Capítulo 43
El trayecto hasta el aparcamiento fue silencioso, excepto
en el momento en que Crystal indicó dónde estaba el Jeep. Una vez dentro y con
el motor en marcha, sacó un cigarrillo y lo encendió.
—Parece que el otoño ha llegado pronto este año, ¿eh?
—Así es —contestó Bobby—. Será mejor que saque mi
chaqueta de deportes lo antes posible.
—¿En qué deporte te la dieron? —preguntó, sin perder de
vista el tráfico, mientras salían del aparcamiento—. ¿Por dónde voy?
—A la izquierda. Fue en atletismo, igual que Laura.
Crystal fue hacia donde él le había indicado y pronto se
encontraron rodeados de coches.
—No sabía que le gustaban los deportes.
—La verdad es que no creo que le importara mucho entrar
en el equipo universitario. Es una de esas cosas que hizo porque sus amigas
también lo hacían.
—¿Y tú también lo hiciste por eso?
—Pues…, no soy un genio como Laura. Ella sacaba
sobresalientes todo el tiempo. Yo me conformaba con que me dieran una beca de
atletismo. Pasé sin pena ni gloria. ¿Y tú?
Al ver las gotas que empezaban a formarse en el cristal,
Crystal puso en marcha los limpiaparabrisas.
—Em…,, yo no terminé el instituto.
—Oh —dijo él—. No lo sabía. Una carga mayúscula, ¿no?
—Algo así —contestó ella antes de darle una buena calada
a su cigarrillo—. Nunca fui del tipo de gente que sigue las reglas.
Bobby soltó una risotada.
—Tiene gracia que te lleves tan bien con mi hermana.
—Ya… —Crystal no estaba segura de cuánto sabía el chico
sobre la vida de su hermana—. Sólo somos compañeras de piso.
—¿Sabes? Así es como mamá solía llamarlas cuando yo era
pequeño. Como si no fuera capaz de entender que mi hermana es gay. —Bobby rió
de nuevo—. Me quería hacer creer que tan sólo vivían juntas y que la traía a
casa cada vez que venía. Fue más o menos cuando tenía quince años…, las vi.
pelearse y les dije que se besaran e hicieran las paces. Parecía que Laura se
había tragado un chile y Jenny simplemente se empezó a reír a carcajadas de
ella —suspiró y apoyó la cabeza contra la ventanilla—. A veces creo que Laura
todavía me ve como a un crío.
En ese momento, rebuscó en su bolsillo y sacó uno de los
cigarrillos que Crystal le había dado antes. Ella, por su parte, empezó a
plantearse la idea de corregirle una vez más acerca de la naturaleza de su
relación con Laura, pero decidió que, por el momento, no tenía mayor
importancia.
—¿Tengo que girar en algún sitio?
—Pasa otras tres farolas y a la derecha. —Dirigiéndose a
un lado de la carretera, Crystal siguió las indicaciones, girando y girando
hasta que Bobby señaló una de las casas en lo más alto de la colina—. Esa es.
Puedes aparcar en el camino de acceso, pero no tapes el garaje. Mi coche
necesita un embrague nuevo, pero el de mamá va bien.
Tras entregarle las llaves a Bobby, Crystal le siguió al
interior de la vieja casona. Se detuvo justo en la entrada, echando un vistazo
a la multitud de fotografías enmarcadas que cubrían las paredes. En lo que
supuso era un retrato de la escuela, contempló a una joven Laura con coletas y
tirantes sonriéndole. Pasó de una foto a otra, viendo, conforme pasaban los
años, cómo Laura se transformaba de una jovencita marimacho a una auténtica
belleza de instituto, para terminar como graduada universitaria. En la pared
opuesta, Crystal descubrió un espacio similar para las fotos de Bobby, quien en
ese momento estaba abriendo un par de puertas correderas.
—Éste es el estudio —dijo—. El cajón del escritorio está
abierto. Yo voy a por el bolso y las llaves de mamá.
—Vale. Yo busco los papeles.
Crystal le vio subir las escaleras antes de entrar en el
estudio y ponerse al frente del escritorio de madera. Tal y como le había
dicho, el cajón no estaba cerrado con llave, lleno a rebosar de gruesas
carpetas. Sin estar muy segura de cuál era la que necesitaba, Crystal las sacó
todas.
“Vale, a ver cómo me
llevo todo esto, pensó”. Una rápida mirada en derredor le hizo
descubrir una cartera desgastada cerca del escritorio. Tras varios intentos,
consiguió acomodar dentro las carpetas. “Listo.
Al menos sé que tengo la que necesitan”. Tras escuchar que Bobby seguía
ocupado en el piso de arriba, Crystal se tomó un minuto para inspeccionar la
habitación. Un armario iluminado en la esquina dejaba ver una gran variedad de
orlas y trofeos. Al mirar con más detenimiento, se dio cuenta de que la mayoría
eran del padre de Laura, pero uno de los estantes soportaba una hilera de
trofeos perfectamente organizados que proclamaban a Laura Taylor como campeona
de un torneo tras otro.
“Me pregunto si mi
madre guardó alguna de las cosas que hicimos en la escuela”.
En la pared contigua al armario de trofeos, todos los
diplomas del periodo de instituto y de la universidad de Laura lucían
orgullosamente en sus marcos ornamentados. A su alrededor, estaban otros premios
que Laura había ganado a medida que crecía. Crystal se inclinó hacia delante y
rozó con los dedos el marco del título del instituto.
“Mira lo orgullosos
que están de ti, Laura. Aunque ya no vives aquí, siguen teniendo todas estas
cosas a la vista. Seguro que tienen un papel con el contorno de tu mano por ahí
en alguna caja”.
Allí sola en el estudio, Crystal juró que podía sentir el
amor del matrimonio Taylor por sus hijos. “Sois
muy afortunados”, pensó la rubia. En ese momento, oyó que Bobby bajaba las
escaleras, así que agarró el maletín y apagó la lámpara.
—¿Los has encontrado? —Le preguntó el muchacho al llegar
al último peldaño.
—Creo que sí. Sencillamente he cogido todas las carpetas
del cajón de arriba.
Crystal le mostró el maletín.
—Bien pensado. Creo que ese era el maletín de papá.
—Oh, no lo sabía —Se disculpó Crystal.
—Tranquila. No es como que lo usemos demasiado —dijo él—.
Había pensado llevármelo a la universidad si mamá no me compraba uno nuevo.
Tráetelo. Tal vez a Laura le guste ver algo de mi padre.
Cuando llegaron de nuevo al hospital, Laura estaba
sentada en la sala de espera inclinada sobre la agenda.
—Ya estamos aquí —dijo Bobby para anunciar su llegada.
Acto seguido, fue hasta una de las sillas y se dejó caer sobre ella,
emocionalmente exhausto por los acontecimientos del día.
—Bien.
Laura levantó la vista, sorprendida al ver el maletín en
la mano de su compañera de piso.
—No sabía qué carpeta querías, así que he traído todas
las que encontré. —Le explicó Crystal alargándole su carga. Laura dejó el
maletín sobre la mesa y lo abrió.
—Podrías haberlas mirado para ver qué tenían —dijo la
escritora mientras empezaba a hacer eso mismo—. Esta tiene toda mi
documentación importante y apuesto a que ésta es la de Bobby. —Un rápido
vistazo confirmó su sospecha.
—Ya, bueno… Supuse que sería mejor que lo hicieras tú
—dijo Crystal al tiempo que se acercaba una silla. “No me corresponde a mí cotillear en las pertenencias personales de tu
familia”.
Laura abrió una de las carpetas más grandes y hojeó lo
que contenía.
—¿Quieres un chocolate caliente o un café de la máquina?
—Le preguntó Crystal, más que nada por sentirse útil mientras esperaban.
—No, ahora no, pero gracias —dijo Laura sin levantar la
vista de lo que estaba haciendo.
—¿Has podido ver a tu madre?
—Sólo un momento. Está descansando. —Laura se detuvo y
miró a Crystal—. Ahora sé por qué Bobby estaba tan preocupado. Parece haber
engordado casi 10 kilos. El médico me ha dicho que es por el líquido que
recorre su organismo.
—Pero podrán solucionarlo, ¿no?
—Creen que sí. Dijo que depende de cómo responda a la
medicación que le están dando. —Laura intentaba hablar con confianza, pero
había algo en su voz que hizo pensar a Crystal que su compañera de piso
ocultaba algo.
Capítulo 44
—¿Has llamado ya a Jenny?
Laura negó con la cabeza.
—He llamado a los familiares, pero les he pedido que no
vengan hasta saber algo más. Supuse que llamaría a Jen sólo si las cosas
empeoraban. Vas a quedarte conmigo un poco más, ¿verdad?
Crystal asintió, complacida secretamente de que Laura la
quisiese allí.
—Me quedaré todo el tiempo que quieras.
Se sorprendió al sentir la mano de la escritora tocándole
la rodilla.
—Gracias —dijo Laura—. Me alegro de que estés aquí. —Acto
seguido, devolvió su atención a los papeles y lanzó un sonoro suspiro—. Será
mejor que siga con esto. Por suerte, mamá lo tenía todo organizado. Estos de
aquí son los documentos del seguro. Los de la bolsa son todo lo del abogado y
la casa.
Apartó varias hojas y las dejó a un lado.
—Oye, ¿por qué no te relajas unos minutos? —propuso
Crystal.
Laura negó con la cabeza.
—No puedo. Tengo que encargarme de todo —echó un vistazo
a su hermano por encima del hombro—. No puedo pedirle a él que lo haga.
—Ya no es un niño, ¿sabes? —Le recordó la joven—. En unas
semanas entrará a la
Universidad.
—Así es —afirmó Laura—. ¿Cómo me las voy a arreglar?
Alguien tiene que quedarse con ella ahora —comenzó nuevamente a mirar los
papeles—. ¿El seguro cubre la asistencia a domicilio?
En ese momento, Crystal se sintió extrañamente fuera de
lugar. Los hospitales eran sitios que uno visita muy de vez en cuando, y lidiar
con la posible pérdida de un familiar no era algo de lo que tuviera que
preocuparse. Por un instante, dejó vagar su mente, preguntándose si sus padres
seguirían con vida. Esa idea derivó de forma natural en su hermana mayor y
Crystal se perdió en otra época hasta que Laura llamó su atención.
—Perdona, ¿qué decías?
—Te preguntaba si no te importaría traernos algo de la
máquina. Creo que me vendría bien algo fuerte en este momento.
—¿Chocolate caliente o café?
—Mmmm… Cafeína y azúcar o chocolate con cafeína y azúcar.
Mejor el chocolate.
—Vale —dijo Crystal, incorporándose—. Bobby, ¿quieres
algo?
—Café con leche y azúcar, por favor —respondió él.
—Enseguida vuelvo —susurró a Laura, recogiendo el puñado
de monedas que ella le alargaba. “Será
mejor que yo también me tome un café. Me da que nos espera una noche muy larga”.
********
Crystal no se equivocaba en su apreciación de la noche
que tenían por delante. Ya eran más de las dos, y Laura no mostraba signos de
querer abandonar el hospital. En varias ocasiones, los hermanos Taylor entraron
a ver a su madre mientras ella se quedaba vigilando sus pertenencias en la sala
de espera. En aquel momento, Bobby estaba profundamente dormido, tumbado
sobre varias sillas, y Laura seguía inspeccionando la documentación familiar.
—A lo mejor deberías dormir un poco —dijo Crystal al ver
a su compañera de piso ahogar otro bostezo.
—No. Quiero estar aquí por si mamá se despierta.
—Han dicho que seguramente eso no ocurrirá hasta mañana.
—Ya se han equivocado antes. No quiero que se despierte
ahí sola —contestó Laura con severidad.
—Por lo menos date un respiro con todo eso de los papeles
—alargó una taza de humeante chocolate a Laura—. La última se te quedó fría
antes de que dieras un sorbo. Recuéstate un minuto y bébete esto. —Visto que la
sutilidad no estaba dando resultados, Crystal levantó la taza y la puso en la
mano de su compañera—. Bebe.
—Yo no…
—Bebe —repitió Crystal con voz firme. Su persistencia dio
fruto y Laura agarró por fin el vaso, vaciando la mitad del contenido de un
solo trago y dejándola sobre la mesa.
—¿Contenta?
—Sí. —Y en realidad, Crystal estaba contenta de que Laura
le hiciese caso. No era el rol que la rubia jugaba normalmente y esperaba ser
capaz de apoyar a su amiga Laura en todo lo necesario. Tras echar un vistazo al
adolescente que descansaba al otro lado de la sala, Crystal recordó la charla
que habían tenido en el coche—. Laura, Bobby puede hacerse cargo de las cosas
de la casa de tu madre mientras ella esté aquí.
—Yo me encargo de eso —afirmó la mujer de pelo oscuro sin
levantar la vista de la pila de papeles—. Él ya tiene bastante con prepararse
para la Universidad.
—¿Qué le falta por hacer? Ya se ha graduado del instituto
y le han aceptado donde quiera que vaya a ir.
—En Union. Le han aceptado en Union.
—Pues en Union. Así que, ¿de qué más tiene qué ocuparse?
¿De meter en la maleta las cosas que necesita llevarse a la residencia? Eso no
le impedirá recoger el periódico y el correo por las mañanas. Estoy segura de
que, de hecho, ya lo hacía con tu madre en casa. Ya no es un crío.
—No le corresponde ocuparse de esas cosas. —Laura cogió
el bolígrafo y garabateó una nota en su agenda—. Lo tengo todo controlado.
—Como quieras. —Tras dejar escapar un suspiro, Crystal se
dio por vencida y se recostó en la silla. Eres demasiado cabezota para mí.
—¿Dónde está…? —Laura rebuscó entre los papeles—. No la
encuentro.
—¿Qué no encuentras?
—La otra póliza de mamá. Debe tener un seguro adicional
que cubra los servicios que no entran en los del Ejército. No la encuentro,
pero tiene que estar por aquí.
—¿Estás segura de que la tiene?
—Pues claro. Cuando papá se jubiló, las contrató él
mismo. A lo mejor están en la carpeta de su documentación. —Laura abrió el
maletín y sacó la carpeta grande de color Manila—. Por eso Bobby no puede
hacerse cargo de estas cosas. Él jamás habría pensado en los seguros
adicionales.
—A mí tampoco se me habría ocurrido, la verdad —admitió
Crystal.
—Ya, bueno, yo debí haber caído en la cuenta antes, pero…
ah, aquí está. En la carpeta de papá. —Laura meneó la cabeza—. No puedo creer
que a mamá no se le ocurriera ponerla en la suya.
“Yo no puedo creer
que alguien tenga una carpeta”, pensó Crystal. No pudo ocultar su
sorpresa cuando Laura dejó la pluma sobre la mesa y se recostó en la silla, ya
que esperaba que su compañera de piso pasara toda la noche enterrada bajo
aquella montaña de documentos.
—Bueno, ya está. Sólo tengo que llevar los números de la
póliza a la oficina de pagos y mamá podrá estar tranquila hasta que esto acabe.
—¿Quieres entrar a verla otra vez? Si quieres, yo me
quedo a vigilar tus cosas.
Laura no pudo contener a tiempo un bostezo.
—Oh, perdona. ¿Qué hora es?
—Casi las dos y media.
—Por suerte, mañana empieza el fin de semana. Me sentiría
tremendamente culpable si tuvieras que levantarte mañana temprano y trabajar
todo el día con Michael.
—Lo haría, en caso necesario —dijo Crystal—. Ve, anda. Si
se despierta tu hermano, le diré dónde estás.
Laura le dirigió una sonrisa de agradecimiento.
—Gracias. No tardaré mucho.
—Tarda todo lo que quieras.
Crystal vio a su compañera de piso abandonar la sala de
espera y recorrer el pasillo antes de subir los pies a la mesa y buscar una
posición lo más cómoda posible en su silla de plástico.
“Otro motivo por el
que detesto las salas de espera. Estas sillas son una porquería”.
Crystal bostezó y se frotó los ojos. “Podría
quedarme dormida en este mismo momento. No puedo creer lo cansada que estoy.
Sólo voy a cerrar los ojos un momento mientras ella no está”.
Minutos después, estaba profundamente dormida.
Crystal se despertó de golpe al sentir que alguien le
tocaba el hombro.
—¿Crystal? Crystal, despierta.
—¿Qué? —Incorporándose, la joven rubia se frotó los ojos
y se tomó unos segundos para recordar dónde estaba—. Oh, Laura, lo siento. Me
he quedado frita.
—Ya lo suponía. He tardado casi una hora en volver.
Crystal apartó las piernas para que Laura pudiera ocupar
su asiento.
—¿Qué tal está? —preguntó, intentando todavía despertarse
completamente.
—Se ha despertado un poco. —Laura dirigió una mirada a su
hermano, quien aún estaba dormido—. Parece tan débil… y no podía dejar de
toser. El médico ha dicho que es buena señal.
—¿Qué? ¿Qué se le vayan a salir los pulmones por la boca?
—De hecho, sí. Me ha dicho que eso quiere decir que la
medicina que le han dado está haciendo efecto. El líquido está saliendo de los
pulmones y por eso tose.
—Y eso es bueno, ¿no?
—Eso dicen. —Laura suspiró y negó con la cabeza—. Mi mamá
me ha dicho que se siente demasiado mal como para soportar las pruebas y las
preguntas de los médicos. Dentro de un rato la van a llevar a la UCC.
—¿La UCC ?
—Es la
Unidad de Cuidados Cardiacos. Quieren tenerla allí unos días
hasta que expulse el líquido y al parecer va a haber un cardiólogo vigilándola.
—Entonces, echó un vistazo a su hermano—. Él era sólo un niño cuando papá
murió.
—Ahora ya no es un niño —dijo Crystal—. Es consciente de
lo que está pasando.
—Lo sé —convino Laura. Una tosecilla educada les hizo
girar la cabeza hacia un hombre alto que llevaba una impoluta bata blanca de
laboratorio—. Enseguida vengo.
Laura salió al pasillo y habló un rato con el hombre.
Minutos después, volvió a entrar en la sala.
—Dicen que lo mejor es que nos vayamos a casa y
regresemos mañana. Será mejor que le despierte. Puede dormir en el sofá.
—¿Quieres decir que vas a traértelo a casa?
—Lo más probable es que no quiera estar solo —razonó
Laura—. En momentos como éste, la familia deber permanecer unida.
“Yo no sé nada de eso
de permanecer unido”, pensó Crystal con pesadumbre. “Pero supongo que así se comportan las
familias normales”.
—¿Entonces nos vamos a casa y tú vuelves mañana?
—En cuanto me despierte. No quiero que mamá esté aquí
sola mucho tiempo. —Laura se arrellanó en la silla y exhaló lentamente—. No
puedo creer que esté pasando esto. —Sus dedos atraparon con rapidez una lágrima
que empezaba a recorrer su mejilla—. S… sólo tiene cincuenta y cuatro años.
Crystal se dio cuenta en seguida que el control que Laura
había estado manteniendo toda la noche amenazaba con desmoronarse. Sin saber
qué otra cosa hacer, abrió los brazos y dejó que la inestable mujer se abrazara
a ella.
—Todo saldrá bien —susurró, recorriendo lentamente la
espalda de Laura con su mano. Sintió que el cuerpo que sostenía empezaba a
temblar a medida que las lágrimas fluían. “Oh,
no, ahora sí que está llorando de verdad”—. Shhh, Laura, venga. Todo va bien.
Tu madre se va a curar. Shhh…
Crystal no estaba segura de cuál de las dos empezó a
mecerse, pero tampoco hizo nada por detener el tranquilizador movimiento.
Empleó su mano derecha para cubrir la cabeza que descansaba sobre su pecho
mientras que seguía acariciando la espalda de Laura con la izquierda.
—Todo irá bien. —Crystal sabía cómo manejar la ira, pero
la tristeza era algo diferente. Y dado que quien estaba triste era una de sus
mejores amigas, se sintió todavía más indefensa—. No sé qué más puedo hacer
—susurró, dejando descansar su mejilla contra la frente de Laura. Sintió la
humedad de las lágrimas traspasar su camiseta y la presión casi dolorosa de las
manos de Laura en su espalda. “¿Qué
diablos puedo decirle?”.
Los minutos pasaron y ella siguió abrazando a su amiga.
Al advertir un movimiento por el rabillo del ojo, Crystal alzó la vista cuando
Bobby se incorporaba frotándose los ojos. A continuación, miró a su hermana con
gesto preocupado.
—Tranquilo, ella está bien —informó Crystal al joven para
tranquilizarle—. ¿Laura? —susurró—. ¿Laura? Bobby se ha despertado. —Tal y como
esperaba, la escritora se apartó de ella y se irguió en la silla, haciendo
enormes esfuerzos para recuperar la compostura.
—Lo siento —dijo Laura, rebuscando en uno de sus
bolsillos hasta dar con el pañuelo—. Supongo que necesitaba una buena llorera.
—Se secó los ojos y miró a su hermano—. Van a llevar a mamá a la UCC y nos han sugerido que nos
vayamos a descansar y volvamos mañana.
Bobby bostezó y se levantó, desperezándose aparatosamente
para desentumecer los músculos tras estar tanto rato tumbado sobre las sillas.
—Ahh… Pensaba que no me iba a dormir.
—No te preocupes por eso —dijo Crystal—. Yo también me he
desconectado un rato —echó un rápido vistazo a los cercos de lágrimas que
decoraban la parte delantera de su camiseta y miró a Laura—. ¿Nos vamos?
—Sí —dijo Laura, devolviendo la mayoría de los documentos
al maletín antes de cerrarlo—. Voy un momento a recepción para darles los datos
del seguro de mamá y listo. Bobby, ¿quieres pasar por casa y recoger algo de
ropa o prefieres esperar hasta mañana?
—¿Recoger mi ropa? Puedo quedarme en casa mientras mamá
está aquí —dijo con firmeza y mirando a Crystal en busca de ayuda.
—Em… Laura, ¿puedo hablar contigo un momento? —Tirando
suavemente del codo de la escritora, Crystal se dirigió al otro extremo de la
sala—. Él no quiere quedarse con nosotras —dijo en voz baja—. ¿Por qué no le
dejas quedarse solo?
—Es demasiado jo… —Laura se detuvo, contemplando el
rastro de barba que cubría parte del rostro de su hermano.
—No es demasiado joven. —Le recordó Crystal.
Laura suspiró y asintió a regañadientes.
—Vale. —Acto seguido, se volvió hacia Bobby—. Entonces
nos vemos mañana. Asegúrate de cerrar con llave todas las puertas y que nadie
que no sea de la familia sepa que estás solo en casa.
Bobby inclinó la cabeza y miró a su hermana.
—No tengo doce años, ¿sabes?
—Lo sé. —Laura fue hasta él, le puso las manos sobre los
hombros y sonrió con aire pensativo—. Pero por muchos años que cumplas, siempre
serás mi hermanito pequeño y me preocuparé por ti, ¿vale? —preguntó,
alborotándole el ya de por sí desordenado cabello rubio—. Tú ganas. Nos vemos
mañana. Conduce con cuidado.
—Siempre lo hago.
—Por eso tienes ya una multa por exceso de velocidad. A
mí no me pusieron una hasta que pasé los veinte.
—¿Qué puedo decir, hermanita? —dijo él sonriendo—.
Supongo que me he desarrollado antes que tú. —Se sacó las llaves del bolsillo—.
Mañana traeré la colcha de mamá.
—Buena idea. Seguro que le alegrará tener algo suyo aquí.
—Laura le dio un golpecito en el brazo y miró a su hermano mientras éste
abandonaba la sala de espera. Después se giró hacia Crystal y, con un gesto, le
indicó que ellas también debían irse ya a casa.
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