Sandra
esperaba pacientemente en su silla, la mesa perfectamente arreglada, las velas irradiaban una luz tenue, un aroma dulce que
no pudo identificar inundaba la habitación, le agradaba ese aroma, se sentía
cómoda a pesar de la situación.
Se
levantó de su asiento, se dirigió al ventanal enorme que daba directo a la
ciudad, una ciudad llena de luces, desde ese octavo piso todos parecían tan
pequeños, las minúsculas hormiguitas que sabía que eran personas se movían de
un lado a otro de la acera, los coches sonaban sus clackson, y enormes
rascacielos se plantaban imponentes por todos lados, luces de lugares, en su
mayoría restaurantes y uno que otro
bar.
Regresó
a un lado de la mesa, tomo la copa de vino tinto que reposaba justo al centro, tomó un ligero
sorbo y dejo que el sabor de las uvas fermentadas inundara sus papilas gustativas,
una excelente cosecha, dedujo basándose en su vasta experiencia en
bebidas.
Miro
al reloj antiguo que descansaba en la pared 11:45 pm, la cita se había acordado
a las 11:00, pero ese enorme retraso no le sorprendía, conocía perfectamente
que la puntualidad no era su fuerte.
Regreso
al ventanal, esta vez posó su mirada al cielo, o lo poco que le permitían ver
los edificios y la contaminación, unas pocas estrellas asomaban tímidamente
tras capas espesas de esmog, suspiro decepcionada de que aquel brillo fuese tan
tenue.
El
timbre de su móvil la hizo dar un saltito involuntario, unas gotas de vino
tinto cayeron sobre su vestido color plata, lanzó una blasfemia, mientras
trataba de secarse un poco con una servilleta, la idea de cambiar de atuendo
llego a su mente, antes de que se dirigiera a realizarlo la puerta se abrió de
golpe.
-Lamento
el retraso, no podía salir de casa.
-Descuida-
contesto ella con una amplia sonrisa, no le importara el retraso, le interesaba
su presencia.
-Te
vez bien- dijo su visita mientras cerraba la puerta con llave.
Sandra
no pudo evitar ruborizarse, lo cual le pareció demasiado infantil por su parte,
rezó porque no se diera cuenta de su reacción, pero sabía que ese detalle no se
le pasaría por alto, ningún detalle se le pasaba, era lo que más le gustaba y a
la vez lo que más odiaba.
-Toma
asiento –le invitó de forma amable mientras se deshacía de la servilleta que
aun llevaba en la mano.
Asintió
y se sentó en una de las sillas al lado de la mesa, tomo la otra copa de vino
que había dejado Sandra y dio un gran trago.
-Excelente
elección Sandra, has aprendido muy bien.
-Me
han enseñado bien –contestó estándose.
Un
silencio que parecía eterno se hizo presente en la habitación, no decían nada,
solo se miraban analizándose mutuamente.
Recorrió
a Sandra con la mirada, su cabello rubio y ondulado que se posaba suave sobre
sus hombros, esos ojos verdes decorados con unas perfectas pestañas largas,
obviamente favorecidas por el rímel, los labios de un color rojo carmesí
contrastante con su piel blanca, la luz de las velas le daban ese toque
indescriptible que le hacía ver aún más hermosa de lo que de por sí ya era.
Sandra
sentía su mirada, sentía como la examinaba y le gustaba, le gustaba que la
viera, le encantaba sentir esos ojos
negros y profundos sobre ella, una parte de su ser, sabía que podía ver su alma
o eso era lo que a ella le parecía, nunca en su vida nadie la había visto de
esa forma hasta que le conoció.
-¿Qué
tal la familia? –Sandra se decidió a iniciar la conversación.
-Bien,
todo bien, Lucas ya entro a primaria y parece que le gusta mucho.
Tocar
el tema de su familia no le gustaba mucho, le dolía, saber que tenía una vida
con alguien, una vida lejos de ella, donde nunca podría mezclarse, en la que
ella no era más que una amante, una intrusa que saciaba su sed de vez en
cuando.
Alejó
esos pensamientos antes de que lograran atraer las lágrimas, ese no era momento
para llorar, tenía 6 meses sin verle, ese era momento para disfrutar de su
presencia lo más que le fuese posible.
-¿Qué
tal todo con María? –preguntó sabiendo
que eso solo haría que sus pensamientos volvieran.
-Bien…
Su
respuesta fue bastante cortante, se notaba que ese “bien” era solo de cortesía,
Sandra no quiso hacer notar que se había
dado cuenta de ello, dio un sorbo de vino y sonrió.
No
hubo más palabras por un tiempo, Sandra miró de nuevo el reloj en la pared y
vio la hora 12:20 am, no había pasado
demasiado tiempo.
Se
levantó de su asiento, regalo una sonrisa cómplice a Sandra, colocó un disco de
vinil en el toca discos antiguos que había
en una repisa de madera fina, colocó la aguja en su lugar y una melodía suave de violines hizo que a
Sandra se le erizara la piel.
Tendió
su mano a Sandra, la cual la tomó un poco temblorosa, en realidad todo su
cuerpo temblaba, trataba de dominarlo pero no le era posible, notó como sus
piernas se estremecían levemente, sonrió con satisfacción a ver las reacciones
de Sandra.
La
acercó a su cuerpo y la abrazó muy fuerte, no tanto como para lastimarla pero
si lo suficiente como para cortarle un poco el aliento, acerco su nariz al
cabello de Sandra y aspiró, el aroma de la chica le encantaba, no era el aroma
de su perfume o el de su jabón, era el aroma de su cuerpo el que le parecía tan
embriagador y reconfortante. La necesitaba, le dolía reconocerlo pero así era,
la necesitaba, necesitaba su tacto, su aroma.
Acaricio
su cabello y deslizó su mano hasta su cintura, atrajo más su cuerpo y la besó
suavemente en la mejilla, muy cerca de los labios.
Sandra
se estremeció al sentir su cuerpo tan cerca, el contacto de sus labios con su
piel quemaba, ardía, era incluso doloroso, pero le encantaba, amaba esa
sensación, adoraba ese hormigueo que le quedaba cuando apartaba sus labios de
ella.
Se
apartó un poco de ella, cosa que Sandra odió, la miro de nuevo de arriba a
abajo, notó como la joven contenía la respiración, tenía perfectamente claro
que era lo que deseaba, pero sabía que debía esperar.
Tomó
de la mano a Sandra, la dirigió al sofá y le pidió con un gesto que se sentara
en sus piernas, Sandra asintió y se acomodó sobre su regazo.
Sandra
trataba de controlarse, su corazón latía más rápido.
Los
violines cesaron, medio minuto después un solo de flauta dio inicio a la segunda canción.
Sandra
sintió algo cálido sobre su espalda, después un soplo frio en ese mismo lugar,
se estremeció y cerró los ojos tratando de controlarse, sabía perfectamente lo
que había hecho, le había dado un pequeño beso húmedo, para posterior mente
soplar un poco en el mismo lugar, la piel de Sandra se erizaba siempre que le
hacía eso.
Volvió
a besar, esta vez un poco más abajo, dio un ligero soplo en el mismo lugar y
obtuvo los resultados que deseaba, los bellos de Sandra de habían puesto de
punta en esa zona, por una extraña razón eso le fascinaba.
Bajó
su mano y acaricio el muslo de Sandra por fuera, esa piel tersa le parecía
majestuosa, sintió como Sandra se calentaba, sentía ese calor de su cuerpo
sobre sus piernas.
La
última nota de la canción proveniente de un chelo se vio acompañada de un largo suspiro por parte de Sandra.
¿Qué
la había llevado a parar allí?
En
su vida se había imaginado que llegaría a estar en una lujosa habitación de uno
de los edificios departamentales más exclusivos y caros de la ciudad. Jamás pasó por su mente llegar a ser
la amante de alguien, eso no iba con sus ideales, con su moral, esas no eran
las enseñanzas de su madre, no era lo que le había prometido a su abuela en su
lecho de muerte y sin embargo allí estaba. Sentada en sus piernas, ardiendo por
dentro y humedeciéndose cada vez más, preguntándose cuanto más le haría
esperar.
Tenía
muy claro que para cocinar una rica tarta primero debes pre calentar el horno,
y eso era lo que hacía, postergaba el momento.
Unas
notas más alegres que las de la canción anterior sacaron a Sandra de sus
cavilaciones, una mano se posó en su rodilla y unos ojos negros y
resplandecientes la miraban expectantes.
-Levántate
un poco –dijo con una sonrisa especialmente tierna.
Sandra
obedeció, se levantó y se colocó frente al sofá.
Le
tendió un pedazo de tela negra, Sandra entendió y se tapó los ojos. Una mano la
guio con cuidado hasta dejarla sentada sobre una silla, lo único que podía
hacer era escuchar, escuchaba la canción de antes, escuchaba a su corazón
resonando rítmicamente en su pecho, eso era lo único que escuchaba.
Tomó
una fresa del plato que estaba en la mesa, la mordió y la saboreó, su dulzor
era placentero, aunque conocía algo más dulce y ciertamente mucho más
placentero… Sandra.
Coloco
otra fresa en la boca de Sandra, ésta al sentirla dio un mordisco, mordieron a
la vez, el jugo dulce de la fresa recorrió sus bocas, Sandra sabía muy bien que
era lo que pasaba, sentía que estaba frente a ella, podía jurar que ese otro
sonido era el palpitar de su corazón.
Al
apartarse de ella sonrió, la vio y no pudo pensar en la belleza de la chica, le
ayudó a ponerse de pie, deslizo su mano entre sus piernas y le quitó la ropa
interior, como ya lo esperaba, Sandra estaba bastante mojada.
Sacó
lentamente sus piernas para deshacerse de las bragas, sabía que debían de estar
mojadas y se apenó por ello. Una mano
comenzó a acariciar el interior de su muslo, los movimientos eran muy lentos,
delicados, eso la desesperaba, sabía lo que quería, deseaba tenerlo pronto. Esa
misma mano la ayudó a levantarse, camino a ciegas, guiada por su acompañante.
-Las
ciudad es hermosa de noche, lástima que no se puedan disfrutar las estrellas
como debe de ser.
Sandra
estiro la mano y pudo palpar el cristal, estaban frente al ventanal.
Una
mano fría en su espalda, un ligero chasquido y segundos después su vestido
estaba en el piso.
Sandra
no llevaba nada más, únicamente los zapatos de plataforma y la venda que cubría
sus ojos. La contempló un momento, su cuerpo desnudo, el perfecto estereotipo
de la belleza femenina se encontraba a escasos centímetros de distancia.
La
misma mano delicada de antes bajo hasta su abdomen, se deslizo rápido hasta su
sexo y dio una caricia, tan lenta y dolorosa que Sandra no pudo evitar un
gemido.
Sandra
se giró de frente al ventanal, no sabía si alguien la estuviese observando de
afuera, lo dudaba, la tenue luz de las velas apenas hacían visibles las cosas
adentro de la habitación al centro, lo demás quedaba en penumbras. Sintió como
dos dedos se deslizaban desde su cuello hasta su espalda, muy lentos en una
eterna caricia, sentía como dejaban la piel caliente por donde pasaban, al
llegar a su cintura esos dedos se movieron más rápido, en un movimiento que
llevo a lo mucho unos pocos segundos esos dedos ya
estaban dentro de ella.
Había
perdido la noción de la música hasta ese momento, le pareció conocido,
Beethoven quizás.
En
su interior, esos dedos se movían en círculo, para después comenzar a entrar y
salir, cada vez más rápido, cada vez más adentro.
El
calor comenzaba a extenderse por todo su cuerpo, las primeras gotas de sudor se
deslizaron por su frente, siguió el ritmo de esos dedos con sus caderas, sintió
unos labios que besaban su espalda, había estado esperando toda la noche para
esto, no, no toda la noche, había esperado 6 largos meses desde la última vez
para esto, no aguanto más y comenzó a gemir.
La
armonía de los gemidos de Sandra y la
maestría de Beethoven le fascinaban, sintió las contracciones en el interior de
Sandra y aumento el ritmo.
Un
grito.
La
última nota.
Un estremecimiento.
El
crepitar de dos corazones.
Una
sonrisa.
Y
dos mujeres frente al ventanal tomadas de la mano, una de ellas desnuda,
cansada y liberada, la otra, extasiada, emocionada, con la mano empapada y las
pupilas dilatadas.
Sandra
quitó la venda de sus ojos, sintió esas manos rodeando du cintura, la
respiración sobre su hombro, giró para quedar de frente y apretarse a ella.
Tamara lo había logrado de nuevo, la había llevado al cielo, había fundido su
alma con ella.
Tamara
miro ese rostro angelical, estaba sonrojado, el cuerpo de Sandra aun temblaba
un poco, pero sabía que estaba bien.
Se
acomodaron en el sofá, se abrasaron y permanecieron así un instante que pareció
eterno.
La
música había cambiado, la canción ya no era Beethoven, era una relajante
melodía de piano.
Sandra se levantó, tiró de Tamara hasta
ponerla de pie.
-¿Qué
hay de la igualdad? –preguntó en tono pícaro.
-¿Quieres
igualdad?
-Te
quiero a ti –Sandra desabrochó el cinto de Tamara, acto seguido se deshizo de
los zapatos, le acompañaron el pantalón, las bragas, blusa y sostén.
El
cuerpo desnudo de Tamara deslumbro a Sandra, su cabello negro y un poco corto,
esa piel tostada ligeramente, sus prominentes senos proporcionales a sus
caderas, el hermoso y sexy lunar junto a su boca, ese que tantas beses había
besado, no cabía duda de que era una mujer extraordinariamente hermosa.
Sandra
se acercó a Tamara y le dio el beso más largo, tierno, profundo y apasionado de
la historia de la humanidad. Continuó besando su cuello, se tumbaron en el sofá
y Sandra continuó bajando, besó sus clavículas, llego a sus senos, los beso,
palpó, acarició sus pezones con la lengua, succionó y mordió hasta que la
respiración de Tamara se aceleró a un ritmo anormal, sus caderas impacientes
comenzaron una danza que exigía gritos que Sandra llegara más abajo. Continuó
hasta su ombligo, besó su abdomen, bajo un poco pero en el último momento
decidió volver a sus labios, otro beso, esta vez más apasionado, más salvaje,
mordió sus labios, los acaricio, profundizó el beso y después de apartó, sin
más descendió hasta su objetivo principal y comenzó a llenarse de Tamara, probó
hasta el rincón más oculto de su sexo,
se movió tanto como las caderas de su amante, no resistió la tentación e
introdujo dos dedos para apoyarse.
Tamara
sentía como Sandra recorría su parte íntima con sus labios, de pronto sintió
algo dentro, comenzó a moverse más a prisa, la lengua de Sandra jugueteaba con
su clítoris, su cuerpo ardía, su espalda se encorvó, los dedos de sus pies se
contrajeron, una descarga de energía se liberó de su cuerpo y una paz absoluta
la inundó.
Tamara
era una empresaria seria, una gran activista que defendía los derechos homosexuales en su país, el suyo
fue uno de los primeros matrimonios entre parejas del mismo sexo, abrió muchas
puertas, junto a su esposa adoptaron un niño que recientemente había cumplido 6
años y comenzaba su educación primaria. Su esposa María, una mujer fenomenal,
nunca en su vida conoció a nadie como ella, hermosa, bondadosa, inteligente, justa,
una de las mejores abogadas del país, la esposa perfecta y madre cariñosa.
¿Qué
hacia allí, con una chica unos cuantos años menor, engañando a la mujer más
maravillosa del mundo?
No
lo sabía, no tenía ni idea de porque lo hacía, al conocer a Sandra su corazón
se incendió como nunca, sus rasgos tan
vivos, su mirada inocente, su forma de expresarse, como se ruborizaba con sus
cumplidos. ¿Eso era suficiente para engañar a quien consideró el amor de su
vida? Tamara sabía que lo que hacía no estaba bien, trato de alejarse muchas
veces de Sandra, pero su voluntad flaqueaba con facilidad, sin embargo está vez
lo haría, se iría del país con su familia, cambiaria a otra sede de su empresa
y manejaría todo desde allá.
Tamara
miro el reloj, eran las 5:00am, la hora de irse había llegado, Sandra
continuaba dormida en el sofá, tomo su ropa, dejó dinero y una nota y se marchó
sin decir nada…
Sandra
sintió los primeros rayos de sol en su piel, miro a todos lados pero Tamara se había ido, el disco de
anoche se reproducía a un volumen apenas notable, se acercó y subió el volumen,
buscó sus bragas, se vistió y en la mesa, a un lado de una copa de vino la cual
tomó y dio un sorbo, encontró una fuerte
suma de dinero acompañada de una nota.
“Adiós,
fue lindo verte por última vez, te quiero cuídate.
Hasta
nunca.
Tamara”
La
copa se deslizó entre los dedos de Sandra y se estrelló en el piso, salió
corriendo, bajo las escaleras desde el octavo piso hasta la primera planta, fue
a la calle pero no vio nada, Tamara se había
ido y esta vez para siempre.
La
música de anoche seguía sonando en su cabeza, y se mantuvo allí por siempre, Sandra había cometido el peor
error de su vida, se enamoró de un imposible.
Bajo
la botella de vino un trozo que había sido arrancado de la nota se ocultaba.
“Te
amo”
Las
palabras que Sandra nunca escuchó de Tamara, un sentimiento que jamás se enteró que tenía hacia ella…
Fin.
La Teta Feliz Historias y Relatos ® M.G.M - Derechos Reservados
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Una historia sublime llena de sentimientos . Se me estrujo mi corazoncito n.n
ResponderEliminarmagnifica historia, me encantaria que tuviera continuacion
ResponderEliminarI´G