CAPÍTULO
06
A pesar del agua
caliente, Inna tembló mientras observaba el cuerpo desnudo de Aleksandra
atravesar el estanque. Ya podía sentir su vientre llenándose de deseo, sus
senos doloridos, y la estrechez extraña en su pecho que amenazaba con robarle
el aliento.
Aleksandra salió a la
superficie sin un sonido. Su cabeza se levantó del agua, a pulgadas de la suya.
Se habían quitado su máscaras la noche anterior, y aun así, cada vez que la
veía, se sentía asombrada por su belleza.
El pelo negro y
mojado se aplastaba hacia atrás en su cabeza y fluía sobre sus hombros anchos.
Sus ojos azules, ahora oscuros por el deseo, estaban moteados con luces de oro
y enmarcados por pestañas negras como el hollín. Su nariz era recta y lisa, sus
fosas nasales ligeramente acampanadas mientras la morena se llenaba los
pulmones de aire después de su viaje submarino. Su piel era aceitunada, algo
inusual para una rusa, a menos que tuviera un gitano entre sus antepasados.
La mirada de la mujer
rubia flotó suavemente sobre el espacio expuesto de su pecho. Sí, ciertamente
podía verla como una gitana. Sus pechos redondos exquisitos tenían los pezones
erectos. Su boca era firme y recta mientras Aleksandra la miraba con una
expresión seria, su barbilla prominente.
—Dame un beso—
demandó la morena.
Aleksandra quería
estar a cargo, ¿verdad? La rubia ocultó una sonrisa abierta.
—Está bien, te daré
un beso, pero primero tienes que cerrar los ojos.
— ¿Por qué?
—Porque te lo digo
yo.
Sus ojos se
estrecharon mientras Alek consideraba sus palabras.
—Haré que valga la
pena— bromeó la rubia.
Los ojos de Aleksandra
se dilataron, con una chispa de deseo intenso en sus profundidades de hielo. La
morena los cerró, una sonrisa apenas perceptible de anticipación curvando su
boca elegante.
Inna se movió más
cerca de su amante. Levantando la mano, dejó caer agua sobre su hombro pero no
la tocó, mientras sus ojos codiciosamente se llenaban con la imagen de Aleksandra.
Movió las manos sobre su espalda ancha y sus hombros, bajándola hasta que las
puntas de sus cabellos flotaron en la superficie del agua.
En lo alto de su
hombro izquierdo, Inna vio una pequeña cicatriz en forma de gancho. Presionó
sus labios sobre la vieja herida y percibió el estremecimiento que atravesó su
cuerpo grande. Un sentido de poder la invadió al pensar en poner de rodillas a esa
mujer. Siguió su ruta hasta llegar a uno de los pezones y los rozó con su
nariz.
Se inclinó hacia
adelante para susurrar, con sus labios acariciando su oído:
—A pesar de lo que
estoy a punto de hacerte, tú no puedes tocarme, ¿entiendes?
La morena abrió su
boca como para objetar y la rubia la silenció mordiéndole el lóbulo.
El aliento de Aleksandra se oyó claramente mientras tomaba aire, sorprendida.
Asintió.
—Bien.
Ella tomó su mano y
lo condujo al borde de la piscina, más cerca de una cascada pequeña. Una niebla
fría llenaba el aire desde donde el agua caía, un contraste afilado con la
tibieza del agua debajo. Ella la instaló en una roca baja, con el agua
levantándose hasta apenas por debajo de sus pezones.
—Cierra tus ojos— le
susurró.
Después de que la
morena obedeció, la rubia se movió hacia atrás, arrastrando sus dedos sobre el
amplio espacio entre sus hombros. El calor que la alta mujer irradiaba era
asombroso. Nunca había conocido a alguien que fuera tan impresionantemente
caliente. Con dedos temblorosos, Inna se quitó el sostén y lo lanzó a un lado.
Enrolló sus brazos
alrededor de los hombros de su mujer, presionando sus pezones erectos en su
espalda. Relajando las rodillas, se dejó hundir, sin que sus senos perdieran
contacto con su espalda. La alta mujer gimió mientras Inna se levantaba,
repitiendo el movimiento una vez más.
Inna miró por sobre
el hombro de Aleksandra, a través del agua cristalina. Las manos de la alta
mujer estaban tensas en sus muslos y desde su mata de bellos, podía ver la
humedad emerger.
Aleksandra estaba
lista para jugar.
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— ¿Qué dijo Dirk
cuando se enteró de que habían cambiado el vino?
Aleksandra trazó con
la punta del dedo una huella perezosa sobre el brazo de Inna, maravillándose de
la sedosa sensación. Yacían sobre las rocas calientes, sus largas extremidades
entrelazadas. Las antorchas ardían dulcemente y el calor de las rocas las
mantenía cómodas una en los brazos de la otra.
Ella lanzó una risa
suave.
—Dijo que mejor le
hubiéramos arrancado el corazón antes que jugar con su vino.
Aleksandra sonrió,
celebrando los cambios forjados por los momentos que habían compartido en el
estanque. Inna, suave y caliente, yacía a su lado, indiferente acerca de su
desnudez. La cambiante luz de la luna convertía su piel en plata y, con su pelo
rubio enmarañado, se parecía a la tentadora que había sido tiempo atrás. Su
gitana bella.
—Quiero pintarte—
dijo la morena.
Ella parpadeó, y un
rubor suave cubrió sus mejillas.
— ¿A mí?
—Sí, a ti. ¿No sabes
qué bella eres?
Inna se encogió de
hombros.
—Soy lo que soy.
—Tan modesta. —Aleksandra
alzó su mano y la llevó a sus labios. — ¿Posarás para mí?
Inna vaciló.
— ¿Por favor? —La
morena le besó la palma.
—Algún día.
Ella asintió.
—Está bien. Ahora
tengo otra pregunta para ti. —Deslizó los dedos alrededor de su muñeca delgada,
maravillándose de la delicadeza de los huesos bajo su piel.
—Podría tener una
respuesta para ti— ronroneó Inna mientras la alta mujer depositaba un beso en
el interior de su muñeca, con su pulso palpitando agitadamente bajo su boca.
— ¿Qué piensas acerca
de los vampiros?
— ¿De los vampiros de
teatro o los vampiros de la literatura?
—Ninguno de los dos.
Quiero decir los reales.
—Los vampiros no
existen.
— ¿Quién lo dice?
Inna negó con la
cabeza.
—Es fisiológicamente
imposible sobrevivir sólo a base de sangre. No se puede hacer.
—Si eres humano, no
se puede. ¿Pero qué ocurre si un humano es cambiado a un nivel molecular? Su
metabolismo queda inmovilizado en el tiempo, lo mismo que su sistema digestivo.
Todo lo que se necesita es una dosis de nuevo impulso, digamos, una vez a la
semana, para dejar sus otros sistemas funcionando normalmente.
—Creo que deberías
convertirte en escritora, porque tienes una imaginación impresionante. —Su tono
fue seco.
—Estoy hablando en
serio.
—También yo.
— ¿Sería tan malo ser
un vampiro?
Los ojos de Inna se
estrecharon, y su mano se tensó bajo la de la morena.
— ¿Crees que eres un
vampiro?
Aleksandra vio la
duda en sus ojos. Inna no estaba lista para la verdad aún y, si ella pronunciaba
la única palabra que acudía a sus labios, la perdería.
—Estoy abierta a la posibilidad
de los vampiros, eso es todo lo que estoy tratando de decir— respondió. —Hay
muchas cosas en este mundo que ni siquiera podemos comenzar a explicar.
—Estás en lo cierto
acerca de eso. —La sospecha se desvaneció de sus ojos.
La alta mujer presionó
otro beso en su muñeca y ella suspiró.
— ¿Crees en el
destino?— preguntó Aleksandra.
—Hmm, ¿destino como
cuando las personas nacen para ser algo o un curso de acontecimientos
predeterminado?
—Sí, a ambos.
—Pues bien, creo que
sí. Pero también creo que las personas pueden alterar su destino por sus
acciones, o su falta de ellas.
La morena asintió y
entrelazó sus dedos con los de la otra mujer, levantando la mirada para
encontrar la suya.
—¿Y qué hay
acerca de la rencarnación?
Inna frunció el ceño,
formando unas arrugas pequeñas entre sus cejas y la morena quiso besarlas hasta
hacerlas desaparecer.
—Me gusta esa idea.
Digo, vivimos nuestras vidas mortales y, cuando morimos, lo podemos nacer una
vez más. Y esa siguiente vez, espero, no cometeríamos los mismos errores.
— ¿Puedes imaginarnos
haciendo esto muchas veces?
—Creo que ya lo
hicimos. —Inna contoneó las cejas.
—Eso no es lo que
quise decir— Aleksandra rio ahogadamente.
Su expresión pareció
asombrada, y después prudente.
— ¿Crees que hemos
estado aquí antes?
— ¿No puedes sentirlo?
—La mujer mayor destrenzó sus dedos para hacerle posar la mano sobre su propio
corazón, con su palma cubriendo la de ella. Con la mano libre, Aleksandra
cubrió el corazón de la rubia mujer, la pulsación familiar contra su palma. —Tu
corazón conoce al mío así como el mío conoce al tuyo.
Inna la cubrió con su
mano libre y sus ojos se ampliaron.
—Caramba— jadeó.
—Laten al mismo ritmo. ¿Cómo es posible?
—Hemos estado aquí
antes. En un nivel físico, tú no lo recuerdas, pero tu corazón lo hace, como lo
hace tu alma.
Su expresión fue
vacilante.
— ¿Crees en realidad
que hemos estado aquí antes?
—No tengo duda en mi
mente de que hemos estado aquí muchas veces antes.
Por breves segundos, Inna
guardó silencio, y Aleksandra casi pudo oír los engranajes de su cerebro girar
en su cabeza.
— ¿Lo crees? —Su
expresión se volvió amarga. — ¿Y lo habremos comprendido entonces?
La depositó un beso
en su palma.
—Creo que lo
entendimos bien todo el tiempo. ¿Cómo podría estar equivocada? —Aleksandra observó
sus ojos llenarse de lágrimas. Alarmada, la atrajo a sus brazos. — ¿Por qué
estás llorando?
—Si sólo fuera
verdad— sollozó ella. —Es un pensamiento hermoso.
La alta mujer la
abrazó.
— ¿Quién dijo que no
era verdad?
—Imagina una
eternidad de esto. —Inna deslizó sus brazos alrededor de la morena y la
estrechó.
La alta mujer sonrió
en su pelo. Aleksandra no tenía que imaginarlo: había vivido breves episodios
de esa dicha varias veces, pero ella no lo recordaba. La morena sintió una
sombra de tristeza porque la rubia no recordaba todos los momentos que habían
pasado juntas. Cuando el momento fuera propicio, le contaría todo aquello que
ella no recordaba. Pero primero, Aleksandra necesitaba recuperar algo.
—La fiesta termina
mañana— dijo la morena.
Silenciosa, Inna
asintió, apretándose más y diciéndole sin palabras exactamente lo que la otra
mujer necesitaba saber.
—Necesito irme y
traerte algo, una cosa que olvidé.
Inna se apartó, con
la perplejidad escrita en sus rasgos.
— ¿Cómo pudiste
olvidar algo para mí cuando ni siquiera me conocías?
—Sólo digamos que
sabía que te encontraría aquí. —Alek alisó el ceño fruncido de su frente con la
punta del dedo. — ¿Me esperarás? Tardaré un día, dos a lo sumo.
— ¿Quieres que te
espere aquí?
La morena asintió.
— ¿Qué pasa si no
regresas?
—Regresaré por ti.
—Sí, dices eso ahora,
pero, ¿qué ocurre si no lo haces? ¿Cuánto tiempo quieres que te espere?
—Te lo prometo,
regresaré a ti. Serán dos días nada más.
La mirada verde
examinó su cara como si pudiera encontrar alguna prueba de su promesa escrita
allí. Finalmente, asintió y la morena la atrajo de vuelta a su abrazo, apoyando
su cabeza bajo su barbilla.
Pronto, ella sabría
que ni siquiera el tiempo podría mantenerlas apartadas.
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Woooooow me encanta de verdad, espero que continúes pronto
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