Capítulo 5
La cosecha II
El sol se ocultaba entre las
montañas próximas al crepúsculo cuando arribaron, sin notar la persecución de
la que eran objeto. Aún quedaba luz suficiente, los rayos languidecientes del
sol dejaban a la vista una pequeña morada, una cabaña colindante a los límites
de las tierras de la familia Fujino. Los altos y grandes árboles en derredor
obsequiaban cobijo y escondite a la casa, apenas un pequeño huerto daba a
entender que el lugar estaba habitado, así como la maleza mantenida a raya por
la oficiosa mano de la Okuzaki. Solo en la intimidad de aquel lugar, la
pelinegra de menor jerarquía podía yacer a sus anchas y usar atuendos más
apropiados a su género. Otro deber fundamental para la servil era esconder y
defender un par de cofres con doblones suficientes para salvar cualquier
dificultad económica, nadie sospecharía nunca, que un sitio de apariencia
humilde como aquel, guardaría un botín semejante. Lord Kruger tuvo la
prevención de adquirir y amoblar la pequeña parcela, para el alojamiento seguro
de su sirviente, pues según lo dispuesto, Natsuki no habitaría aquel lugar e
iría al sitio en caso de urgente necesidad. Vigilar y proteger a la hermosa
Shizuru era la mayor prioridad, pues de ella dependía todo para la familia
Kruger.
Dentro de la cabaña la luz de
las lámparas yacían encendidas, el humo de la chimenea comenzó a dispersarse en
las sombras nocturnas y la tarea más difícil aconteció en el interior, donde
una herida severa, debía recibir los
cuidados necesarios. La fina punta de una pluma rozaba con tacto delicado la
piel semihumana, trazos perfectos dibujaban los símbolos arcanos, que ahora las
derruidas vendas no podían sellar con el conjuro escrito. La cabeza de la joven
Duquesa oscilaba entre la monstruosa y la humana, en una fase previa a la transformación
del ser femenino en la bestia. No habían quejas, ni sus ojos esmeralda miraban
a la leal sirviente, que con paciencia infinita formaba las líneas aprendidas
desde la infancia, una tras otra, dibujaba el intrincado sello del Dios Gato.
Akira necesitaba con urgencia concluir la tarea para revertir el hechizo de la
maldición y poder curar la sangrante herida de su ama. Una vez concluida la
inscripción sobre el lado de la cara sana, el rostro de Natsuki tomó la forma
de aquella criatura soñada como ninfa de los bosques, salvo por los cortes
sangrantes que el metal del tornillo habían hecho en su rostro, del lado
derecho.
Akira lavó la herida con
habilidad insospechada, empleó gasas encantadas con el mismo sello y puso
vendas para sujetarlas en la frente, la mandíbula y la nariz a base de presión.
-Solo resta su hombro alteza-
-No hace falta, sanará por si
solo- Solo por ser la bestia que era Natsuki, se le permitía sanar con
velocidad superior a la de un humano común.
-Pero... la herida no sanará adecuadamente-
Se preocupó Akira.
-La fase de lunar no está
completa todavía, faltan 6 días para ello Akira y me temo que tenemos
compañía... por favor abre la puerta- La sirviente miró con sorpresa a su joven
ama, pero no tardó en obedecer. La morena se regañó mentalmente por no percibir
la presencia intrusa.
El regalo del astro nocturno era
para la joven Kruger a la vez su mayor momento de vulnerabilidad, humana
durante la luna llena, significaba belleza y libertad para desprenderse de la
carga de las vendas y la responsabilidad, pero también, ser tan frágil y mortal
como cualquier otra doncella. Si Natsuki recibía un gran daño durante ese
tiempo, moriría irremediablemente y otro miembro de la línea de sangre,
soportaría sobre sus hombros el peso de la maldición. Solo por esa razón, la
familia Kruger contaba con un ejército completo en la frontera de Artai, cerca
del lago de los Orphans, para resguardar la debilidad de la Bestia en luna
llena.
Natsuki se puso de pie obviando
la expresión preocupada de su amiga, depositó con cuidado la mano sobre el
hombro y con una sonrisa agradeció los cuidados de Akira. Los ojos hechos de
esmeralda se posaron sobre la sombra que ingresaba por la puerta, con voz
profunda no tardó en hablar. -Huelo su perfume desde hace horas, señorita
Sugiura-
-Nunca mencionaron semejantes
circunstancias, caballeros- La voz de una fémina se escuchó, mientras la mirada
hechicera se posó sobre la esmeralda. -Tantos secretos no ha dado buenos frutos
de mi asesoría, me temo-
-Creí que nunca entraría en la
casa, así que la he invitado a pasar señorita Sugiura- Natsuki caminó por la
espalda de la mujer ataviada en un vestido de alta costura, observándola con
escrutinio. -Lamento el daño percibido por su atuendo... pero no ha debido
seguirme- Barro y moho en la fina seda no le iba nada bien.
-Me parece que el señor Kruger
se ha escondido hábilmente, pero no lo suficiente- La sonrisa de Midori se
extendió ante la sospecha y frialdad de su 'cliente'. -O debería decir
¿Señorita Kruger?-
-Sabe más de lo que dijo en
principio... ¿Debo adjudicar esto a su habilidad cómo adivina?- Musitó con
sarcasmo, posando a la luz de las velas el rostro, uno hermoso a pesar de los
tintes y la ocultación de la gasa encantada en el lado derecho.
-He sido amante de la historia
Milady- La mujer inclinó la cabeza, sabía ya que estaba en presencia de la
realeza. -... y resulta obvio cuando Lord Takeru Kruger solo ha tenido una
hija, por otro lado tengo familia en Fukka y los rumores sobre su familia
son... “Escalofriantes”-
-Sabe entonces el peligro que
corre ante eso que llaman 'el doncel de hielo'- Intimidó Akira con voz lúgubre.
-O en el fondo... no sabe nada, los rumores no son más que eso, rumores sin
fundamento-
-Una forma halagüeña de referir
a la bestia- Pero la dama no parecía en lo absoluto asustada, consternada tal
vez y lo ocultaba muy bien con su encanto, mientras tomaba asiento.
-¿Qué hará con lo que sabe
ahora? ¿Solicitar una gran suma de dinero por mantener mi secreto?- Cuestionó
Natsuki sin miramientos, siguiendo el ejemplo en el sofá de enfrente.
-No niego que una suma de dinero
me vendría bien... pero antes esta la lealtad Milady. No puedo permitir que
usted continúe su engaño... he visto el claro interés que muestra sobre la
señorita Shizuru Fujino- Siseó la pelirroja mirando con desconfianza al par.
La risa en principio fuera de
lugar de Natsuki, hizo que Midori cuestionara seriamente la cordura de la
Kruger. Pero la última aclaró su garganta antes de hablar con la seriedad que
el caso lo exigía mientras rondaba el sitio. -Es la cobardía del honorable
señor Fujino el único impedimento para mí... él ya me ha dado la mano de su
hija, a cambio de cofres y cofres con doblones de oro, el pago de su deuda con
el Conde Nagi de Artai y claro, el actual sustento de su viñedo- Natsuki yacía
ya de pie a la espalda de la 'adivina', era como un lobo sigiloso en derredor
de su presa y aquello asustaba a Midori más de lo que podía expresar. -Él ha
sido hábil al esconder los regalos que le hicimos, más aún, ha ocultado en la oscuridad de la noche al
mensajero que envía mi padre con los pagos acordados. Si a Satoru aún le queda
algo de honor, tendrá que entregarla como mi esposa antes de que acabe este
año- Susurró en el oído de la mujer con voz grave, casi fantasmagórica.
Los ojos verdes de Midori
amenazaron con salirse de sus cuentas. -No puedes ser que un acto tan ruin haya
ocurrido- La mujer se puso de pie abrumada por la cruda realidad que mencionaba
la bestia. -¡Es usted repugnante...! Obligar a la bella Shizuru-
-¿Cómo se atreve? ¡Podríamos
llevarla a la orca por menos!- El enfado de Akira era más que evidente, pero su
joven ama le palmeó el hombro en señal de calma. -¡Pero majestad!-
Natsuki negó con la cabeza. -No
pretendo obligarla señorita Sugiura, ha sido Satoru el que la ha vendido como a
una joya de colección, no he sido yo... ¿Por qué otra razón hubiera seguido su
consejo al pie de la letra?- Los ojos esmeralda se clavaron en los verdes
claros de Midori con un tinte diferente. -No deseo otra cosa que ser
correspondida, aún sobre mis heridas Madame-
-Usted... ¿Se ha enamorado de
ella?- Midori era la viva imagen de la perplejidad e incredulidad. -Pero ambas
son mujeres ¿Realmente creen que un matrimonio podría salir bien? Usted no
puede darle hijos y no hay nada que precie más una doncella- La pelirroja ya no
decía aquello con el afán de apartar la mirada enamorada de Natsuki sobre la
preciosa Shizuru. La sinceridad y preocupación ocupaba su tono de voz, a fin de
cuentas tenía una sobrina con los mismos gustos e intuía un caso similar en la
pequeña Fujino.
-Si supiera la verdad sobre todo
aquello que se habla de mí, sabría que todo en este mundo es posible... aunque
usted parece tan escéptica de algo, que le ha dado el pan cada día durante
tantos años- Acertadas palabras eran las de Natsuki, salvo precisamente porque
Midori había engañado a las personas durante años y su fe sobre lo oculto
estaba muerta.
-Entonces ¿Por qué no se
presenta con la verdad Lady Kruger?- Cuestionó la pelirroja mirando sin temor a
Natsuki. Pese a su aspecto Midori comprendía al fin, por la mitad del rostro
descubierto y entintado, que seguramente era una mujer muy agraciada, aquello
confundía bastante ¿Entonces por qué ocultarse tras las roñosas vendas?
-Porque... no quiero que se
comprometa con un título. Ni la riqueza, ni la vanidad pueden comprar el amor
verdadero- Repetía las palabras del Dios Gato, ese había sido el único consejo
que había recibido de su parte.
-Pero a la fecha, su familia ha
comprado a la señorita Fujino- Levantó una ceja Midori, Kruger lo podía adornar
mucho, pero seguía siendo un vil trato a espaldas de la joven.
-Por eso necesito que me ame en
lo que sería esto, sería sin riquezas, sin belleza, sin títulos... solo yo,
solo mis sentimientos a flor de piel en cada ocasión que la he mirado... cuando
mi desvelo no puede ser mayor, cuando solo vivo para contemplarla y sin temor
alguno, daría la vida misma por su alegría- El sentimiento que desbordaba esa
mirada, esa voz y esa expresión dolida en la mitad del rostro visible. -Por
favor... señorita Sugiura, necesito su colaboración... esta demás decir que
estaré más que agradecida con usted y sabré recompensarla- Era evidente que por
sus esmeros de mostrar fuerza, el juego sucio de Takeda, había recibido esas heridas
y la estrategia no era la adecuada.
Midori suspiro profundamente, ya
le hubiera gustado que alguien en lo extenso de su vida hubiera delatado tanta
pasión y sincero afecto por ella. Esa expresión, esas palabras le habían
convencido. -Está bien, ante la señorita Fujino los anteriores consejos no
sirven de mucho, tal vez hayan movido su curiosidad nada más... pero no tema,
haremos lo siguiente...-
-0-0-0-
La hermosa Shizuru había salido
corriendo del palco, llegado a las caballerizas para tomar un caballo e ir por
el doctor al poblado más cercano, la sangre le había escandalizado y un secreto
temor surgió en su interior. Encontróse con su hermano en el pequeño pueblo, le
avistó del incidente con la prensadora y las graves heridas del joven Kuga, con
lo cual ambos muchachos acudieron raudos al pequeño despacho del doctor de la
zona. Un carruaje cruzó los caminos con dificultad a todo el galope que daban
los corceles, pero al llegar a la casa Fujino el herido no yacía por ninguna
parte. Los jornaleros relataron los increíbles sucesos posteriores y la partida
por propio pie de muchacho lastimado. Shizuru escuchaba incrédula las
circunstancias ¿Quién hubiese podido levantarse después de semejante golpe?
¿Quién pudiera caminar con las sangrantes heridas y el inconmensurable dolor?
Para la castaña aquello era inverosímil y motivaba un mayor número de preguntas
por hacer al joven, en efecto cuestionar si aquel nombre: 'Natsuki'.
Era el suyo, cuando lo escuchó claramente al joven Okuzaki.
Molesta por las circunstancias
debió marchar al lecho y al notar la ausencia de su mascota. - “Perfecto,
ahora hasta mi mascota se ha enfadado conmigo”- Aquel no era precisamente
su día, ya solo le quedaba estar preocupada por un perfecto desconocido del
cual no tenía certeza del nombre y de una motita blanca, enfadada con ella por
haberle prohibido dormir a su lado. Tenía la esperanza de que al despertar las
tornas volvieran a su cauce y poder encontrar a su mascota, así como al joven
lastimado.
A la mañana siguiente el deseo
de la castaña se vio cumplido parcialmente, Durhan estaba profundamente dormido
en su pequeño lecho, encogido como una bolita blanca, con las patitas sobre el
hocico, como quien se esconde de la luz del sol para dormir a sus no tan
anchas. -Ara, hoy estamos más dormilones- Se acuclilló la de ojos carmín a un
lado de la cama de su mascota, lo normal era que el cachorro madrugador la
despertara a lamidas y juguetonamente. -Creo que le voy a suspender su castigo
a mi pequeño Durhan, hoy volverás a dormir conmigo “ya nos hemos castigado
suficiente los dos”- Acarició el terso pelaje del pequeño animal, decidió
dejarle dormir e hizo lo propio para organizarse entrando al cuarto de baño.
-0-0-0-
-¿Shizuru?- La aludida escuchó
la voz gentil de su hermano, retiró sus esfuerzos de la tarea que la ocupaba y
desenguantó sus manos. -Al señor Kuga... al fin lo hemos encontrado, lo ha
traído el señor Okuzaki-
-Debo verle inmediatamente-
Shizuru miró a Takumi con una inexpresiva faz. -Indícame por donde...- Se
adelantó hacia la salida como si supiera a dónde dirigirse.
-¿Acaso ese humilde chico es de
tu interés?- Le sujetó la mano el castaño de más edad, sus ojos grises miraban
con sospecha a Shizuru, pues nunca había atisbado en ella semejante actitud.
-De ninguna manera hermano, me
preocupo por nuestros empleados... sabes bien que mi padre delegó esa
responsabilidad sobre mis manos- La seriedad de la mujer le dejó perplejo y
algo espantado, esa mirada podía atemorizar.
-Cla... claro...- Dijo cual
tartamudo, liberando el agarre y procurando llevarla al encuentro del señor
Kuga.
Llegaron hasta las cercanías del
Mausoleo, donde un destartalado almacén de herramientas había sido acoplado sin
mucho esmero por el señor Fujino para dar 'alojamiento' al sirviente. Akira
yacía de pie, con los brazos cruzados y la mirada perdida sobre el gran cerezo,
en cuyas ramas el viento mecía poco a poco los pétalos. -Bienvenidos a nuestra
morada, señor Takumi, señorita Fujino- Inclinó la cabeza como un gesto de
sumisión.
-Este sitió esta todo lo lejos
de ser habitable, mucho menos apropiado para el alojamiento de una persona
herida- Musitó Shizuru mirando con disgusto.
-El que nos ha proporcionado su
señor padre, Milady- Hubiera querido envenenar sus palabras, pero no así en
presencia de los jóvenes Fujino, cuyos corazones se habían delatado más
gentiles y claro está, por orden de su ama. -Por favor entren, yo mismo me he
ocupado de vendar y desinfectar las heridas... pero el sitio es estrecho y solo
puede entrar uno-
-Ve primero hermana, yo
aguardaré mi oportunidad- Musitó el castaño con una sonrisa afable, pues en el
fondo le agradaba en demasía la compañía de Akira, y nunca sería una molestia
esperar a su lado.
Las condiciones del lugar eran
infrahumanas, o así lo pensó Shizuru en cuanto notó la forma en que vivía la
Kuga, con herramientas apiladas contra un rincón, cajas con útiles y repuestos
superpuestas unas sobre otras. Pocas cosas delataban que aquella fuere una
habitación, la vieja litera de dos puestos, una silla de madera y una mesita
gastada, sobre la que reposaba un cuenco con agua limpia y un paño blanco
doblado a un lado. Tal y como advirtió la Okuzaki, el espació era reducido y
Shizuru debió caminar con cuidado de no mancharse, aunque el sitio estaba libre
de polvo gracias a la diligencia de su habitante.
Las castaña tomó asiento en la
silla dispuesta, la cual crujió levemente sin lograr despertar a la durmiente
persona en el lecho. Los ojos carmín se posaron sobre la pálida figura, cuyo
cuerpo estaba cubierto por una manta hasta el cuello y de él, solo el rostro
fue visible. Sorprendióse la mujer, en cuanto notó el fino rostro que las
vendas ya no cubrían, la piel que pareciera de porcelana tintada con
intrincadas letras, se apreciaba hermosa a la vista. -Es una pena que duermas...
quería saber tantas cosas de ti- Deslizó los dedos sobre la piel expuesta, allí
donde la venda no cubría la mitad del rostro.
Una espantada Shizuru evidenció
lo alto de la temperatura de Natsuki, por lo que remojando el paño en el agua
fresca, lo posó sobre la frente sudorosa. La tinta hecha a base de henna había
teñido la piel y no desprendía ya residuo alguno, solo el rocío en la piel
absorbía la tela. Razonando lo absurdo de cubrir al joven herido con la manta
si tan alta era la fiebre, Shizuru se permitió retirar la sabana, con el objeto
de dar algo de aire a la ardiente piel.
Los parpados de la castaña se
abrieron desmesuradamente y las pupilas negras temblaron dilatadas, aquel torso
contaba con algo demás, algo con lo que los caballeros no contaban. No es que
Shizuru hubiera contemplado a un hombre por entero desnudo, pero si suficientes
torsos a la luz del sol, para saber que aquel montículo presionado por las
vendas, que iban desde el hombro hasta el pecho no debería estar ahí. El gritillo
abrumado de la Fujino se estancó en la garganta, escondida estuvo su culpa en
cuanto las gemas esmeraldas se reflejaron en sus ojos y ambas mujeres se
contemplaron una a la otra.
-¿Señorita... Fujino?- La
convaleciente mujer, pues ya estaba muy claro cuál era su verdadero género,
miró confusa a la 'inesperada' visita.
-Ara, Natsuki me ha dado más
sorpresas de las que esperaba- Sonrió Shizuru sin develar en ningún momento la
semidesnudes que ostentaba la chica.
-¿Có...cómo sabe mi nombre?-
-Todos lo escuchamos en el
angustiado grito de su compañero de labores, el señor Okuzaki... clamó su
nombre numerosas ocasiones-
-Que inoportuno ha sido Akira-
Natsuki se llevó la mano al pecho ante una punzada tenue de dolor, entonces
notó la ausencia de lo evidente y con premura buscó la manta para cubrirse. Un
gran sonrojo llevó a la Kruger a esconder hasta la cabeza en la ajada prenda.
La risa límpida de Shizuru llenó
el estrecho espacio. -Ara ara, Natsuki no tiene por qué avergonzarse... a fin
de cuentas poseemos lo mismo y está en confianza, o eso espero- Los pálidos
dedos sujetaron la manta con el ánimo de retirarla. -¿No es muy infantil de su
parte señorita Kuga?- Musitó al ver la oposición que le prestaba la
convaleciente.
-Pero es que... usted... usted
no debía enterarse de esto, aunque no hay nada que quiera más que su confianza-
Asomó ligeramente la cabeza sobre la manta. Natsuki lucía en exceso abochornada
y pese al feo aspecto del lugar, o la venda sobre la herida, el gesto no pudo
más que enternecer a Shizuru.
-Si me lo explica, sabré guardar
su secreto... ¿Por qué se ha presentado con el atuendo de un caballero? Si
tanto necesitaba el empleo, ha podido solicitarlo como una más de las
sirvientes de la casa y así su alojamiento sería más digno- Negoció la castaña,
bajando lentamente la manta hasta dejar de nuevo a la vista el torso vendado,
la piel expuesta, más blanca que la nieve también estaba tintada, incluso las
manos, y ya podía apostar la castaña que también las piernas. Shizuru ocultó
hábilmente en sus cabellos, la observación detallada del firme abdomen que
Natsuki, seguramente había adquirido con trabajos pesados que solo a los
hombres compete.
-No podía, Milady- Los largos
mechones cobalto cubrieron la mirada y el rostro apenado, mientras las manos
también curadas de Natsuki, estrechaban con más fuerza de la recomendable la
manta. -Ha sido complicado esconder mi rostro de todos los jornaleros, ¿Imagina
usted el impedimento en presencia femenina?-
-¿Así que por eso se ha
escondido Natsuki? Debo confesar que es más agradable ver su piel tatuada, que
aquellas vendas que le hacen lucir cual leprosa- Rieron de la corta broma, pues
aquella confusión había sido la primera mencionada, el día que se conocieron.
El simple hecho de haber conocido el verdadero género de la chica, había
supuesto un gran alivio para Shizuru, pues ahora podía tratarla como a una
mujer sin que fuera inapropiada su conducta.
-¿En verdad? “Gracias Midori,
te voy a montar un altar”- La pelinegra agradecía para sus adentros la
asesoría de la adivina, quien en primera instancia había preparado la variación
en la tinta y después la treta para mostrar parte de la verdad a Shizuru.
-Sí, Natsuki ya no tiene aspecto
de prófuga de la justicia fufufu- Shizuru se cubrió elegantemente los labios
para disimular su risa. Pero luego miró con determinación a su interlocutora.
-Aunque, todavía guardo cierta curiosidad, temo importunar el descanso
necesario para que Natsuki restablezca su salud-
-Natsuki Kruger Kuga, es mi
nombre completo... si pudiera seguir llamándome Kuga y tratándome como a un
caballero, se lo agradecería profundamente. Y no se preocupe, me siento
bastante mejor “desde el momento en que percibí tu aroma al entrar”- Se
guardó sus últimas palabras para sí, no lo arruinaría con desatinadas frases de
amor, aun no era el momento.
-¿Por qué desea tal trato?- Los
ojos rubí le desnudarían el alma si en sus manos reposara tal posibilidad.
Aunque en el fondo así era y Natsuki lamentaba mentir a medias.
-Sabe que no es apropiada tal
muestra de confianza, está usted en una posición superior a la mía y su padre
vería con malos ojos mi cercanía hacía usted- La expresión torturada en la faz
vendada conmovió el corazón de Shizuru y amplia fue la sorpresa de Natsuki, en
cuanto los dedos gentiles rozaron su mejilla. Que abrumadora paz le otorgaba la
dama, que brinco al corazón que se desbocaba enamorado, que brillo se formaba
en la esmeralda de una mirada, pero que esfuerzo ocupaba el no besarla ahí
mismo. La hermosa amatista era aún más hermosa de alma que de cuerpo, más
prístina que el cristal de un diamante, más brillante que la luz de una
estrella, del sol mismo si cabe.
-Mi padre no tiene derecho a
elegir mis amistades, aún si es el señor de esta casa... soy yo quien decide
finalmente a quien precia y Natsuki ha mostrado más valentía que cualquier
persona que conozca...- La mano se alejó del rostro, antes de que los dedos de
Natsuki pudieran estrecharlos. -Pero ha sido una completa terquedad de su
parte, trabajar a la par de los hombres- Reprochó con voz suave.
-Siempre he ido a la par o he
sido superior, esto es lo que se espera de mí señorita Fujino- Admitió con voz
pesada la Kruger.
-Puedes llamarme Shizuru, pero
si temes represalias, ese apelativo está bien en presencia de otros- Tomó el
paño que había caído en el regazo de Natsuki, olvidado después de su sorpresivo
movimiento, lo enjugó en el agua y volvió a posarlo en la frente.
-Así sea... Shi...Shizuru- El
nombre se oía precioso nada más pronunciarlo, pero estaba claro que a la
pelinegra le costaría bastante el poder decirlo con tranquilidad.
Entre tanto la castaña hizo
ademán de marcharse, poniéndose de pie para salir por la estrecha entrada. Pero
por un momento se dio vuelta para mirar a la mujer en el lecho. -Y Natsuki... ¿Quién
espera esto de ti?-
-Mi padre, mi familia entera y
más personas de las que puedo contar- No mentía, el poblado de Fukka y la
familia Kruger, guardaba en sus hombros una esperanza más grande de la que
cualquiera pudiera imaginar. Shizuru asintió sin entender, tal vez Natsuki
tuviera una familia numerosa, ya se ocuparía entonces de que el salario le
fuera incrementado. Por lo pronto se ocupó de despedirse con la mano y desear
que la salud de su nueva amiga fuera repuesta con prontitud, no sabía la de ojos
rubí, que apenas saliera del improvisado cuarto, Natsuki daría saltos de dicha
junto a la litera.
Al salir la joven Fujino se
encontró con una tierna escena, o lo hubiera sido, de no ser porque la sonrisa
tímida de su hermano le era proferida a otro hombre. Shizuru entendía más que
nadie las dificultades, que aquella secreta condición le causaría al mayor en
años pero joven de corazón, Takumi era el orgullo de Satoru y este jamás
permitiría que el muchacho tuviera gustos diferentes a los que se espera de un
caballero de su alta posición social. Como si no lo supiera ella... ella, que
tendría que desposar a un hombre. Mentalmente para Shizuru, la algarabía de sus
próximos 16 años, no le alegraba en lo absoluto, al contrario, suponía una gran
pena y fuente de presión. La castaña partió discretamente, no deseaba
importunar o interrumpir el idilio que ausente de besos, lo decía todo con
miradas y sonrisas.
-0-0-0-
Desde entonces y tras ver
cumplidos sus deberes, Shizuru no dudo en acudir algunas horas a visitar a la
convaleciente joven. Claro estaba que Satoru no debía enterarse de la dulce
amistad surgida entre ella y la lobuna, pues el padre tenía muy marcadas las
diferencias de clase. Shizuru simulaba marchar cada tarde en busca del cobijo
de su gran roble, a nadie le extrañaba el hecho dado que era para la castaña
una práctica habitual, más a la menor oportunidad, la Fujino cambiaba su rumbo
a la maltrecha morada de Natsuki. Ocurridos tres días después del incidente, el
doctor contratado por el joven Takumi en secreto, dio el visto bueno sobre las
heridas, la pelinegra podía al fin salir de su encierro y colaborar con mesura
en los preparativos de la cosecha. Takumi y Shizuru se ocuparon de que ningún
esfuerzo físico ocupara a la chica, por lo que debió ayudar a las mujeres con
los últimos retoques de la decoración del festival, pero la de ojos esmeralda
era un poco terca y no temía arriesgar la seguridad de su estado, lo cierto es
que en el cuarto día había sanado completamente.
Era de mañana, con la reciente
alba en el cielo y Natsuki yacía en el tejado de la casa, para poner los moños
y flores colgantes requeridas por el exquisito gusto de la señora Mizue. -¿Así
está bien Milady?- Había puesto el último adorno en la punta del ático y miraba
a la mujer frente a la edificación, que desde tierra firme daba las
indicaciones al sirviente.
-Perfecto señor Kuga, pero tenga
cuidado al bajar...- Decía la afable dama, no perdiendo de vista al servicial
joven que pese a contar con medio rostro cubierto y raros símbolos en la restante piel a la
vista, se notaba galante y cortés. La sonrisa del joven iluminaba de solo
mirarla, parecía tan contento con tan poco, que la señora Fujino no podía
guardar recelo hacia él. Natsuki se deslizó con facilidad sobre el tejado y
bajó hasta la segunda planta por la ventana del cuarto de Shizuru, donde la
castaña le esperaba, con una cara de pocos amigos.
-Así que esto le parece a
Natsuki, una forma delicada de trabajar...- Se cruzó de brazos mientras los
ojos carmín delataban preocupación y uno de los tacones de sus botas, golpeaban
en suelo insistentemente. -¿Cómo debo llamarla? ¿Simio de los tejados?-
-Pero Shizuru...- La pelinegra
no sabía cómo cambiar esa expresión seria en el fino rostro de la doncella.
-Mi madre no sabe de su herida
Kuga, pero ello no es razón para que se arriesgue demás- Que áspero se
escuchaba ese apelativo, cuando en la soledad de su cuarto nada tenían que
disimular. -Podría volver a lastimarse el hombro por pura necedad- Musitaba con
reproche.
-No volverá a pasar, lo prometo-
Una señal de abandono inundó la expresión de Natsuki, que no podía evitar
sentirse mal ante los pequeños enfados que ocasionaba a su adorada ojirubí.
-No es nada justo que Natsuki
ponga semejante expresión- Negó Shizuru con la cabeza. -Me derrite de la misma
forma que lo hace Durhan-
-¿Su mascota?- Preguntó Natsuki
haciéndose la desentendida.
-Así es- Sonrió esperando que la
de cabellos cobalto cumpliera su palabra. -Es un lobito precioso, pero a estas
horas siempre anda rondando por ahí y no se deja ver, tal vez en la noche
pudiera enseñárselo-
-Sería maravilloso, de no ser
porque a semejantes horas si alguien me ve en las cercanía de su casa, no dudo
que tendría que salir corriendo a ritmo de escopetazos- No es que lo dudara, Natsuki
había notado al señor Fujino con el arma en las manos los más recientes días,
quizás lo poco que faltaba ya para ver cumplido el acuerdo, le tenía paranoico.
-“No es que venga un ejército a secuestrar a Shizuru... solo mi padre”-
Pensó para sus adentros.
-Ara, Natsuki exagera
bastante... ignoro porque le teme tanto a mi padre- Una sonrisa ladina se posó
en los labios carmín de la castaña.
Aquel gesto fue suficiente para
mermar considerablemente las conexiones neuronales del cerebro de Natsuki, en una
palabra, dejarla idiota. Por lo que tardó algunos segundos en reaccionar.
-Yo... ¡yo no le tengo miedo!- Se posó altiva la Kruger, puede que bravucona
incluso. Pero al primer sonido fuera de la puerta del cuarto, la pelinegra se
ocultó rauda cerca del muro, allí donde era difícil verle si Shizuru abriese la
puerta.
-¿Decías? Fufufu- La victoriosa
sonrisa de la castaña no tenía precio. -Creo que mi Natsuki necesita otra
oportunidad para probar su valor ¿Irá a la fiesta de máscaras dentro de dos
días?- Cuestionó la castaña
-“¿Dijo mí Natsuki? La
felicidad tiene un sonido... ¿Quién lo diría?” Err claro... iré- No tenía
máscara, ni un traje adecuado, pero iría así fuera la última cosa que hiciera
en la vida, ya compraría algo decente en el poblado.
-Ahora me temo, debemos
continuar nuestras tareas- Shizuru apagó con tono formal la dicha, ese hecho de
estar en las nubes en el que Natsuki se había sumergido. -Ara, Natsuki es tan
dispersa- Se corrigió esta vez, la castaña no supo enteramente porque dijo
aquello momentos atrás.
-El señor Takumi no me ha dado
mayores indicaciones, ¿En qué puedo servir ahora?- Natsuki miró con extrañeza a
la dama.
-Entonces seguirás mis órdenes
por hoy-
-Como usted ordene, Milady- Se
inclinó con absoluto protocolo, en un ademán que le ganó otra preciada sonrisa,
del objeto de sus afectos.
Shizuru le guió hasta el viñedo,
donde un gran número de personas se filaba con cestas en las manos. La castaña
tomó la mano pálida de Natsuki para apresurarse a llegar más rápido y que no
les dejaran atrás. -“Ara, que suave piel”- Se permitió apuntar
mentalmente, mientras arribaban al encuentro de los demás.
Al final del grupo ambas jóvenes
tomaron las cestas y un artilugio filoso, con la forma de una pequeña guadaña.
Estando en el final de la cola Natsuki miró con desconcierto a su temporalmente
jefa. -¿Qué haremos?-
-Vamos a desgajar el viñedo...
recolectaremos los frutos para dar inicio al festival de la cosecha- Ante la
mirada esmeralda, la gente se dispersó sobre las líneas de los sembradíos.
Shizuru que aún no le soltaba la mano, le llevó a la línea que ambas
compartirían.
Natsuki contempló como la
hermosa mujer, dotada de grandes habilidades en todo lo que le había visto
hacer, no tardó en demostrar su facilidad para desprender los racimos. Ella
misma se empeñó en no quedar atrás, pero por alguna razón su guadaña no podía
cortar el recio pabilo. -Me dieron una sin filo- Musitó mirando la herramienta
con sospecha.
Shizuru volvió a dedicar una
cautivadora sonrisa a la lobuna, contrario a lo que se esperaría de una mujer
de su estirpe, la castaña miraba con ternura la terquedad de la otra y valoraba
sus esfuerzos sobre lo 'imposible' de las cosas. Dejó el cesto en el suelo, se
acercó por la espalda de la joven, tomó la guadaña, la acomodó adecuadamente en
la mano de Natsuki y guiándola lentamente, reveló el secreto de la inclinación
de la herramienta, con la cual el filo desprendió el racimo con suma facilidad.
Ambas miradas vieron caer las uvas, percibieron el sonido del gajo al reposar
en la cesta y sintieron la tibieza de sus cuerpos tan cerca. Shizuru se alejó
abrumada, confusa, la Kruger tenía un aroma a rosas en cada poro de la piel, el
cabello azabache tan largo y sedoso desprendía con más fuerza aquella esencia y
su espalda, su brazo, era firme y atlético. Un ligero deja vú la
estremeció por instantes, pero renuente a dar crédito a sus instintos olvidó
más pronto la agradable sensación.
Natsuki tragó saliva y ocultó el
profundo sonrojo que la embargaba, lamentó en secreto la nueva lejanía, pero se
prestó a la labor que las aguardaba, imitó el movimiento aprendido y los
siguientes racimos cayeron al cesto con facilidad. -Natsuki es una buena
aprendiz- Animó Shizuru sin mirarla a los ojos. La pelinegra supuso que
descuidar la vista sobre las manos y los racimos podría significar un dedo
menos en la mano.
Concluyeron el trabajo con la
llegada del medio día, era el momento de llevar los frutos recolectados a la
casa Fujino, donde daría inicio el debido proceso para la fabricación del vino,
allí principiaría un festejo reconocido y recordado por todos los pobladores de
Tsu. Shizuru no permitió que Natsuki hiciera esfuerzos físicos, los demás
hombres se emplearon en el traslado de las grandes canastas llenas de los
preciados frutos de la vid, siendo estos transportados en carretas tiradas por
caballos. Una vez frente a la ilustre morada, los sirvientes descargaron y
llevaron una pequeña parte del fruto recolectado hacia el centro del festival,
el otro fue trasladado hasta la bodega. El arribo de los miembros más jóvenes
de la familia Fujino así como de los sirvientes, fue celebrado con aplausos. La
algarabía y la música dio principio, mientras un grupo de cuerdas animaba el
ambiente con melodías tradicionales. El lugar yacía rebosante de personas,
vecinos y amigos de la familia, aguardaban la llegada de los labradores de la
tierra. Las doncellas más hermosas, aquellas en la flor de la juventud y la
fertilidad, levantaron sus largos vestidos a la altura de las rodillas,
atándolos con cintas de colores.
En el centro de la algarabía,
estaba dispuesto un gran recipiente de madera, que bien pudiera contar con las
dimensiones de una piscina. El artilugio estaba apoyado y reforzado por
columnas de madera blanca, que formaban dos arcos cruzados en los que adornaban
listones y flores. Yamada, Takeda, Yuichi y los demás, vaciaron el contenido de
numerosas cestas en el gigantesco recipiente, hasta cubrir por completo el
fondo y subir el nivel de llenando a 10 cm. Las primeras mujeres que se desprendieron
de los zapatos y las finas medias, ingresaron con la colaboración caballerosa
de los hombres a la piscina de uvas y una danza comenzó entre las doncellas al
ritmo de las balalaicas, los tambores, las liras y los violines.
La Duquesa observó como la
constancia de las mujeres que bailaban animadas por los aplausos, destrozaba y
extraía el valioso jugo de los frutos, ocupando la misma función que la
infausta maquina con la que se había accidentado. -¿Entonces me desfiguré el
rostro por nada?- Musitó con queja mientras veía la animada marcha sobre las
uvas, los saltos y los vestidos teñirse de un color violeta.
-Ara, Natsuki es ligeramente
dramático, si cuida apropiadamente sus heridas esperemos que no dejen cicatriz-
-¡Shizuru!- La aludida no pudo
más que avergonzarse a niveles exorbitantes, la hermosa castaña a su lado, era
la única capaz de lograr tales efectos en ella.
-No puedo evitarlo, Natsuki es
tan inocente... fufufu- Shizuru se cubrió delicadamente los labios, para emitir
un agradable sonido de risa, o así lo pensó la pelinegra. -Se trata simplemente
de una costumbre para recordar los modos antiguos, cuando el vino se hacía de
forma rudimentaria y un gran número de personas danzaban sobre las uvas, hace
siglos no era posible tener una máquina que hiciera esa difícil tarea, entonces
la extracción de mosto tardaba una semana entera de trabajo-
-No pensé que hacer vino fuera
tan... complicado- Natsuki se rascó un poco la cabeza, al menos por el momento
podían darse un descanso y eso era ya un regalo en sí mismo.
-¡Shizuru! Veeeenn, ¡ya es
tiempo hermana!- Se escuchó la voz de Mai, que había sido de las primeras en
entrar y la más efusiva al bailar, a un lado apoyado sobre el recipiente de
madera, Reito miraba con sus grises y vigilantes ojos a su amada.
-Es un arte... arte del que yo
debo participar- La castaña se levantó el vestido, ató cintas a la prenda, se
deshizo de los zapatos y una atónita Natsuki la miró sin dilación, un tremendo
calor se apoderó de su cuerpo, pues las piernas de la castaña eran un bocado a
la vista. Más poco pudo darse a la contemplación, una mano le halaba hacia el
centro, una animada Shizuru, necesitaba de la gentil colaboración de un
caballero para yacer con las demás y ser partícipe del momento.
Natsuki comprendió el deseo de
la chica sin palabras, imitó a los demás hombres fuera de la piscina repleta
del fruto de la vid, de su mano unida a la de Shizuru la vio ascender por unas
escaleras blancas y con el firme agarré le ayudó a descender suavemente sobre
las uvas. Allí Mai recibió a Shizuru y con una sonrisa, le guio en la nueva
danza que todas las doncellas realizaban. Los pies desnudos machacaban los
frutos, las largas piernas se movían de forma hipnotizante y las sonrisas,
hacían de aquel momento algo perfecto. La lobuna sonrió de dicha, apostada
contra la madera como los demás caballeros que velaban a sus prometidas con
desvelo, y aunque nadie supiese que para ella era también cierto el compromiso,
nunca su mirada se deslizo sobre otra dama, para Natsuki era como si solo la
melena dorada a la luz del sol, los ojos sangría y la figura danzante de
Shizuru existiera en el mundo. Una palmada rompió el hechizo y las miradas
cómplices que se cruzaban entre las dos, cuando un improperio quiso salir de
los labios de la bestia y sus garras asestar un golpe mortal en el mentecato,
la sonrisa de Reito le desentendió de aquella idea.
-Bienvenido Kuga... es momento
de que nosotros también bailemos-
-¿Qué?- No tuvo tiempo siquiera
de refutar, el brazo del Kanzaki se había enlazado al suyo y el de Sainoyi en
el otro, una gran ronda de jóvenes y sirvientes se formó en cuestión de
segundos.
Natsuki se vio arrastrada por
los movimientos de los demás, los cuales debió aprender e imitar, entre saltos
y ritmos propios del folclore de Tsu. Entre pasos, aplausos y danza, los
hombres giraron en derredor de la fuente de la vid, cantos de voces graves
fueron oídos por la restante multitud y de tanto en tanto los allí reunidos se
inclinaban ante las mujeres, como quien rinde tributo a una diosa. La Kruger lo
comprendió al fin, el arco honraba la fertilidad femenina, la danza a la
euforia y la alegría, el líquido precioso representaba el elixir de la dicha,
de la gloria misma y la locura, pues eran el vino y las doncellas, un regalo de
las deidades al mundo. Natsuki estuvo segura entonces, de que nunca más en su
vida tomaría del fruto de la vid, sin que llegasen a sus pensamientos aquellas
memorias... los ojos rubí que miraban con anhelo, el movimiento arrebatador de
sus caderas en la sinfonía de la euforia, la gracia de aquella figura etérea,
casi divina. Shizuru era como el vino en una palabra, como la locura necesaria
para no morir de tedio y monotonía, porque su sonrisa cautivaba quien la viera,
y ella moriría embriagada de la castaña si se lo permitieran.
Lejos del alcance de las miradas
curiosas, el iris turquesa miraba con resentimiento y sospecha los
acontecimientos, se mordía los labios con rencor mal disimulado, el mandil de
su vestuario servil se tensaba y destensaba apretujado entre las manos. Una
gota del escarlata más intenso surcó la barbilla, mientras ella... notaba como
tan insignificante ser se atrevía a posar los ojos en una estrella. -Ese... tan
indigno de ella, tan inferior... ese desdichado que ha podido pretender más de
lo que debe- Enterró las uñas en la carne de su mano. -Ese tal Natsuki, al que
Ojou-sama le devuelve una sonrisa... pagará un precio muy alto por su osadía-
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Me encanta esta historia, que ansias de seguir leyéndola, te felicito escribes genial.
ResponderEliminar-Maria, Colombia
Muchas gracias por esta historia. Ya con ganas de leer el siguiente capítulo.
ResponderEliminarEs muy buena la historia y la narrativa me encanta, saludos.
ResponderEliminarEs una gran historia. Solo deseo que las publicaciones no tomen tanto tiempo.
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