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El raro diseño de la luna - Laura T.D - 22

22


Mar comprobaba una y otra vez su bandeja de entrada, por si tenía noticias. Corrió a conectar su celular porque de tanto revisar su pantalla, la batería se había agotado en menos de cuatro horas. Nada. Para mantener su cabeza tranquila se había concentrado en establecer una rutina de cambios de postura. Primero acostada en su cama, luego boca abajo. Después, sentada en el suelo, luego acostada boca arriba en el suelo, luego acostada boca abajo en el suelo. Posteriormente, aún sobre el suelo, con las piernas estiradas sobre la silla del escritorio. Luego sentada frente al escritorio. Luego sentada frente al escritorio con las piernas encima del mismo. Luego daba vueltas caminando por toda la habitación. Y todo volvía a repetirse cambiando de posición cada 15 minutos. Nada. Nora y Luna se habían ido sin despedirse y no había noticias de ellas.

Se había quedado profundamente dormida; la estancia en la galaxia la había agotado. Despertó muy tarde y cuando lo hizo y recorrió la casa en busca de algo para comer, encontró a Sara en la cocina, aguardándola con un plato de comida.
Mar se lanzó a devorar con ganas y Sara esperó hasta que terminó para decirle que Nora y Luna se habían ido de viaje juntas; que no quisieron despertarla pero habían dicho que se comunicarían pronto. Mar fue lo suficientemente consciente de que sin Luna cerca, los grandes maestros estarían observándola con total libertad, así que le dijo a Sara que seguramente la escritora y su prima necesitaban continuar la luna de miel. Sara puntualizó que era un comportamiento desconsiderado al estar atravesando un episodio familiar como el de Hugo. Mar señaló que después de todo, Luna era pariente de su papá, no de su mamá y que tenía todo el derecho de irse de luna de miel con su novia. Sara le dijo que no la disculpara ni justificara. Mar insistió en que no era justificación, que en verdad Luna tenía el derecho de hacer lo que le viniera en gana. Sara dijo que parecía no importarle a Luna el bienestar de Mar. Mar dijo, ya con el ánimo encendido, que Luna nunca había pasado por alto su bienestar. Sara, también con el ánimo encendido, le dijo que Luna actuaba como una egoísta. Mar, finalmente, dijo que la única egoísta era alguien que se decidía a llamarla novia, únicamente como último recurso.
Sara no supo qué responder a eso. Mar entendió que había hablado de más. La diseñadora se disculpó diciendo que la situación con Hugo la tenía estresada, que le agradecía a Sara mantenerse junto a ella. Pero Sara se mantuvo herida y decidió irse a comprar algunas cosas para cocinar algo más tarde y de todo eso ya habían pasado 4 horas, las mismas que Mar había empleado vigilando su celular y su bandeja de entrada.
Era obvio que Luna se iría con Nora, es decir, la galáctica tenía que bloquear el espionaje de los grandes maestros para que Nora pudiera buscar a los vínculos terrestres con su grupo de duendes informáticos.
Sin embargo, Mar no contaba con que se irían tan pronto y sin despedirse. Claro que la situación apremiaba. Claro que su estancia en la galaxia de Luna había sido una especie de despedida. Pero fuera como fuera, estar lejos de Luna la llenaba de ansiedad. Se preguntó si era cosa del vínculo. Claro que se habían vinculado fuertemente, unas cinco veces esa madrugada.
Mar sonrió por el recuerdo. Bien, tenía que mantener la calma. Eso era todo lo que podía hacer.
Quizá debería también llamar a Sara, ya se había tardado mucho y suponiendo que era ella el nuevo objetivo de los supuestos grandes maestros, sí le preocupaba mucho que Sara sufriera de agujas enormes en su cabeza. Mar sintió un fuerte escalofrío con solo pensarlo. Se moriría si algo malo le pasara a Sara. En verdad, se moriría. Marcó el número rápido. Sara contestó enseguida y se alegró mucho al escuchar que Mar se había preocupado por ella. Mar se disculpó por haberse portado a la defensiva esa mañana y se encontró pidiéndole a Sara que no tardara tanto, que quería verla y estar con ella.
Eso era cierto. La presencia de Sara hacía que todo se sintiera menos pesado y ahora, con la ausencia de Luna, necesitaba sentirse todo lo calmada posible. 
Sara llegó unos quince minutos después y se dispusieron a hacer la comida. Sara insistía que  los papás de Mar comieran algo hecho en casa; según ella, sería reconfortante. No es que Sara fuera una gran cocinera y Mar ciertamente tenía limitantes culinarias, pero entre las dos crearon una sopa mejor que decente y un pollo apetecible. “Hacemos un buen equipo”. Sara insistió con esa frase por lo menos unas cinco veces durante todo el procesode manufactura. Mar estuvo de acuerdo. Lo cierto es que con Luna lejos, las cosas entre ellas parecían fluir con mayor naturalidad, de hecho, se descubrió viendo a Sara “tan hermosa como siempre”, en un par de ocasiones.
Alistaron las viandas. El papá de Mar pasaría por mudadas de ropa limpia y la cena como a eso de las 7 de la noche, es decir, en una media hora. Mar estaba agradecida con Sara, por la compañía, por la idea, por la confianza, por el tiempo. Mar estaba agradecida.
“Oye. Sé que tienes cosas por hacer. La de la emergencia familiar soy yo, tú no tienes por qué seguir faltando al trabajo y cosas por el estilo, Sara. En verdad puedo soportar estar sola. Ve a casa y nos vemos mañana”
“No puedes decir eso en serio. Quiero pasar la noche a solas contigo”. Mar no supo qué responder, pero seguramente había puesto una cara de susto, porque Sara continuó: “No pongas esa cara, no voy a aprovecharme de ti, ni nada. Solo quiero estar contigo sin interrupciones y sin pretextos”. Ante eso, Mar no tuvo réplica.
Decidieron esperar en la sala, viendo las noticias del día. Mar aceptó recostarse en las piernas de Sara; de todas maneras solo sería un rato, su papá llegaría en unos cuantos minutos. Pero en realidad le fue necesario ir al baño antes de la llegada de su progenitor. Su papá ya se había demorado bastante más de la hora, lo cual era raro porque habían confirmado varias veces antes la hora de llegada para que la comida no se enfriara demasiado.
Mar no quiso ser paranoica y se tranquilizó a sí misma. A lo mejor su papá había pasado por cena, porque quizá debió haberle dicho que ella y Sara habían cocinado. Volvió hasta el sofá, pero esta vez no se recostó en Sara, sino se  mantuvo a distancia y la otra, buena chica, no insistió.
Cambiaron de canal.Encontraron un programa interesante sobre el origen del cosmos y Sara quiso dejarlo, pero Mar se apresuró a continuar el zapping. Dieron las 9 de la noche y entonces Mar aventó el control remoto y tomó el teléfono. Marcó a su mamá. “¿No ha llegado?, hace más de 2 horas que salió para allá”. Su mamá no sonaba preocupada, sino molesta; consideró que quizá su padre se había desviado a la oficina de camino a casa. Él a veces buscaba la tranquilidad de su escritorio para despejarse, una práctica que había adquirido después de convertirse en consultor de la empresa para la que trabajaba, porque antes, cuando era trabajador regular, lo único que quería al dar las 4 de la tarde era huir a casa.
Mar entonces marcó el teléfono de su papá. El buzón de voz llenó sus oídos. Dos, cuatro, siete veces. Bien, quizá se le había acabado la batería. Siguió esperando en la sala. Sara guardó en el horno la comida para evitar, en la medida de lo posible, que se helara. Dieron las 10 y luego las 11 de la noche y su papá no apareció. El corazón de Mar comenzó a palpitar violentamente cuando una llamada de su mamá entró. Al presionar el botón de respuesta, ya sabía que algo iba mal.
“Hija, ven”. Serían las únicas palabras que Mar recordaría de ese momento. Su cuerpo reaccionó en automático, aventando con todas sus fuerzas la lámpara que estaba junto a ella. Sara se apresuró a tomar el teléfono de la mano de Mar; Matilde sonaba histérica, supuso que se había asustado por el ruido que su hija había provocado.  Sara tuvo que ignorar a Mar pateando la lámpara caída para poner atención a lo que le decían por la línea. Les pedía ir de inmediato al hospital, pues había pasado algo con el papá de Mar; Matilde no supo o no quiso decir qué, pero Sara intuyó, por el tono de voz, que era grave. Sara aseguró que estarían ahí en un momento y colgó y después se acercó a Mar, que pisoteaba los pedazos de cerámica y vidrio. La llamó con cautela. Mar no pareció reaccionar. Volvió a llamarla más fuerte pero solo provocó que Mar volviera a desatar su furia contra el suelo, como queriendo pulverizar cada pedazo, por muy pequeño que ya fuera.
“¡Basta, Mar! ¡Debemos ir al hospital!”, Sara la tomó por los brazos, obligándola a calmarse. Mar la encaró.
“¡Tú no sabes nada! ¡No tienes la menor idea de lo que está pasando! ¡Vete, Sara!”
Pero Sara no se movió un ápice.
“¡Vete!”, gritó Mar.
“Mar, vamos al hospital. Allá nos enteraremos de lo que pasa”
“Tú no sabes ni mierda”
“Entonces dime, ¿qué es lo que no sé?”
“No puedes hacer nada, no puedes. Vete”
“No iré a otra parte. Anda, vámonos”
La seguridad de Sara calmó un poco a Mar, lo suficiente para no tener que arrastrarla hasta la calle y luego subirla al taxi.
Llegaron en poco tiempo al hospital. Matilde las esperaba en la recepción de urgencias. El papá de Mar había tenido un accidente extraño. Lo habían encontrado desmayado a la orilla de uno de los lagos del parque;aparentemente, resbaló desde el puente que atravesaba dos de los más grandes. Tenía fracturada una pierna y una contusión en la cabeza que necesitaba observación; sin embargo, lo preocupante era que algunos testigos (el parque era transitado por corredores y paseantes nocturnos) declararon haberlo visto hablando solo, caminar sin rumbo, gritando disparates por la orilla del puente a algo que solo él veía. Así había resbalado.
Eso era todo, pensó Mar. Y lo pensó porque para ella, en ese momento, el mundo se comenzó a ir al carajo. 
Como físicamente se encontraba relativamente bien, Matilde pudo encontrarse con su esposo. Mar acudió también después de intentar despedir a Sara, cosa que fue imposible. La escena que presenció Mar la dejó sin aliento. Su madre mantenía la mirada fija en su esposo quien hacía ademanes exagerados mientras hablaba de estrellas blancas, de ojos blancos, de que el mundo en realidad estaba hecho de luces blancas. Mar vio la locura en el rostro de su papá, una locura tierna, desprotegida, como si el hombre más fuerte que conocía ahora fuera un niño pequeño, perdido. Mar se acercó y a esa distancia pudo ver las lágrimas en el rostro de su mamá. Su papá pareció verla, pero sabía que no la veía a ella, porque continuó hablando de cabello blanco y luces que subían y bajaban. Entonces, en un momento, por un instante, su papá las vio con consciencia o por lo menos eso le pareció a Mar, y luego enmudeció y su mirada perdió toda humanidad. La anulación estaba completa.
Mar y Matilde llamaron a gritos a la enfermera. La enfermera buscó al doctor y el doctor confirmó una vez más que todo estaba bien físicamente con el paciente, que aquello parecía ser psiquiátrico y los canalizó con un especialista.
Matilde, desesperada, comenzó a hacer llamadas para lograr reunir a un equipo de especialistas similar al que atendía a Hugo. Mar sabía que todo era inútil; Mar ya se había dado por vencida. Nadie en este jodido mundo podía hacer algo por su papá.
Para las seis de la mañana, la tenacidad de su mamá había logrado reunir expertos y trasladar a una habitación más cómoda a su papá, para iniciar un tratamiento, sea cual fuera. Cuando los doctores sugirieron internarlo en una clínica de salud mental, Matilde perdió completamente los estribos y les gritó que ellos trabajaban para ella y que harían lo que ella dijera. Mar tenía el corazón como ahogado, por todo, por todo.
“Quédate con tu papá. Voy a ver cómo amaneció Hugo”, le ordenó su mamá, pero Mar no quería entrar a esa habitación. Y no tenía nada en qué sostenerse mientras sentía que una fuerza monumental la arrastraba hasta el suelo. Mar sabía que si caía no se volvería a levantar.
Sara la tomó del brazo. ¿Había estado ahí todo el tiempo?
“Oye, los médicos encontrarán la manera de ayudarlo. Uno no se pone en ese estado de un momento para otro, no así, creo. Encontrarán lo que pasó con tu papá y se pondrá bien”
Mar no quiso discutir, ¿qué sentido tenía insistir en que Sara no tenía idea de lo que ahí pasaba?
“Intenta ser fuerte mientras esperamos que se recupere, ¿de acuerdo?”
En eso Sara tenía razón, lo único que quedaba era esperar un milagro intergaláctico. Mar tomó con fuerza la mano de Sara y ambas entraron a la habitación de su papá. Todo parecía tan ausente, es decir, no sólo su papá estaba perdido, sino parecía que su condición obraba sobre todo lo que le rodeaba. Era como entrar a otra realidad, pensó Mar, el sillón, la cama, hasta las luces parecían fuera de lugar. ¿En qué momento la vida comenzó a parecerle ajena?
Sara intentó llamar la atención del paciente sobre la cama con la mirada perdida. Mar ni siquiera lo intentó. Ese era el cuerpo de su papá, pero no era él(la galaxia de su papá tendría que ser de color verdeazulado sucio, como esos dichosos lagos que en ese momento le parecían absurdamente nostálgicos). Su papá estaba perdido y encontraría la manera de traerlo de vuelta o si no… si no, podía acabarse el mundo y eso estaría bien, pensó, llena de miedo. Matilde no tardó más de cuarenta minutos, pero a Mar y Sara les pareció eterno el tiempo de espera. Darían a Hugo el alta.
Mar no podía acompañar a Hugo; cualquier comentario relacionado con ella, aunque fuera solo una insinuación, alteraban la estabilidad de su tío. Por lo tanto, sería Matilde quien lo llevaría a casa (la suya, no la de Hugo porque quedaba lejos y aunque estaba perfectamente saludable y salvo por el recuerdo roto de Mar y su olvidada afición por las motocicletas, estaba perfectamente cuerdo, Matilde prefería mantenerlo cerca de los doctores). Mar no tuvo que decir algo para que Matilde se diera cuenta del pavor que su hija sentía mientras se hacía a la idea de quedarse con su papá en el hospital esa noche.
“Solo será por hoy. Tu hermana viene mañana”
Y Mar pensó que aquello le daba gusto. Quería abrazar a su hermana y a sus sobrinos y hasta a su cuñado que sólo hablaba para puntualizar datos aburridos. Pero entonces se dio cuenta de que traerlos cerca sólo los pondría en peligro. Entonces entendió a la perfección que estaba como dentro de un reloj de arena; al dar la hora precisa, quedaría enterrada y junto a ella todo lo que conocía y de la manera más inverosímil de la que habría podido alguna vez tener conocimiento.
“Todos los alienígenas deberían irse por el caño”, deseó Mar.
Sin embargo, casi inmediatamente se dio cuenta que aquel deseo de seres intergalácticos desaparecidos, incluía a su marciana particular y dudó entre considerar el amor suficiente lado bueno de toda la experiencia o un futuro daño colateral. Es decir, Luna terminaría yéndose y cuando lo hiciera, Mar no tendría ni siquiera su recuerdo. Bien, no era información nueva, pero ante el peligro y la pérdida, ¿es que al final ni siquiera podría tener la certeza de que todo había valido la pena? ¿No era precisamente su amor trascendente de tiempos y espacios lo único que podía darle sentido a lo estúpido que parecía todo? ¿Por qué su amor no era suficiente? ¿Por qué fuera cual fuera el resultado, al final se quedaría con nada?
Y mientras se abrumaba con montones de preguntas que no podía responderse, la madrugada llenó la habitación del hospital. Su papá dormía intentando mantener posición fetal con todo y que la férula se lo impedía. Su mamá se había marchado, supuso ya estaría en casa con Hugo. Sara había insistido en quedarse, pero las reglas del nosocomio eran estrictas con un sólo acompañante durante la noche; Sara no tuvo más opción que despedirse hasta el día siguiente. La verdad, Mar estaba un poco más tranquila con su soledad, se recostó en el sillón junto a la cama de su papá y cerró los ojos, esforzándose por no pensar más.
***
Estaba lloviendo leche luminosa de abajo hacia arriba  y Mar intentaba capturar algunas de las gotas para poder mostrárselas a su jefe y así entendiera que no había ido a trabajar porque la lluvia lechosabrillanteinversa estaba por inundar los lagos. Mar sabía que los lagos eran importantes porque ahí Hugo guardaba su moto que también usaba su papá que se había dejado crecer el cabello hasta la cintura. Sara seguro tendría la delicadeza de ayudar a convencer a su jefedándole un beso para cerrar el trato. Luego llevarían algunos duendes con cabeza de computadora al hospital a beber la mejor limonada del mundo.
Pero entonces en el camino, Luna las comenzó a seguir y Mar debía ignorarla para que Sara no notara su presencia, sobretodo porque era un alien, sobretodo porque tenía los ojos negros y el cabello blanco y brillante. Luna estaba en todas partes y entonces, Mar debía distraer a Sara señalando patos y ponis que se cruzaban en el camino. Mar pensó que los patos y ponis eran cursis y entonces, al momento, lo que se atravesaba en su camino eran férulas de yeso animadas.
Aquello le pareció un poco raro, sobre todo porque algunas férulas tenían unas pequeñas alas y revoloteaban, lo que fue demasiado, entonces volteó a ver a Sara para decirle que mejor regresaran al bar, pero entonces vio que Sara no era Sara, sino un recipiente vacío. Ojos, nariz y boca eran huecos de ausencia.

***
Mar se despertó (no puedo decir que demasiado sobresaltada) y se restregó los ojos para terminar de espantar el sueño raro que había tenido. Ojalá Luna estuviera ahí, ojalá.
Pero lo que vio frente a ella, bajo la tenue luz permanente de hospital fue a un hombre alto, muy bien peinado (sí, Mar solía notar cosas extrañas de las personas), vistiendo un perfecto traje sastre negro, sin corbata. Era un hombre atractivo, como recién sacado del folleto de una escuela o alguna empresa, incluso podría pasar por abogado de esos que venden una imagen más amable del litigio. Mar pensó que quizá era el representante del seguro de gastos médicos, o bien el gerente del hospital que había ido a comunicar que el seguro había terminado su cobertura, pero eran las tres de la mañana, según la pantalla de su teléfono, no era una hora sensata para trámites institucionales.
El hombre la observaba parsimoniosamente. Mar comenzó a sentir miedo, ¿era su turno? ¿Siempre sí se animarían a anularla?
“Te he observado”, dijo el hombre y a Mar le pareció que su voz era dulce. ¡Qué bueno que habían enviado a un gran maestro con voz dulce para terminar con su humanidad!
“¿Y qué has visto?”, preguntó Mar.
“¿No tienes miedo de mí?”, Mar notó ahora que había un ligero acento caribeño en la voz del hombre, que ahora también parecía joven, apenas un poco mayor que ella.
“Últimamente tengo miedo de todo y de todos, así que estoy empezando a acostumbrarme. Eso hace más fácil las cosas”
“Es curioso. No eres un ser humano extraordinario”
“No lo soy”
“Aun así, has puesto de cabeza a algunos viajeros sin tiempo ni espacio”
“No era mi intención”
“Eso pasa por enviar novatos a la tierra. Yo no me dejo envolver por la sensiblería humana. Es mi tercera vez aquí, desde el inicio de tu especie.”
“Nunca lo habría imaginado, realmente eres eficiente con eso de aparentar menos años”
“El humor… es uno de mis rasgos favoritos humanos. Él me pareció gracioso mientras caminaba intentando hablar con los lagos”, el hombre señaló a su papá, Mar sintió que sus músculos se tensaban a punto de abofetear a quien o lo que fuera, pero se contuvo.
“¿Viste cuando los maestros le hicieron eso?”
“Es correcto”
“¿Sufrió?”
“Es probable, pero solo un momento. El dolor físico termina pronto y la locura solo es un espacio vació, ahora es incapaz de sentir algo”
“¿Qué haces aquí?”
“Te observaba. Eres un ser humano insignificante”
“Lo soy”
“¿Cómo eres capaz de darle nombre a uno de nosotros? ¿Cómo eres capaz de hacer que rompa nuestras reglas? ¿Cómo te atreves a intentar detener lo inevitable?”
“Supongo que soy tan buena envolviendo a los viajeros con sensiblería humana, como tú evitándola”
“Ella se convertiría en un maestro”
“¿Luna?”
“Ese es el nombre que le has dado”
“Ella no podría ser un maestro nunca, ella no es cruel ni se cree superior a todos los otros habitantes del universo”
“Ella es cruel y es superior a todos los otros habitantes del universo… pero entonces se dejó crear por el torbellino de la escritora y se vinculó a ti. Se llenó de emociones, te sintió. Mala combinación para alguien poderosa”
“Mira, ya me cansé de esta conversación, ¿podrías decir quién eres y qué haces aquí?”
“Soy uno de los 199”
“Sí, bueno, no hay que ser un genio para darse cuenta”
“Luna me encontró. No debió hacerlo.La rechacé; estuve tentado a borrarla yo mismo. Pero entonces fui curioso, ese es el vicio humano más difícil de evitar, no fui inmune a él. Yo también soy poderoso, como Luna, ¿qué podría ser tan fuerte para ir contra nuestro propio ser? Así que vine a observarte. No eres nada extraordinario, pero sabes aceptar  y brindarte a otros espíritus. Quizá también el azahar estuvo de su lado y Luna y tú se encontraron. El vínculo que ustedes comparten es el más especial, nunca lo he experimentado. En este mundo, en este tiempo, mi vínculo es un anciano. Pasamos horas hablando de una guerra que solo existe en su memoria y de muertos de quienes inventa historias que nunca sucedieron. La muerte está cerca de enfriar sus huesos y se convertirá en abono para la tierra. Yo le amo, es mi maestro, un verdadero maestro. Deseo para él una muerte rodeada de sus recuerdos, no de locura”
“¿Entonces, vas a ayudarnos?”
“Es correcto. Mi viejo y yo nos amamos y aun así no estoy seguro de que sería capaz de desafiar las fuerzas del universo para alejarlo de la anulación. Si el amor entre Luna y tú es capaz de ello, seguirlas quizá me permita encontrar el sentido de mi existencia. Sé cómo actuar. Las seguiré y también mi anciano”
“Eres el viajero más oportuno de éste y otros mundos. ¿Cuál es tu nombre?”
“Tomás, el nombre de la primera mascota del anciano. A la muerte del can, fui nombrado”
“¿Te puso el nombre de su perro?”
“Ambos hemos sido dos de los seres más amados por el anciano”
“Bueno… muy bien, Tomás. Eres un respiro. Como puedes ver, las cosas van realmente mal”
“Los seres humanos tienen esperanzas. Mientras las tengan, se van a mantener de pie”
“Eso espero. ¿Vendrán más como tú?”
“No lo sé. Quizá algunos. No todos tienen tanto poder como Luna o como yo. Para venir hay que bloquear la visión de los maestros y moverse por el mundo”
“Bien, entonces solo queda confiar en que todo dará resultado y esperar”
“Debo irme, Mar. Hasta pronto”
“Hasta pronto, Tomás. Hasta pronto”
La figura del hombre se convirtió en una silueta y después desapareció.
Aquello había sido cierto, ¿cierto? En verdad había tenido una especie de entrevista con uno de los 199 que se llamaba como el perro de un anciano al que amaba profundamente, ¿cierto?

Mar hubiera preferido jamás cuestionarse si la aparición había sido verdadera, puesto que fue su papá quien le confirmó el encuentro. El hombre se bajó de la cama, arrastrando la pierna lastimada, y comenzó a manotear en el lugar en que Tomás se había manifestado. Mar recibió con coraje el golpe de realidad y condujo cariñosamente a su papá de vuelta a la cama. Todo estaría bien, todo tendría que estar bien. 
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La Teta Feliz Historias y Relatos ® Laura T.D - Derechos Reservados
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2 comentarios:

  1. Wuao ahora le toco a su papa espero que Tomas le ayudé y que su papa se pueda recuperar y que el amor que hay entre ella y Luna logre a bloquear a los maestros
    Laura que capítulo Uyyyy saludo desde Chile

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  2. Ok me encantaaa, ya va uno faltan 197 jejej y ahora sabemos.que luna es poderosa, espero el amor gane...

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