Capítulo 37
—Necesitas
que te revisen la vista —dijo Crystal—. No tengo ninguna maldita cualidad, sólo
mi apariencia y eso no durará para siempre.
—Te estás
vendiendo en poco.
—Tal vez.
Yo no soy como tú, yo no tengo estudios y una familia que se preocupa por mí o
esas cosas. Soy sólo yo y eso es decir mucho.
Laura
apretó con fuerza sus cartas ante las palabras de Crystal. “¿Qué tengo que hacer para que veas que eres una persona digna?”,
se preguntó.
—Tienes más que sólo a ti misma. Me tienes a
mí y a Jenny y ambas nos preocupamos por ti.
—Sabes,
cuando era niña, cuando creía que las oraciones y los sueños se podían hacer
realidad con sólo desearlo con todas mis fuerzas, solía soñar que algún día las
autoridades venían y nos decían que habían cometido un terrible error y que
Patty y yo no éramos realmente Sheridans. Que habían venido por nosotras y que
nos llevarían con nuestra verdadera familia, una agradable y amorosa familia
que nunca golpeaba a sus hijos.
El dolor
en la voz de Crystal tocó el corazón de Laura.
—Desearía
que ese deseo se hiciera realidad para ti. —dijo la escritora, extendiendo la
mano y poniéndola sobre la rodilla de Crystal. La rubia colocó las cartas sobre
la cama y se recostó sobre su espalda, entrelazando sus dedos de las manos
atrás de su cabeza apoyándose sobre su almohada.
—Patty y
yo solíamos hablar de eso. Salíamos corriendo por los campos y nos quedábamos
debajo del sol hablando sobre de cómo sería la vida si viviéramos en alguna
otra parte.
—¿Hablaban
de lo que querían ser cuando crecieran? —preguntó Laura, metiendo todas las
cartas sobre la pila, asumiendo que el juego había terminado.
—Oh, todo
el tiempo. —Crystal sonrió y clavó los ojos sobre el techo—. Ella quería ser
doctora o abogada, dependiendo de cual serie de TV habíamos visto una noche
antes.
—¿Y tú?
—¿Yo? Oh,
yo quería ser muchas cosas. Quería ser bombero, enfermera, incluso una
detective privada. Me encantaba ver Los ángeles de Charlie.
—Parece
como que te gusta ayudar a la gente.
Crystal
resopló.
—Sí y todo
lo que terminé haciendo fue darle a los hombres algo que mirar y así cuando
ellos llegaran a casa se dieran una buena masturbada. —Ella negó con la
cabeza—. No importa ahora. Sin un diploma de bachillerato sólo sirvo para
trabajo manual o para desnudarme.
—Sabes que
puedes obtener tu GED si trabajas duro.
—¿Para
qué? —Crystal levantó su cabeza de la almohada lo suficiente como para mirar a
Laura—. Imagina esto: “¿Puede ver mi solicitud de empleo?”. “¿Dónde ha
trabajado usted?”. “Veamos, trabajé en el club de striptease local quitándome
la ropa por dinero y antes de eso trabajé en el callejón cerca de Smith”. Me
contratarían de inmediato, ¿no es así? —Su cabeza cayó de regreso a la almohada
y dio un suspiro de derrota—. ¿No lo ves, Laura? Simplemente no puedo comenzar
de nuevo. No puedo librarme del pasado.
—Tal vez
la meta no es librarte del pasado pero si enfrentarlo y dejarlo en donde debe
estar. —Quitándose sus zapatos, Laura colocó sus pies en el borde de la cama—.
Enfréntalo, acéptalo, y sigue adelante.
—Fácil
para ti decirlo.
—Sí, lo es
—admitió Laura—. Nunca he tenido que pasar por las cosas que tú.
Crystal se
sentó, presionando su espalda contra el cabecero, perdida en su pensamiento.
Llenó su vaso de whisky y lo redujo drásticamente antes de hablar finalmente.
—Jenny
quiere que hable de eso. Dice que me ayudará.
—Ella es
la terapeuta —dijo Laura—. Estoy segura de que sabe de qué está hablando. Sé
que cuando algo me está molestando y hablo de ello, me hace sentir mejor.
—Nada hará
que me sienta mejor —dijo Crystal en desacuerdo—. Está este dolor profundo
dentro de mí que nunca se va —tomó la botella de whisky otra vez—. Algunas
veces es todo en lo que puedo pensar —tomó otro trago—. ¿Cómo se supone que
debo de hablar de eso?
—Estás
hablando ahora, sólo continúa.
—No estoy
hablando de 'eso'. Sólo estoy hablando de cómo se siente.
—Eso es
mejor que nada. —Sintiendo que Crystal estaba al borde, Laura escogió sus
palabras cuidadosamente—. ¿Cómo te sientes ahora?
—¿Aparte
de borracha y drogada? —Crystal sonrió y colocó la botella abajo—. ¿Cómo se
supone que me debo de sentir?
—No me
importa cómo se supone que te sientes. Me importa saber cómo te sientes.
—Me siento
como una muñeca rota que ha sido usada y tirada a la basura. —Jalando sus
rodillas hacia su pecho, Crystal dobló sus brazos y apoyó su barbilla sobre
ellos. Por mucho rato ninguna habló, ambas perdidas en sus pensamientos.
Pensando
quizá que el muro de piedra había sido golpeado y la conversación se había
terminado por esta noche, Laura envolvió la goma elástica alrededor de las
cartas y acomodó el papel y la pluma que había traído de su habitación. Estaba
a punto de ponerse de pie cuando Crystal comenzó a hablar en un tono titubeante.
—Tenía
catorce años. —La rubia comenzó, sus ojos no miraban más arriba del cubrecama.
Laura inmediatamente soltó las cartas y el papel, dando a Crystal su completa
atención—. Sabía lo que le había hecho a Patty pero jamás pensé que él vendría
después por mí.
Más tarde
esa noche, acostada en su cama, Laura se encontraba incapaz de poder dormir. El
terror vivido que había escuchado relatar a Crystal martirizaba su mente,
rehusándose a dejarla en paz. Se daba una idea de lo malo que habría sido
basándose en por qué Crystal siempre evadía ese tema, pero después de escuchar
el relato detalladamente, Laura se dio cuenta de que era demasiado difícil de
manejar.
Dejó a una
Crystal exhausta emocionalmente y regresó a su habitación, esperando poder
llegar arrastrándose a su cama y quedarse dormida. Ahora una hora más tarde,
las sombras de la noche sobre las paredes le hacían compañía a sus ojos
abiertos. Buscando en la oscuridad, encontró el teléfono y marcó un número ya
conocido.
—¿Hola?
—Una voz atontada contestó.
—¿Jen? Soy
Laura.
—¿Qué hora
es?
—No lo sé.
Más de medianoche, estoy segura.
—¿Pasa
algo malo?
—Sólo
necesito hablar. Crystal y yo tuvimos una larga conversación esta noche.
—¿Cómo
está ella? —La voz de Jenny era más clara, desapareciendo rápidamente la pesadez
causada por el sueño.
—Bastante
bien, considerando todo por lo que ha pasado. —Laura suspiró y descansó su
cabeza en contra del cabecero—. No sé cómo logró sobrevivir tanto tiempo. ¿Te
ha dado detalles de lo que le hizo su padre?
—Laura,
sabes que no puedo contestar eso.
—Si, lo sé
pero es que simplemente no puedo dejar de pensar en eso. Lo bastardo que fue.
Aun si la mitad de lo que me contó es cierto, él era un monstruo que debería
haber sido castrado hace mucho tiempo.
—No
podemos hablar de Crystal o cualquier cosa acerca de su vida que te haya
contado, no importa que tan malo haya sido, pero te puedo decir esto: no tengo
duda de que si te contó algo de su pasado es seguramente verdad. Al menos tan
verdadero como su memoria le permita recordar —Laura escuchó el sonido de Jenny
moviéndose por su apartamento—. A propósito —continuó su ex-amante—, falta un
cuarto para la una.
—Siento
mucho llamarte tan tarde pero es que no puedo dormir. Sólo me la paso
imaginándola como una adolescente incapaz de protegerse de él.
—No puedes
cambiar el pasado.
—Ojalá
pudiera —dijo Laura seriamente—. Si hubiera estado allí, yo habría...
—Habrías
tenido solo algunos años mas que ella y no podrías haber jugado a ser la mujer
maravilla —interrumpió Jenny—. Si su hermana no pudo protegerla, ¿qué te hace
pensar que tú habrías podido?
—Pero...
—Pero
nada. No puedes cambiar lo que le pasó. Todo lo que puedes hacer ahora es
ayudarle a recoger los pedazos y sanar.
—¿Cómo
superas algo como eso? Quiero decir, conozco personas que han sido violadas y
la mayoría lo supera con el tiempo, pero, ¿cómo te recuperas de haber sido
atacada noche tras noche?
—Laura,
estás cruzando la línea —advirtió Jenny—. ¡Demonios!, probablemente la hemos
cruzado ya. Si el Estado se entera que hablo de esto contigo…
—Olvídate
del Estado por un minuto, Jen. Estamos hablando de Crystal.
—No, no
estamos hablando de ella, estamos hablando de ti y cómo tienes que manejar el
ser amiga de alguien que es una superviviente. —Jenny suspiró—. Siento si
parezco una gruñona pero no puedes despertarme de mi sueño profundo y esperar
que esté en la mejor disposición de darte ánimos por aquí, especialmente cuando
quieres presionar esto. ¿No entiendes que si ella se entera de que hablamos de
esto podría arruinar su confianza en mí?
—¿Qué se
supone que debo de hacer? —preguntó Laura, pasándose los dedos por su pelo—.
Ok, veámoslo de esta manera. Yo tengo una amiga que ha sido violada, ¿qué puedo
hacer para ayudarla a superarlo y hacer que siga adelante con su vida?
—Lo mejor que
puedes hacer es sólo estar ahí para ella y escucharla. No trates a tu amiga de
manera diferente a como lo haces ahora. Si ella quiere hablar déjala hacerlo
pero no fuerces la conversación.
—¿Y si
ella quiere destruirse a sí misma con drogas y alcohol? —Laura escuchó otro
suspiro a través del teléfono—. Vamos, Jen. ¿Cómo se supone debo evitar que se
extralimite con el trago y la marihuana?
—No
puedes. Sólo tienes que asegurarte de no involucrarte demasiado y te conviertas
en un obstáculo que pueda empeorar el problema. Tal vez una reunión o dos en
Al-Anon* sería bueno para ti.
—¿Necesito
ir a Al-Anon?
—¿Y por
qué te molesta tanto esa idea? —preguntó Jenny—. Si alguien que bebe es un
problema para ti, entonces acude a Al-Anon.
—No
necesito acudir a Al-Anon —dijo Laura inflexiblemente—. Sólo quería saber cómo
ayudar a Crystal.
—Es hora
de decir buenas noches, Laura —dijo Jenny—. Tu terquedad se está saliendo de
control y estoy demasiado cansada como para pelearme contigo por ella. Recuerda
que mañana, ella es la misma persona que era ayer y de un día antes. Si ella no
hace lo que tú quieres cuando tú quieres y eso te molesta, ese es tu problema,
no el de ella. Sé su amiga, eso es lo que ella necesita, no una superhéroe que
llegue volando a rescatarla. Ya es muy tarde para eso.
—Algunas
veces me pregunto cuál de nosotras es más terca —dijo Laura suspirando—. Está
bien, está bien. Intentaré mantener lo que dijiste en mente pero aún creo que
podría hacer algo más que sólo sentarme aquí y escuchar.
—Prueba
ser su amiga.
—Oye,
¿para qué llamaste antes? Estábamos en casa pero estábamos hablando y no pensé
que fuera buena idea levantarme y contestar el teléfono.
Hubo una
pausa antes de que Jenny contestara.
—Estaba
preocupada y sólo quería saber si Crystal había llegado bien a casa.
—Uh huh.
Veo que estás haciendo un buen trabajo separando la amistad de la terapia, ¿no
es así?
—Oye, una
buena terapeuta puede llamar a la casa de su paciente si está preocupada.
—¿Cuándo
fue la última vez que llamaste a la casa de un paciente para cualquier otra
cosa que no haya sido para cambiarle su cita?
—Mi
secretaria se encarga de las citas y no pienso darte explicaciones. Vete a
dormir. Buenas noches, Laura.
—Buenas
noches, Jen. Gracias por escuchar.
Colgando
el teléfono, Laura encontró que hablar con Jenny había calmado un poco su
mente.
“Eso no
ayuda. Debe de haber una manera para que ella supere esto. ¿Pero, cómo?”.
Segura de
que dormir era caso perdido, Laura se enderezó y deslizó sus pies en sus
zapatos.
“Tengo que limpiar esa sartén donde se
quemaron las cebollas si no se quedaran pegadas para siempre”.
Saliéndose
de su habitación, Laura estaba indecisa entre bajar y limpiar o ver cómo estaba
Crystal. “Esto es tonto. Ella duerme ya
como un tronco y está segura. Además, no quiero asustarla o algo así”. Como
si su mente actuara por si sola, la mano de Laura tomó la manija de la puerta. “No entraré, sólo abriré la puerta un poco y
veré si está durmiendo bien. Podría tener una pesadilla o algo”.
La luz del
vestíbulo iluminaba con una pequeña luz la habitación de Crystal, pero la luz
de la noche que se reflejaba en la pared le dio suficiente claridad a Laura
para ver a su compañera que ciertamente dormía como un tronco, un ronquido
ligero salió de sus labios. “Bien”.
Satisfecha de que todo estaba bien, Laura bajó las escaleras para pasar el
resto de la noche limpiando.
Con la
radio encendida a volumen bajo, Laura silenciosamente bajó al primer piso,
haciendo una buena limpieza, moviendo sillas y mesas pasando el trapeador y
desempolvando todos los muebles. Para cuando el sol de la mañana salió sobre el
horizonte, la cocina y la sala estaban inmaculadas. Escuchando la alarma de
Crystal desde el piso de arriba, Laura puso la sartén en el fuego y sacó una
taza grande de café de la alacena. Considerando que el día anterior había sido
duro para su compañera, Laura había decidido al menos darle a Crystal un buen
comienzo para este día. Cuando la rubia bajó varios minutos más tarde, su pelo
aun estaba húmedo por la ducha, fue recibida con un plato de huevos revueltos,
tostadas y una taza de café humeante. —Pensé que podrías tener un buen desayuno
antes de comenzar un día muy ocupado. —dijo Laura mientras colocaba la taza
sobre la mesa.
—Buenos
días para ti también —dijo Crystal mientras tomaba su lugar—, ¿a qué hora te
levantaste?
—Realmente
nunca me dormí. Creo que la lechuza que vive en mi está tratando de salir
—Laura recogió su taza vacía y caminó hacia la cafetera—. Tuve una época, una
vez, cuando estaba escribiendo mi último libro,
que no pude dormir por las noches durante casi un mes. ¿A qué hora crees
que llegarás a casa esta noche? Tengo un poco de róbalo fresco que puedo
descongelar. Algo de condimentos con limón y arroz y será una cena digna de un
rey.
—Mi labio
se ve mejor —dijo Crystal quedamente—. Tengo que ir al club después del trabajo
y ver qué va a pasar.
—Creí que
lo único que tenías que hacer era recoger tu cheque —dijo Laura mientras se
sentaba a la mesa.
—Nunca
dije que renunciaría, sólo que lo pensaría. Sabes, gano más dinero en una hora
trabajando en el club que lo que gano trabajando para Michael. —Crystal
presionó su tenedor sobre los huevos revueltos—. Tal vez puedo trabajar en el
club medio tiempo y conservar ambos trabajos.
—Nada como
tener dos velas encendidas al final. ¿No puedes conseguir otro trabajo en el
club en lugar de quitarte la ropa? ¿No necesitan camareras?
—No me
contrataron para atender mesas, Laura. Mi trabajo allí es salir al escenario y
quitarme la ropa al ritmo de la música.
Laura
intentó no mostrar la decepción de su cara.
—No creo
que trabajar allí sea buena idea. Mira lo que te pasó. Quién sabe lo que podría
ocurrir si regresas.
—Bueno, no
voy a saber que va a pasar hasta que vaya. Por lo que sé, me reemplazaron y no
tengo trabajo para regresar.
“Es lo que más deseo”, pensó Laura.
—Estoy
segura de que Michael te daría horas extras si necesitaras el dinero. Él es
buena gente en cosas como esas.
—Puedo
ganar en una noche bailando lo que me paga Michael por tres días de trabajo.
Ese tipo de dinero es difícil de dejarlo pasar. —Crystal redujo su taza de
café—. Veremos que pasa.
—¿Qué tal
si te bajo el alquiler?
Laura
sabía que no podía permitirse perder ese dinero extra que el alquiler de
Crystal le daba, pero la idea de que la rubia se quitara la ropa frente a un
montón de hombres calenturientos le era difícil de aceptar.
Capítulo 38
—No, el
alquiler es más que razonable. Hablando de eso, necesito que me digas cuánto es
por la mitad de los servicios y así poder pagártelos. Estoy segura de que ya
tienes algunos recibos. —Crystal metió el último bocado de comida en su boca—.
Esta noche será el mejor momento de que tenga dinero después de recoger mi
cheque. Espera hasta mañana y ya me lo habré gastado.
—No te
preocupes por eso. No creo que tengas que darme más de cincuenta dólares, tal
vez menos.
—Oh, por
favor. Está la luz y el cable por no mencionar el teléfono también. Estoy
segura de que hice que el recibo del agua aumentara también.
—El
complejo se encarga de las cuentas de agua y tú nunca usas el teléfono.
—Soy aún
responsable por la mitad de la cuenta telefónica, la use o no —dijo Crystal,
bajando su tenedor y haciendo a un lado el plato—. Estuvo muy rico, gracias.
—De nada.
Laura tomó
un sorbo de su café, intentando con todas sus fuerzas no volver con el tema del
Tom Cat Club otra vez. Finalmente fue Crystal la que no aguantó estar en
silencio por más tiempo.
—Mira, sé
que no te gusta la idea de que me desnude...
—No, no me
gusta —afirmó Laura.
—Pero es
lo que hacía antes de que me conocieras y que probablemente continúe haciendo.
No puedo enorgullecerme de eso, incluso no me agrada, pero no puedo dejar ir el
buen dinero que gano por ello.
—Tiene que
haber un punto donde el dinero no sea suficiente para seguir degradándote de
esa manera.
—Bueno, si
lo hay, no lo he encontrado todavía —dijo Crystal firmemente—. Es legal y
realmente mejor que trabajar en el callejón detrás del club, eso es seguro.
—Estoy de
acuerdo contigo en eso —admitió Laura—. ¿Puedes al menos prometerme que no
harás eso, no importa lo duro que puedan estar las cosas?
Esta vez
Laura se ganó al menos una pequeña sonrisa de Crystal.
—No he
hecho eso en años y no tengo la intención de hacerlo nuevamente. Esos días se
quedaron atrás.
—Y tal vez
algún día el desnudarte quedará atrás también.
—Tal vez.
Ahora mismo tengo que terminar de prepararme para el trabajo y escribir en mi
cuaderno antes de que la doc quiera mi cabeza. —Para sorpresa de Laura, Crystal
tomó sus manos entre las suyas—. Escucha, acerca de lo de anoche... —La mano se
retiró y la rubia miró su plato vacío—. Gracias por escuchar. Yo…, yo nunca le
había contado todo esto a nadie.
—Cada vez
que quieras hablar, aquí estaré.
—Creí que
estarías en shock y asqueada por todo lo que te conté.
Laura
extendió su mano y tomó la barbilla de Crystal, forzando a los ojos verdes a
ver los suyos.
—Sí, la
mayor parte de lo que me contaste me dejó en shock pero la parte en que me
sentí asqueada, tiene que ver con tu padre y no contigo —soltó la barbilla de
Crystal, contenta de que la joven mujer no girara su cabeza y evadiera su
mirada—. Se requiere de mucho coraje para sobrevivir a algo como eso y mucho
más valor el ser capaz de compartir con alguien lo que pasó.
—No te
conté todo, sabes. Creí que si te contaba todo de una sola vez saldrías
gritando de la habitación.
—Eso no
pasaría —aseguró Laura—. Cualquier cosa que quieras contarme, la escucharé.
—Sabes,
algunas veces me recuerdas a Patty. Ella era realmente paciente conmigo.
—Estoy
segura de que si conociera a Patty me agradaría también. —Laura miró su reloj
de pulsera—. Pero tienes razón, necesitas apurarte si quieres llegar a tiempo
al trabajo. Más te vale no haber dejado un desorden en el baño.
—Tu
definición de desorden y la mía son completamente diferentes, pero me aseguré
de recoger las toallas y de secar lo mojado del piso.
—Casi
perfecto. Lo limpiaré más tarde. —Laura observó a Crystal ponerse de pie—.
¿Puedes al menos llamarme y dejarme saber a qué hora vendrás a casa esta noche?
—Seguro
—trató de alcanzar su plato, pero Laura la detuvo.
—Yo lo
recogeré. Tú vístete.
********
El
estacionamiento del Tom Cat Club estaba vacío cuando Crystal llegó. Después de
un rápido vistazo por el espejo retrovisor para asegurarse de que todo estaba
tranquilo en el lugar, caminó hacia la puerta lateral y presionó el timbre de
la puerta. Con tres horas antes de la primera función, Crystal estaba segura
que encontraría a Rick en su oficina.
—¡Crystal!
—exclamó sorprendido el corpulento
hombre que abrió la puerta.
—Hola,
Randy. ¿Se encuentra Rick?
—Yeah,
está en la barra platicando con alguien. Entra. —El musculoso hombre la invitó
a entrar ondeando su mano—. ¿Y cuándo piensas regresar?
—No estoy
segura. Tengo que hablar con Rick primero.
—Bueno, sé
amable. Realmente ha estado de pésimo humor las últimas dos semanas. Sara y
Mónica renunciaron y acaba de enterarse de que alguien se está robando el
licor.
—Oh,
genial —gimió ella. Rick se ponía muy difícil cuando las cosas iban viento en
popa. Cuando iban mal, era imposible razonar con él.
—Sólo
utiliza tu encanto —dijo Randy—. Después de la semana que ha tenido, verte le
alegrará el día.
—Ya lo
veremos—dijo Cristal nerviosamente mientras se dirigía abajo, al vestíbulo.
Rick no
estaba en la barra sino en su oficina para cuando Crystal lo encontró. Su
puerta estaba ligeramente entreabierta, revisando los libros mayores del club.
“Bueno, aquí voy”.
—¿Rick?
—Ella llamó, tocando ligeramente la puerta.
—Crystal,
qué sorpresa tan agradable —dijo él, señalando hacia una silla—. Entra y toma
asiento. Esperaba que vinieras. Te llamé un par de veces pero nunca me
devolviste las llamadas. Comenzaba a pensar que nunca te veríamos otra vez.
—Te dije
que estaría de regreso después de que mi labio sanara —dijo mientras tomaba
asiento.
—Pues
luces genial. Tal vez con un kilito o dos de más pero puedes bajarlos sin
ningún problema, estoy seguro. Después de todo, no se pueden esconder debajo de
una tanga, ¿verdad?
—Um, no
supongo que no. Rick, acerca de regresar a trabajar…
—Oh,
diablos, no tienes idea de lo difícil que ha sido esto últimamente —él
continuó, sacando un cigarrillo de su paquete y prendiéndolo—. Primero Sara me
dijo que su novio no la dejaría trabajar más y luego Mónica tuvo uno de sus pequeños
desplantes y renunció. Y por eso te digo, eres un regalo enviado del cielo.
“Oh, genial. Ya puedes parar de hablar Rick”.
Decidiendo
que si dejaba que Rick continuara hablando la tendría en el escenario en diez
minutos, Crystal aspiró profundamente y practicó las palabras que había
ensayado cuidadosamente en su mente una vez más.
—Es algo
tarde, pero creo que te puedo dar esta noche una presentación o dos.
—De hecho,
de eso es de lo que quiero hablar contigo.
—Bien,
¿cómo qué? ¿Viniste para decirme que ya estabas lista para regresar a trabajar
o no? —La amabilidad que él había mostrado cuando ella entró a su oficina iba
desapareciendo rápidamente.
—No estoy
segura de si quiero hacer el show más.
—¿No estás
segura? ¿De qué diablos estás hablando? —Rick se inclinó hacia adelante,
haciendo más pequeño el espacio entre los dos—. ¿Y qué es lo que vas a hacer?
—¿Qué tal
de camarera? ¿O incluso ayudando detrás de la barra?
—Los
hombres no pagan buen dinero para ver tu trasero detrás de la barra, pagan por
verte arriba en el escenario desnudándote para ellos.
—Bien, tal
vez estoy cansada de desnudarme para ellos, tal vez quiero hacer algo más.
—Crystal,
Crystal, Crystal —dijo en el tono más condescendiente que ella alguna vez le
había escuchado—. Mira, si estás tratando de presionarme para que te dé más
dinero no va a surtir efecto.
—No se
trata de dinero.
—Bien,
¿entonces de qué se trata todo esto? —El gerente preguntó coléricamente—. No
necesito otra camarera u otra bartender. Lo que necesito y para lo que te
contraté, es para que pongas tu trasero sobre el escenario y lo muevas a quien
quiera colocarte un gran billete, ¿lo entiendes?
—Sí, lo
entiendo, Rick —ella contestó tan coléricamente como él—. Pero tú no eres el
que esta allá arriba. No tienes que soportar a todos esos estudiantes y hombres
tratando de tocar tu cuerpo. Estoy harta de eso.
—¿Entonces
qué carajos estas haciendo aquí, huh? ¿Encontraste un nuevo novio o algo así y
te esta presionando con esto? —Rick sonrió, pensando que estaba en lo cierto—.
Te voy a decir una cosa: le puedes decir a tu novio que estás sirviendo mesas
si eso te hace sentir mejor.
—No tengo
novio. No es por eso que estoy haciendo esto —insistió Cristal, prendiendo un
cigarrillo—, sólo estoy cansada de desnudarme.
Rick dejó
salir un largo suspiro y se reclinó en su silla.
—Cuando
viniste aquí por primera vez, no tenías ni un maldito centavo ni un nombre.
Incluso no tenías un coche. —Él negó con la cabeza—. No lo sé. Sólo estoy
tratando de ayudarte. Tienes suerte de tener un trabajo como este. ¿Sabes a
cuántas mujeres les encantaría tener la oportunidad de ser la estrella del
show? —Con un suspiro fuerte, Rick abrió su gaveta del escritorio y sacó una
carpeta de papel—. Iba a guardar esto para más tarde, pero desde que pediste el
permiso de ausentarte no hubo otra elección... ¿Recuerdas que quería hablar
contigo después del show aquella noche?
—¿Sí?
—Iba a
ofrecerte la oportunidad de hacer dinero de verdad. No dinero de uno o cinco
que ganas aquí, sino de treintas y cincuentas.
“Sólo hay una manera de ganar ese tipo de
dinero”, pensó Crystal.
—No tengo
planes de trabajar aquí para siempre, estoy en tratos con una empresa grande en
Nueva York. Tengo este otro trabajo funcionando y estaba planeando en darte a
ti una oportunidad de hacer dinero de verdad con esto.
—Rick, tú
sabes que yo no...
—Relájate,
bebé. Estoy hablando de algunas fiestas privadas, no de estar parada en las
esquinas. Y oye, si quieres ganar algo extra yo no me meto en eso, yo estaré
conforme siempre y cuando el cliente quede satisfecho.
Crystal
sintió que las paredes comenzaron a acercarse y rápidamente volteó su cabeza
para ver que la puerta seguía entreabierta. Sabiendo que escapar era fácil, se
obligó a permanecer en su asiento.
—No puedo
hacer eso Rick. Tú sabes cómo resultan al final todas esas cosas y no caeré en
viejos trucos sólo por ti.
—Bebé, no
estamos hablando de trucos, simplemente de algunas fiestas privadas. Estás
haciendo esto muy grande. —Regresó la carpeta de nuevo a su escritorio—. Pero
si quieres desperdiciar el resto de tu vida trabajando en el club, adelante.
Seis meses a partir de ahora y podré renunciar a este lugar y ser un hombre de
negocios por mi cuenta. Si quieres unirte a los triunfadores eres bienvenida,
pero no creas ni por un momento que vas a hacer nada aquí. Eres un gatito en el
escenario.
Rick se
puso de pie, su metro ochenta elevándose desde su posición.
—Así que,
tú tienes la última palabra, cariño. Mete tu trasero en un traje y sal a
trabajar o salir a las calles. La elección es tuya.
Ahora la
oficina le parecía definitivamente muy pequeña para su comodidad. Crystal había
esperado regresar y sólo trabajar medio tiempo si no podía conseguir otro
trabajo, pero Rick dejó claro que esa no era una opción. También sabía que si
regresaba a trabajar con Rick nunca la dejaría en paz hasta que estuviera
trabajando en sus fiestas privadas, entreteniendo a hombres de negocios.
“Pues bien Laura, creo que tú deseo se va a
cumplir”.
—Sólo dame
mi último cheque y me iré de aquí.
—Debí
haber sabido que tomarías esa estúpida elección —dijo Rick, caminando hasta el
archivero—. No vas a encontrar a nadie que te pague lo que yo te pago por mover
esas tetas. No puedo creer que desaproveches esta oportunidad —sacó un sobre
del archivero y lo tiró sobre el escritorio—. Y ni pienses que te voy a dar una
carta de recomendación.
—No te
preocupes, no la necesito.
Crystal se
levantó y tomó el sobre que contenía su último cheque. Cuando se dio la vuelta,
su cara se encontró contra el pecho del intimidante gerente.
—¿Sabes?,
de todas las chicas que he visto ir y venir de este lugar, tú fuiste la única
con la que pude haber hecho algo realmente bueno, pero siempre te creíste
superior, ¿no es así? ‘Mira, pero no toques’, ¿verdad Crystal?
Él se
acercó aún más, obligándola a dar un paso atrás hasta que sintió la dureza del
escritorio de madera detrás de ella.
—Alguien
te debería haber domado hace mucho tiempo y enseñado buenos modales.
—Déjame
ir, Rick —dijo ella, intentando caminar hacia un lado. El molesto hombre
rápidamente se interpuso en su camino.
—Tal vez
nunca tuviste a un hombre que te enseñara como comportarte, ¿no es así?
—Rick, por
favor, sólo déjame ir. —El corazón del Crystal latía furiosamente en su pecho.
—Hey.
Rick… —Randy empujó la puerta abriéndola completamente—, el tipo de la entrega
exige el pago antes de que baje la carga. Algo sobre que nuestra cuenta ya era
demasiado alta. Lo siento, no sabía que estabas ocupado.
—Ya iba de
salida —dijo Crystal, moviendo a Rick para abrirse paso y empujando
prácticamente a Randy por su prisa de escapar. Sintió un gran alivio cuando llegó
al vestíbulo que daba a la puerta lateral.
“¿Cree que soy una estúpida o algo por el
estilo? De ninguna maldita manera voy a volver a trabajar para él, jamás. Fui
una idiota al pensar que él haría algo para intentar ayudarme”.
Empujó la
puerta de emergencia y fue recibida por el sombrío estacionamiento. Llegando a
su coche, Crystal se dio cuenta que sus manos temblaban mientras intentaba
meter la llave al cerrojo. No ayudaba mucho que estuviera constantemente
volteando hacia la puerta, temiendo que Rick saliera en cualquier momento. Para
cuando ya estuvo dentro de su coche, Crystal sintió lágrimas cayendo por sus
mejillas que no podía explicar.
“Tengo que largarme de aquí. Tengo que llegar
a casa”.
No
molestándose en limpiarse las lágrimas, Crystal encendió el coche y se fue
rápidamente del estacionamiento.
********
El
departamento estaba oscuro cuando llego Crystal, excepto por la bombilla que
iluminaba la puerta principal. Dio una rápida mirada y vio que no se encontraba
el Jeep de Laura. “Me pregunto a dónde
habrá ido”, pensó mientras caminaba por el pequeño camino hacia la puerta.
Lanzando
sus llaves sobre la mesa, Crystal caminó hacia la cocina, buscando en la
oscuridad a tientas el apagador. Mirando la puerta del refrigerador, frunció el
ceño cuando no vio ninguna nota para ella.
—Probablemente
estará de regreso en un momento —dijo para el cuarto vacío. “¿Qué dijo que quería para la cena? Alguna
clase de pez”. Arrugando su nariz ante el pensamiento, Crystal abrió el
congelador y sacó una pizza congelada. “¡Qué
diablos, al menos es comestible!”.
Algunos
minutos más tarde la pizza estaba en el horno y Crystal estaba en el sofá. Con
el control remoto de la televisión en la mano, comenzó a pasar los canales.
“Aburrido, sin interés, aburrido, ¡oh, Dios,
no los Waltons! No, no, no, Oh por favor, eso es tan falso. ¿Quién diablos va a
creer que dos tipos pueden vencer al infierno salir de allí y seguir de pie?
Sesenta canales y no hay nada interesante”.
Dejándolo
en un show de juegos, lanzó el control remoto a la mesita de café y se miró su
reloj de pulsera.
“¿Dónde diablos estás? Pensé que ibas a
quedarte en casa esta noche”.
Dos horas
más tarde la pizza se había terminado y Crystal se encontró sentada en la
silenciosa sala de estar, mirando el reloj de la pared. La televisión había
sido apagada para poner la radio, pero tampoco resultó muy entretenido y fue
apagado también.
“¿Vamos Laura, dónde estás?”.
Su pregunta fue contestada cuando escuchó el
sonido de una llave siendo metida en el cerrojo de la puerta principal. Crystal
se levantó de un salto y abrió la puerta.
—¿Dónde
diablos has estado? —preguntó Crystal..
Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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autor.
Me encanta ésta historia y a pesar de que publicais 2 capitulos diarios...se me hacen cortos. Muchas gracias por compartir todas las historias con nosotras.
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