Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Jugando al amor, me enamoré - Sonia

- ¿Qué quieres de mi?
- No lo sé, que puedes tú darme.

Siempre le hacia la misma pregunta, y siempre obtenía de ella la misma respuesta.... silencio.
Llevaban tres meses juntas, juntas en una cama de la cual no habían conseguido salir. No había habido palabras, ni conversaciones, ni una vida en frente de la otra, nada, sólo la necesidad, de sentirse, devorarse, calmar esa atracción brutal que sintieron la primera vez que se vieron.
Una cafetería, mucha gente, un sólo café en la barra y dos manos que juntan alrededor de él. Instintivamente sus miradas se entrelazaron, se rozaron y se lo dijeron todo.


¿Cuántas cosas se pueden decir en una mirada? Muchas, quizás demasiadas. Ellas son las únicas que nos desnudan el alma y te dejan al descubierto.
Cómo entender una atracción animal, que te deja sin razón, llevada por sus impulsos y dónde tan poco te importa dónde te llevará.
Después de esa primera caricia alrededor del café, siguieron muchas otras hasta que consiguieron soltarse sus manos.

- ¿Quién se queda el café? - sonrió Claudia.
- ¿Lo compartimos?... - susurró Alba cerca de su oído.

Sonrieron de nuevo. Sentían como una corriente eléctrica se posicionaba entre ellas, era un simple roce y ardían.
Siguieron con el juego del café. Sentadas en una mesa, lejos de todo, en una cafetería tan repleta de gente para tan vacía para ellas cada vez que se miraban.
Las horas de fueron consumiendo al ritmo de varios cafés y algunos cigarros. 

- No me vas a contar nada de tu vida, Alba - preguntó Claudia ante un respiro que le dió la mirada constante de ella.
- No me gusta hablar de ella... tampoco quiero saber de la tuya... porque no mejor vivimos el momento, estos cafés y nuestra grata compañía. - el rostro de Alba endureció un poco.

Claudia se apoyo en el asiento de la silla y la miró. Quién era esa mujer tan extraña que la atraía de esa manera. Y ese secretismo... no acababa de fiarse de la situación pero la superaba cada vez que su mirada la traspasaba.

- Bueno y si no quieres hablar, ¿qué quieres que hagamos?... - quería jugar pues ella se ponía en la línea de salida.

Alba sonrió. Desde que sintió su mano alrededor de la suya no había dejado de mirarla. Incluso si cerraba los ojos ya podía visualizarla, a pesar de que era la primera vez que la veía.

- Te voy a hacer una propuesta... indecente, tal vez.... pero no quiero perder el tiempo y desde que te vi no pienso en otra cosa que....

Claudia cambió su semblante, pero que se había creído que ella era... le gustaba sí, mucho, pero así tan a saco... Se revolvió en su silla y agarro su bolso para irse.

- Que... cambiamos los cafés por una cena... me va ha hacer mal tanta cafeína - sonrió Alba.

Sonrieron a la vez... Alba se levantó y alzó la mano agarrando la de Claudia...
Salieron de la cafetería todavía sonriendo.

- ¿Dónde me llevas?
- Conozco un pequeño restaurant cerca de aquí que sirven hasta bien entrada la noche - respondió Alba.
- Me parece bien, pero si apenas son las siete, tanto vamos a tardar - retó Claudia.
- Sí, no pensarás que ahora que te encontré te dejaré ir tan fácilmente.

Comieron en un pequeño y humilde restaurant casero, pero justo en ello residía su belleza. La noche fue avanzando y se fueron conociendo, riendo y sintiéndose cada vez que se miraban.
Claudia se sentía extrañamente feliz, le encantaba esa mujer, pero le asustaba un poco todas las barreras que ella ponía cada vez que le hacia una simple pregunta. Eso no era ya ser reservada, era que estaba tan cerrada que nada la permitía acercarse. La deseaba sí, con todas sus fuerzas, pero ella nunca había entregado a una pasión con una totalmente desconocida.
Alba por su parte seguía en su línea. Ella era así, sin vida, rota, vacía pero esa mujer, Claudia la había hipnotizado y aunque intentaba meterla a su juego de seducción, ella se resistía... Pero no había acabado y no pensaba rendirse tan fácilmente.

- Es muy tarde, ¿quieres que te lleve a casa?
- Ya soy grande puedo ir sola - sonrió Claudia.
- Bueno... entonces puedo por lo menos alcanzarte un taxi, me sentiría mejor sabiéndote sana a esta horas.
- Bueno hasta el taxi puedes llevarme.
- Gracias, eres muy generosa.

Cancelaron la cuenta y se fueron hacia la salida. Todo estaba oscuro, debían ser más de la una y los taxis escaseaban a esa hora.
Alba sentía que el tiempo se le acababa y esa mujer se le iba. Debía hacer algo, pero qué para no asustarla.
Claudia salió primero y miró a ambos lados de la calle. Nada desierta... ni un mínimo rastro de vida. Cosa normal a esa hora de un simple martes.
De pronto se oyó un ruido y el bolso de Alba cayó al suelo. Ambas se agacharon a recogerlo y ante un suelo mojado por la humedad de la noche, Claudia tropezó y cayó en los brazos de Alba...
La cara de Claudia quedó en el cuello de ella, y suspiró. Alba al sentir ese aliento de fuego en ella, le alzó la cara y suavemente la besó.
A pesar de la incómoda posición, siguieron besándose, lentamente... delineándose los labios con sus lenguas. De pronto Alba depositó suavemente su lengua en su boca, buscando la suya para atraparla y hacerla suya. Claudia respondió y, sus lenguas, empezaron un suave baile desbocado lejos de la pista.
Así siguieron hasta que el frio suelo les caló los huesos.

- Has hecho  adrede lo del bolso, verdad.
- Perdóname, pero ya no pude resistirme, me tienes loca.

Alba se levantó y ayudó a Claudia a ponerse de pie. Seguido de eso la atrajo hacia su cuerpo. Se abrazaron, sus cuerpos se juntaron tanto que un fuego de brasas les quemó la piel.

- Llévame a tu casa.
- Estas segura, no quisiera aprovecharme de la situación - miró insegura Alba.
- La situación lleva jugando con nosotras toda la noche, y ya no aguantó más. Te deseo como nunca mi cuerpo deseo a nadie. No te conozco, no sé quién eres... me das miedo, pero el deseo de ti me nubla mi mente y no quiero otra cosa que perderme en ti.

Se volvieron a besar. Ya no hablaban ellas, eras sus cuerpos que se habían enredado y no dejaban de bailar. Al fondo, detrás de esa noche oscura se divisó un taxi por su amarillo que iluminó la calle.
Alba, con Claudia todavía entre sus brazos lo paró, y lentamente subieron en él.
El camino no tuvo tiempo, mientras sus ojos se entrelazaban entre ellos, sus manos que se habían fundido de tal manera que no había forma de separarlas.
Y llegaron. Alba se detuvo ante puerta de su casa, mientras Claudia se pegaba a su espalda... y susurraba a su oído...

- Por dios, por qué tardas tanto.
- No encuentro las llaves.

Alba nerviosa buscaba las llaves en ese bolso que odió en ese momento fuera tan grande. De pronto, cuando el frio metal de las llaves tocó sus manos sonrió mientras la lengua de Claudia ya había dibujado toda su nuca.
Empujó la puerta tiró ese enorme bolso y volteo a Claudia quedando enfrente de ella. La empujó dulcemente sobre la pared y de nuevo, juntando su frente en la suya... le dijo....

- Ultima oportunidad antes de perdernos, ¿estás segura?

Claudia la miró. Rodeo sus brazos en su cuello y juntó sus labios a su oreja... Suspiró... dejó que todo el aire que a ella le faltaba entrará en ella.

- Nunca en mi vida había estado tan segura de algo, y la vez tan asustada... Quiéreme, pero prométeme que mañana tendré mi café en la mano, ese que tú hoy me quitaste y me enredó a ti.
- Es tuyo mi vida, todos los cafés de mi vida, son tuyos....

Y de nuevo sus lenguas desbocadas se juntaron. Acariciándose, degustándose, saboreando todavía ese primer café que las juntó.
Sus ropas les pesaban kilos y rápidamente se desprendieron de ellas. Y allí estaban, en un apartamento oscuro, sin ropa y un fuego abrasador que les quemaba la piel.
Seguían besándose, con fuerza, con pasión, era tanto el deseo que nada calmaba la enorme necesidad de beberse mutuamente.
Claudia, lejos de toda razón, se dejó llevar por la pasión que la desbordaba y ya no tenía límites... Dulcemente atrajo a Alba más hacia sí y acarició suavemente sus nalgas. Duras, finas, y en ellas se perdió un largo tiempo.
Alba sonrió, por fin ella cayó en su juego de seducción, pero los papeles cambiaron y la sumisa entró tanto en el juego que la desbancó.
Claudia acarició su espalda, suave, despacio tanto que desesperó a Alba.... pero no paró ahí...Su mano se enredó en el cabello de ella y la atrajo más hacia sí, la abrazo tanto que sintió la fuerza del abrazo en su piel.
Su lengua cobró vida propia, y recorrió suavemente sus pechos. Primero lo acarició, luego lo besó y suavemente lo succionó… Primero uno, y luego el otro. Y con su mano libre, acariciaba el otro para que no se enfriara.
Alba estaba fuera de sí. Lejos de todos los papeles que había tenido. Claudia, la mujer de su café, la estaba descolocando tanto, excitándola tanto que no podía hacer nada más que dejarse llevar.
Y no paraba, su mano abandonó sus pechos para recorrer su cuerpo, acabando en su ombligo, el cual cubrió con su ardiente saliva, al cual Alba enloqueció.
Rápidamente, y sin respuesta de Alba, Claudia bajó hacia el sexo de ella... en el cual acabo de perderse y abandonarse... delineó su contorno, lo agarró con su lengua y se quedo en él.
Los espasmos de Alba no tardaron en llegar, lo que la llevó a la dulce locura de irse... bien lejos... plena, llena de felicidad, pero abrazó las manos de Claudia para poder regresar del cielo donde la había llevado.
Su cuerpo quedó inmóvil, y sólo la fuerza de Claudia la pudo sostener. Lentamente la acomodó en el sofá.

-  Yo también sé jugar... -  susurró Claudia en su oído

Alba sonrió.... Dio media vuelta y se quedó Claudia abajo suyo.

- La partida no ha acabado.

Y la besó con desesperación. Con toda la que tenia después del enorme placer que le había regalado...

- Sabes - besó lentamente su cuello - voy a llevarte donde tú has sabido llegar...

Le dio la vuelta y atrapó su espalda llenándola de besos. Su saliva corría dulcemente por su espalda, y al llegar a sus nalgas la succionó ante un gemido alterado de Claudia.
Jugó con sus nalgas, que no abandonaban su espacio. Con sus manos en ellas, retiró suavemente su pelo, para comerse su nuca a besos. Claudia, no estaba... simplemente levitaba por la oscura habitación.
La giró bruscamente, cosa que excitó más a Claudia...
Y se perdió en sus senos. Dibujó con su lengua su forma y de pronto y sin aviso lo mordió. Claudia no pudo más que chillar ante eso, y al sentir como delicadamente Alba introducía sus dedos en su lubricado sexo.
La hizo suya, y con cada empuje la besaba con más fuerza. La estaba volviendo loca y poco a poco su cuerpo se fue acabando de volver loco llevado de la mano del enorme placer que ella le provocaba.
Y se fue, igual que antes lo hizo Alba.
Cayeron rendidas la una en a otra, sonriéndose, mirándose, retándose a conocerse en sus vidas, después de que sus cuerpos ya lo habían hecho. Y se quedaron dormidas.


Después de esa primera noche, habían pasado tres meses. Tres meses en que se devoraron sin medidas, no había secretos íntimos entre ellas, sin embargo un enorme vacío de silencios, de complicidad, de saber sacudía sus vidas.
No podían pasar más de un día separadas, sus cuerpos les llamaban a gritos. Pero por lo demás nada.
Era una relación sexual, pura y dura... Y eso a Claudia le empezaba a cansar.
Por eso, cada vez que estaban juntas, Claudia preguntaba...

- ¿Qué quieres de mi?
- No lo sé, qué puedes tú darme - siempre respondía Alba.

Alba no quería atarse. Amaba su libertad. Era libre. Pero desde que conoció a Claudia, cierta parte de esa libertad se fue. Cómo sentirse libre, si cuando no estaba con ella su mente no dejaba de pensar en ella.
La había atado, atado a su cuerpo, a su vida que ni siquiera deseaba saber, no sabía de la suya y sin embargo las horas sin ella siempre se preguntaba que estaría haciendo.
Había jugado, y ahora sabía que había perdido. Jugó una noche, y perdió la partida. Se había enamorado de la chica de su café.
Cambió el juego, las reglas, y en cierta forma se sentía feliz... Claudia le había liberado de la tramposa forma que era en el juego de amor... para enseñarle a jugar limpiamente... donde cada jugada, siempre, es mucho más bonita, cuando hay sentimiento...


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