Esperamos tu historia corta o larga... Enviar a Latetafeliz@gmail.com Por falta de tiempo, no corrijo las historias, solo las público. NO ME HAGO CARGO DE LOS HORRORES DE ORTOGRAFÍA... JJ

Primera Nota Re - M.G.M

PRIMERA NOTA: RE

Sandra esperaba pacientemente en su silla, la mesa perfectamente arreglada, las velas irradiaban una luz tenue, un aroma dulce que no pudo identificar inundaba la habitación, le agradaba ese aroma, se sentía cómoda a pesar de la situación.
Se levantó de su asiento, se dirigió al ventanal enorme que daba directo a la ciudad, una ciudad llena de luces, desde ese octavo piso todos parecían tan pequeños, las minúsculas hormiguitas que sabía que eran personas se movían de un lado a otro de la acera, los coches sonaban sus clackson, y enormes rascacielos se plantaban imponentes por todos lados, luces de lugares, en su mayoría restaurantes y uno que  otro bar. 
Regresó a un lado de la mesa, tomo la copa de vino tinto que  reposaba justo al centro, tomó un ligero sorbo y dejo que el sabor de las uvas fermentadas inundara sus papilas gustativas, una excelente cosecha, dedujo basándose en su vasta experiencia en bebidas. 
Miro al reloj antiguo que descansaba en la pared 11:45 pm, la cita se había acordado a las 11:00, pero ese enorme retraso no le sorprendía, conocía perfectamente que la puntualidad no era su fuerte. 
Regreso al ventanal, esta vez posó su mirada al cielo, o lo poco que le permitían ver los edificios y la contaminación, unas pocas estrellas asomaban tímidamente tras capas espesas de esmog, suspiro decepcionada de que aquel brillo fuese tan tenue.
El timbre de su móvil la hizo dar un saltito involuntario, unas gotas de vino tinto cayeron sobre su vestido color plata, lanzó una blasfemia, mientras trataba de secarse un poco con una servilleta, la idea de cambiar de atuendo llego a su mente, antes de que se dirigiera a realizarlo la puerta se abrió de golpe.
-Lamento el retraso, no podía salir de casa.
-Descuida- contesto ella con una amplia sonrisa, no le importara el retraso, le interesaba su presencia.
-Te vez bien- dijo su visita mientras cerraba la puerta con llave.
Sandra no pudo evitar ruborizarse, lo cual le pareció demasiado infantil por su parte, rezó porque no se diera cuenta de su reacción, pero sabía que ese detalle no se le pasaría por alto, ningún detalle se le pasaba, era lo que más le gustaba y a la vez lo que más odiaba.
-Toma asiento –le invitó de forma amable mientras se deshacía de la servilleta que aun llevaba en la mano.
Asintió y se sentó en una de las sillas al lado de la mesa, tomo la otra copa de vino que había dejado Sandra y dio un gran trago.
-Excelente elección Sandra, has aprendido muy bien.
-Me han enseñado bien –contestó estándose.
Un silencio que parecía eterno se hizo presente en la habitación, no decían nada, solo se miraban analizándose mutuamente.
Recorrió a Sandra con la mirada, su cabello rubio y ondulado que se posaba suave sobre sus hombros, esos ojos verdes decorados con unas perfectas pestañas largas, obviamente favorecidas por el rímel, los labios de un color rojo carmesí contrastante con su piel blanca, la luz de las velas le daban ese toque indescriptible que le hacía ver aún más hermosa de lo que de por sí ya era.
Sandra sentía su  mirada, sentía como la  examinaba y le gustaba, le gustaba que la viera, le  encantaba sentir esos ojos negros y profundos sobre ella, una parte de su ser, sabía que podía ver su alma o eso era lo que a ella le parecía, nunca en su vida nadie la había visto de esa forma hasta que le conoció.
-¿Qué tal la familia? –Sandra se decidió a iniciar la conversación.
-Bien, todo bien, Lucas ya entro a primaria y parece que le gusta mucho.
Tocar el tema de su familia no le gustaba mucho, le dolía, saber que tenía una vida con alguien, una vida lejos de ella, donde nunca podría mezclarse, en la que ella no era más que una amante, una intrusa que saciaba su sed de vez en cuando.
Alejó esos pensamientos antes de que lograran atraer las lágrimas, ese no era momento para llorar, tenía 6 meses sin verle, ese era momento para disfrutar de su presencia lo más que le fuese posible.
-¿Qué tal todo con  María? –preguntó sabiendo que eso solo haría que sus pensamientos volvieran.
-Bien…
Su respuesta fue bastante cortante, se notaba que ese “bien” era solo de cortesía, Sandra no quiso  hacer notar que se había dado cuenta de ello, dio un sorbo de vino y sonrió.
No hubo más palabras por un tiempo, Sandra miró de nuevo el reloj en la pared y vio la hora 12:20 am, no había  pasado demasiado tiempo.

Se levantó de su asiento, regalo una sonrisa cómplice a Sandra, colocó un disco de vinil en el toca discos antiguos que había  en una repisa de madera fina, colocó la aguja en su lugar y  una melodía suave de violines hizo que a Sandra se le erizara la piel.
Tendió su mano a Sandra, la cual la tomó un poco temblorosa, en realidad todo su cuerpo temblaba, trataba de dominarlo pero no le era posible, notó como sus piernas se estremecían levemente, sonrió con satisfacción a ver las reacciones de Sandra.
La acercó a su cuerpo y la abrazó muy fuerte, no tanto como para lastimarla pero si lo suficiente como para cortarle un poco el aliento, acerco su nariz al cabello de Sandra y aspiró, el aroma de la chica le encantaba, no era el aroma de su perfume o el de su jabón, era el aroma de su cuerpo el que le parecía tan embriagador y reconfortante. La necesitaba, le dolía reconocerlo pero así era, la necesitaba, necesitaba su tacto, su aroma.
Acaricio su cabello y deslizó su mano hasta su cintura, atrajo más su cuerpo y la besó suavemente en la mejilla, muy cerca de los labios.

Sandra se estremeció al sentir su cuerpo tan cerca, el contacto de sus labios con su piel quemaba, ardía, era incluso doloroso, pero le encantaba, amaba esa sensación, adoraba ese hormigueo que le quedaba cuando apartaba sus labios de ella.
Se apartó un poco de ella, cosa que Sandra odió, la miro de nuevo de arriba a abajo, notó como la joven contenía la respiración, tenía perfectamente claro que era lo que deseaba, pero sabía que debía esperar.  
Tomó de la mano a Sandra, la dirigió al sofá y le pidió con un gesto que se sentara en sus piernas, Sandra asintió y se acomodó sobre su regazo.

Sandra trataba de controlarse, su corazón latía más rápido.

Los violines cesaron, medio minuto después un solo de flauta dio inicio a  la segunda canción.
Sandra sintió algo cálido sobre su espalda, después un soplo frio en ese mismo lugar, se estremeció y cerró los ojos tratando de controlarse, sabía perfectamente lo que había hecho, le había dado un pequeño beso húmedo, para posterior mente soplar un poco en el mismo lugar, la piel de Sandra se erizaba siempre que le hacía eso.

Volvió a besar, esta vez un poco más abajo, dio un ligero soplo en el mismo lugar y obtuvo los resultados que deseaba, los bellos de Sandra de habían puesto de punta en esa zona, por una extraña razón eso le fascinaba.
Bajó su mano y acaricio el muslo de Sandra por fuera, esa piel tersa le parecía majestuosa, sintió como Sandra se calentaba, sentía ese calor de su cuerpo sobre sus piernas.
La última nota de la canción proveniente de un chelo se vio acompañada de  un largo suspiro por parte de Sandra.
¿Qué la había llevado a parar allí?
En su vida se había imaginado que llegaría a estar en una lujosa habitación de uno de los edificios departamentales más exclusivos y caros de la  ciudad. Jamás pasó por su mente llegar a ser la amante de alguien, eso no iba con sus ideales, con su moral, esas no eran las enseñanzas de su madre, no era lo que le había prometido a su abuela en su lecho de muerte y sin embargo allí estaba. Sentada en sus piernas, ardiendo por dentro y humedeciéndose cada vez más, preguntándose cuanto más le haría esperar.

Tenía muy claro que para cocinar una rica tarta primero debes pre calentar el horno, y eso era lo que hacía, postergaba el momento.

Unas notas más alegres que las de la canción anterior sacaron a Sandra de sus cavilaciones, una mano se posó en su rodilla y unos ojos negros y resplandecientes la miraban expectantes.
-Levántate un poco –dijo con una sonrisa especialmente tierna.
Sandra obedeció, se levantó y se colocó frente al sofá.
Le tendió un pedazo de tela negra, Sandra entendió y se tapó los ojos. Una mano la guio con cuidado hasta dejarla sentada sobre una silla, lo único que podía hacer era escuchar, escuchaba la canción de antes, escuchaba a su corazón resonando rítmicamente en su pecho, eso era lo único que escuchaba.

Tomó una fresa del plato que estaba en la mesa, la mordió y la saboreó, su dulzor era placentero, aunque conocía algo más dulce y ciertamente mucho más placentero… Sandra.
Coloco otra fresa en la boca de Sandra, ésta al sentirla dio un mordisco, mordieron a la vez, el jugo dulce de la fresa recorrió sus bocas, Sandra sabía muy bien que era lo que pasaba, sentía que estaba frente a ella, podía jurar que ese otro sonido era el palpitar de su corazón.
Al apartarse de ella sonrió, la vio y no pudo pensar en la belleza de la chica, le ayudó a ponerse de pie, deslizo su mano entre sus piernas y le quitó la ropa interior, como ya lo esperaba, Sandra estaba bastante mojada.

Sacó lentamente sus piernas para deshacerse de las bragas, sabía que debían de estar mojadas y se  apenó por ello. Una mano comenzó a acariciar el interior de su muslo, los movimientos eran muy lentos, delicados, eso la desesperaba, sabía lo que quería, deseaba tenerlo pronto. Esa misma mano la ayudó a levantarse, camino a ciegas, guiada por su acompañante.
-Las ciudad es hermosa de noche, lástima que no se puedan disfrutar las estrellas como debe de ser.
Sandra estiro la mano y pudo palpar el cristal, estaban frente al ventanal. 
Una mano fría en su espalda, un ligero chasquido y segundos después su vestido estaba en el piso.
Sandra no llevaba nada más, únicamente los zapatos de plataforma y la venda que cubría sus ojos. La contempló un momento, su cuerpo desnudo, el perfecto estereotipo de la belleza femenina se encontraba a escasos centímetros de distancia.
La misma mano delicada de antes bajo hasta su abdomen, se deslizo rápido hasta su sexo y dio una caricia, tan lenta y dolorosa que Sandra no pudo evitar un gemido.
Sandra se giró de frente al ventanal, no sabía si alguien la estuviese observando de afuera, lo dudaba, la tenue luz de las velas apenas hacían visibles las cosas adentro de la habitación al centro, lo demás quedaba en penumbras. Sintió como dos dedos se deslizaban desde su cuello hasta su espalda, muy lentos en una eterna caricia, sentía como dejaban la piel caliente por donde pasaban, al llegar a su cintura esos dedos se movieron más rápido, en un movimiento que llevo  a lo  mucho unos pocos segundos esos dedos ya estaban dentro de ella.
Había perdido la noción de la música hasta ese momento, le pareció conocido, Beethoven quizás.
En su interior, esos dedos se movían en círculo, para después comenzar a entrar y salir, cada vez más rápido, cada vez más adentro.
El calor comenzaba a extenderse por todo su cuerpo, las primeras gotas de sudor se deslizaron por su frente, siguió el ritmo de esos dedos con sus caderas, sintió unos labios que besaban su espalda, había estado esperando toda la noche para esto, no, no toda la noche, había esperado 6 largos meses desde la última vez para esto, no aguanto más y comenzó a gemir.
La armonía de los gemidos de Sandra y  la maestría de Beethoven le fascinaban, sintió las contracciones en el interior de Sandra y aumento el ritmo.
Un grito.
La última nota.
Un estremecimiento.
El crepitar de dos corazones.
Una sonrisa.
Y dos mujeres frente al ventanal tomadas de la mano, una de ellas desnuda, cansada y liberada, la otra, extasiada, emocionada, con la mano empapada y las pupilas  dilatadas.
Sandra quitó la venda de sus ojos, sintió esas manos rodeando du cintura, la respiración sobre su hombro, giró para quedar de frente y apretarse a ella. Tamara lo había logrado de nuevo, la había llevado al cielo, había fundido su alma con ella.
Tamara miro ese rostro angelical, estaba sonrojado, el cuerpo de Sandra aun temblaba un poco, pero sabía que estaba bien.
Se acomodaron en el sofá, se abrasaron y permanecieron así un instante que pareció eterno.
La música había cambiado, la canción ya no era Beethoven, era una relajante melodía de piano.
 Sandra se levantó, tiró de Tamara hasta ponerla de pie.
-¿Qué hay de la igualdad? –preguntó en tono pícaro.
-¿Quieres igualdad?
-Te quiero a ti –Sandra desabrochó el cinto de Tamara, acto seguido se deshizo de los zapatos, le acompañaron el pantalón, las bragas, blusa y sostén.
El cuerpo desnudo de Tamara deslumbro a Sandra, su cabello negro y un poco corto, esa piel tostada ligeramente, sus prominentes senos proporcionales a sus caderas, el hermoso y sexy lunar junto a su boca, ese que tantas beses había besado, no cabía duda de que era una mujer extraordinariamente hermosa.
Sandra se acercó a Tamara y le dio el beso más largo, tierno, profundo y apasionado de la historia de la humanidad. Continuó besando su cuello, se tumbaron en el sofá y Sandra continuó bajando, besó sus clavículas, llego a sus senos, los beso, palpó, acarició sus pezones con la lengua, succionó y mordió hasta que la respiración de Tamara se aceleró a un ritmo anormal, sus caderas impacientes comenzaron una danza que exigía gritos que Sandra llegara más abajo. Continuó hasta su ombligo, besó su abdomen, bajo un poco pero en el último momento decidió volver a sus labios, otro beso, esta vez más apasionado, más salvaje, mordió sus labios, los acaricio, profundizó el beso y después de apartó, sin más descendió hasta su objetivo principal y comenzó a llenarse de Tamara, probó hasta el rincón más oculto de su  sexo, se movió tanto como las caderas de su amante, no resistió la tentación e introdujo dos dedos para apoyarse.
Tamara sentía como Sandra recorría su parte íntima con sus labios, de pronto sintió algo dentro, comenzó a moverse más a prisa, la lengua de Sandra jugueteaba con su clítoris, su cuerpo ardía, su espalda se encorvó, los dedos de sus pies se contrajeron, una descarga de energía se liberó de su cuerpo y una paz absoluta la inundó.

Tamara era una empresaria seria, una gran activista que defendía  los derechos homosexuales en su país, el suyo fue uno de los primeros matrimonios entre parejas del mismo sexo, abrió muchas puertas, junto a su esposa adoptaron un niño que recientemente había cumplido 6 años y comenzaba su educación primaria. Su esposa María, una mujer fenomenal, nunca en su vida conoció a nadie como ella, hermosa, bondadosa, inteligente, justa, una de las mejores abogadas del país, la esposa perfecta y madre cariñosa.
¿Qué hacia allí, con una chica unos cuantos años menor, engañando a la mujer más maravillosa del mundo?
No lo sabía, no tenía ni idea de porque lo hacía, al conocer a Sandra su corazón se incendió como nunca, sus  rasgos tan vivos, su mirada inocente, su forma de expresarse, como se ruborizaba con sus cumplidos. ¿Eso era suficiente para engañar a quien consideró el amor de su vida? Tamara sabía que lo que hacía no estaba bien, trato de alejarse muchas veces de Sandra, pero su voluntad flaqueaba con facilidad, sin embargo está vez lo haría, se iría del país con su familia, cambiaria a otra sede de su empresa y manejaría todo desde allá.
Tamara miro el reloj, eran las 5:00am, la hora de irse había llegado, Sandra continuaba dormida en el sofá, tomo su ropa, dejó dinero y una nota y se marchó sin decir nada…


Sandra sintió los primeros rayos de sol en su piel, miro a todos  lados pero Tamara se había ido, el disco de anoche se reproducía a un volumen apenas notable, se acercó y subió el volumen, buscó sus bragas, se vistió y en la mesa, a un lado de una copa de vino la cual tomó y dio un sorbo,  encontró una fuerte suma de dinero acompañada de una nota.
“Adiós, fue lindo verte por última vez, te quiero cuídate.
Hasta nunca.
Tamara”
La copa se deslizó entre los dedos de Sandra y se estrelló en el piso, salió corriendo, bajo las escaleras desde el octavo piso hasta la primera planta, fue a la calle pero no vio nada, Tamara se había  ido y esta vez para siempre.
La música de anoche seguía sonando en su cabeza, y se mantuvo allí  por siempre, Sandra había cometido el peor error de su vida, se enamoró de un imposible.
Bajo la botella de vino un trozo que había sido arrancado de la nota se ocultaba.
“Te amo”
Las palabras que Sandra nunca escuchó de Tamara, un sentimiento que  jamás se enteró que tenía hacia ella…
 Fin.


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La Teta Feliz Historias y Relatos ® M.G.M - Derechos Reservados
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2 comentarios:

  1. Una historia sublime llena de sentimientos . Se me estrujo mi corazoncito n.n

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  2. magnifica historia, me encantaria que tuviera continuacion
    I´G

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