os saludamos en la calle con dos besos temblorosos en las mejillas, buscando provocar el deseo mutuo que hacía días sentíamos, no era necesaria la provocación, pero inevitable la tentación al acercarnos a las comisuras de nuestros labios.
Hablamos de banalidades, del tiempo caluroso, de cómo se portaba el perro, que tal el aparcamiento…, -acabo de llegar del trabajo y me queda poco de paseo…- le dije. Nos dirigimos hacia mi casa, las dos con nervios en el estomago, no hacía falta ni preguntarlo, la excitación, la vergüenza, las miradas a los ojos furtivas… se palpaba en el ambiente. Entramos al ascensor y allí sin nadie observando en silencio… no podía más, me acerqué a su boca tanto tiempo deseada, tantas veces fantaseé besarla que saltándome todas las vergüenzas me lancé hacia ella cogiéndola con mi mano izquierda de la cintura, aunque sabía que no iba a intentar escapar, y por fin, los nervios de las dudas se fueron, y los de la excitación aumentaron, como un torrente, una avalancha, me inundó el deseo al sentir su cuerpo pegado al mío, al saborear su lengua y sus carnosos labios sólo podía disfrutar, no pensé en nada más…. Se paró el ascensor y salimos los tres, mi perro sería durante el resto de la tarde nuestro testigo mudo…
Como pude, entre pequeños temblores nerviosos encontré las llaves de casa, abrí la puerta y una vez estuvimos dentro, solté al animal, cerré con llave y sin esperar ninguna palabra suya me volví a acercar a ella, mi deseo dominaba a mi cabeza, acerté a decir en un susurro –Bueno, creo que ya hemos hablado mucho y… sabíamos lo que iba a pasar si nos veíamos…- Era mi modo de pedir permiso o justificar mi falta de conversación previa. Volví a besarla, a comerla y me respondía al beso con la misma intensidad y pasión, esta vez con las manos libres la abracé y no soy capaz de recordar el orden de mis caricias, le tocaba el pelo, le quité las gafas, mis manos a un tiempo como una sola, bajando por su espalda hasta cerrar en su cintura, tan estrecha que creí que podría elevarla a pulso hasta el techo, fundí su boca con mi boca. Sus pechos pequeños y desafiantes rozando los míos a través de su fina camiseta, sus manos tocándome, buscándome…. El ansia me dominaba, me notaba húmeda desde… desde que el día anterior le confesé mis sentimientos chateando… no, no es la mejor manera de hacerlo pero las circunstancias…Todo fue tan rápido y tan lento a la vez…
Yo tengo pareja estable años… ¿Cuánto de estable? pues, con un hijo común de 8 años y casadas…MUY ESTABLE. Pero a ella… la conocí hace unos años y me encantó, por suerte o por desgracia, fue fácil resistir la tentación, ella tenía novia, y yo había comenzado el tratamiento de inseminación… no era momento de romper planes y sueños de dos parejas.
No volvimos a vernos… hasta el pasado año, y luego en salidas por el ambiente volvimos a coincidir. Yo mostrándome impasible pero inevitablemente cercana y amable, volví a resistir la tentación, pero los encuentros, aunque fugaces, se repitieron al poco tiempo y hace como 1 mes… la situación me superó. Este último encuentro compartimos unas horas, de conversaciones, de situaciones a solas, de roces despistados de nuestras manos y miradas que acabaron inundando y nublando mi razón y mi autocontrol…
Los días posteriores creí sentir que había “algo”, había química entre nosotras, atracción mutua, no era sólo yo… y mi fantasía se disparó, me imaginaba a solas con ella mirándonos a los ojos y acercándonos poco a poco, como si nuestro imán nos obligase y acabar en un beso de película. Las últimas despedidas fueron largas y costaba decir un simple “hasta mañana” – Te acompaño…, hasta mañana, ¿a que hora vienes?…,¿te recojo en tu casa?…,¿venimos juntas?…, ¿no te vas? Ah! pues me quedo contigo un poco más…- Todo me acercaba hacia ella pero me resistía… Seguíamos con nuestros compromisos y su novia de hace años ya era su esposa. Me tenía que olvidar Y PUNTO.
Como era de esperar, no me olvidé y ahora sé que ella tampoco… nos mandamos algún e-mail para intercambiar fotos, me trataba siempre con cariño y halagos, con bromas de intercambio de nuestras parejas… grrr, nunca sabía ni sabré cuánto de indirectas o de bromas tenían sus frases. Porque a mí no se me dan bien los flirteos, que yo al grano siempre, y claro me lo tomo todo en serio. Así, con directas y/o indirectas estuvimos un par de meses, y coincidimos (juro que sin pretenderlo) en el chat del face, nos saludamos, y comenzamos a “hablar” de tonterías, gente en común…, y empecé a “interrogarla”, necesitaba conocer sus sentimientos hacia mí. Si eran como los míos, en silencio me alejaría, si no se había planteado nada, confesaría los míos para “liberarme” y mantener la distancia.
Mi estrategia se centraba en saber si siendo cariñosa tanto de palabra como de caricias por su carácter, conmigo tenía un trato igual al resto o especial, y funcionó a medias… no me lo decía clara y directamente… y yo no quería hacerlo tampoco hasta estar más segura, pero mi conclusión fue: “ella es así con todo el mundo, no te creas especial porque a tí te cautive…” así que la llamé al día siguiente, y le pedí quedar para hablar, yo quería confesar en persona, verle la cara y aunque yo muriese de vergüenza, que ella me viese a mí la expresión de la cara y el tono de mi voz, que por escrito se desvanecen. Pero nuestro horario lo hacía difícil e inevitablemente cuando al rato me vio conectada al chat me insistió preguntando que me ocurría, y a mi me sobraban ganas de hablarle, de contarle que moría de ganas de verla cada día, de leer un e-mail suyo, de besarla cuando me miraba a los ojos y se nos hacía un silencio, de ganas de pedir que no me soltase de la mano cuando cariñosa y amistosamente lo hacía…moría de ganas de ELLA.
Fue en esta segunda charla de chat, con frases y sentencias cada vez más directas cuando le recordé cuantas veces nos habíamos visto y cuanto me había interesado en cada ocasión por ella y que ya no podía ocultar que me atraía mucho y que como ya me aclaró el día anterior, yo era la única de las dos que me sentía así, y que por piedad, no fuese tan cariñosa conmigo, siempre que pudiese, que lo evitara y recordase que me “dolían” por lo mucho que me gustaban sus atenciones. Y…SORPRESA causaron cierta conmoción mis palabras, ella sentía algo por mí, “algo especial” pero su modestia o incredulidad le había hecho imposible ver cuánto me atraía. Ambas nos sentimos con el gusanillo en el estómago, el nudo en la garganta, el corazón en un puño… me costó un poco creer lo contrario de lo que me animó a hablarle, pero lo hice, la creí porque era mi primera impresión, mi sueño no confesado, mi secreto íntimo, pero también había querido creer que no le interesaba porque necesitaba (egoísta de mí, para liberar mis sentimientos tantas veces reprimidos) decirle cuánto me gustaba y cuánto la deseaba.
También por poco habitual que es ese fuerte sentimiento, que siempre me pareció difícil encontrar a otra mujer que me hiciera sentir…TANTO, no quería que quedara en un rincón de mi memoria sin que nadie lo supiera, sin que ella fuese consciente de su influencia, de su atracción sobre mí.
Así, que ya estaba todo hablado, sin darle más vueltas seguimos un rato contándonos fantasías mutuas, contadas con algo de timidez pero envalentonadas por la distancia y la protección que da escribir y leer sin que te vean ni oigan. Estuvimos un par de horas, hasta elevar la temperatura de nuestra conversación por chat a altos grados de calor interno y externo, y conseguir no humedecer, sino mojar literalmente nuestra ropa interior. Hablamos sin tapujos, sin remordimientos ni recuerdo de nuestras respectivas mujeres, esto era un punto y aparte, era nuestro mundo al margen.
Volviendo a la narración del encuentro en mi casa, fue al día siguiente a la confesión por chat, la consecuencia de la misma. Un fuerte y cálido abrazo confirmaba lo que ya habíamos hablado, la confianza que nos teníamos, nos separamos un instante y nos miramos fijamente, sonriendo, ambas sabíamos lo que iba a pasar. Todavía en la entrada nos besábamos como si no existiera nada más. Sin dejar de besarla y acariciarla la llevé hasta mi habitación, si dejarle ver a donde íbamos, la tumbé en mi cama, me arrodillé en la misma, teniéndola entre mis piernas me incliné para seguir besándola y ella entre besos empezó a desabrocharme la blusa que llevaba, empecé a bajar mis manos por su cuerpo, levanté levemente su camiseta y cuando toque sus pechos por debajo del sujetador, ni un leve gemido salió de sus labios, sólo oía su respiración acelerada, su gesto de deseo y sorpresa, su boca entreabierta, ardiente y sus ojos muy abiertos como queriendo retener en la memoria todo lo que veía y sentía y mis pupilas se abrieron y mi corazón se aceleró al aumentar el deseo, el deseo de besar todo su cuerpo y sentir su humedad junto a la mía.
No podía creer lo que estaba haciendo. Súbitamente me levante de la cama algo atónita y bajé la persiana, me molestaba la luz del sol en mis pupilas dilatadas, la deje tumbada en mi cama unos segundos, eternos a ojos de nuestro apetito creciente, y volví rápidamente con miedo de que se rompiera el encanto, deje sólo una tenue luz para poder vernos bien, su preciosa cara y nuestros cuerpos que en breve esperaba estuviesen desnudos. Lo que había empezado era imparable.
Me arrodillé en la cama y ella también, así, de nuevo cara a cara volvimos a besarnos con locura con frenesí, eran los mejores besos que había sentido nunca, suave e incansable su lengua buscaba la mía que no se hacía de rogar y se acariciaban y empujaban mientras nos medíamos el cuerpo con las manos bien abiertas, sintiendo la suavidad de nuestra piel, cintura, espalda, hombros,… abrí bien la mano para pasársela por la nuca acariciando sus cabellos cortos, que resbalando entre mis dedos me acariciaban. Incliné hacia detrás su cabeza para contemplar su cuello y comenzar para besarlo aumentando la presión a cada beso hasta morderlo en el umbral de un dulce dolor. Continué por el lóbulo de la oreja chupándolo y aspirando el aire para provocarle escalofríos de gusto y volver a ese precioso cuello para besarlo. La sujeté por la cintura e impaciente le quité la camiseta y el sujetador, sus pechos ya desnudos se apretaron contra los míos todavía vestidos, con mi mano más diestra y menos atareada le acaricié un pecho, con el pezón ya duro, me incitaba a que lo saboreara y así lo hice, con las dos manos llenas con sus pechos la tumbé de nuevo en la cama para acariciarlos, presionarlos y succionar sus pezones hasta ver su placer, hasta provocar sus gemidos y su ansia. Fue esa misma ansia la que la hizo reaccionar, no se había mostrado para nada pasiva, no dejó en ningún momento de acariciarme o besarme, pero yo me concentraba en ella en descubrirla y saborearla, pero no debía ser suficiente, y entonces fue ella quien se incorporó, impaciente por tomar las riendas en una lucha cuerpo a cuerpo a la que no había ofrecido resistencia.
Me tumbó e hizo lo propio, ella estaba semidesnuda, en desventaja, y buscando la igualdad, me terminó de quitar la blusa, el sujetador y sin dejar de besarme (gracias a dios porque me volvía loca con sus besos) se separó de mi un instante y me miro de una forma tan ardiente, que hizo que la temperatura aumentara y debió sentirlo porque su mano, sin preguntar, más bien retándome con la mirada, buscó hueco por mis pantalones y fue a comprobar mi humedad… “Uuummm, como estás…” susurró por primera vez, que junto a su cara reflejaba lo que ya suponía, estaba muuuy mojada, y ese primer contacto con mi intimidad la excito muchísimo y comenzó a besarme, agarrar fuerte mi pelo, morder mi cuello y morder de nuevo mi boca, tan incontrolada que me contagió tanta ansia, tanto deseo que nos besábamos y chocaban los dientes y olvidábamos respirar, para de pronto recuperar aliento con jadeos y las bocas bien abiertas para coger el aire a bocanadas.
No sería sincera si no dijese que sentía la necesidad imperiosa de desnudarme para sentir en todo mi cuerpo el calor del suyo y por pudor esperé a que ella lo hiciese primero. Ella seguía sobre mí a horcajadas su sexo sobre el mío, cerca como nunca antes estuvo. Notaba su calor y le desabroché el pantalón sin dejar de tocarla, tocar cualquier parte de su cuerpo me daba un placer que me calmaba y me excitaba al mismo tiempo, tocar su vientre plano me pareció tan excitante que me recreé en el, en el percing de su ombligo, y suave e insinuante pasé mis dedos por la goma de su tanga, ese pequeño pedazo de tela ocultaba el rincón más misterioso de su cuerpo y no quise tocarlo, todavía, quise alargar el deseo, el mío y el suyo, pues no hubo palabras pero sentí que lo ansiaba como yo, comencé a bajarle el pantalón para lo que necesitaba su ayuda que rápidamente obtuve y aproveché mientras estiraba de la prenda para besarle el vientre, la ingle, las piernas y ya que estaba, quitarle también el tanga.
Mi cara estaba a un palmo de su pubis, rasurado y mostrando descarados sus labios grandes y protectores del clítoris… buff me subió más aún el calor y la ansiedad, creí que no iba a ser posible excitarme más, bueno mentira, no creía nada, no podía pensar sólo podía sentir más y más deseo por su cuerpo, por su sexo, por su placer… Quería conocer lo que más le gustaba para dárselo, hacérselo, quería complacerla para que sintiese tanto placer como yo sentía sólo por tocarla y besarla y verla disfrutar. Por eso cuando la vi totalmente desnuda me abalancé sobre ella, a besarle la boca, y a tocarle sus labios que, oohh, estaba también muy húmeda, esta humedad me animó, le sonreí pícara, me confirmaba que le estaba excitando, íbamos por buen camino.
De pronto me llamó la atención con una cara de desaprobación, yo seguía vestida y además podía hacerle daño con los pantalones – Perdón me los quito YA!- estaba deseándolo hace rato.
Siguió un momento mágico, tumbarme sobre ella, ya desnudas. Y frené las ansias, comencé a besarle despacio, suave, acariciar su pelo, besar sus ojos, es tan guapa y en ese momento tan mía…
Ese momento podría haber sido eterno pero la excitación no dejaba durar los momentos tiernos demasiado rato. Busqué sus manos para entrelazarlas a las mías, sobre su cabeza nuestras manos unidas dejaban su cuerpo a mi merced, que no desaproveché besando su cuello con dulzura al tiempo que me movía con un lento vaivén todo mi cuerpo para acariciarla con mis senos sobre los suyos, mi vientre notaba su piercing y mi pubis presionaba el suyo cada vez con más fuerza. Respirábamos con la boca abierta, faltaba aire o hacia mucho calor, empezaba el sudor, salado y limpio a mojar todo nuestro cuerpo, resbalando y excitando el roce de la piel. Sentí la necesidad de aumentar la fuerza del vaivén, como en una coreografía ensayada abrimos las piernas y encajamos nuestros muslos contra nuestro sexo, con frenesí y sin dejar de mordernos los labios empezó una lucha por dar placer, con besos mordiscos, jadeos y empujones cada vez más fuertes que nos obligaban a ir cambiando de posición para no caer de la cama. De nuevo su impaciencia me empujó a un lado y me dejé hacer. Abandonó mi boca y con ritmo acelerado comenzó a recorrer mi cuerpo para hacerme llegar a la locura, sus manos y su boca coordinadas llevaban un recorrido imparable hasta que sin previo aviso uno de sus dedos entró en mi, tan rápido y tan fácil que casi ni lo note, pero fue sólo un instante, porque no lo dejo quieto, se movía con determinación haciéndome perder el aliento, empujando con todo su cuerpo sobre su mano y contra el mio. Acercó su cara para mirarme, a ver mi gesto de deseo y oír mi respiración entrecortada y mis jadeos marcados por su ritmo de penetración.
Sin parar de movernos, mis caderas seguían y acompañaban el empuje de su cuerpo, me regaló una lengua excitada y excitante en mi boca que siguió y recorrió mi cuerpo hacia abajo, para separándose de mi, acabar bajando su boca a mi labios, con un par de lametazos encontró y comenzó a frotar mi clítoris con fuerza, metiendo y sacando con rapidez su dedo. Dejé de moverme, sólo podía dejarme hacer y me concentré en cada movimiento, en cada caricia de su otra mano y de su lengua…, y comencé a sentirlo, el corazón se me salía del pecho acelerándose, el aire me faltaba y en un ahogo, en un último suspiro…
Me inundó el placer, una sacudida me recorrió la espalda y pedí con gestos, porque no encontré la voz, que bajase el ritmo. Empujé mi cadera siguiendo su mano, no quería que saliera quería hacerle sentir mi orgasmo con las palpitaciones que aún tenía dentro de mi. Al poco recuperé algo el aliento, me sentí radiante, ni el más mínimo pudor.
Abrí más los ojos buscando los suyos, seguía ahí, sentada entre mis piernas mirándome no se si preocupada por si yo estaba bien o dudando que decir -Ven, estoy bien, MUY BIEN- necesitaba sus besos dulces, acariciarla, un abrazo, fundirnos y sentir sus pechos hundidos en los mios abrazarla hasta devolverme el corazón que al galope me estaba robando…gracias, gracias por tanto placer es lo que necesitaba expresarle, e iba a hacerlo… con amor devolviendo tanto placer porque yo tenía para darle a MI LUNA LLENA mucho amor…
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Besos, Loba Lunera