Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Sin Salida - KamZoe

Pareciera que en los momentos más adversos, la musa intenta darme un respiro haciendo que centre mi atención en micro relatos, así que como a ella nunca le digo que no, pues aquí regreso con otro capítulo único que surgió esta semana. Espero lo disfruten 😄
Kam

Sin Salida



Tengo tanto tiempo hipnotizada contigo que ya rayo en la obsesión. Cada vez que te veo entrar por esa puerta, todo a mi alrededor desaparece y mi mundo se reduce a tu presencia.


He tratado por todos los medios de olvidarte, de centrar mi atención en otros nortes, pero te metiste bajo mi piel sin siquiera saberlo y ahora, no sé cuánto tiempo más pueda contener esta necesidad de ti.

Vienes a diario con tu bolso y tus libros entre los brazos, a veces con tus jeans y franelas ajustadas y otros, como hoy, con tus vestidos de verano y tus tenis. No eres de arreglarte en exceso, pero sí de cuidar que todo esté en su lugar y en perfecta armonía.

Tu cabello castaño claro rodeando tu rostro blanco y tus ojos marrones. Labios bien torneados que sin ser exageradamente grandes, con tu labial rosa, se ven deliciosamente bellos. Pómulos no muy pronunciados, pero que le dan a tu mejilla, una pendiente perfecta para besar.

Tu cuello liso y delgado, tus hombros angostos y tersos. Tu espalda perfectamente pintada con pecas. Tus brazos delicados y casi lampiños. Tus manos pequeñas con dedos y uñas bien cuidadas.

Torso y caderas un tanto rellenitos, pero que al caminar, se me hace imposible no admirar. Y tus piernas... No se trata de si son o no bonitas, sino de lo mucho que deseo besarlas en su totalidad. Recorrerlas centímetro a centímetro con mis labios y manos. Empezando desde tus tobillos, hasta donde el muslo pierde su nombre.

Te conozco, me conoces, pero solo de pasillo. Somos visitantes habituales de esta biblioteca y ahora "coincidimos" en las mismas mesas, o cercanas para estudiar. Tú con tus libros de física y yo con los míos de sociología. Tan antagónicos como tú y yo, pues soy todo lo opuesto a ti.

Eres femenina en tu vestir, de estatura baja y con voz delicada. ¿Yo? Nada delicada en el vestir. Me voy por lo práctico y cómodo que siempre es un jean y franela sencilla. Cabello agarrado en una cola y poco maquillaje. Morena de piel y con rasgos muy normales, nada llamativos. Sin embargo, mi estatura y mi voz grave me hacen sobresalir de común, por lo que a veces, me cuesta pasar desapercibida.  En todo caso, lo importante no es el cómo me veo, sino lo que puedo llegar a hacer con mi mirada. Me han dicho que tengo una mirada penetrante y difícil de eludir. La verdad no lo sé, pero hoy, pretendo descubrirlo.

Ya no aguanto más está necesidad de ti. Algo me dice que no te soy indiferente, así que será hoy o nunca.

Luego de pensar la mejor manera de acercarme a ti sin que sospeches mi premeditación, me doy cuenta que es inútil. Hoy no quiero irme por las ramas. Hoy me jugaré el todo por el todo, así que agarro el último aliento de valentía y me cambio de mesa para sentarme justo enfrente de ti. Coloco mis libros junto a los tuyos y me acomodo en la silla, apoyada en el espaldar, con un brazo reposando el posa brazos y el otro, sirviendo de apoyo para mi cara. Para ese momento, ya me haz saludado tímidamente con una ligera sonrisa como siempre haced, pero yo fijo mi mirada en ti.

En un principio no lo notas, pues estás tan inmersa en tus números que no te percatas, pero imagino que mi quietud te llama la atención y levantas la mirada. Te consigues con mis ojos fijos en ti y aunque intentas evadirlos, no lo logras. Miras hacia un lado, hacia el otro, vuelves a tus libros, pero nada te libra de mi mirada insistente, así que los primeros signos de nerviosismo comienzan a surgir.

Veo como pasas los dedos de tu mano izquierda sobre tu frente. No se ve humedecida, pero presiento que comienza a estarlo. Tu respiración también comienza a acelerarse y tu calma inicial, definitivamente se va extinguiendo. Estoy en un punto clave y decisivo. Puedes salir corriendo huyendo de mí o puedes quedarte y hacerle frente a esta atracción que siento por ti y que creo, también sientes por mí.

Busco de que mi mirada, aunque insistente, no sea agresiva. No quiero asustarla, o al menos no demasiado. Sé que suena loco e ilógico, pero quiero expresarle mi necesidad de ella, mi hambre, mi deseo, pero también mis ganas de fusionarme con ella. De ser parte de su vida. De su historia. De formar parte de sus recuerdos, si acaso esto, resulta ser solo de un momento. No me importa. Es más fuerte que yo. Si un día, un instante es todo lo que tengo de ti, lo atesoraré con mi vida.

Suavizo la mirada, pero sin cortar la conexión. Recorro centímetro a centímetro tu rostro, tu boca, tu cuello... Acariciando con mis ojos esa piel que tanto anhelo.

Regreso a tus ojos y puedo ver una mezcla de confusión y anhelo también. No sabes que hacer, pero sea lo que sea que cruza por tu mente, tu cuerpo permanece en su lugar a merced de mi deseo irrefrenable, así que una ráfaga de valentía se apodera de mí y sé, con toda certeza, que es el momento.

Me acerco apoyando ambos brazos sobre la mesa, quedando mi rostro un poco más cerca de ti. Aún nos separa la mesa, pero logro que toda tu atención se centre sólo en mí y así logro ver cómo te vas inquietando con mi mirada fija. Como tratas de obviarla sin éxito. Logrando mostrar mis pensamientos a través de mis ojos.

Tu cuerpo reacciona. Empiezas a mover tus piernas para tratar de calmar esa inquietud que desperté. Tus pezones toman vida y puedo ver cómo se van delineando en la tela ligera de tu vestido. Estoy segura que sientes un cosquilleo cuando paso mi mirada perezosa sobre ellos. Cuando delineo sus formas y su extensión al tiempo que lamo ligeramente mis labios en señal clara de lo que quiero hacer con ellos.

Veo como tu pecho sube y baja por tu respiración errática y como un ligero sonrojo invade tu cara. Entreabro mis labios para dejarte ver que estoy igual de afectada que tú, que me cuesta respirar y controlar la gran excitación que siento.

La tensión sexual es evidente, ya no tenemos escapatoria. O nos consumimos con la llama que nos quema por dentro, o damos rienda suelta a este deseo salvaje e incontrolable que nos devora.

Hago un recorrido mental del lugar, no lo pensé antes, pero el único lugar medio privado, eran los baños de la sección de antropología a la que muy pocos asistían. Hasta hace poco estaban clausurados, pero hacía dos días atrás, los habían abierto, así que ese era el destino más seguro.

Tomé mis libros y sin dejar de mirarte, me comencé a levantar. Caminé hasta tu lado y sin pronunciar palabra, te invité a unirte a mí. Vi la duda en tu mirada, así que bajé hasta pegar mi boca de tu oreja y poder hablarte.

- Yo también tengo miedo, pero le temo más a salir de aquí y no volver a sentirme contigo de esta manera.

Mi voz salió ronca, pero suave. Casi como una caricia, cosa que hizo que un escalofrío te recorriera y tu piel se erizara. Separé mis labios de tu oreja, pero me quedé muy cerca de ti encontrándome con tus ojos completamente dilatados. Supongo que yo también los tenía igual, pues vi como retuviste la respiración por un instante.

- Ven _ Insistí suavemente para luego levantarme y esperar por ti.

Tus manos temblorosas comenzaron la tarea de recoger tus cosas pero muy torpemente, así que te ayudé y los recogí yo por ti. Tomaste tu cartera y te levantaste finalmente.

A pesar de que la duda se transparentaba en tu rostro, me seguiste en silencio. No sé si sabías a donde nos dirigíamos o si solo caminabas por inercia, pero no tuve que decirte mucho para que llegáramos en pocos minutos.

Tal y como pensé, ese baño estaba solo, así que procurando no llamar la atención de los pocos asistentes, entramos con cuidado y aseguré la puerta por si alguien decidía pasarse por allí.

Me acerqué al lavabo y coloqué los libros al igual que tu cartera y mi bolso, para luego voltearme y quedar frente a frente contigo. Tus manos se estrujaban sin cesar y tu respiración ya estaba totalmente errática. Parecía como si en cualquier momento te desmayarías, así que sin dudarlo, me acerqué hasta tu cuerpo y paso a paso, te hice retroceder hasta la pared más cercana a la puerta.

Coloqué mis brazos a cada lado de tu costado, obligándote así, a colocar los tuyos sobre mis hombros. Me acerqué a tu boca hasta quedar a escasos centímetros, sintiendo tu calor, tu aliento y tu rico olor. Me quedé allí sin avanzar, ni retroceder, solo asimilando que pasaría. Finalmente besaría esos labios con los que tanto había soñado.

Sin más dilación, cerré la distancia existente y junté mis labios con los tuyos. Un roce. Una caricia. Un toque que se fue acentuando cada segundo más hasta tomar por completo tu boca.

Un pequeño gemido salió de mi boca, fue inevitable al poder sentir tus labios y como tu lengua tímida, se encontraba con la mía. Al inicio como pequeños toques y roces, pero luego, cuando sentí que rodeaste mi cuello con tus manos, no pude retener el impulso de profundizar el beso y adueñarme de tu boca.

El beso se hizo urgente y necesitado. Lo racional ya había desaparecido y sólo quedaba el deseo inmenso que nos inundaba. Era como si una fuerza más grande que nosotras nos dominara.

Segundos después sentí como todo tu cuerpo cedió a lo inevitable, tus manos me tomaron con fuerza y tu cuerpo buscó de pegarse al mío con desespero. Rodeaste una de mis piernas con la tuya expresando tu necesidad y tu disposición para lo que venía, así que mi mente dejó de funcionar y lo único presente era saborear tu cuerpo y hacerlo mío.

Una de mis manos siguió la ruta al sur bordeando tu torso, tu cintura y tu muslo. Una vez allí, mis dedos se aventuraron a acariciar la piel entre el ruedo de tu vestido y pierna. Era tan suave como la imaginaba y luego de deleitarme unos segundos rozándola con la yema de mis dedos, se me hizo urgente tocarla con toda mi mano... y eso hice. Extendí mis dedos y tomé tu muslo entero, palpándolo, amasándolo, sintiéndolo.

Tu piel se erizaba al paso de mis dedos y con ello, retenías tu respiración. Por mi parte, terminé el beso que nos dábamos y me quedé pegada a tu boca, sintiendo tus jadeos al sentir mi mano subir poco a poco hasta llegar al borde de tu ropa interior. Era de algodón y tan suave como tu piel. Quería jugar, juro que quería jugar, pero tu centro me llamaba. Podía sentirlo, así que fui hasta allí. Rocé la tela hasta llegar a esa humedad que me hizo gemir de tanto desearla, llegar a esa humedad que traspasaba la barrera entre tu piel y mi piel.

La toqué con extrema delicadeza disfrutando de ese instante tan intenso. Estabas tan caliente y mojada, que de inmediato un corrientazo invadió mi centro también. Sentí tus manos hacer un nudo de mi camisa al apretarla, tratando de controlar la excitación que sentías, y esa acción, aumentó mucho más la urgencia de tocarte.

Sin perder un minuto más, busqué la cintura de tu ropa interior e introduje mi mano en ella. El instante en que sentí la unión de tus labios mayores fue indescriptible. Retuve la respiración igual que tú, antes de que dejáramos escapar un gemido intenso al unísono. Tu centro depilado completamente y mojado en su totalidad, apartó el último resquicio de cordura que me quedaba y sin poder controlar mis pensamientos o acciones, hundí mi dedo entre tus labios encontrando así tu botón sensible y presionándolo con un poco de fuerza.

Gritaste de la sorpresa y la sensación y en reacción, tomaste mi labio inferior y comenzaste a succionarlo con furor. Mi dedo, que tenía vida propia comenzó a vibrar sobre tu punto sensible, haciendo que tu cadera comenzara también a moverse buscando alivio con la caricia que le daba. Tus gemidos se perdían en mi boca y tu esencia, resbalaba entre mis dedos. Que delicia tocarte. Que delicia sentirte. Que maravilloso escucharte.

Si el mundo se acabara en ese instante, moriría completamente feliz, porque me llevaría conmigo el placer de tu placer.

Tus movimientos se hicieron más urgentes y con ellos, tus gemidos desesperados, señales inequívocas de que el final estaba cerca, así que ajusté el ritmo de mis caricias a tu necesidad y cuando tus expresiones y movimientos descontrolados llegaron a su máxima expresión, hundí mi dedo en tu interior. De inmediato un grito sostenido salió de tu boca, conjuntamente con el primer espasmo de tu cuerpo. Mi dedo quedó preso dentro de ti, sintiendo tus espasmos internos y tu abundante humedad que sobresalía de tu deliciosa cueva. Tus manos se aferraron a mi cabello mientras que tus piernas comenzaban a fallar.

Te rodee la cintura con mi otro brazo para darte el apoyo que tanto necesitabas y al mismo tiempo, tener la certeza de que no era un sueño, que estabas aquí conmigo y llenándome de ti.

No hubo palabras, solo respiraciones entrecortadas y gemidos remanentes. Después de la bruma de tu orgasmo y mi hambre de ti, sabía que el momento de la verdad era inminente. O saldrías corriendo huyendo de ese momento de perdición o tal vez, sólo tal vez, podría ser el inicio de esta conexión que sentía por ti. Rogaba a dios que fuese lo segundo, pero el temor me invadió por completo.

Luego de que nuestras respiraciones se calmaran, salí de tu interior con mucho cuidado, arreglé tu ropa interior y tu vestido sin levantar mi mirada. Temía lo que ella encontraría al buscar tu mirada.

Con una respiración profunda, me llené de valor y te miré. No supe descifrar lo que había en tus ojos, pero no era miedo o arrepentimiento y el que te quedaras allí frente a mí, me lo confirmaba, así que me jugué el todo por el todo.

- Tal vez sea una locura de mi parte pero... ¿Aceptarías tener una cita conmigo?

Tus ojos se abrieron con sorpresa, creo que entre todo lo que pensaste que tal vez diría, eso no estaba en la lista.

- Creo que no he sido muy discreta en demostrar lo mucho que me gustas _ Bajé la mirada un instante, pues era ridículo decir aquello después de haberla empujado a tener ese encuentro lujurioso - Pero a pesar de lo sucedido ahora, quiero que sepas que en verdad me gustaría conocerte.

Tu silencio se hizo notable y mi terror palpable, pero no había vuelta atrás, no había manera de devolver el tiempo y mucho menos, de borrar los minutos pasados, así que mentalmente me preparé para la cachetada pensé merecía.

Te vi abrir la boca un par de veces intentando hablar, pero no fue sino hasta la tercera que tu hermosa voz salió.

- Nunca en mi vida había hecho algo así. Aun no entiendo qué pasó, pero... _ Se quedó sin palabras otra vez pero sólo por un par de segundos - Quisiera entenderlo.

No estaba segura de lo que aquellas palabras significaban, así que debía aclararlas.

- ¿Eso es un sí?  _ Pregunté esperanzada

Me miraste a los ojos por unos segundos que parecieron eternos, bajaste la mirada y negaste ligeramente con la cabeza.

Sentí una piedra caer sobre mí con aquello ¿pero qué esperaba? Era ridículo pensar que dijera que sí.

- Está bien _ Dijiste entredientes.

Un cortocircuito impactó mi cabeza.

- ¿Qué? _ Fue lo único que atiné a decir
- Que aceptaré tu invitación.

Ahora fue mi turno de quedarme sin palabras y de haber tenido un espejo frente a mí, de seguro mi quijada llegaba al piso.

- Pero no hoy... Tengo muchas cosas que asimilar antes de hacerlo.
- Bien _ "¿Hoy? ¿Mañana? ¿Pasado? ¿Cuál día sería el correcto?"
- En dos días en la puerta de la biblioteca a las 3 _ Propusiste.
- Aquí estaré _ Respondí sin dudar.

Nos quedamos mirándonos unos instantes más antes de que fueran al lavabo, te echaras un poco de agua en la cara y en el cuello para recuperar la compostura. Durante todo ese tiempo, no pude hacer otra cosa más que mirarte a través del espejo. Estaba tan embebida admirándote, que no me fijé que también me mirabas con una media sonrisa en tus labios y al percatarme, los colores se me subieron al rostro.

Te volteaste y caminaste hacia mí, con tus libros y tu bolso al hombro.

- Me llamo Valentina
- Mariana _ Dije casi en un balbuceo. Sonreíste.
- Nos vemos Mariana

Y así sin más, saliste de lo que a partir de ese momento sería, el lugar donde lo imposible, se había convertido en lo posible.
------------------------------------------------------------------------------------------------------
La Teta Feliz Historias y Relatos ® KamZoe - Derechos Reservados
© Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, registrada o transmitida por un sistema de recuperación de información, en ninguna forma ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electrónico, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier otro, sin el permiso previo, por escrito, del autor.

5 comentarios:

  1. Preciosa historia Kam, gracias por seguir escribiendo, por no rendirte y compartir tu talento. No te voy a rogar por otro capitulo por que creo que ese final fue perfecto, pero ojala puedas seguir escribiendo otras historias, cortas o largas siempre seran bien recibidas.

    ResponderEliminar
  2. Cuantas quisiéramos ser una Mariana! Excelente el relato!!

    ResponderEliminar
  3. Por fin kam pude comentar. Excelente como siempre lo que escribes. Sin palabras...

    Saludos

    ResponderEliminar
  4. Para mí siempre es un placer escribir para ustedes, así que les aseguro que siempre que tenga algo que contar, lo traduciré en letras y lo compartiré con ustedes.
    Gracias por leer y comentar :D
    Cariños

    ResponderEliminar
  5. Excelentes Valentina y Mariana, y la infatigable escritora que eres. Felicitaciones Kam.

    ResponderEliminar

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...