Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Segunda oportunidad - Sonia



Regresaba a casa, a su hogar. Mientras aquel autobús que tantas horas le había transportado, empezó a entrar por la calles que ella conocía, su corazón dío un pequeño vuelco. Hacía mucho tiempo que no veía esas calles, que no sentía su olor a humedad, que no caminaba por ellas.


Y la verdad es que en pocas cosas habían cambiado. 
Se sentía muy inquieta y al mismo tiempo ilusionada. Mientras montones de recuerdos y sentimientos se agolpaban en su mente y luchaban por salir. 
De prontó el largo camino que había emprendido días atrás, terminó. 
Se encontró caminando por las calles que le habían visto crecer, correr, reír, llorar, saltar....
No tenía mucha prisa por llegar a ningun sitio en concreto. Tampoco sabía si alguien, que no sabía de su llegada, la estaría esperando.  Aunque ella prefería pensar que sí. 
La esperaba aunque sin fechas, sin horas... sin tiempo... como quien espera algo que sabes que va a volver, pero no sabes cuándo. 
Prefería seguir caminando. Perdiéndose entre la escasa gente que caminaba a esa hora por las viejas calles de su vida. 
Fue reconociendo algunos rostros. A pesar de que el tiempo, fiel a su estilo, había dejado huellas de su paso en ellos, igual que en ella. 
Entró en un viejo bar donde quedaba con toda su panda de amigas, antes de emprender algunas de las innumerables noches en las que se perdieron en una discoteca; o simplemente donde quedaban para hablar y hablar del incierto destino de sus vidas, que tan largo y oscuro se ve cuando éramos tan jovenes. 
Sí, se acordaba de algunos momentos vividos allí. De las personas que por allí habían pasado, y habían compartido mesa con ella. 
Y de cómo la vida las fue separando, poniendo a cada una en su camino. A veces poniendo tanta distancia que sabían que nunca más volverían a verse. Aunque no fuera distancia de kilómetros en sí, sino trabajo, amores y nuevas personas, que aún sin quererlo, te alejaban de tus amigas. 
Es la cruel ley de la vida a la cual todas nos enfrentamos, y aunque nos duele, acabamos aceptando, bajando los brazos y separándonos. 
Rió, se sonrojó, incluso lloró sobre esas cuatro paredes...  Y ahora le ponían una cerveza, sin el calor humano que antes tenía...
Suponía que ahora otros dueños regentaban el bar, y bien poco quedaba del Sr. Antonio y de sus hijas, a las que tantas veces piropeo y tiró los trastos. Incluso llegó a ir al cine con una de ellas, para gran envidea  sus amigas y la gran satisfacción de ella.
Pero el dolor no se desvanecía con el paso de los días. Tan sólo aumentaba día a día y le oprimía el pecho.
Pero un día cogió toda su covardía, que le había acompañado esos años sin ella y se fue a buscarla. 
Como única bandera que mostrarle, el enorme amor que aún sentía por ella. 
Y aunque sabía que ella no sería la chica que dejó enamorada, igual que ella cuando se marchó, rota de dolor por su ausencia, ahora debía buscarla porque así de lo decía su vida, su alma, todo su ser.
Ella podría tener otra vida, otro amor, incluso hijos... o estar casada con alguien que seguramente la querría menos que ella. 
Tenía que correr el riesgo. Verla. Saber de ella. Y pedirle, aunque fuera tarde, una nueva oportunidad para su amor. 
Porque se habían querido mucho. Desde el mismo día en que se conocieron y algo estalló entre ellas que les hizo comprender que eran la una para la otra.
Luego el destino, después de unos maravillosos años en el cual su amor desbordó todos los cimientos de sus vidas, las separó. 
Sin que dejarán de quererse, sin peleas o malentendidos crecieran entre ellas. Sólo las apartó de la forma más cruel que existe... cuando seguian queriéndose.
No se prometieron cartas, ni palabras de amor aunque las sintieran tan dentro.
Aceptaron dolidas su destino, rotas por dentro y confiando en encontrarse algun día, en el mismo sitio donde se habían despedido durante horas, embargadas de dolor e inundadas de lágrimas. Se despidieron de ellas, de su amor, de su vida.
Y ahora ella volvía a buscarla. Temorosa, asustada, como una niña ante el ruido. Volvía a buscar su vida, sin la cual no había sido feliz.
LLegó al umbral de su puerta. No lo pensó y llamó. Ella abrió...
En silencio se miraron. Había pasado mucho tiempo y sus miradas seguían deborándose.
No sabían cómo actuar. Un beso, un abrazo, o una simple palabra de cortesía, que fuera cual fuera sonaría falsa.
Se abrazaron con fuerza como intentando recuperar todo ese tiempo que habían perdido en el camino.
Y la puerta se cerró tras ellas....

Quedaban muchas palabras que decir. Muchas cosas que explicar, de estos años la una sin la otra. 
E incluso una pareja de ella, que no tardaría en llegar y encontrarse con la situación...
Pero no sería nuevo para esa persona que venía. Ella había sido clara con sus sentimientos y con ella. 
Nunca la engañó, era la persona a la que acaba de abrazar a la cual ella  amaba. 
Y aunque estaba con ella, vivía con ella.... su corazón seguía esperando.
Y ahora juntas, cogídas de la mano y con los ojos brillantes de felicidad, sí que se prometían palabras de amor, promesas.
Porque se habían encontrado de nuevo y sin duda ya no volverían a decirse adiós... y perder así la única oportunidad de ser feliz... 
Cuando algo vuelve a ti, después de haber sido tuyo, es que siempre, siempre lo fue.....



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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Sonia Derechos Reservados
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