Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Danza entre lobos - Cristalsif - 50


Saludos queridos y queridas lectoras. Como siempre redactar tantas páginas es un trabajo arduo y en los más recientes meses entre la mudanza y los reportes que mi oficio contable me fuerzan por la política de mi país (normas cada día más difíciles de cumplir) en fin, además en el esfuerzo de llevar una vida más saludable, menos sedentaria (haciendo ejercicio pues) mi tiempo ha sido reducido vilmente. Aun así jamás abandono, aunque vaya como una tortuguita aquí estaré, mientras tenga vida (por eso el ejercicio, para vivir más años).

Otro apartado tardío pero ahí va, muy importante…

¡Terry! Feliz cumpleañossss. Un abrazo de oso perezoso…. Lento y laaargo.

Esperando, sea de su agrado quedo atenta a sus comentarios. Lindo día.


 Danza Entre Lobos

Capítulo 50

Lacus II

La escuadra agradeció silenciosamente el rigor con el que la Duquesa 'Sirene de Neptuno' les había entrenado, porque solo la habilidad adquirida en las semanas pasadas les permitió llegar con buen pie a la cima. El ascenso por las infinitas escaleras, algunas ya derruidas y peligrosamente resbaladizas por efecto de la nieve, fue sin duda fatigoso y acusó una alerta constante a la espera de enemigos o la prevención de un mal paso. El camino había transcurrido en un silencio sepulcral y cuando la carreta no fue útil para cargar a la moribunda figura de Nao Yuuki o las provisiones, muchos se ofrecieron, pero Nina negó rotundamente, incluso a Natsuki, el llevar a la bailarina, por lo que se hizo cargo ella misma. Una extraña sensación le advertía de cuán prudente sería mantener las distancias entre aquellas viejas amantes, si bien el camino de tal romance se había torcido demasiado desde la época dulce de aquel afecto genuino y no dudaba ni por asomo del amor de Natsuki por Shizuru, pues éste había roto la maldición de los Kruger, algo le advertía el instinto a la morena menor de los Kuga no dar pie a la más mínima ocasión, pues como dicen los abuelos “de la ocasión nace la tentación”...

En cuanto atravesaron la entrada al espacio sagrado, pudieron ver la decadencia del que otrora fuera el templo más visitado de aquel pueblo y sus alrededores, el que había sido durante siglos un monumento a la cultura de su nación, lamentable la vista, desde el bermellón desarraigado de la madera putrefacta que completaba el Torii apenas sostenido en pie por alguna casualidad extraña, hasta las losas tarjadas a sus pies de cuyas grietas toda maleza creciera, la fuente enmohecida, el terreno vencido por las malas hierbas olvidó los jardines marchitos, y el templo que no era más que una vieja casa cuyo techo ahora hacía parte del primer piso devastado de la edificación.

—Esperemos que el manantial esté en mejor estado.— Musitó Natsuki con un frío tono de voz, que no encajaba en los recuerdos de Nina para su prima.

—Escuadra…— Llamó al grupo de soldados que le acompañaba, entre los que no estaban los jinetes, ni Erstin. Había dado la orden de buscar en los alrededores para dar a los Ho la ocasión de investigar sobre el paradero de Kano y repeler a cualquier otro aliado de Nagi en la zona. Aquellos, los que se habían rendido, no tuvieron más remedio que llevarlos consigo. –Amarren a los cautivos a los árboles, hagamos una fogata y preparen un campamento, nosotros volveremos en unas horas y que los dioses nos favorezcan.—

Dicho aquello, se dio la vuelta con Nao en sus brazos y siguió los pasos de Natsuki, quien por alguna extraña razón, no volvía a la normalidad. Fueron por detrás del viejo templo, encontrando una cueva que se adentra en las entrañas de la montaña, un lugar que nadie había pisado en al menos más de trescientos años.

—No eres la misma persona que se despidió de mí aquella nefasta noche...— Susurró con voz baja, cercana y distante, pues solo la flama espiritual de la lobuna iluminaba el camino en la oscuridad que apenas vencían, porque sus destellos oscilaban entre el celeste, lo escarlata y el ébano. —¿Qué te pasó?— Escapó aquello de sus labios con un tono angustiado, casi dolido.

El silencio perduró lo que el camino cuesta abajo lo hizo, vieron un pasaje que guiaba a unas escaleras de piedra en forma de caracol y al final una puerta. La voz doble y grave de la guerrera de cabellos plateados, elevó la vista sobre la única fuente de luz natural del lugar, un agujero en la montaña, que daba una vista pequeña pero preciosa del cielo. —Nagi Dai Artai, eso pasó.— Arrastró las palabras más interesada en las paredes de aquel lugar que sin haber visto nunca, parecía conocer como la palma de su mano. Sin el brillo de la flama para alumbrar su camino, Nina aguardó confiando como siempre, en las intenciones de su prima y tomó un respiro para decir lo que había contenido en su corazón durante aquel tiempo.

—Imaginé las cosas horribles que han podido pasar, cada segundo, cada minuto sin tu libertad no le ha dado paz a mi sueño o a mi vigilia... te lo juro Natsuki— Se sintió obligada a aclarar aquella realidad. —Tardé... demasiado en venir por ti, ¡perdóname!— Las sombras escondían junto al velo nocturno el llanto en los ojos de la menor de los Kuga en pie.

—No es tu culpa.— Respondió sin emoción. —Vi el ejército que trajiste... no le darías ninguna oportunidad a ese arteno.— Sonrió, encontrando al fin el mecanismo en la piedra, el cual giró. —Estoy orgullosa de ti, de lo que puedes lograr con tan poco... en verdad te considero una digna hija de nuestros padres, la hermana que el destino me negó por sangre, me fue dada con tu presencia y nunca olvidaré la gentileza de ese regalo.—

El sonido de las piedras moviéndose, trajo consigo la apertura de la gran puerta de piedra... la cual escondía un salón con 8 tronos vacíos, iluminados por candelabros de luz azulina tan inagotable como el flujo de espíritu podía sentirse en el aire. Cuando una sonrisa amenazó con alojarse en los labios de Nina, quien vió la fuente cristalina en el centro de aquel templo subterráneo, la voz esta vez expresiva de Natsuki, le hizo sentir un tenue escalofrío. —Mataré a ese hombre... y que me escuchen los dioses, porque me mancharé las manos con su sangre, lo haré sufrir, y cuando su aliento se extinga entre mis dedos, será algo que disfrutaré mucho.—

Una mirada a la expresión llena de ira y anhelo bastó... ahora comprendía cuán profundamente se había arraigado la oscuridad y por qué requerían con tanta urgencia el manantial para purificar los espectros de la joven lobuna. Entonces como en antaño, Nina bajó la guardia y trató de mediar razones con su prima, a quien ahora veía con los ojos del amor fraterno, como debió ser siempre. —No estoy en contra de que muera, lo celebro... te juro que es lo que más deseo después de lo que le hizo a Takeru. Pero sabes que no puede ser por tu mano—

Las dos conocían de la condenación eterna que obtendría de ello, a pesar de una vida de esfuerzos y aún entonces, la abrumadora sed de venganza de Natsuki, le envalentonó para no mediar sus palabras. —No me importaría saludar sonriendo a los dioses de la muerte y acabar en el pozo de la ira, sólo por el placer de retornarle la misma agonía que me hizo vivir.—

—Él vencería si fuera así... no le concedas eso.— Afirmó audazmente Nina. —Si alguien ha de pagar con su alma el precio de la avaricia, ese será Nagi.— Depositó el cuerpo inconsciente de Nao en el borde del manantial y midió sus signos vitales, los cuales se mantenían aunque débilmente; considerables motivos tendría la morena para sobrevivir, pues claramente se aferraba a la vida con uñas y dientes, de ser otra persona, estaba segura que estaría muerta en ese momento, aun así no quería dar ocasión al destino para robarse esa suerte. —Hagamos lo que venimos a hacer, un paso a la vez, un día a la vez... ¿Qué dices nani?— Susurró para ser sólo oída por la otra, un nombre que ocupó en el tiempo en el que decir Natsuki se antojaba imposible, cuando mamá, papá y Nani, fueron sus primera palabras. Aquello le robó una sonrisa de los labios de la guerrera...

Se notaba que el agua helaba y estaba a un paso de la congelación, sólo el flujo de energía constante en el lugar lo había impedido. Se preparó mentalmente, así como retiró la piezas de su armadura, ocupando apenas el pantalón y la camisa. La de mirar magma contuvo una maldición en su garganta, cuando la humedad gélida la alcanzó y picadas como agujas le atravesaron dolorosamente las piernas hasta la cintura; otra queja más acalló cuando giró sobre sí misma para tomar el cuerpo de Nao, sintiendo el suyo temblar ante el esfuerzo y el agotamiento de los días pasados.

—No existe quien pueda entender, lo que siento...— Respondió Natsuki aproximándose a la fuente por el lado opuesto al que ingresó Nina. —Tal vez... ella.— Con la mirada puesta en la figura dormida de Nao, dio un paso dentro del agua y así, como si un centenar de sombras abandonaran su refugio, una flama negra rodeó el cuerpo de Natsuki resistiéndose a partir de ella. El agua cristalina comenzó a bullir en los puntos en los que tenía contacto con la anatomía del ser albino, incluso entibió cuando la mitad inferior por fin reposó en las aguas, dándole a Nina la posibilidad de tolerar la temperatura del ambiente.

Algunos minutos debieron aguardar antes de que todo rastro de las sombras se hubiera dispersado. —Nani... debes... por fuerza volver a la normalidad.— La aludida ladeó el rostro sin entender, dejando en el aire la muda pregunta. —He visto una insignificante parte de lo que puede hacer, estando así... si proyectas un hilo negro, es posible que lejos de salvarla, ella muera incapaz de soportar una herida más. Es un riesgo que existe incluso, si vuelves a ser... solo tú— La de iris de fuego miraba preocupada a su prima, sabiendo que le pedía desprenderse de un velo con el que cubría la parte humana debajo de aquel grandioso ser de carne y éter.

Un gruñido, y el espíritu sagrado del lobo, se separó de su portadora en una estela de hilos plateados capaces de enceguecer la vista, volviendo la bestia espiritual a la tierna forma del pequeño lobo que un día fuera mascota de la bella de tsu y al mismo tiempo tornando a Natsuki en la figura mortal que había sido antes de romper el sello en su brazo. Expuestos fueron entonces, los trozos de tela que sobrevivieron a las batallas previas, harapos que la Kruger terminó por desgarrar y arrojar a un lado en el borde de obsidiana que contenía el manantial. Quedó el cuerpo otrora impoluto, expuesto, así las heridas viejas y nuevas estuvieron a la vista, manchando de rojo el agua antes cristalina. Otras tantas de miserias fueron lavadas y la hija de Saeko, se sumergió por completo hasta que todo su cuerpo, incluso sus cabellos, fueron purificados.

Los labios temblorosos de Nina no pudieron musitar palabra, ante la contemplación misma de magulladuras tales y otras tantas ocultas por las vendas que abundaban en cada espacio posible, en casi todo el torso de la Lobuna. Ni las piernas, ni los brazos, ninguna parte había salido indemne, donde la carne no recibió corte, encontraba cardenales nacientes o moretones de exagerada amalgama delataba un viejo golpe. La suma de todo consumó en la mente de la más joven, una imaginación tal, que la mordida de sus labios trajo sangre. —Tortura... ¿a eso te sometió ese bastardo?—

—Lo que duele mi piel, mis huesos... cada parte de mí, es insignificante comparado a la agonía que atormenta mi interior.— Admitió y con ello la ira en la faz de Nina no se hizo esperar. —Que sea pronto entonces, antes de que el odio que siento vuelva a tomar control de todo... necesito por un momento la paz que no tengo para cerrar las heridas internas y darle tiempo a Nao, hasta que llegue mi violín.—

Sirene asintió convencida y en esmero por prestar ayuda entonó una risueña canción. —No hay silencio, ni palabra, que pueda decir... si al mirarte bella amada, yo vuelvo vivir...— Comenzó a cantar suavemente Nina, a lo que Natsuki tarareó la melodía como si sus cuerdas vocales fueran el equivalente a un instrumento. No tardó demasiado en brotar de su espíritu un hilo de dorado color y extenderse en todas direcciones. —...Un suspiro, está en mis labios, atrapado en mí, es tu culpa hermosa chica...— Continuó cantando a viva voz la más joven y sin perder de vista cómo aquellos destellos curativos se sumergían en la piel de Nao, retornando lentamente el correcto color a su piel. —...Si es que al sonreír, me hago tonto y alocado, salto y salto como un niño así...— La melodía ascendía en ritmo cuando el agua volvió a bullir, levantó sus iris magma de la convaleciente tez de Yuuki, notando la presión de la pulida mandíbula en cuya tensión se escondía un esfuerzo que hacía sudar a la Kruger, quien como un mantra se repetía a sí misma...

Concéntrate... no pienses, no sientas... concéntrate...

Cerrados sus ojos, fruncido el ceño, tarareaba la canción, atenta a la otra voz, sin ocasión de interpretar nada... —No rechaces, mi cariño...— Dijo la novia de Erstin, se detuvo dubitativa, temió decir el siguiente fragmento de la canción, así que guardó silencio. —Es... suficiente—

—O de amor podría morir.— Completó Natsuki el canto, abriendo los ojos, y aquella breve expresión provocó la repulsa del agua que como un geiser, abandonó la fuente empapándolo todo.

Nina apenas tuvo tiempo de poner su cuerpo entre el destello y la figura aún dormida de Nao, sintiendo en su espalda no sólo la ardiente agua, también el latigazo de una sombra oscura, del hilo negro que había temido desde el momento mismo en el que la sola pretensión tuvo lugar. Bajó la vista sobre Nao, a quien el agua había mojado de igual forma, pero el destello colérico no alcanzó. La sensación había sido escalofriante, se quedó sin aire y en sus entrañas pudo percibir un corte profundo a la altura de los pulmones y del corazón, una cuestión casi espiritual porque estaba segura que ningún corte tenía en la piel o en sus entrañas. Volvió la vista atrás, para cerciorarse del estado de su prima, a quien encontró con la mirada perdida observando uno de los tronos vacíos en el altar. —Es más grave que la última vez...— Murmuró con preocupación, claro que recordaba el incidente cinco años atrás.

La morena asintió con una mueca triste en su faz. —Una voz grita a mi oído, que tal vez no es justo que viva... porque en el fondo desearía verla muerta.— Bajó la mirada y sumergió la mano tatuada en el agua cuya temperatura nada tendría que envidiarle a unas termas. —Lo curioso, es que siento que es verdad... la odiaría lo suficiente y al mismo tiempo soy incapaz de lastimarla.— Tragó saliva, como si afirmar tal dilema le condenara por una eternidad.

—Así... no podrás sanarla, lo sabes— Pero una cuestión más importante vino a la mente de Nina. —Creí que la habías perdonado y olvidado... después de tanto tiempo ¿Qué pasa Natsuki? Sabes que puedes confiar en mí, no diré una palabra a nadie si es lo que te preocupa, si quieres que muera... por su servicio a Nagi, podría ir a la horca simplemente y no tardaría en conseguir una soga. Tienes la decision en tus manos, pero aquí estamos... procurando salvar su vida ¿Por qué?—

Sonrió amargamente, media verdad, media mentira. —Una deuda de honor... nacida hace unas horas...— Recordó que ciertamente a esa mujer le debía el haber podido huir del castillo barbarak, aunque pensándolo bien... Nina lo hubiera hecho de todos modos, el rescatarla; suspiró. —Descubrí con el tiempo, que se puede odiar y amar a una misma persona...— Murmuró retirando uno de los cabellos rojizos del rostro de la bailarina sin saber qué sentir sobre ella. —Yo me he sentido culpable durante años, por ella... por ti.— Tragó saliva como si decir aquello fuera sumamente difícil. —Todo lo que toco se marchita y tarde lo he comprendido, no quiero ese destino para nadie más—

—Eso no es verdad... yo tengo a Erstin y tú a Shizuru, las niñas...— Por la mueca de dolor en la cara de su prima, la de más baja estatura cambió la dirección de sus palabras. —Incluso esta idiota tiene a Sherezade y no es muy justo que digamos.— Tomó la oportunidad para sumergir parte del cuerpo de Nao en el agua y evitarle una hipotermia, lo cual le permitió constatar que al menos por el momento sus heridas habían dejado de sangrar y las manchas de su ropa estaban secas, un baño no le venía mal. Una vez más, Nao le debía su vida a los Kruger, casi una ironía resultaba que los odiara tanto, no evitó pensar la menor. —Aún al filo de un abismo siempre puedes dar un paso atrás, pero sabes que estaré junto a ti enfrentando a los dioses, en el pozo de la ira al que planeas ir.— Murmuró firmemente. —Somos familia... pero si me lo permites, te daré la mano para evitar que caigas allí, solo cree un poco más—

—No es posible Nina, si todo a tu alrededor es un abismo no hay pasos por dar.— Respondió con la misma agudeza Natsuki. —Y no llevaría conmigo a quienes amo, a un lugar tan deplorable... no sacrificaré a mi hermana pequeña en una condenación que solo me pertenece... veré el modo de salir, sin arrastrarte.—

La portadora de Neptuno negó con la cabeza, entendiendo que no le sacaría una palabra más por el momento. Así que resaltó lo evidente y más que diferente en la blanca piel del brazo izquierdo. —¿Ese tatuaje?—

—Prefiero no hablar de eso...— No iba a confesarle a nadie que se lo había hecho Nao mientras estaba incapacitada por el veneno de la Quimera, prefería morir a tener que admitir que recibió alimento boca a boca o las cosas que esperaba y suplicaba a los dioses, no se revelaban nunca. La sola contemplación de la figura cada vez más translúcida en los atuendo de la pelirroja, comenzaba a traerle recuerdos que no sabía cómo catalogar, entre la culpa y el placer, entre lo forzoso y lo que como una droga alteraba los sentidos, pero se anhela con adicción. Pálida en extremo, la lobuna no pudo esconder en su rostro la exposición de gestos tan variados como sus pensamientos lo eran...

—Nani...— La llamó. —Nani— Insistió. —¡Natsuki!— Gritó esta vez ya incapaz de pasar por alto los desvaríos en la conducta de su prima.

Le fue devuelta una mirada perdida por un momento, lejos de su alcance en su mente estaba cada vez más distante. En cuanto enfocó, esmeralda y magma se sostuvieron en silencio. Hasta que la primera halló su propia voz en la caverna de su garganta. —Llévala contigo, te suplico me regales algo de ropa... quisiera, te pido... me des un momento a solas.—

—Puedo saber que te pierdo a cada momento, con solo verte... y la última vez que algo así pasó...— Se le rompía la voz de solo recordarlo.

—Mamá murió, Nao me mandó al diablo... te quise lejos para no lastimarte, para no herir a nadie. Pero ahora es un lujo que no puedo darme, la cosas no son iguales... pequeña.— Susurró con un tono más amable, desarmando por completo a la más joven. Se aproximó en el agua, le dió un beso a su frente con toda la ternura que podía albergar todavía en su interior; y tomando a Nao de los brazos cansados de la que era en esencia su hermana, la retiró lentamente. —Y para ella, también se requiere alguna vestimenta adecuada... sabes que no podemos salir de aquí así... por favor Nina.— Comprendía la preocupación de la otra, pero no estaba dispuesta a permitirle ser más inconveniente cuando una marabunta de imágenes y sentimientos ya complicaba considerablemente su existencia. —No le haré daño, no puedo permitirme tener a los Zagara de enemigos, si queremos vencer en la Luna carmesí...— Añadió al ver un dejo de duda y preocupación de su prima, aunque quisiera vengarse... por el momento, necesitaba a Nao y a los suyos de su parte.

Con un asentimiento, Nina salió del agua, soportando de inmediato el descenso de temperatura que su ropa húmeda le proporcionaba en medio del frío invernal. Aun cuando su tolerancia al invierno era superior a la de cualquiera, tuvo la sensación de que el eco del dolor que había sentido aún continuaba dentro de ella, con paso raudo y apenas cubierta con la capa de piel de oso, subió de zancada en cansada por las escaleras de caracol arribando en poco tiempo a la superficie, donde los hombres habían encendido una fogata y comenzaban a montar el campamento, la provisiones y el equipaje ya reposaban a un lado de un par de tiendas de campaña a medio construir.

—¿Y su alteza?— Cuestionó Sergei al ver que solo la menor había retornado y a medio vestir, lo cual se antojaba de lo más extraño.

—Necesita ropa, su ropa... y algo para Yuuki, por no decir un cambio de ropa para mí—

—¡Ankara!— Llamó a su amigo quien estaba más cerca del lugar donde almacenaron esas cosas. —Pásame esa bolsa de cuero y la gris...—

Las mencionadas fueron lanzadas un momento después y atrapadas por Wong, así cuando el de cabellos rubios quiso entregar las prendas a la joven, se detuvo preocupado. —Nina... ¿por qué estás sangrando?—

—¿Qué? ¿Dónde?— No tenía heridas, al menos no una que recordara de la contienda una horasatras.

—La nariz...— El capitán Wong extrajo un pañuelo de sus ropas y lo ofertó a la que alguna vez fue su prometida, no sin un gesto lleno de preocupación.

La Kuga tomó la prenda y limpió su nariz, sorprendiendose también de ver el líquido rojo sobre la tela de blanco color. —Prometo lavarlo y devolverlo... pronto, Sergei.— Murmuró apenada por el inconveniente.

—Puedes quedártelo, un hombre solo guarda pañuelos para ofrecerlos a una dama cuando es necesario... aún así, eso no responde mi pregunta ¿Estás bien? ¿Qué te pasó?—

—Me lastimé el tabique con una roca que... golpeó el casco mientras peleaba con un feo reptil, nada de cuidado.— Mintió, porque en el combate nadie pudo aproximarse tanto a ella.

Asintió comprensivo, a él le había pasado lo mismo unos días atrás en un entrenamiento, aunque aquello fue peleando contra la señorita Ho. —Una suerte que lo usaras...— Dijo refiriéndose al casco. Puso su mano en la cabeza y sobre la húmeda cabellera negra, acariciándola con ternura. La amaba todavía, dejarla ir era sin duda la cosa más difícil que hubiera hecho nunca, pero ello no significaba que dejara de importarle. —Debes secar pronto estas ropas o vas a enfermar, sé cuidadosa— Advirtió, antes de entregarle las dos bolsas y dirigirse a la fogata, teniendo en mente hacer algo de té para ofrecerle al grupo más tarde y entrar en calor.

—Gracias— Dijo al caballero mientras le daba la espalda. La fuerte mano de la morena estrechó el pañuelo mientras tomaba el camino detrás del derruido templo hacia las fauces oscuras de la montaña. —Dioses... sean piadosos conmigo.— Suplicó antes de volver por donde había venido, pero con la preciada carga de sus ropas en las manos.

Una voz distorsionada, femenina, que era el conjunto de muchas voces hecha una sola, como un coro en un solo sonido, la llamaba por su nombre. —Shi... Shizuru...— Un decir distante y que a la vez era susurrada al oído, tan bajo... que no distinguía su verdadero origen. —Shizuru...— Volvió a decir la singular voz, una que estaba segura, oyó antes en algún lugar. Como un eco de sonidos del mar... un canto de sirena, delfines y orcas.  Abrió los ojos, el viento agitando sus cabellos, la nieve bajo sus pies, un frío capaz de congelarlo todo. Abrió los ojos lentamente, hallándose en el bosque lleno de pinos cubiertos de nieve, un lugar conocido en las memorias de otros oníricos, tan distantes en el recuerdo. Aún así sabía que nada sería igual a las veces anteriores en las que tuvo aquella visión...

Esta vez no seguía a la musa, a la ninfa 'desconocida' que con el tiempo supo se trataba de la morena descendiente de los Kruger, la doncella maldecida e inocente, la portadora de su destino. Estaba sola, caminando entre las rocas, las ramas y las raíces, conocía el recorrido perfectamente, ya no necesitaba la guía de su amada para cruzar la distancia, yendo más allá a pesar del temor, de las sombras al acecho. Cuanto más se acercaba al lago maldito, la nieve se tornaba cada vez menos blanca, escarcha de un tono escarlata atestaba el panorama, allí a donde quiera que mirara... ignoraba si aquel tono era producto de una masacre o solo el reflejo de la luz de una luna carmesí, cuyos rayos bañaban cada lugar desde su ominosa posición en el cielo nocturno.

Llegó al final de su travesía, de pie en lo alto, pudo contemplar todo el panorama; monstruos por doquier eran repelidos por la guardia de Fukka, los guerreros que había visto sonreír antes de partir, gritos de dolor se oían de las mismas voces cuyas promesas de volver a salvo, de traer de vuelta a la luz de sus ojos oyó tiempo atrás. Así la vió aparecer, a la que esperaba con anhelos inconmensurables, allí a unos pocos metros; Shizuru observó la imagen distorsionada de aquella como si se tratara de un fantasma, una guerrera con la armadura del lobo estaba de pie frente al risco, sus emblemas tan familiares, heridas incontables escondían las fisuras de su armadura derruida en algunas fracciones y gotas de sangre se fundían en la nieve, el brazo evidentemente roto, tenía amarrada la espada para impedir se desprendiera de su mano en la lucha... lo sabía, que estaban perdiendo la batalla.

—¡Detente!— Le gritó suplicante al Doncel de Hielo... Vió la máscara del Lobo ensombrecida, descolorida, contempló aquella mandíbula con una sensación confusa, y notó entonces que la sonrisa triste que vió en aquellos labios... no era suya. El silencioso 'te amo' que leyó en sus labios estaba dirigido a otra persona, alguien a su lado... una mujer, otra mujer. Posó las gemas carmesíes sobre la otra, aquella de menor estatura, su rival... pero no era más que una sombra irreconocible. Sin tiempo para entender, asimilar o rabiar, oyó los pasos en la nieve, vió el salto y el clavado de quien sabía, daría su existencia a cambio de la libertad de los demás... la merecieran o no, pues los Kruger no sabían rendirse.

Corrió al borde, un vacío inmenso, eso sintió observando más allá del risco, vió el fuego consumiendo los bosques, las criaturas dispersarse en la noche en la dirección de los puntos cardinales, como si aquello que los retuviera, hubiese desaparecido. Entonces escuchó un sonido gutural y al elevar la mirada observó a un monstruoso dragón blanco surcando los cielos. La Nieve comenzó a caer, tan roja como la sangre... cristales escarlatas por doquier. Cayó de rodillas en la nieve... incapaz de continuar mirando aquello. Una pesadilla, se repitió a sí misma. Sujetando su cabeza con el llanto en los ojos, con el corazón en la garganta...

Deseaba que los sonidos fueran silenciados, callar los gritos y lamentos de los heridos, los horrorosos sonidos que brotaban de las fauces de los monstruos que pululan, así con su deseo... el silencio llegó y fue incluso más escalofriante que lo anterior. —¿No harás nada?— Cuestionó la voz que la llamó en un principio.

Allí de rodillas, miró alrededor, estaba en otro lugar, en un claro en medio de una arboleda... allá en el bosque de ceniza, aquel que fue el principio de su camino en Fukka, como si nada hubiera pasado. El lugar estaba tenuemente iluminado, esta vez por el plenilunio celestino cuyo brillo plateado resaltaba sobre un punto lejano en la nieve... atraída por la curiosidad y el brillo de cuatro objetos, se aproximó. Una vez pudo distinguir qué era, apreció cuatro armas, cada una tan singular... La primera y la más familiar, era una espada de hoja gruesa hecha de cristal puro, ligeramente tarjado y corrompido por una estela negra y roja, el arma tenía un pomo con la forma de un lobo, en su empuñadura estaba atado un fragmento de tela desgarrado y sucio que ondeaba al viento, la prenda era azul y tenía bordada en ella copos de nieve. Una angustia insoportable que no tenía explicación, pero la atravesaba a la altura del corazón la hizo gemir... —¡Basta!— Gritó, mas sólo el eco de su voz llegó como respuesta. Se irguió buscando respuesta, esperando que la voz volviese a pronunciarse, pero eso no pasó. —¡¿Qué quieres que haga?!— Preguntó elevando su tono.

Silencio un vez más... frustrante y callado lugar...

—Yo quisiera odiarte...— Tales palabras se oyeron en una voz que le erizaba la piel de tantas maneras. —Pero, no puedo... no es así, nunca será así...— Shizuru se volvió a mirarla tan rápido como pudo, con los latidos galopantes y la esperanza a flor de piel; allí estaba de pie justamente detrás de la espada cristalina, como la primera vez que se vieron allá junto al roble en el mausoleo, su rostro lleno de vendas, apenas podía ver su barbilla, sus párpados cerrados a través de la tela. —Sufro sin llorar...— Dijo suavemente, abriendo los ojos para verla con sus iris esmeralda tan cristalinos. —Sálvame... incluso de mí misma— Suplicó extendiendo la mano...

Con el corazón roto al ver a Natsuki en tal estado, tan frágil y vulnerable... la castaña corrió con todas sus fuerzas, pero por más esfuerzo que ocupaba cada movimiento en llegar a su lado, sentía que no avanzaba ni un poco y no la pudo alcanzar. Sin su llegada, cualquier esperanza, lenta y dolorosamente desapareció del rostro de la lobuna, quien sin esperar más tornó pétrea su expresión, bajó su mano y le dió la espalda... —¡Natsuki!— La llamó, sin resultado. Shizuru sólo se detuvo cuando el cuerpo de su esposa se tornó como una sombra hecha del carbón más oscuro; quedó la Kruger convertida en un ser fuera de foco detrás de la espada gélida, una más junto a otras 3 sombras. Detrás del espectro de Natsuki, la Fujino pudo ver una figura tan alta, delgada, de largos cabellos con puntas erizadas y una sonrisa amable en sus labios, brillantes ojos felinos; el arma que le representaba era negra como el ónix, con una línea dorada refulgente en la gruesa hoja, era una mandoble casi tan larga como su portadora, sobre la nieve en la que la punta estaba enterrada podía ver un rosario de magatamas cuyas cuencas se hallaban desperdigadas en el blanco escarchado, esta le proyectaba un dolor ajeno que no podía explicar.

Observó a la izquierda y vió una figura, más baja que las dos anteriores apenas por pocos centímetros, cuyas palmas se apoyaban en un estilizado sable, con preciosas inscripciones en la hoja y piedras preciosas en la empuñadura, un arma que conocía sin lugar a dudas, era la preciosa Neptuno de la Duquesa Sirene. Aquel dolor que se manifestaba tan fraternal, entonces no tuvo duda de quién se trataba al apreciar una gema roja en el centro de un yelmo de lobo, además de la tela azurita enredada en la guarda de la espada con el emblema de la familia Kruger en él.  En el extremo derecho, le pareció ver a un ser con un yelmo de águila sosteniendo con su mano la cuarta arma, era una lanza plateada, en cuyo agarre tenía anudado un pañuelo de color púrpura de bordes dorados en el que pudo identificar un emblema familiar, pero estaba segura que no era uno que conociera.

Las cuatro sombras, cada una como una atalaya en cada punto cardinal, se hicieron un cúmulo de cenizas que el viento arrastró consigo, dejando atrás y como al principio, los solitarios filos sagrados, insertados sobre la tierra, siendo enterrados poco a poco por los copos de nieve que todo lo cubrían...

—No te atrevas... no importa cómo ¡No te atrevas!— Se quejó reprochado a la aparente nada, su mente en una vorágine de ideas agobiantes, ¿Por qué?... ¿Por qué las personas que más amaba en el mundo se desvanecían de esa manera? ¿Por qué el sentimiento de pérdida era tan real? —¡No lo permitiré!— Gritó una vez más.

—Shizuru.— Volvió a escuchar a la criatura que la llevó a ese lugar de pesadilla...

—¡Déjales en paz... no les hagas daño!— Refutó acercándose a la espada que Natsuki dejó atrás, la tomó por la empuñadura levantándola para apuntar a lo que fuera que acechara. Tenía la certeza de que estaba atrapada en aquel horror nocturno, pero necesitaba con desesperación encontrar una solución a su predicamento, sabía del poder de los sueños y sus facultades premonitorias, esperaba estar equivocada al respecto, que solo fuera un mal sueño.

Estar consciente en un onírico de este tipo, era sin embargo... algo completamente nuevo para la castaña. —Si les haces daño... no descansaré jamás hasta hacerte pagar.— Era una amenaza vacía para quien pudiera oírla tratándose de una simple humana, pero la castaña temía más, mucho más a las imágenes que había visto momentos atrás, que a la ira de los dioses mismos, porque nada podría ser peor que el infierno que había vislumbrado en Fukka bajo aquella luna de sangre. Así que cuando una figura de mujer tomó forma frente a ella, no tardó en apuntarle con el filo del arma de su esposa.

La mano pálida de la dama, rozó la punta de la hoja y el arma se fragmentó en un millar de cristales ínfimos, como el polvo de un diamante. —No es mi voluntad, herir...— Habló en una sola voz, aquella mujer aparentemente mayor, como de la edad de su madre, pero considerablemente más conservada. Aún así, sus ojos hechos de oro líquido resplandeciente, destilaban poder como toda ella, aunque no ostentara las ropas de un monarca, su presencia imponía respeto. —Las líneas que entretejen el destino de los mortales, son frágiles... y tú debes darle peso a la balanza en la dirección correcta. Elige bien... Shizuru Di' Kruger.—

—¿Qué puedo hacer yo? Si ni siquiera puedo protegerme a mí misma.— Miró con impotencia el polvo en sus manos.

Ella sonrió. —Kiyohime...— Llamó la mujer de negra melena. A su lado se formó una figura femenina de un aspecto bastante similar a la castaña, una hermosa doncella de ojos rojizos, piel nacarada y una sonrisa tan enigmática como era propio de las hijas de aquella casta. Claro que Shizuru la conocía, fue el primer espíritu que pudo ver siendo una niña, allá en el sepelio del abuelo Hero Fujino, aunque con la forma de un monstruo. —Sirve a tu señora, como es debido.— Ordenó la que dedujo, era una deidad.

La joven asintió con veneración, antes de ponerse frente a la heredera de los Fujino Viola e inclinarse ante su joven ama, una vez de rodillas... la esencia que componía a la joven mujer se convirtió en un flujo de energía rojiza que tomó la forma de una lanza carmesí. —Ahora... ya puedes protegerte, usa bien a Kiyohime.— Murmuró la deidad antes de evaporarse. La castaña hija de Mizue observó el arma con admiración y aproximó su mano, sabiendo que ningún daño le causaría, pues confiaba en aquel espectro que sabía guardiana de su familia.

En cuanto sus dedos rozaron la vara...

Lo que sintió apretado entre sus manos, no fue otra cosa que la sábana... abrió los ojos, aún húmedos por el llanto que la embargó durante aquella pesadilla, aún con el aire entrando esforzadamente en sus pulmones y con los latidos zumbando en sus oídos. El sueño no le era gentil, inquieta en el lecho se removió una vez más y no tardó más que minutos en continuar dando vueltas, molesta por la negación de los dioses al reparo del descanso, se levantó de la cama, sentada en el borde, observaron sus ojos borgoña el brillo perenne de la alianza en su dedo anular, siendo la zurda en donde se alojaba la joya iluminada bajo la discreta luz de la lámpara sobre su mesa de noche. Como tantas veces su primer pensamiento estaba dirigido a ella... a su amada esposa y la inquietud que originaron aquellas imágenes en su sueño. Incluso cuando el corazón en congoja se cuestionaba silente y secreto, si Natsuki aún querría ser su pareja al volver a verse. Ahora la primera parte de la pesadilla le atormentaba, llenándola de dudas sobre la persona para la que la lobuna había declarado su amor... porque mucho le gritaba el instinto que no era para ella. Suspiró largamente, secando el sudor frío en su frente. La segunda y más preocupante, era la negra posibilidad de tintes fúnebres que aludieron las espadas en el hielo... sabía perder la razón ante la sola idea.

No lo diría en voz alta para no herir a su madre o la abuela Fujino, ¿qué culpa podrían tener aquellas bondadosas mujeres de las acciones más deshonestas de su padre y sus consecuencias? Incluso ella no merecía el castigo que Kruger encontrara oportuno darle; sin embargo, el costo para aquella valerosa guerrera había sido por demás alto y la expresión en el rostro pálido de la hermosa pelinegra a la que amaba con cada respiro de su boca, con cada mirada de sus ojos... le torturaba incluso en sus recuerdos. Así mismo, la amenazante idea de perderla en batalla... era una carga más. Si había conservado la serenidad no era menos que por el riesgo implícito a su estado, de ser por ella habría cabalgado a Fukka durante un día y medio, como afirmó Nina sería posible si reducían los descansos a tres cada día, incluido el dormir con apenas un sueño de 4 horas. Juraría que de no ser por las adversas condiciones climáticas o el perjuicio a su vientre en tan insondable carrera, iría por ella. Solo porque sabía que no podría arriesgar a sus dos pequeñas estrellas... tuvo muy a su pesar que dejar partir a Nina en búsqueda de la mitad de sus latidos... los números habían sido simples y precisos, sabía que para esas horas aquella morena tan seria y firme estaría en Fukka, buscando sin descanso.

—¿No puedes dormir?— Cuestionó la voz de su hermana mayor, la pelirroja de afable sonrisa se frotaba un poco los ojos adormilada. Shizuru asintió apenada, sabiendo que Mai la acompañaba en su cuarto las últimas noches después de aquella plática sobre Ame no Mikoto; su vínculo se había estrechado en cuanto cada una soltó por propia voz revelaciones secretas que pocas personas salvo ellas podrían comprender, pues no muchos tenía dotes espirituales como los de las dos, ni amores contrarios a lo establecido por las leyes del hombre, aquellos lazos trascendían más allá del tiempo y los espacios. —Estás pensando en ella...— Dijo Mai por lo bajo, nuevamente fue más una confirmación que una pregunta. Pero Shizuru volvió a mover la cabeza positivamente.

—Hoy más que otros días, siento una inquietud dentro de mí... y no temas, las niñas están bien.— Se apresuró a aclarar la castaña al ver la expresión de angustia en el rostro de la mayor. —Es más algo del espíritu, que de la carne... como un presentimiento ingrato.— No tenía voz o voluntad para relatar lo que había soñado, sin estar segura si de una premonición o paranoia se trataba. Le envenenaba el alma pensar que su esposa le dirigiese palabras de amor a la incógnita persona a la que le hablaba en aquel paraje desconocido, porque aquel risco no era exactamente el risco de sus sueños de hace casi dos años.

Mudo testigo fue el collar de rubí en su cuello, cuando en la oscuridad, un destello rojizo se filtró por su ventana. Volvió la vista con la misma presteza que la hermana mayor de los Fujino, apreciando la tonalidad propia de una fogata, Mai se aproximó al alféizar y movió con sus mano la cortina que impedía la entrada al frío, quitó el pestillo y abrió las puertecillas de madera y cristal. —¿Qué es eso?— Se preguntó a sí misma sin encontrar la respuesta, Shizuru no tardó en acercarse y pese a que las dos muchachas habían visto cosas inusuales en su vagar por la tierra de Tsu y por su facultad sobrenatural, nada se comparaba con aquel objeto que fulguraba como una llama perenne de pulido tono rojizo pese a la helada que caía desde los cielos.

Agudizó los sentidos y dada la impresionante velocidad a la que se movía, no tardaron mucho en comprender que se trataba de una criatura cuyo plumaje y forma recordaba a los míticos Fénix, las dos hijas de Mizue intuyeron la trayectoria del irreal ser... sin saber si se trataba de un aliado, la menor habló con alerta. —Ve por Takumi—

—No te dejaré sola, ni en mil años...— Argumentó temerosa la pelirroja.

—Sea lo que sea, arribará pronto, pero unidos somos más fuertes ¡Ve pronto! y no tardes—

Mai negó, pero aun así obedeció a Shizuru y se perdió de vista en el pasillo, con el nombre de su hermano y Akira en los labios. En tanto la castaña continuó velando la trayectoria de la criatura mística, cuya belleza cautivadora entretenía a sus más recientes preocupaciones; con expectante maravilla vió al Fénix aproximarse, desacelerando su marcha hasta llegar a los límites de sus tierras y las de los Asakura; con el paso de los segundos, acorde a sus intuiciones, la gigantesca ave aleteó alrededor de la casa y finalmente posó sus garras sobre la nieve frente a la entrada, la calidez que desprendía aquel ser de incandecente plumaje la alcanzaba a través de la ventana abierta desde la que le observaba. Por su posición, la Fujino, pudo notar que sobre el lomo y en una silla de montar, una figura encapuchada le miraba. Debido a las enormes dimensiones del ave, cuya cabeza cómodamente alcanzaba la altura de su ventana, pudo ver frente a frente los iris violeta y la curiosidad con la que el ser, libre de toda oscuridad, le miraba.  Habría disfrutado del momento entendiendo por la naturaleza de la criatura que ningún peligro ocupaba, pero nada sabía de la jinete, la cual al más tenue de sus descuidos, se había movido entre el ave y el pequeño tejado justamente a la altura de su habitación, quedando frente a frente.

Se movió cuando la oculta figura se apresuró a entrar por la ventana, forzándola a retroceder. —¿Qué quieres? ¿Por qué vienes como un ladrón en plena noche?— Shizuru guardó las distancias ante la sombra que se le aproximaba procurando no mostrar temor alguno y preparándose para ofrecer batalla si la ocasión lo requiriese, lo cual le hizo notar un aditamento con el que no contaba cuando entró en sus sábanas buscando dormir, un brazalete en la mano derecha, una extraña sabiduría le hizo entender que no menos que un escudo y un arma, era aquel objeto, sabiendo instintivamente la forma de maniobrarlo; oía los pasos de sus hermanos por el pasillo, tan próximos como sus acelerados latidos.

Los iris escarlata temblaron, cuando la tenue luz de la lámpara le permitió ver una fracción del rostro de aquella intrusa, la sección que las prendas no cubrían, observando en sus ojos una esmeralda tan única que la hizo estremecer, las negras cejas y una horma tan particular que... —¿Na... Natsuki?— Preguntó con anhelo y una mezcla de temor, dudando ya de la propia cordura. Acto seguido, sin cuestionar nada o pensar en otra cosa, Shizuru se aproximó a la morena cortando la distancia en una zancada tan veloz, que acabó envolviendo en sus brazos y prodigándole un beso a sus labios callados, una caricia tan intensa como sus sentimientos lo eran sin dar oportunidad a evasiva alguna. Y todo era perfecto de nuevo en su vida, salvo porque la otra, la inmóvil mujer no le correspondió en lo absoluto.

Shizuru se apartó con extrañeza, mirando directamente aquel par de pozos verdes, ante la estupefacta figura de la que retiró sus brazos y cualquier proximidad. A su espalda Akira, Takumi, Mai y Mizue, observaban la escena contrariados, el único hombre del grupo, no sabía si apuntar o no con su arma a la extraña figura que su hermana acababa de besar tan efusivamente, pues la alarma de la pelirroja le había asegurado que se trataba de un peligro mortal.

En cuanto Sherezade pudo reaccionar ante las circunstancias inesperadas, negó con la cabeza, bastante azorada por el apasionado recibimiento. —So... sólo...— Aclaró su garganta para recuperar el temple, con la seriedad que la situación requería. —Sólo soy mensajera esta noche, señora Di' Kruger.— Retiró la capucha y luego abrió el broche que sostenía su abrigo con un movimiento tan lento que daba tranquilidad a los reunidos y le evitaba un disparo a manos del joven castaño de ojos grisáceos, si la amenazante postura de combate de un Okuzaki no le advertía ya de una posible batalla, conocía de antemano la técnica ninja del célebre grupo. La capa se deslizó sobre la hermosa anatomía hasta llegar al suelo, dejando a la vista de todos un aspecto por demás cautivador, propio de los hijos de argos, pero demasiado atrevido para los cánones de la reservada Tsu. Takumi quien no despertaba del todo, contempló el exceso de piel expuesto con interés, pues nunca había visto a nadie tan escasa de ropa, circunstancia que le valió un buen golpe en las costillas, por parte de su prometida a quien Zade confundió con otro muchacho.

Shizuru tragó saliva, incapaz de pasar por alto el parecido de la muchacha de argos con su esposa, así mismo la más cruda vergüenza embargó su rostro, abochornada por el ímpetu cuya confusión le había ocupado besar a una desconocida. ¿Pero quién podría culparla? La chica era casi una remembranza de cierta celebración en primavera, hace ya algunos meses, durante un celestino simarik bajo la luz de las estrellas. —Imploro me disculpe, yo en verdad la...—

—Ciertamente... no es la primera en confundirme con su alteza, 'El doncel de hielo', Natsuki Kruger.— Añadió para suavizar un poco la tensión que llenaba el ambiente. —Principalmente ahora, que no lleva esa máscara en el rostro todo el tiempo.—

—La conoce...— Afirmó Shizuru evaluando silenciosamente el aura de tonalidad dorada que la pelinegra desprendía, su brillo se había confundido con el del fénix, buscó con la mirada notando que este ya no aguardaba fuera de la ventana, ahora era simplemente un pequeño pajarito revoloteando alrededor de su ama, pero invisible para algunos de los presentes.

—Por ella estoy aquí...— Informó con serio semblante la joven Zagara.

—¿Cómo saber que no eres alguien al servicio de Nagi?— Dudó la leal sirviente de la familia Kruger empleando un tono ronco y desconfiado; sigilosa se aproximó a la morena asegurándose de cubrir el ángulo entre ella y su protegida, pese a todo Akira la miraba como todos, con aquel extraño dejávù al ver a la joven cuyo aspecto tanto contrariaba a los presentes.

—Lo fuí...— Confesó la argita con tono serio. Aquellas breves palabras fueron suficiente para que la mira de Takumi le apuntara con decisión.

—No podrás herir a nadie, si no es sobre mi cadaver.— Del mismo modo que la Okuzaki, tomaba amenazantemente una Kunai del cinto de sus pantalones dispuesta a someter a su enemigo.  —O el mío.— Acotó Takumi, robando una sonrisa silenciosa a su prometida.

Zade tensó la mandíbula molesta, estaba cansada y deseando retornar a la mayor brevedad, con la esperanza de ver a Nao a salvo. —No tengo tiempo para esto, señoras, señores... vine aquí porque fue la única condición que Natsuki Kruger me exigió a cambio de ayudar a quien es mas importante para mí.— Cuidadosa y lentamente, movió su mano sobre su cinto, donde las amarras sostenían una bolsa en cuyo interior tanto la carta como el anillo reposaban.

Aún con el dedo en el gatillo Takumi no perdió de vista a la mujer, quien con una mano elevada para delatar su indefensión, exponía con la otra la carta enrollada dentro del anillo, uno que Shizuru conocía en detalle. —Una carta para usted... y su anillo, eso es todo.— Asegurándose de no conceder ninguna proximidad, Akira tomó la bolsa antes de que Zade pudiera aproximarse más a la futura madre y después de valorar inofensivos los objetos, los aproximó a la castaña expectante, quien las sostuvo con manos temblorosas.

—¿Quién eres muchacha?— Interrumpió la recién llegada abuela Sanae Kuga a quien el alboroto no le pasó inadvertido, arribaba en compañía de la anciana Fujino, las dos sin dejar de apreciar el parecido de la muchacha con su nieta.

—¿Abuela Xana?— Pregunto Zade con la mirada cristalina, pues no había visto a un solo miembro de su familia, además de Darsiv, en al menos 9 años; y la mujer de blanca melena era el vivo retrato de su querida abuela, aún si ahora su recuerdo fuera algo borroso.

—Oh querida...— Dijo Sanae igualmente conmovida. —Hablas de mi hermana, Xana... a quien puedo ver ahora a través de tu rostro.— La anciana Kuga se aproximó incapaz de contener sus emociones por el que ella consideraba un regalo del destino y de la vida. —Yo soy Sanae Pereamus, Di' Kuga, su hermana menor.— La anciana enunció primero su nombre de soltera y luego el apelativo de casada, para darle la oportunidad de evaluar si era o no genuino el lazo. La argita abrió los labios, pero no sabía qué decir, se quedó en silencio mirando a la mujer con la que ciertamente tendría algún parentesco.

—Ah... Es prima de Natsuki en tercer o cuarto grado, eso casi explica que sean como gemelas.— Acotó Mai para justificar el error de percepción de su hermana, que esperaba jamás saliera de los labios de ninguno de los presentes.

—Ella es mayor que yo 3 años.— Aclaró la pelinegra de ojos verdes, sin estar del todo clara en su parentesco con la lobuna y manteniendo todavía las distancias con aquella mujer tan parecida a su abuela. —Pero crecemos rápido por el entrenamiento.— Añadió sintiéndose ya incómoda por las miradas curiosas puestas sobre ella; y aquello era mucho decir teniendo en cuenta que había bailado danzas sugerentes ante decenas de personas.

—Al menos podrías decirnos tu nombre... ¿Por favor?— Intervino Mizue, quien asimilaba como todos, el que aquella desconocida resultara ser un miembro de la familia por el lado de los Kuga.

—Soy Sherezade Zagara, fuí sacerdotisa del valle negro, en la nación de Argos.— Se inclinó ceremoniosamente, sin poder evitar un dejo de ironía. Suspiró. —Circunstancia que nos reúne hoy aquí, para bien o para mal.— Miró de soslayo a la silenciosa castaña, quien leía la carta que le había sido destinada.

No soy yo quien está frente a ti, 

Es sólo mi voz apagándose en la noche
Seré la sombra de lo que fui alguna vez
Sin poder deshacer las memorias
que corroen cada fragmento sobre ti.


Así, ya no puedo traerte a mi mente
sin sentir esta fría oscuridad...
De ese modo terminó, una y otra vez

Lamentando el pasado entre las dos.


Tomaré de la cruda copa,
beberé del mismo veneno
que tu padre sirvió para mí...
Dejaré morir cualquier bondad,
Y no contendré nunca más
Al monstruo que siempre fui

He muerto de alguna forma
no soy a quién recuerdas,
puedes llamarte viuda,
o sólo fingir que nunca existí
Haz lo que te haga más feliz, sé libre de mí,
No cruces nunca más nuestro caminos.
No hagas que pueda odiar más...
si por ti, su vida perdoné.

Natsuki Kruger

Callados cristales se deslizaron por las níveas mejillas, sus nudillos palidecieron estrujando con fuerza y dentro de su palma, la gema que representaba su unión y ahora parecía inútil al no ocupar el lugar establecido en su original portadora. Una decena de emociones la embargaron y tantas otras preguntas. “¿No harás nada?” Le pareció escuchar la voz en remembranza de su sueño. La tristeza que no tardó en ser reemplazada por enojo y negación, llenó el rostro de Shizuru de una resolución implacable. —Alguien tendrá que sostener estas palabras y verme a la cara para decirlo...— Aún con las nefastas circunstancias que rodearon su separación, no podía su alma siquiera contemplar la idea que aquellas mortíferas palabras le murmuraban. —¿Acaso ella ignora la gestación de nuestras hijas?— Dejó escapar la duda sin esconder la confusión en su rostro.

—No... ella conoce su estado...— Aclaró Zade.

—Y aún así se atreve a...— La ira se hizo notar en la cara de la castaña, cuyo sonrojo y tensión delató de inmediato el disgusto.

La de ojos verdes miró con cierto espanto a la joven encinta, como si supiera que pronto vería el infierno desatarse. —Kru... Kruger derramó numerosas lágrimas al saberlo... podría decir que sólo eso la mantuvo en pie a pesar de...— No había una forma de decirlo con tacto. “¿La tortura? No... ni en broma podría decirle tal cosa.” —Las circunstancias—

—Lo que dices... contradice a esta carta.— Se adelantó Shizuru con el papel estrangulado entre sus dedos.

—Hija... ¿qué dice la carta?— Preguntó más que preocupada Mizue al ver lo roja que se tornaba la tez clara de su niña.

—Natsuki pretende de esta ruin manera, deshacer nuestro enlace. ¿Habrase visto tal cobardía?— Soltó aquella expresión sin mediar pensamiento alguno.

—¡Miserable!— Gritó el normalmente silencioso Takumi; y una queja, anunciaba otro golpe menos gentil en la cabeza que cierta pelinegra se había ingeniado para darle con un peine que tuvo a la mano para lanzarle.

—Su alteza jamás haría tal cosa.— Reprochó Akira con sus ojos amatistas puestos todavía en la extraña visitante, la cual le generaba todavía sospecha.

—Akira...— Reprochó Takumi. —¿Con quién está tu lealtad?— Cuestionó, incapaz de comprender que Natsuki dejase plantada a su hermana encinta y tras de todo su prometida defendiera un acto tan ruin. La aludida guardó silencio mirando confusa al castaño de iris grisáceo...

—No imaginé tal cosa...— Susurró Mai procurando evitar una disputa entre los novios, aunque sin comprender cómo alguien por cuyos sentimientos habría puesto las manos al fuego, ahora se desentendía de lo que para muchos sería un regalo de los dioses. —Tal vez tuvo... miedo a la... ¿paternidad? podría pasar ¿No es así?— Intentó defender lo indefendible la pelirroja.

La Zagara quien conocía de primera mano los acontecimientos, entendía perfectamente las acciones de Natsuki. Las atrocidades que había visto en el castillo barbarak, la manipuladora ponzoña de Nagi, sumada a la vejación de una noche que ella tampoco sabía perdonar. —No es ocasión de juzgar. Ninguno de ustedes se hace una idea de lo terrible que ha sido este tiempo, o cuanta sangre ha sido derramada por la avaricia de los Artai, ni cuán profundas fueron sus acciones para poner las cosas a su favor, así como la desidia de los Kruger Blan concedió tantas cosas dejándonos en una desventaja considerable; yo misma me pregunto cómo no hemos perdido la cordura, Ja... pero ¿quién podría asegurar que no la perdimos ya?— Hizo una sonrisa que lejos de ser alegre era el paradigma de la tristeza. —La verdad es que...— Miró a Shizuru sosteniendo en su mirar la misma intensidad que Natsuki ocupaba al verla o así lo sintió la castaña. —Yo aprendí a detestar a la familia Kruger desde que era una niña, su existencia llenó de infortunio mi camino, pues por su sombra mi hermano y yo fuimos esclavos de aquel tirano.— Zade levantó su mano formando el uno con el dedo índice de su mano. —Solo una bendición debo a esta pesadilla... por este sendero que recorrí, yo conocí a la persona por la que daría mi vida sin dudarlo, incluso si las personas piensan que no tiene sentimientos o es un monstruo, ella es todo lo que soy...— Tragó saliva sin atreverse a murmurar el nombre de Nao, sabiendo de antemano cuán detestable sería para la joven esposa. —Y así, cuando apareció Natsuki Kruger, la detesté con cada fragmento de mi alma y por mi parte, habría celebrado su muerte sin reparos.— Admitió sin vergüenza, horrorizando con ello al grupo, mayormente a la anciana Kuga y a Shizuru. —Pero es fácil odiar a alguien a quien no conoces, al rumor de la persona que es...— Se mordió los labios. —Es más difícil aceptar que no todo lo que sabes es cierto, que estas equivocada... eso sentí cuando Kruger perdonó la vida a mi hermano, Darsiv, porque ella la tuvo servida en sus manos. Su piedad fue más fuerte que su ira, entonces ¿Cómo podría ser el monstruo que todos me describieron?—

—Ella jamás fue un monstruo...— Repuso Shizuru, haciendo un zurullo del papel que fuera aquella carta y sosteniendo el anillo de bodas de su esposa entre sus dedos. —Yo no podría creer esta basura, ni siquiera si la escribió con su puño y letra... necesito que me lo repita mirándome a los ojos.—

—Hay cuanto ignoras Fujino, pero son sus asuntos, exclusivamente suyos. Solo le advierto... ella no es, ni será la misma persona que recuerdas, pero puedo asegurarte que al menos en lo que a sus hijas refiere, ella jamás escaparía.— De eso estaba más que segura, sobre su sentimientos... esos no los tenía tan claros.“Toda una ironía, yo temo que Kruger robe el corazón de Nao... si no lo tiene ya en sus manos; y esta inocente persona, espera que Natsuki aún la ame...” Negaba en su fuero interno. —Por ahora es todo cuanto puedo decir o hacer, Fujino... así que sólo le pediré una cosa para continuar mi camino, como dije, la vida de la mujer que amo, depende de ello... y Kruger necesita su violín para salvarla.—

—Solo hay una manera de saberlo, y no esperaré aquí.— La ignoró olímpicamente, maquinando ya sus propias acciones.

—Pero hija... ¡es muy arriesgado que viajes así!— Dijo más que alarmada Mizue, aunque la abuela Kaede le sujetó el hombro impidiendo cualquier aproximación de la castaña más joven, pues no tenían ya a una nieta o hija ante sus ojos. Era una esposa y una madre, la señora Di' Kruger.

—Es peligroso para usted y sus hijas... Di' Kruger— Añadió lo evidente Akira, sabiendo de antemano que si algo le pasara a la joven madre o a sus vástagos en su guardia, jamás podría ver a la cara a Natsuki, incluso cuando esa parecía su intención.

—Yo tengo en mente otro medio de transporte.— Murmuró lo último con una sonrisa cautivadora sin dejar de mirar a Sherezade. La aludida no lo entendió de inmediato, al menos no hasta que la tensión se acumuló un poco en el aire ante su silencio y los ojos de todos se posaron sobre ella esta vez por algo más que su parentesco con Natsuki. —Volar... por ejemplo.— Añadió Shizuru.

Los iris esmeralda temblaron y los párpados se abrieron espantados. —Noooo... ni lo piense, no puedo hacer tal cosa— Si Kruger la había enviado a llevar una misiva con la clara intención de alejar a la castaña de su arriesgada misión, ni de broma llevaría a la castaña ante ella al lugar más peligroso del mundo. —Sé de alguien que está muy de mal humor y me mataría por ello, o peor...— Se espantó pensando en las oscuras posibilidades sobre Nao.

Shizuru suspiró, no quería hacer las cosas de esa manera pero, Zade no estaba por colaborar. —Podrías no encontrar nunca ese violín.— Claramente era un tesoro del que Shizuru no se había apartado ni por error, ver el instrumento traía a su memoria momentos más dulces, ecos de las bellas melodías que un día Natsuki interpretó para ella.

—No serías capaz...—

—Oh... querida. Si es la única persona que habrá de llevarme con Natsuki, puedo extender todos los gestos amables que desee, pero si la suya fuera una negativa... me temo, tendrá que ser de otra manera, porque no pienso consentir por un instante más, el que mi esposa se crea que puede apartarme de su camino sin que haya consecuencias.— Sin esconder su intención Shizuru dejó fluir su espíritu a través del brazalete que cierta deidad le obsequió en una pesadilla, con ello, una lanza tan roja como la sangre se formó en su mano y a su espalda la sombra de una guarda espiritual, le dió una vista anticipada de la criatura a la que tendría que enfrentar la argita si se negaba a su exigencias. Los demás miembros de la familia allí reunidos, observaron incrédulos la aparición del arma escarlata, cuando solo Mai podía apreciar a la doncella del mausoleo a la espalda de su hermana.

Sherezade suspiró, ¿si Nao tuvo una bestia espiritual siendo la primera prometida, por qué Shizuru Fujino siendo la segunda no tendría una? Negó con la cabeza por la infortunada casualidad. —Conozco su fortaleza, la vi en los campos de trigo...— Admitió sabiendo que no se trataba de alguien a quien pudiera subestimar, después de todo... de algún modo el destino o los dioses mismos habían elegido mujeres poderosas para cruzar sus pasos con los de la bestia de Fukka. —Pero me espantan más otros terrores... incluso si tengo que ir a Windbloom a comprar un violín nuevo... no la llevaré conmigo.— Aún con alerta por el peligro que suponía la castaña, mantuvo las distancias y las manos próximas a un arma que deseaba no tener que usar.

—Si sabe de antemano lo que soy capaz de hacer... si conoce el peligro que pone sobre sí misma con cada negativa que propone, no deja de causarme curiosidad. ¿A qué le teme tanto?— “incluso más que a mí” Shizuru levantó una ceja, manteniendo por el momento la calma.

—Como lo dije ya, mi vida no me importa en comparación con la de aquella a la que quiero salvar, mi miedo más profundo es la extinción de su aliento... y muy a mi pesar, el humor de Natsuki Kruger puede ser, sin duda... un factor que favorezca o importune sus circunstancias— Vió la comprensión de Shizuru, ante la confusión de los demás, quienes sin duda desconocen mucho de la familia con la que terminaron emparentados, pero no había tiempo para explicaciones más profundas. —Así que espero puedas perdonarme, pero necesito a Kruger lo más serena posible y tú sin duda, puedes causar muchas cosas en ella... es un riesgo que no puedo correr.—

La hija de Mizue sonrió, deshaciendo ante la atónita mirada de sus acompañantes el arma rojiza. —Tu predicamento no es tan grave, si temes el cómo se afecte el humor de Natsuki con mi presencia... simplifica lo complejo, llevarás el violín y a mí contigo, pero yo no me mostraré hasta que ella haga lo que debe en acuerdo con su palabra, salvar a la chica que tanto te importa.— Los labios abiertos de la pelinegra menor, le hicieron ver que tenía un punto. —Por lo que puedo entender, el qué tan feliz este después de salvar a tu amada, no es un asunto que te incumba y por el tamaño del Fénix que te acompaña, mi carga no es algo que te afecte en demasía.—

—Si... Shizuru va... yo iré con ella.— Exigió Mai antes de que el acuerdo estuviera sellado. Abriendo a la vista otro predicamento tal, que los ojos de Kaede, Mizue y Takumi amenazaron con salir de sus cuencas.

—Si alguien va a acompañarlas al lugar más peligroso de la tierra, esa seré yo...— Intervino Akira, sabiendo de los riesgos que ocupaba el camino de vuelta a Fukka.

—Y yo.— añadió Takumi, probándose como hermano mayor de las dos damas.

—Hey... yo no dije que fuera a llevar a más de uno.— Tampoco pretendía ser la mula de carga al antojo de aquellos señores. —Y no es por ofender, pero al menos ellas dos tienen la capacidad de protegerse a sí mismas...— “aunque la pelirroja tiene un poder aún dormido” Caviló un instante. —Lamento decirlo, pero ustedes dos...— Señaló a los 'dos hombres'. —Serían peso muerto.—

Ante las palabras de la morena, Shizuru supo que al menos por el momento, las cosas resultarían a su favor y en concordancia con sus deseos de ver una vez más a su esposa. Observó ajena la discusión que suscitaron las palabras de la hermosa argita, mientras Okuzaki exigía ver resarcido su honor y su hermano intentaba serenarla abrazándola por la espalda, ante la expresión extrañada por la evidente relación que los dos 'hombres' tenían. Sin perder tiempo se aproximó a sus cajones y tomó de ellos las prendas indispensables para su viaje, no sin la ayuda de Mai que de una u otra forma se había asegurado un paseo en fénix a Fukka, cosa que celebrarían si no fuera por las circunstancias que originaron el viaje; así mismo la menor de los Fujino, intuyó que más que solo su hermandad las llevaría a ese lugar, una deidad con nombre propio y ojos dorados muy hermosos, seguramente había incitado un poco más las motivaciones de la pelirroja y no sería algo que reprochara jamás, porque entendía a Mai a la perfección. La preocupación sin embargo, no abandonaba su hermoso rostro cuando la mano femenina de dos mujeres se apoyaron cada una en uno de sus hombros, al mirar atrás, vio los ojos de azul grisáceo de su madre y los borgoña de su abuela.

—Las mujeres de nuestra familia jamás se rinden, no intentaremos detener lo que claramente harás con o sin nuestra aprobación.— Explicó Kaede, mientras traía una bolsa de viaje consigo.

Otra voz, la de su madre le animó de igual modo. —Por eso nos aseguraremos de orar suplicando a los dioses una protección mayor y te ayudaremos a poner todo en orden con mayor celeridad.— Mizue volvió la vista sobre su hija mayor. —Aunque no entiendo a tu hermana, esto si que me deja sorprendida.—  Veía el cómo Mai se interponía entre Zade y Akira que estarían contemplando un combate real. No pasó mucho cuando Sanae jaló de la oreja a Zade para evitar el altercado y comenzó a regañarla con un tono por demás tierno sobre cómo comportarse. La zagara quien observó la técnica patentada de reprimendas especiales de Xana en el mismo gesto, no tuvo más remedio que sonreír ante la curiosa anciana.

—¡Oh madre!— No pudo evitar un tono de congoja en su voz. —Espero que pronto todas las cosas sean dichas y sea resuelto.— Abrazó a las dos mujeres esperando que sus acciones, no la llenaran de arrepentimientos futuros. —Ruego que volvamos a reunirnos y esté nuestra familia completa.—

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El viento tibio agitaba sus cabellos, la vista era espléndida a pesar de la oscuridad de la noche... porque sin duda, volar en un fénix no era la clase de cosas que pudiera hacerse todos los días. La calidez que manaba el ser en su plumaje, el cual pareciendo fuego no quemaba, pero vaya que iluminaba y brotaba calor, hacía de su cercanía el perfecto abrigo contra las inclementes condiciones climáticas en los cielos nevados de la tierra de Windbloom. Los ojos escarlata veían pasar las arboledas, la montañas y ríos, apreciaba las brillantes lámparas de los poblados cuyos habitantes se preparan para el amanecer, que no tardaría en llegar más que algunas horas después. Suspiró volviendo la vista hacia el cielo sobre su cabeza donde las estrellas brillaban tan limpiamente, como un espejo de agua con infinitos puntos luminosos, casi al alcance de la mano... la cual elevó anhelante sin dejar de aferrar la otra al amarre de su asiento, aún temerosa de caer al vacío, mas sólo alcanzaron sus dedos las húmedas nubes disipándose como la bruma a través de las hendiduras. Mai quien estaba tan maravillada como ella, no solo del paisaje, sino del fénix que le daba soporte a sus cuerpos, acariciaba las plumas al alcance, sorprendida de que todo aquello fuera espíritu solidificado por la buena voluntad de Sherezade... se vieron a los ojos una la otra, con una sonrisa cálida; no necesitaba decir sus motivos, las dos los conocían.

La argita ni siquiera usaba una montura, ella simplemente estaba sentada en posición de flor de loto en plena concentración para mantener el tamaño y el vuelo del fénix, además del escudo que los envolvía... una parte de sí, dudaba si se trataba de un truco para evitar cualquier conversación, pues cuando le pregunto a Zade acerca de las cosas horripilantes que había referido en su conversación sobre Natsuki y el cómo era diferente, la chica simplemente alegó que no tenían tiempo para esas cosas y que en tal caso la persona más indicada para decir algo al respecto, era sin duda la propia Duquesa. No es que no estuviera de acuerdo sobre lo inapropiado que era revelar las cosas de la Kruger, eso incluso hablaba bastante bien del buen secreto que ocupaba la joven Zagara, pero técnicamente no había secretos entre ellas, eran esposas... o esperaba que siguieran siéndolo.

Eso era lo más indignante de todo, el cómo la mujer que amaba le daba la espalda por un conflicto que observado con ojo crítico, no debería romper su enlace. Satoru era su padre y sus acciones a todos los Fujino avergonzaban, pero no podría tomar la responsabilidad por lo que él hiciera, no estaba dispuesta a perder la felicidad que tan a la mano estaba, por la tozudez de uno que... ya no sentía su padre. No cuando la sola idea de no tener a la madre de sus hijas para el camino que se divisaba por delante en sus vidas, era la clase de cosa que le hacía sentir la garganta tan apretada como para no poder respirar.

—¿Estarán bien? Esta altura es un poco intimidante, imagina cómo se ve para ellos— Murmuró por lo bajo Mai, mientras señalaba con su dedo a la posición de los otros dos pasajeros.

Abstraída en sus pensamientos casi olvidaba que, de una u otra forma, Akira y Takumi se las ingeniaron para convencer a Zade y supo por el movimiento en la habitación del mayor, que hasta sus ahorros ofreció en pago. No quedó tan claro qué pidió a cambio la ojiverde, finalmente accedió advirtiendo que no irían en clase alta, si es que la parte del lomo se consideraría eso; el ir atados a las patas del fénix, quien al volar tenía el acto reflejo de esconderlas a la altura del vientre, significaba que ineludiblemente su hermano y su cuñada estarían de cara al abismo, más que oscuro por la noche, pero envueltos por el mullido plumaje a sus espaldas.

—Eso espero—

No tardó en llegar la luz del sol, acariciando las montañas blancas, unas que el grupo reconoció con familiaridad, pues se trataba de la cordillera escudo que separaban a Fukka de la nación de Artai. Con el corazón en la mano y los nervios de la espera ansiosa, observaron cómo poco a poco el fénix comenzó a descender en una meseta relativamente alta, donde según las propias palabras de la argita, se ubicaba el templo de Ame no Mikoto, la diosa Gato. Siendo prudente y esperando que la duquesa no estuviera en las proximidades, las patas de Chaira alcanzaron tierra nevada no sin dificultad, en lo que parecía una arboleda pequeña al lado derecho del templo. Habiendo cesado su rezo, la hermosa y gigantesca ave se desvaneció, dejando sin soporte a los viajeros. Tan solo Shizuru fue atrapada por los cuidadosos brazos de la argita, quien delataba sin duda, tenía una figura atlética y unos reflejos envidiables, propios de quien está preparada para la batalla. Mai simplemente cayó encima de su cuñada, quien apenas se quejó un poco, pues las ataduras le impidieron sujetar a la dama como era debido.

—Dame el violín y aguarda el momento propicio, de ser posible una vez la curación esté completa.— Zade sabía que pedía mucho a la paciencia de la castaña, pero solo por esa condición le había traído a ella y a los demás. —Por favor.— Musitó depositando cuidadosamente a Shizuru en el suelo.

Aún si era una persona diferente, no podía evitar ver algo de Natsuki en la chica y con ello sentirse entre enojada y desarmada al mismo tiempo. Así mismo se preguntaba quién sería la dueña del afecto de la chica, porque bastante había hecho la muchacha en demostración del mismo, en el fondo esperaba que fuera correspondida. —Espero que todo salga como esperas...— Le entregó el violín contenido en la funda sólida, que antes abrazaba a su pecho con fuerza.

—Lo mismo digo...— Sonrió. —Ocultense.— Con tono serio se dio la media vuelta y corrió hasta llegar a lo que antaño fuera un hermoso jardín, y ahora era un cúmulo de malas hierbas, lozas derruidas, aguas putrefactas en fuentes estancadas y el centro de un campamento militar donde los soldados se movían de un lado a otro siguiendo las órdenes de sus superiores, en aspectos tan primarios como la construcción de puestos de vigilancia, la preparación de fogatas para disponer alimentos y áreas de primeros auxilios para los que se vieron afectados en la batalla previa o los pobladores que comenzaban a llegar al lugar.

—Necesitamos de todas las armas encantadas posibles, incluso los cañones...— Puntualizó Nina quien sobre una mesa de cristal, mano de obra de Natsuki seguramente, había puesto un mapa y exponía lugares estratégicos a Sergei y Ankara. —Tenemos que traer a los supervivientes a un lugar en el que podamos protegerlos, porque señores, ese lugar será un campo de batalla al anochecer de mañana.—

—Traer todo eso hasta aquí, incluso a la gente... dejará exhaustos a los soldados, serán presa fácil en la hora de la batalla.— Esa era la verdad, aún con una escuadra y los amigos de Tsu, eran pocos para la magnitud de la tarea.

—Yo puedo... traer pesadas cargas en poco tiempo, siempre que me permitan descansar adecuadamente esta noche, les serviré en lo posible— Se atrevió a interrumpir la de iris esmeralda.

—Gracias... eso será de mucha ayuda srta. Zagara.— Respondió Nina con un asentimiento de cabeza que delataba su genuino agradecimiento, mientras los demás se aclaraban la garganta, su parecido estaba resultando incómodo para muchos de los miembros del grupo, los cuales ahora sabían que la chica trabajó para Nagi durante años, pero que cambió de bando en el último momento. Ankara y Sergei temían que volviera a cambiar de opinión en cualquier momento y desconfiaban solo por seguridad.

—¿Y la Duquesa? ¿Dónde está Nao?— Cuestionó lo urgente, lo que la emoción le exigía saber.

—Nao vive...— Informó lo que dedujo sería más importante decir. —Natsuki pudo con suma dificultad detener las hemorragias de sus heridas internas, pero no cerrarlas por completo, la pusimos cerca del fuego para mantenerla en calor y nos rotamos para vigilar, ahora ella está a su lado... por allá.— Le señaló con el dedo una de las piras más grandes en el centro del lugar, era con la que entibiaba el ambiente usando los restos del templo.

—Gracias...— Musitó tomando camino del lugar con paso presuroso.

En cuanto hubo una prudente distancia, el ex prometido de la morena no tardó en exponer su disgusto frente a la situación. —¿En serio confías en esa mujer?—

—No del todo, pero la misma Natsuki me dió a saber que su colaboración para lo que se avecina, es algo que precisamos...— Suspiró un poco, ella no pensaba tan diferente a los demás, tanta confianza era peligrosa. —Los riesgos que enfrentamos afectan a todas las naciones, si fallamos no importa a dónde vayan... la criaturas les perseguirán siempre. Es de conveniencia mutua una alianza. Pero como todos, los Zagara serán juzgados en respeto de las leyes de nuestra nación, si nos apoyan en esta lucha eso también será considerado, pero no podemos discutir esas cuestiones ahora mismo ¿comprenden?— Los dos hombres asintieron sin más y sabiendo de antemano que la chica podría con su fénix traer la preciada carga, decidieron destinar soldados para las otras tareas.

La sacerdotisa del valle negro arribó a la posición de Natsuki y la halló dormitando en la posición de la flor de loto, a un lado de una improvisada combinación de pieles que hacían las veces de lecho a una inconsciente Nao. “Valiente gracia” Pensó en su fuero interno reprochando la inútil vigilancia de la morena y aproximándose por el lado opuesto, el más próximo al fuego, para descubrir la cara de la bailarina y cerciorarse de sus respiros. Empero su mano no alcanzó la meta por cuanto cinco gélidos dedos se cerraron alrededor de su muñeca con fuerza implacable, así al levantar la vista sobre el rostro pétreo de la ex bestia de Fukka, vió sus párpados abrirse lentamente. Su oído más agudo, atenía lo que el aparente cierre de sus ojos omitía...

—¿Trajiste mi violín?— Preguntó con la voz ronca, soltanto la mano de la joven.

Zade bajó la carga en su espalda y la entregó a su propietaria con prontitud, y hasta extrañada por no haber visto interés alguno en la receptora de una carta que fue condición para recibir su ayuda. —¿No preguntarás por ella?— No pudo contener la duda, de fondo, saber que eran familia había desdibujado un poco una barrera que se autoimpuso la argita desde el principio.

—Sé que está bien, por tu expresión... de pasar algo malo, tu rostro tendría un letrero enorme y tus labios no sabrían cómo decirlo, tartamudearías.— Dijo perspicaz mientras deshacía los broches de la funda para dar paso al bello stradivarius que sin duda era una joya al uso, solo de su propietaria.

—Me refiero a... más que sólo eso. Su expresión cuando...— Intentó explicar la argita y solo una mueca de disgusto le fue devuelta.

—No, no digas nada...— Con un ademán que obligaba a detenerse y dar ocasión al silencio, Natsuki se puso de pie irguiéndose desde la posición de loto hasta quedar recta.  Se alejó hasta ocupar una pierna en la base de la fuente desecha y lodosa, con un par de arpegios hábiles se aseguró de afinar las cuerdas para que el sonido que de ella naciese, fuera perfecto. Apenas estuvo satisfecha, con el arco y el instrumento en la posición adecuada miró a las personas que detenían sus quehaceres para verla, con curiosidad. —Sea deprisa lo que resulta más que ingrato. Hagamos pues de este basurero un lugar digno de la diosa y que plante cara... a quienes le fueron leales, incluso sin que lo mereciera.— Dejó el ardid en el aire, sabiendo que lejos de la vista, la escurridiza deidad todo lo veía.

Más lejos y ocultos, se detuvieron ciertos latidos en el momento mismo en el que esos iris rojizos pudieron contemplarla de nuevo, aún escondida bajo el cubierto de un viejo roble en deja vú a un instante pasado, suspiró una hija de Tsu al verla erguirse tan gallarda, cuando sacudióse por el viento una gabardina negra que era a su entender, un pobre abrigo para tal frío, aún así Natsuki no parecía afectada; Shizuru retuvo a su espíritu para no correr a abrazarla en cuanto su rostro pálido pero perfecto llenó sus pupilas, “odiosamente bella” Pensó, sería más fácil reprochar si aún portara la máscara del lobo, admiró, apreciando su esmerada concentración afinando el violín.

El doncel de hielo rozó el arco en principio con aparente timidez, larga la nota hizo sospechar de una melodía propia de los salones de los reyes Windblemios, pero contrario a todo, abruptamente la voz del violín produjo sonidos cadenciosos que trajeron de inmediato la memoria de las tierras áridas de Argos. Los oídos escucharon y las dispersas mentes de los presentes atendieron a los sonidos que atraían con tan solo oírlos, en un misterioso sonar que ignoraban lo que podría significar, pero no podían dejar de escuchar. De lentas y largas notas a rápidas, se contaba una historia que repicaba en el ambiente, como lo hacía el golpeteo rítmico de Natsuki en el suelo, acompañándose el violín con la percusión metálica de sus botas sobre la piedra.

Cautivos del hechizo, contemplaron los ojos de todos el brillo argento que rodeó a la intérprete y con el fulgor, una infinidad de hilos se extendió en toda dirección, siendo los más fuertes y visibles, quienes alcanzaran la figura inconsciente de Nao, a quien una fuerza invisible hizo levitar en el acto, más impresionante aún resultó ser, que la voz grave de Natsuki ocupó el breve silencio que se dió... llenando el vacío con la historia que antes su instrumento contó en el idioma original de la tonada.

Guarda silencio mi único amor
Acalla sus labios, cierra sus ojos...
¡Dioses! Déjenme mirarla dormida
Velaré los sueños del alma mía.

Palabras con significado eran aquellas, escuchaba una que escondida tras los árboles observaba los acontecimientos, mas sintió clavada la espina en su costado, una en el alma y no en la carne. ¿Por qué tan apasionada melodía le era dedicada a esa, que no tardó en reconocer como Nao Yuuki? Una víbora que envenenó su enlace en cuanto tuvo la ocasión y que con mentiras le torturó el pensamiento. Malo era, muy malo, que la querida de Sherezade fuera justamente tan nefasta criatura. Se mordió los labios guardando injurias al silencio y la soledad, una que la mano tibia de su hermana sobre su hombro apartó por un momento.

Duerme dulcemente doncella
y no despierte, que no despierte,
aunque el mundo caiga a pedazos
y mis suspiros no llegue a escucharlos.

Viendo a su mujer perderse en la que supo hace tiempo era una pasión para ella, contempló como aquella vez, la primera; la magia y la entrega que Natsuki ocupaba siempre al tocar su violín, cerrados sus ojos, ágiles su dedos, elegante su arco, vibraba como las ondas y su fuerza verdadera lo llenaba todo, transformándolo en el acto. Murieron poco a poco y entre notas las malezas, el agua putrefacta se tornó cristalina e incluso las lozas recuperaron el nivel puliendo el suelo bajo los pies de los soldados. Tal maravilla le hubiera llenado de gozo como lo sentía en sus entrañas, de no ser porque otra vez su voz, la trajo a la realidad cruda; palabra dulces, en nombre de otra dama.

Construiré un castillo que dure mil años
haré brillar las estrellas en el firmamento
y llenaré de flores el camino que ella pise

Sumergida en la tonada, la morena se movía, paso a paso sobre la lozas reconstruidas a base de aquel cristal azulado, volviendo a su gloria, el jardín era cada vez más semejante al que Mai una vez soñó; cambiaron ante los ojos de todos las estructuras derruidas de esculturas incompletas que volvieron a su forma original, llenando el cristal de diversos colores los espacios faltantes. Así mismo, crecieron rosas blancas y rojas formando enredaderas en los bordes del camino, hasta la base de los árboles; el torii destruido y que sirvió como leña, nació tan sólido como si un rubí de brillante carmesí naciera de la tierra misma y más impresionante aún, el templo del dios gato se erigió sobre sí mismo tan místico como si las manos de los dioses lo hubieran labrado en gemas preciosas, hecho enteramente de cristales celestes, verdes y rojos. De este modo Shizuru no evitó pensar, si aquel bello templete en el que las dos estuvieron aquella vez durante el simarik, fue creado de forma semejante, pues era una obra digna de la admiración de todos.

Natsuki sudaba, algunos cristales líquidos bajaban por su barbilla, respiraba con esfuerzo y fruncía el ceño controlando por muy poco, sus propios sentimientos. Así las siguientes palabras fueron dichas, sin el silencio del violín en cuya propietaria su obra había completado.

Habitaré a su lado sin su tacto
respiraré su aliento sin un beso
será tan puro y devoto mi amor
como se narra en los cuentos

Shizuru observó que en realidad, su esposa, ni siquiera miraba a la pelirroja cuyo aliento volvía a la vida, del mismo modo que las heridas por más pequeñas que fueran de los que estaban reunidos, eran curadas. Nao posó sus pies sobre la tierra, siendo capaz ella misma de sostener la carga de su propio cuerpo. Aún así los brazos de Sherezade se aferraron a los de su amada, dichosa por ver a salvo a la que temía le fuera arrebatada... Los besos entre las dos chicas no tardaron en llegar, ante la vista interesada de algunos, y el bochorno de otros. Empero la vista de la Fujino estaba cernida sobre el objeto de su amor, Natsuki, a quien la melodía se le agotaba como la voluntad de seguir cantando, en memoria de lo que sentía perdido.

Sin siquiera saber en qué momento pasó o si le traicionó el subconsciente, Shizuru sintió que el árbol ya no la cobijaba de la vista de las personas, cuando el grupo pudo notar su presencia y sus hermanos la miraban confusamente.

Porque todo y más haría...
Por ella...
A los dioses enfrentaría...
Por ella...
El mundo entero condenaría...


La sensación de estar desnuda le embargó en aquel instante, porque guiada por otros la mirada esmeralda se posó en la suya... petrificada, así se halló Natsuki Kruger, sin una sonrisa o una mueca, tan solo la boca tenuemente abierta. Se miraron sin decir nada, solo la voz final, interrumpida por el hallazgo de su presencia.

Por ella...

Cesaron las notas, ante la última... lánguida, dolida. El sonido ingrato de aquel violín al estrellarse contra el cristal gélido de alguna loza destruyéndose en el acto, espantó a más de uno y dio final al concierto. La pelinegra se volvió sobre la argita a pocos pasos y la estrujó por el cuello, robándola de los brazos de Nao quien ni siquiera pudo reaccionar. —Devuelta a ti, fue nuestro acuerdo... qué linda, has hecho bastante más de lo prometido.— Le dijo con ironía a Zade, soltándola y empujándola con brusquedad, por suerte Nao la sujetó antes de que cayera al suelo, y mirando de mala forma a su ex.

Sin preocuparse de la tácita amenaza de la pelirroja se volvió en la dirección de la castaña caminando a su encuentro con el ceño fruncido. Como clavada a la tierra Shizuru miró venir a su mujer, ensimismada entre la ira y el desencanto, por la falta de afecto en tal recibimiento, sin un saludo o por lo menos un ademán de ese tipo. Era el momento de hablar y aún cuando lo planeó tanto en el camino, allí estaba sin saber qué palabras decir.

Una mueca de espanto asomó en la pálida faz y temblaron los iris esmeraldas con anticipación ante el peligro, con tal distracción, tarde notó la castaña un escalofrío subiéndole por la espalda, era la sensación de alguien caminando sobre su tumba. Miró de soslayo, lo que nadie más podía... —Kiyohime.— Susurró. De sangría color el metal se formó en un pestañeo, y con un movimiento agitó en su mano el arma, de tal modo que el filo se fragmentó develando su forma extensible a escasos metros, la onda mortífera no tardó en destajar a un ser traslúcido al que ya dos estalactitas de rojo y cristalino alcanzaron al mismo tiempo, y cuya forma su propia sangre de verde color expuso antes de evaporarse entre brillos en el cielo de esa mañana.

Aquel bífido escamoso, que era uno de varios, fue el primero en morir junto a su maestro, uno que estaba atado a un árbol... Al segundo, una albina persona lo atravesó con lo que parecía su brazo izquierdo al desnudo, mientras otro cayó por el disparo del arma cromada tan conocida de la Duquesa.... otras criaturas sucumbieron por una ola de disparos azulinos y la fina intervención de Akira Okuzaki, quien protegió a Takumi de cualquier mal. Mai lo observó todo en silencio, impresionada de lo peligrosos que eran los Kruger en sí, o sus amigos.

—Como un faro en la oscuridad... tu presencia los encandila y ansiosos por la magnificencia de tal estela, irán en su busca...— Murmuró la albina retirando el brazo de aquel ser el cual no tardó en sucumbir deshaciéndose en la nada, guardó su arma en la funda debajo del gabán. Shizuru la miró, notando una fina capa de cristal romperse en el brazo izquierdo, exponiendo la desnuda piel en la que, un novedoso tatuaje llamaba la atención, si contaba la tenue marca desde el cuello que no escondía del todo la camisa, y que llegaba hasta el envés de la mano con formas arcanas. Los hilos de plata que conformaban sus cabellos, volvieron a la tonalidad acostumbrada ante sus ojos, los que no querían apartarse de aquellas esmeraldas. En verdad le gustaba, más... rebelde... un aire así, como para perder el aliento. —Sabes bien que no debiste venir.— Y allí murió el encanto, con su voz siendo la idiota que escribió una carta cobarde.

El repentino silencio fue interrumpido por el eco de la cachetada que Natsuki Kruger recibió de la que los presentes sabían era su esposa, tragaron saliva todos, cuando el sonrojo en la mejilla afectada trajo empatía a algunos, temerosos de la pesada mano de la castaña. La lobuna ni siquiera estaba sorprendida, con el rostro ladeado por el golpe encontraba mucho más interesante la piedra en el suelo a su derecha y aquel par de arbustos, objetos que tal vez contenían alguna verdad del universo. Sintió la proximidad de la menor de los Fujino, y por su tibio aliento cerca de la mejilla, pudo oír las palabras que solo estaban dirigidas a ella. —La próxima vez que quieras desistir cobardemente... al menos ten los pantalones de confrontarme a la cara.— La misma mano que le hirió previamente, sujetó la solapa del gabán arrugando la prenda y de un jalón la puso a su altura, Natsuki volvió la mirada por reflejo y sus labios, se encontraron presa de los de Shizuru, quien la tomó con pasión insondable, como entregando al tiempo los instantes que se debían, los anhelos inconclusos. Bebió de los labios, cuya temblorosa respuesta, se hizo firme al final, cuando el aire les falto y la distancia se hizo corta, apoyando la otra mano sobre el firme pecho de la guerrera. Se alejaron..solo un poco. —Escúchame bien... Kruger,— estrechaba más su mano en la solapa, halando ligeramente la prenda. —Me perteneces y eso no va a cambiar hasta que yo diga lo contrario.—

—Lejos pero a salvo, era lo más importante.— Explicó con tono suave, pero relativamente inexpresivo.

—Sé defenderme, mejor que bien.— Y todos lo habían visto, levantó una de sus cejas castañas con indignación.

—Pero si algo te pasa a ti... o... a nuestras hijas, desataría el infierno en la tierra... te lo juro.— Por el tono de su voz, casi roto y sus ojos de jade cristalinos, casi estaba arrepentida de haberle pegado, aunque el punto seguía siendo el mismo.

—Idiota... con tales palabras no iba a quedarme esperando en casa, hiciste todo lo contrario... ¡creer que quieres romper nuestro enlace y yo no haría nada!— Le reprochó con todo el enojo contenido en su mirada, la angustia y la zozobra.

—Yo no dije, que no fuera tuya, solo te di el derecho a elegir... esta vez.— Susurró igualmente bajo, con su rostro tan cerca, que su nariz fría rozaba la tibia mejilla de Shizuru.

—Entonces... ¿a quien dirigías esas devotas letras?— Levantó una ceja de tan seductora manera, que la de mirada esmeralda dejo de pensar unos segundos.

—Solo contigo en mi pensamiento llega un poco de serenidad a mi tormento... Hablaba de ti— Bajó la mirada sabiendo que diría lo que en realidad es el verdadero problema en el presente. —Lo necesitaba... porque siento enojo cada segundo, por Nagi, por tu padre... no puedo perdonarlo y eso me carcome viva. Entonces pensé, que tal vez, ya no me quieras cerca... porque no puedo, no le mostraré piedad.— Lo escuchó, sabiendo a qué se referían y no pudo evitar un ligero distanciamiento. Era su padre al que Natsuki sentenciaba... no era tan fácil solo asumirlo, por más que conocía este hecho. La mueca de sufrimiento ineludible en la faz de Shizuru le dió la respuesta a la hija de Takeru. —Mi padre está muerto... por él Shizuru...— “ypasaron tantas... tantas otras cosas” Pensó lo último. —Considera eso.— Dijo por lo bajo, antes de recuperar la compostura y la distancia. —Vamos al templo, adentro estarás mejor abrigada.—

El grupo que presenció tales circunstancias, guardó silencio, tenso mientras les veían pasar... casi llegaban a la entrada de la estructura cristalina, en compañía Mai y Takumi, el último cargando todo equipaje.

—¡Ya sabemos quien da las órdenes en casa!— Interrumpió Nao la cortante tensión, diciendo lo que muchos pensaban. —Sabía que eres una dominada, Kruger.— Añadió para disgusto de Shizuru; nuevamente el silencio y algunos se inclinaron disimulando, hasta que definitivamente escapó la primera carcajada, contagiados, todos empezaron a reír, algunos con nervios... otros como si la vida se les fuera en ello. Y Natsuki, ella los mataría después, llevar a Shizuru al interior del templo antes de que la temperatura bajara más era su prioridad, porque de no serlo la primera en su lista sería Nao, sin duda.

—¡Cof... cof... a trabajar!— Gritó Sergei para darle un respiro a la pareja y que los chismosos se ocuparan en mejores cosas.

Apartadas del bullicio y mientras otros ocupaban sus labores designadas, un par de mujeres se tomaban un breve respiro. La duda sin embargo pudo más que la prudencia de la más joven. —¿Porque hiciste eso?— Preguntó Zade a la pelirroja con evidente curiosidad.

—Algunas palabras son mejores que los golpes... me debía eso por tratarte de ese modo.— Frunció el ceño cruzándose de brazos. —Y tú... ¿por qué la trajiste?— Cuestionó tratando de no darle importancia a la tácita territorialidad que había ocupado, pero siempre era de esa forma entre ellas. —Esa mujer va a matarme a la menor oportunidad.— Admitió con genuina preocupación, pero una sonrisa autosuficiente se alojó en su rostro. —Aunque no se lo pondría tan fácil de todos modos.—

—Espero que no lleguemos a eso...— Murmuró la oriunda del valle negro. —Su poder... me da escalofrío.—

—Sí, y no sé qué tanto mantenga la boca cerrada cierta impertinente.— Sabía que su cuello tenía precio, tal vez no pensó que sobreviviría después de eso y el temor a otras cosas venció su lógica. Ahora que las circunstancias estaban aparentemente bien, veía los riesgos... —Entre nosotras entendemos mejor, los demás no podrían. Sobre todo Di' Kruger— Sonrió con desencanto.

—Ajá... que te acostaras con su esposa, es un gran motivo.— No pudo evitarlo, allí estaban... sus celos, sus dudas, atacando de nuevo. —Dioses... eres increible, ahora se trata de que nadie conozca este 'desliz'.— Estaba tan enojada, era para preguntarse por qué esa odiosa pelirroja la volvía loca. Quería en momentos como ese invocar a Chaira y largarse lejos, pero se detuvo, teniendo la oportunidad de aplacar sus dudas, unas sembradas hace dos noches en el castillo de Barbarak. —¿Por qué le hiciste eso? Dímelo... no hay nadie detrás de la puerta.— Efectivamente estaban a solas.

—Nagi lo ordenó...— Respondió casi automáticamente.

—Nosotros no éramos leales a él, solo fingimos eso... tuvimos siempre nuestros propios planes, después de nuestra noche, ¿lo olvidas?— Intentó conciliar abochornada, recordarle el momento en que las dos estuvieron juntas por primera vez y como eso les hizo pensar en buscar una salida a todo.

—Fingía entonces...— Añadió, siguiendo el mismo hilo. Miró esos ojos verdes, tan de cerca... glaucos, tan semejantes de los de Natsuki, solo un insignificante pigmento amarillo en la parte baja del iris hacía la diferencia, había mirado esos ojos una eternidad y ese fragmento, era su parte favorita. —Zade... cuando te atraparon los esbirros de Nagi, no pasó nada ¿Verdad?—

—Te dije que no.— No entendía el que lo preguntara una vez más, le había dado su respuesta.

Nao asintió, sonriente. —Bien... lo demás no me importa y puedes pensar lo que quieras, ese asunto es entre Kruger y yo.— Le dió la espalda dispuesta a caminar, había estado a punto de morir, apreciar el panorama desde lo alto del templo, era una buena cosa por hacer, aunque la vista de Fukka fuera deplorable ahora mismo.

Pero la pelinegra la siguió, aún muerta de celos. —O tal vez solo querías cerrar el ciclo, tal vez en verdad la deseabas... tener a la persona que...— No quería decirlo, le dolía infinitamente.

Yuuki se volvió a mirarla. —¿Qué quise? Eso lo sabes mejor que nadie, no dejas de amar a alguien solo porque sí... la odiaba y la amaba, ahora no me queda odio.— Suspiró. “Aunque no creo que sea exactamente como hace años” Pensó.

—¿Entonces la amas?— Fue peor preguntar, ahora tenía los ojos llenos de escozor.

—Existen muchas formas de amor, la respuesta es sí, si es lo que quieres oír... pero no igual que a ti... es la verdad.— Era difícil explicar las emociones que la embargaban y es que saber al final de todo que Hideki había sido el asesino de su familia, que Nagi perpetró aquel plan con la intención de matarla, pero se 'encariñó'. Aún no lo asimilaba del todo, de algo tenía culpa Kruger en ese aciago destino, porque amarla la maldijo de cierta manera... pero esa cuenta, había sido saldada al final. —No puedo excusar que lo hice.— Se sabía culpable de haber disfrutado cada cosa y saber que Natsuki sucumbió al final, era un bálsamo para sus culpas ¿qué tan malvado sería darle tanto placer a alguien? Se decía intentando persuadir a la parte menos amable de su conciencia, aún con todo, no se arrepentía.

—Espera... ¿Nos quieres a las dos?— Abrió sus ojos, incrédula la morena.

—Zade...— Lo vió venir, el problema que resultaría de todo eso cuando al fin parecía que podrían salir de las sombras en las que todos los allí reunidos se habían sumergido gracias al conde.

—¡Se supone que sólo deberías amar a una persona!— Reprochó picándole el pecho con el dedo.

—¿Sólo podrías amar a un miembro de tu familia? ¿Sólo a Darsiv?— Intentó exponer su punto.

—Es diferente.— No es como que se acostara con todos ellos, reflexionó disgustada y con la marca patentada de los Kuga en su ceño fruncido.

—Para mí no, aún así yo...— Suspiró en busca de las palabras que aclararan todo aquel embrollo, se acercó un poco. —...me puse entre tú y unos cuantos filos mortales sin siquiera pensarlo. ¿En serio no crees que fue por amor?— Le acarició la mejilla y la miró con toda intensidad. Luego ensombreció su semblante. —La destrocé a ella, para salvart...nos a las dos...— No se atrevió a confesar lo que haría Nagi esa noche con Zade si no hacía su voluntad. —Déjalo así... por favor.—

—Duele saber que no soy la única persona para ti.— Retiró la mano de la pelirroja y desvió la vista de aquellos iris de verde olivo, luego simplemente caminó en la dirección opuesta, buscando la oportunidad de descansar un poco, para prestar los servicios prometidos a Nina Kuga, quien pensándolo bien también es su prima... vaya que había crecido la familia.

—¿Preferirías que mintiera?— Alcanzó a decir Yuuki mientras la miraba marcharse y logró con ello detenerla brevemente.

—¿Tal vez? Algunas veces la ignorancia es buena.— La miró de soslayo, dolida. —Siguiendo tu teoría... ¿Por qué no solo intercambiamos parejas? Mejor... compartamos. Shizuru Fujino besa de maravilla y tiene un encanto con el que tal vez podría... ¿cautivarme?—

—¿Qué significa eso Zagara?— Dijo entre dientes y con el rostro rojo en evidente disgusto. ¿De que se había perdido? ¿Ellas dos se besaron? No encajaba en su mente ningún posible escenario para eso, aunque una noche entera habían tenido las dos mujeres para...

—Nada...— Se arrepintió de lo que dijo, tal vez sería un problema más para Natsuki. —Te veo intentar protegerme de monstruos, batallas y cualquier cosa que me amenace, sé que me quieres... pero de todas las personas que me rodean, tú eres la que más daño me hace.— Admitió con pesar, dejando así con la boca abierta y sin palabras a Nao Yuuki, a quien tácitamente ya no consideraba su pareja.

—En serio... te amo, a ti sobre cualquier persona.— Susurró, pero la argita ya no estaba allí para escucharla. —Aunque no pueda evitar este deja vú con Kruger...— Levantó los hombros, dando pasos con destino de la fogata en la que un delicioso aroma a carne asada atraía los sentidos, literalmente moría de hambre y tenía claro que con el estómago vacío solo empeoraría su humor, estaba peleada con Zade no con la comida.

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—La ciudad ha sido evacuada, casi en su totalidad...— Anunció Kamui, inclinando la cabeza ante la realeza en el salón generis.

—Nuestra defensa está instalada, usamos cada arma disponible... todas fueron inscritas.— Añadió el excomandante Okuzaki, ciertamente los herreros hacen parte del último grupo que ha de partir.

—Los soldados, tan preparados como me fue posible en tan breve tiempo.— Informó Arika intentando con esmero mantener la concentración donde debía, si es que tener a su prometida y a su... Dios sepa qué, a Mashiro en la misma habitación, le ponía los nervios de punta. —Uno de cada diez mostró espíritu y control, los demás en su mayoría tienen poder bruto, hice pruebas para su uso... las que fueron exitosas, serán la carga de los cañones, después de 5 tiros, pasarán a la infantería con armas de menor arrastre, yo iré al frente y...— No pudo continuar el reporte.

—De ningún modo...— Dijo Mashiro con mal semblante, Ren rodó la mirada a otra parte disgustado. Claro era el interés de la que aún siendo su esposa ante la Ley, ya había desecho el vínculo con palabras y esperaba resolver la crisis inmediata, para formalizar las cosas a la menor oportunidad. Aún así era indignante, la rencilla entre los dos hermanos revivía, porque claro era para el castaño mayor, que las paredes tienen oídos y a los suyos habían llegado rumores más que desagradables.

—Ni lo pienses...— En simultáneo con el cisne de plata refutó la imperatoria, De'Zire.

—Señoritas...— La reina de Remus llamó al orden. —¿Cual es la razón de esta estratagema tan arriesgada?—

Tras un hondo suspiro cierta castaña busco en su mente las palabras. —Tuve miedo... La primera vez que vi a un Orphan, estaba en mi caballo cuando me atrapó, forcejeé antes de que un golpe en la cabeza me dejara inconsciente.— Intentó explicar Arika.

—¿Insinúas que nuestros hombres son tan cobardes como tú?— Aquellas palabras no podrían venir de otro que no fuera Rento Sayers, el padre de los dos castaños quien no pasaba por alto el “repentino” interés de su nuera en la persona equivocada entre sus hijos.

—No hay vergüenza en admitir que se teme, cuando se tienen arrestos de sobra para enfrentar esos miedos, señor.— Sostuvo la mirada a su padre sabiendo que jamás podría llenar sus expectativas, aún si la idea no dolía como antes, el sentimiento allí estaba como una pequeña espina en el costado. —Son criaturas dignas de las pesadillas de los hombres lo que enfrentamos. Si estoy al frente y les muestro a los hombres que no son indestructibles, si derribara al primero con facilidad. Tendrán esperanza y lucharán. Si me quedo atrás bajo la seguridad, muchos huirán de pavor, es...  una posibilidad.— Aclaró, antes de enfrascarse en otra batalla verbal con el consejero Argento.

—Entonces se trata de que te lleves toda la gloria... tanta vanidad podría costar demasiado, muchacho.— Arremetió de nuevo el padre.

—Infundir valor... una acción necesaria de cara a lo desconocido, es como dice el comandante Arik, de vital importancia.— Apoyó Sara incluso contra la voluntad de su hija a quien nada le gustaba que su consorte estuviera en el frente combatiendo, no sabía de un caso como este que se diera alguna vez en la historia reciente.

—Es la posición más riesgosa... para el esposo de una princesa.— Expuso lo evidente el Rey de Windbloom. —Deberá replegarse de inmediato... si solo se trata de una demostración.— Tampoco desestimaba lo que una primera victoria haría con la moral de sus hombres.

—Haré... lo que pidan, majestades.— Anunció el baluarte de zafiro inclinado la cabeza como muestra de obediencia.

La reunión se prolongó por más tiempo, la alianza había aportado sin duda, tropas numerosas en capacidad de enfrentar a los hombres de la armada de la nación de Artai en las fronteras comunes, si es que aquella guerra fue urdida por los Sekai, conocerían el acero de Remus antes que las montañas de Windbloom. Las fichas estaban ya puestas en un tablero, más allá del imaginario de muchos, sería sin duda una ocasión que nadie olvidaría y solo los vencedores podrían retratarse en los libros de historia. Pero Arika Sayers a quien el destino y los hilos habían traído al centro de aquella disputa, ya no podía pensar en la guerra misma; sangre, sudor y lágrimas había vertido por el bienestar de la tierra en la que había nacido, sin embargo ahora mismo aquello poco o nada importaba, una vez más el peso del camino que había elegido seguir se presentó sobre sus hombros, sumado a la culpa de su anhelo más secreto. Con la vista perdida en la mesa en la que aquel enorme mapa con bajo relieve se veía, las figuras de escuadras de miles de hombres, vidas que los allí reunidos contemplaban como un número más en un cuadro mental de ajedrez...

—Descansen los hombres... duerman las doncellas, si es solo una de muchas noches... pronto lo sabremos, si fuera la última. Hagan de esta algo memorable.— Musitó Taeki, sabiendo que todo cuanto era posible por hacer, fue realizado y por ello se aproximó al joven baluarte a quien cuyo título le quedaba con un guante. —El lugar que elegiste, es el correcto... príncipe.— Sintió la firme mano del mayor en su hombro, la mirada azul del Rey le daba el agradecimiento que su padre le negaba, cuando la palma de la mano de Rento estaba en el hombro de su hermano y sus ojos del mismo color que los suyos, le contemplaban con resentimiento. Sorprendida encontróse con una mirada igual de irascible en el más joven. Tragó saliva, cuando el recuerdo de sus acciones culpables pasó por su mente, “pero no podría saberlo… imposible” se consoló en sus propios pensamientos, aunque su rostro fuera un poema a la vista de todos.

—Será un honor, majestad…— Respondió escuetamente, con una sonrisa vacilante, antes de palpar la mano del rey en su hombro y retornar a su posición junto a la hermosa Imperatoria Zaphir Púrpura.

El grupo fue disuelto, no sin que Mashiro le dedicara una última mirada llena de afecto; la reina Sara se adelantó alegando tener pendientes que atender con el Rey antes de partir en su caravana, una tierna excusa para dar a la pareja la ocasión de una adecuada despedida. Complicidad destilaban sus ojos después de las revelaciones más recientes, la rubia más joven no había guardado el secreto del debido cumplimiento del acuerdo prenupcial a su madre, el cual habiendo sido materializado, no tendría marcha atrás y Sara lo celebraba alegremente.

—Supongo que aún si insisto en que vengas conmigo, no lo harás…— Una pregunta de la que las dos sabían la respuesta, pero que Zire formuló igualmente mientras caminaban por los pasillos del castillo con vistas al jardín del segundo piso.

—Presumes bien…— Se negaba a mirarla a los ojos, y así había sido desde aquella ocasión en el aniversario de la muerte de su madre. —Di mi palabra.— Susurró quedamente, aún con la mirada baja.

—Entonces me quedaré…— Dijo de lo más jovial con una sonrisa en sus labios rosáceos.

—¡No!— Se alarmó en el acto y lo dijo más alto de lo que hubiera querido, contemplando por primera vez la tangibilidad de los riesgos que había cernido sobre la princesa de Remus. —Es… muy peligroso.— Dijo con la voz ronca y la garganta repentinamente seca.

Zire la miró a los ojos, acariciando la mejilla nívea de la joven castaña, observando que pese a su juventud, de alguna manera se había desenvuelto admirablemente en un terreno bastante difícil, aún así no podría dejarle creer equivocadamente que alguien de su estirpe se concedería ser tan indefensa. —Conozco los riesgos, tanto como tú… también mi deber para con mi pueblo, mi vida es valiosa por sí misma, pero mi destino es gobernar Remus y he empeñado cada día de esfuerzos para ser digna de esta labor… así que te entiendo Arik, sé que debo acudir con mi madre. Pero jamás subestimes lo que soy capaz de hacer.— Retiró su mano con semblante firme. —Porque hay bastante, que no sabes de mí.—

—No pienso que seas incapaz de atender las circunstancias…— Sujetó su muñeca con suavidad, bajó un poco el guante invernal de Zire y luego besó gentilmente el envés de su mano. —Es solo que no sabría vivir conmigo, si algo te pasara…— Entonces los dedos de la Remusiana se posaron en sus labios, acallando cualquier réplica adicional.

—Todo… irá bien, estaríamos indefensos sin lo que hiciste, ahora tenemos armas... y bueno. Tú tendrás... algo de mí, en todo caso.— Sonrió la rubia, sujetó la mano de su 'prometido' y la arrastró consigo en una carrera casi infantil hacía la habitación de Sayers.

Viendo desde ese ángulo mientras corría tras ella, Arika volvió a apreciar el brillo de aquellas hebras hechas de oro, la calidez de la suave mano llevándome por el camino y guiándola como siempre; y la sonrisa en aquel rostro encantador, sintió un calor revolverse en su estómago, los latidos acelerarse y una sonrisa brotó naturalmente de sus labios. Les vieron pasar algunos de los sirvientes, los soldados y otros, suspiraron encantadas las mujeres, el mínimo personal del que sus majestades no vieron adecuado desprenderse.

—Qué hermoso es el amor joven...— Murmuró la mayor del grupo, en cuyos brazos cargaba un cobertor de plumas de oca para ordenar la habitación de la princesa vecina.

—No siempre.— Refutó una, la más joven, una muchacha piel canela y facciones delicadas, ojos avellana con bordes de ambar, de apariencia frágil y conocida como la tercera doncella de la princesa Mashiro, alguien que asiste a Shinzo y Amane, cuando las tareas en torno a su alteza, son desbordantes. La joven llevaba en sus manos un cuenco con agua y un par de pañuelos limpios.

—Tal parece que la pequeña An'hel... ha sufrido algún mal de amores.— Se burla la mayor, siguiendo el camino a la habitación de la princesa De'Zire.

La otra mujer, con escoba en mano refuta. —En realidad es la única, que no está comprometida... claro, es algo frecuente entre las doncellas de una princesa, Shinzo ya tiene algunos años, Amane no es más joven y seguro que no pudieron con todo el trabajo, será más difícil ahora que tendremos un nuevo príncipe en palacio. Siendo así, no tenemos candidatos para romperle el corazón.— Justificó la otra mujer, de mediana edad.

La aludida frunce el ceño, es como si las señoras olvidaran que está ahí mientras hablan de ella. —De ningún modo; el príncipe Arik se sirve de la princesa Mashiro y De'Zire, por igual... el pequeño de los Sayers, resultó ser muy díscolo... por no decir, casanova. Entonces ¿qué tiene de bello ese amor?— Levantó los hombros con desinterés.

—¿De verdad?— Murmuró sorprendida la primera. —Tan inocente que parecía...— Suspiró desencantada la del edredón. Para ninguna era un secreto que Zade y Arik habían consumado su enlace, si el lecho donde las sábanas manchadas con la virtud de la remusiana fueron mudos testigos de su entrega, pero jamás imaginaron que aquel amable muchacho, jugara con el corazón de dos al mismo tiempo.

—¿Cuándo han visto uno de cuna noble que no se vuelva loco por las faldas de una mujer?— Cuestionó An'hel. —Ya saben cómo son los Sayers, todos cortados con la misma tijera.— El iris avellana ensombreció.

—Ja... el señor Kamui. El no tiene problemas de ese tipo.— Defendió la mayor abrazando con fuerza su carga.

—Sí... y él es de la clase que no se interesa en mujeres. El otro día se quedó mirando de cierta manera al príncipe Arik. Si me lo preguntan lo devoraba con la mirada.— La sonrisa ladina de la joven casi avergonzaba a las otras, que demasiadas cosas habían visto pasar en el castillo, para sorprenderse del amaneramiento de un militar.

Alguien se aclaró la garganta, a las espaldas de aquellas mujeres quienes sintieron un escalofrío recorrer sus columnas. —Alteza...— Dijo la mayor al ver que se trataba del León de Arias.

—Supongo que vieron pasar a mi hermano por aquí...— Levantó una ceja, interesado en las excusas de las mujeres.

—La imperatoria, le guiaba hacia la zona de los dormitorios, por el ala hacia la que se dirigían, diría que van camino de la habitación de su hermano.— Contrario a las otras mujeres cuyos rostros se inclinaban serviles ante el futuro Rey de Windbloom, An'hel sostenía la pétrea expresión de Ren sobre ella con la barbilla alta.

—Continúen su camino...— Dijo el castaño con tono grave, y las señoras no perdieron el tiempo en apresurar el paso, pero la mano del varón de los Sayers sujetó sin amabilidad la muñeca de An'hel antes de que se uniera, las otras mujeres no hicieron o dijeron nada al respecto; si el príncipe deseaba castigar con su propia mano la insolencia de la chica, ninguna ley o persona, podría impedirle hacerlo y ellas no tenían el valor tampoco, simplemente observaron cómo el hombre casi arrastraba a su compañera dentro de una habitación cercana, antes de continuar su camino como si nada hubiera pasado.

Después de cerrar la puerta tras de sí, el furibundo muchacho soltó la muñeca de la servil después de un breve forcejeo de la joven. —¿Cómo osas decir tales cosas mujer? Da gracias a tu suerte, pues he sido solo yo quien te ha escuchado... si fuera el rey, o mi padre, qué oscuro destino te habrías buscado.—

—Yo ya conozco los pesares del mundo... lo sabemos los dos.— Acarició el hombro del caballero frente a ella con bastante más familiaridad de la que debería. —Las mujeres de esta tierra, no tenemos voz... eso dicen, pero me parece que me escuchas bastante bien.—

—Solo te digo, sé prudente... no puedes ir por ahí diciendo tales bajezas de mi familia. Ni siquiera yo podría protegerte entonces, sabes lo que puede hacer mi padre...— Tensó la mandíbula, aquel castillo era más sombrío de lo que muchos se permitían ver.

—Un futuro rey, cuyo trono se desvanece...— Anunció la de morena tez con calma sin dejar de ver a la cara a uno que sabía el títere de otros. —Serías libre, pero lo que yo llamo libertad no lo es para tí. Ambicionas por complacencia lo que tu padre espera de ti. Me dirás, ¿eso es lo que realmente te haría feliz?— 

—La dicha no existe completa, somos como abismos sin fondo, eternamente insaciables.— Murmuró en respuesta, acercando sus pasos a la mujer, una que retrocedía pacientemente hasta llegar al centro de la habitación. —Seré lo que deba ser... si me acompañas, serán menos dolorosas las espinas.— Deslizó sus palabras inclinando la cabeza para quedar a la altura de la chica, con sus labios a la distancia de un suspiro.

—Ha pasado tiempo desde la última vez, mi señor... si viniera más a menudo, podría contarle tantas cosas de las que sus ojos se pierden incluso en su propia morada. La paredes oyen y para quien la casualidad se ha servido, he visto a este nuevo príncipe...— Un tono burlesco se pronunció junto al nuevo título del menor de los Sayers. —...permanecer más tiempo del debido con la que, será la madre de tu primer hijo.— Con su voz cantarina, llegando a los oídos del supuesto castigador, rozó con los suyos humedeciendo el labio inferior antes de apartarse. —Interesantes palabras en su boca recuerdan una lucha intensa con el anhelo más simple, hacer suya a una dama que pertenece a otro, ¿huir tal vez? ¿No te suena familiar?—

La mirada zafiro que comparten los hijos de Rento se posan sobre la mujer, una que camina en círculos rodeándolo mientras le habla, sus pasos conocidos traen memorias diferentes sobre su mente y la sed que consume a la razón palpita de nuevo, trayendo consigo un dolor intenso sobre su ingle. —Un anhelo no es lo mismo que un hecho... señorita Tahari.— Susurra al ausente viento de aquel encerrado sitio, oscuro, cómplice. Estira su brazo para rozar la espalda de la chica y deshacer el nudo de su vestido, afloja la prenda que como un corsé cede lentamente a los dedos que conocen perfectamente el entramado de aquella tela. —No hable así de Arik... o de Mashiro.— Refuta pese a que se trata del preludio de un instante que los dos conocen y esperan. Ren aún no puede siquiera imaginar que la menor falte a su palabra, cuando jamás la ha visto romper una promesa, cuando su fé sigue tan viva a pesar de todo.

La credulidad de su amante, indigna de inmediato a An'hel, la primera y después de Mashiro, la única. —Da demasiado crédito a su hermana, ¿es mejor negar ahora que una mujer le ha vencido en todo campo posible? ¿Debo probar su piel para saber si incluso en esto es mejor que usted? No... no hace falta... pregúntele a Kruger y le dirá que sus labios la queman mejor, su carruaje es testigo de lo que digo.—

—¡Calla!— La sujeta por la barbilla y presiona con fuerza ante su orgullo herido. —¡Mientes!—

—¿Por qué lo haría? ¡Fuiste tú quien me trajo! Quien me obliga a verla cada día, a cada hora... si desconfías, yo soy la prueba de que es así...— Murmura sin poder soltarse, duele más en su pecho que en la carne, la cual libera el castaño mayor con los ojos rojos llenos de escozor. —Vive por ella, para ella... dice su nombre en sueños, suspira al verla, y sus ojos la ven solo a ella... qué más espera oír. Jamás se llenará el espacio de Arika en su corazón, o en su cuerpo. Ren... te lo pido... ven ¿Porque no vienes conmigo? Nagi los matará a todos, las voces que aún se oyen así lo afirman.— La morena sujetaba las manos del príncipe, besando los nudillos blancos por la tensión, mientras que su otra mano se desliza sobre el abdomen y baja esperando atraer su atención nuevamente.

—¡Ya lo sé!— Sostiene la muñeca antes de que alcance su príapo.  —Pero soy no soy ningún cobarde... y sobre ellas...— Ren se aparta, el interés ha muerto esa tarde. —No necesito una espía para saber eso... sé cuánto la ama Mashiro, me ha despreciado por ella cada posible ocasión...— Ya no dolía tanto, pero en algún recodo de su alma el orgullo lastimaba, recordando que una simple mujer tendría para sí la única cosa que anhelaba del cisne de plata, su amor y su deseo, incluso su lujuria. Luego se ablandaba al pensar en su rival, la niña sonriente que siempre estaba ahí para apoyar, sangre de su sangre… una chica extraña en un mundo tal vez, demasiado común. —Es... mi hermana pequeña, si fuera otra persona, cualquiera... sería un cadáver ahora mismo.—

—Es una tríbada después de todo.—An'hel baja la mirada, sin poder comprender aquella aberrante forma de amar, entiende aún menos las acciones de la menor de los Sayers al fingir todo aquello. —Arika, el Baluarte de Zafiro, eligió el lugar de un hombre y se comporta como uno... no vivirá demasiado de esa forma, ya conoces a tu padre...— Dice por lo bajo abrazándose a sí misma ante la memoria escalofriante de ese repugnante ser, ha visto lo que hace en las sombras un hombre tan desdeñable.

—¿Qué dices?— Le parece no haber escuchado bien, en el fondo anhela que no sea lo que oyó.

—La quieres lo suficiente...— Niega con la cabeza, casi lamentando el destino que se cierne sobre todos. —No deberías, eso solo hará que sea doloroso... lo que sucederá.—

El miedo en los ojos avellana comienzan a contagiar una creciente preocupación en el Sayers. —An'hel...— Dice con suavidad y hasta dulzura, intenta aproximarse esta vez sin un solo atisbo de enojo, pero la joven lo evade y camina unos pasos hasta quedar de espaldas, él la observa de soslayo tratando de comprender.

La aludida levanta la mirada, deseando no ser vista por los ojos azules de su único amor, no de esa forma. —No...— La mujer corre a la puerta ante la estupefacción del confuso León de Arias. Sale al pasillo, lo ve por un instante, luego extingue la brecha abierta en las dos estructuras de madera de la puerta, con una llave maestra en su mano, se apresura a trabar el cerrojo y guardando la llave por debajo de su falda se asegura de mantener segura la única salida del sitio.

No tarda demasiado en escucharse el sonido de golpes al otro lado, procurando en vano un escape. —No podrás hacer nada al respecto.— Dice aproximando su rostro a la madera cuando la calma parece llegar.

—Nada ¿sobre qué…?— Siente un nudo al preguntar, sin estar seguro de querer escuchar lo siguiente.

—Con la despedida de la princesa de Remus y durante el caos que se dará esta noche, tu padre planea deshacerse de Arika, hacer que parezca una baja en medio del conflicto, a sus ojos ella es lo que se interpone en tu camino para ser Rey... Amane estaba ahí también, así que... él lo sabe, lo que pasó entre ellas dos. No tuvieron su perdón.—

—Desvarías... es... su hija, él no podría, él no...— El repentino silencio de la dama es suficiente respuesta y él mismo no puede siquiera llenar dentro de su mente una razón más poderosa para hallar piedad en el corazón de su padre. Un segundo más tarde comprende que es por esta razón que Tahari lo ha encerrado en ese lugar... —¿Qué has hecho?—

—Vendrías a mí, tarde o temprano... aquí estás, y nada ni nadie lo impedirá.— Explica sin remordimiento alguno, es algo que se ha perdido en el tiempo, es lo que se requiere en un mundo como aquel. —No comprendes lo mucho que eso te beneficia, pudiste afirmar mi propuesta... en cambio aquí estarás mientras las cosas pasan.—

—Ningún hombre la vencerá...— Responde seguro de saber que no hay nadie en todo el castillo que pueda vencer en duelo a su hermana y aunque no lo dice en voz alta, es algo que lo enorgullece.

—Es la tarea de una mujer...— Posando su frente, acaricia la madera como si pudiera alcanzar al muchacho al otro lado. —Lo hubieras hecho más simple, disfrutando la velada... son complicados los dos, son hermanos después de todo, son del tipo que bajan la guardia ante una mujer.—

—An'hel... por favor, abre...— Suplicó Ren al otro lado, con la esperanza de mover las fibras más delicadas dentro del pecho de la joven dama.

—No...— Era difícil negarse a tan dulce tono, la sola imaginación del rostro del muchacho le rompía el corazón. —Sólo así estarás bien.— Dice tan suavemente que no está segura de haber sido escuchada por Ren.

—Es mi hermana ¡Por los dioses! Si le hacen daño... ¡Los voy a matar a todos!— Con una sonrisa amarga en los labios se apartó, para no escuchar más. —¡Abre la maldita puerta!— Luego vinieron los golpes esta vez más ruidosos, sabe que no le importa lastimarse con tal de salir, pero ahora eso no importa y no tardará en dar solución al problema.

A su espalda dos hombres esperan. —Nadie vendrá por este lugar.— Informa uno de ellos, en su oreja cuelga un pendiente de dije negro, que se adivina como el cristal de invocación que usan los maestros slave.

—Sakar, Eliha… sean precavidos, usen el gas...— Ordena, sin siquiera mirar atrás.

—Sacerdotisa... su daga.— Dice el otro hombre al que llamó Eliha, develando bajo una cazadora un arma bastante estilizada para el aspecto tosco del soldado. An'hel mira por un momento el arma casi con una sensación de olvido, demasiado tiempo ha interpretado el papel de una doncella en ese palacio, hasta casi olvidar a los Tauren del Valle negro.

Con un asentimiento, tomó en su mano la preciosa daga, un arma de doble filo, con empuñadura de plata y oro en cuya inscripción reposaba ‘Los valientes son el hilo de los dioses’, corta pero mortífera en las manos capaces de una maestra como ella. —Esta noche me encargaré del baluarte de Zafiro, así la lanza que defiende la capital de Windbloom quedará rota... el conde estará complacido con nosotros y nos premiará por nuestra lealtad. Todo debe ir de acuerdo a lo planeado, no se nos permite cometer errores.— Aún con la extraña tibieza del metal en sus dedos, vuelve a ocupar bajo sus atuendos serviles y en un liguero de cuero, el lugar es perfecto para esconder aquel filo. —Seremos libres al fin… una vida gloriosa o una muerte digna en batalla.— Los dos hombres asintieron, antes de dirigirse una vez más a la puerta en la que el estruendo continuaba repicando una y otra vez. No tardó en llegar el silencio y supo la joven de argos que el reposo le había llegado a su amante, por la mano de sus aliados.

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Cuando pasó, de alguna manera estaba ahí en cuerpo, pero no su mente… la miraba como si fuera la primera vez, su sonrisa, sus ojos del inusual color de las lilas, sus rubios cabellos que como hebras de oro brillaban bajo la luz de aquel sol de media tarde e incluso en aquel invierno que asolaba a Windbloom, le parecía que ella simplemente brillaba más que todo a su alrededor. No sabía apreciar las sensaciones tan cálidas que sus manos le prodigaban, o el candor naciente cuando sus miradas se dirigían sobre sus labios, solicitando silenciosamente el espacio de un beso… algo casi irrisorio si pensaba en el derroche que habían compartido durante varias noches, antes de su inadecuado comportamiento. Y era por ello que todo se hacía más culposo…

Así al cruzar la puerta, observó la recepción tan cálida que Zire había organizado en el espacio de su habitación, negó con la cabeza incapaz de aceptar nada de lo que estaba dispuesto allí para ella. Ni la mesa con sus galletas favoritas, el té cuyo vapor destilaba en contra del frío del ambiente, las flores que adornaban las esquinas, o la impresionante armadura dispuesta sobre un estante, pieza por pieza establecida en las astas de un aparador dispuesto específicamente para ese fin.

—Es muy bella.— Era admirable sin lugar a dudas. El metal bañado en oro blanco, cuyas aleaciones internas fueran un logro único de los herreros de las tierras de Tiro, estaba pulido en forma, con capas tanto resistentes como delgadas, ligeras... la marca de los imperator sobresalía en cada broche, uno a la altura de la clavícula izquierda y la otra a la altura del costado derecho cruzando la capa desde el hombro por la espalda hasta sobresalir por debajo del brazo derecho. La capa de tiraje asimétrico ostentaba un hermoso color púrpura, con tonos degradados preciosamente en azulinos al final de la prenda, logrado a través de una peculiar variante en el tinte del murex. Cada parte de la armadura, era un oda a la exaltación de la gloria y el derroche mismo, representaba al amado sol de la tierra de Remus a quien todos adoran y el poderío del que también se vanagloriaba.

La fracción así más emblemática de todas, era sin duda el casco con la forma alusiva del ave Dhalion, una criatura asociada directamente con la realeza remusiana, sus ojos incrustados con dos preciosos zafiros le aludían una vez más. Cada pieza era tanto funcional como estética, De'Zire de ello se había asegurado, pues aquella estructura guardaría al que en sus palabras expuso, es su tesoro más preciado.

—Tal vez no pueda estar aquí para cubrir tu espalda, pero desde el momento mismo en el que elegiste participar de la batalla, yo decidí que tendrías la mejor armadura que esta tierra pueda proveer para protegerte…— Si hubiera leído el significado de aquella mirada significativa, genuina… —y si voy a marcharme, al menos quiero tomar el té otra vez contigo, ya que el tiempo no nos favorece últimamente.— Bromeó al respecto de una realidad cruda, y curiosamente no era la falta de tiempo lo que le había impedido verla, lo había sido, la memoria de una traición silenciosa a las promesas que se habían entregado mutuamente, no demasiado tiempo atrás.

—No estoy acostumbrada…— Bajó la mirada azul con el rostro completamente enrojecido de la vergüenza. –No soy buena recibiendo regalos…— “que no merezco” Le recordó su consciencia.

—Eso cambiará…— Sonrió con plena seguridad la joven imperatoria, caminó hasta la mesa alegremente… era sorprendente que la remusiana fuera feliz con tan poco, cuando en realidad Sayers no comprendía que las pequeñas cosas y los instantes aparentemente insignificantes son los que componen la dicha misma. Sin entender cuál era el motivo de aquella alegría en tiempos tan nefastos, la siguió, sabiendo que al soltar su mano, tal vez el contacto no volvería a repetirse.

La dulzura de aquella repostería y el amargo del té, confabularon un gusto exquisito a su boca y apaciguaron por un momento las inquietudes que estrujaban su estómago. Hablaron de todo y de nada, se contaron de las cosas que hicieron durante su breve distanciamiento, así su atento escuchar y su silenciosamente raro actuar, le delataron pronto.

Zire levantó una de sus rubias cejas mirándola con interés. —Si hay algo que admire de ti, es tu valor… pero puedo ver inquietud cada vez que me miras.— No escondió su contrariedad en un gesto más diplomático pero serio. —¿Qué pude haberte hecho para que me temas?—

—Tú jamás… harías nada malo, en realidad...— Tragó saliva intentando encontrar los arrestos para lo siguiente. —No me siento digna de nada de lo que con tanta dulzura me entregas y no he sido lo suficientemente valiente, para suplicar tu perdón… cuando pienso que es inalcanzable.— Estrangulaban sus manos, la tela del pantalón blanco en sus atuendos principescos.

—Adornas bastante bien una disculpa, sin decir la falta…— Zire tensó la mandíbula aunque el resto de su cara pareciera serena. —Sé directa.— Solicitó.

—Be… besé a Mashiro— Salió casi en un susurro ronco, se forzó aclarando su garganta. —Yo… yo no…— ¿Decir que no lo deseaba? Sería otra mentira que añadir a sus culpas.

—¿De verdad Arika?— La mueca llena de ironía bien escondía otra cuestión más profunda en la Gallagher, se levantó de inmediato de la mesa y la silla cayó a sus espaldas por el impulso de aquel exabrupto. —¿No comprendes que no se trata de un juego?— Reprochó con el ceño fruncido y la barbilla recta, en una pose que sin duda no escondía su origen noble. —O no te importa en primer lugar…— Un tono más bajo, más dolido y la mano de la joven cerrada en un puño se tensaba sobre su vestido. La ira que corría por sus venas y la indignación, no tardaron en llegar, pero como alguien a quien se le había enseñado desde la más tierna edad el dominio de sus emociones, De'Zire se obligó a respirar. —Eras mi mejor amiga... Arika, de las pocas personas dignas de mi confianza.— La alusión al pasado, hizo que un nudo se formara en la garganta de la castaña. —Subestimas quien soy, en pro de una persona que... pertenece a alguien más, a tu hermano... ¡Por los dioses!— Se exasperó. —¿Quieres ser su sombra eternamente?— No se hallaba a sí misma sobre las obviedades de las circunstancias nefastas. —Está... encinta ¿Qué más necesitas saber al respecto?—

—Me importa… y mucho. Pero no sabría esconderte la verdad, sin ser una extraña para ti.— Intentó acercarse, pero la rubia dio un paso más lejos. —Zire...— Suplicó su nombre.

—¡Imperatoria De'Zire Zaphir Púrpura para ti!— Alzó la voz de tal modo y su enojo creció, a tal punto, que el autocontrol del que se vanagloriaba desapareció de inmediato. —Si esto es solo un acuerdo como cualquiera, si no eres honesta en ninguna forma... entonces que sea de ese modo, no tenemos que ser... amantes ¿No es así?— Suspiró intentando reponerse, aunque su rostro no escondiera ya la herida que crecía en su corazón, su postura era recta. —No soy dueña de tu corazón, ahora lo sé...— Había amargura en su voz. —Pero me debes lealtad y no toleraré que el nombre de mi casta, sea manchado de esta forma...—

Temblaba en su sitio, no presa del temor sobre el peligro que cernía sobre su cuello, pues por su falta bien podría recibir un castigo al mismo nivel que un acto de traición política; en realidad advertía dentro de sí, que lentamente y frente a sus ojos, se le arrebataba un tesoro precioso. —Zir... err... Imperatoria— Comenzó torpemente, si no podía llamarla como siempre, lo sería por sus títulos. —No seré presa de mi debilidad nunca más...—

La interrumpió incapaz de soportar una falsa promesa. —Espero que tu palabra sea suficiente— Punzó queriendo devolverle aunque fuera un poco, el golpe cuyo orgullo había resentido. —Será mejor, más prudente que me vaya.— Murmuró dándose la vuelta, contenía el llanto que se formaba ardoroso en sus ojos y el nudo que crecía, del mismo modo que la decepción ascendía en sus pensamientos.

Antes de poder salir sintió el firme agarre de la castaña en su muñeca. —Siento haberte herido, desearía ser la única cargando con este dolor, sólo para evitar que lo sientas...— Le oyó decir con voz temblorosa, rota. —No quería fallar ante ti. Pero sabía que solo sería un problema para... para todos.—Ziré se negó a volver la vista atrás, la frialdad que esperaba exponer se derretía sin remedio y no era tan buena para esconderse de Arika. Fue peor cuando sintió sus brazos envolviéndola desde la espalda  por la cintura y su cabeza apoyarse en su hombro, se estremeció al sentir la humedad que desprendía su rostro. —Se que debería dejarte ir, que podrías encontrar una persona mejor, más adecuada para servir a tus propósitos. Alguien que no flaquee ante sus promesas, sus acuerdos... pero no soy tan fuerte y no soporto la idea de que me odies.— Ahora sus ojos eran un río cuyo cauce no se detenía, los cristalinos se vertían sobre sus mejillas y de ellas se empapaban los atuendos. —Porque yo te quiero mucho, y sé que no podrías... no podrías...— Ni siquiera era capaz de pronunciar las palabras, el nudo en la garganta hacía que doliera cada latido, hasta desear abrir el pecho con un cuchillo y extraer todo el dolor que tenía atrapado allí. El baluarte no adivinaba por qué no encontraba algo de calma para decir lo que era necesario decir, pero aquello había sido suficiente para apaciguar la tempestad de la ira de Zire; esta, se había dado la vuelta sin soltarse y ahora sus ojos lilas miraban directamente los enrojecidos y cansados de Arika. —Sé que te decepciono a ti, a Sara... que no soy una esposa digna y que mancharía el nombre de los Gallagher siendo...—

—Shhh... shhh— Suavizó con su voz lenta y tranquila los sollozos de la castaña, con las manos puestas en las mejillas y el escozor incrementando en los suyos, De'Zire la miró silenciosamente hasta hacer que pudiera respirar con más normalidad. —¿Un fallo? ¿Una decepción? ¿Piensas que serás mi esposa solo por... por un acuerdo que has roto? ¿No pudiste verlo Ari? Eres mujer después de todo... ¿No sabrías que me daba a ti por amor y no por la estúpida política?— Negó desencantada, sonrió un poco sabiendo que una de las cosas que la encandilaban de Sayers, era su inocencia y el no entender la más mínima indirecta. —¿No crees que me arriesgué bastante por la ocasión de estar a tu lado?—

—Pensé que era lo que necesitabas, para ser libre, Zire... y yo haría lo imposible por verte feliz.— Entonces su ojos se abrieron enormemente al comprender el mensaje implícito. —¿Tú... me quieres?—

—Yo te amo... idiota— Sonrió con un pequeño rubor en las mejillas que para su desgracia aparecía delatándola, era lo malo de pertenecer a la raza aria. Declararse tan pronto no estaba en sus planes, esa era la verdad, lo cual la llevaba a recordar el origen del problema, así que le dió un pequeño golpe en el hombro a la castaña, la cual se quejó, tenía un moretón allí. —Y por eso me enerva que... seas tan... tonta y que sigas accediendo al juego de Mashiro. Eso sí me decepciona— Se cruzó de brazos, obviando el hecho de que de alguna manera las dos estaban de rodillas en el suelo una frente a la otra.

—Un juego... eso sería... muy cruel, demasiado... estaba mal, muy mal... era el aniversario de la muerte de mamá— Dijo por lo bajo. Se negaba a creerlo en fé al menos a la amistad que pese a su languidez, aún existía entre ella y Mashiro. —Yo no... no planeé nada, estaba cerca, un bache...—

—No necesito saberlo en detalle, de verdad... no es necesario— Expresó un tanto incómoda.

—Yo...— Abría la boca sin decir nada, intentando entender algo que sin duda la superaba por mucho; y allí estaba, habiendo recibido una declaración de amor inesperada, en el filo de las circunstancias. ¿Cómo dar una respuesta a un sentimiento que supuso desde el principio era inexistente? Dentro de sí, aquella estela de amargura se evaporaba poco a poco y un extraño sentimiento de felicidad comenzaba a inundarlo todo. —Yo no... no hice el amor contigo solo porque era mi deber y mi promesa, yo... te veo y siento, cosas que no sé describir... como un vacío en el estómago antes de saltar desde muy alto, pero de la forma buena— Sabía que sonaba a que estaba diciendo idioteces y no quería arruinarlo, aunque no estaba segura de afirmar que sus sentimientos por Zire fueran amor, e incluso si lo fuera ¿Estaba enamorada de dos personas? De forma diferente cada una. —Quiero que seas feliz... solo eso quiero y cuando lo eres, lo soy también. Yo no sé que nombre ponerle a lo que siento, pero... no soporto el pensamiento de verte ir y suponer que no te veré nunca más. Es aterrador... también está, este...— Definitivamente había olvidado las palabras del diccionario o sus significados porque estaba costando demasiado describir sus emociones. —este algo... porque eres, demasiado linda y yo nunca había visto a nadie tan bonita, bueno hay personas hermosas en el mundo, pero no me producen todas estas sensaciones, estos sobresaltos, a veces haces que mi corazón lata tan rápido que me duele, me arden las mejillas... pero cuando me besas creo que voy a explotar y... me importas tanto que vienes a mi mente cuando no estás y te extraño, pero sé que eres una mujer muy ocupada...—

—Yo me siento igual... Ari... calma.— Odiaba que tuviera ese efecto porque ahora estaba enternecida y hasta esperanzada. Casi era como oír a un niño hablando de sentimientos y es que ni siquiera pausaba para respirar mientras le hablaba, un aspecto más que removía su interior. Aún así, la joven remusiana no sería tan complaciente esta ocasión y necesitaba cimentar un piso firme sobre el que pisar, para no verse herida y tan sorpresivamente una vez más. —No quiero que me escojas porque es tu deber, de verdad anhelo ser querida honestamente. Pero necesito que tú lo tengas claro y ruego porque la siguiente vez de vernos, puedas darme una respuesta. Yo sabré respetar lo que escojas, porque estoy consciente que en el fondo... esto pareció desde el principio un acuerdo contractual más que una circunstancia emocional, aún así ya conoces mis sentimientos, espero que los cuides ahora que lo sabes.—

—Los cuidaré, lo prometo...— La castaña se quedó en silencio y unos segundos más tarde levantaba su mano como si pidiera permiso para hacer una pregunta. Zire asintió intentando no reír ante el hecho... —¿Significa que no puedo volver a ver a Mashiro?—

—Significa que como un caballero y mi prometido, no volverás a verla a solas...— Respondió con seriedad. —Merezco respeto en tanto nuestro enlace, siga en pie.— No era un punto en el que iba a ceder, esa confianza se había perdido.

—¿Ya no quieres casarte conmigo?— Y la evidente tristeza en la cara de la castaña ponía a prueba su temple nuevamente.

Aún así continuó serena. —La pregunta correcta es... ¿tú deseas casarte conmigo realmente?—

—¿No es algo que se pueda deshacer... o sí?— No tenía tan clara la respuesta para apresurarse a decirlo, pero sí desvió la cuestión a las circunstancias más prácticas.

Zire notó la astucia de Arika y comprendió que en verdad, podría llegar a ser una gran reina a su lado. Por ello fue honesta al verla de nuevo a los ojos. —Solo mi madre conoce nuestras circunstancias, yo puedo repudiarte con alguna excusa. Ella podría perdonar mi error si soy yo quien se desprende de ti, laceraría la diplomacia con Windbloom, pero serías libre de hacer tu camino.— Aunque murmurar la posibilidad, no era menos amargo que la hiel en la garganta.

—Suena imposible...— No coincidía con la clase de persona que De'Zire es, el modo se antojaba horroroso de solo pensarlo.

—Del mismo modo que el divorciarse en Windbloom era un tabú.— No desconocía de ninguna forma las intenciones y los rumores sobre la separación del mayor de los Sayers y el cisne de plata, estaba claro que la joven Kruger no daría el brazo a torcer tan fácilmente. —Puedes hacer bastantes cosas en la monarquía, Ari... pero no siempre significa que sean las correctas.— Asintió silenciosamente y Zire supo que el tiempo se había agotado. —Es hora de irme.— Lo dijo sin mucho ánimo en realidad. Arika asintió, se puso de pie y le tendió la mano para ayudarla a erguirse, sabían las dos las cosas poco prácticas de los vestidos de las damas nobles. “Un caballero natural” Pensó la imperatoria.

El camino hacia el carruaje que le llevaría de vuelta a su reino, fue silencioso. Tan solo sus manos unidas en tibio contacto mantenían el vínculo, las calladas dudas que no se resolverían pronto, serían sin duda un desasosiego con el que tendría que vivir al menos durante los siguientes días, puede que meses si sopesara la idea de la ayuda que requeriría Windbloom para ponerse en pie dignamente. Incluso en el mejor de los escenarios, ninguna guerra es amable, siempre atraen consigo pérdidas, algunas del tipo de que no se recuperan con el tiempo. Un nudo volvía a formarse en la garganta de la rubia, cuando el presentimiento la agobiaba con los temores que la mente, juzgaba razonables, aunque otros fueran… más pesados y como un presagio le hicieran desvariar.

—Verás las lilas de fuego en primavera… son un espectáculo en verdad.— Se animó a decir, pensando en los planes de los que habían hablado, de la forma que fuera, se aseguraría de mostrarle la belleza de su reino amado, deseaba que la castaña pudiera apreciar en Remus un futuro hogar.

—Veré las torres paralelas y el arco de Glorides, el castillo del que tu madre tanto se vanagloria...— Sonrió de medio lado. —Tendrás que mostrarme tu cuarto, quiero ver los cuadros que has pintado y…— No pudo terminar, un beso le fue robado hábilmente como si fuera el último y fue tan raudo, que apenas pudo distinguir el sabor a cereza en los labios de la imperatoria, quien le abrazaba fuertemente.

Susurró para ser escuchada solamente por la joven Sayers. —Promete que te mantendrás a salvo, aún si la siguiente cosa estúpida que hagas… sea decir que no me eliges—

—Aún quiero vivir esa vida contigo…— Casi suspiró las palabras. —Estar presente en ella de la forma que los dioses lo elijan… así que seré cuidadosa.— Zire levantó su meñique para sellar la promesa y Arika sonrió antes de enlazar el suyo, cerrar los demás dedos, realizar el movimiento circular y darle un beso a su pulgar. —Lo prometo.— Dada su palabra continuaron su camino con más calma, arribaron al portón justo frente a los carruajes de la realeza remusiana, dandose cuenta la castaña que su transporte no distaba demasiado de uno humilde, la mayoría de los soldados lucían ropas del común, una estratagema prevista para evitar la intervención del enemigo en su viaje, incluso Sara le tendió vestiduras más humildes a su hija y ella misma no vestía como una reina. Aquella fue una dolorosa despedida para Arika, a quien la realidad de los riesgos que se corrían golpeaba con cada mirada que le dirigía a la rubia mayor cuyo afecto había recibido como el de una madre, y a su hermosa hija, cuyo corazón se había expuesto sin secretos esa misma tarde. En sus ojos de violaceo tono quedo la duda, para ella una respuesta que dar al volver a verse… y cuando el último contacto tuvo lugar, se desprendió de su mano lo más lentamente posible. Así la vió partir en dos caravanas que tomaban caminos diferentes, una medida que rogaba a los dioses, funcionara como había sido pensado.



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8 comentarios:

  1. Gracias por escribir pero yo me inquieto mucho esperando los capitulos pendientes pero gracias por empezar un beso.

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  2. Cristalsif!! gracias, es siempre un placer leerte, especialmente en este blog donde supe de tu existencia. (Mi dedicatoria la espero aquí sobre todo) ya sabes de qué hablo. Un fuerte abrazo!!!!!!!

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  3. Exelente historia ...cada día mas enamorada de la forma como escribes y ya sin uñas de la ansiedad por la espera ...Sam

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  4. Espero leerte pronto y gracias por el capitulo, ya extrañaba esto...

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  5. Cuando habrá continuidad... que larga la espera....

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  6. Primero, quiero felicitar a la escritora por tan mágica historia. Segundo, se que no es fácil escribir, menos cuando son capítulos tan extensos, pero espero poder seguir disfrutando de tan bella historia y poder conocer el final de la misma. Un saludo

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  7. Tu historia es increíble, ojalá actualicé pronto!!!

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