Capítulo 6
Máscaras de vals I
El sentido del universo bien
podría cambiar con unas mustias palabras, unas que Midori Sugiura le dijo. La
inocente curiosidad le había llevado a preguntar algo evidente. ¿Por qué hacer
una fiesta de máscaras en medio de la producción? Aquel momento era ciertamente
el menos propicio. El señor Fujino supervisaba personalmente cada momento del
proceso de embotellado y almacenamiento del vino, por ello se le notaba
irritable y los empleados debían tolerarlo, ningún error era admisible. De las
sutiles variaciones en las mezclas del mosto, dependía ahora el sabor y algunas
de las cualidades fundamentales del
vino, de allí la presión sobre cada tarea que realizasen. Entonces era absurdo
ocupar tiempo y personal, en la dificultosa tarea de adecuar el amplio salón de
la casa, preparando una fiesta por todo lo alto. La respuesta de la pelirroja
dejó perpleja a Natsuki. “La fiesta de máscaras se celebra debido a la
culminación del festival de la cosecha y claro... es también el cumpleaños
de la señorita Shizuru”
Que tarde había llegado esa
información y como cambiaba la perspectiva, una situación la llevó a la otra...
y allí estaba, a semejantes horas de la madrugada, a solo 20 horas de la
celebración de máscaras, montada en un corcel negro y a todo galope. En sacos perfectamente
atados al caballo transportaba la preciada carga, eran los nuevos aditamentos
de vestuario que deberían lucir todos los invitados, todo si es que ella quería
asistir a la fiesta en compañía de la castaña. En momentos como ese le hubiera
gustado prescindir de los modales y eliminar a esa molesta chica, endemoniada
ama de llaves que le había complicado tanto la existencia. Tomoe Margueritte
era el tipo de mujer a ser tenida en cuenta y por su honor, Natsuki perjuraba
que no la subestimaría en lo venidero. Todo ocurrió debido a una serie de
hechos tejidos por el azar, fortuna o infortunio no lo sabía ya, solo recordaba
cómo se dieron las cosas la noche anterior...
Nunca se sabe cuándo un día
perfecto puede convertirse en un pequeño infierno personal, todo había sido
perfecto. Bailar, reír y hablar con la castaña, aquello era un sueño que se
antojaba inalcanzable semanas atrás, precisamente porque estaba a kilómetros
luz de ser alguien que Shizuru si quiera conociese. Los sabios consejos de
Midori de algún modo y como por cosas del destino, le habían ganado la
curiosidad de ella; con la accidental herida se había hecho de su amistad; y
con su diligente labor conjunta para ayudar al señor Fujino en su empeño, de
llevar a buen término la producción del Vino siendo este sustento de la
familia, se había ganado sus confidentes sonrisas, así como algunos
acercamientos físicos invaluables con la graciosa amatista. Pero todo ello se
miraba amenazado por la envidiosa y ponzoñosa lengua del ama de llaves. Natsuki
sabía que la mujer tenía algún tipo de fijación por Shizuru y para colmo de
males, la dama de cabellos verdes era una persona muy cercana a la familia, con
largos años de servicio desde la más tierna infancia, así como una línea de
antepasados servilmente leales a los Fujino. La confianza obtenida a base de
esfuerzos y constancia no podía ser puesta en tela de juicio con tanta
facilidad. ¿Quién podría competir con aquello? Estaba claro para Natsuki que no
ella.
Todos sus problemas empezaron
cuando los ojos turquesa de Tomoe avistaron sus intenciones para Shizuru, la
mujer incluso se las había arreglado para conocer su nombre, espiando en las
cercanías del cuarto de la castaña, así como sus conversaciones 'triviales' a
lo largo de aquella semana. Natsuki se maldecía por los descuidos de aquellos
días, precisamente el exceso de confianza le había hecho mostrarse más de lo
recomendable y ahora... tenía una seria dificultad entre manos.
En la profunda pero iluminada
noche del ritual de la fertilidad, el señor Fujino yacía sentado en su
despacho, miraba formas y documentos que había apilado como un tesoro en los
pasados meses. Aquellos papeles eran para él la salvación que había implorado a
los dioses, pues se trataba de contratos negociados en sus viajes a toda
Windbloom, durante el invierno y los meses previos a la cosecha. Los
formalismos llenados y la promesa de entregar grandes lotes de sus preciados
vinos, aquellos almacenados durante años en la cava familiar, así como los
recientemente producidos para ser entregados en los próximos meses, le
aseguraban grandes sumas de dinero. Doblones de oro que Satoru pretendía usar
en el reintegro del 'préstamo' realizado por el Kruger. El castaño había
vendido hasta la camisa, todo con tal de asegurar una suma ligeramente inferior
a la que el lobuno le había entregado. Para el compungido padre, cualquier
precio era poco a cambio de la libertad de su hija y estaba presto a negociar
con Takeru el pago de intereses en tiempos posteriores, no le importaba
endeudarse durante al menos 10 años, todo iría bien se repetía a sí mismo,
siempre y cuando su hija no se casara con esa bestia.
Los cálculos del hombre mayor se
vieron importunados por el repicar de la puerta, el ama de llaves entraba con
una bandeja de plata, en la que soportaba una botella de exquisito whisky y una
copa pequeña de fino cristal. La diligente chica de pálida piel, sirvió un
trago a su señor en un profundo silencio, con un goterero dispuso exactamente
una gota de agua pura y hielo. Aquel elemento de lujo era preservado en la casa
Fujino pues se practicaba un proceso especial, en invierno se almacenaban
grandes cantidades de hielo en una nevera rudimentaria, compuesta por varias
capas de madera, las cuales se llenaban de cristales helados y en el centro, perfectamente
sellado se guardaba el hielo disponible para el consumo. En los espacios
adecuados para la nevera arcaica, el hielo podía preservarse durante meses
gracias a un sistema bastante anticuado, pero eficiente y alimentado por las
corrientes del riachuelo cercano. El secreto era que la humedad del agua fría
nunca perneara el interior de la caja, pero si enfriara su contenido.
Satoru obvió la intromisión de
la dama, guardó los documentos en su caja fuerte, cuidando no dejar a la vista
la combinación de números. Se volvió para revisar los pagos de los empleados,
pero la silenciosa mujer yacía todavía allí y ello significaba claramente que
debían tratar temas de gran importancia. -Dime lo que has podido averiguar...-
Musitó sin levantar la vista de las cuentas, a la vez que sorbía un poco del
exquisito licor, adecuadamente preparado.
-Me parece mi Lord, que se han
colado ratas en la bodega- Aquel modo de hablar en clave, ayudaba al castaño a
prevenir la posible intromisión de su esposa. Cualquiera que pasara frente al
despacho supondría que él y su ama de llaves, trataban algún tipo de plaga en
el almacén de la casa, nada más.
La realidad era que Satoru había
pedido a Tomoe especial observación en su hija, la sirviente era de las pocas
personas que hablaba con la menor, una amistad que permitió en aras de los años
de fiel servicio de la familia Margueritte a la suya, pese a la diferencia de
clases. Para el Fujino no era un gran secreto que su hija tuviese muchos
pretendientes, era hermosa como ninguna y ya se ocuparía de que un hombre
honorable la desposara. Pero por el momento tenía que asegurarse de eliminar el
presente problema. La peli-verde tenía que vigilar que nadie se acercara a
Shizuru, más ahora, en vistas de la sobrenatural aparición de Takeru. Si el
Kruger era un hombre inteligente, que seguramente lo era, ya habría dispuesto
algún medio para garantizar su inversión, para la ocasión, que él cumpliera su
acuerdo. Satoru supuso en principio que ocuparía medios diferentes, como todo negociador experto
tendría un plan B y C para obtener su objetivo. Aun con todo el Kruger jugaba
limpiamente hasta la fecha, dado que no había mandado incendiar sus sembradíos,
ni había atentado contra la recuperación económica de la familia.
-¿Qué clase de ratas?- Levantó
la mirada carmín sobre la dama.
-Bastante raquíticas- Desdeñó
con sorna la muchacha enfundada en un atuendo completamente negro, salvo por el
mandil blanco de su uniforme.
-¿Por eso me importunas?- Satoru
gruñó molesto por las falsas alarmas de la joven.
-Mi Lord...- Suspiró
profundamente. -Nuestra... Bodega- El nombre clave de Shizuru en el tema le
disgustaba bastante a Tomoe. -Recibe con calidez al intruso, a ella no parece
importarle lo poco que posee la rata o su desagradable aspecto- Se estaba
complicando bastante la vida con la forma de referir el tema.
-¡Ya déjate de claves
estúpidas!- Se levantó con exabrupto de su silla el Fujino. -¿Dices que a mi
hija le interesa un pobretón?- Cuestionó el castaño con muy mala cara.
-Así parece, mi Lord- El pesar
teñía el rostro de la melodramática mujer.
-Dime el nombre del mentecato y
¡Será hombre muerto!- Golpeó la madera con verdadero encono. El cristal tembló,
así como su contenido a riesgo de manchar el caoba de la mesa.
-No tengo la certeza mi señor...
pero escuché que se llama Natsuki por la forma en que le llaman los otros
sirvientes y la señorita Shizuru dijo Kruger o Kuga en alguna ocasión- Musitó
Tomoe con expresión confusa, pero claramente interesada en las reacciones del
castaño.
-Pero... has dicho que es un
hombre ¿No?- Palideció Satoru ¿Cuántos nombres podrían coincidir siendo aquel
un apellido propio de la nobleza? La respuesta se hizo evidente para el Fujino
cuyo cuerpo temblaba de la ira y de la impotencia. -¡Dime todo cuanto sepas de él!-
-Es un sirviente de esta casa.
Usted lo contrató a principios de este año para completar las labores del
cultivo, por eso digo que no tiene en que caerse muerto... vive en el almacén
de herramientas, cerca del mausoleo como usted acordó con él. Diría que es
hombre porque ha levantado por sí mismo una carga que una mujer no podría, una
de las piezas de la prensadora. Tiene la cara vendada, muchos dicen que por
causa de un incendio en un barco, pero... señor, tras la herida sufrida en el
rostro, por un resbalón en el suelo... se ha descubierto la mitad de la cara y
es... muy hermoso, me temo- Admitió con malestar, escondiendo de la mejor
manera sus celos. -Es blanco como la nieve, sus cabellos negros como si fuesen
hechos de cobalto y sus labios rojos, de altura media y cuerpo delgado, pero
atlético-
Todas las piezas encajaron en la
cabeza de Satoru, aquel hombre descrito resultaba considerablemente parecido a
Takeru, aún quedaba en tela de juicio que ese desconocido fuera realmente un
hombre. Pero ya nada le parecía imposible, teniendo en cuenta los dotes
supernaturales del padre, la hija fácilmente podría heredar algunas de ellas.
Fuerza... ¡Eso era! Había heredado fuerza más allá de los límites humanos como
toda una bestia. -No le halagues Margueritte. Es... ¡Es un monstruo!- Increpó
ofendido, poco le importaba si era hermoso o poco agraciado, Natsuki Kruger
seguía siendo una bestia y primero muerto a verle casada con su hija.
-Lo siento, Mi Lord- Se inclinó
ocultando el rostro, Tomoe había esperado un par de injurias y el despido de
aquel infortunado hombre, incluso una golpiza, pero su patrón no salía del
sobresalto. ¿Quién era en verdad ese sujeto vendado?
-Tengo una importante diligencia
para ti- Mencionó Satoru al parecer con la compostura respuesta. -No voy a
correr riesgos, habla con Smith, te daré más que suficiente para pagar sus
honorarios- El desesperado padre no encontró otra salida, no era su culpa que
el lobuno enviara a su hija a un lugar tan 'peligroso' y además sola.
-¿Smith?- Tomoe miró con
incredulidad al mayor. -¿Ese Smith, mi Lord?-
-Espero que su inteligencia no
se haya visto disminuida en los recientes días señorita Margueritte ¡Claro que
hablo de él!- Raras ocasiones se veía al señor Satoru tan enfadado o eso
concluyó la mujer antes de aceptar con obediencia los deseos de su señor.
Fue así como la joven
Margueritte, ataviada con una capucha negra y ropas más humildes, tomó un
corcel de la caballeriza y recorrió a gran velocidad la basta distancia hasta
el poblado de Tsu. Guiada por el brillo de la noche que iluminada con la luna
en su cenit, amarró su caballo a un árbol, ligeramente ocultó para no ser
objeto de robo. Tomoe caminó hasta un bar de muy mala reputación, casi a las
afueras del pueblo y escondido discretamente entre los matorrales. El exterior
era oscuro a la vista, la madera gastada pese a sus numerosas manos de pintura
seca, que dejaba entrever capaz anteriores de colores rojos y negros, las
ventanas lejos de contar con vidrieras, tenía algunas tablas clavadas. Aquellas
que escondían lo que dentro del lugar pasaba y una puerta astillada que apenas
se mantenían en pie por la gracia de las bisagras. Un letrero colgaba en la
fachada, ligeramente inclinado y sujeto por cadenas oxidadas, dando las vistas
de un nombre... El bar apodado 'Ramspeldor', daba la bienvenida a los
indeseables y todos aquellos que querían consumir alcohol a pocos grados
faltantes para la toxicidad, a un módico precio. La pobres almas en la casi
ruina acudían al sitio para desahogar sus malestares viendo las no tan limpias
copas, llenarse y vaciarse del líquido etílico. Pero también era sitio de paso
muy frecuentado por los rufianes de la peor calaña, aquellos buscados por la
ley pero que nadie se atrevía a delatar.
Tomoe ingresó al lugar y la chirriante
puerta obligó a los mastines a mirarle por un breve momento, el barullo de las
apuestas, la juerga y el alcohol se restauró pasados algunos segundos de su
entrada. Aquel era un ritual incómodo para los visitantes, pero una medida
cauta en vista del arribo de cualquier oficial del rey. Quizás lo intentaran
aquellos lo suficientemente tontos que osarán valerosamente apresar algún
bandido. Claro estaba, que con tantos ladrones y asesinos juntos, más fueron
los muerto tirados al río que las capturas realizadas, por lo que desde hacía
años que ningún oficial husmeaba por allí, por temor y por la onerosa cuota que
pagaba el dueño del bar, ese al que buscaba Tomoe.
La peliverde se abrazó a si
misma por debajo del manto, al caminar entre las mesas para dar con la del
fondo, en la esquina más oscura del bar. Tomoe pasó entre el humo y el hedor de
los presentes, mucho de ellos ebrios hasta niveles insospechados. La joven fue
sometida a algunos pellizcos y manos indiscretas que no dudaron en tocar sus
posaderas durante el corto trayecto, pero sempiterno e incómodo en el tiempo.
Pese a la humillación la chica continuó su camino, si era por la señorita
Fujino, su vergüenza era una pequeña paga y una muestra de valor, que dejaba
muy en claro su sincero amor por la dama. Llegada a la mesa dos hombres se
interpusieron en su camino, uno tenía horrendas cicatrices en el rostro, era
moreno, alto y fornido. El otro tenía un parche en el ojo, era pálido y
larguirucho, incluso desgarbado.
Con voz temblorosa se atrevió a
hablar la encapuchada chica. -Deseo tratar negocios con su jefe, caballeros- La
risa estalló entre los presenten por el curioso e inapropiado apelativo, allí
ninguno podría llamarse caballero ni volviendo a nacer dos veces, lo de
rufianes lo llevaban calado hasta el fondo de sus almas.
-¿Qué tenemos aquí?- Cuestionó
con voz ronca el moreno, no prestando demasiada atención a lo dicho por la
mujer.
-Una chiquilla perdida al
parecer- Musitó el más flaco. -Si buscas placer, hay aquí decenas de
'caballeros' que con gusto te harían el favor- Sonrió perversamente en su
pálida faz. -Ya sabes cómo es... sube por las escaleras, las demás te indicarán
que hacer- Se mofó de nuevo, suponiendo que 'esos' eran los negocios a tratar.
Tomoe levantó sus ojos turquesa
tragándose el temor y el rencor de haber sido referida cual prostituta. -¿Harán perder a su jefe tan preciado botín?-
De entre sus atuendos, la dama extrajo un saco mediano lleno de doblones de oro
y lo sacudió ante la vista de todos. -No seas tonta- Refutó el larguirucho con
enfado, mostrar tal suma entre ladrones no era de los más sensato.
Sin embargo el hombre de oscura
piel le indicó tomar asiento frente al dueño del sitio y ante la mirada
sorprendida de la chica, se hizo visible un hombre pálido de gestos malévolos,
cabellos rubios, ojos pequeños, delgado y de lentes. Más aspecto de
bibliotecario tenía aquel, que de asesino a sueldo, pero Tomoe se recordó que
las apariencias engañan y por ello acalló sus impertinentes pensamientos. -¿En
qué puedo servirle?- Siseó con tono de voz divertido, mientras abrazaba a cada
lado a una de esas, con las que le confundieron a ella.
-Deseo que usted quite del
camino a una persona- La de cabellos disparejos retiró el manto de la capa que
le cubría, para dejar a la vista un fino rostro lleno de seriedad.
-¿Con quitar se refiere a que le
dé una paliza o que le mate?- Smith acomodó sus lentes con calma, mientras
observaba el pago en el cinto de la joven, había bastante más de lo
acostumbrado y ello le hizo sospechar, una paliza no valía tanto.
-Lo segundo honorable señor,
debe matar a un hombre que está resultando ser inconveniente- La chica posó el
saco de monedas sobre la mesa. -Como siempre, la mitad del pago ahora y la otra
mitad cuando complete la tarea-
-No creo que sea una tarea
simple- Ladeo el rostro el rubio antes de ordenar a las chicas que se fueran a
los pisos de arriba, ahora con las manos libres Smith le hizo un ademán al
moreno de sus escoltas. -Kurogane, lleva esto a mi oficina- El hombre fornido y
lleno de cicatrices no dudo en obedecer, perdiéndose en los pisos de arriba.
Aun si Ramspeldor estaba lleno de ladrones, nadie osaría robar al señor Smith.
-¿Por qué lo dice, señor?-
Cuestionó la Margueritte, ¿Acaso tenía tanta suerte la desagradable Natsuki Kruger?
¿Tanto para hacer dudar a un profesional en la materia?
-Si fuera simple, yo recibiría
una cuarto de esto... ya que si ha venido a mí, es porque sabe las tarifas de
los servicios que prestamos, lo eficiente que somos y esto es bastante más que
el precio de siempre, así que sospecho que este próximo difunto tiene algún
tipo de dificultad- A la par que hablaba, Smith le indicó a su segundo escolta
que sirviese dos copas de buen ron, pero al notar lo poco del contenido en la
copa de Tomoe, el rubio no tardo en hablar. -Yuno... sirve con abundancia a la
dama, que no piense que somos mezquinos-
-Sirvo a otro y mi señor está
deseando deshacerse del mentecato, por lo que no escatimará en gastos si usted
es tan eficiente como dicen- Afirmó raudamente Tomoe, temiendo que el rubio
deseara negar el acuerdo y además se quedase con el dinero.
Pero Smith sonrió dando a
entender que realmente haría el trabajo. -Dígame señorita... ¿Cuál es el nombre
del sujeto y que inconveniente hay con él?-
-Se llama Natsuki Kruger, me
temo que es muy fuerte...- Sorbió un poco del amargo licor para tragarse el
veneno que sentía, en cada ocasión que pensaba en el chico de rostro vendado.
-El problema es que nunca se puede afirmar en que sitio vaya a estar, solo hay
una oportunidad siendo él tan escurridizo-
-La fuerza poco puede ante el
metal y las balas de un buen rifle o una pistola- Smith era un hombre precavido
y no tenía un estilo elegante en sus trabajos, simplemente ocupaba los métodos
más prácticos para la tarea, la eficiencia lo era todo, lo demás serían meros
adornos para el quehacer. -¿Hay alguna forma de encontrarle con certeza?-
La idea agradó a la joven, un
disparo, limpio y rápido, pero vamos hasta eso podría hacerlo ella. Por eso
tenía que exponer el único inconveniente. -¿Conoce usted la fiesta de máscaras
de la casa Fujino?-
-Absolutamente, aunque es una
pena que nunca se me extienda la invitación- Exageró dramáticamente Smith, la
realidad era que 'baratas imitaciones' de las fiestas de la aristocracia poco
le eran atractivas.
Tomoe hizo caso omiso del
comentario, esperaba más seriedad de un 'profesional'. -El Kruger estará en la
fiesta y será fácil reconocerle, es seguro que usará una máscara de lobo hecha
de plata “o eso dijo el señor Fujino”- Entonces consideró adecuado
exponer el inconveniente de la tarea. -Nadie debe sospechar nada de esto,
señor-
-¿Pretende entonces que mate a
un hombre en una fiesta tan celebre?- El rubio no perdió la oportunidad de
mejorar sus condiciones en el trato, si aquella mujer quería ver muerto al
infortunado chico, Smith sacaría la mejor tajada posible, pues tal y como dijo
la chica “No escatimarían en gastos”.
Comprendiendo la intensión y aún
si ella debiera disponer de ahorros extras por ver muerto a Natsuki, Tomoe lo
haría en nombre del amor. -Si pudiera ser discreto le recompensaría aún más, el
doble de lo ofrecido hace un momento-
-Delo por hecho señorita- Sonrió
el hombre, continuaron hablando por una hora ultimando detalles. Cuanta más
información tuviese Smith, más sencillo sería matar al joven Kruger.
-0-0-0-
Corría como alma que lleva el
diablo, corría por que la vida misma se le iba en ello. Atravesaba con trote
incansable las arboledas que cercaban la casa Fujino, el sudor surcaba la
morena piel hasta gotear en su barbilla y la camisa en otrora blanca, yacía
húmeda desde algunas horas atrás. Maldecía en su fuero interno haber gastado
todo su dinero en aquel lugar, pero a la vez agradeció a la providencia haber
estado allí. Sin embargo, de haber tenido suficiente hubiese en sus arcas
podido rentar un caballo y ahorrado semejante travesía a pie... pero ahí
estaba, trastabillando y resbalando entre las raíces llenas de moho, con un
único fin en la mente. Tras cada resbalar el de cabellos marrones se levantaba
y continuaba su camino, estaba tan cerca. Un alegre respiro dio su alma en
cuanto avisto el mausoleo, con el sol despuntando en las montañas. Masashi
sabía por los rumores de sus anteriores compañeros de trabajo, sobre el
alojamiento de Natsuki en el almacén de herramientas. Casi sin aliento golpeo
la puerta, pero nadie abrió.
-¡Kuga!- La puerta ya poco
aguantaba los golpes del fuerte muchacho. -¡Es urgente! Abra la puerta por
piedad- Suplicó sin detener los golpes. Takeda notó que no había nadie, era
imposible que el madrugador muchacho no hubiese escuchado los golpes o los
alaridos de su voz. -¿Dónde diablos estas?- Se cuestionó antes de emprender
carrera hacia la bodega.
Mientras corría, el de ojos
verdes recordaba sus actuales circunstancias. Era físicamente imposible que
retornase a tiempo para la jornada de labores, seguramente perdería su nuevo
trabajo en la hacienda de la familia Asakura, Tate lo golpearía por sus
impertinencias, las niñas del orfanato no le hablarían en una semana y tendría
que buscar empleo en otro lado. Pero eso no le importaba a Masashi, no desde
aquel funesto día en que se atrevió a retar al joven Kuga.
Se había condenado a sí mismo a
vivir con la culpa de sus actos y a memorar incansablemente el día que puso en
duda todo lo aprendido en su vida. Nadie pudo verlo más que él, la piel al
descubierto pese a la sangrante herida, los oscuros cabellos de cobalto cuyos
mechones engalanaban aquel rostro níveo, las finas facciones de aquel campesino
que como él se ganaba la vida en los más humildes trabajos. El fuego ardía en
su pecho ante la memoria de aquellos ojos hechos de la esmeralda más pura, las
cejas negras y definidas por la obra maestra de un hábil pintor, de un dios por
lo menos. Prendado había quedado del prohibido sentir que le atormentó desde
entonces, ¿Quién lo diría? Un hombre que ama a otro hombre, él... Masashi
Takeda, uno que consideraba su hombría por encima de la de otros tantos, justo
él, sucumbió a los turbios deseos por un congénere.
El corazón de Takeda lamentaba
la nefasta impresión que había causado, si al menos hubiese sabido lo que ese
adonis escondía tras las vendas tiempo atrás, seguramente las cosas hubiesen
sido diferentes. Por eso deseaba ver restablecido su honor en presencia del
joven Kuga, si bien no podía devolver el dinero ganado, le serviría como un
esclavo hasta resarcir el daño causado y la información de vital importancia que
traía consigo, sería el primer paso.
Llegó al lugar y allí estaba él,
perfecto se permitió pensar. -Ku...Kuga- La voz le salió en apenas un mormullo,
uno audible que atrajo la vista de los otros trabajadores. El grupo de hombres
abandonó las cajas de vino que embarcarían al atardecer, muchos de ellos miró
con despreció a Takeda.
-¿Cómo te atreves a plantar cara
por aquí?- Se adelantó Yamada empuñando un palo.
-¿Quieres jugar sucio de nuevo
ladronzuelo?- Sakomizu se posó a un lado del de coleta de caballo, dispuesto a
dar pelea también.
-¡Necesito hablar con Kuga!-
Takeda obtuvo valor de un miedo aun mayor, si tenía que batirse con todos ellos
nada le impediría llegar a él. Pero poco le duró el ahincó, cuando un puñetazo
le mando a comer tierra.
-Esta es una pequeña muestra de
lo que te viene encima ¡Tramposo!- Espetó Akira sobándose el puño, le había
dado con tantas ansias que no midió su fuerza.
-Está bien... si alguien puede
golpearme por la ofensa que he cometido, así será- El moreno se puso de pie sin
la intensión de defenderse. -Pagaré el precio justo por hablar con el señor
Kuga- El muchacho cruzó los brazos en su espalda, introduciendo sus manos en la
amarra de sus pantalones para no poder defenderse por reflejo.
Akira no dudo en proferirle otro
golpe, no se salvaría por muy indefenso que se pusiese y Natsuki observaba con
interés los acontecimientos. -¡Pégale duro Okuzaki!- Animó Yamada y al abucheo
general se le unieron los otros hombres del grupo, pese al mutismo de la
persona verdaderamente afrentada. La paliza persistió durante algunos minutos,
algunos afirmaban que debían desfigurarle la cara, para ver resarcido a
cabalidad el perjurio acometido por el chico.
Un sangrante Takeda cerró los
ojos en el suelo, estaba al borde de la inconsciencia y es que no imaginaba que
los golpes de Akira fueran tan certeros, se le veía tan delgado. Yamada se
apresuró a sacar la navaja con el ánimo de cumplir el deseo general, pero en
ese momento Natsuki posó su mano en el hombro del mayor. -Ya está bien...-
-Pero...- Musitó con voz suave
otro de los hombres, el joven Akuma.
-Tranquilo amigo mío... está
claro que Takeda ha sufrido más por el peso de su propia culpa, que por el
castigo físico al que voluntariamente se ha sometido. Lo necesitaba para
perdonarse y solo por eso he permitido esta barbarie, él no entiende que yo ya
le he perdonado- Los ojos verdes de Takeda se abrieron pese a la creciente
hinchazón de su cara, no cabía en la dicha pese al dolor de su magullado cuerpo
y los hombres allí reunidos miraron con admiración a la pelinegra. Natsuki se
acuclilló a su lado, le pasó el brazo por la cintura y acomodó el de él en sus
hombros. Ayudó a Masashi a llegar dentro del almacén y tomar asiento sobre
algunas cajas. -Akira ve por agua, una botella de ron y un paño...- Ordenó la
Kruger, en cuanto su leal sirviente se fue en busca de lo solicitado, las
esmeraldas de Natsuki volvieron a posarse sobre él. -Lo escucho ¿Qué desea
decirme?-
Todos los allí reunidos miraron
con interés al maltrecho moreno. -Son nefastas noticias, señor Kuga... llegarán
asesinos contra usted en la fiesta de máscaras- Takeda se sujetó el costado,
para encontrar el aliento suficiente que le permitiera exponer la situación.
-Llegas con mentiras... tal
cinismo no tiene nombre- Sakomizu miraba con incredulidad a Masashi ¿Quién
ocuparía tal esmero en matar a un pobre campesino como Kuga?
-No miento, señores... el señor
Kuga se ha citado con la señorita Shizuru, asistirá al baile de máscaras con
ella. Entonces ¿Cómo podría yo saberlo? Renuncié a trabajar aquí al día
siguiente de haber hecho la apuesta- Se defendió de los decires de los hombres
y Natsuki comprendió que no mentía.
-Habla entonces, ¿Cómo sabes que
alguien atentará contra la vida de Kuga?- Preguntó Yamada con no muy buen
humor.
-... estaba en el bar Ramspeldor
y allí ha llegado el ama de llaves de la casa con órdenes precisas ¡Ha
contratado a Smith!-
-¿La señorita Margueritte?
Difamaciones suyas, es inverosímil que una doncella de su clase yazga en
semejante antro de perdición- Esta vez intervino Sainoyi, quien de los
presentes le había profesado secretos sentimientos a la peliverde desde la
tierna infancia.
-No ha debido ir allí por propia
voluntad... una doncella jamás se pondría en semejante riesgo. Se lo han
ordenado y sabemos que su lealtad es intachable- Apuntó cabizbaja Natsuki. -“Sin
mencionar sus seguros deseos de verme muerta, mi sola presencia junto a Shizuru
le pone en tensión”-
-La señorita ha pagado con una
bolsa de monedas de oro, ha prometido tres más, eso es demasiado por ver muerto
a un hombre- Musitó un trémulo Takeda. -Ha afirmado además que Kuga irá a la fiesta
con una máscara de lobo, le tenderán una trampa en cuanto quiera acercarse a la
señorita Fujino- Las miradas se tornaron ásperas y preocupadas. Todos le debían
algo a Natsuki, desde su ayuda en las jornadas donde alguno yació enfermo,
hasta dinero que les prestó para solventar algunas crisis de hogar, ninguno
deseaba ver muerto a su amigo y con Smith detrás, aquello sería seguro.
-¡Demonios!- Se quejó Natsuki
golpeando una columna de madera maciza con su puño. -“Justo ahora que estoy
tan cerca de ella... maldito Fujino, solo tú sabrías de la máscara”- ¿Ahora
cómo se acercaría a Shizuru? Ella solo podía usar la máscara de la familia o
las vendas en la cara, cualquier otra tela ardería en su piel y estaría
imposible hacer que el Dios Gato bendijese alguna otra prenda, ¡Esta en Fukka!
y son tres o cuatro días de viaje.
Aun si tomara su forma lobuna, no llegaría a tiempo.
-¿Kuga corteja a la señorita
Shizuru?- Preguntó Sainoyi y los demás se miraron atónitos, nadie había
prestado atención a ese detalle, no hasta que fue mencionado. Todos habían
contemplado la gracia y la belleza de la dama, pero ninguno tan osado para
pretender más que un saludo y la gentileza de alguna sonrisa suya. -¡Vaya
hombre! Ninguno lograría tal proeza-
-Debemos encontrar un modo
entonces- Escucharon la voz de Akira que volvía con las cosas solicitadas por
Natsuki. La pelinegra conocía las intenciones de su ama, así que se adelantó a
limpiar y desinfectar con el ron, las heridas del chico. La de cortos cabellos
no dejaría que las pulcras manos de su alteza se mancharan con la sangre de
aquella escoria.
-Me temo que tendrás que
desistir de la doncella, renunciar y marcharte de Tsu, es la única posibilidad-
Aconsejó otro de los hombres, el señor Keita. -Esos hombres te mataran Kuga y
no hay mujer que merezca semejante sacrificio-
-¡No!- Se dio la vuelta una
furiosa Natsuki. -¡Plantaré cara a la muerte! Enfrentaré a mis verdugos y no
tendré piedad con ellos- Nadie negaría el valor y la terquedad de la pelinegra,
algunos comenzaban a entender porque la inalcanzable Shizuru Fujino había
posado sus ojos sobre él.
-Pero... la luna llena...- Akira
sabía del gran riesgo, bajo el astro en el cielo de ese día, el espíritu del
lobo dormiría dentro del cuerpo de Natsuki y sería tan frágil como cualquier
mortal.
-Calma señores, ¿Acaso Kuga no
puede usar otra máscara?- Intervino Akuma pensando en nuevas posibilidades, a
fin de cuentas la prenda era el distintivo que le daría la muerte al chico, con
cambiarlo bastaba, allí nadie conocía su rostro por completo ya que las
anteriores vendas habían vuelto a su rostro.
-Imposible... tengo grandes
razones de peso para ello, que espero sepan disculpar pues no puedo revelar-
Natsuki realizó una pequeña venía que los demás comprendieron, nunca hay que
meterse con los secretos de un hombre.
-Entonces hay que hacer que
muchos lobos vayan a la fiesta, pero será un reto para todos los presentes...
si es que están dispuestos en la empresa que hemos de realizar- El más maduro
de los hombres allí reunidos habló. -Necesitamos copiar al menos 50 máscaras
como la de Natsuki y llevarlas hasta la casa de los invitados, el señor Akuma
hizo las veces de mensajero este año y puede marcarnos las locaciones en un
mapa- El aludido no tardó en asentir.
-¡Es un genio Sakomizu!- Natsuki
no sabía si besar al regordete caballero. -El problema es que la máscara es...
es de metal- Se calmó pronto, ya tenía de que preocuparse.
-¡Tenemos que ir con el
herrero!- Afirmó Keita con ánimos renovados, -con suerte las acabe al
anochecer- Con un par de caballos y hombres dispuestos todo era posible.
-Señores, es momento de devolver
los préstamos a Kuga... va a necesitar dinero para pagar las máscaras- Yamada
se desprendió de su gorro, saco algunas monedas del bolsillo y las introdujo en
la prenda, luego pasó frente a los demás. Todos se desprendieron de lo que
tenían. -Esto es lo que hemos reunido Kuga- Le tendió el gorro casi lleno de
doblones de plata y alguno que otro de oro.
Natsuki sonrió con gentileza
ante el gesto. -Creo que todos aquí se merecen la confianza que solo permite la
lealtad y la amistad, no imaginan cuanto les agradezco... por eso les voy a
revelar la verdad sobre mí-
Durante algunos minutos los
hombres tomaron asiento en el suelo para escucharle, la credibilidad de Natsuki
se desvaneció por momentos, en cuanto menciono su origen real y su basta
fortuna, así como el pacto que el señor Fujino se negaba a cumplir. Algunos le
pensaron loco, pero en cuanto se deshizo del vendaje de las manos dando vistas
del anillo de la casa real de Windbloom, así como un saco de oro que obsequió a
todos los presentes, la duda se evaporo. Toda una vida de trabajo se contaba en
esa bolsa, nadie podría hacer esa pequeña fortuna en tan poco tiempo.
-¡Es un bastardo!- Se quejó
enfadado Sainoyi. -Qué poca hombría y deshonor... Satoru Fujino no merece la
cuna en la que ha nacido-
-A pesar de todo, lo comprendo
un poco...- Interrumpió la ojiverde y los demás le miraron sorprendidos. -Como
padre cualquiera de los presentes haría cualquier cosa, una hija, una hermana e
incluso una amiga, es un tesoro que no puede comprar ni todo el oro del mundo y
él lamentablemente, ha puesto precio a la señorita Shizuru- Las sabias palabras
de Natsuki aplacaron los enardecidos ánimos del grupo, Sakomizu entendía a la
perfección, estaba esperando su tercer hijo y el abultado vientre de su mujer,
apuntaba a que sería niña. Yamada contaba también con una pequeña de 4 años de
edad, claramente prefería la muerte a ver a su hija en brazos de un mal amor,
pero Kuga no era un mal hombre ya le gustaría que su pequeña encontrara un
muchacho tan decente para contraer nupcias en algunos años. Los demás tenían
hermanas, sobrinas y amigas, era fácil entender al señor Satoru desde esa
postura, pero ello no restaba peso a la bajeza de sus acciones.
-Si no es molestia mi Lord, yo
quisiera servirle- Musitó Yamada, era de admirar un hombre que pese a tener
tantas riquezas se había rebajado y hecho humilde, le hubiera encantado servir
desde muchos antes al joven Duque.
-¡Y yo!- Murmuraron uno a uno
los hombres, hasta que todos presentaron sus intenciones a la joven.
-El honor será todo mío
caballeros, por favor cuiden de mí apropiadamente- Natsuki afirmó la propuesta,
nunca estaba demás rodearse de gente leal. -Y usted, señor Takeda ¿Desea
unirse?-
-¿Usted consentiría mis humildes
servicios?-
Natsuki se acercó al maltrecho
pero ya vendado joven. -Entiendo las motivaciones que tiene, le he investigado
y encuentro más que justo y honroso, su esmero por sacar adelante a esos niños,
creo que usted y su amigo serían leales sirvientes- La Kruger le tendió la mano
al moreno.
-Si... iré por Tate
inmediatamente, nos uniremos a ustedes al anochecer- Se levantó con la ayuda
ofrecida.
Devuelto el gorro y las monedas
a sus dueños, la lobuna dio las indicaciones a los presentes, debían continuar
sirviendo como si nada al Fujino, algunos gruñeron ante la idea, pero les animo
comprender que la paga sería doble, la de Kuga y la de su anterior patrón.
Akuma ocupo un mapa con marcas mientras los otros cubrían su cuota de cajas;
Takeda corrió a la finca de los Asakura para encontrar a su amigo rubio,
Natsuki le había prometido ayudar a los huérfanos del poblado y ello era una
maravillosa noticia; Akira partió inmediatamente para buscar la máscara de su ama
y llevarla con el herrero. Así dio principio el plan y altas horas de la
madrugada, los hombres se separaron para llevar los sacos llenos de máscaras a
las casas de los invitados.
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por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del
autor.
Me encanta! La historia se pone cada vez más interesante. Por favor, no deberían tardar tanto en publicar las demás partes.
ResponderEliminarMe encanta está historia.
ResponderEliminarCada vez se pone mejor!!! Espero con ansias el siguiente capítulo.
ResponderEliminarEstá muy padre esta historia, saludos!
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