CAPITULO 5
Mis
conversaciones con Jenny se fueron convirtiendo primero en algo habitual y
luego en algo necesario. El anonimato propició que le abriera mi corazón y le
contara cosas de mí que a casi nadie había contado. Sí, ya sé que ese anonimato
es un arma de doble filo y que nadie me aseguraba que detrás de ese perfil que
pertenecía a Jenny Hartman se encontrara en realidad esa mujer de veintisiete años, médico y
excelente conversadora, divertida, comprensiva y entrañable con la que llevaba
ya tres meses comunicándome. La persona
que se escondía detrás de esos mensajes me iba ganando poco a poco el corazón. La física funcionaba, no había duda y sentía
una atracción casi magnética hacia su persona. ¿Pero funcionaría la química?. Mil veces había imaginado cómo sería el
envoltorio de ese corazón que había aprendido a querer poco a poco, pero por
más que le pedía que me describiera cómo era físicamente, siempre me decía que
quería reservar esa única sorpresa para el momento en que nos viéramos cara a
cara.
Pero
yo no me atrevía a confesarle los sentimientos que habían comenzado a prender
en mí y mucho menos a pedirle una cita.
Aunque
yo ya sabía que el destino a veces escribe con renglones torcidos, mi fuerte
nunca ha sido acompasar las voces del corazón y la razón. Aquel desgraciado
día, era el primero en el que definitivamente había abandonado mis muletas y
decidí salir a dar un paseo por el parque cercano a mi casa. Estaba distraída
cuando sentí su voz como un puñetazo en mi tripa.
-Emma
Era
Elena. El corazón saltó a mi garganta y sus locos latidos ahogaron mi voz. Me
tocó en el hombro.
-Emma.
Me
volví intentando aparentar calma.
-Elena, hola.
-¿Qué tal estás? He querido llamarte
muchas veces, pero no me atrevía. Tenemos una conversación pendiente.
-Tú y yo ya no tenemos nada pendiente,
Elena.
-Sé que te hice mucho daño, Emma. Pero
no he podido olvidarte. Cometí un error. Un imperdonable error. Solo quiero
explicarme. Me lo debes.
-¿Que te lo debo? No te debo nada. Eras
tú la que me debías respeto y lealtad
-Lo sé y me equivoqué. Solo pido que me
dejes disculparme y explicarme. Emma te echo de menos.
No
supe qué más decir.
-Estás guapísima, Emma, Déjame que te
invite mañana sábado a cenar. Hablaremos, Emma. Te echo de menos. Nos veremos
en nuestro restaurante favorito, el Skykitchen, este sábado a las
ocho. Emma, por favor, dame la oportunidad de reparar el daño que te hice.
Antes de poder responder, me dio un
beso en la mejilla y salió corriendo. No me lo podía creer. Después de un año,
había dejado que irrumpiera de nuevo en mi vida. Pero, ¿y si había cambiado? ¿y si era otra vez aquella persona de la que
me enamoré?
Volví
a casa desconcertada todavía. Estuve desazonada todo el día, como si tuviera
cientos de alfileres clavados en el cuerpo. Esa noche, cuando conecté el
ordenador, vi el punto verde que indicaba que Jenny estaba conectada y sentí
una punzada en la tripa.
-¡Hola, Emma! Estaba esperando que te
conectases. ¿Qué tal tu primer paseo sin muletas? Me hubiera gustado estar allí acompañándote.
La verdad es que no sé por qué no estaba allí. Quizás ya va siendo hora de que
nos veamos cara a cara. Llevamos tres meses hablando casi a diario y contigo me
siento como en casa. ¿Te parece bien que nos veamos, por fin?
-…
-Emma, ¿pasa algo?
-Ha vuelto.
-¿Quién ha vuelto?
-Elena. Mañana a las ocho hemos quedado
para cenar.
-…
-Dime algo, Jenny.
-Qué quieres que te diga, Emma.
-Dime lo que debo hacer.
-No soy la persona adecuada para darte
consejos sobre ese tema, ¿no lo ves?
-Tienes que ayudarme.
-No, Emma. Sólo tú puedes ayudarte. Solo
tienes que dejar que tu cabeza y tu corazón sientan al unísono. Y lo que te
digan será lo que tengas que hacer.
Cerró
la conversación y desapareció el punto verde. Se había desconectado. Yo quería
que me dijera que Elena era agua pasada, que debía apostar por ella, que me
quería, que todo iba a ir bien. ..
Esa
noche no pude pegar ojo y el amanecer me sorprendió dando vueltas en la cama. Pero
sucedió, lo vi claro de repente, como si
el primer rayo de sol que iluminó mi habitación hubiera iluminado también mi
entendimiento. “Soy Emma Muller y no soy hábil con las relaciones…pero ¿por
qué?” Y lo supe. Soy mala con las
relaciones porque siempre tiendo a poner las necesidades de los demás por
encima de mis propias necesidades, sus sentimientos delante de mis
sentimientos, porque antepongo siempre los deseos de los otros a mis propios
deseos. Debía dejar de sentirme por debajo y colocarme a la par. .Por fin sabía
lo que tenía que hacer: debía dejar de pensar qué sentían los demás y
concentrarme en lo que yo sentía. Mi cabeza y mi corazón trabajando al unísono.
Pasé
el día relajada. A las seis me di una ducha y me preparé con esmero. Quería
estar guapa para ella.
Cogí
un taxi y fui directa al restaurante. Eran las siete y media. Pregunté por la
mesa reservada a nombre de Elena Bauman y dejé una nota encima de su plato.
Bajé a la calle donde el taxi seguía esperándome y le pedí que me condujera al
hospital Charité.
No
pensé en Elena, no pensé en Jenny. Pensé en mí, en lo que realmente me iba a
hacer más feliz. Y lo tuve claro. Elena no.
Quizás Jenny tampoco, quizás yo no le gustara, quizás no funcionara,
pero ella era mi apuesta. Y no iba a dejar pasar un solo día más en la incertidumbre. De repente me entraron unas
terribles ganas de saber qué mano de cartas me había repartido el destino para
comenzar esta nueva partida.
Y
con esa determinación llegué a la recepción del Hospital.
-Hola, soy una amiga de la doctora Jenny
Hartman. Quisiera saber si está en el hospital, y si está de guardia y está
libre, me gustaría verla. Me llamo Emma Muller.
-Déjeme que consulte. Sí, está aquí. Voy
a intentar conectar con ella… ¿Si? ¿Doctora Hartman? Aquí hay una chica, Emma
Muller, que dice que es su amiga y que si está usted libre quisiera verla… De
acuerdo… Me dice que ahora baja.
Las piernas apenas me sujetaban. No
sabía qué le iba a parecer que me hubiera presentado así, de improviso. Alguien
me tocó el hombro
-Emma
Me volví despacio. No puedo
describir lo que sentí al ver a la persona que tenía enfrente.
-Emma
Era una chica espigada y de porte
elegante, una melena de color castaño envolvía un rostro de facciones suaves y
armónicas donde destacaban unos magnéticos ojos azules que no podía dejar de
mirar.
-¿Jenny?
No podía apartar la vista de sus
ojos. No podía moverme. No podía hablar.
-Claro, ¿quién iba a ser sino? ¿Qué haces aquí?
Solo pudo arrancarme del azul de su
mirada una deliciosa sonrisa que asomó a su rostro.
-Yo… quería hablar contigo.
-Acabo de terminar el turno. Ven acompáñame a la sala de reposo.
Me limité a seguirla, hipnotizada, por los pasillos hasta que llegamos a una sala
en la que señaló un sofá y me indicó que podía sentarme.
-Pero
si eres guapísima. ¿Por qué nunca querías decirme cómo eras físicamente?
-Ya te lo dije, para mantener un poco el misterio… Dime, ¿qué haces aquí? ¿No
habías quedado con Elena?
-No ,yo no. Dijiste que querías que nos viéramos y aquí estoy.
-Me alegro.
-Pues si te alegras, ¿por qué no me dijiste que no fuera a la cita?
-Porque nadie debía influir en tu decisión. Solo debías oír a tu corazón.
-Lo escuché y me habló alto y claro. Me dijo que estaba enfermo de amor y
que lo mejor sería buscar una buena cardióloga que le echara un vistazo.
-Pues, casualmente yo soy cardióloga.
-Y tan guapísima por fuera como ya sabía que lo eras por dentro.
Acercó sus labios a los míos y me
dio un furtivo beso que recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica.
-Gracias.
-¿Vendrías conmigo a cenar, Jenny?¿Tendrías ahora mismo una cita conmigo?
-Pensé que nunca me lo ibas a pedir.
Se puso en pie. Dejó la bata en el
armario y se colocó una americana azul marino que se le ajustaba al talle
remarcando las curvas de su cuerpo. Se colocó a mi altura, enfrente de mí,
sujetó mis dos manos y me las colocó alrededor de su cintura; luego echo sus
brazos sobre mi cuello.
-Cuando quieras. Soy toda tuya.
-Ojalá
Y la atraje firmemente hacia mí.
Cuando noté su lengua rozando mis labios, abrí mi boca para recibir el beso más
dulce e intenso que jamás nadie me había dado.
Y supe que, en esta nueva partida,
el destino, por fin, me había dado una mano ganadora.
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Solo una palabra lo describe: Precioso!
ResponderEliminarmuy interezante el capitulo y lindo jejeje
ResponderEliminarMuchas gracias a las que habéis leído la historia y un abrazo especial a las que me habéis dejado un comentario.
ResponderEliminarCorto, pero muy bonito
ResponderEliminar¡Oh! En verdad pensé que continuaría la historia... pero díganme algo: ¿por qué no poner la palabra FINAL en el capítulo, digo, para haberme ido resignando desde su comienzo? :(
ResponderEliminarPor otra parte, y dejando de lado mis lamentaciones, felicito a Despistada, la autora de este escrito y la invito a que a través de este espacio, nos siga regalando sus magníficas historias.
Saludos desde México. ;-)
Lidia Z.
Acabo de leer el fic y me encanta.y la serie más.muy guapa lucy
ResponderEliminarTienes razón, Lidia, debiera haber puesto que este es el capítulo final.. Muchísimas gracias a todas por dejarme un comentario. Besos
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