevó la vista sobre el joven, cuya vergüenza
y sinceridad le enternecía. Con dos pasos firmes no hubo ya distancia entre los
dos, las manos morenas sujetaron el corbatín de gala que ostentaba el castaño,
y jalando de él, lo inclinó a fuerzas para prodigarle un beso, uno arrebatador
y ligeramente violento, con la pasión que supo ocultar durante meses y que el
elixir de los dioses, le daba el valor de robar. Akira presionó entre sus dedos
el rostro de Takumi, besando, mordiendo sus labios con ansiedad, el otro más
alto no dudo en responder con la misma pasión a los deseos de su amado, con un
jadeó que se escapaba. La breve apertura de sus labios, dio la oportunidad
perfecta a la Okuzaki, su lengua irrumpió la barrera expuesta para explorar con
ansiedad la boca entera del castaño.
Akira movió a
Takumi hasta la pared más cercana, con fuerza tal que hizo estremecer al
castaño. Los labios de la morena buscaron el cuello ahora expuesto del otro,
mientras sus manos apresaban las de él, que se dejaba hacer a la voluntad del
sirviente. El Fujino levantó la cabeza abandonase al bacanal de sensaciones que
le prodigaba el pelinegro, entre lamidas y mordidas. -Mantente así, deja que lo
haga yo... si osas tocarme, no voy a tomarte Fujino ¿Lo entiendes?- La voz
grave que cual ronroneo le llegó al oído, obligó a Takumi a tragar saliva.
Deseaba recorrer cada poro de su piel, a ser preciso con su boca, pero temeroso
de yacer allí sin el moreno amado, asintió obediente a sus deseos, lo
complacería solo por el placer de tenerlo... aún si solo fuese una vez.
Akira sonrió
convencida de su promesa, si él no la tocaba, no tenía porque conocer su
secreto y no habría ningún problema. Tranquila con sus pensamientos, dio un
beso a la barbilla del castaño, mientras sus manos retiraban con maestría en
nudo de su corbatín, los botones de su chaleco y camisa, hasta dejar el torso
desnudo del chico. Bajo por su cuello, su clavícula, hasta su pecho, dejando en
él un rastro húmedo que de tanto en tanto, entibiaba con su aliento. Lo
observaba complacida, notaba el esfuerzo que hacía aquel hombre por mantener
sus manos presas en su espalda, solo para matar la tentación y la oportunidad
de tocarle, así como estaban también sus ojos cerrados. -“Se le ve tan entregado... no se trata solo del deseo, tal vez, ¿Me
quiere en verdad?”- Se negó a si misma el pensamiento, y bajo sus manos
hasta el vientre de Takumi, allí le estorbaba el cinturón que mantenía sujeto
su pantalón.
Miró con enfado la
hebilla antes de retirarla presurosa, pegó su cuerpo al del Fujino, no sin
evidenciar la creciente excitación del chico, si bien parecía torturarle la
prenda, mas al leve roce de sus caderas, Takumi movió involuntariamente la suya
contra la de él y dudó, al no evidenciar la misma excitación en el otro.
Asustado por las circunstancias abrió los parpados espantado, quiso encontrar
los ojos de Akira, pero sus labios callaron cualquier pretensión de su habla.
El castaño sintió la mano humedecida e intrusa sobre la más sensible extensión
de su anatomía y un ronco gemido emergió de su boca, que celestiales caricias
eran aquellas y que necesidad loca de arrebatarse sobre él, tomarlo, hacerlo
suyo.
-Date la vuelta- Le
ordenó la voz nuevamente, despertándole de aquel letargo en el que se había
sumergido. Takumi comprendió las intensiones de su compañero y una aversión le
llenó por dentro, temeroso se quedó estático como una piedra. Akira le beso el
lóbulo para que pronto olvidara sus angustias y también animó más los envites
de su mano sobre el Príapo de su casta. -por favor...- Le oyó suplicar y
cualquier temor o repudió ante la idea de apartó de su mente.
Tembloroso retiró
la mano de Akira tan solo para darse vuelta sobre la pared y apoyar las manos
en su soporte, Takumi imaginaba dolorosa la entrega
-¿Tanto así lo
deseas?- Pregunto la voz grave en su oído, mientras una mano acariciaba su
espalda y retiraba lentamente su pantalón, dejándolo expuesto. La inseguridad
en circunstancias como aquellas, realmente podían hacer mella en cualquiera,
pero él se mantenía lo mas sereno posible, confiaba en que Akira no le causaría
daño alguno, sentía los besos sobre sus hombros y la delicadeza con la que el
moreno volvía a acariciarlo. -¿Te entregarías a mí sin reparo?- Preguntó otra
vez con esa voz que le hacía perder la razón.
Susurró en el
último momento, cuando pensaba que él lo tomaría finalmente. -Te... te amo
Akira- Si hubiese sabido el castaño lo que causarían sus palabras, jamás las
hubiese pronunciado. Su amante dejo de moverse, de tocarle o de besarle, se
apartó un par de pasos y cuando volvió la vista atrás, lo vio alejarse
corriendo por las escaleras.
-Que pude decir
para que huyeras... ¿Tan horrible es ser amado por mí?- Se cuestionó el de ojos
grisáceos antes de poner sus prendas en su lugar y tomar asiento en el suelo,
esperaba que alguna deidad le compadeciera dejándole inconsciente, que la
tierra se lo tragara, que el dulce sopor del olvido y las botellas que bebió
sin contemplaciones en lo posterior, lo llevaran a un mundo en el que no
volviese a soñar con esos ojos negros.
.
.
.
Entre bailes sin
fin, viandas y bebidas, la feliz pareja departió con los amigos, la familia,
por momentos pareciera que el matrimonio fuese realizado por el puro
sentimiento nacido entre las dos, pero tan solo con el paso de las horas y la
luna llena que pronto adornó el firmamento, la tensión de la castaña volvió a
su lugar en su consciencia y las mórbidas palabras de Tomoe, retornaron como un
fuerte eco en sus memorias. Estaban a un paso de su noche de bodas y la idea no
se le antojaba halagüeña a la más oculta y temerosa Shizuru.
Lejos de saberse
observadas mientras bailaban otra pieza, Natsuki y Shizuru danzaron para ser
una vez más, el centro de atención, de las no tan secretas envidias de muchos y
muchas. Entre tanto dos ancianas dialogaban un asunto de sumo interés.
-Realmente dudo que
Natsuki-chan pueda consumar su matrimonio- Afirmaba Kaede observando a la
pareja danzar, como si sus pies no rozaran la tierra, eran en verdad un
contemplación artística a la vista, pero en ello se quedaba, les faltaba
pasión.
-Por una vez,
coincido con usted Fujino-dono- Asentía Sanae, ella también había presenciado
el incidente del beso y más lejana se hacia la idea de ver a sus bisnietos
correr por los pasillos, moriría sin verlos y eso era imperdonable.
-Las dos ansiamos
ver a estas jovencitas como una pareja verdadera... pero ello no será posible
sin la consumación de sus nupcias- Lentamente y con voz tranquila, la abuela
Fujino enlazaba ideas ante la contraparte de la familia de su nuera.
-Por no decir que
sería inválido el matrimonio- Añadió con preocupación la Kuga mayor. -Eso
realmente sería una pena-
-¿Qué haría una
abuela por la dicha de su querida nieta? Todo en verdad- Preguntó y respondió
Kaede con una sonrisa pícara, sabía que se estaba introduciendo a su manera en
la mente de la otra que aunque sabia, carecía de cierta experiencia para leer
el trasfondo de las intensiones. -No puedo soportar la idea de ver el llanto en
los bellos ojos de la pequeña Natsuki- Añadía pesarosa. -O los de mi nieta-
Sanae asentía mirando a las dos muchachas con angustia. -Si el matrimonio fuera
anulado ¿Cuan grande sería su pena?-
-Inconmensurable...
estaría hecha pedazos- La Kuga fruncía el ceño sin percatarse de la otra mujer
a su lado, miraba a las recién casadas con profunda preocupación. -Por no
mencionar la deshonra...-
-¿Pero que hacer
para brindar ayuda a Natsuki-chan?- Cuestionó para si misma Kaede. -Tengo una
idea... pero es inapropiada, debemos desecharla-
-Habla mujer... es
el corazón de mi nieta del que hablas ¿Habrá algo por hacer?- Se volvió la de
lacios cabellos, y el esmeralda se cruzó intensamente con el rubí de la abuela
Fujino.
-Debemos desechar
la idea Kuga-dono- Kaede se mostraba trémula y dudosa de su posible solución,
tan solo en apariencia.
-Cualquier idea es
buen en circunstancias como estas...- Insistió la abuela Kuga con fiera
determinación.
Kaede sonrió para
sus adentros y entre sus ropas buscó un pequeño frasco, que pronto dejo a la
vista de Sanae. -Un incentivo, una pequeña ayuda para que Natsuki-chan obtenga
algo de valentía-
-¿Qué es?- Sanae
miró con desconfianza el translucido líquido del frasco.
-En Tsu lo llamamos
la flor de fuego y sus fines habrá usted de intuirlos- Lentamente y con voz de
arrullo, Kaede depositó el frasquito en las manos de la Kuga. -Sin esto, se
harán realidad nuestros temores... Natsuki no consumará la boda y esta será
inválida, Shizuru deberá retornar con su padre a Tsu y tras nuestra partida,
dejaremos atrás a un par de atolondradas doncellas, unas desdichadas...-
Concluyó con un gesto de negación en su cabeza. -Pero Sanae-san sabe que su
nieta es obediente a sus deseos y tomará cualquier bebida que ella le ofrezca,
si lo hiciera yo... dudaría y nuestros esfuerzos serían en vano-
Kaede había sido
absolutamente convincente en cada palabra, mas no contaba con las verdades que
Sanae conocía, unas que daban más peso y valor a la inconcebible idea. La Kuga
sabía que no solo las leyes de los hombres regían las nupcias de las dos chicas
y aunque pudiera fingirse que las dos yacieran en el lecho, ello no podría ser
oculto a los vigilantes ojos de la diosa. La maldición pesaba más de lo que cualquiera
pudiera imaginar y por el bienestar de su nieta haría lo imposible, ocuparía
los actos más reprochables, así que sin dudar más, Sanae guardó en frasco en
sus ropas y se alejó de Kaede sin pronunciar más palabras, se acercó a una
mesa, vertió el líquido en el vino, lo revolvió ligeramente con una cucharita y
se acercó a la pareja que volvía a la mesa nupcial, donde solo ellas podían
yacer.
-Abuela... que
dicha verte ¿Has visto a Nina?- Preguntó una curiosa Natsuki, desde los
preparativos de la mañana no la había visto por ninguna parte.
-Esta con su
prometido, en la parte externa del castillo... bajo su cuidado, ten por seguro
que se encuentra perfectamente- Respondió sonriendo, aunque ella sabía muy
bien, que la compañía de Sergei nunca sería consuelo para su nieta más joven.
Natsuki frunció el
ceño bajo la mascara, de ninguna otra deseaba más un abrazo o una bendición,
deseaba contar con la sonrisa de su prima, su hermana, en el momentos más
importante de su vida y aun así, su querida Nina le negaba el placer de su
presencia. -Ara, cualquiera diría que Natsuki no le basta con mi presencia- La
voz parca de Shizuru causó todo el olvido posible en la mente de la pelinegra,
que volvió la vista sorprendida sobre la rubí.
-Con Shizuru todo
es suficiente... no necesito más, si esta a mi lado- Y no mentía, era apenas
una vaga preocupación, notaba extraña a su prima y ello no dejaba de
inquietarla un poco.
-Siendo así, es
propicio que Natsuki lleve a cabo un ritual familiar... algo para la
prosperidad de su matrimonio- Sanae encontró la oportunidad perfecta en la
breve y posesiva charla de Shizuru. -Debe consumir sin dilación de esta copa y
en silencio musitar un corto deseo, si mi nieta bebe hasta la ultima gota de la
copa de un solo trago, entonces su anhelo se cumplirá- Aquellas palabras
atrajeron la atención de la pelinegra e indirectamente la de Shizuru.
-Entonces yo
también debo hacerlo- Afirmo la castaña, mirando con interés el contenido de la
copa de plata. -Debemos compartir cada cosa ¿Nos es así? La mitad sería lo
justo-
Natsuki sonrió y
llevó la copa a sus labios, sorbió el liquido que tenía un sabor ligeramente
extraño, pero que atribuyó a las numerosas copas antes bebidas, aquella sería
la ultima, no deseaba llegar ebria e incapaz de dar un paso decentemente, aun
menos cuando se supone que debe llevar a Shizuru en sus brazos hasta su cuarto.
Calculando la mitad de la copa cerró los ojos y deseo con toda la fuerza de su
corazón, solo una cosa. -“Te suplico, por
piedad concede mi deseo... permite que Shizuru pueda amarme como soy”- Dio
el ultimo tragó, y entregó la restante mitad a su esposa.
La lobuna se
sonrojó al comprender que de compartir la copa, un beso indirecto se daría
entre ambas y sonrió confiada, cuando la castaña imitó sus acciones sin
cuestionarse lo mismo que ella pensaba. Shizuru bebió hasta vaciar la copa -“Permíteme ser, lo que he prometido ser...
déjame amarle, no quiero vivir con esta resignación”- Vaciada la copa, la
abuela Kuga sonrió, hizo una breves oraciones por las dos, dio sus bendiciones
y se alejó entre la multitud, no sin haber sido vista en todo momento por
Kaede.
-Tu abuela es un
poco... extraña- Shizuru realmente notó el extraño aroma de la bebida y algo en
su fuero interno, le recordaba las clases de hierbas con su abuela, temía en lo
profundo de si, que Kaede volviese a hacer de las suyas.
-Pero es la mujer
más dulce que conozco- Musitó con la tierna voz de una nieta que no para de ver
la bondad en el corazón de su abuela.
-Ara, Natsuki
pretende dormir en el sillón la noche de bodas ¿O son vagas impresiones mías?-
Musitó Shizuru con un mohín enojado, antes de caminar en dirección de su
hermana y su madre, dentro de poco no las vería y era mejor que aprovechara el
poco tiempo en su presencia.
-¡Oi! ¿Shizuru? ¡Shizuru!...
ahora... ¿Ahora que hice?- Natsuki se levantó para seguirla, no entendía el
porque de aquella reacción, tal vez era oportuno no permitir más bebidas a su
mujer en lo que restara de la fiesta.
La lobuna intentó
seguirle el paso a la castaña, nadie mencionó que la Fujino fuera tan ágil en
movimiento y delicadeza, ella en cambio, golpeaba hombros mientras intentaba
pasar entre la gente y fue en medio de aquello, que sintió una mano atrapar la
suya, jalarla a fuerzas entre la muchedumbre que se quejaba ante el torbellino
que suponía el atropello de los fuertes hombros de Natsuki. La pelinegra apenas
veía un cabello rojizo entre las ropas de hombres y mujeres que le pasaban por
la cara, la mascara... hasta que al fin el movimiento cesó, en la oscuridad y
tras el cobijo de una enorme columna del salón. -Nya... la pequeña bestia al
fin cumple su cometido... ¿Cuánto le costó la castañita de Tsu? ¿Dos cofres?
¿Siete perlas negras? ¿Cuántos vestidos de seda occidental? ¿Cuánto por la
honra de una mujer, su alteza?- Inclinó la cabeza a con sorna, burla intrínseca
a cada mirada, gesto e inclinación.
-¿Nao?- Esa voz la
conocía, ese enconó le era tan familiar que ya nada le sorprendía del atropello
al que había sido sometida, pero algo en su estomago le molestaba y era la
sinuosa cercanía de la otra.
-¿Cuántas conoces?
Gatita- La ‘araña’ deslizó su mano por la mascara hasta sujetar la barbilla de
Natsuki, con sus alargadas uñas, envilecidas y endurecidas por un tinte
especial. -Tu familia trabaja igual en cada ocasión, cada descendiente maldito
hace esto... de esa manera fui comprada y desechada, ¿Qué se siente pensar de
la misma manera cuando ves el retrato de tu madre?- Casi escupió con veneno sus
palabras, Nao Yuuki, por su honor y su nombre, quería ver el mismo sufrimiento
en el monstruo de Fukka.
Ella la conocía,
había sido la primera, la afortunada elegida por su caritativo padre, se había
creído el cuento de hadas, había llegado a apreciar la gentileza con la que
Natsuki la trataba entonces, pero la oscura verdad siempre sale a relucir en el
peor momento... y solo por su maldita estirpe, había conocido el más grande
sufrimiento. Solo por eso, quería torturarla de todas las maneras posibles y no
había lugar más frágil, que la mente y el corazón de aquel ser horripilante.
-Eso no es...-
Natsuki no había contemplado esa posibilidad, su amada y dulce madre, comprada.
Sintió contraerse sus entrañas, ¿Ese era el sentimiento que le había causado a
Shizuru? De serlo, era imperdonable.
-¿Verdad?- Nao
sonrió, posando sus labios muy cerca de los de Natsuki, dándole a probar de a
poco el aliento dulzón que en un lejano día, había entregado sin reservas. Más
no la besó, ese desdén lo había ocupado ya la noche anterior, quería ver sus
reacciones, conocer cuan grande era el poder que preservara sobre ella, aun si
solo fuera por sus tontos e ilusos recuerdos. Mas contra todo pronostico,
Natsuki desvió la cara a un lado, evitando así cualquier contacto entre las
dos.
-No eres ella,
fuiste libre de mí en el momento que lo elegiste... así que no pienses que te
debo nada, Yuuki- Con la fuerza que poseía, la Lobuna apartó a la pelirroja de
su lado, no le hizo daño, no más que a su orgullo hecho añicos con tan poco.
Con paso firme se alejo de la columna, encontrando la luz de los enormes
candelabros en lo alto del techo. Natsuki miró de soslayo a la joven cuya
estupefacción no le dejaba reaccionar con rapidez. -A fin de cuentas, tú solo
puedes ver a un monstruo... tus ojos están ciegos, por eso no estas en su
lugar, ese que querías para ti-
-¿Y ella no esta
ciega también? O quizás ve bastante bien, te mirará con miedo... nunca serás
libre Kruger... nadie podría amar a un monstruo como tú- Respondió al fin la
resentida pelirroja, el breve detenimiento en el andar de Natsuki fue
suficiente para ella, Nao supo cuantas dudas escondía su monstruo personal y en
lo futuro encontraría la forma de reclamar sus injurias con ello.
La Kruger hizo caso
omiso en apariencia, pero más pronto olvido su promesa sobre no sorber ni una
copa más. Se encontró solitaria en una mesa, con el codo apoyado en la madera
caoba y la barbilla en su mano, suspiraba largamente, al menos la pelirroja no
podría verla, había solicitado a los guardias el sacarla del castillo. No
entendía como es que ella pudo colarse en su boda, sin embargo el daño ya
estaba hecho y no tenía cara para mirar a Shizuru. ¿Era tan terrible todo
aquello? Solo entonces la consciencia comenzaba a hacer mella en sus
pensamientos, le torturaba la idea de ver marchar a la castaña, pero ¿No era
eso egoísta ante ella, si su amor le fuera sincero? Su libertad estaba en sus
manos, aun no era suya, el solo papel firmado aquella tarde no tenía valor, no
todavía, ¿Entonces que hacer? Contempló el anillo en su dedo, era una hermosa
joya de un raro zafiro plateado, una excentricidad de su padre muy seguramente.
“El zafiro del hielo plateado” un
nombre tremendamente largo para una gema y sin embargo con solo recordar el
tacto tibio de los dedos de Shizuru depositándolo en su anular, el malestar se
evaporaba de su comprimido pecho. -Moriría sin ella- Dijo en susurros, era de
valientes admitir las flaquezas y estaba claro que ella lo requería.
-Ara, Natsuki
parece traicionar sus promesas después de unas pocas horas de pronunciarlas...
¿Por quién moriría sin reparos?- El aura terriblemente oscura de la castaña
helaría los huesos a quien fuese, sin embargo para ese momento la Lobuna estaba
lo suficientemente atontada como para no percibir el peligro al que estaba
expuesta. Simplemente apoyó la frente en la mesa con desgana y musitó lo que
Shizuru no imaginaba escuchar.
-Moriría sin ti,
pero dejarte ir ¿No sería lo más justo?- Se la notaba tan desolada ante la
pregunta que ella misma había formulado.
Shizuru miró con
incredulidad a la desdichada joven, ¿Por qué de repente decía aquellas cosas?
No era ese el momento para arrepentirse, aunque sonara tan tentadora su
propuesta, marcharse no era una opción, el rey Taeki no permitiría semejante
deshonra, sería cruel y vengativo con su familia, con su padre... argüía en su
mente la castaña, porque nunca admitiría que marcharse ya no era, su más
ansiado sueño. ¡Lo había prometido! -Tal parece que Natsuki se ha arrepentido
de sus nupcias conmigo y desea devolverme a la casa de mi padre... ¿Pretende
deshonrarme de esa manera?-
La pelinegra
levantó la cabeza de la mesa en un respingo. Esperaba que la chica tomara
semejante oportunidad en sus manos, pero contrariamente había desistido en un
santiamén y el vuelco de su corazón no podía mentirle, lo había escuchado de
sus labios, esas dulces palabras. Natsuki se puso de pie y tomó su mano
gentilmente. -Jamás me alejaría de Shizuru...- Quiso alargar la prosa de su
devoto amor, pero las luces de todo el salón de apagaron intempestivamente y
algunos gritillos femeninos se escucharon, a ello le siguieron aplausos y
estridentes silbidos.
La castaña sujetó
la mano en las sombras. -¿Qué ha pasado?-
-Es el momento...
según las costumbres de Fukka, cuando la noche se cierne, los amantes deben ir
a su lecho nupcial, para consumar la boda...- Natsuki tragó saliva, le quedaban
unos escasos minutos para llevarla a su cuarto, conocía el camino de memoria,
cada pasaje a ciegas, era tan fácil y tan difícil pensar en lo acontecería.
-Llévame entonces-
Ordenó una Shizuru en cuya voz había firmeza, la realidad en cambio era otra,
estaba aterrada.
Natsuki obedeció en
cuanto pudo reaccionar, levantó a la dama en sus brazos, cruzó a través de la
gente, las escaleras y los pasillos, hasta yacer frente a la puerta de su
cuarto, el cual estaba abierto para facilitarle la tarea, una vez allí depositó
a Shizuru con suavidad en el suelo y la dejó vagar libremente por su cuarto con
apenas la tenue luz de luna iluminando a través de los ventanales. La lobuna
cerró la puerta y después apoyó su espalda en la pared más cercana, ¿Acaso
había bebido tanto? Sentía algo extraño en su cuerpo, creería que mareo, pero
pronto supo que una ferviente ansiedad la consumía.
Se
deslizó hasta el suelo sintiendo un repentino temblor en sus piernas que
incapaces de mantenerse firmes sobre el suelo ya no fueron un buen soporte, así
mismo un agudo cosquilleo le sobreviene en el vientre y cerró sus labios al
sentir su boca tan seca. Apoyada en el suelo levanto sus manos para
contemplarlas, pero solo pudo ver el borroso tono de sus guantes blancos, la
sensación eléctrica en los dedos que habían sujetado a su bella esposa y el
creciente latido que retumbaba en sus oídos, hasta impedirle oír otra cosa.
Cerró los ojos, pestañeo un par de veces hasta que pudo enfocar y ver la forma
de sus enguantados dedos, pero todo su cuerpo se antojaba sediento y no sabía
de que, solo comprendía que cada segundo sin tener alivio era una tortura.
Buscó para encontrar la fortaleza en sus piernas, pero la sensación de no poder
levantarse sin empeorar su sentir continuaba allí. Cada fragmento de tela sobre
su piel le generaba un extraño malestar, se asfixiaba a falta de aire en cada
poro y con sus desesperadas manos deshizo el nudo de su corbata para no sentir
la insistente presión de la seda en su cuello. Busco con la vista algo con lo
que pudiera apaciguar su sedienta garganta, pero la copa servida sobre la mesa
central de la habitación no pudo aplacar ni un momento su necesidad, su
desesperación... cuanto daría por apagar el ardor inclemente en el pecho y en
la carne, por no sentir aquella insoldable debilidad en sus rodillas o la
mirada distorsionada, ¿era ese el infierno? Su piel calcinándose desde dentro y
¿Sin poder hacer nada?
Las
cortinas se movieron ante las tenues corrientes de viento que transgredían los
ventanales abiertos, ese el frío que en otro momento sería inoportuno apenas
aplacaba el fuego creciente, mustio extintor de su pasión a flor de piel.
Depositó lentamente el cristal vacío de sus manos, ante la atenta mirada
sangría que le observara silenciosamente en todo momento, Shizuru tampoco era
inmune a los efectos de la droga que corría vertiginosamente por sus venas,
pero si que conocía sus misterios y sus consecuencias, estaba consciente de sus
síntomas lamentables. El sonido de los pasos metálicos sobre la alfombra y la
distancia entre ambas se acortaba peligrosamente, entre sombreas y luz por cada
paso que daba, con las cortinas movidas por el viento, con el brillo de la luna
sobre su traje casi de plata, se antojaba deseable y a la vez amenazadora.
-No
debe acercarse más, se lo ruego- Musitó la melodiosa voz de la castaña en
cuanto pudo recobrar el habla, la dama sabía que si le permitiera su contacto
bajo el influjo de la droga, muchas cosas estarían perdidas, Kruger no podría
controlarse.
-Si...
si desea que duerma en el suelo... lo haré- La voz grave jadeaba, sufría, su
mano buscaba el apoyo de la madera de la mesa para mantenerse en pie y la
cabeza inclinada buscaba la iluminación en la blanca alfombra del suelo.
-"Natsuki...
¿Por qué eres tan gentil cuando te desprecio?"- Shizuru mordió su
labio sopesando las circunstancias, el solo sonido de la voz de la criatura más
temida, estremecía cada fibra de su cuerpo. –"Pero
es solo por la flor de fuego... nada más"- Sin embargo no podía quitarle la vista
de encima. -¿Qué hace Kruger-san?- Trató de mantener las distancias verbales y
las físicas aferrando sus manos a los soportes de madera del dosel de la cama.
Natsuki
intentaba con gran esfuerzo no escuchar la hipnótica voz que en ese momento, le
resultaba especialmente perturbadora a su cuerpo. Sin embargo la pregunta había
nacido de Shizuru en cuanto le vio arrojar al suelo su largo y pulcro saco, el
que planeaba ocupar como lecho según su palabra. Pero desprenderse de aquella
indumentaria, le liberó ligeramente al no sentir su peso sobre sus hombros,
solo por lógica simple, era razonable que con menos prendas ajustadas, pudiera
percibir a libertad el frío que ingresara entre las cortinas azules. –Solo...
siento que me asfixio... Fujino-san- Con sus temblorosos dedos buscaba
desesperadamente deshacer los botones de su chaleco, retiró con malestar los
brazales y el cinturón, cuyo peso solo le atormentaba un poco más y sin
saberlo, con cada prenda que adornaba el suelo de la habitación, mayor era la
contradicción de la castaña de Tsu al observarle.
Deseo,
aquel era el nombre de las sensaciones que les invadían y atormentaban, Shizuru
le compadecía porque la experiencia con aquellas peligrosas plantas le había
hecho ligeramente resistente a algunas, pero verla usar todo su autocontrol
solo porque su deseo y su temor egoísta eran todo su impedimento, le presionaba
el pecho. Con sus descalzos pies camino para yacer a su lado sin tocarla y una
curiosa pregunta manó de sus labios. –¿Es veneno acaso?- Natsuki levantaba la
cabeza para mirar a su ángel enfundada en sus atuendos nupciales, ¿Por qué la
luna se esmeraba en embellecer aun más sus rasgos a contra luz o por qué el
inclemente viento volcaba sobre ella el extasiante aroma de aquella mujer? Sudaba
irremediablemente ante el esfuerzo de no tomarla allí mismo y juraría que nunca
en su vida sintió presión mayor que en ese momento.
Shizuru
procuraba no mirarle, esos mechones en su mascara de porcelana, la camisa
ligeramente desabrochada, dejaba a la vista por vez primera, una fragmento de
sus femeninas formas. La dama tomó asiento a su lado sin atreverse a tocarle,
pero su solo aroma era embriagador y la vista de las ligeramente húmedas
prendas, una tentación apenas soportable. –No lo es- Dejó a su aliento salir de
su boca en un suspiro largo, sin saber, las consecuencias de este.
-Nunca
sentí desespero como este- Afirmaba con la voz jadeante y aun bajo la máscara
el dulcísimo aroma de la ojirubí se introdujo con más fuerza en su sensible
olfato, embotando sus sentidos y ahondando la urgente necesidad de tocarla. –Me
has dado tu permiso para yacer aquí contigo... pero es cruel, no poder sujetar
tu mano o probar tus labios de cerezo, eres mía pero no puedo tenerte,
¡Apártate entonces de mí! Porque mi control es poco y alguien ha osado llenarme
de un veneno que no mata, pero destruye al alma misma en medio de la
frustración- Dijo con voz derrotada, sabía que ya poco podría resistirse a sus
instintos, unos que fueran también los de una bestia maldita y al levantar su
cabeza cansada, buscando la mirada rubí, pudo percibir el miedo de esta, un
temor que lastimara más que cualquier otra cosa.
En
cuanto Shizuru quiso hacer caso a sus palabras, se levantó del suelo alfombrado
en un respingo, asustada como estaba por percibir un fuego siniestro a la
altura de los ojos en la blanquecina porcelana, dio un par de pasos atrás,
sabía realmente que no podría huir a ninguna parte, pero imploraba que ella, la
persona gentil que conocía, pudiera retener los malestares del brebaje de su
abuela.
La
lobuna se puso de pie y a su altura ligeramente superior, ansiosa pero deseando
darse a entender. –Shizuru... no me desprecies por favor, no puedo soportarlo
de ti- La fuerte mano de Natsuki sujetó a la Fujino por el brazo con animo de
no dejarla ir, con la pretensión de probarle cuan capaz era de soportarlo todo
por ella, pero lo que la bestia nunca imaginó, es que el más leve contacto le
condenaría en el acto.
Una
salvaje corriente de calor le recorrió por entero, sus pupilas se dilataron y
temblaron, su rostro ardió como el fuego mismo, sentir la pulsión más
intolerable, escuchar el rugido desde su interior cansado de mantener la
delgada línea entre el control y la necesidad, lo supo de la parte más animal
en su interior, que la sed sería saciada en el manantial de su cuerpo y que
solo la paz llegaría si es que lograra al fin hacerla suya. Natsuki estiro
mecánicamente su segunda mano para retenerla y como una epifanía del instinto
mismo, supo cuanto debía hacer, mas no pensaba ya en el bien o el mal de sus
acciones.
-Natsu...-
Pero la voz suplicante de Shizuru fue acallada con un desaforado beso, con la
ansiedad de los brazos que la apretaron a su pecho, con las peligrosas manos
desde su espalda desanudaron la cinta violeta, retiraron el Obi y se
introdujeron bajo la perlada tela de su Kimono. Shizuru forcejeaba
interponiendo sus manos entre ella y Natsuki, sin saber que sus esfuerzos solo
enardecían la lujuria de la bestia. El beso no le era para nada placentero,
eran tan intenso que lastimaba su boca en la exploración intrusa de la que era
objeto, las manos que la rozaban solo ocasionaban un mayor repudio, no quería
ser tocada de una manera tan carnal, no había pensado en ello de esa manera,
quería calma, ternura y toda ella le era negada mientras la otra joven le
aventajaba entre besos sobre su cuello y mordidas que no se medían ni un poco
en delicadeza. Shizuru sintió su Kimono caer al suelo, se vio a si misma
arrojada al lecho que aun blando no aminoró suficiente su caída y gimió, más no
de gozo o placer, si de dolor.
Sintió
la mirada que la contempló por entero y solo entonces fue consciente de su
indumentaria, del corsé ajustado a su talle tan ligeramente iluminado su tono
vino tinto de la escasa luz en el lugar, los ligueros ajustados a sus muslos
expuestos y las medias translucidas que delineaban sus tentadoras piernas.
Maldijo por lo bajo a su abuela, quien todo había tramado para consumar su
matrimonio ¿Acaso no pensó lo que sería de su noche de bodas? Envenenar así a
la tímida chica en el altar había sido una tiranía. Tonta de Kaede, ¡Tonta! Que
no conocía el oscuro secreto de la incontrolable persona que pudiera ser su
antes apacible prometida. Le miraban las esmeraldas con lujuria y deseo, pero
no con el amor que le habían prometido sus tiernas palabras.
-Natsuki...
no- Pero de forma dominante le volvía a callar con sus labios, a presión y
apretujada por el cuerpo de la Kruger sobre el suyo. Shizuru no cesaba sus
esmeros por detenerla, no quería eso, no de esa forma, sus manos batallaban
contra el firme vientre de la pelinegra y sus piernas se resistían a la brusca
apertura que intentaban las fuertes caderas de la joven. Sentía el peso del
brebaje en su sangre y una parte de ella deseaba ceder a la creciente humedad
entre sus piernas, ese secreto fragmento ardiente de su piel que ansiaba ser
acariciado, los turgentes pechos que ansiaban ser rozados y los labios que
querían aplacar la misma sed. Pero como cualquier doncella, sus dulces
ilusiones se fragmentaban en la burda forma en que acontecía la primera ocasión
para las dos. Era esa ilusa jovencita en su interior la que batallaba por una
mejor memoria de su primera noche juntas, así como la parte temerosa que temía
recibir daño de la otra, que pareciera sumida en un limbo de éxtasis...
Shizuru
ocupó su fuerza para golpear los costados de su esposa, pero Natsuki ni
siquiera lo resintió, tan solo retuvo una de sus muñecas con fuerza
avasalladora procurando interrumpir la molestia que le obstaculizaba el camino.
La otra mano, con sus pálidos y finos dedos retiró sin dilación cada broche con
premura, el que no pudo con habilidad lo rasgó con fuerza, retirando así del
cuerpo de mujer el tejido que recubría su piel, dejándola expuesta y desnuda
bajo el suyo, cuyo calor manaba por todas partes. La castaña tembló de pavor
pero no desistió en sus esmeros, mordió con fiereza los labios de la otra que
ciega de lujuria no se detenía, intentó apagar sus besos y aun con el sabor
metálico en su boca no obtuvo más que una muda queja, una que al parecer
incitaba otro tanto a la pelinegra. Shizuru comprendió el peligro en el que se
encontraba, solo cuando sintió una indelicada mano acariciarle los muslos, el
más oscuro horror llenó sus facciones. ¡La iba a tomar! Su mente viajó
vertiginosamente a los confines de sus memorias y recordó el regalo que le
fuera ofertado la noche anterior, asustada por la inminente intromisión de la
que sería objeto, arrastró su mano bajo la almohada que soportaba su cabeza,
sin encontrarla, el pánico la llevó a buscar con mayor desespero, moviendo sin
cuidado su mano bajo la tela y las plumas. Llegó el filo lastimarla, pero ello
no fue para nada importante, ubicada la empuñadura, la tomó rauda y sin
contemplaciones extrajo la daga para interponerla entre ella y la mujer que
tanto miedo le causaba.
Natsuki
no podía despertar, estaba fuera de sí, ebria de locura y de pasión, ciega a
cualquier vista, sorda pues el rimbombantes sonido de sus propios latidos no le
permitía escuchar nada más, su olfato era bombardeado una y otra vez por el
intoxicante, adictivo aroma de la castaña, sus cabellos arremolinaban aun más
la deseada fragancia, su piel perlada de sudor a la vista hipnotizaba y
resultaba imposible no desear más, no tenerla un poco más... pero en su mente
todo era visto con otros ojos, con la mirada de la entrega apasionada que había
soñado de ella... mas solo pudo despertarla de su ensoñación el aroma de un
escarlata que no era suyo y el frío del afilado metal puesto en su cuello, cuya
hoja le lastimó hasta hacer una pequeña herida. La Kruger enfocó la vista y
sintió romperse su corazón al notar los cristalinos y lacrimosos rubí, así como
la herida sangrante en la mano de la castaña, cuyo rostro sonrojado se contraía
molesto y dolorido.
Ambas
yacieron petrificadas ante las circunstancias. –Si mueve un musculo, yo no
dudaré ni un instante clavar este puñal en usted- La voz temblorosa de Shizuru
le llegaba como un golpe directo e incapaz de procesar lo que pasaba, entendió
que todo por lo que había luchado estaba desecho entre sus manos. ¿Cómo
suplicar perdón por su bajeza? No alcanzaría ninguna palabra o acto para borrar
todo cuanto había hecho...
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Capítulo 15
Tibio Invierno II
La noche, oh
maldita noche que le atormentaba, oh lamentable licor que no sabe hacer bien su
labor y aun cuando muchas copas hubo apurado, no olvidaba, no perdía la
conciencia. Un castaño, con el corbatín desfajado y la turbia mirada oculta en
la sombra de su melena, cuyo rostro se perdía entre la multitud en el deambular
que como alma en pena le impedía detener sus pasos por todo el salón, más lo
prefirió así, yació alejado de todo cuanto le era amado incapaz de mirarles a
los ojos. La zozobra le era cruel como pocas veces, la incertidumbre una daga
lacerando sus entrañas, ¿Pero que hacer? Tres guardias estuvieron apostados en
cada uno de los pasillos que conducían al cuarto de Natsuki, donde su hija...
era mancillada, ultrajada y cuan vil era aquella mujer que no contenta con
haberla comprado, ahora se llevaría consigo la virtud de su Shizuru.
-La aborrezco como
a nada en el mundo... cada pena que me ha causado, yo he de multiplicarla mil
veces- Musitaba con tono rencoroso, apostado en una solitaria columna de los
jardines del Castillo Kruger. Solitario estaba, solo porque nadie en su sano
juicio aguardaría fuera de la morada con el invernal frío que asolaba aquella
tierras de Fukka, era de lo menos cuerdo.
Allí abandonado a
su pena, Satoru elevaba la vista hacia la alcoba nupcial, estaba completamente
a oscuras y es que intimar con la luz de los candelabros sería demasiado osado, atrevido y vulgar, una
completa ignominia, pero con aquellas sombras ¿Qué terror estaría viviendo su
pequeña? Estrechaba entre sus dedos una botella de vino, cerraba los parpados,
tensaba la mandíbula y se mordía sin delicadeza los labios. –Si le hiciera
daño... le mataré- Musitaba para si mismo, a la par que volvía a mirar el
camino iluminado por antorchas ornadas en blancos y azules, carrosas llegaban
sin cesar, la fiesta de la familia Kruger atraía a los aprovechados y a los
esnobistas, eso era seguro. Satoru había contemplado el talante y el aspecto de
muchos de los invitados, hasta los ‘campesinos’ tenían permiso para entrar,
claro después de que el Rey debiera marcharse con su hija y su yerno unas horas
atrás. –Esos imitadores de la aristocracia, viles mercaderes en la boda de mi
hija... esto es inaudito- Se quejaba dando otro sorbo a su bebida, sin
percatarse que en ese momento estaba más cerca de parecer un mendigo, en
comparación con los burgueses invitados a la fiesta.
-¡Suélteme!
¡Animal!- La voz fémina de una doncella que era sacada a empujones de la
fiesta, no tardó en llamar la atención del castaño. Envalentonado por las copas
y extrañado por la circunstancia, pues sujetos de peores calaña había visto en
la fiesta, se acercó a los guardias ¿Cómo osaban tratar con tal bajeza a una
jovencita de la misma edad que su hija?
-¿Es que no saben
tratar a una dama? ¡Parad el ultraje bellacos!- Se interpuso entre los hombres
y la jovencita, que bajo tal protección se aferró a la espalda del Fujino.
-Mi lord... debemos
escoltar a la dama a su carroza pero ella se ha resistido, ha querido volver
sin invitación a la fiesta- Afirmó uno de los guardias cuyo rostro estaba lleno
de arañazos y este delataba su enfado hacia la mujer pelirroja que el señor de
Tsu protegía.
-¿Es acaso una
broma?- Satoru levantó una ceja. -¿Cuál invitación señores? He visto ingresar a
mastines más peligrosos que la señorita- Aquello era en verdad el colmo.
-Ha sido una orden
expresa de la Duquesa- Se sirvió informar el segundo escolta, cuyo rostro
delataba la marca roja de una mano en su mejilla y un labio aparentemente roto.
–La ‘señorita’ no debe yacer más en la fiesta, solo importunaría a su alteza
con su presencia... una mujer de tan baja ralea no debe juntarse con la
Duquesa- Dijo con desdén.
-Aquí todos
conocemos el precio de sus favores- Sonrió con sorna el rasguñado.
-Es una prostituta
señor... permítanos llevarla lejos para que la fiesta de su hija no sea
mancillada- Afirmó el abofeteado.
-Hasta las
prostitutas merecen respeto señores, yo me encargaré de atenderla esta noche y
si alguno de ustedes osará desobedecer mis deseos, el señor Kruger sabrá de
estas majaderías- Dijo con total convicción un Satoru que no pareciera ya
afectado por el licor, un brillo oscuro titilaba en sus ojos sangría y solo por
mención del señor del castillo, los guardias obedecieron para volver a la
entrada principal. No dejarían que esa traicionera chica volviese a ingresar,
eso era seguro y ello no era ya un problema pues el señor Fujino se alejaba con
la joven para adentrarse en los jardines menos iluminados.
Tras una breve
caminata hasta la zona exterior del jardín y antes de llegar a las grandes
murallas del castillo, Satoru le indicó a la mujer de ojos limón, el tomar
asiento en una de las mesas al interior de una pérgola de madera y piedra, con
grandes cortinas traseras. Al interior también habían sido dispuestas viandas,
bebidas y gracias a la ventilación del quiosco, fogatas exteriores para
calentar el gélido lugar.
La mujer no pudo
preservar su silencio, pese a que si lo hizo cuando fue objeto de aquellas
falsos insultos. -¿Es usted... el padre de la joven desposada este día?-
-Muy a mi pesar
señorita- Musitó roncamente Satoru. –Si me dijera su nombre me sentiría
honrado, yo soy Satoru Fujino-
-Nao Yuuki, pero
ese es un nombre que aquí nadie podrá referir de alguna manera... he sido
borrada de Fukka como si hubiesen olvidado que nací aquí... ahora todos me
conocen como Julieth- Pero la de ojos verdes no parecía molesta por el hecho,
tal vez le aliviaba saber que nadie podía recordar su nombre y solo su nombre
artístico era una mejor opción.
Satoru escuchó las
palabras de la joven, aquello pareciera imposible, como podría un lugar con las
mismas personas olvidar un nacimiento, un nombre, una historia. Sirvió un par
de copas, tendió un plato con fruta y carne a la joven. –Coma por favor,
seguramente esos vándalos no le han permitido probar bocado-
Nao no lo había
pensado, pero no probaba alimento desde el desayuno en casa con la compañía de
la tía Midori. Sin decir demasiado comió de su plato por algunos momentos y
sorbió de su copa un par de tragos que le ayudaron a calentarse, pues el frío
había hecho un poco de mella en ella.
-¿Cómo ha podido
dar semejante orden la duquesa?- Inquirió el castaño con fingido desinterés,
era aquella una pregunta lanzada al aire que solo buscaba obtener algo de
información.
-Un pasado
desagradable mi Lord, es el tipo de cosa que no se apreciaría el día en que se
contraen nupcias- La pelirroja no dijo mucho, pero si lo suficiente para atraer
la curiosidad del castaño.
-¿Quiere usted
decir que la Duquesa ha... ha contratado sus servicios?- Se atrevió a referir,
no sabiendo que ello era una total indiscreción.
-No soy una
prostituta... que mi danza vuelva locos a los hombres o que ellos puedan ver mi
piel, no significa que hubiera dispuesto en bandeja de plata mis favores- Nao
frunció el ceño e hizo el ademán de marcharse del sitio.
Una rauda mano
evitó a la doncella una partida presurosa, Satoru le indicó tomar asiento
nuevamente e inclinó la cabeza. –Le imploro me disculpe... usted realmente no
parece ese tipo de mujeres, pero tampoco ha defendido su honra en presencia de
aquellos forajidos, que además han resultado ser unos mentirosos-
Complacida por la
actitud de tan distinguido señor, la Yuuki hizo caso a sus deseos, esperaba tal
reacción pero un poco de teatro había ido perfectamente en ese momento. -¿Qué
desea de mí señor? Me parece que esta muy inquieto, no me ha echado como todos
los que me cruce en la fiesta solo por la mención de mi reputación- Nao miró
con más detenimiento al padre de la sacrificada mujer cuya suerte había
reemplazado, se adivinaban muchas canas en un rostro no lo suficientemente
anciano. –El precio de su hija lo agobia severamente, un año ha pasado y usted
parece haber envejecido diez-
Los ojos rubíes
miraron estupefactos a la mujer -¿Es acaso adivina?- Existía la posibilidad, no
creía mucho en esas cosas pero estaba claro que esa jovencita sabía demasiado
para ser de preocupación. -¿Cómo sabe eso?-
-Porque mi madre
padeció lo mismo que usted, vi en sus cabellos cernirse la blanca nieve de la
edad... aunque muy pronto para ella.- Nao sonrió ladinamente, la expresión de
ignorancia en su interlocutor le divertía en sobremanera, pero encontrar un
aliado contra las bestias de Fukka, merecía cualquier sacrificio, después de
todo, ella no tenía más que perder. –Yo fui la mujer seleccionada para desposar
a la Duquesa antes que su hija tuviera tan infortunado destino, fui comprada de
la misma manera, el mismo plazo de un año fue estipulado para la boda... “incluso fingió quererme y protegerme, todas
esas mentiras, todos esos sueños que fueron arrebatados con una estocada
mortuoria y sus falsos besos, esos que todavía me corroen las venas”- Los
labios rosáceos se apretaron entre los dientes hasta hacerlos sangrar, con una
mueca de rencor, el fino rostro que se descomponía colérico, incluso...
demente.
-¿Cómo es eso
posible?- Satoru comprendió que antes que él, otros habían vendido su alma a
los demonios que ahora se miraban victoriosos a costa de su inocente hija.
Veía la mujer frente a él, hermosa como
pocas, humillada y rebajada a ser la comidilla del pueblo, deshonrada y
marchita pese a su juventud. Temeroso miró el balcón de la habitación de la
lobuna ¿Acaso sería el mismo destino para su hija?
Nao sonrió –Me
parece que usted lo ignora todo de su consuegro, no sabe con quien ha desposado
a su hija y es una pena que nadie tenga el valor para advertirle de ello-
-Si usted lo
hiciera estaría eternamente agradecido-
-Señor Fujino, el
agradecimiento es algo que no tiene valor en estos días... solo el oro y las
joyas pueden comprarlo todo ¿No es así?- Nao no era tonta, no tenía porque
revelar algo que tanto sudor y lágrimas de sangre le había costado. En su vida
solo dos cosas tenían valor, la venganza y el dulce metal del dinero.
-Siendo así, creo
que podemos negociar un acuerdo beneficioso para usted y para mí... obtendrá
tanto dinero que no podrá gastarlo en toda su vida, por ahora me ofrezco a ser
su benefactor... no me gustaría ver a mi aliada danzando ante los voraces
animales de Fukka y sus alrededores- Satoru comprendió que una alianza con
Julieth sería más provechosa, ya que ella contaba con algo de lo que él carecía
y era... información.
-Solo un agudo
negociador podría ver la trampa en sus palabras, mi Lord... empero yo me he
visto rodeada de las personas de la más terrible calaña, así que solo podré
acordar algo con usted, si antes me habla de cómo obtendrá tan jugoso botín- La
pelirroja miró con interés al hombre frente a ella, sorbió de su copa. –Solo
entonces le revelaré todo cuanto sé-
-Milady... ahora es
bastante conveniente que mi hija haya desposado a esa criatura... enviudar
resultaría grandemente jugoso para la ocasión- Musitó Satoru sopesando ahora
ese detalle que antes paso por alto.
-No me tome por una
tonta o peor aun, una ilusa, cuando enviude su hija, sin descendientes en su
haber, es claro que la fortuna retornará a las manos de Lord Kruger y para dos
mujeres es imposible procrear... empero sin hijos no hay fortuna esa es la ley
de Fukka- nao extrajo una lima de su pequeño bolso y comenzó a cuidar de sus
uñas, realmente se había topado con un idiota, por otra parte estaría lo
suficientemente arruinado para haber vendido a su hija, hablaba con un
donnadie.
-Una ley tan
absurda no pudo haber sido aprobada por el Rey- Satoru miró abrumado a la joven
¿Le tomaba el pelo? No conocía ninguna ley semejante en el país.
-Fukka es un
enclave, una tierra con un reinado propio, solo que dentro de otro reino,
¿Acaso no se ha preguntado por qué tienen una guardia, un ejercito completo?
Realmente es usted muy inocente- Negó con la cabeza soplando un poco sus dedos.
-Tal parece que si
me serás de utilidad- El Fujino comprendió que las reglas allí no eran las
mismas y necesitaba saber como manejarse en ese lugar, a fin de cuentas no
volvería a Tsu sin haber completado sus planes. –“Ese matrimonio caerá por su propio peso, de no serlo... yo ayudaré un
poco”-
-La mitad del
botín... eso me dará por lo que he de decirle, además de mi colaboración en
todo esto- Apuntó la de ojos verdes antes de decir nada más.
-¿Qué?- Pedía
demasiado, aquello era una suma de lo más extravagante.
-Eso o nada...-
Concluyó su copa. –Tal parece que usted quiere vivir el resto de su vida a
expensas de las migajas de la mesa del Kruger- La mujer guardó la lima dando
por concluida la conversación, ese hombre no había valido ni su tiempo, ya
sabía porque la joven Fujino había terminado en brazos de Natsuki –“El solo pensamiento es horrendo”-
-¡Esta bien! Tendrá
la mitad- Se apresuró a decir Satoru, notando que no le quedaban más opciones.
-Tenga presente que
estoy rodeada de gente peligrosa y si usted osa engañarme... tengo varios
pretendientes dispuestos a cebarse en usted- Volvió a sonreír antes de ser ella
quien volviese a servir las copas de los dos.
El castaño tragó
saliva y luego asintió, sabía bien que meterse con ese tipo de mujeres era muy
riesgoso, Satoru ya lo había hecho y mucho le costó librarse del peligro, fue
entonces que conoció los servicios de Smith. –Ahora dígame todo cuanto debo
saber-
-Antes que nada...
para que la viuda sin descendencia obtenga la fortuna de su espos...a, no debe
haber vivo ningún otro heredero, así que debe esperar a que Lord Takeru
fallezca y eso será pronto-
-¿Pronto?- Satoru
miró con interés a la dama.
-Las bestias de
Fukka nunca han supervivido mucho tiempo... de hecho, es curioso que el Duque
siga con vida- Nao decía aquello cual tip histórico, sin darle demasiada
importancia.
-¿Acaso sufren
alguna enfermedad?- Preguntó más que contento, sería como quitarse una piedra
del zapato. -¿Acaso dijo bestias?- El ojirubí levantó una ceja tremendamente
confundido.
-Nadie lo sabe,
pero es así desde hace más de 400 años, cada Kruger que ha habitado este
castillo, ha muerto a una edad temprana...- La pelirroja levantó los hombros
con desinterés. –El Duque Kruger X es el que más tiempo ha vivido, según mi
tía... cada uno ha muerto en desconocidas circunstancias y solo otro miembro de
la realeza les ha reemplazado, ya que ningúno ha tenido descendencia hasta Lord
Takeru, el único capaz de traer a semejante adefesio al mundo-
-¿Por qué?- No es
que el castaño quisiera contrariar, era de lo más útil que el Duque falleciera
joven, sin embargo se le notaba con una salud de hierro, de enfermedad no sería
aquello.
-¿Los ha visto sin
la mascara?- Ante la pregunta de Nao, Satoru no tuvo más opción que negar, ya
quedaba en el olvido la ocasión en que la retiró la mascara de Natsuki aquel
día de luna llena, en la mente del mayor, aquel rostro angelical no tenía
cabida, solo podía ceñirse a la idea del monstruo que tocó su puerta un mes
atrás. –Son monstruos, ninguna mujer en su sano juicio se acercaría o traería
un vástago a esta tierra maldita... así que lo lamento por su hija, ahora mismo
debe estar viviendo una pesadilla-
El corazón del
padre se contrajo de nuevo, había olvidado a su Shizuru con la extraña
conversación, pese a todo era una suerte, no podrían concebir nada siendo
mujeres y ya vería el modo de compensar a su hija el resto de su vida por cada
difícil momento que le hizo pasar. –¿Qué son esas cosas?-
-Criaturas...
malditas- Esta vez el tono burlón se apagó. –Hay muchos relatos sobre ellos,
figuras de lobo que atacan el poblado en la noche... esa horrenda máscara solo
puede recordar a los temerosos habitantes de Fukka, el terror y el miedo que ha
sembrado la familia Kruger, porque solo el pavor que causan es la fuente de su
poder... quien les teme no se sublevará nunca y todos aquí somos esclavos de
tiranos sin corazón- La voz de joven estaba plagada de rencor y sus ojos
anhelaban venganza. -Algunos creen que beben la sangre de las personas para
obtener gran fuerza y agilidad, otros afirman que pueden desmembrar a un
caballo de un solo zarpazo- Mientras Nao musitaba las creencias en el poblado,
Satoru recordaba cada momento, dando peso de verdad a lo dicho por la dama, las
garfas que cortaron la cuerda de su horca, las habladurías sobre como Kuga
había levantado el tornillo de la prensadora él solo. –Sus tonadas hacen que de
la tierra nazcan los cardos y las enredaderas, marchitan todo si así lo
desean... por eso nuestra tierra es árida e incapaz de producir fruto alguno,
solo esta tierra es fértil ¿No le parece particularmente conveniente? Nos matan
de hambre, nos hacen temer... Fukka ya pronto parecerá un pueblo fantasma-
El Fujino sopesó
las circunstancias, ciertamente no había visto cultivos ni sembradíos, solo los
horripilantes bosques en los que fueron atacados por aquella extraña ave ¿Cómo
había podido salir victoriosa Natsuki? –Los monstruos... están... ¡Están a su
servicio!- Aun con esas extrañas habilidades, era imposible que solo una tonta
joven pudiera derrotar a un monstruo de tal magnitud ¿Qué mejor forma de
mantener el terror? Enviar monstruos de vez en cuando para mantener a raya
cualquier revuelta, en verdad le había vendido el alma a un demonio. –Ahora se
hace más difícil eliminarlos-
-No es así, he
logrado negociar con las gentes humildes de Fukka, aquellos alejados de la
gracia de los Duques, todos los relegados al olvido de sus monarcas... muy
pronto nos levantaremos en armas, pero es necesario que su hija nos sea de
utilidad-
-¿Mi hija?- Tras la
alegría de la posibilidad que suponía derrocar a la familia Kruger, labor que
financiaría sin reparos, escuchar la mención de su Shizuru en los peligrosos
planes le hizo temer.
La Yuuki asintió
enérgicamente. –Ahora ella es muy valiosa, con los votos pronunciados se ha
iniciado el correr de las arenas del tiempo para esos monstruos... intentarán
todo por librarse de su aspecto y preservar los privilegios de su noble cuna,
seguramente Natsuki usará la belleza de la hermosa Fujino para obtener la que
le ha robado la oscuridad-
-¿A qué se
refiere?- Algo de aquello le sonaba más a un ritual propio de los cuentos de
terror leídos en su juventud, pero con las cosas sobrenaturales que había
visto, ya nada sería descartado por Satoru.
-¿Por qué piensa
usted que han pagado tal precio por su hija? Me temo que los placeres que pueda
ofrecer la señorita en el lecho no valen tanto...- Sonrió divertida, antes de
negar con la cabeza. –La señora Kuga, la madre de Natsuki enfermó
misteriosamente, la vi languidecer durante mucho tiempo hasta que falleció hace
tres años ¿Acaso desea el mismo destino sobre su hija?-
-¡De ningún modo!-
Aun con todo Satoru desconfiaba, le aterraba la idea de ver a su hila palidecer
bajo el influjo de alguna enfermedad maligna. –Pero ¿Cómo puede asegurarlo? Que
la Duquesa desea a mi hija para tan terribles fines- No podía ser tan buena
actriz aquella joven, fingir aquella adoración ante Shizuru, tal falsedad solo
podía aumentar su cólera con aquella familia.
-Una familia tan
antigua, como honorable... ha sabido revelar esta información, créame que mi
aliado esta tan interesado como usted en ver la caída de la familia Kruger-
Afirmó Nao, antes de ponerse de pie. –Nos veremos en otra ocasión... por ahora
esta al tanto de nuestros planes, una revuelta será el medio perfecto para
derrocar a esos monstruos-
El castaño
contempló a la joven que se alejaba de la pérgola con paso tranquilo, miró su
espalda y quiso preguntar algo en extremo importante. -¿Por qué? ¡¿Por qué la
odias tanto?!-
Julieth se detuvo y
miró de soslayo al castaño. –Eso no le incumbe... es suficiente con lo que le
he revelado- La verde mirada se ocultó bajo el rojo de su melena. –“La familia Kruger se deshace de todo
aquello no le es útil... por tu culpa Natsuki, yo perdí a mi madre... algún día
sentirás el mismo dolor que yo, porque yo voy a arrebatarte lo más valioso”-
Una lágrima tintada de negro bajó por la pálida mejilla, pero nadie pudo ser
testigo del dolor hecho llanto en el rostro de Nao Yuuki.
.
.
.
Ambas yacieron petrificadas ante las circunstancias. –Si
mueve un músculo, yo no dudaré ni un instante clavar este puñal en usted- La
voz temblorosa de Shizuru le llegaba como un golpe directo e incapaz de
procesar lo que pasaba, entendió que todo por lo que había luchado estaba
desecho entre sus manos. ¿Cómo suplicar perdón por su bajeza? No alcanzaría ninguna
palabra o acto para borrar todo cuanto había hecho...
Shizuru contemplaba
estupefacta la maldita máscara que inexpresiva escondía la faz de la otra, solo
el cese de sus toscas caricias así como la inmovilidad de Natsuki, le daban una
idea del despertar de la joven ante la toxica flor de fuego, una droga
delirante que despertaba los más febriles sentidos en las personas y les
sumergía en una idílica imaginación, en una turbia fantasía. Solo por ello no
le había decapitado sin contemplación, aunque el instinto le gritara hacerlo y
su rostro no ocultara el impulso que su mente mantenía a raya, oh... si su
mente fuera débil una tragedia hubiese acontecido, eso lo tenía claro.
Sin embargo la
solicitud venida de la voz de Natsuki, no la previno ni por un momento su lado
más racional. –Hazlo, libérame de mis ataduras- La melena negra se deslizó ante
la ligera inclinación que pretendiese esconder el rostro enmascarado, y
sorprendida se vio la mejilla de la castaña, por el tibio roce de una gota, y
otra, pronto una cascada nacería de las esmeraldas sollozantes que la Fujino no
podía ver, más un aliento fue contenido y no precisamente por alguna de las dos
absortas en el dilema. Las lágrimas de Natsuki atravesaban la porcelana como si
no existiese y se posaban sobre la piel del rostro abrumado de Shizuru.
Los ojos de fuego y
rubí se abrieron amenazando salir de sus cuencas y un tremendo nudo se formo en
su garganta. -“Natsuki me pide que...
que... ¡De ninguna manera! No ha sido su culpa... sé que no, ella no hubiese
actuado de la misma manera en otras circunstancias”- Tras lo que parecieron
eternos segundos, la voz de Shizuru se escuchó en el silencio del lugar.
–Natsuki... Natsuki no puede pedirme algo como eso y si de alguna forma ha
pretendido con sus acciones lograr el merito de una salida cobarde... ha
elegido mal a su verdugo... yo solo quiero, que se levante y me permita cubrir
mi desnudes-
Nunca le habían
dicho cobarde, no a ella que enfrentara monstruos horripilantes desde la edad
más tierna, pero eso era ¿No es así? A la par tampoco conocía una manera
diferente para saldar la deuda que su locura había causado. Con el tormento de
sus cavilaciones, obedeció mecánicamente los deseos de la mujer cuya arma ya no
ponía en riesgo su existencia. Desvió la mirada para darle la privacidad que le
había robado con sus rastreras manos y sus ojos impúdicos, abandonó el lecho
cuidando como mejor le era posible controlar el temblor de sus rodillas y acudir
por un par de artilugios médicos para limpiar el corte en la mano de la
castaña. Al volver con una caja de madera sintió el temor de Shizuru a su
cercana presencia, cuya daga aun reposaba sobre las sabanas, manchándolas del
escarlata que había salidos de sus pieles.
-No... no conozco
una manera diferente para la falta... la bajeza que he cometido esta noche...
¿Acaso suplicar tu perdón sería suficiente? ¿No es justo un castigo por mis
acciones?- Temerosa de acercarse, la lobuna se postró de rodillas a los
desnudos pies de la hermosa Shizuru, cuyo cuerpo estaba cubierto por el blanco
de la sabana. –Entonces suplico tu perdón... por favor, perdóname- Con su suave
voz, postrada ante ella hizo lo que nunca antes en su vida, pedir la redención
a quien amaba y daño había causado. Pero bien sabían las dos que sus meras
palabras eran insuficientes y el silencio de Shizuru supuso en la mente de
Natsuki, un tácito rechazo.
La Kruger se
mantuvo a una prudente distancia, aunque el inclemente efecto de la droga en su
ser no hubiera menguado ni un poco, el estupor de perder el control era por
mucho superior, no aceptaría ver nublado su juicio nuevamente. –Por favor... al
menos, deja que limpie esa herida... solo para eso he de acercarme, por piedad,
deja que la cure-
El arrepentimiento
en la voz de Natsuki no era suficiente para Shizuru, pero algo en su interior,
más allá de la dificultad que le suponía esa lejanía que impuso con el arma, le
decía que esta vez sus palabras eran sinceras. La castaña abandonó la mano cerca
de la empuñadura y se posó sobre las de la pelinegra, quien con suma devoción,
limpió y vendo rápidamente, para apartarse tan pronto culminó su tarea. Notando
la castaña que la pelinegra se arrastraba lejos de ella hasta un rincón del
muro. -¿Acaso la terquedad de Natsuki le impedirá limpiar la suya?- Shizuru no
dejaba de cuestionarse si todo lo que haría su acompañante esa noche sería
autocastigarse de esa manera ¿Tanta era su tristeza? Suspiró resignada, a fin
de cuentas estaba bien ignorar los ruegos de su cuerpo ansioso por la toxina, y
procurar el sueño que todo lo cura, esperando olvidar, pues sabía que ella no
osaría tocarla por puro temor a su propia debilidad.
Empero en los
minutos siguientes de reposo en el lecho, el enfado de Shizuru se fue apagando
y la idea del llanto de la bestia no cesaba de atormentar sus pensamientos, su
silencio además era perturbador, ni su respiración podía ser escuchada en el
recóndito rincón en el que se había apartado a si misma ¿Tendría frío? ¿Quién
en su sano juicio deja los ventanales abiertos en pleno invierno? Pero de nuevo
su mente vagaba sobre la última mirada que le dio, ciertamente en esa postura
la chica no se antojaba amenazante. -“Si
realmente dice amarme, ¿no es ya suficiente castigo el de su propia consciencia?”-
Reflexionó un poco más. –“Ha sido
todo a causa de esa bebida... o es tanta su urgencia por... ¿Yacer conmigo?”- Cuanto
más pensaba al respecto, más confusa se sentía Shizuru y más preocupada por el
constante silencio que era apenas disminuido por el silbido del viento entre
las cortinas.
Así pasaron otros
insoportables minutos de incertidumbre, hasta que escuchó el sonido de los
ventanales ser cerrados por alguna mano oficiosa, uno a uno. Posteriormente e
incapaz de soportar su curiosidad, la castaña volvió la vista hacia el sitio
del que provenían los sonidos, encontróse con una silenciosa Natsuki ocupando
la chimenea, en la cual iniciaba una fogata, la observó en silencio hasta que
se encontró de lleno con la máscara blanca. Natsuki dio dos pasos atrás,
enredándose con el atizador de metal y tropezó hasta caer de sentón en el
suelo. Shizuru no pudo contener sus risas, y por un momento, todo pareció
olvidado, se levantó de la cama cubriendo su desnudes, a sabiendas de cuanto
tentaba a la suerte.
-Lo... lo siento...
no quería despertarte- Natsuki se levantó rauda del suelo, abochornada a pesar
de la porcelana en su cara. –Pero no quería que pasaras frío-
-Ara, entonces
Kruger-san ¿No lo ha hecho por su propia conveniencia?- Inquirió la castaña levantando
una ceja, hablar así, tomar el control de alguna manera, era indispensable para
cumplir su cometido, aun pese a todo, bajo la tela preservaba la daga en su
mano.
-No me preocupa el
frío... no por mí. Yo nací en Fukka y mi piel tolera muy bien las inclemencias
del clima propio de esta zona- Natsuki le hablaba, pero por cada paso que la
ojirubí daba cerca de ella, la lobuna retrocedía dos. –Siempre están abiertas
mis ventanas, aun en invierno- Explicaba aunque de alguna forma intentaba
ocultar su rostro de ella ¿Cómo si la labor no la cumpliese ya el artefacto en
su rostro?
Shizuru frunció
levemente el ceño. –Retira esa cosa de tu rostro- Secretamente, detestaba el
artilugio porque a diferencia de la anterior máscara, esta escondía los ojos de
su... esposa. La Fujino volvió a memorar sobre la promesa hecha una horas
atrás, sabía que como cualquier mujer tampoco había cumplido su palabra ¿Y si
esa extraña manera de hacer el... el amor, era lo verdaderamente real y no esas
fantasías idílicas de los libros? Entonces habría amenazado a la joven, que
estaba en todo su derecho de poseerla. Pero esa no era la manera ¿Verdad? No le
gustaba imaginar que si fuesen los matrimonios, porque de solo pensar en sus
padres, la idea se antojaba aborrecible.
Natsuki respingó
ante la orden, porque aquello no era otra cosa que una orden. –Conoces lo que
hay detrás y mi rostro... no te ha sido grato, por favor... no me pidas eso-
Los ojos rubí
miraron con reto a la pelinegra, claramente no había añadido un por favor a su
solicitud, pero ello no evitaba que la castaña sintiera magullado su orgullo.
–Ara, Natsuki se niega a cumplir mi único deseo ¿No es un poco cruel de su
parte?- Con un mohín de enfado en su clara faz, la hermosa castaña se acercó a
paso sigiloso a su joven esposa. Natsuki no sabía lo que le subía pierna arriba
e ignoraba que no cumplir la voluntad de Shizuru sería algo perjudicial para la
salud.
-No... no es que no
desee cumplir cada solicitud de Shizuru, es solo que... esta es perjudicial
para ella- Un sudor frío le bajaba por la nuca y ya nada tenía que ver con el
brebaje de la flor de fuego que se diluía lentamente en sus venas, el instinto
le gritaba peligro por todas partes, pero no habían Orphans por ahí, de eso se
estaba encargando su padre... solo estaba en su cuarto en su noche de bodas,
con una Shizuru apenas cubierta por sabanas, que además le dedicaba una mirada
atemorizante ¿Qué peligro podría ser ese?
Tan pronto como una
mano estuvo muy cerca de sujetar la pieza de porcelana en su cara, se percató
de que una batalla con dos Orphan furibundos, era un paseo por el jardín, en
comparación con una Shizuru enojada. Sus ojos verdes solo pudieron ver la
muñeca extendida a un lado, por la suerte de sus reflejos que le había evitado
la victoria inmediata a la Fujino, también notó la sabana moviéndose por el
abrupto movimiento y todo cuanto atinó a hacer, fue alejarse de la castaña a
paso veloz. Shizuru no pensaba en otra cosa que obtener el artilugio blanco a
como diera lugar, cegada por la idea de ver una vez más los ojos de jade, para
volver a contemplar los transparentes secretos de Natsuki, ¿Por qué la privaba
tan arbitrariamente de lo que más ansiaba ver de ella? ¿Acaso podría ese
antifaz sin hocico esconder otra cosa que no fuera un rostro de mujer?
-Como Natsuki no
cumpla pronto mi deseo, estará en serios problemas- Amenazó la Fujino señalando
acusadoramente a la joven, quien supuso en su fuero interno, que aquel era el
más extraño de los castigos que le hubieran proporcionado a sus faltas y sin embargo,
ser perseguida por la castaña no se antojaba una mala idea, de no ser por lo
inconveniente de perder la máscara que le regalara una Diosa vengativa.
Shizuru persiguió a
Natsuki por toda la habitación, sin ver menguados sus esfuerzos, pero si atropellados
por la larga sabana que se esmeraba por no dejar caer. Se vieron las caras
desde los lados opuestos de la enorme cama matrimonial, la castaña pretendió
rodear la cama, no sin intuir el movimiento de la pelinegra que se apresuraba a
subir en el lecho para llegar al otro lado, con un brillo malicioso en sus ojos
escarlata gritó el nombre de su esposa y fingiendo tropezar con la tela blanca
inclinó su cuerpo hacia el suelo, en el que esperaba caer dramáticamente y
solicitar la colaboración de la chica.
Lo que no imaginó
es que a una velocidad vertiginosa, que rayaba en lo surreal, la joven
enfundada todavía en su atuendo nupcial, yació bajo ella y la recibió con sus
brazos para abrigarla en su pecho, hasta que ambos cuerpos cayeron al suelo,
recibiendo la Natsuki el golpe en nombre de Shizuru. La originaria de Tsu
aguardo petrificada en el blando y cómodo cuerpo de su mujer, temerosa de que
otra escena como la anterior se repitiera. -¿Estás bien?- Fue todo cuanto pudo
oír de la suave y preocupada voz de Natsuki, que no movía ya ni un musculo de
su cuerpo para prodigarle la calma que tanto necesitaba.
Shizuru agradeció
en su fuero interno el haber dejado olvidada la daga en medio de sus
persecuciones, porque su mente temió por un segundo, la idea de que el
aditamento afilado en sus manos se hubiese clavado irremediablemente en la
morena bajo ella, terrorífica imaginación la suya de haber portado la daga, la
ojirubí cerró sus ojos con fuerza comprendiendo al fin, que no soportaba la
idea de herir a la joven Duquesa. Natsuki notó el temblor en el cuerpo de su
amada y pensó rápidamente que su repentina proximidad solo podría causar pavor
a la doncella, pero en cuanto pretendió retirar su cercanía, las manos de su
bella amatista estrecharon la blanca camisa entre sus finos dedos,
silenciosamente le vio negar con su cabeza. –No te apartes- La escuchó decir a
la par que levantaba el rostro de su pecho para buscar en vano sus ojos.
Shizuru tensó la mandíbula molesta con el endemoniado aditamento, olvidando muy
pronto su malestar, aprovechó la oportunidad que sin duda le daba el destino,
estiró las manos rauda, mucho antes de que las de Natsuki pudieran impedirlo
estando en su cintura y estando en aquella posición sobre su cuerpo, con los
dedos arraigados a la fría porcelana, se escucho en el silencio de la
habitación, como el lazo de la mascara de rompía y esta caía al suelo antes de
romperse.
Los ojos hechos de
esmeralda se abrieron desmesuradamente ante la idea de saberse descubierta,
mientras que una fugaz pero fuerte ventisca se arremolinaba en derredor de
ellas contra el rostro de Shizuru, el viento le obligó a la castaña a cerrar a
fuerzas los parpados, dando tiempo a Natsuki para cubrirse el rostro con las
manos y ver entre las hendiduras de sus dedos. La intervención divina le había
salvado el cuello en el ultimo instante y Mikoto, había violado su regla sobre
no intervenir en las acciones de los mortales, la Kruger lo supo en cuanto y de
forma sobrenatural, la fogata de la chimenea se apagó para negar su fulgor a
los ojos rubí. Mirada que buscó encontrar la imagen ansiada, pero los lánguidos
rayos de la luz de luna eran insuficientes en su labor, apenas iluminaban lo
necesario para saber que otra barrera de piel había sido interpuesta entre la
ojirubí y su objetivo.
-Natsuki Ikezu...-
Aquel “egoísta” estaba realmente teñido de malestar, la castaña se puso de pie
abandonando la cómoda posición sobre el cuerpo de la pelinegra y volvió al
lecho a tientas en la oscuridad, molesta apretujó la almohada, no sabía porque
un creciente nudo en la garganta quería robarle el llanto. -¿Por qué no puedo
ver el rostro de Natsuki?- Preguntó a la aparente nada y la caricia que le fue
prodigada a su hombro solo la irritó otro tanto, se negó a mirar entrujando un
poco más su rostro contra la almohada.
-Si Shizuru me ve
tal cual soy en la luna llena, entonces... todas mis esperanzas estarán
muertas, si pudiera comprender mi sufrimiento por no poder hacer realidad su
deseo, sabría que mi amor por ella no se extingue... pero me pide que renuncie
a la posibilidad de brindarle algo más en el futuro, la verdad y una salida...
renunciar a estar cerca de ella sin su temor a mi aspecto, porque ese sería el
castigo de una eternidad si Shizuru me viera- Las palabras plagadas de sinceridad
en la voz de Natsuki le hicieron mirar, si es que fuera posible con semejante
grado de oscuridad.
La Fujino se
sorprendió al saber que no había ya manos entre ella y el secreto rostro de
Natsuki, solo sombras crueles, ligeramente apartadas por la languidez de los
reflejos de luz lunar en el suelo y sorprendida supuso que alucinaba la imagen
de la mujer en sus sueños... esa cuyo rostro conocía y no conocía, la ninfa del
bosque, la sirena del lago de hielo. Sombreados pero finos sus pómulos
delineados en la difuminada oscuridad, cejas delicadas y negras como la noche,
incluso más azabaches, apenas atisbaba la respingada nariz que por la forma de
su sombra se antojaba hermosa y más maravillada estaba por el brillo esmeralda
que había extrañado más de lo admisible a lo largo de aquel día. Shizuru se
permitió a si misma soñar despierta, estaba cansada de la negación, de la
expectativa que había puesto en esa noche y se atrevió a creer por un momento
que su amor de fantasía y la persona a la que había desposado eran la misma
mujer, el mismo objeto de sus más íntimos deseos.
Shizuru se puso de
pie, alejándose de la comodidad del cuerpo de la otra que le sirvió como
colchón. –Ve a la cama... reposa sobre ella- Ordenó con tono neutro y Natsuki
caminó hasta el lecho sin comprender, pero más le valía obedecer, habiéndole
negado a la castaña su único deseo.
Aun en la
oscuridad, las esmeraldas que eran sus ojos le permitían ver todo con claridad,
era una habilidad necesaria para enfrentar a los Orphan en el bosque, pero que
para momentos como ese resultaba de lo más práctico. Su esposa se acercó a los
despojos de sus atuendos de boda, tomó
todas las prendas y las depositó con delicadeza sobre la mesa al lado de
la copa, luego a tientas y en la oscuridad tomó el filo de la daga entre sus
manos. La Kruger tragó saliva imaginando que todavía se atreviera a usarla, se
llevó los dedos al cuello rozando con sus dedos la herida, contuvo una queja en
su garganta aun considerando poco el daño recibido, si le castigara otro poco
lo toleraría a cambio de su perdón. La vio volver con la cinta y la daga cada
una en una mano, el arma filosa volvió a yacer bajo la almohada y la cinta...
el lila de seda permaneció en las manos de Shizuru.
La dama dio la
vuelta a la cama de doseles, con pasos lentos de sus pálidos pies sobre la
alfombra, se puso en el borde del lecho muy cerca del espacio que Natsuki
ocupaba, completamente rígida y asustada de tenerla cerca, la pelinegra odiaba
que su autocontrol flaqueara de semejante manera, maldita sabana que pretende
caerse para dar mejores vistas de los pechos de su esposa. Un respingo
sobrevino en la pelinegra cuando los dedos de Shizuru exploraron su cuerpo en
busca de sus manos. En cuanto la castaña las encontró, dirigió sus rubíes sobre
la oculta faz de Natsuki y esta sintióse inmediatamente inmovilizada ante la
penetrante mirada que le era dirigida. La Fujino elevó sus manos junto con las
de Natsuki hasta el intrincado espaldar de la cama, compuesto por barandas y
esculturas de la madera, sin saber a que se debía aquel extraño acontecimiento,
las esmeraldas se perdieron en las hermosas facciones de Shizuru y sus labios
dejaron escapar sus suspiros, y así el divino tacto de aquellos dedos, se
detuvo algunos momentos después.
Muy tarde
comprendió la lobuna, que su esposa le había inmovilizado más que solo con la
vista, en cuanto quiso bajar sus manos sintió la suave pero firme atadura de la
seda que componía la cinta lila. Sus ojos se abrieron desmesuradamente y rauda
forcejeó como acto reflejo, hasta sentir la presión del amarre.
-Cuanto más jales,
más apretado sentirás el nudo- Informó la castaña con una sonrisa, mientras se
disponía a ocupar su lado de la cama.
-Shi... Shizuru,
¿Realmente lo crees necesario?- Cuestionó Natsuki, comprendiendo que a ese
ritmo no sentiría sus manos, ya que tras jalar con fuerza un par de ocasiones,
el nudo le estaba estrangulando las muñecas. Natsuki obvió por completo que
Shizuru era una mujer del campo y conocía ataduras muy eficientes.
La ojirubí cubrió
su cuerpo con las abundantes sabanas y mantas, le dio la espalda a su
recientemente esposa y procuró conciliar el sueño. –Oi... ¡Oi! ¿Shizuru?
¡Desátameeee!- Pero la aludida hizo caso omiso de las repetidas ocasiones en
las que su nombre fue musitado por la joven amarrada.
Después de varios
minutos de incesante parloteo y otros tantos de silenciosa resignación, la
pelinegra comprendió que su amada castaña se había dormido, pues su prolongado
mutismo solo podía significar eso. –Lamento... lamento que tuvieses que tomar
estas medidas, me odio por hacer de esta noche la más horrible de todas...-
Susurró a la nada, intentando acercar un poco más su cabeza hasta el espaldar y
así disminuir la tensión en sus doloridas muñecas. Natsuki cerró los ojos,
esperaba que el dios de los sueños se compadeciese de ella, entre el sudor y el
cosquilleo al parecer sempiterno en su vientre y la cinta lila cortándole la
circulación, la tarea de dormir se antojaba imposible. La lobuna solo podía
denominar como algún tipo de tortura, la situación que estaba viviendo y la
frustración sentida solo aumentaba su creciente malestar. ¿Cómo pudo
convertirse su noche de bodas en semejante infierno?
Lo cierto es que
Shizuru tampoco podía conciliar el sueño, las sabanas la asfixiaban, su cuerpo
esperaba ansioso el continuar lo detenido y las palabras de Natsuki le
taladraban la mente, realmente las había escuchado. Después de una hora de
tenso silencio y cuando pareciera que Morfeo le llevaría a su mundo, la castaña
escuchó extraños sonidos, la respiración de la pelinegra se agitaba
intempestivamente.
De soslayo y
moviendo con extrema lentitud su cuerpo, para no delatar su estado insomne,
Shizuru logró ver lo que acontecía en el lado de Natsuki. La pelinegra yacía
quieta en la cama, pero la delineada sombra de su pecho se movía presurosamente
de arriba abajo, en un precipitado estado es asfixia. Asustada por la idea de
alguna intoxicación con el brebaje consumido, pues la flor de fuego tiene una
consistencia aceitosa y por ende, gran parte de la dosis había sido bebida por
Natsuki, se dio la vuelta para ver más de cerca de su esposa en medio de las
sombras. Acarició el rostro notando una elevada temperatura en la piel blanca,
pero también la tibia humedad de algo que antes inundó sus mejillas. –“¿Llanto? Ha llorado en silencio todo este
tiempo”- Elevó la mano hasta su frente y en ella notó el sudor, aquello era
realmente preocupante.
-¿Natsuki?- Se
atrevió a preguntar cerca de su oído. Pero ninguna respuesta le fue dada...
Shizuru se apresuro a salir de la cama, necesitaba agua para enfriar a la
joven.
-No... no te vayas,
por favor- Pero la voz grave al fin le dirigió la palabra. –No me moveré, no te
haré daño de nuevo, lo... lo juro-
-Ara, Natsuki juega
con mi preocupación por ella- La castaña bufó con un mohín que imaginó, no
sería visto por la otra atada en semejante oscuridad.
-Entonces Shizuru
tampoco debe preocuparse- Natsuki volvió la vista a otro lado, sobre las
ventanas cerradas. –Vuelve a dormir... por favor-
La castaña no pudo
obedecer, ahora sentía culpa, tenía que hacer algo o realmente no podría dormir
en toda la noche. –Solo conozco un modo de apaciguar el efecto de la flor de
fuego- Susurró esperando no ser escuchada, se debatía entre el deber y su...
desagrado por la idea, que para el momento era escasa.
Shizuru extrajo la
daga bajo la almohada, se deslizó sobre el lecho y tomó asiento sobre la cadera
de Natsuki, cuyos ojos amenazaron con salirse de sus cuencas. –Shi... shi...
¿Shi...zuru?- Preguntó temiendo otro arranque de cólera.
-Quédate muy
quieta- Shizuru enfocó la vista lo mejor posible dadas las circunstancias,
acercó lentamente el filo al pecho de la pelinegra cuyo aliento contenía y al
parecer no solo ella lo hacía.
-Pe... pero-
Natsuki intentó persuadirla, ¿Acaso quería torturarla antes de... matarla? La
hoja afilada estaba tan cerca de la tela y de su pie, que de respirar
nuevamente la cortaría.
-¡Quieta!- Ordenó
otra vez la de ojos rubí, posando esa mirada hipnotizante sobre la lobuna.
Natsuki cerró los
ojos y se quedó tan quieta como le fuera posible, ¿Imploraría por su vida
cuando horas atrás le había solicitado a la castaña su libertad? No, no
suplicaría por eso, ¡jamás! Sintió el frio del metal en la piel, el corte lento
y metódico, el sonido que todo lo rasga y pensaba cuan imposibilitada estaba
que ya ni dolor era capaz de sentir.
-Listo- Escuchó la
voz de esposa, parecía complacida, que decir. Natsuki solo sentía el aire frío
en su torso, incrementado por lo que seguramente era la humedad de su sangre.
Una ironía en verdad, no moría con el honor de un batalla contra un Orphan, lo
hacia bajo las gráciles manos de la bella de Tsu. -¿Natsuki?- Preguntó Shizuru.
-¿Acaso te hice daño?-
El sonido del metal
que es arrojado sobre el suelo y repentinamente, los tibios dedos sobre su
piel, dedos crueles que recorren el frío de sus heridas, realmente Shizuru
quería torturarla no evitaba pensar la Kruger... un momento ¿Por qué no le
dolía si estaba herida y sangrando? Esos dedos no lastimaban, de hecho no
sentía ardor, se sentía bien... muy bien... y la humedad ¿No era sangre?
¿Entonces que era?
¿Qué hacían esos
dedos en sus... pechos? Gimió, con un gritillo tan agudo y femenino que a ambas
sorprendió. –Ara, no sabía que Natsuki tuviera sonidos tan lindos- Estaba claro
para Natsuki que era urgente abrir los ojos, porque eso se escuchaba muy cerca.
-¡Shizuru!- Que
hondo sonrojo, una suerte ser oculta por la noche. Natsuki no pudo reclamar, no
cuando la cadera de la castaña se movía contra la suya, aun con el pantalón le
parecía que algo húmedo se fundía entre las dos. -¿Shi... que hace Shizuru?-
Abrió los ojos pero solo podía ver la melena castaña sobre su rostro, era una
cortina que todo lo cubría.
Otro movimiento,
más largo y profundo sobre la sensibilidad de la pelinegra le vino como
respuesta, y en su oído con un aliento que le estremeció, volvió a escucharla.
-Castigar a Natsuki- El rubí, intenso y febril se encontró de nuevo con la
esmeralda estupefacta. Natsuki pensó que una leona le observaba porque no cabía
mejor comparación, las hondas de la melena castaña caían libremente en el marco
de ese rostro perlado por el sudor, de esos labios de carmín que tan cerca, más
cerca, acallaron en los suyos cualquier queja. La lobuna al fin lo supo, no era
sangre en su piel, era sudor, no eran heridas, era la textura del metal en su
sensibilidad demasiado frío para causar ardor, no era una tortura... solo
alcanzaba el cielo con las manos, aunque esas las tenía muy bien atadas.
El deseado pero
inesperado beso vino de sus labios, de las manos que cuidadosas le atrajeron
sujetando sus mejillas, acariciando con su el pulgar su barbilla y mandíbula,
más solo de los ojos que supo cerrados y entregados a ese momento. Natsuki no
pudo más que ceder ante su mujer por cuyo deseo no se extinguía, pero que había
jurado controlar de una mejor manera, solo por no verla apartada nuevamente.
Sintió los dedos de Shizuru en su nuca, acariciándola y llevando a ella
mensajes eléctricos, gentiles, mientras sus labios le buscaban con dulzura,
presionando a los suyos para abrirse paso en un exploración que abriría sus
sentidos a un sin fin de nuevas sensaciones.
-Hoy Natsuki...
será mía- Hablo la voz melodiosa pero más sensual jamás escuchada, mientras su
boca, bajaba a besos por su barbilla, por su cuello, por su clavícula.
-¿Shi...zuru es...
estás bien?- Pregunto Natsuki, sin evitar un jadeo delator. Lo cierto es que la
mujer que se balanceaba sobre su cadera en movimientos que solo incrementaban
su ansiedad, ningún parecido tenía con la recatada chica que conoció en Tsu. La
Duquesa no entendía a su amada esposa, ¿Por qué del rechazo pasaba a esa
dulcísima pasión? ¿Acaso le enseñaba una mejor forma de amar? ¿Era amor lo que
sentía en el tacto suave que la castaña le prodigaba? Porque en verdad lo
parecía.
-Per...
perfectamente- La bella respondía interrumpidamente entre besos, a la par que
sus manos le acariciaban el pecho, cuya turgente corona se antojaba una manjar
para gustar con su boca, y así lo hizo, dotada por la sabiduría del instinto
natural, del deseo inconmensurable... la castaña no pudo más que estrechar los
rosáceos pezones de la pelinegra, uno con sus labios y otro con sus dedos. Un
roncó suspiró se escapó de la prisión de la garganta de Natsuki quien no pudo
reprimir un temblor en su cuerpo y arrojó su cabeza hacia atrás sobre la
almohada, realmente la castigaba y le regalaba la dicha plena, malditas
ataduras que le impedían el poder tocarla. La pelinegra ya cruzaba las piernas
a pesar de contar con el peso de las caderas y los hermosos muslos desnudos,
que no cesaban ese movimiento capaz de enloquecerla.
Sin perder de vista
las reacciones de Natsuki, Shizuru bajo su mano hacia el inoportuno pantalón
que tanto le estorbaba a sus cometidos, más encontró una anónima resistencia en
el cinturón de zafiro que sujetaba la prenda. Los dedos de la castaña buscaron
diversos mecanismos sin que ningúno fuera efectivo, exasperada ante la
circunstancia y lamentando abandonar los femeninos pechos que su boca recorría,
se apartó para mirar más de cerca el objeto.
-¿Qué es esto? ¿Un
cinturón de castidad?- Cuestionó de lo más molesta, la castaña sabía que un
tesoro siempre yacería oculto por algún cofre, y una llave, eso era todo cuanto
necesitaba. Infaustos sus esmeros le obligaron a volver la vista sobre su
jadeante y excitada esposa. –¿Cómo puedo retirar esto?-
Natsuki intento
recuperar la cordura, que tan perdida aparentaba estar. –Li...libérame y te
lo... diré-
Shizuru no pudo
evitar abrir la boca ante la condición expuesta. –Ara, Natsuki no esta en posición
de negociar nada- Pese a su propia necesidad era una mujer orgullosa y quería
que las cosas fueran de ese modo, de ningún otro sería. –Si se niega a darme
tan conveniente información, entonces yo volveré a mi lugar, y dormiré
tranquilamente... le aseguro a Natsuki que el efecto de la bebida, durará
bastante más que unas horas-
Con semejante
amenaza, la pelinegra no tuvo más opción que revelar el secreto, lo cierto es
que no toleraba ni un segundo más aquella tortura, necesitaba su tacto,
necesitaba que Shizuru le hiciera el amor sin reservas. –Pre...presiona el
Zafiro y gíralo a tu derecha- Musitó desviando la mirada, con una expresión de
vergüenza que Shizuru adivino en la oscuridad y sonrió.
En efecto, al
pulsar y girar la gema, el mecanismo libero la prenda y cayo pesadamente a cada
lado de la cama, viéndolo de ese modo era una aditamento con gran peso. La
graciosa amatista no tardó en arrojar la prenda al suelo, volviéndose a
escuchar el eco de los metales, más rápido aun retiró el pantalón, muy para su
sorpresa, bajo sus dedos encontró la textura de una prenda completamente
femenina completamente humedecida.
-No... no mires-
Susurró más que abochornada Natsuki sintiendo sus mejillas arder, así como sus
orejas, volvió a forcejear con la cinta que en ese estado de fragilidad humana
suponía una amarra irrompible.
-Ara, ara...
¿Natsuki me ha devorado con la vista y pretende que yo no haga lo mismo?-
Musitó con voz cantarina una Shizuru realmente divertida. Secretamente los ojos
rubí bajaban sobre la obra de arte que se mostraba ante ella, la blanca camisa
abierta en el torso y las vendar rotas en el lecho, las hermosas montañas que
suponía aquellos pechos, las sombras a contra luz, que delineaban el tonificado
abdomen de la joven y contrastaban con el brillo perlado de su piel. Las largas
piernas cruzadas, que se esmeraban en ocultar la casta cuna de aquellos muslos
portentosos, la cadera sensual con esa curva de guitarra... Shizuru se
descubrió a si misma deseándola y de sus dedos nació la obra de la caricia más
perfecta en el centro de la sensibilidad de Natsuki, un movimiento circular aun
sobre la tela.
Shizuru se sintió
atraída por el fruto expuesto en cuanto retiró la última prenda, ahora
comprendía de muchas maneras el goce sentido por la pelinegra en cuanto la tuvo
desnuda debajo de si, el deseo y la ansiedad se hacia insoportables. El aroma
de la lobuna le atrajo poderosamente, sus sentidos inundados de ella bajaron
los besos desde su pecho, por su vientre esculpido, hasta la montaña de la deidad
venusina y finalmente, hasta el dulcísimo botón del éxtasis y la locura, de la
pasión desenfrenada. La Fujino le acarició con su lengua, como lo hizo con su
boca y sus labios con antelación. Natsuki atragantó en la mordida de los suyos,
el sonido que la avergonzara aun más, tensó la mandíbula y jaló el amarre
involuntariamente, arqueo su espalda y tenso sus músculos, sin embargo una
hondonada eléctrica que amenazaba el subir por su espalda estaba próxima a
llegar y solo en ese momento, Shizuru detuvo el ágil movimiento de sus labios y
su lengua, sobre aquel hinchado botón para decir algo completamente inesperado.
-Natsuki debe decirlo, debe pedirlo-
Argg... ¿Quería
humillarla acaso? ¿Cómo se atrevía a detenerse en ese momento? Algo en su
interior frustrado comenzaba a doler por la ausencia de las caricias que le
envolvían, por la repentina soledad que sentía su cuerpo sin la tibieza de la
hermosa Shizuru. Dadas las circunstancias y ante la expectante mirada rubí, la
Duquesa a quien nada podía hacer flaquear, pronto se encontró llenando de
gemidos y suspiros, de jadeos y suplicas su habitación, ante lo que era el
interruptus que su amada le hacia en cada ocasión. –Por... piedad... detén mi
suplicio, no lo soporto más- Se rindió. –Haz... hazme tuya- Susurró al final y
eso fue suficiente al fin.
Shizuru escaló
sobre el cuerpo de Natsuki, hasta encontrarse de nuevo la mirada esmeralda, le
dio a probar su sabor con un beso, uno cuya pasión hacía palidecer a los
anteriores, sus bocas se abrieron para hacerse más que amigas, sus lenguas se
acariciaron y conocieron en una formidable batalla, con ligeros toques de fuego
y hielo, un ósculo al fin, uno plagado de sentimientos e intensidad. –Yo
también... lo... lo deseo Natsuki-
La sabana cayo del
cuerpo broncíneo, resintiendo brevemente el frío en el ambiente, Shizuru se
deslizó sobre la cama y tomó asiento sobre la cadera de Natsuki, cuyos ojos
amenazaron con salirse de sus cuencas ¿Qué hacía? Solo aquello que le dictaba
su libido encendido y su corazón mismo sin que lo supiera. Abrió las piernas
todo cuanto le fue posible, depositando así su intimidad sobre la de una
pelinegra cuyo asombro por la belleza contemplada , y las sensaciones
atisbadas, tembló al sentirse al fin una con ella. El sublime contacto, se hizo
éxtasis en cuanto la picara mirada rubí se poso sobre la esmeralda y un
cadencioso movimiento de cadera hizo de las delicias para las dos amantes en el
lecho nupcial. El movimiento creció en experticia en cuanto Natsuki pudo
sincronizar el suyo al de la castaña, y esta pudo sentirla con una asombrosa
profundidad. Los húmedos néctares manados del torrente interior de las dos, se
fundieron, así como secretamente lo hacia algo más que sus cuerpos en medio de
la danza del amor, se acariciaban el alma sin saberlo, despertaban sus
corazones en el anonimato de sus pensamientos, se amaban... en secreto.
Así la pelinegra
imprimió ligeras curvas circulares a sus envites, obligando a Shizuru a buscar
con sus manos un soporte en sus atléticos muslos, la sutil variación en la
posición dio la sensación a la rubí, de que surcaba los cielos cabalgando una
suave nube y es que realmente llegaba al paraíso mismo de la mano de su
Natsuki. Raudas las dos, agitadas y jadeantes, con gemidos inocultables y sus
corazones latiendo al unísono, se permitieron sumergirse en una ola gloriosa de
temblores, hondanadas de placer nunca antes imaginadas, de corrientes
eléctricas surcando sus cuerpos y hondos gemidos que como un coro las llevaron
a la cima del éxtasis, al clímax que tanto ansiaban.
Tras el brutal
estremecimiento de su cuerpo, Shizuru se desplomó sobre el torso de Natsuki y
sus brazos se aferraron a su cuello, la castaña se esmeraba por recuperar el
aliento al igual que su amante. Así permanecieron por largos momentos, hasta
que la tímida voz de la lobuna intervino, al notar un ligero estremecimiento en
el cuerpo desnudo sobre el suyo. -Si tan solo pudieran cubrirte del frio mis
manos... dicha como ninguna otra podría sentir mi corazón-
Tan enternecedoras
palabras, sumadas al repentino frio que hacía en el ambiente, hizo que la de
ojos sangría acercara sus manos al nudo y con un tirón aprendido, retiró la
cinta lila de la magulladas muñecas. Pese a no sentir sus manos, a falta de la
necesaria irrigación sanguínea, Natsuki se las arregló para tomar la sabana y
cubrir la desnudes de su mujer, para luego envolverla con sus brazos,
prodigándole a Shizuru un abrazo como ningún otro, tan apacible y protector,
tan devoto como se le prometió en adivinaciones y lleno, de un sentimiento cálido
que por primera vez comenzaba a creer.
Esa noche se amaron
incansablemente muchas más ocasiones, se prodigaron caricias que rozaron al
alma misma, se entregaron sin reservas, conocieron los confines secretos de las
profundidades de sus cuerpos, marcando con tinta indeleble el nombre de la otra
en cada fragmento de la piel, rasgando sin saberlo las murallas que tejieron
durante los años de una vida entera, porque con el tiempo mismo, es de saber
que la pasión y la emoción que las embargó, estaba relacionado con algo más que
solo... la flor de fuego de Tsu, cuyo efecto había sucumbido tras el primer
encuentro.
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autor.
hay dios que linda sorpresa con estos dos capitulos me emocione demasiado uyy que noche de amor mas bella =)
ResponderEliminarque alguien me explique eso de "ARA,ARA" no lo entiendo :/
ResponderEliminarMuy buen día señoritas, espero poder aclarar la inquietud sucitada.
EliminarEl "Ara" es una expresión característica venida de la región de Kioto en Japón, este es el acento del personaje y se denomina Kiotoben, particularmente Shizuru la emplea para introducirse en una conversación, delatar un tono de diversión e incluso de picardía según el contexto, en sí mismo no significa o traduce nada realmente, salvo “Ah” “Oh” o incluso un “Vaya Vaya”, es un sonido que antecede una frase, es básicamente una muletilla en un tono de voz suave y bajo, que para el que pudiera oírlo sería mmm bastante coqueto.
Ejemplo:
-Ara ara, es toda una sorpresa encontrarme con Natsuki- Shizuru sonrió ladina, es claro que la estaba buscando pero prefería fingir sorpresa y poner en apuros a la pelinegra, que apenas lograba sostener en sus manos la toalla para cubrirse.
-Ohhh vaya, es toda una sorpresa encontrarme con Natsuki- Shizuru sonrió ladina, es claro que la estaba buscando pero prefería fingir sorpresa y poner en apuros a la pelinegra, que apenas lograba sostener en sus manos la toalla para cubrirse.
Espero que la duda esté resuelta y cualquier otra inquietud la resolveré de esta manera. Que tengan un feliz día y de nuevo, muchas gracias por su atenta lectura, me enorgullece enormemente.
Att: Cristalsif
Muchas gracias por la aclaracion y por darte el tiempo de hacerlo, y tambien agradezco por el regalo que nos estas dando con esta historia tan magnifica que no es comun es diferente y muy interesante, no te miento al decir que me meto en la historia y adoro a los personales en especial a natsuki.
Eliminaratt. Maria - México
Gracias por dejar volar mi imaginacion que hermosura de historia entre las pocas historias que me gustan este es la mejor.
ResponderEliminarSos excelente cristafsif besos
amo tu historia! espero con ancias el proximo capítulo ;)
ResponderEliminarNO ME CANSARÉ DE REPETIR ¡QUÉ BUENA HISTORIA!!!!
ResponderEliminarFELICITACIONES NUEVAMENTE A LA ESCRITORA.
Hermosa historia!
ResponderEliminarSaludo a todas las lectoras de esta gran escritora,me presento,soy Andrea y se podria decir que soy la mánager de Cristalsif,les agradezco muchisimo por tomarse el tiempo de leer y por cada uno de sus comentarios, ella se pone feliz al leerlos cada q tiene el tiempo.
ResponderEliminarles comunico que aunque de ambas historias se tenían varios capítulos, como tal no están terminadas,por lo que me vi en la necesidad de arreglar con la anterior admin el publicar un capítulo por semana para evitar retrasos mucho más largos en su actualización, ya que como entenderan,Cristalsif no diapone del tiempo que quisiera para escribir,si. embargo,tal y como va la publicación de los capis, será inevitable dicho retraso, deseo puedan tener un poco de paciencia cuando llegue el momento.
mil gracias
Por esta historia puedo esperar todo el tiempo del mundo porque bien vale la pena , sin duda es la mejor
EliminarEs EXTREMADAMENTE BELLISIMA!!!!! Me encanta, me fascina, me tiene casi que delirando esta historia, es sencillamente genial el lograr sentir tantas emociones juntas, unidas al deseo que logras canalizar con cada una de las palabras aqui descritas.. Es mi historia favorita.. Eres Genial Cristalsif.. Att: Isis desde Venezuela
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