Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

El Corazón de Cristal - 5 y 6


Capítulo 5

Laura estaba sentada delante del ordenador, borrando el montón de correo electrónico sin contestar cuando escuchó el sonido de la llave abriendo el cerrojo en el primer piso. Una mirada rápida en el reloj en la esquina inferior de la pantalla le dio la hora, solo algunos minutos faltaban para la media noche. Salió de su cuarto y bajó las escaleras, entró en la cocina y vio que Crystal tomaba una cerveza del refrigerador.

“¿Acaso no bebes otra cosa?”, pensó Laura antes de hablar.
—Ejem —esperó a que la stripper volteara a verla para continuar—. ¿Vas a trabajar mañana por la tarde?
La rubia abrió la lata y tomó varios tragos antes de contestar.
—No. ¿Por qué? ¿Necesitas el apartamento para algo por la noche?
—Mi hermano pequeño se gradúa del bachillerato con honores y le daremos una cena mañana por la noche.

Laura tenía muy claro en su mente, las estrictas reglas de su madre en relación a las reglas de etiqueta y luchó contra el deseo de no tener que presentar a su familia a su nueva compañera de apartamento. Y al final, la formación que le dio su madre de ser educada ganó.

—Eres bienvenida por supuesto. No es nada formal, son solo mi hermano, mi madre y Jenny. No sé si Peter y Michael vendrán. No lo he podido localizar últimamente. —Laura hizo una nota mental de intentar volverlos a llamar.

—No te preocupes por eso. —Crystal agitó su mano despectivamente. La lata fue a sus labios otra vez para varios tragos más.
—No me gustan las comidas familiares de cualquier manera. Me haré la desaparecida. —Se volteó de nuevo y abrió el refrigerador, tomando las otras tres latas de cerveza. Maldijo suavemente, recordando que tenía pensado de camino a casa parar en algún súper para comprar más cerveza. Recordó el poco dinero que traía en el bolsillo y se resignó a tomarse solo las tres cervezas esta noche.
Pasó rozando a Laura y con rapidez subió las escaleras, encerrándose en su cuarto sin decir otra palabra a la escritora.
Laura revisó los cerrojos antes de apagar las luces de abajo y regresar a su cuarto. Molesta por la forma en que Crystal la ignoró, se encontró demasiado inspirada como para irse a dormir. Sentándose delante del ordenador otra vez, Laura cerró el programa del correo electrónico y abrió su procesador de palabras. Algunos segundos más tarde su historia más nueva apareció en la pantalla. Presionando su dedo en el botón bajar página, observó sus palabras pasar intermitentemente hasta que llegó al final. Entrelazando sus dedos, tronó sus nudillos y alcanzó el teclado. Volvió a leer las últimas frases para familiarizarse con lo que estaba ocurriendo dentro de la historia y comenzó a escribir de nuevo.
Diez minutos más tarde Laura estaba levantando su cabello fuera de la parte trasera de su cuello y gimiendo.
—Deseo una brisa agradable esta noche.
Después de asegurarse que no hubiera periódicos que podrían salir volando. Se dirigió hacia la puerta corrediza de cristal y la abrió. Tenía una malla de tamaño normal para no dejar entrar a los insectos pero si dejaba entrar una brisa asombrosamente suave adentro. El perfume de un arbusto de lilas llegó a su nariz junto con algo más.
—¿Qué? —Sonó una voz molesta.
—Necesitamos hablar. —contestó la escritora.
Escuchó los sonidos de cajones abriéndose y cerrándose antes de que Crystal llegara a la puerta. Se abrió para revelar a la artista de strip tease vestida con unos pants y una sudadera descolorida de algodón. El olor de marihuana estaba por todo el dormitorio de la joven y la nariz de Laura se arrugó con repugnancia. Los ojos de Crystal eran dos pequeñas rayas, luciendo extremadamente cansados de no ser por la sonrisa tonta en su cara.
—No puedes estar haciendo esto aquí —dijo Laura firmemente.
—Lo que haga en mi cuarto es solo de mi maldita incumbencia. No soy una adicta a la droga y tampoco soy una distribuidora.
—Aun así es ilegal —señaló Laura—. La policía...
—La policía no se preocupará por la poca cantidad que tengo. —Crystal interrumpió a la mujer mayor—. Cálmate Laura, estas tan tensa que tal vez deberías fumar un poco. ¿Sabes?, te ayuda a calmarte un poco. Te hace menos pesada la vida.
—No, gracias. No creo en la idea de contaminar mi cerebro con drogas ilegales.
—No, ¿pero está bien joderlo con alcohol, verdad? —La artista de strip tease negó con la cabeza—. Maldita hipócrita —respondió entre dientes mientras cerraba la puerta.
Laura se quedó en estado de choque, no creyendo lo que había oído.
“¿Estoy tensa? ¿Solamente porque no quiero tomar drogas?”
—El alcohol es diferente, Crystal —gritó lo suficientemente fuerte para que se escuchara a través de la puerta cerrada.
—Como sea. —Vino la respuesta—. Si el olor te molesta, encenderé incienso ¿ok?
—¿Por qué piensas que disfrazando el olor ya todo estará bien? —preguntó Laura.
—¿Qué te hace pensar que me importa lo que pienses? —respondió Crystal—. Ya te dije... prenderé un maldito incienso si te molesta el olor. Así que, confórmate con eso.

Laura escuchó el sonido de un cajón abriéndose y enseguida el de un encendedor prendiendo. Gruñendo por la frustración, la escritora regresó a su cuarto, cerrando la puerta con un fuerte golpe.
Laura cerró el ordenador, decidiendo que estaba demasiado exasperada para intentar escribir algo serio y no sintiendo deseos de dedicarse a su correo electrónico. Una vez que el ordenador fue cerrado, cruzó al otro lado hacia la puerta corrediza de cristal, disponiéndose a cerrarla por el resto de la noche. Percibió un aroma fuerte de incienso y frunció el ceño.
“¡Peter, voy a matarte!”, juró silenciosamente mientras cerraba la puerta con un fuerte golpe.
Pasando el pasillo, Crystal estaba sentada sobre su cama, sus ojos clavados mirando una fotografía vieja en su mano. Mostraba a dos pequeñas posando delante de una casa rodante vieja.
“¿Dónde estas, Patty?”, preguntó silenciosamente, acariciando con su dedo la foto familiar. “Realmente me haces mucha falta ahora”.
Vació otra cerveza y tomó su pequeño porro. Dejando descansar la foto sobre su regazo, Crystal sujetó el porro en una mano y su encendedor en la otra. Inhaló profundamente, aspirando tanto humo como pudiera entrar en sus pulmones, dejando salir posteriormente lentamente poco a poco el humo, su cabeza ya sintiendo los efectos del fuerte golpe. Poniendo el encendedor y el porro en la mesita de noche, Crystal colocó su cabeza de regreso en las almohadas y se quedó mirando fijamente el techo.
Imágenes de su infancia pasaban en su mente... Dos hermanas, con el cabello más rubio que el sol, paseando en bicicleta a través de las casas rodantes, riéndose y gozando de un día cálido de verano, como siempre lo hacían. Un recuerdo más oscuro vino a su mente. Crystal coléricamente se sentó de nuevo y alcanzó de nuevo su porro.
“De ninguna maldita manera voy a soportar otra vez eso esta noche”, juró. Prendió la marihuana e inhaló tan fuerte como podía. Reconoció el sentimiento que esos oscuros recuerdos le provocaban y desesperadamente evitaba no tener esas pesadillas por las noches. La droga hacia posible eso, llevándola a un lugar donde la cólera de su padre y su violencia no la podían alcanzar, donde nada tenía importancia excepto la paz temporal que le ofrecía la hierba mala. Pero algunas noches los recuerdos parecían rehusar a desaparecer ni ayudada por la droga y esta noche parecía ser una de ellas.
Recostada en la cama, una Crystal con tan solo 14 años de edad escuchaba los sollozos ahogados a través de la pared que separaba su cuarto del de su hermana mayor. Crystal lloraba por el desamparo que sentía, por la impotencia de no poder ayudar a Patty. Había intentado dos veces proteger a su hermana de su padre y en ambas ocasiones se había ganado una paliza tan severa que no le permitió asistir a la escuela durante días enteros. La última vez había sido apenas en menos de una semana y su ojo todavía lucía un enorme hematoma causado por su puño.
Los gritos de Patty se hacían mas frecuentes, mezclados con los gruñidos carnales de su padre. Crystal enterró su cabeza en la almohada y lloró aun más fuerte, compartiendo el dolor que su hermana estaba sufriendo y temiendo que esta noche podría ser en la que su padre decidiera parar en su propia puerta.
Minutos más tarde escuchó un sonido ya conocido de su padre caminando a través del pasillo. Repentinamente los pasos se detuvieron fuera de su puerta. El corazón del Crystal comenzó a latir rápidamente por varios segundos, pero los pasos se siguieron de largo, deteniéndose en la puerta del dormitorio de su padre cerrando la puerta. El cuarto de baño separaba su cuarto del de sus padres, lo que hacía que el poder espiar a escondidas fuera imposible. Sin embargo, también facilitaba que las dos hermanas tuvieran sus conversaciones en privado.
Una vez que se aseguró que su padre no saldría de su cuarto, Crystal salió a hurtadillas de la cama y lentamente abrió su puerta. Miró con cuidado a través del pasillo hacia la puerta de su padre y entró sigilosamente en el cuarto de su hermana.
Patty yacía sobre su cama, estaba enrollada como una bolita sollozando impotentemente. Crystal trepó en la cama y abrazó a su hermana mayor.
—De-de-deberías regresar a tu cama antes de que él te encuentre aquí, —Le advirtió Patty.

—No, él no regresará —dijo, sujetando a su hermana más fuerte—. Necesitamos escaparnos. —Era una discusión que ellas tenían por lo menos una vez a la semana desde hacia pocos meses—. Por favor Patty, no podemos seguir viviendo así. Podemos irnos... a la ciudad o a algún otro lado.
—No podemos, eres demasiado joven —contestó Patty—. La policía nos encontraría y estaríamos en peores problemas que si nos quedásemos aquí.
—Pero él sigue lastimándote —La joven adolescente imploró—. Y ella no lo detendrá. Sé que ella escucha pero nunca hace nada.
—¿Qué puede hacer ella, Crystal? Él solamente le pegaría otra vez y sería peor.
Las hermanas se sentaron juntas en la cama por varios minutos antes de que Crystal hablara de nuevo.
—¿Cuántos años tenias cuándo él...? —dejó la pregunta sin terminar, no queriendo realmente poner un nombre a ese acto tan horrible.
Patty vaciló por un momento antes de contestar.
—Quince.
—¿Cuánto tiempo crees que él esperará para que venga después a por mí? —preguntó Crystal con voz tímida—. No puedo pasar por eso, Patty, yo simplemente no puedo.
Sorbió por su nariz y se secó las lágrimas.
—Por favor.
Hubo un silencio en el cuarto durante varios minutos antes de que la hermana mayor hablase.
—Ve a tu cuarto y vacía tu mochila de la escuela. Mete ropa abrigada y ropa interior. Ponte tus zapatos de lona y un suéter grueso.
Patty se quedó parada un momento y después rápidamente abrió los cajones de su tocador. Escondiendo en la mochila un par de calcetines negros. Los desdobló para revelar un fajo pequeño de billetes en efectivo.
—Espero poder terminar la escuela secundaria y conseguir un lugar para las dos después de que me gradúe —susurró—. Iremos hacia el norte, a Berlín. Es una universidad en el pueblo. Podemos conseguir allí un lugar pequeño para escondernos hasta que decidamos qué hacer.
A pesar de sus miedos y de que él se despertara de pronto descubriéndolas, las hermanas fueron capaces de escapar de la casa rodante sin ser atrapadas. Suponiendo que usar sus bicicletas sería demasiado obvio, se fueron a pie, pegadas por la orilla de la carretera entre las sombras hasta que llegaron al área del centro de la ciudad. Ambas chicas estaban cansadas pero ese sentimiento desaparecía sólo por el miedo. Caminaron kilómetro tras kilómetro, hablando acerca de lo maravillosa que sería la vida una vez que lograran escapar.
La estación de autobuses estaba a una distancia de varios kilómetros y ya era cerca de la medianoche cuando por fin llegaron al lugar totalmente alumbrado. Patty hizo que Crystal se escondiera en un lugar oculto mientras ella entraba a comprar los boletos. Cuando vieron al autobús entrando para estacionarse, la chica de 14 años estaba segura en que ambas lo lograrían, conseguirían la libertad finalmente. Sintiéndose con confianza, Crystal cruzó el estacionamiento iluminado en busca de su hermana. Encontró a Patty aproximándose orgullosamente mientras le mostraba los dos boletos para el viaje.
—Los conseguiste —dijo excitadamente—. ¿Qué autobús es el nuestro?
—Cálmate, hermanita —contestó Patty—. Nuestro autobús no sale hasta la siete de la mañana. Estos autobuses ya están llenos para esta noche.
—Pero... —El pensamiento de quedarse en la ciudad por otras siete horas cuando sabía que su padre las descubriría al no encontrarlas dentro de 5 horas no la hacia sentir nada bien—. ¿Qué pasará con papá?
—Con algo de suerte al bastardo le da un ataque al corazón mientras duerme —contestó la Sheridan mayor, sabiendo que su hermana compartía sus sentimientos—. Él no se enterará al menos hasta las cinco o cinco treinta, si tenemos suerte. No hay remedio, se imaginará donde estamos antes de que nuestro autobús salga a las siete.
Confiando en las palabras de su hermana mayor, Crystal se relajó y se dejó conducir hacia las sombras donde las chicas descansaron sobre la hierba fresca cerca de una barandilla. La joven adolescente se alegró de haber hecho caso a Patty cuando le dijo que llevara puesto un suéter pues la noche se estaba tornando un poco fría. La caminata había sido más que suficiente como para agotar a los dos adolescentes que se quedaron dormidas en pocos minutos.
Crystal se despertó cuando sintió la luz del sol de la mañana y escuchó el sonido de la voz de su hermana.
—¿Qué hora es? —gruñó mientras se frotaba los ojos para despejar el sueño.
—Las seis. El autobús estará aquí dentro de una hora. No tengo mucho dinero pero pensé que podríamos comprar algo barato en ese restaurante para comer.
Crystal estuvo de acuerdo, deseando más un baño que la comida. Por primera vez en años la chica estaba feliz, segura de que en una hora ellas dejarían la ciudad y junto con eso, el horror que les provocaba su padre.
Pero la libertad no llegó para Crystal. Faltaban diez minutos para las siete cuando decidieron dirigirse a la estación de autobuses. Recién habían salido del restaurante e iban cruzando la calle cuando Patty escuchó el sonido de frenos chirriando. Volteó para ver a su padre girando con fuerza las ruedas para después dirigirse en su dirección.
—¡Es él! —gritó corriendo directamente hacia la estación de autobuses, pero vino a su mente lo que seguramente pasaría. Él fácilmente las alcanzaría y las sacaría del autobús. Así que sólo tenían una oportunidad. Patty buscó en su bolsillo y sacó los dos boletos de autobús.
—Toma. —Lo depositó en la mano de Crystal—. Tenemos que separarnos y al mismo tiempo lograr alcanzar el autobús. Él no puede perseguirnos a las dos al mismo tiempo y probablemente me seguirá a mi primero.
Comenzaron a correr lejos de la estación. A su padre se le estaba dificultando seguirlas debido al tráfico matutino.
—Ve hasta la calle Central y ahí tomas el atajo para que puedas regresar a la calle Hudson. Saldrás justo enfrente de la estación, yo tomaré este camino.
Crystal asintió con la cabeza comprendiendo, y de nuevo escucharon las llantas chillando agudamente y vieron a su padre dirigiéndose hacia ellas. Las hermanas se separaron. Patty corría a través de la calle repleta yendo hacia el norte mientras que Crystal dobló la esquina y fue rumbo al sur, tal como su hermana le había dicho. Un terror absoluto llenó el corazón de la joven adolescente cuando vio que el coche cambiaba de dirección y la seguía a ella.
La joven adolescente no era muy hábil como para ganarle a un carro a toda velocidad. Sin embargo logró ganar algo de tiempo cuando corrió en dirección opuesta a como venía, obligándolo a detener el carro a la orilla y dar la vuelta, pero no fue suficiente. Sabía que nunca lograría llegar a la estación a tiempo. Pensó que su padre no tardaría en atraparla y entonces pensó en el boleto de autobús que traía en su bolsillo. Delataría el lugar hacia donde Patty iría. Cuando pasó corriendo junto a un bote de basura, Crystal tomó la decisión y arrojó dentro el boleto. En menos de una cuadra mas adelante la persecución se acabó. Su padre paró el coche encima de la acera, bloqueándole completamente el camino. Estaba sobre ella en segundos. Crystal gritó cuando la tomó por el cabello y la sacudió con fuerza hacia él.
—¿Dónde está? —gritó el hombre.
—Y-yo no lo sé.
—Estás mintiendo. —Fue castigada con una cachetada fuerte en la cara. —¿Dónde carajo se fue?
Sabía que no había nada que pudiera hacer para evitar el castigo. Todo lo que podía hacer era lo único que nunca había podido hacer antes... proteger a su hermana mayor.
—No lo sé — repitió.
—¡Estas mintiendo, perra!
La abofeteó varias veces antes de hacerla entrar en el coche y cerrar de golpe la puerta y meterse detrás del volante. Al tiempo que se dirigían a casa, pasaron un autobús azul y gris rumbo a las afueras de la ciudad. Crystal miró por la ventanilla y vio una figura que la observaba. Las ventanas oscuras hacían difícil verla claramente, pero no había duda que la mano que estaba sobre el cristal era de Patty. Aprovechando una nueva oportunidad, Crystal imitó el gesto. El autobús cambió de dirección hacia la carretera, separando para siempre a las dos hermanas.
El padre de Crystal permaneció callado durante el camino a casa pero sus ojos oscurecidos miraban constantemente por el espejo retrovisor para dirigirle miradas mortíferas a su hija menor. La chica de catorce años intentó desesperadamente no llorar delante del hombre, quien veía a las lágrimas como una debilidad, pero estaba totalmente aterrorizada por lo que él le haría una vez que estuvieran en la casa.

Capítulo 6

Crystal se revolcaba, murmurando incoherencias entre el sueño y la confusa realidad.
—No... No, papito, por favor para. Seré buena... —Las palabras dieron paso a los quejidos como si volviese a vivir la pesadilla de esa mañana once años atrás—. ¡No papito, por favor...! ¡¡No!!
Con un grito final, se asustó a sí misma despertando. Pasaron varios segundos antes de que se diese cuenta dónde estaba.
 —Maldición —buscó a tientas en la oscuridad la lámpara, luego buscó sus cigarrillos. Aún no encendía uno cuando escuchó un suave golpe en su puerta.
—¿Estás bien?
—Si, estoy bien, Laura. Fue solamente una pesadilla.
—¿Estás segura?
—Dije que estoy bien —contestó Crystal malhumoradamente. Miró el reloj y suspiró. Era muy tarde como para ir a un bar y las tiendas no tenían permitido vender cerveza después de la medianoche—. Perdón por despertarte —alcanzó su incienso y puso una vara nueva sobre al recipiente.
—Um... ¿Crystal?
—¿Qué?
—Si necesitas hablar...
—No, gracias, ya esta todo bien. Buenas noches. Ahora vete y déjame en paz.
Laura vaciló por un momento antes de contestar.
—Buenas noches entonces —regresó a su cuarto, su mente volvía a recordar lo que había escuchado. Abrió la puerta corrediza de cristal y en segundos entró el olor de incienso flotando a través del aire. Teniendo la intención de cerrar la puerta, la escritora trató de alcanzar la agarradera pero hizo una pausa y retiró su mano. No huele tan mal, pensó mientras volvía a inhalar el aire de nuevo. Huele a cerezas. Sabía que el incienso era para tapar el olor de la marihuana pero decidió dejarlo pasar por esta noche. Escuchó el terror en los gritos de Crystal y no tenía ninguna duda de que la joven mujer estaba muy afectada a pesar de decir lo contrario.
Laura no se sorprendió de no encontrar señales de vida de Crystal a la mañana siguiente. Dos veces durante la noche se había despertado por el sonido del inodoro, la última vez había sido cerca del amanecer.
—Creo que pasaré más tarde la aspiradora —pensó mientras se dirigía a la cocina a preparar café.
Mientras esperaba a que el café estuviera listo, Laura fue arriba y quito las sabanas de su cama, recogiendo también la ropa sucia al mismo tiempo. Puso una carga en la lavadora en lo que el café estaba listo y bebió su primera taza entre los viajes por todo el apartamento vaciando papeleras y revisando que áreas necesitaban una buena limpieza.
Crystal bajo las escaleras dos horas más tarde, luciendo muy cansada. Oscuras ojeras rodeaban sus ojos y algunos cabellos rubios caían por su cara.
—El café huele bien —dijo ella.
—Buenos días. ¿Cómo amaneciste? —Laura le preguntó mientras tomaba su taza de café.
Crystal caminó hacia la alacena y sacó la primera taza grande que encontró. Aceptando la jarra de café que le ofrecía su compañera, esperó hasta que la taza estuviese llena antes de hablar.
—Siento mucho lo de anoche.
—Um … si necesitas hablar.
—No hay nada que hablar. —La artista de strip tease se encogió de hombros. Recogió el periódico y se dirigió rumbo a la terraza—. ¿Ya lo has desocupado?
—Tómalo.
Laura observó como su periódico sin leer fue rápidamente abierto y doblado de modo de que Crystal lo pudiera tomar con una mano mientras sorbía su café. Un cigarrillo fue pronto encendido, el viento sopló el humo dentro de la cocina. La escritora frunció el ceño y fue directo a cerrar la puerta de cristal corrediza.
—No te molestes, me moveré hacia allá —dijo Crystal mientras hacia su desorden a un lado a la orilla de la mesa. El cambio de posición hizo que el humo circulara hacia el lado del edificio en lugar de entrar a la cocina. Laura observó como una sonrisa salía de los labios de la stripper antes de ocultarla con la taza de café.
—Soy culpable de los cargos —admitió Laura, sentándose en la silla que recién había desocupado la otra mujer. Tomó un sorbo de su café antes de continuar—. Es que simplemente no puedo soportar el humo en mi casa. A Bobby le ha dado por fumar también, pero a él tampoco lo dejo hacerlo dentro.
—¿Quién es Bobby, tu novio?
Laura colocó la taza de café en la mesa y sonrió.
—Um … no. Él es mi hermano menor. No tengo novio. ¿Y tú? —Laura no esperaba que le respondiera pero la sorprendió cuando Crystal negó con la cabeza.
—Nada de novios. Los hombres son unos cerdos.
—Pues, no todos los hombres, Crystal. Peter y Michael son unos caballeros. —“Peter y Michael son gay. No cuentan”, rectificó mentalmente—. No sé por que les es tan difícil subir el asiento del inodoro. Una vez los chicos estuvieron por aquí y olvide revisar el asiento y al sentarme estaba todo húmedo.
Laura rió de su historia, esperando obtener una sonrisa de la joven mujer. En lugar de eso Crystal continúo mirando perdidamente su café, con su mirada totalmente lejana. La escritora sintió su estómago gruñir y recordó que aun no había comido.
—Creo que prepararé unos huevos y pan tostado para el desayuno. ¿Te gustaría algo de desayunar?
—No. —Crystal se levantó abruptamente—. De cualquier manera, estoy a punto de salir.
—¿Vas a estar fuera todo el día? —Laura en secreto esperaba que ese fuera el caso. No quería tener a la máquina de humo, bebedora de cerveza stripper por aquí cuando su madre apareciera.
—Sip, no me gustan las reuniones familiares. Diviértete.
Laura acababa de acomodar su periódico y estaba a punto de comenzar a leer cuando escuchó el portazo de la puerta principal y palabras altisonantes saliendo de la boca de su compañera de apartamento.
—¡No puedo creer que el maldito coche no encienda otra vez, joder! —Crystal lanzo coléricamente las llaves a través de la habitación—. No me importa lo que diga Rick, ese mecánico amigo suyo no sabe nada de coches —presionó sus manos contra la pared que separaba a la cocina de la sala de estar y finalmente miró a Laura y suspiró—. Supongo que no voy a ir a ninguna parte después de todo.
—Michael es mecánico. Tal vez él le pueda echar un vistazo a tu coche.
—Que suerte me cargo hoy, de verdad —se quejó la artista de strip tease. Ella había esperado comprar algunas cervezas y reabastecer su suministro de marihuana—. Tratare de no molestar en tu reunión.
La TV de tu dormitorio tiene sistema de cable para que no te aburras —dijo Laura, contenta de que Crystal no le pidiera prestado su Jeep—. ¿Te puedo pedir un favor?
 La artista de strip tease la miró cuidadosamente.
—¿Te importaría no fumar marihuana mientras mi hermano y mi madre están aquí? —Laura levantó sus manos para evitar la protesta que vio formarse en los labios de la rubia—.  Sé que lo que haces en tu cuarto es sólo de tu incumbencia pero aun con el incienso, mi hermano de dieciocho años de edad sabrá lo que estás haciendo así tengas la puerta cerrada.
Las palabras golpearon algo sin querer en la mente de Crystal que la transportó a un momento en donde su hermana gritaba a través de la pared que separaba sus dormitorios.
—¿Cuanto tiempo falta para que lleguen?
—En cuatro horas.
—Suficiente tiempo como para conseguir provisiones. Bien, ¿Dónde queda la licorería más cercana?
—Martin's está sobre la cuarta avenida, como a kilómetro y medio. —Laura se dio cuenta de las intenciones de Crystal y rogaba en silencio que la tienda le pareciera muy lejos. Aún no le agradaba la idea de que su familia pudiera conocer a la stripper, pero sabia que sería incluso peor si el alcohol fuera añadido a la combinación.
Crystal golpeó sus nudillos en la parte superior.
—Debí suponerlo. ¿Cuál es la temperatura allí fuera ahora? ¿Treinta, treinta y cinco grados? —Laura estaba segura que estaba como en 28 grados pero no vio el caso de mencionarlo—. Estaré en mi cuarto.
La stripper fue arriba, sacando los cigarrillos de su bolsillo durante el proceso.
“Bien. Quédate allí”, pensó Laura mientras observaba a la temperamental mujer subir las escaleras. Miró el reloj y gimió.
—Es tiempo de ponerse en movimiento.
Lo primero fue quitar todo el polvo de los muebles, después pasó la aspiradora. Lo siguiente fue lavar y pulir las ventanas, Laura estaba enjuagando el trapeador en agua cuando el timbre de la puerta sonó. Abrió y encontró a Jenny parada allí, su cara escondida por la brillante caja envuelta en sus brazos.
—Las otras partes están en el coche —lanzó un resoplido agradeciendo que le echara una mano con su carga.
—¿Recuerdas que él conduce un coche compacto y no una mini furgoneta?
—Estos son los que el hombre de la tienda dijo que eran aptos para el coche de Bobby —protestaba Jenny mientras sacaba el resto de las partes del sistema de audio de su coche.
—¿Le pediste al vendedor que te dijera cuáles comprar? —preguntó Laura incrédulamente—. Jen, tu debiste decidir qué comprar.
—No empieces —advirtió amablemente la mujer de cabello castaño—. No todo lo que compro tiene que ser aprobado por la Revista del Consumidor*.
—Pero... Ups. —Laura dejó de hablar cuando vio la mirada de desaprobación de Jenny—. ¿Lo estoy haciendo de nuevo, verdad?
—Sip —afirmó la terapeuta.
—Es bueno tenerte por aquí para que me señales todas mis pequeñas neurosis. —Le dijo y aprovechando que la calle estaba vacía se inclinó y dio un rápido beso a Jenny—. Y a propósito, Crystal está aquí.
—¿Le advertiste sobre tu madre?
Laura metió la mano en el coche y saco la última caja, golpeando la puerta con su cadera para cerrarla.
—No. Se suponía que estaría fuera todo el día pero su coche se averió.
—Debiste advertirle antes de que el General Patton* llegara —dijo Jenny mientras llegaban a la puerta.
—Mi madre no es tan mala.
—¿No es tan mala? ¿Laura, recuerdas el Día de Acción de Gracias cuatro años atrás? ¿La única y última vez que me llevaste a la casa de tu madre? —Ella mantuvo la puerta abierta mientras entraba Laura.
—Honestamente no pensé que ella estaba espiándonos. —Laura se sobresaltó ante el recuerdo de cuando su madre entró a la cocina y las encontró dándose un beso apasionado.
—Bien sabes que me culpó por corromperte.
—Por supuesto que lo hiciste —dijo Laura con una sonrisa juguetona—. Después de todo, yo era una joven inocente antes de conocerte.
—De cualquier forma no es realmente la mujer tranquila que recuerdo, amor. —Jenny caminó hacia la alacena y tomo dos vasos—. ¿Cuánto tiempo tenemos antes de que ella llegue?
—Aproximadamente dos horas.
“Dos horas para tener este lugar limpio y listo para la inspección”, pensó Laura mientras abría el refrigerador y sacaba la jarra de agua helada. Como hacia cada vez que su madre venia de visita, los nervios de Laura estaban al borde. Su padre y ambos abuelos habían sido de las Fuerzas Armadas y a su madre le toco ser la esposa de un oficial muy estricto. Había algo en su mente, un sentimiento que le hacia pensar que algo se le estaba escapando... algo que su madre tal vez podría notar.
—¿Se ve todo correctamente?
—Laura…, todo esta perfecto. Los cuadros están derechos, los platos ya están bien colocados, el mantel está bien puesto y planchado. Deja de preocuparte.
—No lo puedo remediar —contestó, apoyándose contra el toque suave de Jenny en sus hombros—. Sólo quiero que todo salga perfecto. Jen, prométeme que no empezarás con tus regaños.
Las manos de Jenny masajeaban amablemente sus hombros.
—Tu madre necesita vivir ya en los años noventa.
Laura se volteó y deslizó sus brazos alrededor de los hombros de la mujer más baja.
—Jen, no entiendes. El abuelito Matthews fue un republicano inquebrantable y mi papá fue tan conservador como él. La idea de ver a su única hija en la cama con otra mujer no fue exactamente una píldora fácil de tragar. —Le dio una pequeña sonrisa. Los padres de Jenny eran las personas más liberales que jamás en su vida haya conocido y fue difícil para su ex-amante aceptar la intolerancia—. ¿Por favor?
—El cambio es bueno para el alma, y lo sabes —intentó Jenny por última vez.
Laura sabia que ella había ganado y besó a la mujer más pequeña en la frente.
—Has hablado como una verdadera terapeuta. Haré mi mayor esfuerzo para mantenerla alejada de ti. —Un pensamiento se le vino a la mente, caminó hacia la puerta de cristal corrediza y la cerró—. Hablando de terapia, quiero hablar contigo acerca de algo que ocurrió anoche.
—¿Estás bien? —La preocupación de su ex amante era evidente y Laura sonrió.
—Estoy bien, cariño. Crystal tuvo una pesadilla anoche.
—¿Hablaste con ella de eso?
—Lo intenté pero ella no quiso hablar.
—Si ella no quiere hablar de eso, no puedes presionarla para que lo haga, Laura.
—No la presioné, pero tal vez tú puedas... —Laura no terminó de decir la frase pero Jenny no tuvo problema en comprenderla.
—¿Quieres que hable con ella? Lau, ella ni siquiera me conoce.
—¿Pero eso es lo que tú haces, o no?
—Lo hago por separado y en grupo dando consejos a supervivientes de abuso sexual. No interpreto sueños.
—Por lo que escuché, me dio la impresión de que eso le pasó. —Laura fue bajando su voz, como si se tratase de un tema tabú—. Ella gritaba a su padre para que parara y cosas así, en verdad creo que algo así le paso.
—Oh. —Ahora Jenny entendía por que Laura había tocado el tema—. ¿Cómo se escuchaba ella cuándo habló contigo después? ¿Estaba asustada, enojada, adormecida?
—Ella no dijo mucho, simplemente que estaba bien. —Laura hizo una pausa, tratando de recordar más detalles—. Se escuchaba disgustada, pero creo que realmente estaba molesta.
—Podrían ser montones de cosas —dijo Jenny—. Intenta hablar con ella otra vez —  miró alrededor de la habitación, viendo todo perfectamente organizado como siempre—. Veo que no ha estado por aquí abajo tu compañera de apartamento del infierno.
—Ella permanecerá en su dormitorio la mayor parte del tiempo. —Laura miró su reloj de pulsera y sus ojos se ampliaron—. Se está haciendo tarde. Necesito que busques algo qué hacer mientras termino de limpiar el piso.
Laura esperaba la discusión usual de que el piso ya estaba lo suficientemente limpio pero Jenny simplemente cogió su vaso y se dirigió a la sala de estar.
—Y no olvides usar un posavasos para poner tu vaso —le advirtió Laura antes de volver a llenar el cubo de agua con jabón. 




Historia Traducida por Alesita. Corregida por Abriles
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2 comentarios:

  1. Que triste lo que le pasó a Cristal.

    Esta muy interesante la historia.

    Yezi

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  2. Uff.. como pueden existir ese tipo de personas como el padre de Crystal.. pobre chica
    ya quiero saber lo que sigue

    Pinguino

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