Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

El Loco Mundo - Joana

Viajando por Marruecos con mi amiga Ángela de la infancia y adolescencia que gracias a la tecnología nos habíamos reencontrado después de muchos años de haber perdido el contacto.




Íbamos al Sahara Occidental, con unas ganas tremendas de deleitarnos con cada paisaje, de tener la mente abierta para disfrutar de cada momento al máximo y poder olvidar el día a día rutinario en que todo se convierte en preocupaciones que envejecen prematuramente. Realicé el trayecto Granada-Algeciras en autobús y Algeciras-Ceuta en barco y allí me encontré con Ángela. Salimos de Ceuta, franqueamos en coche la aduana, como siempre caótica, era impactante pasar por allí por muchas veces que la cruzaras.

Nos atravesamos todo Marruecos llegando al Sahara Occidental, nos recorrimos tres mil kilómetros de ida y otros tres mil kilómetros de vuelta. El viaje resultó muy placentero y variado, con sus paisajes inmensos, espectaculares que proporcionaban unos preciosos ratos de serenidad y sosiego, esos encuentros espontáneos  con personas entrañables y también esos instantes de agobio por que se nos adhirió algún “parásito” que a parte de algún escozor en el bolsillo, nos proporcionaban unos momentos muy divertidos y de muchas risas al recordarlo.
    
Nos encontrábamos ya en la vuelta del viaje cuando decidimos quedarnos unos días en un pueblo saharaui situado al lado del mar. Llegamos al lugar y a continuación  localizamos el hotel donde teníamos previsto alojarnos, se llamaba “El loco mundo”, limpio, económico, muy familiar, saharaui en su decoración y con mucho ambiente de viajeros bohemios, me gustó, se respiraba buen rollito.

Después de haber dejado el equipaje en la habitación bajamos a la recepción bar comedor, había un par de mesas ocupadas por un par de parejas y otra mesa ocupada por un grupito, supuse que eran dos chicas y un chico marroquíes y dos chicas francesas pero lo que me atrajo la atención era que una de las chicas marroquíes acariciaba el cuello de una de las chicas francesas, me sonreí, me encantaba ver esos gestos de amor entre mujeres. Mientras el recepcionista camarero, llamado Salec, nos devolvía los pasaportes y conversábamos con él, una de las chicas marroquíes del grupo se acercó y le pidió algo a Salec en árabe, y ella al darse cuenta que hablábamos español dijo:
-Salec hace un té moruno riquísimo.
Salec contestó diciendo  con una sonrisa:

-Gracias. ¿Vosotras queréis té?

-Si, gracias Salec.
Salec se dispuso a preparar  el té mientras la chica se presentó:

-Hola me llamo Nasila.

-Yo Ángela.

-Y yo Claudia.

-Acabáis de llegar, ¿no? Nosotros llevamos tres días por aquí, mañana nos vamos. ¿Vosotras vais a quedaros muchos días?

-Nos queremos quedar unos cinco días – Dije yo.

Ángela no pudo evitar preguntarle algo que yo también estaba cavilando:

-¿Cómo hablas tan bien el español? Ya sabemos que por aquí mucha gente lo habla, pero tú tienes hasta el acento.
-    Bueno ahora vivo en Rabat, pero nací en Tetuán, mi familia vive allí, en casa de mis padres se hablan los dos idiomas, mi abuela, la madre de mi padre es española, se casó con un tetuaní, mi abuelo, y a partir de ahí se quedó en Tetuán y cuando murió mi abuelo se mudó a vivir con nosotros, yo era muy pequeñita y ella siempre nos hablaba en castellano, además hace cinco años que trabajo en Rabat para una empresa catalana y se habla mayormente en español. ¿De dónde sois vosotras?
Ángela contestó:

-Yo vivo en  Ceuta y Claudia en Granada.

-¿Vacaciones?

-Si, hemos viajado en coche desde Ceuta a Dajla y ahora a la vuelta hemos parado unos días aquí.

Nos invitó a sentarnos en su mesa con sus compañeros de viaje, nos presentamos todos.

Tomamos té mientras nos sumergimos en una conversación de lo más variopinta, logrando un entendimiento, no sé si demasiado nítido, pero si divertido,  por el amasijo idiomático improvisado que inevitablemente surgió. Hansa se llamaba el chico marroquí, la otra chica Basima y junto con Nasila vivían los tres en Rabat compartiendo piso y las chicas francesas Cecil y Francine eran amigas de Hansa, se conocieron en París y habían venido a pasar unos días con él, Cecil y Hansa eran pareja a distancia, Francine y Basima recién se conocían, tenían un flirteo y ahora todos ellos disfrutaban de unos días de vacaciones. Llegó la hora de almorzar y nos invitaron a comer con ellos en la haima, que se hallaba en la terraza de arriba, tajín de dromedario (plato culinario típico de la gastronomía saharaui).
Me senté al lado de Nasila, estábamos degustando tan sabroso guiso que en uno de esos movimientos en que ella fue a coger un poco más de pan, al volver su brazo hacia atrás, sin querer, chocó con el mío cayéndose el pan de su mano, no sé que sucedió en ese instante pero nos miramos y yo apoyando mi mano en su brazo le dije  “perdona” y ella colocando su otra mano encima de mi mano “no pasa nada” pero en ese mismo momento en que nos tocamos  y nos miramos, recibimos una conexión y un entendimiento de una hacia la otra que no pasó desapercibido para ninguna de las dos. Nos separamos un tanto sorprendidas pero inevitablemente se creó una corriente mágica que nos envolvió a las dos repentinamente, a partir de ahí, empecé a sentir cada roce, cada espera al próximo se convirtió en un dejar de respirar, ese contacto sutil entre ambas se había transformado en lo primordial en ese  momento. Terminamos de comer, charlamos un ratito y antes de irnos a las habitaciones Francine dijo tener muchas ganas de ir a un hamman (baño público árabe) y propuso que después de descansar y reposar la comida podíamos ir a uno, quedamos a las seis. Fuimos Nasila, Basima, Francine y yo, Cecil se quedó con Hansa, él no podía entrar con nosotras y Ángela prefirió ir a pasear por el pueblo. Una vez en el hammam nos quitamos la ropa en el vestuario, me envolví en  una toalla y entramos en una gran sala llena de vapor, repleta de arcos que daban a unas salas más pequeñas,  pasando por uno de los arcos más alejado de la entrada, encontramos un rincón muy acogedor,  allí tendríamos intimidad, Basima traía el material, unos guantes de tela negra rasposa y un jabón marrón que parecía como plastilina, en la recepción nos habían dado unos cubos para coger el agua y un par de cazos para echárnosla por encima, me senté en el banco de mampostería que había embaldosado recorriendo toda la pared de la habitación y cuando trataba de untarme ese extraño jabón y a frotarme con la tela negra, Nasila se puso delante de mí y  me dijo a la vez que me cogía el jabón y el guante de las manos:
-Déjame a mí.

Se agachó y mientras me impregnaba de jabón las piernas, la espalda, los brazos  yo iba percibiendo el movimiento sensual de sus manos, me pareció que pretendía excitarme, cosa que por supuesto  estaba consiguiendo, siguió por mi vientre, por mis senos, se oían los respiraciones de Francine y Basima que cada vez eran más intensas, luego Nasila colocándose el guante, me fue frotando por todos los lugares por donde antes había pasado, me echó un par de cazos de agua y después de quitarse el guante me secó con la toalla muy suavemente, una vez finalizado todo el proceso, se sentó a mi lado, besó mis labios que respondieron al instante, sus labios eran carnosos, tiernos, un placer besarlos, colocó su mano en mi vientre que fue bajando hasta que percibí sus dedos paseándose por mi clítoris, nos mirábamos muy de cerca, ella parecía disfrutar de mi creciente excitación, en ese momento yo ya me había convertido en parte de ese efluvio de  vapor  que ambientaba el lugar. Ella continuó besando mi cuello, el movimiento de su mano se iba agilizando, sucesivamente sus dedos penetraban en mi vagina empapándose, para luego resbalar hasta el clítoris acariciándolo, presionándolo, masajeándolo,  con la otra mano me acariciaba los senos, primero uno y luego el otro, me encontraba al borde de la explosión, no pude contenerme más y todo mi cuerpo estalló, Nasila se quedó quieta con su mano atrapada entre mis piernas  mientras yo permanecía  bajo el efecto del estallido de mi cuerpo que poco a poco se iba apaciguando.

Era mi turno, el turno de la venganza, me dispuse a proceder de la misma manera, le unté el jabón recreándome con caricias por todas las partes de su cuerpo, obteniendo más de un estremecimiento que me proporcionaban un placer inmenso, a continuación le froté con el guante y le eché agua por encima, acabando en cuclillas delante de sus piernas que separé y coloqué una encima de mi hombro y la otra encima del banco donde estaba ella sentada descubriendo un mundo sin vello, achocolatado, con su centro de un rosado intenso extraordinario, todo lo que deseaba en ese momento era degustarlo, saborearlo, hacerlo trizas, cogiéndola por la cadera la acerqué al borde del asiento, me aproximé con mi boca y lengua a deleitarme con el mayor de los placeres que pudiera proporcionarle y muy suavemente deslicé mi lengua mojada desde la entrada de la vagina hasta el clítoris, a lo que ella respondió con un gemido, a partir de ahí exploré todos los rincones como buena turista, buceé en su vagina, recorrí todas sus dunas hasta que llegué a esa puntita dura que sobresalía y que me volvía loca, la amasé con mi lengua empapada, la apreté con mis labios, la chupé, la libé, la lamí, intensificando mis movimientos según ella me hacía entender con sus respiraciones, jadeos, agitaciones, hasta sentir su mano en mi frente separándome de tan jugoso manjar, unió sus piernas y concluyó con un suspiro que cosquilleó todo mi cuerpo.

Agradecí enormemente poder estirar las piernas.

Volvimos al hotel y nos fuimos a nuestras habitaciones pero quedé con Nasila en vernos  en la cena, Ángela se hallaba en la habitación estuvimos dialogando un ratito, nos preparamos y bajamos a cenar.

La sala estaba de lo más concurrida había una pareja de guitarristas que tocaban y cantaban country y blues de los sesenta, cenamos mientras disfrutábamos de la música y de la conversación.

Después de cenar parecía que nadie quisiera ir a dormir, el ambiente estaba de lo más animado, todos se hallaban hablando unos con otros y yo mientras tanto no podía evitar observar a Nasila como se desenvolvía hablando con todos, en francés, árabe, español, solo podía pensar en lo que me apetecía estar con ella a solas, vi que se despedía de algunas personas y acercándose a mi, me dijo:
-¿Te vienes conmigo?

-¡Claro!

Fuimos a su habitación pero pasé primero por la mía a coger un par de cosas que necesitaba, fue llegar y me dijo:
-Antes que nada tengo que hacer algo contigo.

-Bueno, ya me imaginaba que no solo íbamos a dormir, pero tan ¿ya?

-Ja, ja, ja, no, me refiero a otra cosa. ¡Ven!

Cuando solté las cosas que llevaba, me cogió de la mano, me llevó al baño me desnudó muy apaciblemente, con una sonrisa en sus labios un tanto sospechosa y me sentó muy suavemente en una silla que había debajo de la ducha. Yo no entendía que pretendía, le pregunté:

-Antes de nada dime que vas a hacer.

-Afeitarte el coño.

-¿Cómo?

-Si, cariño, afeitártelo, no puedo con el vello, además los tienes tan largos y rizados que podrías llevar rastas.

-Ah, ja, ja, ja, vaya con el romanticismo marroquí.

-Igualmente se acabaría el romanticismo si se me atraganta un pelo.

-Te diré algo, yo ninguna vez me atraganté con un pelo y el tuyo es el primero pelado que veo, pero aféitame si eso te hace feliz, no quiero ser la culpable de un atragantamiento.

-Bueno, no te preocupes, te volverán a crecer.

-Que sepas es la primera vez, siento como si me fueras a desvirgar.

-Ja, ja, ja, será un honor.

Puso un poco de jabón en una de sus manos y abrió la ducha, de pronto recibí una cascada de agua fría en todo el vientre impulsándome a dar un brinco de la impresión, con el jabón me frotó el pubis surgiendo un montón de espuma, cogió la maquinilla y muy despacito empezó a afeitarme entretanto yo embobada observando  como tan delicadamente efectuaba la labor. Una vez rasurado me sequé, era un poco extraño no sentir el vello, era como estar más desnuda que antes, me puse unas bragas y una  camiseta, me lavé los dientes y me dirigí a un enchufe con el mp3 y unos altavoces  que había traído, puse música y salí a la terraza, era una bonita noche, allí estaba ella apoyada en la barandilla, mirando el mar y fumando un porro de hachís, estaba preciosa, me acerqué y me coloqué a su lado, sin decir nada le acaricié la mano libre  y mientras jugueteábamos con nuestros dedos sonaba una linda canción:

“Te daré sal de mar, una orilla donde atracar, te daré tierra de fuego donde descansan mujeres volcán, un lugar donde reposar, el rincón de nuestros sueños, un ratito que te envuelvo, para llevar en un recuerdo…”

Después de pasarme el canuto y darle unas caladas lo dejé en el cenicero de la mesa de la terraza, ella me cogió de la mano y entramos en la habitación, nos quedamos una delante de la otra contemplándonos, mientras seguíamos escuchando:

“....funcionaron los deseos, hagan sitio para el alma, juega conmigo esta partida, es divertido con desconocidas.” (Alicia Martel).

Nasila con una sonrisa pícara se acercó hasta rozar su cuerpo con el mío, me fijé en sus labios rollizos, marcados, eran tan apetecibles y sin reprimir las ganas de perderme en ellos, besé su labio inferior muy despacito absorbiéndolo muy dulcemente  y luego hice lo mismo con su labio superior, ella acariciándome la nuca y cogiéndome del pelo me tiró despacito hacia atrás besó mis labios y entreabriéndolos con los suyos deslizó su lengua entre mis dientes enredándose con la mía, recibiendo un beso de esos en que la intensidad es tanta que parece que los labios y las lenguas se multiplican, mientras su otra mano se escurría por mi cintura. Me desnudó, yo le quité su camiseta y nos tendimos en la cama adentrándonos en un mundo de goce y placeres embriagadores.

Amaneció y desperté al sentir cosquillas en mi oreja.

-Buenos días, guapísima - Me dijo.

-Buenos días, hermosa.

Fui al baño y luego le pregunté:
-¿Preparada para irte?

-No todavía no.

Me dijo mientras me cogía de la mano y me arrastraba hacia la cama, besándome y atrayéndome hacia su cuerpo volvimos a  sumergirnos en un mundo de deliciosas sensaciones.

Desayunamos todos juntos, y llegado el momento de la despedida ella me preguntó:

-¿Te acordarás alguna vez de mí?

-Seguro y más de una vez.

-Ha sido muy cortito.

-Bueno, pero podía no haber sido, imagina que en vez de llegar ayer llegamos  hoy, no nos hubiera dado tiempo a nada, al menos tuvimos un día y por cierto muy bien aprovechado.

Ella se fue y yo seguí disfrutando de mis vacaciones, luego volví a mi vida. Me acordé de ella y mucho sobre todo los primeros días

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1 comentario:

  1. Mmmm inolvidable esas vacaciones jajaj besos muy buena la historia

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