Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Isy Casta y Pura - Teta Wacha 10, 11, 12 y 13


Hola soy Isy y voy a tener una cita con una stripper, mi virginidad tiene los días contados, quizás las horas... pero antes tendría que hablar con Sarah, ¿no?

Capítulo 10: La Confusión

¿Que era lo que Sarah quería hablar conmigo?, ¿tendría algo que ver nuestro beso? Lo más seguro era que si, probablemente su intención fuera aclararme que ese beso no tenía ninguna significación para ella, solo había sido un recurso dramático para nuestro baile. No necesitaba que me lo aclarase, lo había comprendido yo solita al encontrarme a Marcos semidesnudo en la cocina esa mañana.


Dispuesta a olvidarme del tema me tiré en mi cama, necesitaba una siesta, después de todo no había dormido demasiado la noche anterior. Sentía mi estomago rugir de hambre, pero el sueño pudo más.

Mis sueños son un lugar extraño, si mi vida real no tiene demasiada lógica, mi inconsciente es un circo total lleno de las más raras ficciones. Estaba teniendo una pesadilla y podía sentirme moviéndome inquieta en la cama, estaba a punto de ser devorada por un teletubbie sangriento y gigante cuando una voz conocida me rescató de mi trágico destino. Al abrir los ojos y ver a Sarah frente a mi no pude evitar tirarme a sus brazos.

- ¡Dile que no me coma! - solté aferrada a mi amiga totalmente exaltada.

- Nadie te va a comer - exclamó Sarah respondiendo a mi abrazo - yo te cuido - añadió acariciando mi espalda.

- No sabes lo aterradores que pueden ser los teletubbies - dije provocando la risa de mi amiga, quien no parecía querer separarse de nuestro agarre.

- Lo siento Isy - exclamó Sarah de pronto tras dejar de reír.

- ¿Sientes que? - interrogué inquieta aún pegada a su cuerpo.

- Lo de anoche y lo de ésta mañana - respondió ella con la voz algo quebrada.

No lo podía creer, ella se había dado cuenta de que me había confundido, y estaba pidiendo disculpas por haberme besado. Pero no era su culpa, yo había sido la que había malentendido las cosas, yo era la que había traicionado su confianza pensando en ella como algo más. Yo debía pedir disculpas, no ella...

- No pasa nada - dije sin soltarla para evitar tener que mirarla a los ojos - solo ha sido un beso de amigas - añadí con el estómago hecho un nudo.

Sarah me apartó para luego mirarme directamente, esbocé como pude una sonrisa, pero ella parecía estar intentando leer mis pensamientos,  ante el riesgo de que pudiese darse cuenta de mi mentira y quedar como la patética amiga lesbiana confundida con su mejor amiga hetero solté sin pensar – Además, ya te he superado guapa - intentado hacerme la simpática - mañana tengo una cita - añadí levantando las cejas.

- ¿Una cita?, ¿con quién? - preguntó Sarah a quien mi broma anterior pareciera no haberle hecho gracia.

- Anais - dije sin poder evitar una sonrisa de mi parte - ¿la stripper que me dejó sangrando anoche? Me la he encontrado hoy y me ha pedido salir - exclamé  aún sonriente recordando el episodio de esa tarde en el armario.

Sarah esbozó una débil sonrisa, acarició mis manos un segundo, me besó en la mejilla y se levantó con rumbo a la puerta.

- Suerte con eso, ya después me cuentas como salió todo - dijo mi amiga antes de desaparecer tras la puerta de mi habitación.

Ese había sido un momento totalmente incómodo, una muestra del daño que mis confusiones le podía hacer a nuestra amistad. Tenía que sacar de mi cabeza toda idea que me confundiera sobre nuestra real relación. Reflexionaba sobre lo ocurrido mirando el techo de mi habitación, pensando en que una mancha en él tenía un aspecto muy similar a una vagina,  cuando sentí a Sarah bajar la escalera seguido de un portazo. Preocupada miré por la ventana, ahí estaba el auto de Marcos, al que mi amiga se subió con apuro.

Bajé por algo de comer, para luego intentar persuadir mis pensamientos trabajando en mi tesis, el tiempo se pasó rápido, ya eran las 4 de la mañana, terminé dormida en mi cama cubierta de libros y apuntes.

Al despertar tenía las letras de mis escritos calcadas en la cara, Sarah no había pasado la noche en casa y sentía por alguna razón una extraña inquietud. Debía ser por mi cita de esa tarde, pensar en eso me hacía sentir mejor, después de todo Anais era una chica hermosa y simpática, no todos los días tienes una oportunidad con una chica como ella.

Me preparaba a comer algo, cuando sentí sonar el timbre, al mirar por la ventana vi a Max parado frente a la reja de la casa con un aspecto un poco desaliñado, pero con una gran sonrisa en los labios. Nada más abrir me besó la mejilla y avanzó hacia la mesa poniendo en ella cuatro botellas: pisco, ron, vodka y tequila.

- ¡Estás loco! - solté sorprendida - son las once de la mañana - mirando a mi amigo con los ojos muy abiertos.

- Relájate guapa - dijo él dirigiéndose a la cocina en búsqueda de vasos - Ayer me patearon y necesito apoyo moral - exclamó sirviendo las copas.

Miré a mi amigo mientras éste me ofrecía un trago, podía ver bajo su sonrisa que tenía el corazón roto. Siempre había pensado que cada persona procesaba sus sentimientos de diferente manera, algunos estrellaban en llanto, otros se los comían, Max se los tomaba y yo tenía que apoyarlo. Tomé el vaso y tras un brindis bebí todo su contenido.

Desperté tirada sobre el sofá con Max durmiendo en mis piernas, como pude lo aparté y me levanté. Tenía un dolor de cabeza terrible y aún me sentía algo ebria, las botellas estaban vacías tiradas por toda la sala y el reloj marcaba las cinco de la tarde, ¿Las cuatro y treinta de la tarde?, Dios mio dentro de una hora y media tenía una cita con Anais.

Comencé a correr ordenando la sala, me metí a la ducha donde pude notar que por más que frotara el olor a alcohol seguía impregnado en mi cuerpo, me vestí aceleradamente y bajé al primer piso dispuesta a salir. Max había despertado y parecía retorcerse vomitando en el baño.

- ¿Estás bien? - pregunté pegada a la puerta del baño.

- Si, tranquila - añadió mi amigo desde el otro lado de la puerta - solo voy a necesitar un analgésico, busca en el bolsillo de mi chaqueta - pidió Max con una débil voz.

Tras tomarse la pastilla lo ayudé a subir hasta mi cama donde se quedó dormido inmediatamente. Antes de salir por la puerta principal, decidí tomar uno de los analgésicos de mi amigo. Había llegado al boulevard, Anais tenía que estar por aparecer, eran las 6 en punto, pero algo raro me ocurría, podía sentir como todo se movía, un elefante rosado sostenía mi mano y me decía que todo iba a estar bien.

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Hola soy… ¡Oh Dios no recuerdo mi nombre!

Capítulo 11: La Cita (Primera Parte)

Sentía que todo daba vueltas a mi alrededor, intenté buscar algo de estabilidad, me senté en un banco, todo era tan confuso, la gente iba en cámara lenta pero podía sentir mi corazón latiendo a mil por hora. Saqué mi celular y marqué a Max, lo que había tomado no eran analgésicos, maldición, mi amigo no cogía el llamado. Iba a morir, estaba  segura, ¡iba a morir virgen! Debía pedir ayuda, debía hacerlo, pero mi cuerpo no me obedecía. Podía sentir como incontrolablemente me inclinaba hacia adelante, era inminente; me azotaría contra el suelo, justo en ese momento pude sentir unos brazos sujetándome.

Algo estaba lamiendo mi cara, entre sueños podía sentir su lengua recorrerme, al abrir los ojos un pequeño gato blanco estaba frente a mí, montado en mi pecho. Intente moverme para ahuyentarlo, pero no lo logré hasta el tercer intento. Una vez sentada en la cama, todo me parecía desconocido, no era mi habitación, mi póster  de Bananas en Pijamas  no estaba allí. Desconcertada baje la mirada, mi respiración quedo suspendida al descubrirme sin pantalones. ¿Había sido  secuestrada por algún maniaco?, ¿me metería a su sótano y me obligaría a bailar cosaco equilibrando un vaso de vodka en la cabeza para satisfacer sus perversiones? Tenía que salir de ahí inmediatamente, pero primero debía encontrar mis pantalones. Comencé a indagar en la habitación, mi captor parecía tener algún extraño fetiche con los tacones, mi pantalón no estaba por ningún lado, esperen, quizás en el armario.

Me encontraba investigando cuando sentí  unos pasos acercándose, sin pensarlo demasiado, me oculte dentro del armario, desde mi posición no podía ver con facilidad hacia la habitación. Mi corazón estaba a punto de salirse, los pasos se acercaban cada vez más a mi escondite, respire profundo al ver como las puertas se abrían lentamente.

-  Es extraño, pero ya es la segunda vez que te encuentro metida en un armario – dijo Anais con una gran sonrisa en los labios.

- ¿Anais? – pregunte sorprendida - ¿tú eres mi secuestradora? – añadí confundida provocando la risa de la chica. Al ver que no se tranquilizaba - ¿por qué estoy sin pantalones? – interrogue intentando tapar fallidamente mi desnudes con mis manos.

-Porque como dormías aprovecha de violarte múltiples veces – soltó Anais sin parar de reír mientras me acercaba un pantalón – Ponte este, el otro tuvo algunos desperfectos técnicos - dijo entregándome la prenda.

Tras vestirme y mientras comíamos algo en su comedor, Anais me puso al tanto de los sucesos ocurridos, sin poder contener la risa cada tanto. Me había encontrado semi desmaya en el boulevard, al no saber precisamente que hacer  y no conocer mi dirección, me había llevado hasta a su casa, los desperfectos técnicos de mi pantalón y de mi chaqueta se debían a que mientras intentaba tirarme algo de agua en la cara para que reaccionara, yo había tomado el recipiente lleno de agua y me lo había tirado encima gritando “flashdance” para luego reírme desenfrenadamente. Al poco rato me había quedado dormida en su sillón y Anais había tenido que llevarme a su cama donde me quito la ropa mojada. Había dormido profundamente en su habitación más de 12 horas.

Estaba totalmente avergonzada escuchando el relato de Anais y sus risas constantes hundiéndome cada vez más en mi bochorno.  No podía creer que hubiera hecho tal ridículo, seguramente había perdido toda oportunidad con mi nueva amiga. No quedaba más que disculparme por tal episodio y desaparecer, quizás podría rehacer mi vida en algún país cálido del Caribe, incluso podría cambiarme el nombre a Paquito e incursionar en el negocio del tráfico de estupefacientes. Pensaba con seriedad en esa alternativa cuando un rápido beso en los labios me saco de mi trance. 

Anais sonreía frente a mí mientras jugaba con mi cabello, no podía creer la suerte que tenía, aun después de todos mis vergonzosos percances esa chica aun estaba dispuesta a intentarlo conmigo. Era mi oportunidad, no podía desperdiciarla, tenía que retribuirle todos los malos ratos que había pasado por mi culpa estos últimos días. Lo iba a hacer a mi modo, o bueno al modo de las películas de Hollywood, con un apasionado beso.

Me levante y me puse frente a ella, tome entre mis manos su rostro y deposite un tierno beso que gradualmente se transformo en un acalorado combate entre nuestras lenguas. Sin darnos apenas cuenta estábamos sobre la mesa del comedor, yo sobre ella intentando controlar mis ganas de desnudarla en ese mismo instante, tenía que haber preámbulo, tenía que cuidarme de no parecer un reo recién salido de la cárcel. Podía sentir sus pequeños quejidos mientras besaba su cuello, su mano se deslizaba lentamente por mi vientre, cuando llego a la altura de mi pubis no pude evitar una pequeña convulsión, seguida de un golpe de mi mano sobre la mesa, por desgracia la pulsera que llevaba pego en el punto exacto, logrando que el comedor de vidrio sobre el que estábamos se quebrara en mil pedazos.

En cuanto pude me levante y ayude a Anais a hacer lo mismo, el suelo estaba plagado de peligrosas esquirlas, una de ellas había acabado en la pierna de mi amiga.

-  Tenemos que ir a un hospital – solté con la cara seguramente deformada de terror.

La verdad es que no podía con la sangre, mi sueño de haber sido médico había quedado suspendido a raíz de mi fobia irracional por ella, cada vez que la veía sentía ganas de vomitar y me tiritaban las piernas. Me encontraba en ese estado en aquel momento, pero debía hacer algo por Anais, debía hacerlo antes que se desangrara.

-  Llamare un taxi – dije buscando mi teléfono.
-  No hace falta – exclamo mi amiga bastante calmada – mi auto esta abajo – añadió tomando su chaqueta y alcanzándome un abrigo.

Bajamos inmediatamente, ella afirmada de mí puesto que sentía gran dolor al apoyarse en su pierna herida, una vez allí la ayude a acomodarse en el asiento del copiloto para luego subirme al lado de conductor. Mientras hacía partir el vehículo recordé un pequeño detalle, yo no sabía conducir. 

Busque la mirada de Anais, quien totalmente relajada jugaba con la radio, trague saliva y mientras sonaba “Unza Unza Time de Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra” emprendí el más loco viaje de mi vida.

Casi por milagro llegamos al hospital, Anais estaba ahogada en risa lo que me hacía pensar que no era muy normal, dado que habíamos estado más de cuatro veces a punto de matarnos y por supuesto no olvidemos el hecho de que tenía un vidrio enterrado en la pierna. La lleve lo más rápido posible dentro del hospital, donde un enfermero al verla sangrando la puso inmediatamente en una silla de ruedas para llevársela luego a una sala donde se me impidió el ingreso, di mis datos en el mesón y me senté a esperar pensando en que mi vida era un fracaso total.

Luego de unos minutos un doctor salió de la sala, mientras se dirigía hacia mí, su aspecto se iba tornando cada vez más severo, cuando estuvo a menos de un metro se detuvo, luego de mirar una ficha que traía en la mano, mirándome directo a los ojos exclamo - ¿De dónde conoce usted a mi hija señorita Galvez?

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Capítulo 11: La Cita (Segunda Parte)


¿Qué cómo yo había conocido a su hija? No podía responder a esa pregunta con la verdad, estaba frente al padre  de la chica que había estado más cerca de desojarme, debía inventarme algo creíble.

- En… en… la igle… iglesia – solté sin pensar completamente nerviosa.

Había dicho una total estupidez, cosa que pasaba cada vez que necesitaba una buena idea, yo no iba a la iglesia desde que el cura de mi pueblo me había bañado en agua vendita para intentar lavar mis pecados, ni siquiera sabía si Anais iba a una iglesia, la verdad es que no sabía demasiado de ella en general.


- ¿En la iglesia? – dijo él totalmente extrañado – mi hija no va a la iglesia – añadió frunciendo el seño.

Tenía que mejorar mi coartada, nada me aseguraba que ese hombre no tuviera escondido entre sus ropas un bisturí, con el que planeaba apuñalarme en caso de no recibir las respuestas correctas. Podía sentir mis manos sudadas, mi corazón latiendo rápido y un extraño pinchazo en el trasero,  ¿en el trasero? Pase mi mano intentando descifrar la razón de tal dolor, al volver mi mano pude constatar  que estaba sangrando, caí al suelo de forma instantánea.

Desperté boca abajo al sentir unos dedos pasearse delicadamente por mis cabellos, al abrir los ojos pude ver a Sarah quien me sonreía ampliamente.

- Hola - dijo bajito sin dejar de acariciarme.

- Hola - repetí también susurrado sin poder dejar de ver sus ojos.

Mi amiga había estado llorando, ella no era de las que lloran por cualquier cosa por eso era tan evidente cuando lo hacía.

- ¿Ha sucedido algo?, ¿has estado llorando? – pregunte buscando su mirada que estaba fija en mis cabellos.

-  No es nada – exclamo mi amiga que al ver mi cara de incredulidad añadió – me asuste un poco cuando me llamaron del hospital eso es todo – manteniendo una débil sonrisa.

Me senté con algo de dolor en la cama y rodeé a Sarah en un abrazo, ella se aferro fuerte a mi cintura, esa posición resultaba siempre tan cómoda, el mundo podría venirse abajo, nada importaba, me sentía a salvo entre los brazos de mi amiga. Cuando estaba a punto decirle que sentía haberle preocupado, ella se aparto de mí con una sonrisa completa en los labios. 

-  Esto lo han dejado para ti – exclamo Sarah alcanzándome un pequeño papel – parece una buena chica – añadió mi amiga mientras descubría lo escrito en el.

Era una nota de Anais, “Lo de hoy fue divertido, llevo tus cosas a tu casa más tarde. Besos” Sarah me explico que mi amiga estaba bien, sólo había sido un corte pequeño, no la había desfigurado como yo pensaba. Su padre se había ofrecido para llevarla a su casa y ella había aceptado prometiendo una visita a casa más tarde. Yo seguía sorprendida por la actitud de Anais, ella pareciese estarlo pasando bien con cada desgracia que ocurría en mi vida y en la suya por extensión.

Habíamos llegado a casa, en el transcurso había puesto al tanto a Sarah de como había terminado con un vidrio metido en el culo, ella se había mantenido seria al principio para luego reír descontroladamente. Mi amiga me explico que se había asustado por mí desde la noche anterior al ver a Max durmiendo en mi cama, pero había decidido no molestarme dado que estaba en una cita.

Al poco rato llego Anais, a la cual Sarah había dado nuestra dirección, traía un pastel de chocolate en sus manos que comimos las tres juntas mientras conversábamos animadamente. Ambas parecía llevarse bien, sin embargo Sarah parecía algo insegura e inquieta, tan pronto como terminamos de comer, mi amiga subió a su cuarto excusándose por tener que estudiar.

Nos quedamos ambas abrasadas en el sofá viendo una película, le comente el episodio con su padre y mi excusa de conocerla en la iglesia, ella rio descontroladamente. Al parecer la relación con él no era nada buena, había decidido hace años vivir sola y liberarse de de su opresión. A partir de ese día comenzamos a vernos frecuentemente hasta que un día sin pleno aviso me llamo su novia. Todo ese tiempo habíamos intentado en más de una ocasión tener intimidad, pero el destino como siempre parecía estar en mi contra, pues nada más lo intentábamos un evento desafortunado ocurría. Sarah mientras tanto pasaba muy poco tiempo en casa, parecía ocupada con la universidad y con Marcos, yo intentaba incesantemente acercarme a ella pues sentía que estaba perdiendo a mi amiga, pero Sarah siempre sonreía y decía que todo estaba bien, estaba bien que cada una se ocupara de lo suyo.

Había pasado un mes exacto desde el episodio de la mesa, me miraba al espejo observando mi pequeña cicatriz sonriendo al recordar aquel suceso. Seguía siendo virgen, mi suerte era horrible pero al menos tenía novia, y hoy ella me había citado a una velada en su casa, hoy todo sería perfecto, hoy perdería la virginidad.

Había tomado todas las precauciones posibles, ropa liviana y fácil de sacar, uñas cortas, ningún aro o accesorio con el que por error pudiera degollar a mi novia, comida con somníferos para su inoportuno gato y lo que sería mi arma secreta; mis bragas de chanchito, las que había comprado por insistencia de Max quien profesaba una extraña devoción por los cerdos y aseguraba que estos eran ambúlelos de la suerte.

Una vez, al llegar a la casa de mi novia se me hizo extraño no ver luz alguna salir de ella, cuando estaba a punto de tocar escuche la voz de Anais.

-Esta abierto, pasa – soltó mi chica desde algún oscuro lugar de la casa.

Empuje la puerta lentamente y avance por el pasillo, maldije en silencio al pegarme en una rodilla con un bulto extraño, cuando me sobaba y contenía una lagrima la luz se encendió de improviso. Me había golpeado con una silla puesta en medio del comedor, frene a ella un pequeño escenario donde destacaba un reluciente tubo de striptease.

-Siéntate – ordeno Anais aun no visible.

Sin hacer comentario alguno obedecí de inmediato, al lado de la silla había una pequeña mesa, sobre la cual se encontraban una copa de champaña, un habano y dos tapones para la nariz. La intensidad de la luz bajo, encendí mi habano, tape mis orificios nasales y bebí de mi copa. “If Tha Mood de Esthero” comenzó a inundar el ambiente, Anais no se hizo esperar acercándose al sonido de la música, ya en el escenario hipnotizaba con cada movimiento, pude sentir como la sangre amenazaba con salir de mi nariz, pero los tapones estaban haciendo bien su trabajo.

La canción terminaba y mi ritmo cardiaco aumentaba aun más ante la proximidad de mi novia. Cuando estaba sobre mi apunto de besar mis labios mi teléfono comenzó a sonar, intente ignorarlo pero Anais se había detenido por lo que pidiendo disculpas lo saque de mi bolsillo dispuesta a colgar. No pude hacerlo, era Sarah con quien no hablaba hace dos días, pidiendo nuevamente perdón conteste.

-  Sarah, ¿estás bien? – solté preocupada, eran las una de la madrugada, no era normal que mi amiga me llamara a esa hora.

- No estoy bien – dijo Sarah llorando desconsolada – te necesito – añadió antes de cortar.

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Hola soy Isy y esta noche debo elegir si perder la virginidad o ir en ayuda de mi mejor amiga Sarah.

Capítulo 12: La Noticia.


Intente llamar a Sarah de vuelta pero el teléfono sonaba apagado, ella jamás me había llamado para una cosa como esa, era yo siempre la que marcaba su número para implorar su ayuda, mi amiga tenía una personalidad fuerte y no muchas cosas podían afectarla a ese nivel, necesitaba saber que estaba pasando, necesitaba hacer algo para que dejara de llorar. Mire a mi novia quien silenciosamente me observaba sentada en el escenario.

-Es Sarah – exclame poniéndome de pie – algo pasa con ella – dije esperando que se ofreciera a acompañarme.

-Esta es nuestra noche Isy – dijo ella con un tono severo.

-Lo sé – dije encogiendo los hombros – pero ¡me necesita! – solté alterada.

- Si te vas ahora esto se acabo – expreso mi novia poniéndose de pie – Es la segunda vez que me abandonas por Sarah – dijo mirándome con seriedad.

Sabía que si me quedaba esa noche perdería mi virginidad, cosa que había estado esperando durante mucho tiempo, sabía además que si me marchaba perdería a Anais, pero ¿qué pasaría con Sarah? Tras un lo siento tome mis cosas y salí del lugar ante la mirada atónita de mi novia. Era muy tarde como para encontrar locomoción, así que comencé a correr lo más rápido que mis torpes piernas me permitían, eran veinte cuadras exactas las que debía recorrer, cuando avanzaba por la quinta tras un relámpago el cielo se rompió. Estaba empapada pronta a llegar, ya casi no sentía las piernas pero me obligaba a seguir pensando en que mi amiga me necesitaba.

Una vez en casa entré apresuradamente dejando el piso hecho un desastre, al no ver a Sarah en el comedor subí velozmente las escaleras hasta llegar a su cuarto. Ahí estaba ella sentada en el piso apoyada contra la pared, nada mas verme se lanzo a mis brazos llorando amargamente sin importarle que estuviera completamente mojada. La apreté lo más fuerte que pude en un intento irracional de contener todo aquello que ocasionaba sus lagrimas. Sabía que debía dejarla mitigarse pero cada una de sus lágrimas ocasionaba en mí un gran dolor.

Comencé a mecer lentamente a mi amiga mientras cantaba a su oído “I Want To Hold Your Hand”, luego de un rato dejo de llorar. La aparte un poco para poder mirar sus ojos, no pude evitar acariciar su mejilla y poner un suave beso en su frente, Sarah volvió a abrazarme y mas pegadas de los que habíamos estado nunca susurro.

-Marcos me ha pedido que me case con el – soltó mi amiga para luego dar lugar a un largo silencio.

Yo sentí en ese mismo instante como algo dentro de mí se rompía. Sabía que esto pasaría algún día, era lógico después de todo, llevaban dos años y medio de relación en los cuales parecían llevarse muy bien y estar hechos el uno para el otro, pero entonces ¿porque me dolían tanto aquellas palabras?, y más importante aun ¿por qué estaba llorando Sarah?

- ¿Y qué le has respondido? – pregunte temerosa de su respuesta aun abrazada a su cuerpo.

- Nada – exclamo Sarah a un volumen casi imperceptible.

Quería decirle que no aceptara, que Marcos no era él indicado, pero esa era una mentira, estaba segura que él la amaba y que haría hasta lo imposible por hacerla feliz, aparte a mi amiga lentamente para poder mirar sus ojos.

-¿Qué le dirás? – dije con la voz ahogada ante la amenaza de mis lagrimas.

-¿Qué debería decirle? – interrogo mi amiga  mirándome con una timidez que nunca había visto en ella.

¿Qué podía responder yo a eso?, ¿Por qué Sarah dejaba tal decisión en mis manos?, yo era egoísta, la más egoísta de todas porque en mi mente solo pensaba en decirle que se negara a tal petición, pero no entendía ese sentimiento, seguramente no quería perder a mi amiga, con la que había pasado los más bellos momentos de mi vida. Justo en ese instante mi teléfono comenzó a sonar, maldije internamente mi poco tino, el no haber apagado dicho aparato, al mirar la pantalla leí el nombre de mi novia, de la cual me había olvidado completamente. Sarah al darse cuenta de ello me dijo que contestara, que podía ser importante, y como no iba a serlo si la había dejado botada en mitad de nuestra velada romántica.

Bese a mi amiga nuevamente en la frente y salí hasta el pasillo para evitar que se enterara de que su llamado me había ocasionado problemas. Nada mas contestar Anais comenzó a gritar furiosa, después de todo era las 3:30 de la mañana y aunque había pensado en volver al salir de su casa, ya era  muy tarde para hacerlo. Intentaba calmar a mi ahora ex novia por el teléfono, pero ella parecía haber bebido y no querer escuchar mis razones. Estuve al teléfono unos diez minutos hasta que tras un “¡No quiero volver a verte!” Anais cortó la llamada.

Intente tranquilizarme y luego de un profundo respiro entre nuevamente a la habitación de Sarah. Ella estaba dormida sobre la cama, y aunque me moría por saber que iba a responder a Marcos, sabía que había sido una dura noche para ella, por lo que tras arroparla la deje descansar.

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Yo de nuevo, Isy, casta, pura, virgen y al parecer soltera. Necesito aclarar las cosas con Anais.

Capítulo 13: Adiós a Perro.


Al despertar di tal brinco que terminé en el piso de mi habitación sobándome, había tenido un mal sueño, y esta vez era peor que los teletubbies sangrientos que solían aterrorizarme, esta vez era Sarah… casándose. Busqué a mi amiga por toda la casa, solo encontré una taza de café a la mitad  y un papel con un breve, “Necesito pensar. Estaré bien. Gracias”.   Intenté llamar a su teléfono, pero este sonó en el segundo piso.


Aunque estaba totalmente inquieta por lo de Sarah, había otro asunto que debía resolver… ese asunto era Anais que hace algunas horas literalmente me había mandado a la mierda. Me duché y vestí rápidamente para salir disparada por la puerta, por el camino intentaba armarme un discurso de lo que le diría a mi novia. Pero no era buena en eso, lo mío era improvisar y si eso no funcionaba, tirarme al suelo fingiendo un ataque de epilepsia, un ataque distrae a cualquiera de la problemática central. 

Estaba frente a la puerta de Anais pensando en que debía tocar, llevaba 15 minutos pensándolo y mirando detenidamente la manilla- Quizás debía tirar la puerta, dirigirme a mi ahora ex novia, besarla apasionadamente, tirarla a la cama y hacerle el amor. Eso me evitaría tener que dar algunas explicaciones y pedir las disculpas correspondientes. Tenía que tomar mi destino en mis manos, tenía que dejarle en claro que quería estar con ella y que era decidida y ruda. Retrocedí unos metros y me abalancé contra la puerta, solo para quedar estampada en ella y luego caer al suelo totalmente adolorida.

Pensado en que Anais había sentido el ruido me levanté como pude, sin embargo no se escuchaba movimiento alguno. Era momento de intentar lo de hablar como haría una persona normal. Toqué a su puerta unas cuantas veces… pero nada pasó. Ella no estaba ahí, lo que era muy raro ya que solía dormir hasta tarde. Su teléfono estaba apagado y yo tenía que hacer algo para hacerle ver que me importaba y que no quería que lo nuestro acabara. Una idea llegó a mi mente, para llevarla a cabo necesitaba entrar dentro de su casa. Dado que forzar la puerta no era una alternativa, decidí subir hasta la ventana de su habitación en el segundo piso, según recordaba Anais siempre la dejaba abierta pues era su vía de escape en caso de una emergencia.

Me tomé fuerte de la enredadera y comencé a subir, había avanzado menos de un metro y estaba agotada, desee haber tomado ese curso de escalada que me habían ofrecido a principio de año. Debí prever que necesitaría meterme ilegalmente a la casa de mi novia para poder disculparme mediante una arriesgada performance artística.

Luego de más de 30 minutos intentando subir, y luego de algo así como cinco caídas, estaba por fin dentro de la casa. Quise tirarme por la ventana en cuanto vi la habitación de mi novia. Estaba toda adornada con velas, la cama cubierta de pétalos de rosa y una botella de champagne con dos copas en el velador. Había sido una completa idiota, Anais había preparado todo eso para mí, para que esa noche fuera especial y yo…y yo la había dejado.

Tomé la botella y tras destaparla le di un largo sorbo, no había comido nada esa mañana y pude sentirme inmediatamente algo mareada. Era momento de actuar, tenía que dejarle un mensaje a mi chica, me dirigí a su comedor y sobre la mesa de vidrio que remplazaba aquella que habíamos roto juntas, anoté con un lápiz labial que había sacado de su baño, “Volveré por ti.” Estaba pensando completar mi mensaje con un, “lo siento, te quiero”, cuando la botella de champaña se deslizó de mis manos rompiéndose en el suelo.

Corrí inmediatamente hasta la cocina en búsqueda de algo para limpiar, nada más volver vi al perro - y por perro me refiero al gato de Anais al que ella había nombrado de ese modo – retorciéndose en el suelo. Por lo visto había intentado beber champaña y se había tragado un vidrio. Inmediatamente intenté auxiliarlo, apretándole el estomago para que lo escupiera, pero el gato había dejado de respirar. En un arranque de nerviosismo  y recordando los muchos capítulos de doctor House que había visto, tomé una pluma y la enterré en el cuello del gato intentando hacerle una traqueotomía. No estaba funcionando, había caído en un paro cardiorrespiratorio, necesitaba reanimarlo. En un movimiento rápido lo puse sobre la mesa y pelando los cables de una lámpara que se encontraba cerca comencé a darle toques de corriente en el pecho. Perro no respondía… y ya comenzaba a salir olor a gato quemado.

Creí que nada podía ir peor, pero el detector de humo comenzó a sonar haciendo gran escándalo. En un ataque de desesperación mientras que el agua comenzaba a caer; salí corriendo de la casa a máxima velocidad. Era definitivamente la mayor de las perdedoras, había entrado a la casa de Anais con propósito de dejarle un mensaje de disculpas y había terminado dejando su casa hecha un lago y matando a su gato. Definitivamente, me habían hecho brujería o algo, no era normal mi mala suerte.

En cuanto llegué a casa me cambié de ropa y comí algo, la hora había pasado rápido y  ya era tiempo de irme al motel. Esperaba que Anais se apareciera como era de costumbre para cambiarse antes de ir a su trabajo, podría entonces disculparme y explicarle lo sucedido en su casa.

Estaba higienizando una habitación que acababan de desocupar, totalmente resguardada con guantes, delantal y mascarilla, limpiaba mecánicamente por todos lados. Estaba por salir cuando algo en el espejo del techo llamó mi atención, era un preservativo que colgaba tal como una serpentina. No podía dejarlo ahí, así que con el mayor de los ascos y con la ayuda de una escoba me dispuse a retirarlo. Montada sobre la cama intentaba una y otra vez quitar el rebelde condón, en un movimiento brusco este se soltó cayendo sobre mi ojo.

Caí inmediatamente sobre la cama debido al imprevisto quitándome el profiláctico con premura para luego correr al baño. Ya frente al espejo me refregaba una y otra vez con frenesí. Mi vida era un total asco, mi novia me había dejado, había matado a su gato, le habían propuesto matrimonio a Sarah y ahora probablemente quedaría embarazada por el ojo.

Llevaba unos diez minutos enjuagándome cuando al mirarme nuevamente al espejo noté que me había dejado el ojo totalmente lastimado producto del rose. Embarazada y con pinta de mujer golpeada – pensaba mientras recogía las cosas de la habitación. Ya en el baño de empleados me puse un improvisado parche que me hacía ver como la versión tortillera de Jack Sparrow.

Mi día no podía ir peor, ya casi había terminado mi turno y Anais no se había dejado caer por el lugar, de todas formas era algo de proveer, si no quería verme no era un buen movimiento ir al lugar donde trabajaba. Todo chance de perder mi virginidad estaba en las mismas condiciones que la mascota de mi ex novia... muerto. Estaba condenada a vivir en soledad, podía visualizarme en un futuro no muy lejano paseándome por las calles con una barriga de 7 meses siendo reconocida como la loca del parche.

Pensaba una y otra vez en mi desgracia mientras barría el pasillo del motel cuando me sentí arrastrada hasta una de las habitaciones. Cuando pude darme cuenta estaba en la cama con Anais semidesnuda  sobre mí comiéndome los labios.



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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Teta Wacha Derechos Reservados
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3 comentarios:

  1. Muy buena historia ojala que pronto
    suba los siguientes capitulos

    saludos

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  2. Porfavor que esta historia no se termine!! o hagna una telenovela

    ResponderEliminar
  3. Me has hecho reir mucho, hasta las lagrimas... soy doctora y creo q t esforzaste mucho por ese gato... ja ja...

    ResponderEliminar

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